Colombia - Discurso del Ministro de Asuntos Exteriores, el Sr

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Colombia - Discurso del Ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Laurent
Fabius en la Universidad del Externado
Bogotá, 25 de febrero de 2013
Excelentísima Sra. Ministra,
Sr. Rector,
Señoras y señores Embajadores,
Damas y caballeros,
Estimados estudiantes de la Universidad del Externado:
Ante todo quiero agradecerles muy sinceramente que me reciban en esta
célebre Universidad del Externado, que tantos lazos tiene con Francia. Con motivo
de mi viaje a su continente, que me ha llevado sucesivamente a Perú, Panamá y
Colombia, quiero manifestarles la gran importancia que mi país confiere a sus
relaciones con ustedes. No es una casualidad que haya decidido venir a
expresarme aquí, en Colombia. Los lazos entre América Latina y Francia están en
efecto bien arraigados en la historia, alimentados con valores compartidos y
aspiraciones comunes y ¿acaso no hay un mejor lugar para hablar de ello que la
Universidad del Externado?
Todos ustedes conocen, acaba de recordarse, el papel esencial que
desempeñaron las ideas y los principios provenientes de Francia en la lucha de
toda una serie de países y en particular de Colombia para lograr su independencia.
A algunos cientos de metros de aquí, la Declaración de los Derechos Humanos y
del Ciudadano fue grabada en la piedra de la “Casa de los Derechos”. No lejos de
ahí, el nombre del palacio presidencial - Casa de Nariño - recuerda que está
construida en el lugar de nacimiento de Antonio Nariño, quien tradujo al español
esta declaración durante la Revolución Francesa y permitió su difusión en todo el
continente. Esta traducción le valió por cierto a su héroe nacional largos años en
prisión, luego el exilio, y una década más tarde, Miranda, el primero de los
Libertadores, desembarcaba en Vela de Coro con una prensa destinada a
reproducir la declaración francesa, traducida unos años antes en Bogotá. Y cada
uno, incluso yo mismo, conoce y aprecia la pasión de Colombia por el derecho y la
influencia del derecho civil así como el derecho constitucional francés en el
derecho colombiano.
Si estoy hablando, incluso rápidamente, de estos episodios y estos hechos,
es porque son fundadores de su historia moderna y porque son fundadores
también de nuestra relación tan particular, caracterizada por un mismo apego a la
libertad y la laicidad y a una misma confianza en el progreso. La herencia común
de las Luces – ya se citó a Rousseau y a Voltaire – inspiró el movimiento de
emancipación que sublevó, al alba del siglo XIX, a toda esta región y cuyo
bicentenario celebramos recientemente.
Damas y caballeros, estimados amigos: tenemos referencias comunes y
gracias a estas referencias, nuestros países han vivido desde hace mucho tiempo
al ritmo de sus intercambios humanos. El Océano Atlántico nunca ha constituido
para los viajeros una barrera insuperable, ni para los escritores, ni los pensadores
ni los creadores, que desde más de dos siglos han tejido entre nosotros las redes
de una amistad sólida. Basta por ejemplo con leer a Mario Vargas Llosa cuando
hace referencia a sus años de juventud en París, en donde se descubrió como
escritor latino, al lado de una generación excepcional - Julio Cortázar, Alejo
Carpentier, Carlos Fuentes, personalidades eminentes a quienes deseo rendir
homenaje.
Y al respecto me gustaría hablar de un recuerdo personal. Durante las
ceremonias que marcaron la investidura de François Mitterrand en mayo de 1981,
quien fue el primer Presidente francés de izquierda electo por sufragio universal. Y
cuando resultó electo, su primer deseo fue que un gran escritor estuviera presente
a su lado. Su presencia daba cuenta de la pasión de Francia por la literatura. Pero
la decisión no se hizo al azar: era por la literatura latinoamericana y su amistad por
los escritores, pero también por esta herencia, por esta cercanía entre nuestras
dos naciones. Era Gabriel García Márquez. Y al lado de François Mitterrand y
Gabriel García Márquez, se encontraba el venezolano Miguel Otero pero también
estaban, y esto tiene un enorme significado, las viudas de Salvador Allende y
Pablo Neruda. Me acuerdo muy bien de estos momentos, yo era muy joven, era mi
primer puesto de Ministro.
