Educación para la diversidad. Compromiso

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EDUCACIÓN PARA LA DIVERSIDAD
Compromiso histórico con el desarrollo de América Latina
Dra. Lady Meléndez Rodríguez
Universidad de Costa Rica-IIP
Ministerio de Educación Pública-Departamento de Educación Especial
Telefax: (506) 221-53-45/E-mail: [email protected]
“Nunca hubo en el mundo dos opiniones iguales, de la misma
manera que no hay dos cabellos ni dos granos de trigo iguales: la
cualidad más universal es la diversidad”
Michel de Mointaignè
1533-1592
Latinoamérica híbrida, como la llamara García Canclini (1990), territorio mágico que
vive su propia posmodernidad, entre tradiciones que descansan y revenan sobre rasgos de una
modernidad que asoma sin surgir del todo, sin resurgir, apenas; ha escrito su propia historia
sobre el legado cultural diverso de nativos, invasores, visitantes y diásporas obligadas.
Tal demografía se ha encargado de construir una forma de pluriculturalidad
latinoamericana, cuyos diversos representantes no han ocupado lugares equivalentes en los
espacios de poder, de manifestación ni de participación social.
Algunos grupos humanos han sido amenazados, acallados, subyugados, perseguidos y
asesinados, por otros grupos que históricamente han ostentado lugares de privilegio y de poder
al interior de la cultura. Entre todos, los grupos de indígenas, de negros y de campesinos y
obreros desposeídos de distintas etnias han sido los más castigados y, entre todos, los
caucásicos adinerados los más favorecidos.
Este ordenamiento hegemónico de la cultura, planteó una proyección cercana con las
diversas opciones político-ideológicas contextualizadas en el escenario de América Latina;
igualmente, empoderadas unas y perseguidas otras, provocando el acuerdo reivindicativo y
clandestino de los desposeídos y de sus defensores y la reacción encarnizada de los poderosos.
Luego la negociación, las promesas, la calma, los sueños de la reconstrucción.
Enseguida, cuando la diversidad sólo contaba entre muertos y sobrevivientes, vinieron
la empresa, el mercado competitivo, el poder de la telecomunicación, la educación y la
cognoscitivización del capital humano. Con esto, una corrupción pública pujante, la creciente
2
inseguridad ciudadana, desleales luchas internas, agudización de la pobreza y de la violencia,
migraciones interminables, enfoques educativos huecos que cuelgan –escuálidamente- de la
percha de la estandarización de todas las diferencias atribuidas y propias.
En fin, América Latina que inicia su historia de la diversidad a partir del concurso, la
imposición y subyugación de etnias distintas; amplía esas posibilidades de diversidad ante las
diferencias socioeconómicas entre grupos, de pensamiento ideológico, de oportunidades
educativas, en fin, de múltiples aspectos personales y culturales en los que solemos diferir.
No obstante, el fenómeno de la emancipación de las minorías, que tomó un auge
significativo en la segunda mitad de la década recién pasada, trajo cambios sumamente
interesantes a esa historia de iniquidad de las diversas culturas que comparten el suelo
latinoamericano.
Acontecimientos impensables en años anteriores, como la valiente y
respetada marcha zapatista desde Chiapas hasta el Distrito Federal Mejicano con que
inauguramos este milenio, dan muestra de una actitud renovada ante el valor de las identidades
y una esperanza que guía hacia la equidad cultural.
Pero, la educación latinoamericana, esa esperada catapulta del desarrollo de los
pueblos, por el contrario, se ha desempeñado históricamente como instrumento al servicio de
los grupos de privilegio, afectando así al desarrollo de todos, pero más directamente:
I.
A los que no han tenido y no tienen medios para llegar a la escuela.
II.
A los que llegando a ella reciben un trato en desventaja por razones personales y
culturales.
III.
A los que asumen el fracaso como propio y huyen de ella.
Ni los intentos de democratización de la enseñanza, ni -más recientemente- los de
democratización de los poderes, han sido suficientes para alcanzar la equidad en el marco de
las oportunidades para el desarrollo. Un desarrollo que cada vez da muestras más claras de
establecerse en forma directamente proporcional a las alternativas de una educación pertinente
y significativa que alcance a todos.
Los avances que ha hecho la región en términos de cobertura, de respeto a algunas
formas de identidad como la lengua autóctona y de mejoramiento en la calidad de los servicios
educativos, rara vez han surgido de la iniciativa de los gobiernos; en su lugar, a estos avances
le subyacen enormes luchas y sacrificios de las minorías activistas y de sus epígonos internos
y foráneos. Luchas que deberían salir sobrando entre naciones ratificadoras de convenios
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internacionales por los derechos humanos, por los derechos de los niños, por los derechos de
las personas con discapacidad y contra todas las formas de discriminación.
Cuando se analizan las razones de la persistencia de actitudes segregacionistas y
discriminatorias en los distintos niveles de la planificación, de la administración y de la
práctica de la enseñanza en los países de América Latina, sobresalen las siguientes:

