Discernimiento cristiano de la idea de patria La única puerta de la alegría relieve eclesial Pedro Trigo, s.j.* Jesús fue un paisano judío que se propuso consumar la alianza con Dios que estaba en el origen de su pueblo. La fórmula de la alianza, pactada con ellos por el Dios liberador que los había sacado de la casa de la esclavitud, es “ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”1 278 SIC 736 / JUlIO 2011 E n el exilio de Babilonia un grupo de desterrados descubrió que no habían sido su pueblo, que cuando ocuparon la tierra no lo hicieron como pueblo de Dios, ya que se portaron como los demás pueblos: divinizando las obras de sus manos y oprimiendo a sus hermanos. Pero el dolor de este descubrimiento se mitigó con el convencimiento de que su Dios no los había abandonado sino que estaba con ellos en el destierro. Esta fe les dio fuerzas para intentar redimir su historia retornando a la patria para vivir en ella como pueblo de Dios. En efecto, cuando se establecieron convocaron a la asamblea, leyeron el Deuteronomio y todos rompieron a llorar porque comprendieron que no habían tomado el camino de la bendición sino el de la maldición y que por eso habían dejado de ser pueblo. Entonces prometieron vivir en adelante como pueblo de la alianza, cumpliendo la ley de Dios. Sin embargo, en este momento de gracia se deslizó un corrimiento fatal: asumieron que no habían sido pueblo de Dios porque se habían mezclado con los demás pueblos imitando sus costumbres. Por eso decidieron vivir separados de ellos. Ese es el sentido de la ley de pureza, que acabó por dar el tono a todo el judaísmo. Santo equivalió a la larga a separado, no sólo del mal y de los malos sino de todo lo profano. Jesús distinguió entre reinado y reino de Dios. El reinado de Dios, ya presente, era esa entrega que Dios hacía de sí en su Hijo único Jesús y la aceptación de esa entrega: al hacerse nuestro hermano el Hijo eterno de Dios, nos introducía en su relación de Hijo. Al aceptarlo como hermano, aceptamos la fraternidad universal. Por eso el cuarto evangelio puede resumir el ministerio de Jesús diciendo que había venido a reunir, se entiende que en una única familia, a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así pues, el reinado de Dios se expresa en relaciones. No cabe en ninguna estructura, en ninguna nación. El Reino es la patria celestial, relativiza todas las patrias. Ante todo la relativiza. Si el sábado, es decir la religión, es para el ser humano, más lo es aún la patria, como lo es, sobre todo, la economía y todas las demás creaciones históricas, incluso la institución eclesiástica. No se puede tolerar que quienes controlen a la patria, sea una clase social o un partido político, sacrifiquen a ella a seres humanos, ya se trate de otras clases sociales o de otros partidos o de otras culturas. Más aún, no se puede tolerar que alguna persona o grupo controle a la patria. Los que están a cargo del Estado son meros mandatarios de los ciudadanos y de ningún modo los sustituyen; sólo los representan, y los ciudadanos tienen que tener canales para controlar si es verdad que actúan como representantes suyos. El que en la mayoría de los países de América Latina los restos de los padres de la patria estén en antiguas iglesias, expropiadas a la Iglesia y dedicadas al culto de la patria, es expresión fehaciente de la tendencia a la sacralización de la patria. Si para nosotros no son sagradas las iglesias sino quienes entran en ellas ya que el cristianismo no tiene templos, es decir, casas de Dios, sino iglesias, casas de la comunidad, ya que los únicos templos son las propias personas, en las que habita el Espíritu Santo que Jesús resucitado derramó desde el Padre a todos los seres humanos, tampoco son sagrados los altares de la patria. Eso no significa que no tenga sentido acudir donde ellos a agradecerles que, por amor a sus conciudadanos, para liberarlos de la opresión y conducirlos a un modo de vida más libre e igualitario, sacrificaron su tranquilidad y muchas veces sus intereses privados e incluso en los casos más paradigmáticos su fortuna. Tiene sentido también que este agradecimiento se exprese en el compromiso de echar adelante lo que ellos iniciaron y encaminaron, pero que, como todo en la historia, dista mucho de estar concluido. El agradecimiento y el compromiso concreto son dos actitudes humanizadoras que tienen pleno sentido. En alguna medida, como Jesús, han dado su vida por sus hermanos. Por eso tiene sentido que los tengamos como paradigmas para la vida ciudadana. Sin embargo, para que el recuerdo sea operativo no tiene que expresarse como retórica altisonante y vacía sino del modo más analítico po- sible, para poner en claro en qué puntos específicos resultan paradigmáticos y para comprometernos a echarlos adelante en nuestra circunstancia concreta, y para deslindarnos de lo que no fueron sino condicionamientos y limitaciones de la época o personales, aspectos que no debemos seguir sino, por el contrario, superar. Cuanto menos interés tengan los representantes de la patria en proseguir lo positivo de los próceres, más insistirán en cultos altisonantes y fastuosos, incluso estrambóticos, sin contenidos analíticos constatables y evaluables por todos los conciudadanos. Y lo mismo podemos decir de la opinión pública, de los centros educativos y de la academia. Sin embargo, cuanto más empeñados estén en echar