La presencia de estas dos mujeres recordaba también que en las horas más
trágicas de la historia, numerosos proscritos de América Latina pudieron encontrar
en Francia refugio, apoyo y amistad: esto es verdad para Argentina, para Uruguay,
para Guatemala… Esto forma parte de nuestra historia común. Estos proscritos
tuvieron descendencia: sus hijos, franco-latino-américanos, contribuyen hoy día a
la riqueza de la sociedad francesa. Contamos con al menos dos como diputados
franceses, en los escaños de nuestra Asamblea Nacional (el Sr. Sergio Coronado
(franco-chileno) y el Sr. Eduardo Rihan-Cypel (franco-brasileño).
Quiero añadir que al lado de esta historia común que nos une, hay también –
algo que se conoce menos y, sin embargo, de una evidencia avasalladora – una
geografía que compartimos. Francia es también latinoamericana, por sus
entidades en las Antillas y en Guyana, las cuales deseamos, cada vez más, que
puedan integrarse en su región, en Centroamérica y en América Latina. Francia
es, en efecto, el único Estado europeo que posee una frontera terrestre común
con países sudamericanos - y no cualquier frontera: 520 kilómetros con Surinam, y
lo que poco se conoce: ¡720 kilómetros con Brasil!
***
Esta historia y esta geografía que nos acercan son una inmensa ventaja para
construir juntos el futuro que deseo tratar ahora. Durante la última década,
estamos viendo a una nueva América Latina que está levantando el vuelo. En paz
con la democracia y consigo misma, con la fortaleza de su juventud, su creatividad
y su apertura al mundo, su continente se afirma como un polo de gran importancia
del Siglo XXI. Y digo que el porvenir del mundo se construye y se construirá en
gran parte aquí, en América Latina. Y Francia, evidentemente, quiere estar ahí en
donde se construye el porvenir.
Ya sin los rigores excesivos de lo que se dio en llamar las políticas de ajuste
estructural, más atentos que antes a las aspiraciones de los pueblos por la justicia
y el progreso social, sus países se caracterizan desde hace unos años por un
crecimiento y un desarrollo espectaculares. Este es el caso, en particular, de los
tres países adonde viajé esta semana: Perú, Panamá y Colombia, que gozan de
una tasa de crecimiento que podría provocar los celos de Europa. Quiero elogiar
en particular los logros en Colombia, que ha emprendido de una manera decidida
el camino de las reformas, del respeto de los Derechos Humanos, y esto es
esencial.
Estos avances han sido a menudo sostenidos por una nueva generación de
dirigentes que han transformado profundamente formas de gobierno más
tradicionales. Ellos han velado por hacer este crecimiento, esta vez, inclusivo para
que el progreso económico beneficie a toda la sociedad, en particular, a los
pueblos autóctonos cuya situación durante mucho tiempo se ha menospreciado.
Por supuesto, lo sabemos todos, muchos progresos quedan aún por hacer en el
camino del desarrollo compartido y equitativo, pero así se construye en un marco
democrático una especie de nuevo modelo de sociedad, cuya evolución
observamos con gran interés sobre todo porque puede dar muchas veces el
ejemplo al mundo.
En la escena internacional, América Latina se afirma también. Este
movimiento, contrariamente a lo que se piensa, no es propiamente nuevo; quiero
recordar que de los 50 firmantes de la Carta de las Naciones Unidas en 1945, 20
eran latinoamericanos y caribeños. Pero hoy día, América Latina se ha convertido
verdaderamente en un continente emergente, y que tiene una importancia cada
vez mayor en el escenario mundial. Tres países de la región - Brasil, México y
Argentina – forman parte del G20. Y – pude confirmarlo al entrevistarme con los
tres presidentes de las naciones que visité – cada país, independientemente de su
tamaño, se interesa ya por los asuntos del mundo y se siente plenamente
miembro, y de cierta manera corresponsable, de la comunidad internacional.
La voz de América Latina se eleva en particular por los retos globales, ya se
trate del desarrollo sostenible, de los temas relacionados con el desajuste
climático, de la gobernanza mundial o de la lucha indispensable contra el tráfico de
drogas y la corrupción. Sus países figuran también entre los más comprometidos
por los temas de Derechos Humanos. Francia, como lo decía el gran Georges
Clémenceau en noviembre de 1918, “será siempre el soldado de lo ideal”.