La “diferencia”, se califica como una amenaza, como una detracción hacia la integridad y
el ritmo de aprendizaje de la norma.

Existen prejuicios hacia los grupos humanos más deprivados, que se reflejan en la
exclusión de las oportunidades educativas y en la distribución jerarquizada de los recursos.

Se reconoce la responsabilidad hacia las minorías mediante programas de la asistencia
social, pero no en el compartir equitativo de los recursos para la educación ni de los
espacios para la toma de decisiones.

Se considera como válido un modelo educativo foráneo y centenario, con referencia a
normas, que –como tal- está diseñado en forma selectiva para el perfil abstracto de un
alumno promedio; excluyendo del sistema a todo aquel que se sale de ese promedio.

La educación se basa en una propuesta curricular uniforme, con base en contenidos, pero
ausente del significado propio de las propuestas contextuales y vivenciales.

El estudiante debe acercarse al curriculum y no el curriculum al estudiante.
¿De qué nos hemos perdido los latinoamericanos durante la no aceptación de la
diversidad?:
 De más y mejores oportunidades de desarrollo con calidad.
 De compartir formas multivariadas de conocimiento.
 De multiplicar las alternativas para la resolución de problemas.
 De fortalecer las formas de sobrevivencia.
 De apaciguar la competencia selectiva y acrecentar la fortaleza solidaria.
 De inhibir la violencia y consolidar la seguridad.
 De resolver la injusticia y de educar para la paz.
Por esa razón, este trabajo se ha propuesto dar a conocer el movimiento en y para la
educación de la diversidad en el mundo y las ventajas de que sus principios sean asumidos por
nuestros contextos escolares latinoamericanos, que son esencialmente diversos.
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El sentido de la Diversidad
Según el Diccionario de la Real Academia, hay dos acepciones del término diversidad,
que de manera interesante son mutuamente excluyentes y permiten evaluar la posición
histórico ideológica respecto del tema.
“Variedad, desemejanza, diferencia”.
En su primera acepción el término significa:
En una segunda alternativa diversidad también
significa: “Concurso de varias cosas distintas”.
Con la ayuda de la acepción primera es posible identificar todos los acontecimientos
históricos que han señalado a la diferencia como una detracción social, o como un fenómeno
contra natura, merecedor de toda discriminación o eliminación; que además ha llevado a una
negación de la autoaceptación de la diferencia por presiones ideológicas.
La segunda
acepción, en cambio, parece relacionarse más cercanamente con el valor que hoy ostenta el
concepto de diversidad como riqueza social y que nos atañe en esta reflexión. Riqueza que
por demás nos invita a autoaceptar la diferencia como un don colectivo y no como una
carencia.
Como bien advierte Vlachou (1999), las sociedades actúan con base en su propia
construcción de hábitos históricos, que pueden ser cambiados si se lo proponen afectiva y
cognoscitivamente en el marco de una profunda reflexión. Al fin y al cabo, los prejuicios son
categorías del pensamiento irracional argumentativo, que nos hacen daño la mayoría de las
veces.
Si pensar en la diferencia, bajo prejuicio, nos ha llevado a la autodestrucción y a la
amenaza permanentes, es el momento para entablar el empoderamiento de la individualidad y
de la diversidad como el concurso cooperativo, solidario y corresponsable de todas las
individualidades.
¿Por qué hablamos hoy de diversidad?
Porque aunque la diversidad ha estado siempre presente a lo largo de la historia de la
humanidad, ésta ha sido vista como una amenaza a la sobrevivencia o como uno de los
grandes obstáculos para la resolución de problemas mediante la aplicación generalizada de los
descubrimientos de la ciencia positivista; generalización de la que no han podido escapar los
procesos de enseñanza y aprendizaje. Sin embargo, en la sociedad postmoderna del nuevo
