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ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2012, vol. 9, n.o 1, 19-32. ISSN: 1578-908X doi: http://dx.doi.org/10.5944/ap.9.1.699
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DIFERENCIAS EN VARIABLES DE PERSONALIDAD
EN SUJETOS ADICTOS A DROGAS CON Y SIN CONDUCTAS
VIOLENTAS CONTRA LA PAREJA
DIFFERENCES IN PERSONALITY VARIABLES
IN DRUG-ADDICTED PATIENTS WITH AND WITHOUT
INTIMATE PARTNER VIOLENCE
ALFONSO ARTEAGA1
JAVIER FERNÁNDEZ-MONTALVO1
JOSÉ J. LÓPEZ-GOÑI1
1
Departamento de Psicología y Pedagogía. Universidad Pública de Navarra.
Campus de Arrosadía s/n. 31006 Pamplona
Cómo referenciar este artículo/How to reference this article:
Arteaga A., Fernández-Montalvo J. y López-Goñi J.J. (2012). Diferencias en variables de personalidad en
sujetos adictos a drogas con y sin conductas violentas contra la pareja. [Differences in personality
variables in drug-addicted patients with and without intimate partner violence]. Acción Psicológica,
9(1), 19-32. doi: http://dx.doi.org/10.5944/ap.9.1.435
Resumen
Este estudio explora las diferencias en características de personalidad de pacientes en tratamiento por adicción a drogas, comparando
aquellos que han presentado conductas violentas contra la pareja con aquellos que no. Participaron 125 sujetos en tratamiento en los programas de la Fundación Proyecto Hombre
Navarra. Fueron evaluadas variables sociodemográficas y de consumo de sustancias (EuropASI), las conductas violentas contra la pareja
(CTS-2), la respuesta interpersonal (IRI), la manifestación de la ira (STAXI), la impulsividad
(BIS) y el grado de afectación por el consumo
(Escala de Inadaptación). El 33.6% de los sujetos presentó conductas violentas contra su pareja en el pasado. El grupo con conductas violentas contra la pareja presentó puntuaciones
significativamente más altas en los niveles de
ira-estado y de ira-rasgo, así como en los niveles
de impulsividad (motora y global). Dicho grupo
tuvo una mayor prevalencia de mujeres que de
hombres. No existieron diferencias en el resto
de variables.
Agradecimientos: Este trabajo se ha financiado con la ayuda de un proyecto de investigación del Ministerio
de Ciencia e Innovación (código PSI2009-08500). Los autores desean agradecer a los miembros de los equipos
de tratamiento de la Fundación Proyecto Hombre de Navarra su colaboración, así como las facilidades para
la elaboración del presente trabajo.
Artículo recibido: 20/12/2011
Artículo aceptado: 17/02/2012
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ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2012, vol. 9, n.o 1, 19-32. ISSN: 1578-908X doi: http://dx.doi.org/10.5944/ap.9.1.699
Palabras-clave: Adicción a drogas; conducta
violenta; pareja; variables de personalidad; evaluación.
Abstract
This study explores the differences in personality characteristics of patients in treatment for
drug addiction, comparing those who have
committed intimate partner violent with those
who do not. 125 subjects on treatment in the
programs of the Proyecto Hombre Navarra
Foundation were assessed. Sociodemographic
and substance use variables (EuropASI), violent
behaviours against intimate partners (CTS-2),
interpersonal response (IRI), the anger expression (STAXI), impulsivity (BIS) and the degree
of bad adaptation to daily life due to the drug
consumption (Maladjustment Scale) were evaluated. The results showed that 33.6% of the
patients had committed abusive behaviors
against a partner in the past. The group with
violent behaviours showed significantly higher
scores in state-anger and anger-trait, as well as
higher levels of impulsivity (motor and global).
This group had a higher prevalence of women
than men. There were no differences in other
variables.
Keywords: Drug addiction; violent behaviour; intimate partner; personality variables;
assessment.
Introducción
La relación entre el maltrato a la mujer y el
consumo de sustancias por parte del agresor es
un tema polémico y de gran actualidad (Fernández-Montalvo, López-Goñi y Arteaga, 2011).
