Vivir en paz - Web Art Teatral

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VIVIR EN PAZ
(Farsicomedia)
MARTÍNEZ BALLESTEROS
Personajes
MENDIGO
GOLFANTE
LA VOZ
La vía pública. Ëpoca actual.
Ruido de gente y de tráfico. En el centro
del escenario se encuetra un Mendigo
zarrapastroso, de rodillas, con los
brazos en cruz. Un cartel al cuello que
dice: “Ciego de nacimiento”. Gafas
negras. Unos cartones de embalaje
alrededor, como si hubiera pasado la
noche tapándose con ellos. Anochece.
Se oyen pasos humanos que, poco a
poco, se van amortiguando.
MENDIGO: ¡Una limosna por caridad
para un pobre ciego!...
(Entra un golfante, como
huyendo, mirando a un lado y a otro,
con un bolso de señora en la mano. Se
tranquiliza. Luego se dirige al
mendigo.)
GOLFANTE: (Que es un chico joven.)
¿Ha visto usted si ha pasao por aquí...?
¿Qué coño va a ver usted, si es ciego?
MENDIGO: ¡No hay prenda como la
vista!
GOLFANTE: Ahórrese el esfuerzo
lastimero, hombre, que ahora no pasa un
alma.
MENDIGO: (Bajando los brazos.)
Pasabas tú y creí que...
GOLFANTE: Pues no se crea usted
nada, que a mí no me engaña.
MENDIGO: ¿Engañar, yo? La limosna
es voluntaria. Soy un hombre honrado
que prefiere pedir a... ¡A andar por ahí
robando bolsos! Es menos peligroso.
GOLFANTE: ¿Y quién anda robando
bolsos?
MENDIGO: ¡Ah, tú sabrás!
GOLFANTE: ¡Yo qué voy a saber,
hombre, yo qué voy a saber! Eso lo
sabrá usted, porque yo...
MENDIGO: (Cortándole.)
Tienes
razón. Lo sé.
GOLFANTE: (Escamado.) ¿Qué es lo
que sabe usted?
MENDIGO: El olfato. Es lo que me
permite siempre adivinar lo que la
visión me oculta. Y no suelo
equivocarme.
(Empieza a olfatear de forma
ostentosa.)
GOLFANTE: ¿Ah, no? ¿Y qué es lo
que olfatea usted ahora, señor perro
pachón?
(Intenta esconder el bolso entre
sus brazos.)
MENDIGO: Donde no me llega la vista
me llega el olfato. Es de piel de
camello.
GOLFANTE: ¿El qué?
MENDIGO: El material.
GOLFANTE: ¿Qué material?
MENDIGO: El del bolso que llevas.
GOLFANTE: ¡Yo no llevo ningún
bolso!
MENDIGO: ¿Ah, no?
GOLFANTE: (Se le queda mirando,
duda.) Bueno, sí. Esto es un bolso. ¿Y
qué? (Pausa. Examina lo que tiene en
las manos.) No es de piel de camello.
MENDIGO: ¡Pero es un bolso!
GOLFANTE: ¿Y qué tiene de
particular? No soy el único que lleva
bolso.
MENDIGO: ¿De señora?
GOLFANTE: ¿Cómo?
MENDIGO: ¿Llevas un bolso de
señora?
GOLFANTE: ¡Llevo lo que me sale
de...! (Corta su frase y queda mirando
al otro.) ¡Oiga! ¡Usted no es ciego!
MENDIGO: (Quitándose las gafas
negras.) Bueno ¿Y qué? ¿Pasa algo?
GOLFANTE: Pasar, pasar, no pasa
nada, pero...
MENDIGO: ¿Pero qué? ¿No estamos
en una democracia?
GOLFANTE: Eso dicen, pero...
MENDIGO: ¿Qué?
GOLFANTE: También dicen que en
una democracia todos somos iguales.
¿O no?
MENDIGO: (Asintiendo.) ¡Lo dicen, lo
dicen!
GOLFANTE: ¿Y usted se lo cree?
MENDIGO: ¡Nooo! ¡No me lo
creo!...(Queda pensativo.) Eso es todo
un lío filosófico, como diría mi abuelo.
El caso es que si te pones a pensar...(Se
corta de pronto.) ¡Mira, muchachito,
no vengas ahora a complicarme la vida!
¡Con lo ricamente que estaba yo aquí,
tan tranquilo, en mi puesto de trabajo, y
vienes tú a hacerme pensar, con lo que
duele eso... Y, además, con un bolso
robao. ¡Porque es robao, no cabe duda.
¿A que sí?
GOLFANTE: Bueno, robao, robao...
Según se mire. Para que no discutamos,
lo puede llamar usted... un intento
democrático para llegar a la igualdad.
