Vivir en la libertad del perdón Hernán Cipolla Hace ya algún tiempo, bastante tiempo diría yo, comencé a sentirme inquieto con respecto a un tema, que lo compartimos luego con el Apóstol Daniel Dardano; y que coincidíamos en la manera de pensar pero sin embargo todavía no teníamos todo el conocimiento de aquello que estaba en nuestro espíritu. Sabíamos que el Señor nos quería llevar a algo, pero no teníamos todo el conocimiento que necesitábamos de revelación de la Palabra para poder descifrar eso que estaba naciendo en el Espíritu. Yo no me había propuesto descifrarlo todavía, no es algo que yo me propuse hacer, simplemente ocurrió, que en esta semana conversamos con una hermana de esta congregación y cuando estábamos conversando, yo simplemente comencé a hablar y a ver una explicación y cuando comencé a hablar me di cuenta que el Señor estaba hablando, me di cuenta que aquello que para mí todavía era una incógnita, que era solamente una inquietud en mi espíritu ahora empezaba a ser una verdad. Entonces lo que si hice después, es ponerme a investigar en la Palabra y por eso digo que al investigar en la Palabra, para mí, esto no es nada muy complicado pero sí es una verdad que tiene que llevarnos a otra dimensión. Ustedes estarán percibiendo, creo yo, que últimamente el Señor nos está hablando mucho de lo que significa vivir en la nueva vida que hemos recibido en Cristo, de abandonar nuestro esfuerzo, caminar por el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo, siempre nos va hacer caminar en el poder de la vida sobrenatural que hemos recibido. Por esto mismo creo, que esto que el Señor me dio entendimiento y que yo voy a compartir con ustedes va a permitir una mayor libertad y vivir en una libertad muy particular, que es la libertad del perdón. El tema que siempre a mi me traía inquietud y creo que porque en la dimensión apostólica y profética nosotros tenemos que ir creciendo en lo que Dios a revelado a través de su palabra, no todo lo recibimos de golpe, no todo lo recibimos así, en un instante. Pero si debemos reconocer que desde que comenzamos con esta unción y autoridad de Dios, desde diciembre del 97, que nació esta congregación el Señor nos ha llevado pasito a paso a comprender mas y entender mayores cosas, reveladas y escondidas en la palabra que antes a nosotros nos estaban veladas. No conocíamos, no entendíamos pero ahora con la unción espiritual y con la autoridad de Dios esas cosas empiezan a ser entendibles en el Espíritu entonces así seguirá ocurriendo. Usted tiene que saber esto, nunca ninguno de nosotros puede decir ya lo se todo, lo conozco todo, ya lo alcance, hasta aquí llegué y mas no puedo recibir, no mi hermano, no. Porque si alguna vez decimos esto, estaremos cerrando las puertas a la acción del Espíritu y el Espíritu siempre nos querrá mostrar algo mayor y mejor para nuestras vidas. Por eso digo que al entender esto para mi empieza, para mí de manera personal, empieza a abrirse una cortina que hasta antes estaba cerrada. Y ese tema es la sanidad interior. Creo que la mayoría de nosotros hemos hablado muchas veces de sanidad interior. Es más, aquellos que han hecho formando conquistadores saben que en un punto determinado de formando conquistadores se explica, algunas cuestiones particulares, con respeto a la sanidad interior. Y es más, todos saben que se les ministra al final con respecto a la sanidad interior. Con lo que hoy voy a explicar, no quiero decir, ni que se va a dejar de aplicar la sanidad interior para la vida de nadie, ni que creemos que la sanidad interior ahora es pecado o es del diablo. Lo dejo establecido desde el principio, porque no quiero que nada de esto se confunda; nada más que el Señor me hizo dar cuenta que había un secreto guardado, que tiene que ver con la sanidad interior, pero nosotros los cristianos debemos comprender cual es este secreto. Porque muchas avanzamos y aunque supuestamente, se hizo una sanidad interior sobre nuestra vida, hay cosa que todavía siguen allí, como un poco latentes. Piense en esto, en que acción de nuestra parte o de la vida de un ser humano, se resume la posibilidad de ser sanos interiormente; que acción nosotros debemos hacer para ser sanos interiormente de cualquier herida que cualquier persona nos haya hecho, perdonar, están todos de acuerdo. Para alguno, que diga no entiendo porque, le voy a poner un ejemplo: Si tu papá o tu mamá, desde que eras pequeño o pequeña, te insultó, te rebajó o bien tuvo acciones incorrectas, para contigo. Seguramente tú creciste y eso te quedó como una marca, clavada en tu corazón. Por esas cosas tú te sentiste mal o herido. De la única manera que pueda ser, que esa herida ya no tenga efecto sobre ti, es que estés dispuesto o dispuesta a perdonar a tu papá o a tu mamá. Por eso el perdón, es la única acción de nuestra parte, que resume el objetivo de la sanidad interior. Yo quiero ser sano interiormente de cualquier herida emocional y lo único que yo puedo hacer, lo único que puedo hacer, es perdonar. Es más, la persona que me ofendió hasta puede estar muerta, ósea que ni que vaya a la tumba y le empiece a hablar voy a lograr nada, no va poder hacer nada. Es más muchas veces, las personas que nos han herido, aunque estén vivas, están alejadas de nosotros o ya no tenemos contacto con esas personas; o es mas pudimos haber sido heridos por personas que tuvieron contacto con nosotros por circunstancias, como ser un trabajo en una empresa, y un jefe nos hirió. Pero nunca más tuvimos contacto con ese jefe, porque ya no trabajamos allí, ya no sabemos dónde vive y cuál es su teléfono y aunque lo consiguiéramos, posiblemente hablaríamos con ese jefe, y ese jefe diría ¿Qué yo te hice que?, que te herí emocionalmente, cuando, yo lo único que hice fue ser tu jefe y corregirte y regañarte cuando hiciste las cosas mal, según mi entender. Vas a lograr algo, no, por eso cuando tu puedes perdonar a esa persona, sin importar si esa persona te pidió o no perdón, tu entones puedes ser libre. Y puedes empezar a recibir sanidad en el área de tus emociones, en el área de tu alma, en el área de tu mente y aun en el área de tu voluntad. Porque siempre las heridas son a nivel emocional y todo lo que tiene que ver con la emoción pertenece al alma y el alma incluye también al pensamiento y de acuerdo a nuestro pensamiento, es que tenemos