El ser humano entre la naturaleza y la cultura

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EL SER HUMANO ENTRE LA NATURALEZA Y LA CULTURA
• Diversas teorías sobre el origen de la vida y del ser humano.
A la hora de considerar lo que es el ser humano, el problema inicial va a ser el de su propia origen.
En nuestros días, la teoría de la evolución por selección natural es incuestionable. Esta explica como a partir
de cierta energía inicial la vida fue evolucionando lentamente y alcanzando formas de mayor complejidad
hasta llegar al ser humano actual.
Pero durante siglos fue la teoría fixista la que explicaba el problema, Esta teoría afirmaba que las especies son
invariables, que non cambian a través del tiempo. Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo defendía esta
teoría, afirmando que los hijos son iguales a los padres, defendía también que ciertos seres como los gusanos,
insectos y otros aparecían por generación espontánea a partir de barro o de una materia en descomposición. El
cristianismo le dio un enfoque religioso a esta teoría fixista, haciéndola coincidir con el relato bíblico del
génesis, esta postura se denomina creacionismo.
Hasta el siglo XIX, las teorías fixistas apenas fueron puestas en cuestión, pero ya desde el siglo XVIII,
determinados científicos socavaron los cimientos del creacionismo y del fixismo, y abrieron perspectivas para
una teoría de la evolución, que planteaba una nueva hipótesis para explicar el origen de los seres vivos y del
propio ser humano.
En el siglo XVIII, el desenvolvimiento de la geología hizo que se prolongara la vida de la tierra, pasada a ser
considerada como a un ser dinámico y en continua transformación.
Mediante una serie de procesos lentos y prolongados entre los que se intercalarían grandes catástrofes.
En el siglo XVIII, Linneo hizo la primera clasificación sistemática de los seres vivos aportando la
Nomenclatura Binomial que tendrá alcance universal científico.
Esta clasificación servirá para advertir las diferencias y semejanzas entre las distintas especies y planteará la
necesidad de dar explicaciones a este echo.
Pero como decíamos, hasta el siglo XIX no se formularán las primeras teorías evolucionistas. El primero en
exponer una teoría evolucionista sobre el origen de las especies fue Lammark, que publicó a principios del
siglo XIX su libro Fisolofía Zoológica, en el que defiende que la vida emergió de la materia inanimada por
generación espontánea y que una vez aparecidos los seres vivos, estos tendrían que ir adaptándose a las
nuevas circunstancias que se van produciendo en el medio ambiente. Esta adaptación de los seres vivos hará
que se desenvuelvan o atrofien ciertos órganos y que aparezcan órganos nuevos, es decir, que para Lammark,
la función crea el órgano.
Una vez adquiridos los nuevos caracteres por la adaptación al medio se transmitirían hereditariamente por la
reproducción sexual a los descendientes.
En la actualidad no se aceptan las teorías de Lammark, pues los científicos coinciden en que e un individuo
puede haber un desenvolvimiento espectacular en algúno de sus órganos por causa del uso continuado de los
mismos, los que es fácilmente comprobable, por ejemplo, el desenvolvimiento muscular que adquieren
algunos atletas. Pero lo que no aceptan es que dicho desenvolvimiento sea heredable, pues el hijo del atleta no
tendrá su musculatura si no hace el mismo ejercicio.
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A mediados del siglo XIX, Darwin publicó el Origen de las especies por selección natural, libro en el que
hace una formulación rigurosa del evolucionismo. Wallace descubre la teoría simultáneamente. Al contrario
de Lammark, Darwin defiende que la evolución se produce por un proceso de selección natural. Según
Darwin, las especies luchan por su supervivencia (tanto con el medio físico como contra los otros animales), y
sobreviven los más aptos, es decir, los dotados de condiciones más ventajosas para vencer en la lucha por la
subsistencia. Darwin toma de Malthus la teoría que este aplicaba al crecimiento de las poblaciones humanas.
Malthus afirmaba que los elementos crecían en proporción aritmética y que en cambio los humanos crecían en
proporción geométrica, el que provocaría una lucha por la supervivencia cada vez más intensa.
Tanto Wallace como Darwin admitían claramente que las especies varían y se diversifican dando lugar a otras
nuevas. Explican esta variación acudiendo a la selección natural.
El desenvolvimiento de las poblaciones obliga a los individuos de cada especie a una lucha por la existencia
en la que solo sobreviven los más aptos, los que presentan variaciones más favorables para adaptarse al
medio, variaciones que son transmitidas a sus descendientes. La acumulación de pequeñas variaciones
favorables a lo largo de grandes períodos de tiempo explicaría el origen de las especies conocidas.
Esta teoría es notablemente distinta de la de Lammark, ya que atribuyen las variaciones a la acción del azar, y
no a la acción de los padres que transmitirían a sus hijos los que adquirieron a lo largo de su vida. Las
variaciones dentro de una especie aparecen de modo aleatorio; algunas resultan beneficiosas y otras resultan
perjudiciales. Es la selección natural la que actúa eliminando las variaciones perjudiciales y preservando las
beneficiosas.