La tasa de agresores que presentan problemas
de abuso o dependencia alcohólica puede oscilar entre el 50% y el 60% (Echeburúa, Fernández-Montalvo y Amor, 2003; Fernández-Montalvo
y
Echeburúa,
1997,
2005;
Fernández-Montalvo, Echeburúa y Amor, 2005;
Stuart, O´Farrell, Leonard et al., 2009; Stuart,
O´Farrell y Temple, 2009). En el caso de drogas
ilegales, los datos varían en las diferentes investigaciones pero, como media, en torno al 20%
de los hombres agresores presenta un consumo
abusivo de drogas (Fals-Stewart, Golden y Schumacher, 2003; Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997, 2005; Moore et al., 2008; Stuart et
al., 2008).
Esta misma relación se observa también
cuando se analiza el problema desde la perspectiva de las drogodependencias. Aproximadamente entre un 40% y un 60% de los pacientes
adictos que viven con sus parejas presentan episodios violentos contra las mismas durante el
año previo al inicio del tratamiento para su
adicción (Easton, Swan y Sinha, 2000; Korman
et al., 2008; O´Farrell y Murphy, 1995). Además,
en algunos estudios ha quedado clara la influencia del consumo de sustancias, principalmente
alcohol, en el desarrollo y desencadenamiento
de episodios violentos contra la pareja (MuñozRivas, Gámez-Guadix, Graña y Fernández, 2010;
Stuart, O´Farrell, Leonard et al., 2009). Sin embargo, a pesar de la relación existente entre el
consumo de sustancias y la presencia de conductas violentas, hoy por hoy no hay ningún estudio que establezca una relación causal entre
ambos fenómenos (Leonard, 2005). Probablemente, el abuso de sustancias constituye un factor precipitante, más que un factor causal, de
la violencia contra la pareja (Fernández-Montalvo et al., 2011).
En cualquier caso, con arreglo a los datos
encontrados, una línea urgente de trabajo para
los próximos años debe centrarse en estudiar
la relación entre el consumo de sustancias y la
violencia contra la pareja, así como en establecer posibles vías específicas de intervención
conjunta para ambas problemáticas (Fals-Stewart y Kennedy, 2005; Moore et al., 2008;
Stuart, O´Farrell, Leonard et al., 2009). Los programas de tratamiento de drogodependencias
son sin duda un contexto adecuado para identificar situaciones de recurso general a la violencia como forma de solucionar los conflictos
y, más en concreto, situaciones de violencia de
género (Fernández-Montalvo, López-Goñi y Arteaga, 2012).
Hasta la fecha han sido muy escasos los esfuerzos desarrollados para el tratamiento de la
violencia contra la pareja en el ámbito de las
drogodependencias. De hecho, en la bibliografía
sobre el tema aparecen solamente algunos programas aislados, principalmente en el ámbito
ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2012, vol. 9, n.o 1, 19-32. ISSN: 1578-908X doi: http://dx.doi.org/10.5944/ap.9.1.699
estadounidense, que, sin embargo, muestran datos muy esperanzadores. Algunos ejemplos en
este sentido son el Dade County’s Integrated Domestic Violence Model (Goldkamp, Weiland, Collins y White, 1996), el Yale’s Substance Abuse
Treatment Unit’s Substance Abuse-Domestic Violence Program (SATU-SADV) (Easton y Sinha,
2002) o los tratamientos con la denominada Terapia Conductual de Pareja (Chase, O´Farrell,
Murphy, Fals-Stewart y Murphy, 2003; O´Farrell, Murphy, Stephan, Fals-Stewart y Murphy,
2004; O’Farrell, Van Hutton y Murphy, 1999).
Debido a la importancia y a la posible utilidad de aplicar programas de gestión de conflictos en general y de tratamiento de la violencia
contra la pareja en particular en contextos de
atención a pacientes drogodependientes, así
como a lo novedoso del tema, resulta urgente
conocer el perfil de los pacientes adictos con
conductas violentas asociadas hacia la pareja.