una voluntad y decidimos y hacemos o no hacemos. Si definitivamente el perdón es lo que nos hace libres, pregunto entonces, si alguna vez ya hemos perdonado y dijimos yo perdono a mi abuelito, porque cuando yo era chiquito mi abuelito decía que yo era el mas feito de sus nietos, vamos a poner un ejemplo, entonces cada vez que mi abuelito me veía decía a la verdad mijito, tu eres el mas feito de todos los nietos que tengo, pongo un ejemplo sencillo. Quiero decir aun, que hay mucha gente herida y lastimada por este tipo de cosas, aunque parezca una tontería. Hay mucha gente que dice yo nunca tuve un abuelo que me quiso, porque mi abuelo lo único que hacía era recordarme que yo era el más feo de tos sus nietos, nunca ese abuelo me quiso. Entonces un día, alguien te ministro, alguien te explicó, alguien te enseñó y tu dijiste con tu boca el día de hoy a partir de este momento Señor yo perdono, a mi abuelito Filomeno, por sus ofensas cuando yo era pequeño, y repetir vez tras vez que yo era el más feo de todos sus nietos. A partir de hoy lo perdono, y esto ya no me va a importar más. ¿Por qué después de haber perdonado muchas veces viene el recuerdo de las palabras de tu abuelito y te sigues sintiendo mal? ¿Alguna vez lo pensaste? Porque tú perdonaste y cuando perdonaste, no es que fuiste hipócrita, lo hiciste sinceramente. Tú querías ser libre y querías dejar libre también a tu abuelito de este asunto y con sinceridad tu dijiste yo perdono a mi abuelo. Porque cuando vuelve el recuerdo sigue habiendo dolor ¿Sabes por que? Porque así como recibiste la herida en lo emocional, el perdón que estás dando, también parte de lo emocional. Y el perdón al cual Dios nos quiere llevar, es al perdón que nace de lo espiritual, porque es el perdón que tiene que ver con el mismo perdón de Dios. Por eso, es como si yo te dijera perdonaste pero no perdonaste, porque si lo que yo digo que perdone, todavía hoy me lastima, quiere decir que no lo pude olvidar. Y una de las características que tiene el verdadero perdón ¿sabes cuál es? Olvidar. Yo siempre digo algunas personas se lo he dicho alguna vez yo tengo en este dedo una cicatriz. En un tiempo de mi vida con una persona, a quien he amado mucho, que alguno de ustedes lo conocieron, Norberto teníamos una empresa. Una fábrica de ropa, fabricábamos ropa playeras, pants y ese tipo de cosas sudaderas. Y teníamos una máquina, que le dicen máquina circular, para cortar tela. Es una máquina eléctrica, que tiene un círculo muy afilado, que va a gran velocidad que le permite a uno poner muchas telas, una arriba de la otra, y no cortar de a una, con tijera, para ganar tiempo. Entonces uno puede poner diez o doce telas, una arriba de la otra, y ya habiendo puesto el molde sobre la que esta mas arriba uno sigue la marca, que hizo del molde, con la máquina. Resulta que un día, yo ya estaba acostumbrado a usar la máquina y en la mesa que teníamos de corte, termine de hacer un corte, y deje la máquina del otro lado de la tela y tome los dos pedazos de tela que había cortado para separarlos y acomodar una de los pedazos para hacer los nuevos cortes; pero no me di cuente que al acomodar la tela, estiré la tela de tal manera, que este dedo siguió de largo y esa máquina que la deje funcionando me corto el dedo. Y en el instante que sentí el ruidito mi dedo empezó a sangrar y a sangrar tuve que ir a una clínica de ahí cerquita, y me cocieron por eso tengo unas marquitas, se ve donde me cocieron. Yo tengo aquí mi herida, mi dedo, este dedo mío, no está igual que éste, están diferentes. Este dedo quedo marcado, salvo que Dios quiera sanarme de tal manera que alguna vez me quite la marca. En realidad a mí la marca ya no me importa, es más, yo toco el teclado siempre, este dedo nunca vuelve a sangrar porque yo este tocando el teclado. Un día tuve la herida, sentí el dolor del corte, también sentí el dolor de la aguja, cociendo los dos pedazos de carne que estaban separados, pero llegó un momento que mi dedo se uñó y ya nunca más me volvió ni a doler, ni a sangrar. Yo puedo ver mi marca, puedo dar fe que un día me corte, con una maquina, pero este dedo no está siendo para mí un impedimento, en el cual yo no pueda desarrollarme. Lo mismo tiene que ocurrir con el perdón, si nosotros brindamos perdón aunque recordáramos las palabras, la ofensa, la herida o lo que fuera. Nunca más yo tengo porque sentir dolor, por eso mismo, eso es verdadero perdón. Por eso, teniendo en cuenta esto, es que yo quiero establecer la base de la palabra, para que podamos entender. Primero vamos a ir a Mateo 6, lo que vamos a leer es parte muy conocida, archí conocida. Si hay alguna persona aquí que nunca a leído la Biblia, también va a conocer esto que vamos a leer, porque es parte del padre nuestro. Dios tiene esos secretos, usted tiene que saber que Dios tiene algunos secretos ¿Sabe por qué?, porque los católicos uno de los problemas que dicen tener o que tienen, aunque no lo digan, es que no conocen la palabra, no conocen la Biblia; nunca la leen pero el padre nuestro lo repiten ¿sí o no?. Dios lo hizo a propósito, para que nunca le digamos, no es que yo no sabía. Ahí tienes la base, el principio, el fundamento, en el padre nuestro, que siempre repetimos, para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Por eso, dentro del padre nuestro en el versículo 12 del capítulo 6 dice así, todos los religiosos, le pudimos haber dicho a Dios de esta manera: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Mateo 6:12 Este padre nuestro, este versículo, establece una verdad “Señor perdónanos a nosotros nuestras deudas para contigo”. Pero le falta la base a esa declaración. Nadie que haya repetido el padre nuestro, alguna vez, se olvido de decir como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si yo solo le digo al Señor, Señor perdóname mi deuda para contigo y me olvido de decirle, como yo perdono la deuda de los demás hacia mí. Dios dice no escuche, esa frase no la escuche, no, como no escuchaste Señor, si te estoy diciendo perdóname a mí por mis deudas. Sigo sin escuchar ¿Pero como Señor no me escuchas? si estoy pidiéndote que me perdones. Tú eres un Dios que perdona, por favor Señor perdóname mis ofensas ante ti, sigo sin escuchar, dice el Señor. Porque no voy a poder escucharte, hasta que tú me digas y me asegures, que yo te debo perdonar a