BICULTURALIDAD Y DISCAPACIDAD AUDITIVA Carlos Fructuoso Muñoz Historiador y antropólogo social Los diferentes modelos educativos en cada país reflejan las condiciones políticas, históricas y sociales que conforman la realidad del mismo. En España disponemos de una amplia experiencia en la escolarización de alumnos y alumnas con diversidad funcional auditiva. Sin embargo, aunque las diferentes propuestas integradoras partieron casi en su totalidad de la aceptación de la diferencia, en la mayoría de ocasiones se confundió la inclusión con el mero hecho de compartir un espacio físico y se daba por hecho que, colocando al alumno discapacitado en clase ordinaria ya se participaba de la misma. Parece que la respuesta educativa para los estudiantes con discapacidad auditiva no ha podido o no ha sabido, no sólo reconocer la diversidad, sino valorarla. Si una sociedad no es capaz de encarar con valentía actuaciones pedagógicas que se adapten a las necesidades de todos sus miembros, estaremos frente a una sociedad “exclusiva”, sólo para socios y, por tanto, muy lejos de conseguir una verdadera pedagogía que apueste por la inclusión. El modelo pedagógico inclusivo tuvo su arranque en el mundo anglosajón hacia la década de los años 70 del pasado siglo y se manifiesta a través de un proceso que tiene como objetivo que todo el alumnado se sienta parte integrante de la escuela. Este modelo intenta que todos los integrantes del centro escolar sean, no sólo aceptados, sino también valorados. Ya no se trata únicamente de compartir algunos espacios físicos, se persigue compartir espacios relacionales. La cultura inclusiva contempla la diversidad como valor y como recurso que enriquece a toda la comunidad escolar y no pierde de vista que las diversidades funcionales, aunque tengan un origen personal, pueden verse acrecentadas por factores sociales, culturales, familiares y escolares. No podemos olvidar que la educación en España históricamente ha sido presa de la tradición transmitiva del conocimiento, en donde el docente básicamente reproducía el saber adquirido. Por el contrario, la pedagogía inclusiva apuesta claramente por una escuela transformativa en donde las dificultades de aprendizaje de los alumnos con discapacidad no son consideradas como una carga que se asume por ley. En este caso, la trasnochada perspectiva individual del alumno integrado deja paso a una perspectiva colectiva de centro. 1 En este sentido, descendiendo hacia el tema de estas jornadas, debemos entender que una educación de calidad para alumnos y alumnas con diversidad funcional auditiva debería favorecer el acceso al proceso de aprendizaje en igualdad de condiciones que sus compañeros oyentes. Desarrollar una educación inclusiva de calidad supone, entre otras medidas, que el alumnado con discapacidad auditiva tenga la posibilidad de asistir a clases ordinarias con compañeros oyentes y que todos juntos estén verdaderamente implicados en todos los aspectos de la vida escolar. Si embargo, para conseguir una cultura inclusiva que aglutine a todas las diversidades funcionales es necesario un cambio sustancial en la construcción social de la discapacidad. No podemos obviar en este contexto, que la tendencia pedagógica durante muchos años en relación a la discapacidad auditiva ha sido utilizar únicamente el modelo médicorehabilitador, entendiendo que la persona sorda era un ser limitado, sin audición normal. En este caso, los objetivos escolares se limitaban a un único fin: conseguir la oralidad. Este modelo entendía que, al dar la posibilidad a las personas con discapacidad auditiva de hablar lo más parecido a los oyentes, quedaba garantizada su incorporación al conocimiento, a la sociedad y a la cultura. En este caso se concebía la enseñanza del habla como la única vía de inclusión social. Esta tradición oralista se encontraba centrada en los aspectos fonológicos de emisión más que de comprensión, lo que producía frustración en los alumnos con discapacidad auditiva y en muchas ocasiones, pérdida de autoestima. Actualmente, las investigaciones que se llevan a cabo desde la psicolingüística, la sociología y la psicopedagogía entre otras, han provocado un cambio importante en la concepción puramente audiológica u oralista descrita anteriormente. Este nuevo modelo nos lleva desde una perspectiva clínica, que se basa en los déficits, hasta una perspectiva social, basada en capacidades. Los planteamientos pedagógicos del modelo sociológico incorporan plenamente la lengua de signos en la educación del alumnado con discapacidad auditiva. No se trata de sustituir una lengua por otra sino de aunar capacidades. Desde postulados sociales de la discapacidad auditiva, la lengua de signos constituye un producto cultural que actúa como elemento aglutinante de un colectivo, el colectivo de personas sordas. En este caso se nos presenta a las personas con diversidad funcional auditiva como seres sociolinguísticos que pertenecen a una comunidad minoritaria con derechos y deberes sociales y no como personas que pertenecen a una población que debe ser rehabilitada. La visión sociocultural de las personas con discapacidad auditiva no propone la integración de un colectivo en el otro sino más bien una igualdad de participación y una igualdad de oportunidades en todos los ámbitos sociales. Esta visión antropológica de la discapacidad auditiva está generando nuevos proyectos educativos y está produciendo cambios sustanciales en los modelos pedagógicos actuales. Es interesante destacar los dos factores que han propiciado el desarrollo de proyectos biculturales y bilingües: la difusión de experiencias educativas en los países más avanzados de Europa y el cuestionado avance real del modelo rehabilitador. En todo caso, no se trata de polemizar acerca de la conveniencia o no de utilizar las diferentes estrategias metodológicas surgidas para dar respuesta educativa a los alumnos 2 y alumnas con diversidad funcional auditiva –entre las que se encuentran la palabra complementada, el bimodal, el método verbotonal, etc.