Sólo de esta forma se podrán implementar programas específicos de tratamiento para esta problemática. Por todo ello, los objetivos de este
trabajo son, en primer lugar, establecer la tasa
de prevalencia de conductas violentas contra la
pareja entre los usuarios drogodependientes del
programa Proyecto Hombre de Navarra. En segundo lugar, se trata de determinar si existe un
perfil diferencial entre los usuarios con y sin
conductas violentas hacia la pareja en distintas
variables sociodemográficas, de consumo y de
personalidad.
Método
Participantes
La muestra inicial estuvo formada por 180
pacientes adictos que acudieron al tratamiento
tanto ambulatorio como en comunidad terapéutica de Proyecto Hombre en Navarra en el periodo comprendido entre mayo y diciembre de
2010. Este programa es un tratamiento cognitivo-conductual orientado a la abstinencia que
ha mostrado su eficacia en distintos estudios
(Fernández-Montalvo, López-Goñi, Illescas,
Landa y Lorea, 2008; López-Goñi et al., 2010).
Los criterios de admisión en este estudio
fueron: (a) cumplir los criterios diagnósticos
21
para un trastorno de dependencia de substancias según el DSM-IV-TR (American Psychiatric
Association, 2000); (b) tener entre 18 y 65 años
de edad; (c) recibir tratamiento en Proyecto
Hombre por su problema de adicción; (d) haber
mantenido una relación estable de pareja; y (e)
dar su consentimiento para la participación en
el estudio. Fueron criterios de exclusión: (a) la
existencia de patologías mentales graves que desaconsejaran la realización del estudio; (b) la
indicación por parte de los profesionales de la
no conveniencia de llevar a cabo la entrevista
en ese momento concreto de su proceso terapéutico; y (c) la limitación en el manejo del idioma español. Con arreglo a estos criterios, se excluyeron del estudio 39 personas. Además, 16
pacientes (13 varones y 3 mujeres) rechazaron
participar en la investigación. De este modo, los
sujetos estudiados fueron 125.
La edad media de los participantes fue de
36.4 años (DT = 9.0), siendo la mayoría varones
(n = 95; 76%) y solteros (n = 71; 65.1%). Una
descripción más detallada de las características
sociodemográficas de las muestra se presenta
en el apartado de resultados.
Instrumentos
El EuropASI (Kokkevi y Hartgers, 1995) es
la versión europea del «Índice de gravedad de
la adicción» (Addiction Severity Index, ASI;
McLellan, Luborsky, O’Brein y Woody, 1980).
Se trata de una entrevista muy utilizada tanto
desde la perspectiva clínica como desde la institucional (González-Saiz et al., 2002; Mäkelä,
2004). Esta entrevista valora la necesidad de tratamiento del paciente en siete áreas diferentes:
(a) estado médico general; (b) situación laboral
y financiera; (c) consumo de alcohol; (d) consumo de otras drogas; (e) problemas legales; (f)
relaciones familiares y sociales; y (g) estado psicológico. Para ello se puede emplear el Índice
de Gravedad del Entrevistador (IGE) (Interviewer Severity Rating) (rango: 0-9) (López-Goñi,
Fernández-Montalvo y Arteaga, 2012). A mayor
puntuación, mayor gravedad de la adicción. La
versión española empleada en este estudio es
de Bobes, González, Sáiz y Bousoño (1996).
La Revised Conflicts Tactics Scale-2 (CTS-2)
22
ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2012, vol. 9, n.o 1, 19-32. ISSN: 1578-908X doi: http://dx.doi.org/10.5944/ap.9.1.699
(Straus, Hamby, Boney-McCoy y Sugarman,
1996) mide el grado en que las personas utilizan
la violencia contra sus parejas y hasta qué punto
utilizan la negociación para resolver conflictos.
El CTS-2 se compone de 78 ítems, todos ellos
referentes tanto a las acciones realizadas por la
persona que contesta el cuestionario como a las
ejercidas por su pareja. Consta de cinco escalas:
razonamiento/negociación, agresión física, abuso psicológico, coerción sexual y lesiones. Cumplimentaron este cuestionario las personas que
tenían pareja en la actualidad o la hubieran tenido anteriormente.
