EL RESPETO A LOS SÍMBOLOS PATRIOS: EXPRESIÓN DE IDENTIDAD CULTURAL Y BRUJULA EN EL RESCATE DE LAS NORMAS DE CONVIVENCIA CIUDADANA EN LA CUBA DE HOY. Dr. C. Jorge Luis Rodríguez Morell, Profesor Titular1, MSc. Rebeca de Armas Marrero, Profesora Auxiliar2 1. Centro de Estudio y Desarrollo Educacional (CEDE), Universidad de Matanzas “Camilo Cienfuegos”, Vía Blanca Km.3, Matanzas, Cuba. 2. Departamento de Idioma Espanol, Universidad de Matanzas “Camilo Cienfuegos”, Vía Blanca Km.3, Matanzas, Cuba. CD de Monografías 2011 (c) 2011, Universidad de Matanzas “Camilo Cienfuegos” Resumen. El trabajo tiene como objetivo fundamentar la importancia del rescate del respeto y veneración de los símbolos patrios como un componente importante en la lucha actual del pueblo cubano por restaurar la disciplina social, la convivencia ciudadana y la educación formal en sentido general. Se reflexiona acerca del vínculo entre la educación cívicopatriótica de los jóvenes universitarios y su proyección en el comportamiento en otros espacios sociales interactivos. Se proponen acciones para movilizar a profesores y estudiantes en pos del referido objetivo. Palabras claves: respeto, símbolos patrios, normas de convivencia ciudadanas, jóvenes universitarios, sociedad cubana actual. INTRODUCCION “Lo más sensible es el deterioro real y de imagen de la rectitud y los buenos modales del cubano. No puede aceptarse identificar vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con el progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia. Por supuesto, nada de esto entra en contradicción con la típica alegría de los cubanos, que debemos preservar y desarrollar”. General de Ejército Raúl Castro Ruz Asamblea Nacional del Poder Popular, 7 de julio, 2013. El pasado 7 de julio del 2013, en su discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del PCC, y Presidente de los Consejo de Estado y de Ministros de la República de Cuba, expresaba la necesidad de producir un movimiento nacional de rescate de nuestras normas sociales de conducta y convivencia ciudadanas, ante fenómenos tales como el irrespeto a estas normas, los malos hábitos en el hablar, el comportamiento público, el vestir y la indisciplina social. Todos, desde ese día, hemos quedado comprometidos con esta lucha, más aún los centros de educación y, fundamentalmente, por su propia naturaleza, las universidades. Tiene el tema del respeto a las normas, a la autoridad y las tradiciones, una prolongada historia a lo largo del desarrollo humano, y numerosas aristas de desempeño y de abordaje, pero, sin lugar a dudas, una de las aristas más importantes en esta materia, esencialmente cultural, es su visón desde la semiótica, o ciencia de la significación simbólica. Desde el punto de vista antropológico-cultural, el respeto a los símbolos tiene por ejemplo, en las instituciones religiosas una fuerte carga psicoceremonial, y constituye, junto a la letra del credo, la base de interrelación de las comunidades que profesan estas religiones. Luego, el respeto hacia la deidad simbólica, o hacia determinados elementos de la fe, no solo es muestra de la identificación del creyente con su credo, es también, y sobre todo, práctica socializadora y fusionadora de la comunidad entera que la practica alrededor de una idea entre todos compartida. De manera similar, la semiótica social también establece un conjunto de valores asociados a la significación de determinados símbolos que en el orden socio-político y humanos, se erigen como expresión del logro real o del proyecto en favor de determinados anhelos colectivos. Tales símbolos aparecen en la música, la moda, la arquitectura y otras formas del arte. Pero no solo allí: el ordenamiento político de la sociedad y las causas que esta se ha planteado y por las que ha luchado a lo largo de la historia en cada país y sociedad, otorgan un valor simbólico trascendente, desde lo político, a esas unidades simbólicas comúnmente consensuadas a lo largo de la historia, que se denominan, símbolos patrios, y que generalmente, se ejemplifican en un himno, un escudo o coto de armas y una bandera nacionales. A estos pueden sumarse otros símbolos parcialmente formales o, inclusive informales, tales como prendas