La teoría evolucionista se completará más tarde con el nacimiento de la genética, los trabajos de Mendel y los
estudios sobre las mutaciones y el material hereditario. Así toma cuerpo cara el año 1930 la llamada teoría
sintética de la evolución que reformula la teoría de Darwin actualizándola con la incorporación de todos los
descubrimientos que van teniendo lugar en el campo de la genética. El descubrimiento de que los genes están
compuestos de largas cadenas de ADN, del descubrimiento de los cromosomas y de los mecanismos de las
mutaciones, etc.
La teoría de la evolución fue utilizada por el Darwinismo social para fundamentar la explotación de los más
débiles y el racismo de forma presuntamente científica. Spencer, a finales del siglo XIX, identifica la lucha
por la existencia es la supervivencia de los más adecuados con una lucha entre los individuos en la que se
seleccionan a aquellos que son capaces de eliminar a los más débiles. Para Spencer, los vencedores serán los
más eficaces biológicamente. El progreso depende de la selección natural. Las condiciones modernas tienden
a impedir la influencia selectiva de la muerte y, en consecuencia, tenemos una degeneración que irá a más a
no ser que se tomen algún tipo de medidas.
En el año 1975 aparece una nueva disciplina, la Sociobiología, que provocó reacciones similares a las del
Darwinismo social en su tiempo. Wilson elabora una nueva metodología para la interpretación del
comportamiento de los seres vivos y su base biológica, levantando fuertes polémicas y siendo acusado de
racista. Pero al margen de estas interpretaciones reaccionarias, el evolucionismo significó un cambio de
paradigma en la interpretación de los seres humanos. Una auténtica revolución copernicana, que cambió la
imagen que el ser humano tenía de si mismo.
Suponemos que la vida apareció sobre la tierra hace más de 3000 millones de años, en unas formas vivientes
unicelulares, elementales, de origen marítimo. En un proceso lento, la vida fue ascendiendo a niveles de
mayor complejidad, pasando de animales unicelulares a pluricelulares, de invertebrados a vertebrados y de
grandes trazos, la orden seguida por la evolución de peces a formas de vida anfibia, posteriormente a formas
reptilianas, y a partir de estas, las aves y los mamíferos. Dentro de los mamíferos es donde aparecen los
primates, y dentro de estos aparecen los homínidos que darán lugar al ser humano actual.
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El proceso de hominización resulta todavía enigmático y encontramos teorías interpretativas contradictorias,
pues los restos fósiles son escasos de momento, digamos que a un proceso que todavía se está reconstruyendo.
Intentamos hacer una aproximación a lo que se sabe sobre el proceso de hominización en la actualidad.
Los homínidos son los más remotos antecesores nuestros. El más antiguo es el oreopitecus, con 12 millones
de años, aunque hoy ya no se relaciona con la ascendencia humana, por pertenecer a una familia totalmente
desaparecida.
Los verdaderos homínidos son los Australopitecus (monos del sur), por ser encontrados los primeros restos en
el África meridional y central. El más antiguo tiene 6 millones de años. Su evolución dura cinco millones de
años hasta los más modernos que se extinguieron hace 1 millón de años. Anatómicamente, los australopitecus
se diferencian claramente de otros tipos de primates, pero mantienen una postura bípeda, la que supone toda
una serie de transformaciones. Una pelvis más ancha y menos profunda, con forma de cuenca, que le permite
soportar el peso del cuerpo en posición erecta y mirar al frente, una columna vertebral con doble curvatura,
etc. Con el bipedismo quedan las manos libres y pueden cumplir funciones que antes hacía la boca: desgarrar,
atacar, defenderse, Por este motivo, los Australopitecus disponen de una mandíbula reducida si la
comparamos con otros primates. Parece que su dentición es más apropiada para moler que para punzar o
masticar carne. Esto sugiere que a lo largo de milenios, nuestros antepasados fueron predominantemente
consumidores de hierbas, simientes y raíces, y no carnívoros. Los australopitecus comenzaron a desenvolver
una cultura primitiva, usaban instrumentos para cavar, recolectar y cazar pequeños animales. Desenvolvieron
también la comunicación y la interdependencia social, como única forma de sobrevivir en un entorno hostil.
Los siguientes pasos en la evolución ya están en el género homo. Hay que distinguir primero el homo hábilis,
que es contemporáneo a los últimos australopitecus. Con él aparece una primitiva industria lítica. Tiene mayor
volumen craneal que los australopitecus, se calcula que vivieron hace más de dos millones de años y
desaparecerían hace un millón de años.
La sucesión continúa con el homo erectus, que poblaba grandes zonas de la tierra, pues fueron encontrados
restos en Asia, África y Europa.
Su cultura se denomina hachelense, pues tallaban machadas de mano muy toscamente, se supone que cazaban
grandes animales por lo que se deduce que tenían un cierta organización social y un lenguaje primitivo, pues
la caza social requiere coordinación, planificación y asignación de papeles a cada uno para una estrategia
eficaz.