El Índice de Respuesta Interpersonal (IRI)
(Davis, 1980) consta de 28 ítems que valoran
cuatro componentes de la empatía: toma de
perspectiva (capacidad para apreciar el punto
de vista de los demás), interés empático (capacidad para sentir compasión y preocupación por
las personas que tienen experiencias negativas),
fantasía (capacidad para identificarse con caracteres o personajes ficticios) y aflicción personal (capacidad para compartir las emociones
negativas de los demás y de enfrentarse con los
sentimientos negativos). Cada uno de los 28
ítems se puntúa en una escala de tipo Likert
que oscila de 0 (totalmente en desacuerdo) a 4
(totalmente de acuerdo). El rango total de la escala es, por tanto, de 0 a 112.
El Inventario de Manifestación de la Ira Estado-Rasgo (STAXI-2) (Spielberger, 1988) consta
de 10 ítems relacionados con la ira-estado (intensidad de la emoción de la ira en una situación concreta) y de otros 10 referidos a la irarasgo (disposición individual para sentir ira
habitualmente). El rango de las puntuaciones
es de 10 a 40 en cada escala. Asimismo el STAXI-2 cuenta con una tercera subescala de 24
ítems relacionada con la forma de la expresión
de la ira (ira interna, ira externa y control de la
ira), que no se ha utilizado en este estudio.
La Escala de Impulsividad (BIS-10) (Barratt,
1985) consta de 33 ítems que puntúan de 0 a 4
en una escala de tipo Likert. El rango total de
la escala oscila de 0 a 132. Este instrumento
consta de tres subescalas, de 11 ítems cada una
y con un rango que oscila de 0 a 44. La primera
subescala evalúa la impulsividad motora, la segunda la impulsividad cognitiva y, por último,
la tercera evalúa la improvisación y ausencia de
planificación. A mayor puntuación, mayor presencia del rasgo medido en cada subescala. La
puntuación total se obtiene de la suma de todas
las subescalas.
La Escala de Inadaptación (Echeburúa, Corral y Fernández-Montalvo, 2000) refleja el grado en que la situación problemática de cada paciente afecta a diferentes áreas de la vida
cotidiana: trabajo-estudios, vida social, tiempo
libre, relación de pareja y vida familiar. Este
instrumento consta de seis ítems, que oscilan
de 0 a 5 en una escala de tipo Likert. En general,
una puntuación igual o superior a 2 en cada
ítem denota un grado importante de inadaptación en el ámbito evaluado. El punto de corte
de la escala total es, por tanto, 12.
Procedimiento
El protocolo de esta investigación contó con
la aprobación de los comités éticos de la Universidad Pública de Navarra y de la Fundación Proyecto Hombre Navarra. La evaluación de todos
los sujetos de la muestra se llevó a cabo en el
marco de la evaluación pretratamiento. De esta
forma, a medida que los pacientes acudían al programa, se llevaba a cabo la entrevista clínica y se
cumplimentaban los diferentes cuestionarios.
En concreto, se llevaron a cabo tres sesiones
de evaluación. En la primera se recogían los datos sociodemográficos y de consumo mediante
el EuropAsi. En la segunda sesión se valoraba la
presencia de conductas violentas con la pareja.
Sólo después de haber realizado la entrevista, se
entregaba a los pacientes el CTS-2 para su cumplimentación. Por último, en la tercera sesión se
evaluaban las características de personalidad. En
este sentido, tal y como se ha sugerido por parte
de algunos autores (Sonne y Brady, 1998), la evaluación de las características de personalidad se
realizó una vez transcurridas 3 semanas desde
el inicio de la abstinencia, para eliminar así la
posible influencia de síntomas de deprivación.
La asignación de los sujetos al grupo de conductas violentas contra la pareja se llevó a cabo
en función del cumplimento de los siguientes
criterios: 1) reconocimiento del paciente de problemas de violencia contra la pareja; 2) existencia de orden de alejamiento por motivos de vio-
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lencia contra la pareja; 3) impresión clínica fundamentada de existencia de violencia contra la
pareja; 4) puntuación positiva en la Escala CTS2: conductas de violencia contra la pareja; 5)
puntuación positiva en la escala legal del EuropASI, si se refiere a la pareja; y 6) existencia de
denuncia por delito de violencia de género. El
cumplimiento de uno o más de los tres primeros
criterios, o de dos o más de los restantes, implicaba la asignación del paciente al grupo con
conductas violentas.