-, sino de crear un sincretismo cultural en las aulas a través de alumnos sordos y oyentes. Siguiendo a Pilar Fernández Viader (1), veamos ahora algunas condiciones que deben cumplir los centros escolares que participan de proyectos biculturales: En las escuelas bilingües-biculturales deben existir profesionales con discapacidad auditiva como modelos de identificación. Es imprescindible que todos los profesionales que participen en el proyecto crean en él. La lengua de signos formará parte del currículum escolar y será considerada como objeto de estudio. En el currículum se incorporarán contenidos específicos de la Historia y cultura sorda. Por tanto, podemos aseverar que en la educación bicultural, se emplea el modelo que incorpora, además de dos lenguas- en este caso la lengua de signos y el Castellano-, dos culturas diferentes dentro del centro escolar, con representantes de ambas comunidades que desempeñan en el aula roles pedagógicos. El objetivo de la pedagogía bicultural debe ser la creación de un modelo que permita a todos los alumnos desarrollar al máximo sus potencialidades en un contexto de verdadera inclusión. Como apuntaba al comienzo de la comunicación, no se trata de insertar con calzador al alumno con discapacidad auditiva en un aula ordinaria, sino de responder de manera adecuada al reto educativo que plantea cada alumno individualmente. Sin embargo, no debemos perder de vista que la educación bicultural plantea algunos inconvenientes y puede generar efectos no deseados que debemos tener presentes. Si partimos de la premisa de que la comunidad de personas con discapacidad auditiva conforma un núcleo cultural específico, es posible que estemos cercenando la posibilidad de que cada persona elija su propia formula cultural. Además, el hecho de reforzar las fronteras entre dos grupos culturales dentro de una misma sociedad, puede acentuar el riesgo de intolerancia entre ambos. (1). FERNÁNDEZ-VIADER, M. P. (2002) Cambios actuales en la respuesta educativa para los sordos. Revista interuniversitaria de formación del profesorado. 3 Una educación de calidad para los alumnos y alumnas con discapacidad auditiva debe posibilitar que éstos comprendan y participen activamente en las situaciones del aula, propiciando aptitudes para el aprendizaje de la lengua oral y escrita y provocando situaciones que impulsen el desarrollo de relaciones de amistad entre oyentes y sordos. Quizá la clave esté en el equilibrio entre identidad personal y pertenencia al grupo. Todo ello promoviendo continuamente el desarrollo armónico de la personalidad de todos los alumnos a través de un sano relativismo cultural ya que, no debemos olvidar, que la inclusión educativa no la constituye el lugar común, sino la actitud hacia la diferencia. Me gustaría concluir retomando la ya recurrente polémica de la historia de la educación de los niños y niñas con discapacidad auditiva, que se polariza en estos momentos entre la concepción audiológica y la sociocultural, con las implicaciones que cada una de ellas supone para el desarrollo integral de las personas sordas y por extensión, su inclusión o exclusión en la sociedad. Por un lado, la perspectiva audiológica nos conduce a analizar grados de pérdida auditiva, localización del déficit y ayudas técnicas para paliar las perdidas. Esta perspectiva rehabilitadota ha supuesto una mejora indudable en la calidad de vida de las personas con diversidad funcional auditiva y creo que debemos valorar en su justa medida todos los avances científicos y terapéuticos. Por otro lado, la perspectiva bicultural de las personas con diversidad funcional auditiva se definiría, no por lo que les falta o lo que no tienen, sino por lo que son: personas con capacidades que comparten una historia, una lengua y una cultura propia. Esta cultura ha de ser, no sólo aceptada, sino valorada en una sociedad que presuntamente aboga por la igualdad. Desde mi afán antropológico por ver las cosas, intuyo que no se trata de modelos excluyentes, sino de modelos que están obligados a entenderse, a sumar capacidades, actitudes y aptitudes, en un mundo que ha sido capaz de enviar al hombre a la luna, derribar el muro de Berlín y recrear el Big Bang en un laboratorio, pero que todavía no ha sido capaz de asimilar que una sociedad no se divide entre discapacitados auditivos y personas oyentes. Esa sociedad parece que olvida aquel viejo proverbio africano que decía: para educar a un solo niño es necesaria toda una tribu. 4