Compartimos esta base común que es la afirmación de la universalidad de los
Derechos Humanos. Esta es la razón por la cual nos sentimos tan cercanos, entre
latinoamericanos, europeos y franceses.
De la ONU a la OMC, de la OCDE al G20, la voz de América Latina es fuerte:
lo confirmé con mi colega, la Ministra de Relaciones Exteriores cuando durante
dos años Colombia ocupó un escaño en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. No siempre es unívoca: no siempre están ustedes de acuerdo entre
ustedes. Hay también, en algunos casos, debates entre ustedes y nosotros. Pero
sea lo que fuere, y quiero afirmarlo aquí, Francia ve con mucha confianza la
América Latina que emerge y su afirmación en todos los planos, ya se trate de
política, economía, cultura. Deseamos ser socios del conjunto de los Estados de
América Latina, de igual a igual, mientras que en numerosos ámbitos debemos
enfrentar los mismos problemas y afrontar los mismos retos. Deseamos trabajar
con ustedes en la construcción de un mundo más seguro, más justo y más
solidario, no bipolar o unipolar como el mundo lo fue anteayer o ayer, o
desgarrado como hoy, sino un mundo multipolar, como lo deseamos para mañana,
en el cual cada polo aportará su contribución a la regulación internacional, al
equilibrio y a la paz.
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Si me encuentro hoy día entre ustedes, es para llevar este sencillo mensaje:
sí, América Latina constituye una prioridad para nuestra política exterior. Sí,
deseamos comprometernos, a largo plazo, en una relación de gran confianza con
ustedes.
Al término de mi viaje por su región y de los intercambios que pude sostener
con sus Jefes de Estado, sus ministros, dirigentes políticos, representantes de la
sociedad civil, empresarios, universitarios, intelectuales y, por supuesto, con los
franceses de las Américas, tengo la convicción de que – a nuestro alcance – sí
existe una expectativa recíproca. ¿Cómo definir este enfoque? Yo diría que
nuestra nueva relación, entre América Latina y Europa, América Latina y Francia,
debe ser a la vez continental y de asociación.
Continental porque debemos abarcar la diversidad de América Latina, un
conjunto de más de 30 países hoy día reunidos en una misma comunidad, pero
cuyas trayectorias, preocupaciones e intereses siguen siendo a menudo diferentes
– pluralidad de puntos de vista que nosotros mismos, por cierto también
experimentamos en Europa. Francia dentro de América Latina no jerarquiza sus
amistades. Deseamos dialogar con los países que así lo desean, desde Brasil y
México hasta el más modesto de los Estados, y cooperar con todos los que
comparten nuestros valores, independientemente del tamaño de su población o de
la cifra de su PIB. Francia no considera, en resumidas cuentas, que habría
“pequeños países” en América Latina, y menos aún mirarlos con
condescendencia.
Con este ánimo, recientemente retomamos el camino de varias capitales
latinoamericanas que sólo habían recibido pocas visitas políticas francesas
durante las últimas décadas, en los Andes y en Centroamérica, en el Cono Sur y
el Caribe. El Gobierno al cual pertenezco ha decidido hoy día tener una presencia
asidua en América Latina.
Nuestro planteamiento es continental, y quiere ser también de asociación.
Ante los retos de la mundialización, Europa y América Latina comparten muchas
cosas. Todos mis interlocutores, sin excepción, me lo han repetido estos últimos
días: nuestra coincidencia de intereses constituye un nuevo activo para el
porvenir. Deseo poder apoyarnos en estas aspiraciones y preocupaciones
comunes con el fin de trabajar en varios planos, en el plano político, en el plano
económico y en el plano cultural y educativo: el fortalecimiento de nuestro diálogo
político, la promoción de modelos de desarrollo sostenibles e inclusivos, el
desarrollo de nuestros intercambios económicos, la intensificación de nuestros
intercambios humanos.
*
En el plano político, el fortalecimiento de nuestro diálogo va por muy buen
camino. Como lo dije, después de años durante los cuales no estuvimos lo
suficientemente presentes, ya comenzamos a fortalecer nuestros contactos.
Durante apenas estos nueve últimos meses, el Presidente Hollande y el Primer
Ministro Ayrault ya viajaron a América Latina. El Presidente del Senado Francés
asistió a la investidura del Presidente recientemente electo en México, el Sr. Peña
Nieto, antes de viajar más recientemente a Cuba. Los ministros franceses de
Defensa, Justicia, Comercio Exterior, Ultramar, Desarrollo y Economía Solidaria
viajaron a Brasil, Ecuador, República Dominicana, Venezuela.