Análisis de datos
Se realizaron análisis descriptivos para todas
las variables. En los análisis bivariados entre
los pacientes que presentaban conductas violentas contra la pareja y los que no, se empleó
el análisis de χ2, la prueba no paramétrica U de
Mann-Withney o la prueba t, según la naturaleza
de las variables analizadas y el tamaño del grupo menor, considerándose una p < .05 como
significativa. Todos los análisis estadísticos se
realizaron con el programa SPSS (versión 15.0).
Resultados
Prevalencia y características
de la violencia
Un 33.6% (n = 42) de los 125 pacientes valorados presentó conductas de maltrato contra
su pareja en el pasado, según los criterios descritos en el apartado de procedimiento. Las diferencias respecto a las conductas violentas contra la pareja en ambos grupos se puede observar
en la Tabla 1.
El grupo con conductas violentas contra la
pareja puntuó significativamente más alto en las
escalas relacionadas con agresión psicológica
grave, agresión física y lesiones producidas a su
pareja. No hubo diferencias en las escalas de
agresión psicológica leve ni en coerción sexual.
Tabla 1
Prevalencia y tipos de conductas violentas contra la pareja
Agresión psicológica
Leve
Grave
Agresión física
Leve
Grave
Coerción sexual
Leve
Grave
Lesiones
Leve
Grave
Nota. *p < .001
Total
N = 111
Con conductas
violentas
(n = 39)
Sin conductas
violentas
(n = 72)
n (%)
n (%)
n (%)
107 (96.4%)
105 (94.6%)
66 (59.5%)
55 (49.5%)
50 (45.0%)
34 (30.6%)
44 (39.6%)
42 (37.8%)
3 (2.7%)
32 (28.8%)
29 (26.1%)
23 (20.7%)
37 (94.9%)
37 (94.9%)
32 (82.1%)
33 (84.6%)
30 (76.9%)
25 (64.1%)
17 (43.6%)
15 (38.5%)
3 (7.7%)
28 (71.8%)
25 (64.1%)
19 (48.7%)
70 (97.2%)
68 (94.4%)
34 (47.2%)
22 (30.6%)
20 (27.8%)
9 (12.5%)
27 (37.5%)
27 (37.5%)
0 (0%)
4 (5.6%)
4 (5.6%)
4 (5.6%)
X2
.0
0
12.7*
29.6*
24.7*
31.7*
0.4
0
3.1
54.1*
44.9*
29.7*
24
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Tabla 2
Comparación en las variables sociodemográficas de pacientes con y sin conductas violentas contra
la pareja
Total
N = 105
Edad media
(DT)
M
(DT)
M
(DT)
U
36.4
(9.0)
34.1
(7.3)
37.7
(9.6)
1032
n
(%)
n
(%)
X2 (gl)
95
30
(76.0%)
(24.0%)
23
19
(24.2%)
(63.3%)
72
11
(75.8%)
(36.7%)
15.6*(1)
Nota. *p < .001.
Con conductas
violentas (n = 37)
Sin conductas
violentas (n = 68)
N
(%)
n
(%)
n
(%)
X2 (gl)
71
23
15
(65.1%)
(21.1%)
(13.8%)
26
5
6
(70.3%)
(13.5%)
(16.2%)
45
18
9
(62.5%)
(25.0%)
(12.5%)
2 (2)
Con conductas
violentas (n = 36)
Sin conductas
violentas (n = 70)
N
(%)
n
(%)
n
(%)
X2 (gl)
56
37
7
6
(52.8%)
(34.9%)
(6.6%)
(5.7%)
16
13
3
4
(44.4%)
(36.1%)
(8.3%)
(11.1%)
40
24
4
2
(57.2%)
(34.3%)
(5.7%)
(2.9%)
3.9 (3)
Total
N = 108
Principal fuente de ingresos
Empleo
Desempleo
Ayuda social
Pensión
Familiares o amigos
Otras
Sin conductas
violentas (n = 83)
(%)
Total
N = 106
Nivel educativo
Sin Estudios/Primarios
FP/Bachiller-COU
Secundaria
Universitarios
Con conductas
violentas (n = 42)
N
Total
N = 105
Estado civil
Solteros
Casados
Divorciados
Sin conductas
violentas (n = 68)
M
Total
N = 125
Sexo
Hombre
Mujer
Con conductas
violentas (n = 37)
Con conductas
violentas (n = 36)
Sin conductas
violentas (n = 72)
N
(%)
n
(%)
n
(%)
36
19
10
16
24
3
(33.3%)
(17.6%)
(9.3%)
(14.8%)
(22.2%)
(2.8%)
11
8
2
5
10
0
(30.6%)
(22.2%)
(5.6%)
(13.9%)
(27.8%)
(0%)
25
11
8
11
14
3
(34.7%)
(15.3%)
(11.1%)
(15.3%)
(19.4%)
(4.2%)
X2 (gl)
3.9 (5)
25
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Tabla 3
Comparación en el consumo de sustancias de pacientes con y sin conductas violentas contra la
pareja
Total
N = 108
Con conductas
violentas (n = 37)
Sin conductas
violentas (n = 71)
N
(%)
n
(%)
n
(%)
Alcohol
38
(35.2%)
6
(16.2%)
32
(45.1%)
Cocaína y anfetaminas
48
(44.4%)
24
(64.9%)
24
(33.8%)
Nota.