ti, como tú has perdonado a los que tienen alguna deuda, para contigo. La base para que yo pueda pedirle perdón a Dios dentro de mi vida cristiana, no estoy hablando aquí de pedir perdón para salvación, del día que conocimos del evangelio y del plan de salvación de Dios, del gran amor de Dios, del sacrificio de Cristo y que Él nos iba a dar una nueva vida. No estamos hablando aquí, de aquellos que ya conocemos al Señor, a los cuales el Señor les estaba enseñando como orar. Ustedes van a orar de esta manera, van a saber orar con sabiduría, no pasarse tres horas orando cuando de las tres oras lo único que valió para Dios fueron cinco minutos, posiblemente, porque el resto de los minutos no sirvió porque eran fuera de la voluntad de Dios. Más vale oren así, específico corto y a lo que vamos, directos con Dios. Perdónanos nuestras deudas, como nosotros, perdonamos a nuestros deudores. El versículo 14, después que termina el padre nuestro, Jesús dice esto y es notable, antes de leerlo, que haya terminado el padre nuestro y que Jesús, sin que nadie le pregunte ni le diga nada, Él no se detuvo en su explicación, Él siguió un poquito más y lo único que hizo fue refrescar una sola de las verdades del padre nuestro, una sola. Dice: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestros Padre celestial; mas sino perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” Mateo 6:14-15 ¿Verdad, que no hay que ser demasiado inteligente para entender lo que dijo Jesús, no hay que ser muy astuto, muy estudioso, tener un titulo? No, es simple lo que dice Jesús. Porque sino perdona usted a los hombres sus ofensas, el Padre no le puede perdonar a ustedes sus ofensas, pero si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, el Padre los va a perdonar a ustedes. Es como muchas veces hemos hecho con nuestros hijos, los que tenemos más de un hijo, viene el hijo y nos dice, papá es que yo quisiera tal o cual cosa, si pero tú ya te arreglaste con tu hermano, porque hace media hora le pegaste, ¿no?. Ya le pediste perdón, no es que yo le pegué, porque se lo merecía mi hermano, porque me estaba molestando y porque. Está bien hijo, tú no le pidas perdón a tu hermano pero tampoco vas a tener lo que me estas pidiendo, pero papá ¿Por qué? si yo... No, tú arregla primero la cosa con tu hermano, pídele perdón por haberle pegado y luego vamos a analizar lo que tú me estas pidiendo. ¿Hacemos o no hacemos así con nuestros hijos, de la misma manera hace Dios con nosotros? Pero nosotros que pensamos, que Dios es tan bueno, es compasivo, todo amor, lleno de misericordia. Entonces yo voy y le digo papá, le pongo carita así triste, papá perdóname por mis pecados y yo creo que Dios me va a decir, si hijito lindo, si por eso di a Jesús. Que Dios es bueno, no hay ninguna duda, en esencia es bueno. Pero precisamente porque es bueno, Él no puede transgredir su misma esencia, porque no solo es bueno, es justo. Así como nosotros queremos ser justos con nuestros hijos, cuando están haciendo una injusticia, entre ellos como hermanos. Entonces Dios dice, tú tienes que perdonar para que puedas pedir perdón y se te perdone. Claro el día que llegamos a conocer al señor, por primera vez, y es la primera vez que le pedimos perdón a Dios por todos nuestro pecados, por vivir alejado de Él, por estar fuera de su voluntad, por no someternos a su plan para nuestra vida, cuando reconocemos que somos pecadores, cuando reconocemos la obra de Cristo en la cruz. Obviamente que el Señor dice, las puertas están abiertas, tu me pides perdón, hasta ahora tu eras inconciente de todo lo que habías hecho y estabas dominado por tu naturaleza de pecado. Pero ahora me pides perdón, te perdono, ahora eres mi hijo, pero ahora como hijo hay reglas en casa. Yo puedo ir a cualquier lugar y decir quiero adoptar a un hijo, todo muy bien, lleno los papeles, pido al hijo que quiero, se hace los tramites. Y algún día me llamaran para decirme señor, aquí esta el hijo que usted pidió. Usted tiene la posibilidad hoy, de adoptar ese hijo que quería. Pero una vez que llevo a ese niño o a esa niña a mi casa, no solamente le puedo demostrar cuanto lo voy a amar, va a ser necesario que yo le diga, bueno ahora yo voy a ser tu papá y ahora esta mujer, llamada mi esposa, va a ser tu mamá y estos otro niños que ves aquí van a ser tus hermanos y vamos a hacer las cosas correctamente dentro de la casa, porque nosotros nos conducimos de una manera. La puerta, Dios nos la abrió cuando no lo conocíamos, porque éramos ignorantes de la voluntad de Dios. Pero ahora que le conocemos, el perdón, para Dios toma una dimensión completamente más grande. Ahora bien, vamos a ir a Jeremías para entender cuál es la clase de perdón, de la cual Dios Habla. Porque existe esta barrera entre el perdón que nosotros brindamos a alguien y el perdón que Dios nos puede brindar a nosotros. Porque primero necesitamos entender, cual es la clase de perdón que Dios da. Jeremías el capítulo 31 y el versículo 34 nos da una muy buena pista, en cuanto a entender, cual es la clase de perdón que Dios da. Jeremías 31:34. Quiero aclarar, que aunque leemos solo el 34, el contexto es la profecía, que da el profeta Jeremías, con respecto al nuevo pacto. O sea que estamos hablando de algo que nos corresponde a nosotros hoy, que hemos recibido el nuevo pacto. No estamos hablando de algo que era una palabra de Dios a su pueblo Israel. Estamos hablando de algo que Dios iba a hacer para con toda persona sobre la faz de la tierra, cuando estableciera Dios el nuevo pacto a través de la obra de Cristo. Entonces dice el 34 de esta manera: “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. Jeremías 31:34 Cuando Dios habla de perdón, el perdón que Dios nos da, es un perdón que hace nuevas todas las cosas. Cuando Dios nos perdona, Él nos promete, está escrito en la palabra para que a nadie se nos olvide; Él nos promete que no solo nos va a perdonar de nuestra maldad, nunca más se va a acordar de nuestro pecado. Por eso el profeta Miqueas hace una referencia, en cuanto al lugar, en donde Dios esconde y sepulta los pecados. Alguien se acuerda donde, en lo profundo de la mar. Porque es bien sabido, aun el día de hoy, que hay ciertas profundidades del mar que todavía el ser humano no ha podido conocer y no ha podido llegar y nunca va llegar sabe por que; porque hay están