Desde hace ahora ya nueve meses, el Presidente francés ha recibido a muy
numerosos Jefes de Estado latinoamericanos en París y viajará a esta región, en
particular el próximo año, con motivo del quincuagésimo aniversario del famoso
viaje que hizo en 1964 el General de Gaulle.
Mi viaje a América Latina forma parte de esta nueva dinámica. No se trata
por decirlo así de un “retorno” de Francia en América Latina – nuestro país nunca
la ha dejado desde hace dos siglos - sino de la expresión de una voluntad política
de nueva asociación así como de una presencia fuerte y nueva.
Nuestro diálogo político podrá prolongarse en las organizaciones regionales.
Compartimos lugares en varias de ellas - la OEA, la CEPAL, la AEC o el SICA, por
sólo citar algunos de estos acrónimos detrás de los cuales se esconden
instituciones activas. Trabajamos en ellas con ustedes en proyectos en materia de
defensa de Derechos Humanos, de acción contra las enfermedades infecciosas,
de reducción de desigualdades, de prevención de riesgos naturales o de
promoción del turismo sostenible. Las entidades francesas de las Américas,
interesadas por los resultados concretos de estos trabajos, son candidatas a
varias de estas organizaciones. Debemos hacer todavía más hincapié en nuestra
presencia y coordinación.
*
Nuestra cooperación se enfocará en los retos globales. El mundo en el cual
vivimos se caracteriza por numerosas crisis regionales y debe afrontar retos que
nos atañen a todos. Ante ellos, los esquemas de ayer, en particular, los que
tendían a oponer Sur y Norte, han quedado atrás en gran medida. Los problemas
climáticos son obviamente planetarios. La inestabilidad económica o financiera es
una amenaza global. Debería también hablar del terrorismo y el tráfico de drogas,
que están por todas partes y en donde provocan calamidades devastadoras - en
su suelo, en el nuestro o en África. Nosotros, los franceses, estamos confrontados
a ellos, como ya se sabe, actualmente en Malí.
Ante estos retos, Francia, como ustedes, lleva un mensaje de solidaridad,
justicia y responsabilidad. Fundamentamos nuestro planteamiento en el derecho
internacional, nos esforzamos por actuar para lograr una mejor regulación,
estamos comprometidos con el desarrollo y defendemos en todas partes la
democracia y los Derechos Humanos: debemos encontrarnos, latinoamericanos,
colombianos, europeos, franceses, en el conjunto de estas orientaciones.
Quiero insistir en ello: ante los retos que he evocado, nuestro mundo está
desgarrado, y se le dificulta aportar las respuestas colectivas que serían
necesarias. El Consejo de Seguridad de la ONU, en el cual Francia es uno de los
cinco miembros permanentes, pudo actuar - ¡bravo! – por lo que se refiere a Malí,
pero ante el drama sirio, con desafortunadamente cerca de 100 000 muertes, es
impotente por desgracia. Las negociaciones climáticas no avanzan a la velocidad
que los retos requieren. El funcionamiento de la OMC esta como agarrotado.
Francia, como Colombia, desea que las instituciones multilaterales puedan
desempeñar plenamente su papel.
Porque existe entre nosotros una fuerte cercanía política, Europa, y en
primer lugar Francia, y América Latina, con Colombia, deben estar a la vanguardia
de este trabajo en común con el fin de proponer los mecanismos de regulación y
gobernanza que permitirán responder a estos peligros y a estos retos. Los países
de América Latina se apegan profundamente, en general, al sistema de Naciones
Unidas, que ustedes contribuyen a administrar – y la prueba fehaciente es su
participación en las operaciones de mantenimiento de la paz.
La promoción de los Derechos Humanos es un tema también con respecto al
cual se espera la acción de Francia y las democracias de América Latina.
Tenemos que alzar una voz común en la escena internacional para promover la
universalidad de estos principios. Ayer, Argentina y Francia sostuvieron, juntas, el
convenio sobre las personas desaparecidas. Hoy día, América Latina podría
apoyar la movilización de Francia para la abolición universal de la pena de muerte.