de vestir, ejemplares de la fauna y la flora, etc., tales y como son en nuestro caso, la flor de la mariposa, el tocororo y la guayabera o camisa nacional cubana. El respeto y las prácticas ceremoniales como modo de recepción e interacción colectiva e individual de los ciudadanos con sus símbolos fundamentales: El verdadero valor simbólico de un objeto, concepto o idea, no está en su sola existencia material objetiva externa, pues ella, por sí sola, no valdría nada. El verdadero valor de un símbolo, o en este caso de los símbolos nacionales de un país, radica en la medida en que los ciudadanos que lo habitan son capaces de reconocerlos como tales y de verse reflejados en ellos, en tanto portadores sintéticos de ideales y aspiraciones de todo un pueblo. Ese valor ceremonial o de veneración hacia y desde el símbolo, que enarbola la comunidad por consenso ético, deviene luego en una norma de conducta, expresada en códigos legales, y en protocolos de comportamiento y actuación en aquellos espacios simbólicos destinados para ese fin, que por lo general, son casi siempre espacios de amplia socialización o sitiales históricos de peregrinaje, etc. Luego, el respeto a los símbolos nacionales es una práctica en la que la cultura humana expresa su doble condición universal y local, general y particular, en una doble relación de continuidad y discontinuidad formal. Es decir, todas las naciones del mundo tienen estos mismos símbolos, estandardizados en su cultural social, a pesar de que ellos adquieran diversas expresiones formales, distintas de un lugar a otro. Lo interesante radica en que cuando se analizan a fondo, los símbolos patrios, si bien diversos de todos los países, o de la menos un buena parte de ellos, comportan valores universales, respetables y reconocibles también, hasta cierto punto, por otras culturas y comunidades humanas, aun cuando sean antagónicas desde el punto de vista político –ideológico. Ello explica porque el Comandante en Jefe Fidel Castro, en diversas oportunidades y en varias entrevistas internacionales ha puesto como ejemplo de la ética y de la conducta moral y de respeto del pueblo cubano, el hecho de que en Cuba, no solo se produjo una respuesta social de repulsa colectiva ante aquel hecho que guarda nuestra historia cuando unos marines norteamericanos ebrios osaron subirse al monumento de José Martí en el Parque Central de la Habana, hace ya más de seis décadas, sino que, por otra parte, ni antes ni durante la Revolución, jamás se ha permitido ni se permitirá que sea quemada, por ejemplo una bandera nacional norteamericana en Cuba, a pesar de nuestro conflicto ideo-político de más de dos siglos con el enemigo principal de la Revolución socialista del pueblo de Cuba. Y es que el respeto a los símbolos patrios es, a su vez, el reconocimiento, libre de todo chovinismo o de xenofobia, a los mejores y más elevados sentimientos de los pueblos en los momentos cumbres de mayor brillantez en las respectivas historias de sus pueblos. Si somos capaces de actuar de ese modo, cabe entonces preguntarnos: ¿Qué ocurre entonces con el respeto a los símbolos patrios de Cuba en este momento, al interior de nuestra sociedad cuando por desconocimiento o por descuido, somos reiterada e inconscientemente irreverentes ante su presencia en numerosas ocasiones? Una enumeración de estas irreverencias podría ser incompleta, pero de todos modos no estaría de más. Entre ellas se observan: 1. No rendir adecuado respeto al Himno Nacional cuando este se está ejecutando en lugares públicos (no por no participar en el coro que lo canta, sino por no detener siquiera la marcha, o hacerlo e mal humor, ante el requerimiento de otro ciudadano), ni guardándose tampoco la debida compostura durante la duración del mismo, o asumiendo prisas que hacen romper la ceremonia de respeto antes de que el Himno termine. 2. No rendir el adecuado tributo a la bandera nacional, cuando está colgada de paredes públicas o fachadas de hogares, permitiendo que esta no goce de un sitial privilegiado, o sufra deterioros visibles durante su exposición como los causados por la lluvia, y otros componentes naturales o humanos. 3. No retirar la bandera de lugares públicos ante la proximidad de inclemencias del tiempo. 