milenio, el tema de la diversidad surge como una consecuencia lógica de una historia que
deriva, aunque muy tensionalmente, en una sociedad pluralista. Además de que la diversidad,
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parece haber encontrado otro sentido a la luz de una nueva sensibilidad y de los eventos
contemporáneos relacionados con el fenómeno de la globalización.
Hoy más que nunca, las tendencias globalizantes han dejado al descubierto lo
enormemente abigarrado que es el colectivo humano y la resistencia natural de los grupos de
mujeres y hombres a permitir que la riqueza de su diversidad se disipe sin sentido entre esa
especie de caldero de la macroeconomía, que pretende que todo se cocine a la misma sazón.
Hoy más que nunca, nos sentimos absorbidos por las demandas históricas generadas a partir
de la ruptura de fronteras étnicas y de la emancipación de las minorías, además de sentirnos
sumamente atraídos por el reconocimiento de la sobrevivencia potencial que se genera de la
convivencia en condiciones de diversidad; tal y como nos han enseñado las otras especies de
nuestro ecosistema, que nos llaman cada vez más a reconciliarnos con nuestro estado natural,
con ese hacer explícita nuestra propia naturaleza implícita.
La idea de diversidad y sus implicaciones proceden de una enseñanza temprana, pero
de un aprendizaje tardío, sobre la vida en ecosistema de las distintas especies de la naturaleza.
Los estudios ecológicos han demostrado muchas veces el funcionamiento sistémico que tiene
la vida en el planeta y el efecto desequilibrante que ocasiona la extinción de una especie,
actuando como una amenaza directa contra la vida de las otras especies de la Tierra. Al punto,
que hoy la paleosociología se atreve a proclamar, que no han sido los mecanismos de
selección natural sino el equilibrio de la diversidad de los ecosistemas el que ha permitido la
sobrevivencia de las especies, sobre todo, de la especie humana.
Derivada del concepto de diversidad aplicado a la biología, es posible esbozar la
siguiente definición de la diversidad humana:
Diversidad es una condición de la vida en comunidad, cuyos procesos vitales se
relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores culturales de un mismo
ambiente. Donde, tanto relación como variedad, aseguran y potencian la vida de
todos los habitantes de esa comunidad.
Diversidad y derechos humanos
Esas redes sistémicas, que se hacen totalmente indispensables para la convivencia en
diversidad, convocan a un conocimiento y disposición permanentes para llevarse bien en el
complejo y vulnerable mundo de las relaciones entre personas; para lo que debe existir un
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marco de acción sancionado convencionalmente y basado en principios humanos
fundamentales.
Si bien dichos principios deben conformar un marco axiológico para todos los
convivientes, éste debe moverse en un campo amplio, que no pretenda ser un marco de
moralidad universalizante sino un espacio del respeto mutuo, de la exigencia de los derechos y
del cumplimiento de los deberes; para lo que no tenemos otra carta mejor que la Declaración
Universal de los Derechos de las Personas. Con gran esperanza vemos como el concepto
actual de diversidad nos acerca a principios humanos a los que parecía que íbamos
renunciando con resignación, ante la promesa de mejores condiciones de vida para los
consumidores más ávidos y para los oportunistas más competentes.
El concepto de diversidad ha ido transformándose junto a las formas de manifestación
de la moralidad, hasta llegar a ser vista como la aceptación de una convivencia pacífica y
equitativa. Sin embargo, el camino no ha sido fácil ni se trata de un cambio que le ha ocurrido
a todos los seres humanos. Estamos hablando de una propiedad que está reservada para
aquellos que se han permitido a sí mismos, romper con las dicotomías maniqueas para
movilizarse con el punto axial de la vida en sociedad.
La aceptación de la convivencia en diversidad exige y demuestra la aceptación de una