sepultados todos nuestros pecados. Más vale que no llegue no va a salir nunca, se va a enredar ahí abajo y no va a salir jamás. En esas profundidades Dios, sepulto tus pecados y mis pecados. Dios dice, los metí en lo profundo del mar y nunca más me voy a acordar de tus pecados. Le pregunto, piense cuando usted no conocía al Señor todavía, piense en la etapa más difícil de su vida, sin Cristo, piense, de esa etapa más difícil, el error y el pecado más grande que cometió. Piénselo por un momento, yo sé que no es muy agradable pensar en esto, pero piénselo un momento, total el Señor no se acuerda, acordémonos nosotros un poquito, pero Él no. Piénselo por un momento, lo peor que hizo, en el peor momento de su mundanalidad y su pecado, ya lo tiene. Le estoy pidiendo hacer un ejercicio, de enserio no estoy jugando, ya lo tiene, ya se acuerda; ya se acuerdan chicos, los más jóvenes, el peor momento de su vida uno de los pecados más grandes y más feos. Cuando usted el día, glorioso y milagroso, que usted conoció a Jesucristo y le entrego su vida. Cuando usted le estaba diciendo, Señor perdóname mis pecados, usted le estaba pidiendo perdón por ese pecados en particular ¿Sí o no? si. A usted le importaba, que ese pecado en particular, fuera saldado, porque usted se equivocó pero a lo grande. Hoy a la mañana usted, si oro a Dios, o ayer a la noche, la última vez que haya orado, hace un mes, la última vez que usted oró. Usted le volvió, a pedir perdón al Señor, por ese mismo pecado, no. ¿Por qué no lo hizo?, porque usted sabe que Dios lo Perdonó ¿no? Dios no se lo recuerda ¿no?. Es más, cuando alguna vez usted, se volvió a sentir culpable, por algunos de esos pecados y fue a alguien de autoridad, de liderazgo y le dijo, sabes hermano tengo un problema. Yo le pedí perdón al Señor por esto y por lo otro, paso por el consultorio digamos, yo le pedí perdón yo se, pero tengo una carga pesada no me la puedo quitar. Tengo este problema, este otro, me vuelve al la mente aquello que yo hice. Yo sé que el Señor perdona, pero me siento mal. Estoy casi seguro, espero no quedar mal, estoy casi seguro que la respuesta, de cualquier líder a sido, ese es el diablo que viene a culparte de aquello que Dios ya te perdonó, ¿sí o no?. Porque el único que puede condenar y desea hacerlo es el diablo. Es el que viene a decirte, pero no te olvides que cuando eras adolescente, que cuando eras jovencito, no te olvides de que antes de conocer al Señor y así nos tiene. Nos pudre la vida, intentando hacernos culpables de algo, que Dios ya nos hizo libres. Si ésta es la clase de perdón que Dios da cuando Dios habla de perdón, ¿Él se estará refiriendo a otro tipo de perdón; con respecto al perdón que nosotros debemos dar a alguien que nos ofende? No. ¿Usted cree que Dios tiene dos tipos de perdones? No, hay uno solo. Por eso, lo primero que debemos establecer como base, es que cuando Dios nos dice tú debes perdonar para que yo te pueda perdonar. Es que Él indirectamente me está diciendo, de la misma manera de que yo te perdoné y nunca más me acordé de tus pecados, así tú tienes que perdonar a quien te ofendió o a quien te ofenda. Es más, es tan importante para Dios que un día Pedro le dijo a Jesús, ¿Señor, hasta cuantas veces tendré que perdonar?; primero la pregunta del mismo Pedro fue, ¿Hasta cuantas?, hasta siete. Primero Pedro le dijo ¿Cuántas veces?, ¿Hasta 7 Señor?, y Jesús le dijo no, no te digo que hasta siete, te digo que hasta setenta veces siete. Y en otro pasaje, paralelo, dice si siete veces por día viene alguien y te ofende y luego te dice perdóname me arrepiento de haberte ofendido, las siete veces tu lo tienes que perdonar, todos los días. ¿Se pone difícil, no? porque uno en la segunda dice si yo te perdono, pero la próxima tengo el sartén acá y ni ganas te van a quedar de pedirme perdón. Pero Dios dice, la misma clase de perdón que yo te he dado, es la misma clase de perdón que tú tienes que dar, para con aquellos que te ofenden. Nunca más me acordare de tus pecados, por lo tanto nunca más tú puedes volver a recordar la herida o la ofensa que te hicieron. Efesios 4, vamos a leer dos versículos seguidos, en dos cartas del apóstol Pablo diferentes. Efesios 4:32 dice: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efesios 4:32 “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Colosenses 3:13 Pablo, entendiendo la clase de perdón de Dios, él establece un fundamento para el perdón. Ustedes perdónense unos a otros, de la misma manera, que el Padre los perdonó en Cristo o que Cristo mismo los perdonó. Si él o ellos lo hicieron, ustedes tienen que partir de esa clase de perdón para poder experimentar, lo que se siente perdonar de veras. Por eso, hablar de perdón, no es hablar de la frase que sale de nuestra boca. Yo perdono a fulanito de tal por lo que me hizo, no. Eso tiene que ser el resultado, de una comprensión mayor y de una seguridad interna de que yo me siento perdonado por Dios y con la misma clase de perdón yo estoy dispuesto a perdonar. Porque sino esa frase, perdono a fulanito de tal, se queda solo en palabras. Vamos a seguir vayan por favor a 2° corintios 5 desde el versículo 14, dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, (o nos obliga dice en la nueva versión internacional o bien podría decirse nos aprieta sujetadamente) pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. 2° corintios 5:14-15 Nos vamos a detener, pero deje su Biblia, abierta porque tenemos que leer más versículos. Cuando está hablando aquí Pablo, de los que viven, ¿De quienes está hablando? ¿Usted que piensa? de los salvos, muy bien ¿Por qué de los salvos?, porque aquellas personas que todavía no han reconocido a Jesucristo como Señor y salvador y todavía no le han entregado su vida están muertos, dice la Biblia, en sus delitos y pecados. Espiritualmente están muertos, aunque sigan caminando. Los que viven aquí es aquellos que primeramente pasaron por la experiencia de la cruz, no solo por reconocer que Cristo murió, sino porque ellos mismo se saben muertos, en esa misma cruz. Por eso Pablo dice, el amor de Cristo nos obliga, pensando de esta manera si uno que Jesús murió por todos, luego todos murieron. Lo que Pablo dice es, cuando Jesús murió, la humanidad entera estaba muriendo con Jesús. Esa muerte espiritual, a causa de los pecados, estaba siendo a su