En esta época aparece el fuego, que es un factor de hominización, somos los únicos animales que tenemos
control sobre él. Los animales le tienen miedo de una manera instintiva. Los humanos al dominarlo pueden
utilizarlo en toda clase de industrias, pueden dormir tranquilos durante la noche y pueden cocinar los
alimentos haciéndolos más digeribles, liberando los maxilares de gran esfuerzo, así como el aparato digestivo.
Esto va a incidir en la disminución gradual de las mandíbulas, que ya no precisan tanta fuerza ni tamaño.
Ya por último aparece el homo sapiens con dos especies, El neanderthal, muy cercano a nosotros y el homo
sapiens sapiens. El neanderthal se extiende por Europa, el norte de África y Asia occidental, hay cien mil
años. Vivieron en la época glaciar ocupando cuevas y abrigos naturales y también dominaron el fuego que
sabían producir artificialmente. Cubrían sus cuerpos con trajes de pieles y fabricaban muchos instrumentos
distintos. Es importante destacar que los neanderthales enterraban a los muertos de una forma ritual, lo que
indica una cultura plenamente humana.
El homo sapiens sapiens, especie a la que pertenecemos todos los seres humanos aparecen hay unos cincuenta
mil años y conviven durante varios millares de años con los neanderthalenses. Fueron desenvolviendo una
cultura muy rica y compleja. Utilizaban el burel, que puede ser considerado como la primera máquina
herramienta para producir otras herramientas. Este es el grupo humano autor de las pinturas rupestres,
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desenvolviendo también otras artes como la escultura, las joyas, etc.
PROCESO DE HOMINIZACIÓN
Este fue, por lo que sabemos hasta ahora, el proceso evolutivo humano. Vamos a ver ahora sistemáticamente
los distintos niveles en los que se produce la evolución humana.
• Nivel anatómico.
Los rasgos más característicos del proceso evolutivo humano en el plano de la estructura corporal son el
bipedismo, que supone la liberación de las manos, y el desenvolvimiento cerebral. Como ya dijimos, el rasgo
distintivo de la especie humana con respecto al resto de los primates es el de caminar erguidos, lo que va a
suponer toda una serie de cambios en la morfología del cuerpo: pies con dedos no oponibles, curvatura de la
columna, pelvis más ancha y menos profunda, etc. Con el bipedismo quedan las manos libres, dispuestas para
poder servir de útiles. El uso frecuente de instrumentos iría favoreciendo el que las manos estuviesen más
inervadas y que el pulgar oponible adquiera más fuerza. De esta manera las manos se fueron adaptando
progresivamente para poder desempeñar funciones técnicas.
El otro rasgo característico del proceso hominizador es el progresivo aumento del cerebro. El enlace entre la
postura bípeda y el aumento del cerebro parece claro, pues para poseer un cerebro más voluminoso, es
necesario poseer un cráneo más desenvuelto, y un animal a cuatro patas no podría soportar ese peso. El
desenvolvimiento cerebral se vio también favorecido por la disminución del tamaño de la mandíbula y de sus
músculos, permitiendo el aumento del cerebro.
• Nivel fisiológico.
Los cambios anatómicos fueron complementados con cambios en la fisiología. Entre estos cambios
fisiológicos destacan la Neotenia (juvenilización) y los cambios en la alimentación.
La Neotenia expresa el hecho de que los seres humanos nacen con un nivel de desenvolvimiento inferior al
resto de los primates, y que además su crecimiento y maduración es más lento. El recién nacido humano no
puede estar de pie, ni andar, pues su estructura no es todavía adecuada: la columna vertebral no alcanzó
todavía su estructura en s, la pelvis no sirve para soportar el peso del cuerpo. El recién nacido tampoco es
capaz de darse a entender con y como los mayores, pues no dispone de los primeros elementos de
comunicación por medio de la palabra o de la mímica.
A consecuencia de esto y que el estado verdaderamente humano lo consigue el niño al cabo de años de vivir
en plena dependencia del medio social que lo rodea. Podemos decir que nacemos abiertos al mundo y al
medio ambiente social que nos rodea. Rasgos que nos definen como humanos, como hablar, pensar, y otros no
se adquieren si no vivimos en un medio social que nos enseñe esas habilidades. Nacer con un nivel de
desenvolvimiento bajo y madurar lentamente permitirá esta dependencia social fundamental para convertirnos
en humanos. La juvenilización implica también otra característica: el mantenimiento de ciertos rasgos que en
otras especies son transitorios y que se encuentran únicamente en individuos nuevos. Entre estos rasgos puede
destacarse la persistencia de una afectividad de otra forma infantil y de la curiosidad propia también de los
primeros años de vida.
En cuanto a su alimentación, es manifiesto que los hábitos alimenticios fueron cambiando progresivamente a
medida que avanzaba el proceso de hominización. Un momento determinante fue como ya sabemos el
dominio del fuego, que significó hacer más digeribles los alimentos y ampliar la gama de alimentos que se
podían comer. Así nos fuimos convirtiendo en una especie omnívora, capaz de colonizar prácticamente todos
los hábitats del planeta.
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c) Nivel psíquico.
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