4. No conocer la utilización adecuada del Escudo Nacional, u otorgarle una posición relegada o secundaria con respecto al resto de los símbolos oficiales nacionales. En la historia de Cuba, el tratamiento del respeto por tales simbologías patrias fue siempre un tema de ocupación de la escuela, y hoy lo sigue siendo a todos los niveles, pero es preciso incrementar la preparación cívica de docentes y directivos en este sentido para que el respeto por el valor simbólico que se quiere transmitir no sea formal o esté carente de una verdadera base afectiva, anclada en el conocimiento profundo de la historia patria, de sus luchas, sus próceres y su institucionalidad. Es importante entonces transmitir el sentimiento de solemnidad, de veneración, de acendrado patriotismo nacional, a la hora de ensenar a niños y jóvenes el significado y el valor de los símbolos de la Patria. Es preciso también transmitirles la necesidad por el respeto al protocolo o ceremonial que acompaña el uso público de estos símbolos. En el caso particular de los jóvenes, y sobre todo, de los jóvenes estudiantes universitarios cubanos de hoy, cuyas edades no han rebasado aún del todo la de la rebeldía y la búsqueda personal de un sentido de la vida, propios de la adolescencia, es preciso educarlos en la comprensión de que la cierta informalidad que siempre acompaña a la juventud no debe parangonarse con el irrespeto, insensibilidad e indiferencia por los símbolos patrios y por la historia nacional que ellos representan. La juventud universitaria cubana, y su organización vanguardia de masas por excelencia, la FEU, fue siempre una sensible admiradora y celosa centinela de los símbolos de la Patria. Es frecuente ver, en los viejos materiales de archivos fílmicos de la de cada del 40 y el 50, a los jóvenes universitarios de entonces descendiendo la escalinata de la Universidad de La Habana, con una enorme bandera cubana extendida, acompañándolos siempre en sus luchas como también lo hacia el Himno de Bayamo, aun bajo los potentes chorros de agua de los sicarios de la tiranía. También es conocida la escena de la película cubana Mella, en la que, una vez suspendida la autonomía universitaria por Gerardo Machado, y cuando los jóvenes revolucionarios luego de una demostración publica intentan refugiarse de la persecución policial en la Universidad, entrando por uno de sus accesos laterales, esto colocan la bandera cubana extendida e inclinada a todo lo largo de una escalinata de acceso lateral, por donde venían persiguiéndolos los sicarios. Estos, al ver el gesto de los universitarios, no se atrevieron a seguir subiendo y pasar por encima de la bandera nacional pisoteándola, ya que no hubieran tenido otra alternativa, si persistían en su afán de violar la autonomía de la universidad. La enseñanza aquí radica no tanto en apreciar que hasta los tiranos y sus secuaces se ven obligados a respetar los símbolos patrios, cuando de guardar las formas se trata, aunque sea por pura conveniencia, sino, sobre todo, valorar que en el referido episodio, los sicarios no osaron pisotear la enseña nacional en esa oportunidad, porque sobre todo, sabían muy bien la “tángana” que la FEU les iba armar a todo lo largo y ancho del país, si osaban cometer semejante desatino. Desde una visión latinoamericanista e internacionalista del sentimiento patriótico que despiertan los símbolos nacionales, tal actitud es solo parangonable con aquella de los cadetes, conocidos como “los niños héroes del castillo de Chapultepec”, en México, jóvenes soldados que, ante la inminencia de se tomada su fortaleza por las tropas invasoras norteamericanas, optaron por envolverse en la bandera nacional mexicana, e inmolarse, lanzándose al vacío desde lo alto de la torre del castillo, antes de entregar sus armas y rendirse, ellos y su bandera, ante el invasor. Esos son los ejemplos con que cuenta nuestra historia patria y latinoamericana para formar a los jóvenes en el amor y el respeto a los símbolos patrios. Ejemplos también que educan son los apreciables en la marcialidad con que nuestras unidades de ceremonia de las FAR y el MININT, integradas en su totalidad por jóvenes, rinden tributo a los símbolos patrios, cuya