vez, clavada en la cruz, para que ya no tenga efecto sobre aquellos, y ahora sí, que creyeran en Cristo y le entregaran su vida. Por eso, como esta obra de Jesús fue por toda la humanidad. Cuando Él murió, todos murieron y los que ahora vivimos, porque le hemos entregado nuestra vida al Señor y hemos muerto en esa área de nuestro ser, llamada pecado o naturaleza de pecado, ahora sabemos que vivimos, porque la vida de Cristo ha venido a nosotros. Pero hay una particularidad, Él murió por todos para que nosotros que vivimos ya no vivamos ¿Para quienes? para nosotros, ¿Sino para quién? para Cristo, porque dice para aquel que murió y resucitó por ellos. Ahora se va a poner un poquito más denso, lo que le voy a explicar, pero sígame por favor. Cuando nosotros hemos recibido una herida, de cualquier tipo, una ofensa de cualquier tipo, ¿Qué es lo que quedo marcado de nuestro ser? ¿Qué área de nuestro ser quedo marcada por la ofensa?, el alma. No importa que tipo de ofensa, la ofensa pudo haber sido física, hay niños que son violados, cuando son niños, la ofensa fue física. Violado sexualmente, me estoy refiriendo, la ofensa fue física; ¿Pero cuando esos niños son adultos, tiene algún problema en su físico?, no. Cargan con la culpa, porque su alma se siente indigna por esa ofensa. Lo que queda marcado por una ofensa es nuestra alma, pero ahora les va, cuando Jesús estaba muriendo aun nuestra alma con todos sus sentimientos estaba quedando clavada en la cruz. Porque lo que ahora recibíamos, a partir de la resurrección de Cristo, era la misma vida de Cristo victoriosa, poderosa y resucitada que venía a morar dentro de nosotros. Para que ahora, los que vivimos por nacer de nuevo no vivamos para nosotros, porque la vida de Cristo esta hay. Vivir para nosotros, cuando la vida de Cristo está adentro, es el mayor de los egoísmos de un ser humano. Cuando la vida de Cristo esta acá, yo ya no puedo vivir para mí, ahora tengo que vivir para aquel que murió y resucitó, por mi. Pero, ¿Por qué vivo ahora?, ¿Por qué tengo vida?, alguien que me responda. ¿Por qué tenemos vida?, por Cristo. ¿Por qué por Cristo tenemos vida?, ¿Qué nos dio?, su misma vida. Si él no nos hubiera dado, esa vida, seguiríamos muerto mi hermano, cantando, alabando, adorando, leyendo la Biblia y orando, muertos acá dentro, muertos. Ahora vivimos, porque la vida de Cristo esta en nosotros. Para ser verdaderamente libres, dando el perdón que Dios nos a dado, lo que debo entender, es que todo lo que yo era, quedo clavado en la cruz. Ahora si alguien quiere ofenderme, no me ofende a mí, ofende la vida que tengo dentro, la misma vida de Cristo. Le pregunto, ¿Cristo es ofendidizo?, ¿Cristo le da vuelta la cara a alguien, porque lo miró mal y no lo saludo al final de la reunión?, no. Él sigue amando incondicionalmente, ¿Sí o no? Ese Cristo está dentro tuyo y está dentro mío. Cuando yo recibí la nueva vida de Cristo ahora lo único que requiero es ser gobernado por el Espíritu Santo. Cuando soy gobernado por el Espíritu Santo la cosa funciona de esta manera. El Espíritu Santo gobierna mi espíritu humano, que volvió a la vida por la vida de Cristo, mi espíritu humano, que volvió a la vida y conoce la comunión con Dios, es quien debe gobernar mi alma y el área de mis sentimiento, mis emociones y por ende también ser dominado mi cuerpo. Por eso tampoco, cuando vivimos gobernados por el Espíritu, ya no se nos antoja pecar. Ya no que queremos pecar nos, nos gusta el pecado porque el pecado va en contra de nuestra naturaleza. Y usted me dirá, ¿Cómo en contra de nuestra naturaleza, si la Biblia dice que tenemos naturaleza de pecado? Sí, pero yo no estoy hablando de ésa, porque ésa quedo crucificada, nosotros ahora tenemos la naturaleza de Cristo, la naturaleza divina. Entonces pecar va en contra de nuestra naturaleza, ahora la verdadera naturaleza que tenemos es la de Cristo en nosotros. Es más, escúcheme muy bien, ¿La vida de que Jesús o de que Cristo hemos recibido?, esto es algo más que el Señor me mostró en esta semana. ¿Qué vida, de que Cristo recibimos?, del resucitado, ¿Alguno de nosotros recibió la vida del Jesús terrenal antes de morir?, no. Por eso la Biblia nos asegura que estamos sentados en los lugares celestiales. Por eso Jesús, después de resucitar, se le apareció a los que estaban reunidos y, ¿qué hizo? Espíritu Santo. Pero no estaban recibiendo el bautismo con el Espíritu Santo, porque ninguno de ellos hablaba en lenguas en ese momento, ninguno magnificó a Dios en ese momento, estaban recibiendo la vida de Cristo porque Él había resucitado. Hasta que fue a la tumba Él no podía dar ninguna clase de vida, aun habiendo muerto, Él tampoco podía dar vida, necesitaba resucitar. Entonces, ¿La vida de que Cristo hemos recibido?, la del Cristo resucitado. El Cristo resucitado ¿Venció a la muerte?, ¿Venció al pecado?. Ni siquiera Dios te ha dado la vida del Jesús terrenal porque el Jesús terrenal, tuvo que padecer, por tu pecado y mi pecado. La vida que Dios te dio es la del Cristo resucitado, glorificado que ahora no se duele más por el pecado, ni por la ofensa, ni si quiera tú tienes la posibilidad de quedarte herido. Porque recibiste la vida de un Cristo, que todo lo perdonó cuando resucitó, y que miró con libertad a la humanidad porque ya la había rescatado. Si hubiéramos recibido la vida del Jesús terrenal, podríamos tener derecho a ofendernos, porque Jesús podría decir ¿A mí, cuánto me lastimaron por culpa de todos ustedes?, ¿Cuánto me hicieron?, ¿Cuánto me insultaron?, ¿Cuánto me injuriaron? Jesús, ese Jesús terrenal, nos podría decir, ¿tú sabes cómo me dolieron los latigazos?, ¿tú sabes que feo fue tener una corona de espinas clavada en la cabeza? ¿Tú sabes cómo me sentí cuando me estaban clavando las manos y los pies? Tendríamos derecho a ofendernos, pero esa vida no es la vida que Dios nos heredó. Nos heredó la vida del Cristo resucitado, que había vencido y que solamente quería derramar su amor, su victoria y su poder sobre todo aquel que creyera en Él. Por eso, no es legal que yo siga estando ofendido por nada. Porque mi vieja vida quedó ahora crucificada y yo ahora tengo una nueva vida. Sigo leyendo, vamos a leer 16: “De manera que nosotros de aquí en adelante no conocemos a nadie según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. 