Y tomando en cuenta que desde hace muchos años, Colombia debe afrontar la
violencia con respecto al tema de las FARC, deseo, sin injerencia, pero de la
manera más precisa posible, rendir homenaje en nombre del Gobierno Francés al
planteamiento que el Presidente Juan Manuel Santos ha hecho en favor de la paz.
Francia es una potencia de paz y Francia apoya oficialmente su planteamiento y
desea que se concrete rápidamente para el bien de todos los colombianos.
*
También tenemos mucho que hacer en el plano económico. Europa pasa por
dificultades hoy día, pero es la primera potencia económica mundial, y Francia,
sola, ocupa el quinto lugar. Nosotros, los europeos, disponemos para reactivar
nuestra economía de numerosos ventajas – investigación, tecnologías, innovación,
infraestructuras, empresas mundiales – por sólo citar algunas de estas ventajas.
Por lo que se refiere a nuestras relaciones, Europa es el primer socio de
América Latina en materia de inversiones. Francia es desde 2010, en flujo – pero
no es suficiente – el primer inversionista europeo en esta región. Nuestras grandes
empresas están casi todas presentes, y con frecuencia desde principios del siglo
XX. En asociación con sus homólogas latinoamericanas, las famosos multilatinas,
han contribuido a construir un gran número de sus puertos, sus aeropuertos, sus
redes telefónicas, de aducción de agua, de transporte urbano o de producción de
electricidad. Dichas empresas proporcionan aviones o tecnologías avanzadas.
Ustedes compran cada día los productos alimenticios, los medicamentos, los
cosméticos que producen, en almacenes que pertenecen a veces a empresas
francesas de la gran distribución. Nuestras empresas tienen la costumbre de
asumir su responsabilidad social y de participar en la diversificación necesaria de
sus economías, a través de transferencias de tecnología y de conocimientos
técnicos que proponemos y asumimos. Aquí mismo, en Colombia, me reuní con
varias de ellas, hace algunas horas: más de 100 empresas francesas están
presentes, 30 de las 40 mayores empresas francesas, y las perspectivas
económicas son prometedoras.
Esta situación positiva es un fundamento para ir todavía más lejos, en
particular, en el sentido del desarrollo responsable. Francia está a su lado para
promover un crecimiento verde y solidario, a través, en particular, de nuestra
agencia especializada en la materia, a la que llamamos Agencia Francesa de
Desarrollo. La AFD financia proyectos públicos y empresas privadas que
responden a este objetivo de desarrollo sostenible, con frecuencia, en el marco de
concertaciones que asocian también a sus bancos de desarrollo nacionales y
regionales. La Agencia Francesa de Desarrollo que ya participaba en el Caribe,
Colombia y Brasil, va a extender ahora su campo de intervención a nuevos países
latinoamericanos.
Y, sin embargo, damas y caballeros, estimados Amigos, al lado de estas
inversiones, nuestros intercambios comerciales en el plano económico siguen
siendo demasiado bajos. Francia está presente - ¡muy bien! - en lo que solemos
llamar los grandes contratos, en particular, en los ámbitos de la defensa y las
infraestructuras, y espero que seguirá estando presente en Colombia en el futuro.
Pero nuestra parte de comercio común no está a la altura de nuestra relación
política y económica. Es una debilidad que debemos reducir. La red de las
cámaras de comercio e industria en otras instituciones, como el Instituto de las
Américas, que asocia aproximadamente a sesenta universidades e instituciones
de enseñanza francesas de prestigio que trabajan en y con su región, pueden
todas ellas y muchas otras participar todavía más en este esfuerzo.
De igual forma, algo que es más reciente, deseamos que América Latina
esté más presente con sus inversiones en Europa, en particular, en Francia.
Después de todo, es la marca de un continente económico maduro: las
inversiones deben realizarse en ambos sentidos.
*
El último eje de este nuevo enfoque que propongo, es promover los
intercambios humanos y de competencias entre América Latina y Francia.
Luego de Estados Unidos y España, Francia es el tercer país en recibir
estudiantes latinoamericanos fuera de este continente. Cada año, más de 1 500
jóvenes colombianas y colombianos van estudiar a Francia. Precisamente ha sido
en Francia en donde se han formado algunos de los espíritus latinoamericanos
más brillantes - y citaré, esperando que no se sonroje, al rector Henao aquí
presente, jurista, defensor de los Derechos Humanos, pedagogo y perfecto
francófono. Gracias a ejemplos como el suyo, Querido Amigo, Brasil y Perú
seleccionaron recientemente a Francia para formar a varios miles de futuros
médicos, ingenieros y a profesores latinoamericanos. Y creo que, cuando
colombianas o colombianos van a hacer estudios a Francia, no lo lamentan, tal
como pude constatar que franceses que han venido a hacer sus estudios aquí,
deciden permanecer por gusto o por decisiones familiares.