expresión por excelencia tal vez sea el aire de veneración y respeto que se aprecia alrededor de estos símbolos en un lugar, devenido verdadero santuario de la Patria: el mausoleo donde reposan los restos de nuestro Héroe Nacional y Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Y sobre estas verdades, cabe preguntarse: ¿qué acciones emprender desde la universidad y, ante todo, para nuestros estudiantes universitarios matanceros, dirigidas a fortalecer este amor y respeto por lo símbolos patrios, y desde ellos, por el rescate del resto de nuestras normas de convivencia social y ciudadana, en sentido general? Muchas y muy necesarias pueden ser las propuestas al respecto. No obstante, este modesto trabajo, se permiten proponer a la FEU de la UMCC, en la voz de sus autores, hoy profesores universitarios, pero también ex miembros y dirigentes de la FEU en su momento, dos ideas que tal vez contribuyan en alguna medida en este sentido: la primera podría ser la creación de una tradición, denominada “La Jornada de la Bandera” la cual se desarrollaría los 19 de mayo, día en que nuestra enseña nacional fuera izada por vez primera en la ciudad matancera de Cárdenas. La jornada consistiría en una día de veneración especial a la enseña nacional y , desde ella, al resto de los símbolos de la Patria (sobre todo, al Himno Nacional), de reafirmación patriótica y revolucionaria, que comenzaría con un izaje ceremonial especial, caracterizado por la solemnidad y el espíritu patriótico, por parte de nuestros estudiantes cadetes y miembros del FEU, en un asta mayor concebida al efecto, que permita el izaje de una bandera cubana de proporciones mayores a las comúnmente regulares, sobre un campo abierto, ( la universidad cuenta con suficientes y muy bellos céspedes a ese efecto) denotando así, en primer lugar, el carácter especial de la jornada, con la participación de todo el estudiantado y el claustro, preferentemente vestidos con los colores nacionales. Ese día la actividad educativa en las aulas podría estar matizada del recuento de los hechos históricos que rodean a la bandera cubana desde su creación. Podría también habilitarse otro momento de la Jornada para otorgar un premio especial que se instituiría al colectivo estudiantil y al laboral más destacado en el cumplimiento de las normas de convivencia social, porte y aspecto, observancia de las buenas maneras y el respeto a la convivencia social en sentido general. Este llevaría el nombre de Premio a la Excelencia Ciudadana. La Jornada, por último, podría aprovecharse también para desarrollar otras iniciativas orientas al mismo objetivo antes planteado. La segunda propuesta, estrechamente unida al anterior, que desde aquí, entregamos por igual a la FEU y a nuestro Sindicato, para su consideración, sería la posibilidad de crear un Movimiento Emulativo por la Excelencia Social Universitaria, con parámetros colectivos e individuales bien definidos, en pos de estimular la conducta social y cívica acorde con nuestros principios. Conclusiones: En momentos en que la batalla de ideas a la que nos obliga el enemigo imperialista no ha cambiado de esencia, sino solo de ropaje y, esto, solo en determinados contextos, la lucha por no renunciar a la conformación del Hombre Nuevo, a que nos llamaba el Ché sigue pasando por la formación de un ciudadano y ser social profundamente sensible, respetuoso de su entorno y de sus normas, alegre pero profundo, y decididamente comprometido con el mejoramiento humano y social. Todas esas aspiraciones se materializan también en el respeto a aquellos símbolos que desde la historia patria nos siguen convocando a reconocernos en el espejo venerable de nuestra identidad como nación y como proyecto social permanente hacia un futuro mejor. BIBLIOGRAFÍA: ANPP: Constitución el República de Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1996. Wolf, Mauro: Investigación en teoría de la comunicación. Editorial Félix Varela, La Habana, 2005. Byrne, Bonifacio: Mi bandera. Colección de poesía revolucionaria. Editorial Educación. La Habana, 1976. Castro Raúl: discurso pronunciado en la clausura de la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Palacio de Convenciones, La Habana, 2013.