2° corintios 5:16 Fíjese bien lo que está diciendo Pablo, de manera que ahora que vivimos por y para Cristo; a nadie conocemos según la carne, a todos los conocemos según el Espíritu. Entonces yo no puedo decir, es que mi papá fue un tirano conmigo; porque no es la misma opinión que Dios tiene de tu papá. ¿Estoy siendo claro?, necesito que esto sea claro, para todos. Porque no estoy queriendo dar un mensaje más, estoy queriendo que podamos ser libres y que el poder de la palabra pueda cortar cualquier soga que nos mantenga atados. La ofensa que me hicieron pudo haber sido muy grande, muy dolorosa, muy triste, sí está bien. Aún si nosotros no corriéramos estos riesgos, Pablo no hubiera dicho, perdónense unos a otros de la manera que Dios los perdonó, le estaba hablando a los cristianos y a las iglesias. Quiere decir mi hermano, que tú me puedes amar mucho y yo a ti, pero posiblemente yo cuando baje, te diga algo que no te agrado, y te ofendí y ni cuenta me di. Y tú que vas a decir, ahora conocí el lado oscuro del pastor, no. Es que yo también me puedo equivocar, yo también puedo salirme por un ratito del gobierno del Espíritu Santo y estar cansado, hastiado, podrido, diríamos los argentinos. Y ya no aguante y justo me viniste a saludar, en el momento que yo había llegado al tope, me viniste a saludar y en ese momento me la agarré contigo. Estoy siendo real, porque esto es la vida de la Iglesia. Por lo tanto, ni tú ni yo podemos mirar a nadie, empezando por la misma Iglesia y siguiendo por cualquiera; yo no puedo ver a nadie de acuerdo a los ojos de la carne, porque la carne esta crucificada. Yo ahora tengo que ver a la gente de acuerdo a los ojos del Espíritu. Por eso Pablo dice, ahora que sé que estoy muerto con Cristo, en mi naturaleza, en mi alma, en mis sentimientos, estoy muerto; pero ahora vivo espiritualmente por Cristo, por su vida y para Él. Yo ahora no conozco a nadie según la carne. Dice más, aun si a Cristo conocí según la carne, ya no lo conozco así. ¡Sabes por qué?, porque aun yo a Cristo lo puedo juzgar según la carne. Yo puedo tomar un pasaje de la escritura y decir no estoy de acuerdo con esto que dice, a mí se me hace que así no puede ser, como la Biblia. Dice, es muy fuerte, muy categórico, demasiado imponente. Con esto yo no estoy de acuerdo, que la Biblia dice. Estas conociendo a Cristo según la carne, porque a tu carne no le gusta lo que la palabra dice. Pero la palabra es verdad, la mires al derecho al revés, la leas como quieras. La palabra es verdad, ni tú ni yo la podemos cambiar de acuerdo a nuestra visión. Por eso cuando nosotros seguimos arrastrando heridas de nuestro pasado, es que no hemos declarado, que nuestra vieja naturaleza está muerta con Cristo. Y seguimos siendo personas ofendidizas, me sigue lastimando, me duele, me acuerdo de lo que me hicieron y es un profundo dolor. Y a veces, es tanto el dolor que queremos contagiar a los demás, con nuestro dolor. Lo narramos, de tal manera, que el otro ya siente lo mismo que yo siento, porque el dolor es tan fuerte y tan intenso. El perdón de Dios es el que dice, yo perdono y nunca más me acuerdo de esas faltas, aunque me vuelvas a hacer la misma falta, aunque me vuelvas a ofender de la misma manera, yo nunca más voy a tenerla en cuenta. Dice el versículo 17: De modo que si alguno está... ¿En quién?. Esto mi hermano ya no lo repita de memoria, porque este versículo lo sabemos de memoria, pero no lo repita de memoria. Piénselo por un momento, permítale al Espíritu Santo, que le muestre el secreto de este versículo y esta frase. Si alguno está en Cristo, en la nueva vida victoriosa y sobre natural que hemos recibido de Él. No si alguno está en sus sentimientos, en sus pensamientos, en sus emociones, en su vieja naturaleza; porque así nada va a ocurrir. Si alguno está en Cristo, viviendo por esa vida y no por la vida natural. Esto es bueno también para aquellos que sepan, que están medios flojitos en su relación con el Señor, que las cosas están más o menos. Sabes que te digo, es tiempo de ponerte a cuenta con Dios. No importa la circunstancia, no importa los motivos, Dios te puede llegar a comprender los motivos. Pero Él ya tiene una verdad que sobrepasa a todos tus motivos. ¿Quieres que te vaya bien?, tienes que estar en Cristo, no es hermano cumplir, no es un ministerio. La vida de Cristo, es mucho más que eso, no es tu mejor sonrisa, no es un abrazo amoroso, es la vida de Cristo fluyendo a través tuyo. Si tu estás viviendo por esa vida y estás en Cristo, yo te puedo asegurar ninguno de tus días, puede ser común, todos tus días van a tener una particularidad, departe de Dios para ti. Si tu estás viviendo una vida rutinaria, que no pasa nada, posiblemente no estás viviendo en Cristo. Estás viviendo en tu manera de pensar, estás desarrollando la vida como más o menos crees que tiene que ser, pero has dejado al gobierno del Espíritu Santo a un costado. Tienes que permitir que el Espíritu te gobierne por entero, porque si el Espíritu no te gobierna, la vida de Cristo no sale a luz. Y si la vida de Cristo no sale a luz, muchas cosas el diablo permitirá, hasta que alcance destruir. Sólo si estamos en Cristo somos invencibles, y no estoy exagerando. Cuando estamos en Cristo, el diablo dice, yo no puedo hacer nada, no lo puedo tocar, no puedo; llegar las flechas siempre van a ir para otro lado, aunque yo tenga buena puntería, dice el diablo, porque está en Cristo y con Cristo yo no puedo porque ya me venció. Pero tropiezo una vez, tropiezo dos veces, mil, cuarenta millones, es porque no estoy en Cristo. Fíjate qué pasa cuando estamos en Cristo, si alguno está en Cristo, ¿Qué dice?, nueva criatura es, ¿Está en pasado o presente? Este versículo no se aplica al día en que conociste a Jesucristo como salvador. Este versículo se aplica a todos tus días, si hoy yo estoy en Cristo hoy soy una nueva criatura, porque la vida de Cristo esta activando en mí. Tú mañana levántate y decide vivir tu día, por tus impulsos, por tus pensamientos, entonces no vas a ser una nueva criatura, vas a ser las mismas cosas que hacen los de afuera, se van a volver a repetir en ti. Porque el único secreto es estar en Cristo, si estoy en Cristo todos los días soy nueva criatura. Y ¿Qué dice después? ¿Las cosas viejas? ¿He aquí todas son hechas? Te pregunto ¿Las cosas viejas que pasaron, incluye la ofensa de tu papá y tu mamá? ¿Incluye