adelante lo que ellos nos legaron como patrimonio y más aún como tarea, serán más sobrios y nombrarán muy concretamente lo que está en juego en este momento para proseguir su obra, los obstáculos que se oponen y las acciones tendentes a lograr en nuestra época lo equivalente de lo que de positivo hicieron ellos en la suya, corrigiendo a ser posible sus limitaciones epocales o personales. Ahora bien, el cristianismo no sólo relativiza la idea de patria porque todo está al servicio de los seres humanos que son lo único absoluto sino, más radicalmente, porque la patria definitiva no tiene padres en esta tierra sino un único Padre común, que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que no es, obviamente, el antepasado de nadie. La primera pregunta que nos hicimos es quiénes son los padres de nuestra patria. La respuesta es que la patria definitiva no tiene ningún padre terreno. Si nosotros somos ciudadanos del cielo antes que ciudadanos de nuestra patria, los padres de nuestra patria no son en definitiva nuestros padres sino nuestros hermanos mayores. Hablando absolutamente, nosotros no tenemos ningún padre en esta tierra. Nuestro padre biológico es nuestro hermano padre, lo mismo que nuestros padres en la fe o los padres de la patria. De una manera absoluta nosotros nos reconocemos únicamente hijos de Dios. Todas las demás filiaciones son relativas y, en último término, fraternas. Por eso decíamos que tiene mucho sentido el agradecimiento y el compromiso de echar adelante lo bueno que ellos nos legaron como obra y tarea. Pero no tiene sentido la veneración ni JUlIO 2011 / SIC 736 relieve eclesial *** 279 relieve eclesial la fidelidad. Todo lo que existe en este mundo como fruto de la historia, todas las estructuras e instituciones, están a nuestro servicio, y todas las personas son hermanas nuestras, no nuestras señoras para que las sirvamos. Ahora bien, no están a nuestro servicio como individuos privados sino como hermanos que somos unos de otros, es decir, que también nosotros estamos al servicio unos de otros. Si las personas son hermanas, no pueden absolutizarse en el sentido textual, es decir, entenderse como desligadas de las demás sino como son: fundamentalmente respectivas. Jesús, decíamos, se arraigó en su tierra, en su pueblo y en su tradición. Más aún, dio cumplimiento tan sobreabundante a la alianza en la se fundaba su pueblo que la radicalizó y universalizó. Es decir, que nos hace ver que la realización completa de lo que de positivo y trascendente tiene la idea de patria, conlleva la superación de la patria, en cuanto una patria particular y lleva a la patria común de todos los seres humanos. Eso no se ve con tanta claridad en ninguna otra realización porque ninguna ha sido completa. Esto significa que lo que la idea concreta de patria tiene de no universalizable, incluso de contrapuesto a otras patrias, no es humanizador y un cristiano no puede abrazarlo. Sólo puede investir aquello que es buen conductor de la idea superior de patria común y que es, incluso, un aporte concreto, una riqueza para ella. Sólo si se abraza de esta manera es sensato y tiene sentido ser patriota. De cualquier otro modo es alienante. Desde esta perspectiva cobra relieve la verbalización de la misión de Jesús como reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos. Sería la configuración de la humanidad como una familia de pueblos. *** Sin embargo, esta realización plena de la alianza que fundamentaba su patria, una realización que equivalió a la consumación, no fue reconocida ni aceptada por los representantes legítimos 280 SIC 736 / JUlIO 2011 de la nación. No sólo no lo aceptaron sino que puesto que su desempeño no iba en esa dirección humanizadora, lo tuvieron que ejecutar para que Jesús no los pusiera en evidencia con sus palabras y obras y para que no se consolidara esa alternativa que los marginaba. Esto significa que quienes dicen representar a la patria, pero no encarnan su idealidad sino que por el contrario aprovechan su control sobre las instituciones para su beneficio privado, sea como personas sea como grupo, sacrifican a los ciudadanos, en cuanto que les quitan vida, es decir, elementos para vivir y posibilidad de realizarse en la vida ciudadana, y a que tienen secuestrada la libertad. Pero sacrifican, sobre todo, a quienes no se resignan a este estado de cosas sino que buscan denodadamente construir una alternativa. Cuanto menos puedan responder con argumentos a sus alegatos, más tratarán de descalificarlos calumniosamente y, si ni aun así logran desprestigiarlos, emprenderán otras acciones de coacción más drásticas, que pueden llegar a la inhabilitación, a la prisión y a la muerte. Así pues, si la idea de patria que se maneja, no es muy trasparente, no está mediada analíticamente, de manera que todos puedan ver su pertinencia y asentir a ella para ejercer su humanidad fraterna, es muy peligrosa y acaba causando estragos. Cuanto más se la mistifique, más potencial fetichista encierra. Por eso insistíamos desde el comienzo que la idea humanizadora de patria está desinflada, es concreta y se asemeja al país, en el que todos caben y pueden componerse, pagando el precio de la autolimitación voluntaria, la única puerta de la alegría. * Miembro del Consejo de Redacción de SIC. Nota 1 Jr 30,22;Ez 11,20;36,28; Za 8,8. Invertido, es decir, seré su Dios y ustedes mi pueblo, Lv 26,12;Jr 31,1