dinámica sumamente compleja de las relaciones humanas y de la comunicación asertiva,
representadas por opciones como: la equidad, la no discriminación, la inclusión, la no
exclusión, la conciliación, la negociación, la concertación, el holismo, la integralidad, el
pluralismo, la cooperación, la transdiscursividad... En fin, por todos aquellos ideologismos
que tienden a distinguir en forma diametralmente opuesta a los conceptos de diversidad y
desigualdad. En otras palabras, a comprender que las diferencias individuales representadas y
valoradas en la diversidad nos llevan hacia una igualdad real; mientras que en la desigualdad
continúan representándose la injusticia y la iniquidad en la distribución de las oportunidades
de vida con calidad para los distintos grupos humanos del planeta global.
Democracia y diversidad
Es urgente decir que el respeto y la atención a la diversidad requieren de una
organización político social que les favorezca y si tuviéramos que elegir entre las alternativas
que la historia ha construido tendríamos que optar sin duda por la vida en democracia y por
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sus demandas de justicia y bien para todos, así como de representatividad en las decisiones y
de respeto a la libertad y al regimen de derecho. No obstante, también los países democráticos
han sufrido los embates y vicios de las presiones de la hegemonía económica externa, que
muchas veces nos han llevado a traicionar nuestros propios principios, en contra del poder
civil y de la defensa de la individualidad ciudadana.
En todo caso, cualquier país que se declare democrático, debe luchar incansablemente
por responder de acuerdo con sus principios a todos los ciudadanos. Es dentro de este deber
que los países democrácticos están en la obligación de cumplir con la exigencia de igualdad de
oportunidades para todos sin distingos de ningún tipo y desechando cualquier forma posible de
discriminación; es aquí donde se establece esa relación indisoluble entre democracia y
diversidad.
Según Sobrado, J.J. (1998),
...la vida y la democracia como forma de vida social se alimentan de la diversidad, y el
funcionamiento adecuado de los sistemas político, social y económico de la sociedad
como un todo requiere necesariamente de esa diversidad, por lo que el igualitarismo –
entendido como la nivelación de todos los conocimientos- es una idea absurda,
contraria a la realidad que demuestra grandes diferencias individuales en lo relativo a
la cantidad y a la cualidad de los conocimientos que es posible adquirir. Igualmente
es contraria a la democracia cuyo funcionamiento vigoroso requiere de una gran
diversidad para alimentar tanto a los cuadros de la dirección y regulación, como a las
distintas partes del cuerpo social (p. 40).
En otras palabras, la diversidad puede asegurar por sí misma la satisfacción de
demandas diversas para el enriquecimiento y el fortalecimiento de la vida en democracia. Sin
embargo, las decisiones democráticas deben ser tomadas en función del fortalecimiento de esa
diversidad para enriquecerse a sí misma, posición que ha sido traspuesta en muchas ocasiones,
sobre todo cuando se trata de la toma de decisiones en torno a la educación. Con el agravante
de que creyendo que educamos para la vida en democracia lo hacemos antagónicamente desde
el igualitarismo discriminatorio, que genera un modelo selectivo que deja en desventaja a la
población esencialmente diversa y heterogénea, que se juega el futuro en nuestros escenarios
escolares.
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Esto sucede porque, como bien explican Devalle y Vega (1999), hace más de un siglo
que también en los países democráticos
El modelo selectivo trata de forzar la ubicación de los alumnos dentro de parámetros
teóricos, estadísticos, organizativos y, por ende, artificiales y externos. No considera
el desarrollo peculiar y particular de los grupos ni el de las personas. Pretende que
todos los alumnos progresen al mismo ritmo y empleen los mismos tiempos para