la herida de tu esposo y de tu esposa? Las cosas viejas, si alguien me ofendió ayer, el día de ayer sábado, es parte de mi pasado. Hoy yo estoy en Cristo y soy una nueva criatura, hoy, aun el día de ayer sábado, para mi paso y para Dios también. Las cosas viejas pasaron, todas son hechas ¿Qué? Nuevas. Mi hermano, esto no es para el que no conoce al Señor, esto es para los que ya somos hijo de Dios, porque Pablo le está hablando a los corintios. Todas las cosas son hechas nuevas, ¿Sabe qué significa la palabra "nuevas"? Significa no usado, fresco, novedoso, nuevo en cuanto a forma o calidad y no en cuanto al tiempo. No es que es algo nuevo, lo que Dios hace en mí, porque lo está haciendo hoy. Es algo nuevo, porque su forma y su calidad de vida, es nuevo para mí; porque yo no vengo arrastrando la misma carga del pasado, por eso es nuevo. Todo puede ser hecho nuevo en nuestras vidas, absolutamente todo, cada día; hay un solo requisito estar en Cristo, para ser una nueva criatura todos los días. Estar en Cristo, no en mi manera de pensar, no en mi razonamiento, por eso es fácil darnos cuenta cuando las cosas no funcionan. Cuando las cosas no funcionan, es porque nosotros nos salimos de la base y del fundamento correcto. Es porque no estamos en Cristo, y no funciona. Tú puedes intentar mil cosas, no te va a funcionar porque no estás en Cristo. Si tú estás parado en Cristo, parada en Cristo, si tú permites que esa nueva vida que recibiste tenga poder sobre ti, todo será hecho nuevo y lo que quedo de un minuto atrás, ya es viejo para Dios no tiene el poder de esclavizarte. Sin embargo nosotros, seguimos atados y esclavizados a recuerdos del pasado y del pasado a veces demasiado lejano, de hace muchos años atrás. Se da cuenta que la sanidad interior, requiere de comprender la validez que tiene la nueva vida de Cristo que hemos recibido. Sino lo único que hacemos es repetir una frase; ahora tú di, perdono a fulanito de tal por lo que me hizo. Nosotros lo hacemos, perdono a fulanito de tal, pero si yo no estoy convencido y no estoy entiendo el perdón, como Dios me ha dado el perdón, a mí; eso va a seguir siendo una herida abierta en tu alma, en tu corazón. Porque tu tendrás a flor de piel tu vieja naturaleza y tu manera de pensar y tu manera de ser. No estarás permitiendo que la nueva vida de Cristo pueda transformar toda tu vida. Dice después: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 2° corintios 5:18-21 Mi hermano, tú y yo, la pretensión de Dios es que seamos embajadores suyos; embajadores que hablan de la reconciliación que se puede obtener con Dios. Cuando yo no perdono como Dios me ha perdonado, por eso sigo teniendo atada la gente, porque esa gente queda ligada a ese pasado. Por eso, aquellos que no reconocen a Cristo, si no lo hacen antes de morir, irán al infierno; ¿Por qué? Porque están atados a sus pecados, el pasado los ata. Si tú y yo no perdonamos, atamos a las personas; las atamos de tal manera, que nosotros siendo embajadores para reconciliar a la gente con Dios, estamos condenando a la gente para que no pueda conocer a Dios. Escúchame muy bien, si tú y yo no somos libres y vivimos por la vida de Cristo, no podemos ser embajadores de la reconciliación. Por eso lo más probable es, que cualquiera de esas persona que nos haya hecho daño o nos haya herido, cualquiera de esas personas no reconozca a Cristo, ni lo quiera reconocer; porque esa persona sigue atada por nuestra falta de perdón. Por eso dice, que en Cristo, Dios no estaba tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados. Por eso cuando Dios nos ve, siempre nos ve a través de Cristo; porque si quitara a Cristo de en medio enseguida Dios diría, no, pero ahí está el pecado todavía. Pero como el pecado quedo crucificado, nos ve a través de Cristo y dice limpio, puro. Por eso Dios dice al final, Jesús que fue hecho, por nosotros lo hizo pecado. No solo cargo el pecado, el mismo fue hecho pecado por nosotros; ¿Para qué? para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios. A mí me gusta decir soy justo y estoy justificado pero de la misma manera; ahora yo tengo que poder decir veo a quien me ofendió, vuelvo a recordar las palabras, viene a mi mente la ofensa y yo estoy libre, porque he perdonado con la misma clase de perdón que Dios me perdonó a mí. Vuelvo a decir, que según yo, esto no es demasiado difícil de en tender pero es demasiado importante de aplicar; porque sino lo aplicamos muchos de nosotros seguiremos atados. Y habrá algunos lazos por allí, que la espada de la palabra por la acción del Espíritu hoy quiere romper con esos lazos; pero si nosotros no lo permitimos esos lazos nos seguirán atando y aunque somos águilas preparadas para volar y para tener una visión muy particular seguiremos amarrados al piso, a nuestras circunstancias, a nuestra vida, a nuestro pasado. Por eso yo creo que, una de las cosas que debemos entender, es que si Dios ha venido a nosotros, para hacernos libres, nosotros no podemos permitir ni que el más mínimo punto, de nuestra vida nos este atando; la libertad de Cristo es absoluta y total. La nueva vida de Cristo, que hemos recibido, es esa vida sobrenatural, victoriosa, de poder para que nosotros no estemos atados a la vieja vida, la cual quedo crucificada. Yo no sé, con precisión, cuántos de ustedes puedan encontrar que aun siguen atados o están atados por algún hecho, alguna circunstancia, alguna ofensa o alguna herida, que todavía no pueden mirar el dedo y decir, sí, aquí está la herida, pero no me duele y no me afecta, lo aprieto lo toco lo uso, y todo está bien. Cuando miras el dedo y dice, realmente cómo me sigue doliendo, que feo se siente. Si todavía estás así, quiere decir que hoy es día de perdonar, con el mismo perdón que Dios te perdonó, para que tu vida pueda caminar con la libertad de Cristo. Pero sabes porque además, para que aquellas personas que te pudieron haber ofendido, también puedan ser libres y el Espíritu Santo, pueda hacer lo que tiene que hacer, en sus vidas. La vida de Cristo que hemos recibido, de la cual estamos hablando tanto en este último tiempo, es una vida que tiene que explotar adentro de nosotros; no puede quedar retenida. Por eso cuando hay cosas que no están resueltas, nosotros lo que hacemos es apagar esa vida. Porque al vivir por nuestro entendimiento y por nuestro