*p < (heroína,
.001.
Otros
cannabis…)
22
(20.4%)
7
(18.9%)
15
(21.1%)
X2 (gl)
Sustancia motivo tratamiento
Comparación entre grupos
Según se observa en la Tabla 2, la edad media de la muestra total se situaba en torno a los
36 años. El perfil general era el de una persona
soltera, dependiente económicamente de otras
personas o instituciones, ya que sólo en un ter-
11.1* (2)
cio de los casos la fuente de ingresos era su propio empleo. No obstante, no se observan diferencias significativas en estas variables entre el
grupo con conductas violentas contra la pareja
y el grupo sin conductas violentas.
Donde sí se observaban diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos fue
Tabla 4
Comparación en las variables de personalidad de pacientes con y sin conductas violentas contra la
pareja
Total
N = 125
Índice de Respuesta
Interpersonal
Perspectiva empática
Interés empático
Fantasía empática
Aflicción personal
STAXI Ira-estado
STAXI Ira-rasgo
Escala de Impulsividad
Impulsividad motora
Impulsividad cognitiva
Improvisación
Escala de Inadaptación
Con conductas
violentas (n = 42)
Sin conductas
violentas (n = 83)
M
(DT)
M
(DT)
M
(DT)
t (gl)
47.7
(9.7)
46.7
8.6
48.2
10.3
0.8 (123)
12.4
9.2
13.8
12.3
14.8
20.1
57.5
18.4
21.4
17.7
19.4
(4.7)
(2.7)
(5.3)
(4.7)
(5.8)
(5.7)
(17.2)
(8.1)
(6.4)
(6.5)
(7.3)
12.9
8.9
12.6
12.2
16.5
21.9
61.8
21.2
22.1
18.5
21.0
4.8
2.7
5.3
4.8
6.6
5.9
19.6
8.3
7.5
7.0
6.7
12.1
9.4
14.4
12.3
14.0
19.2
55.2
17.0
21.0
17.3
18.6
4.6
2.7
5.3
4.6
5.3
5.4
15.5
7.5
5.7
6.2
7.5
0.9 (123)
0.8 (123)
1.7 (123)
0.2 (123)
2.3* (117)
2.5* (119)
2.1* (122)
2.8** (122)
0.9 (66.2)
1.0 (122)
1.8 (121)
Nota. gl = grados de libertad. *p < .05; **p < .001.
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en el sexo de los pacientes. Entre las mujeres
apareció una prevalencia mucho mayor de conductas violentas contra su pareja (63.3% de las
mujeres frente al 24.2% de los hombres estudiados).
En cuanto a las características sociodemográficas de los sujetos estudiados, los resultados
indican que existe una mayor proporción de
solteros entre quienes presentan conductas violentas.
También aparecieron diferencias en la droga
consumida que motivó el tratamiento (Tabla 3).
El grupo con conductas violentas consumía mayoritariamente cocaína y otras drogas estimulantes, frente al consumo de alcohol, que fue la
sustancia que más frecuentemente motivó el
tratamiento entre quienes no tenían conductas
violentas.
