Documento 26765

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Todo empieza cuando un avión que evacuaba a unos niños de la guerra sufre un accidente y estos se ven de
repente en una isla desierta y paradisíaca. Todos están separados, perdidos, solos, no hay ningún mayor en la
isla. Ralph, un chaval de unos doce años, delgado, rubio; y un chico regordete, con un anorak grasiento; se
encuentran. El segundo de ellos, inteligente y con sentido común, al toparse con Ralph, se imagina que debe
de haber más niños vivos en le isla y empieza a pensar que vendría bien una asamblea para contarlos a todos y
se lo comunica a su acompañante; este, con tranquilidad, lo ignora y sigue su camino. Ralph es un niño
despreocupado e infantil, no piensa en el verdadero peligro que corren, en las medidas que habrían de tomar ni
en las responsabilidades que, al estar lejos de sus padres, se les vienen encima. Sólo piensa en lo que cualquier
niño se imaginaría, que está en una isla paradisíaca, sin sus padres ni cualquier otro mayor y que va a
pasárselo como nunca. En cambio el otro chico, cuyo apodo es Piggy, es más pesimista y al final consigue que
se haga la ya nombrada asamblea. Los dos niños habían encontrado una caracola y haciéndola sonar, habían
atraído a los demás supervivientes del accidente.
Cuando todos habían llegado a una especie de plataforma empezó Ralph a hablar. Hablaron durante largo
tiempo hasta que al final decidieron elegir un jefe. Había dos opciones: Ralph, un chaval con una extraña
tranquilidad y que parecía ser de confianza; o el chaval, Jack, que iba con un grupo de chicos que formaban un
coro y del cual él era el jefe. Al final eligieron por mayoría al primero de los candidatos, el cual, para calmar
los ánimos de Jack, lo nombró el jefe de los cazadores, los chicos del coro.
Después de esto hacían asambleas cada dos por tres. Hablaban de todo, decidían multitud de cosas, las cuales
se cumplían los cinco primeros minutos, y se divertían. Decidieron hacer unos refugios y una hoguera,
decidieron que los cazadores debían salir de caza y traerles comida entre otras cosas. Al principio todo iba
muy bien. Los peques, como habían bautizado a los niños de más corta edad, jugaban en la playa, hacían
castillos de arena y comían frutos; los mayores se bañaban en una poza de agua caliente, iban a investigar,
cazaban y se reían del pobre Piggy.
Pero esto duró poco, empezaron a surgir entre Ralph y Jack una serie de problemas. El cazador se sentía
celoso de su compañero. Pensaba que él debía de ser el jefe y no Ralph. Éste, que al principio se reía y hacía
mofa de Piggy, empezó a simpatizar con él. Y Jack, que ya odiaba desde el principio a Piggy, empezó a tratar
mal a Ralph.
Poco a poco nacía un odio hacia Ralph en el interior de Jack. El deseo de poder, la envidia y el odio hacia
Piggy, que empezaba a simpatizar con Ralph, hicieron que crecieran las rivalidades entre ambos. Sin
embargo, Ralph no se daba cuenta de ello.
Entre tanto se habían construido tres refugios, uno de ellos estaba a punto de caerse, y entre todos habían
intentado mantener viva una hoguera en lo alto de una montaña con el fin de atraer a cualquier barco que
pudiera pasar cerca de la paradisíaca isla.
Todos los días había estado la hoguera encendida, echando humo, dos vigilantes se quedaban cuidándola
incluso en las solitarias noches. Todos los días hasta que a Jack se le ocurrió salir de caza con todos sus
hombres, no podía prescindir de dos, que va, aunque esto supusiese dejar la hoguera apagada. Salieron pues
los chicos a cazar, alegres, cantando y riendo. En ese momento Ralph, que seguía en la playa, divisó un barco
que pasaba cerca de la isla. Miró a la montaña y, aterrado, comprobó que la hoguera estaba apagada. Corrió
monte arriba, tropezando, cayéndose, y al llegar al lugar de la montaña vio que el barco se había ido, ya no
estaba. En eso llegaron los cazadores con una presa en sus brazos, cantando una canción inventada por ellos.
Los vio Ralph y empezó a hablar. No podía sostener su enfado, su cabreo, su desesperación. Habló largo rato,
gritó.
Entonces decidió convocar una nueva asamblea. Hecho esto estuvieron hablando, Ralph no podía contenerse,
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su cabreo le dominaba. No entendía el poco sentido común de sus compañeros. Ralph se había vuelto
responsable, había dejado la inocencia de la niñez a un lado y había comprendido que de él dependía mucha
gente. Pero si ésta no ayudaba, no colaboraba, iban a estar en esa isla hasta la muerte.
De esto estuvieron hablando en la asamblea, Piggy intervino en varias ocasiones, era el único con sentido
común de todos los que en la isla había y el más inteligente. Todo esto hizo que la rivalidad y el odio
crecieran en Jack.
Otra nueva dificultad surgió cuando se corrió el rumor de la amenaza de una fiera, uno de los niños aseguraba
haberla visto. Como era uno de los peques no le creyeron, pero cuando unos gemelos que había en la isla
vieron en lo alto de la montaña a lo que parecía una bestia, pero que sólo era un hombre sin vida con un
paracaídas que había caído del cielo mientras todos dormían, fue cuando todos empezaron a creerse lo de la
bestia. El pánico creció en todos y cada uno de ellos.