esfuerzo esa vida ya no puede fluir, nosotros mismos la estamos dejando apagada, contristada dentro de nuestro interior. No importa cuánto Dios te pudo haber prometido, te pudo haber hablado de las mayores y más grandes cosas y tú estás expectante anhelas que se cumplan; pero solo se va cumplir si estás en Cristo, no fuera de Él. Por eso la Biblia dice que las promesas de Dios son sí y amén, ¿en quién?, en Cristo. Ponte algún día a analizar las veces que las cartas de Pablo y otras cartas, usan la frase "en Cristo", apuntalas. Te vas a dar cuenta, que permanentemente, el Señor nos lleva a vivir en la realidad de que hemos recibido una nueva vida. Y que ya no podemos vivir por la vieja vida que ha quedado crucificada para Dios, junto con todos los pecados, por los cuales el Señor pagó. Por eso, yo quisiera en este momento, dar un tiempo a todos y cada uno de ustedes. Primero para que aquellos, como mencione en un momento durante el mensaje, sepan que su vida está más o menos tibia para con Dios. Que no están teniendo una verdadera relación con el Señor, ni teniendo la intención de agradar a Dios en todo. Sino que más bien están buscando a Dios cuando las cosas se ponen difíciles, pero cuando las cosas más o menos marchan normales, hay nos la llevamos. Para este tipo de personas que esté aquí, es necesario el día de hoy, es imperioso, que tú decidas vivir por la vida de Cristo y declares tu vieja naturaleza muerta y clavada en la cruz esto, es lo primero. Lo segundo, es que cualquiera de nosotros que esté aquí arrastrando culpas del pasado, heridas, malestar, dolor por circunstancias, por ofensas, por palabras, por actos, por lo que fuera, tú puedas entender que recibiste una vida nueva en Cristo, y que lo único que Dios quiere es que perdones, de la misma manera que Él te perdonó a ti. Que puedas decir yo perdono a... pero lo digas sabiendo que nunca más eso va a volver a afectarte. Que aunque te encontraras con esa persona por la calle, vas a tener la libertad de mirarlo o mirarla a los ojos. Que si mañana te vuelve a hablar por teléfono, no vas a sentir un escalofríos por todo el cuerpo, y cuidándote haber que te va a decir, y haber sino te vuelve a ofender. Sino que estarás viviendo en la libertad de Cristo, porque aun tu alma, tus pensamientos, tus emociones, están sujetas al gobierno del Espíritu, en tu vida. Por eso yo voy a ir al teclado, voy a comenzar a tocar; y yo voy a permitir que cada uno de ustedes pueda meditar un tiempo en el Señor, cada uno, sin excepción. Esto que el Señor me mostró es para todos, cualquiera de los que estamos aquí, podemos estar atados, a situaciones del pasado. Cualquiera de los que estamos aquí puede haber declarado perdonar, cuando en el fondo sigue sintiendo el mismo dolor, si se acuerda de la ofensa. Eso muestra que todavía está siendo atado o atada por ese hecho y por esa circunstancia. Permite que el Espíritu Santo te haga sentir, si así me lo permites expresar, lo mismo que Cristo siente hoy. Cristo no está acusando a la humanidad, porque él murió por ella. Cristo está brindándole su amor, su misericordia y su paciencia, para que todos puedan arrepentirse y creer en Él. Yo quiero permitir este tiempo, en el Nombre de Jesús: Que sus vidas han quedado atadas en algunas circunstancias particulares y hechos especiales y concretos de su pasado; y que sus vidas han quedado ancladas en ese punto, en ese momento, en esa ofensa, en esa herida. Aquellos que entienden que, por el Espíritu Santo somos libres para poder perdonar con el mismo perdón que Dios nos ha dado. Y los que entendiendo esta verdad, están dispuestos a perdonar de esta manera, para no seguir arrastrando ese peso del dolor, de la herida, de la carga, del malestar, de la incomodidad aun de la culpa, por aquella herida. A todos ellos, yo quisiera pedirles, que se pongan de pie delante del Señor, para estar dispuestos y decididos, a perdonar como Dios les ha perdonado. Esto incluye también a aquellos que saben que sus vidas, están siendo tibias, para con Dios. Aquellos que entienden que la vida de Cristo, que han recibido, es mucho más poderosa que la realidad que ustedes están viviendo. Es el tiempo, es el momento, que puedan creer que esa nueva vida de Cristo, que han recibido, los puede hacer personas sobrenaturales cada día; vencer toda circunstancia, vencer aun todo temor. Es muy notable, que cuando todavía estamos aferrados, a algún hecho de nuestro pasado, a alguna herida; una de las cosas más particulares que nos ocurren es que tenemos miedo. Miedo a lo que somos, porque nos sentimos culpables, y miedo al futuro, porque creemos que no vamos a poder cumplir satisfactoriamente con la perfecta voluntad de Dios. Si tú sabes que muchas veces viene un miedo muy particular a tu vida y a tu corazón, tienes que entender que la Biblia declara, que no hemos recibido un espíritu de temor, sino que hemos recibido un espíritu de amor, por el cual podemos perdonar como Dios nos perdonó. Un espíritu de poder por el cual podemos andar en la vida de Cristo todos los días sin excepción y sin fracasar. Y que hemos recibido también un espíritu de dominio propio, para sujetar todos nuestros pensamientos y nuestras acciones al gobierno del Espíritu Santo. Yo quisiera permitirles, a todos ustedes que están de pie, que pudieran orar a Dios, específicamente cada uno. Y si es necesario perdonar, alguna o algunas personas, a las cuales creyeron haber perdonado; pero esas personas están arraigadas a su mente, a su corazón; porque hoy han entendido este verdadero perdón. Que ahora lo puedan decir, pero con la convicción, que les da el Espíritu Santo. Y ahí en su lugar oren a Dios y le digan: Señor, a partir de hoy verdaderamente perdono, a tal, a cual, por aquella ofensa que he recibido. Y nunca más voy a pensar, de él o de ella, de acuerdo a los ojos de mi carne. Sino que ahora voy a ver a esa persona, con los ojos de Cristo; para que aun mis oraciones a favor de ella, puedan ser efectivas delante de ti y Tú puedas responder. Por eso quiero pedirles que oren al Señor, como deseen hacerlo, oren allí donde están. Perdonen a quien tengan que perdonar y hagan lo que el Espíritu Santo les esté indicando en este momento, para hacer verdaderamente libres; y que la vida de Cristo pueda fluir en cada uno. Ministerio Apostólico-Profético "Generación en Conquista"