Por lo que se refiere a las variables relacionadas con la adicción, en el grupo de sujetos
con conductas violentas hacia la pareja existe
un consumo significativamente mayor de cocaína y otros estimulantes, y menor de alcohol,
respecto a quienes no utilizaron conductas violentas. Por tanto, el tipo de sustancia consumida parece ser una variable importante de cara
a establecer el perfil diferencial entre ambos
grupos. Este resultado está en consonancia con
los obtenidos en otros estudios sobre la influencia del consumo de estimulantes como un factor facilitador del desarrollo de conductas violentas (Chermack y Blow, 2002; Friedman,
1998; Macdonald, Erickson, Wells, Hathaway y
Pakula, 2008).
Por lo que se refiere a las variables de personalidad, en la Tabla 4 se recogen resultados
obtenidos de los diferentes cuestionarios. Como
se puede observar, las principales diferencias
entre los dos grupos se observan en las variables
ira e impulsividad.
Respecto a los niveles de ira, tanto en la iraestado como en la ira-rasgo puntuó significativamente más alto el grupo con conductas violentas contra la pareja.
Los niveles de impulsividad evaluados fueron significativamente mayores en el grupo con
conductas violentas contra la pareja, tanto en
la escala global como en la subescala referida a
impulsividad motora.
No aparecieron diferencias significativas en
los niveles de empatía que mide el Índice de
Respuesta Interpersonal. Tampoco existieron
diferencias entre ambos grupos en el grado de
afectación de la situación problemática a las diferentes áreas de su vida.
Discusión
En este estudio el 33.6% de las personas entrevistadas presentaba conductas violentas contra la pareja. Esta tasa es mayor que la encontrada en los estudios que valoran en la
población general la tasa de mujeres que han
sufrido violencia por parte de sus parejas: entre
el 20 y 25% de las mujeres en la Unión Europea,
según el Consejo de Europa (2006) y entre el
23.4 y el 26.3% en España, según Ruiz-Pérez et
al. (2010).
No existen diferencias entre ambos grupos
en cuanto al nivel de empatía. Sin embargo, sí
aparecen diferencias entre ellos en el grado de
impulsividad. En concreto, el grupo con conductas violentas presenta mayores niveles de
impulsividad, tanto en la escala general como
en la subescala de impulsividad motora.
En los resultados referidos al grado de afectación personal como consecuencia del consumo se aprecia cómo, a pesar de existir mayores
niveles de afectación en el grupo con conductas
violentas, esta diferencia no es significativa.
Al analizar los datos y observar la población
estudiada, se ve cómo existen tasas más altas
de violencia contra la pareja en los pacientes
adictos a drogas en tratamiento que en la población normal. Sin embargo, cuando se analiza
más detenidamente el tipo de violencia ejercido
y el perfil de los agresores, mediante la entrevista realizada y los datos obtenidos en la escala
CTS-2, resulta que el perfil de quienes puntúan
positivo en violencia ejercida contra la pareja
no se corresponde con el perfil clásico de agresor. Se trata de una población en la que se puede hablar de agresor sólo en casos concretos,
ya que la mayoría de situaciones de violencia
contra la pareja está asociada específicamente
a episodios de consumo de drogas, o aparece
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como resultado de una relación problemática
en el contexto de una situación personal bastante desestructurada. Esto encaja con el perfil
de los pacientes toxicómanos, caracterizados
por ser personas que presentan una gran desestructuración personal, así como en distintas áreas de su vida (Bodin y Romelsjo, 2007; LópezGoñi et al., 2010; López-Goñi et al., 2011),
especialmente en la relación de pareja.
En este estudio se ha encontrado una mayor
prevalencia de conductas violentas contra la pareja entre las mujeres que entre los hombres.
Este dato, a priori sorprendente, encaja, sin embargo, bien con el perfil de mujer en tratamiento por abuso de drogas. Las mujeres que acceden a recursos de tratamiento por este problema
suelen presentar un perfil más complicado y
con mayores necesidades de tratamiento (Arfken, Klein, di Menza y Schuster, 2001; Davis et
al., 2002; Walton-Moss y McCaul, 2006), lo cual
se aprecia en los resultados que obtienen en la
Escala de Inadaptación. En cualquier caso, no
era objetivo de este estudio analizar los perfiles
diferenciales entre hombres y mujeres que han
tenido episodios de violencia contra la pareja.