Cada vez más franceses se instalan en América Latina: en su región, el
tamaño de la comunidad francesa creció más de 15% durante estos últimos años.
Por lo que se refiere a Colombia, se encuentran instalados cerca ya de 5 000
franceses. Mucho de estos Franceses de las Américas trabajan para empresas
francesas; muchos de ellos han venido también a estudiar en sus universidades.
Estas – comenzando por el Externado – se encuentran entre los mejores planteles
de enseñanza superior del mundo. Los estudiantes franceses que han venido a
pasar algunos meses o algunos años en Colombia, no me desmentirán.
La adaptación a esta nueva realidad de la formidable red de cooperación que
nos dejaron dos siglos de intercambios humanos y culturales constituye para
Francia un reto esencial: en su continente, 275 alianzas francesas están presentes
(17 de ellas aquí en Colombia) en donde se forman más por 160 000 estudiantes,
con 37 liceos franceses, sin olvidar los numerosos y valerosos institutos de
investigación. Esta red francesa que no tiene equivalente desarrolla proyectos
innovadores en materia de educación abierta y a distancia o de formaciones
digitales. Esta red debe permanecer fuerte, debe seguir sosteniendo la lengua y la
cultura francesa que tanto ha contribuido al desarrollo de América Latina.
Francofonía, francofilia, Colombia y América Latina saben que el francés no es
solamente una lengua sino también una cultura, un conjunto de valores, y es
porque nos reencontramos en estos valores que nos gusta tanto practicar la
misma lengua.
Esta herramienta cultural es también la defensa de nuestras cooperaciones
científicas y universitarias, sostenidas por nuestras principales instituciones de
enseñanza superior. En este contexto, programas originales como “Ciencias sin
fronteras”, con Brasil, o “Becas Dieciocho”, con Perú, son particularmente
prometedores: nosotros, Francia, sólo veríamos ventajas si otros países desean
desarrollarlas, quizás mañana Colombia. Nuestros laboratorios de investigación
conjuntos merecen también fomentarse: sirven de referencia mundial en el campo
de las matemáticas y la informática aplicada, la astrofísica, las ciencias de los
materiales y del clima, la biología marina o la salud, e incluso en muchos otros
campos del conocimiento. Participamos así, juntos, en el desarrollo de esta
sociedad del conocimiento en la cual estará basada la parte fundamental del
desarrollo mundial durante las décadas por venir.
**
Damas y Caballeros, Queridos Amigos,
Quiero terminar con estas palabras.
Estamos en una región, en un país en donde el oro reviste históricamente
una importancia particular: basta para darse cuenta de ello con visitar el magnífico
Museo “del Oro”. Pues bien, considero que se puede hablar de un verdadero
triángulo de oro de la relación entre América Latina y Francia, uno de cuyos lados
se llama política y diplomacia, otro economía y el tercero educación y cultura.
Queremos y podemos fortalecer cada uno de los tres lados de este triángulo de
oro.
Lo que he venido a decirles el día de hoy, en nombre de Francia, es
finalmente algo sencillo: tenemos la firme voluntad de ser para ustedes y con
ustedes un socio de primer plano, en la fidelidad a los principios en los cuales se
fundamenta nuestra amistad común.
De manera espontánea, los franceses aman a América Latina y de manera
espontánea, los pueblos de América Latina, y entre ellos los colombianos, aman a
Francia.
No olvidemos por ejemplo que, como lo cantaba Carlos Gardel, este poeta
que Francia prestó a Argentina «On revient toujours à son premier amour »,
“Siempre se vuelve al primer amor”. Ahora bien nuestro primer amor nos lleva, a
nosotros los franceses hacia América Latina y pienso que a América Latina la lleva
hacia Francia.
Lo repito terminando: sabemos que aquí, en América Latina, se construye
una gran parte del porvenir del mundo y queremos estar a su lado para construir
este porvenir.
¡Viva Colombia! ¡Viva América Latina! Y viva la amistad entre Colombia y
Francia !. /.
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