apropiarse de los contenidos correspondientes al grado, curso o año (p. 80).
Escuela selectiva vs. Escuela democrática
Es posible deducir que las escuelas selectivas (todas aquellas que aplican el modelo
selectivo) han contribuido históricamente a la reproducción de las desigualdades sociales, más
por lo que han hecho que por lo que han incluido o dejado de incluir en sus ejes curriculares.
También es justo reconocer, que algunas escuelas se esfuerzan por proponer ideas
innovadoras para promover los aprendizajes en sus estudiantes y por preparar a su personal
docente para lograrlo, pero la mayoría de ellas se encuentran atadas por reglamentos de
evaluación estadísticos e inflexibles que tienen muy poco o nada que ver con esos esfuerzos
innovadores; ya que -en su mayoría- los lineamientos de evaluación se reducen a formas de
control y medición que, como anotan Devalle y Vega (1999), sólo se dedican a la norma
homogenizadora de lo que miden. Es en este caso cuando la evaluación se convierte en la
validación y legitimación de las desigualdades.
Los enemigos más acusados de la diversidad en la educación, son precisamente todos
aquellos mecanismos de control creados con la intención de favorecer el transcurrir de un
curriculum dirigido a un alumno promedio y de señalar como diferente a todo aquel que no
alcance ese nivel.
Desgraciadamente, toda nuestra educación -más estrictamente los mecanismos de
evaluación y las normas de promoción y graduación- está fundamentada sobre medidas de
normalidad, normatividad, normalización, estandarización y generalización; que por su
naturaleza son totalmente contrarias a las intenciones del respeto a la diversidad y por lo tanto,
contrarias a los valores democráticos.
Como bien explica Flórez (1998), la normatividad no sólo atenta contra la diversidad
sino que también es antipedagógica:“La posibilidad de una ciencia pedagógica requiere de
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ciertos deslindes mínimos necesarios, como el de que la normatividad que preside al proceso
de enseñanza no puede ser verdaderamente pedagógica” (Flórez, 1998, p.100).
Para Marchesi y Martin (1999), una adecuada atención educativa para la diversidad
requiere de una reforma educativa arrasante, que coloque al estudiante con sus necesidades e
intereses en el centro de la planificación educativa, para que así se le ofrezca un curriculum
acorde con sus particularidades; ya que en este momento el lugar del alumno está siendo
ocupado por el curriculum oficial enfocado en contenidos, como medida normativa, de allí que
el estudiante deba alcanzar al curriculum y no el curriculum al estudiante.
La diversidad en la escuela o la escuela de la diversidad
Hablar de la diversidad en la escuela no se refiere, como muchos creen, a la
identificación de aquellas personas que por distintas razones no pueden movilizarse ni
mantenerse dentro de los márgenes establecidos para el alumno promedio. Más bien, se trata
de la legitimación de la propia naturaleza de la escuela que es esencialmente diversa.
Muchos autores están de acuerdo en que la escuela es el centro donde confluyen y se
representan los distintos caracteres de la heterogeneidad cultural y personal de la comunidad a
la que pertenece. Y es, por lo tanto, el lugar exacto para aprovechar la riqueza de esa
diversidad y para desarrollarse creyendo que todas las identidades valen, para promover una
vida en democracia, de respeto mutuo y de cooperación solidaria, es el espacio justo para
construir la paz y la equidad enseñando a los estudiantes a responder eficazmente ante la
injusticia y la desigualdad (Ainscow, 1999; Albericio, 1991; Arnaiz, 1999; Devalle y Vega,
1999, Marchesi y Martin, 1999; Meléndez, 2000; Stainback y Stainback, 1999; Vidal y
Manjón, 1998 y Vlachou, 1999).
La diversidad existe en todas los centros educativos del mundo, representada por muy
variados aspectos en los que los seres humanos solemos diferir. Sólo para mencionar algunos
de esos aspectos podemos anotar:

La diversidad por estilos de conocimiento: cuando nos referimos a las formas
particulares que cada individuo desarrolla para aprehender y procesar la información
que le permite construir su propia visión de mundo.
10

La diversidad por niveles de aprendizaje: cuando establecemos un punto de partida
para la enseñanza, con base en el análisis de los conocimientos, habilidades y destrezas
que cada alumno posee .

La diversidad según ritmos de aprendizaje: cuando nos adecuamos a los tiempos y a
los eventos de aprendizaje que son más significativos para cada uno de los estudiantes.

La diversidad personal o individual: cuando conocemos las condiciones biográficas
de los estudiantes y éstas se vuelven determinantes para la planificación escolar y la
organización de los apoyos que cada uno de ellos requiere para un proceso escolar
exitoso.

La diversidad cultural: Cuando reconocemos, valoramos, aportamos y aprendemos de
las particularidades de los estudiantes y docentes, que los identifican como
pertenecientes a una comunidad peculiar o multiétnica.

La diversidad social: Cuando aprovechamos, como recursos de aprendizaje, a las
distintas organizaciones sociales formales o informales a las que pertenecen los
estudiantes, sus familiares, profesores y otras personas de la comunidad.

La diversidad ocupacional: Cuando nos enriquecemos a partir del análisis de las
distintas actividades ocupacionales que rodean la vida familiar y comunal de los
estudiantes.

La diversidad del entorno demográfico: Cuando analizamos y valoramos la
composición poblacional autóctona, así como el origen y el punto de encuentro de las
diásporas humanas que la complementan.

La diversidad del entorno ecológico: Cuando nos identificamos como seres naturales
copartícipes de la biodiversidad y nos comprometemos con la defensa de la vida de
nuestro planeta.

La diversidad de género: Cuando reconocemos y valoramos el complemento humano
que parte de las diferencias entre el hombre y la mujer, así como sus alternativas de
preferencia sexual.
Y de seguro, la diversidad por todos esos otros aspectos que se nos vienen a la mente
cuando tratamos el tema y que aumentan nuestro tesoro de oportunidades distintas para la
vida.
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Pretender respetar y atender a la diversidad en el ámbito escolar es realmente un
desafío, ya que esto no puede ser posible desde el enfoque clásico que tenemos de la
administración y la organización escolar, ni del curriculum, ni de la evaluación, ni mucho
menos del concepto de las relaciones alumno-alumno ni alumno-profesor.
La opción por la diversidad escolar no puede estar fundamentada solamente en un
cambio de enfoque acerca de la administración educativa o de la psicogénesis del niño o en
una renovación de los principios didácticos; no se trata de teoría de la educación. Más bien se
trata de una propuesta paradigmática del ser y de la razón de ser de la vida en sociedad, para la
que la escuela juega un rol trascendental. Ya que, en la escuela se convive en diversidad y es
posible educar para la vida en diversidad.
Eso quiere decir, que una escuela que vive la diversidad y prepara para vivir en ella en
paz, con calidad y equidad, puede ser una escuela profundamente transformadora del
pensamiento y de la actitud humanos para la vida en sociedad; para lo cual el curriculum
normativo ha demostrado ser cada vez más ineficiente.
Si bien la idea de diversidad escolar no emana de la teoría educativa propiamente, es
urgente decir que la discusión internacional y las publicaciones más recientes en el campo de
la enseñanza y de la pedagogía, lanzan sus primeras reflexiones acerca del tópico y le
encuentran un amplio, flexible e interesante espacio de acciones educativas posibles dentro de
las perspectivas humanista y constructivista-sociohistórica de la pedagogía. Las razones son
las siguientes:
Primero,
el concepto de diversidad devuelve al ser humano el papel
protagónico dentro de la pedagogía, que posterior a la Escuela Nueva había quedado
desplazado por el auge de la conducta, de la técnica, del proceso y del método. Segundo,
porque -entre otras razones- el constructivismo sociohistórico es un enfoque educativo
versátil, que se moviliza ágilmente en el mundo de la complejidad y del aprendizaje
cooperativos, que se ha visto enriquecido por las corrientes defensoras del papel de lo
emocional y del afecto en los procesos de desarrollo humano y por asumir el error no como un
déficit sino como una evolución.
Desde ese punto de vista, es el momento de decir que la escuela en y para la diversidad
debe ser planteada en el marco de una dinámica:

De pluralismo democrático

De oportunidades y apoyos para todos
12

De sistemas abiertos y flexibles

De coparticipación en la toma de decisiones

De cooperación e interacción para la construcción del conocimiento

De coevaluación y autocrítica
Estas características deben darse en todos los niveles del sistema escolar, desde las
acciones gubernamentales en nivel nacional, las acciones regionales y locales, las de los
equipos docentes y, por supuesto, en las acciones interescolares y dentro de cada ambiente de
aprendizaje. Por lo tanto, debemos pensar que las situaciones y actividades de aprendizaje que
organicemos y en las que mediemos y acompañemos a nuestros estudiantes, deben llevar
implícitas esas características.
Escuela en y para la diversidad en una sociedad del conocimiento
Una de las razones principales que tuvo la escuela de París de finales del siglo XIX
para separar de las aulas a los estudiantes que no alcanzaban el éxito con un curriculum
homogéneo, son las mismas que aún erróneamente conservamos. La razones versaban en que
era posible desarrollar una educación más efectiva si lográbamos que todos los estudiantes
pasaran sin tropiezos por el curriculum propuesto y eso implicaba, por un lado, la necesidad de
calibrar un curriculum dirigido a la capacidad de un alumno promedio y, por otro, la necesidad
de excluir del sistema a los que quedaban por debajo de la norma.
Hoy día, los curriculistas enfrentan el reto de tener que preparar a los estudiantes para
vivir en una sociedad que privilegia las competencias cognoscitivas y, lamentablemente,
muchos han creído que esto se logra aumentando los contenidos y el número de lecciones que
deben recibir sus alumnos, dentro de un curriculum y estrategias de medición estandarizados.
Esta situación ha provocado un efecto inverso al deseado, debido a que a menor tiempo
para organizar y experimentar actividades de aprendizaje significativo, tal y como lo ven
Ausubel, Novak y Hanesian (1983), hay una mayor dedicación docente a la clase dictada y
una mayor apelación a la memoria episódica para salir del paso con las pruebas escritas
estandarizadas. Por lo tanto, todo estudiante que requiera una atención diferente es
interpretada por el maestro como un escollo en esa carrera desesperada hacia ninguna parte y
he allí, una de sus principales razones para negarse a sacar provecho de la diversidad que
pueda presentar su grupo escolar.
13
Nada más lejos que la situación presentada de lo que nos recomiendan los autores y
especialistas en el desarrollo de habilidades de pensamiento en la escuela, donde los alumnos
requieren del tiempo suficiente para diversificar las formas de experimentar los eventos, con el
fin de dinamizar todos los canales posibles de aprehensión de la realidad, así como para
desarrollar con eficacia cada proceso cognoscitivo implicado en la resolución de una tarea;
ejercicio que definitivamente se enriquece con el concurso y la interacción de propuestas
diversas. Es así como la diversidad ha colaborado para alterar en forma positiva los procesos
de conocimiento.
Hoy día, los procesos cognoscitivos no sólo se han complejizado, sino que se han
diversificado, para responder a nuevas y variadas demandas de la vida social y productiva.
Por otra parte, los procesos complejos de conocimiento no responden siempre a la misma
función, sino que se definen como una especie de disposiciones móviles, que parecen tener la
capacidad de enfrentar cambios repentinos y múltiples situaciones que requieren de atención
simultánea.
El secreto de los procesos de conocimiento de alta sofisticación, se encuentra en que la
diversidad tiene la capacidad de multivariar los recursos para la solución interactiva de
problemas, reconociendo una extensión del conocimiento propio en el conocimiento del otro.
De tal manera que cada uno logra extender su estilo de conocimiento aprendiendo de la
diversidad de estilos que encuentra entre sus compañeros.
El cambio en los procesos de conocimiento ha demostrado una alta capacidad humana
para desempeñarse en un mundo con una lógica mucho más compleja de la prevista. No
obstante, no hay claridad de qué tan conscientes estén los pedagogos y los curriculistas
latinoamericanos de tales cambios y del provecho que es posible obtener del aprendizaje en
diversidad.
Por esa razón, es urgente que América Latina, en pos de consolidar un modelo propio
de desarrollo, devele su identidad en sus identidades todas, que se legitiman y validan a sí
mismas en la esencia justamente humana de la diversidad.
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Arnáiz, P. (1999). Curriculum y atención a la diversidad. En M. A. Verdugo y F. de Borja Jordán de
Urríes Vega (Coords.). Hacia una nueva concepción de la discapacidad. (pp. 49 –61).
Salamanca: Amarú Ediciones.
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Ferguson, D. y Jeanchild, L. (1999). Cómo poner en práctica las decisiones curriculares. En S.
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15
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Madrid: La Muralla S. A.
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