Todo esto fue soportable al principio, pero poco a poco, conforme el odio de Jack se iba haciendo más y más
grande, todo se iba haciendo más insoportable. Al final el vaso se colmó y Jack decidió separarse de la
autoridad de Ralph. Tras una nueva votación para elegir nuevo jefe pedida por Jack, salió otra vez Ralph
vencedor. El cazador se vio ofendido y decidió irse a otra parte de la isla con los que quisieran seguirlo.
Fieles, los chicos del coro, lo siguieron y formaron una especie de tribu de salvajes. Se pasaban el día cazando
y comiendo.
Cazaron un jabalí, grandísimo, y con la finalidad de conseguir adeptos invitaron a todos los demás. Al
principio estos no se decidían, pero poco a poco se fueron yendo todos; los únicos que no se decidían a ir eran
Piggy, Ralph y Simon, que se había ido sin que nadie lo supiera sólo al bosque a buscar a la bestia. Pero al
darse cuenta Ralph y Piggy de que todos se habían ido decidieron hacer lo mismo. Fueron con los de la tribu y
comieron.
Mientras tanto Simon, en el bosque, había llegado a donde el hombre del paracaídas y había descubierto lo
que realmente era. Decidió que debía avisar a los demás y se puso en camino. Los chicos comían y bebían sin
parar y, cuando ya iba a acabar la velada, llegó Simon arrastrándose y tirado por el suelo. Los muchachos, que
creyeron que éste era la susodicha fiera, se abalanzaron hacia él y lo apalearon. Simon gritaba e imploraba,
pero no le hacían caso. Decía algo de un hombre y un paracaídas, pero no lo escuchaban.
Acabaron matándolo. A la mañana siguiente nadie quería acordarse de lo ocurrido la noche precedente en la
playa.
Ya la mayor parte de los chicos se habían unido a la tribu, que se había instalado en un islote con forma de
fuerte. Sólo quedaban Ralph, Piggy, los gemelos y algunos de los peques. Ellos tenían un fuego y los refugios
y los otros no. Como estos cazaban, necesitaban fuego para asar sus presas por lo que fueron una noche a
asaltar a los de la playa para llevarse las gafas de Piggy y encender un fuego. Así lo hicieron y los otros no se
podían quedar de brazos cruzados, así que fueron a reclamarles.
Pero la visita resultó ser trágica, pues los salvajes que formaban la tribu eran eso, unos animales. Se habían
corrompido y lo único que consiguieron Ralph y los demás fue que raptaran a los gemelos y la muerte de
Piggy.
Llegados a este punto del libro nos damos cuenta de lo que realmente William Golding nos quiere decir con
él. El autor, ganador de un premio Nóbel, era partidario de que el hombre era malo por naturaleza, que los
niños no son, por nada del mundo, inocentes, y que éstos son malos, malvados. En el libro que hemos leído al
principio los chicos se portan bien, civilizadamente, pero finalmente se corrompen al estar fuera de la
sociedad. Es un punto de vista muy diferente del de otros literatos que defienden que el hombre es bueno por
naturaleza y que la sociedad lo corrompe.
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Tras la muerte de Piggy, Ralph salió corriendo y llegó a la playa. Al día siguiente por la noche decidió ir a
rescatar a los gemelos, pero se encontró con que estos se habían unido a los salvajes. Se acercó a ellos y les
habló, les dijo que se fueran con él, desesperado por la negativa, les preguntó lo que había pasado y éstos le
respondieron que los apalearon y que Jack iba a organizar una cacería para matarlo a él. Ralph, aterrorizado
les pidió ayuda a sus amigos, pero se vio traicionado por ellos.
Nuestro protagonista se vio en un serio problema, por lo que decidió esconderse en unos matorrales cercanos a
la fortaleza. Allí pasaría la noche, y allí se escondería. Al día siguiente se despertó ajetreado y vio que iba a
comenzar la cacería. Preocupado por si ese no sería el lugar más apropiado para esconderse decidió salir de él
y huir.
Empezó a correr, vio que lo seguían. Sólo tenía dos opciones, subirse en un árbol o esconderse tras un
matorral y, en el caso de que alguno de los salvajes lo descubriera, saltar encima de él. Eligió la segunda
opción tras considerar la primera arriesgada y descartarla. Así hizo pues, se escondió y, tras un rato en su
guarida, escuchó a un salvaje acercarse hacia él. Vio cómo éste miró detrás de los matorrales donde él estaba.
El salvaje no lo veía, ya que estaba muy oscuro, pero Ralph no lo pudo resistir y gritó. El otro chico hizo un
ruido que parecía ser una señal al resto de la tribu. Ralph corrió, corrió todo lo que pudo hasta llegar a la
playa. Entonces, agotado, vio a un hombre que lo observaba con curiosidad y asombro. Era un hombre
uniformado, detrás de él había una barca con dos marinos en su interior y más allá un barco. ¡Habían venido a
rescatarlos!
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