Sin embargo, a la vista de estos datos, es necesario analizar en futuros estudios dichos perfiles, así como las diferencias entre sexos. Probablemente futuras líneas de trabajo en el
tratamiento de conductas violentas contra la pareja en la población drogodependiente requieran
tener en cuenta este aspecto.
Por otra parte, se observa que la mayor parte
de los sujetos estudiados hace referencia a episodios de violencia en el pasado, no en la actualidad. Probablemente el propio tratamiento
para la drogodependencia, en el que se encuentran en el momento de la entrevista, ya está
siendo eficaz en la reducción o desaparición de
las conductas violentas. Si esto fuera así, apoyaría la idea de que muchos tratamientos, en
principio dirigidos al cese de la dependencia a
sustancias, tienen un efecto directo e inmediato
sobre diferentes conductas o áreas diferentes de
la persona (Stuart et al., 2003). El propio cese
en el consumo, unido al acceso a un recurso socio-sanitario, parece ser buen predictor de la
disminución de la violencia (O´Farrell y
Murphy, 1995; Stuart, O´Farrell y Temple,
2009). Todas estas impresiones o hipótesis re-
27
quieren el desarrollo de futuros estudios que así
puedan confirmarlo.
Este estudio presenta, no obstante, algunas
limitaciones. Por una parte, la muestra es limitada, y pertenece a un contexto y población concretos. Por ello, se deberá ser muy cauto a la
hora de generalizar los resultados a otros colectivos. Probablemente futuras réplicas de este
trabajo en otros contextos aportarán más luz y
permitirán obtener conclusiones más sólidas.
Otra limitación, relacionada con la anterior,
tiene que ver con que no se han separado para
el análisis de los datos los sujetos por sexo. El
tamaño limitado de la muestra hace complicado
poder comparar por sexo los grupos con violencia contra la pareja y sin ella, de modo que se
puedan extraer conclusiones fiables. En la medida en que se pueda ampliar la muestra en futuros estudios, se podrá mejorar el conocimiento respecto a si existen diferencias entre
hombres y mujeres.
Por último, ha existido una dificultad importante a la hora de poder acceder a los usuarios y recoger información de los mismos. La
inestabilidad de este tipo de pacientes en los
recursos asistenciales hace que en algunos casos
haya sido difícil conseguir toda la información
en todos los instrumentos utilizados, ya que entre las diferentes entrevistas se ha perdido información de algunos sujetos en algunas variables.
A partir de los datos obtenidos y de las conclusiones señaladas, se proponen algunas líneas
de investigación para el futuro. La primera, ya
mencionada, sería realizar un análisis diferenciado de perfiles de pacientes en función del
sexo. En segundo lugar, sería interesante ampliar el estudio a otro tipo de variables no contempladas en este trabajo. En concreto, poder
realizar la comparación entre ambos grupos en
variables de tipo psicopatológico y de personalidad, como por ejemplo síntomas de malestar
psicológico, trastornos de personalidad, etc. En
tercer lugar, es necesario contar con otros estudios que repliquen este trabajo y que obtengan información sobre las variables estudiadas
en otros contextos de tratamiento. De este
modo se podría ampliar la muestra a diferentes
centros y recursos con población drogodepen-
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diente, permitiendo la comparación de resultados entre sí.
Referencias
Por último, se cuenta hoy en día con programas de tratamiento de la violencia contra la
pareja que han demostrado ser eficaces (Chase
et al., 2003; Easton y Sinha, 2002; Goldkamp
et al., 1996; O´Farrell et al., 2004). Sería de gran
interés evaluar su eficacia aplicados a esta población drogodependiente que está en tratamiento para su adicción. Dichos programas,
descritos en la introducción de este trabajo,
pueden adaptarse bien a este tipo de pacientes,
proporcionando una herramienta terapéutica
complementaria al propio tratamiento por el
abuso de drogas. Todos ellos constituyen retos
de futuro para la problemática abordada en este
texto.
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