MENDIGO: ¿La igualdad? ¿Y para qué
darle tanto al coco? La igualdad es un
ideal utópico, como diría... ¡Y que hoy
me ha dao por acordarme de mi abuelo
el filósofo! ¡Pues sí, un ideal utópico,
muchachito, y no te pongas cabezón!
GOLFANTE: Utópico, ¿eh? ¡Pues no
hay derecho! Por eso yo...
MENDIGO: (Terminándole la frase.)
Ya. Por eso tú delinques.
GOLFANTE: ¿Que yo delinco?
MENDIGO: ¡Claro que delinques! ¿O
es que tú llamas de otra manera a la
acción de... apropiarse de lo ajeno?
GOLFANTE: (Dudando un poco lo que
va a decir.) Lo llamo... ¡Sí, maniobra
de compensación de capital!
MENDIGO: ¡Mira qué bien!
GOLFANTE: Es algo así como un
camino... hacia la igualdad. ¿No lo cree
usted?
MENDIGO: Yo ya no creo en doctrinas
sociales porque luego traen malas
consecuencias. Pero aléjate de mí, que
no te quiero cerca de mis dominios
cuando te pesque la poli.
GOLFANTE: ¿Usted también ha
delinquido?
MENDIGO: ¿Delinquir, yo? ¡Yo soy un
hombre honrado que me gano la vida
con mi establecimiento!
GOLFANTE: ¿Su establecimiento?
MENDIGO: Pues claro. Este es mi sitio,
mi lugar, mi aparcamiento particular.
(Arregla los cartones a su alrededor.)
Mi refugio. Y no estoy dispuesto a
consentir que un desarrapado como tú
venga a turbar mi paz y tranquilidad.
GOLFANTE: ¿Yo, desarrapado? ¿Qué
me dice? ¿Se ha mirado usted al espejo
con ese vestuario último modelo?
MENDIGO: Este vestuario, donde tú lo
ves, procede del guardarropía del
excelentísimo marques de Pintoyborro,
que fue, hace veinte años... (haciendo
cuentas con los dedos) Sí, veintidós
años hace ya que formó parte del cuerpo
diplomático en la embajada de...
GOLFANTE: (Interrumpiéndole.) ¡La
embajada de la Chimbamba, no te jode!
¡Menos presumir cuando se vive de la
mendicidad, hombre!
MENDIGO: ¿Mendicidad? ¡Esto es un
negocio como otro cualquiera!
JOVEN: ¡Joder, con el negocio! ¡Pero si
no tiene usted ni una perra en el platillo!
MENDIGO: (Dirigiendo su mirada
hacia el platillo de las limosnas.)
Bueno, todo es empezar. (Se mete una
mano en el bolsillo y saca unas
monedas que hace sonar en el platillo
metálico.) Dinero llama a dinero. Así
me doy suerte.
GOLFANTE: (Burlón.) Claro. Todo
negocio requiere un capital inicial para
empezar. ¿O eso es su capital inicial?
¡No es usted más que un iluso!
MENDIGO: ¿Iluso, yo? ¡No te tolero el
cachondeo, mequetrefe! ¡Vete de aquí
de una vez, que me espantas a la
clientela!
GOLFANTE: (Continuando con su
burla.) ¿Clientela? ¿Qué clientela?
MENDIGO: ¡No tengo por qué darte
explicaciones! ¡Y fuera de
mis
dominios cuando te cojan los maderos!
GOLFANTE: ¡Pero si usted es un
hombre honrado! ¿Qué tiene que temer
a la policía?
MENDIGO: ¡Yo no temo a la policía!
Es que si te detienen en los alrededores
de mi finca me harán comparecer como
testigo del robo de ese bolso. Y yo sólo
quiero vivir en paz, sin complicaciones.
¿Te enteras? ¡Vivir en paz! ¡Sin tener
nada que ver con delincuentes!
GOLFANTE: ¡Yo no soy un
delincuente!
MENDIGO: ¿Y ese bolso?
GOLFANTE: ¡Hombre, por una vez!...
MENDIGO: ¿Te das cuenta? Acabas de
confesarte autor de una... ¿Cómo lo
diría yo para no ofenderte? De una...
GOLFANTE: (Dándole las palabras.)
¡Maniobra de compensación! O si lo
prefiere, nivelación de capital.
MENDIGO: Bueno, llámalo equis. El
caso es que la poli te estará siguiendo
los talones.
GOLFANTE: ¡Cá, nadie me ha visto!
MENDIGO: Eso es lo que tú te crees.
Como todos los delincuentes.
GOLFANTE: Oiga, que yo sólo soy
primerizo.
MENDIGO: Con más motivos, porque
los primerizos siempre dejan algún cabo
suelto que los denuncia. Y cuando
menos lo pienses...¡zás!, te zampa la
policía y ¡a la jaula!
GOLFANTE:
(Empezando
a
preocuparse.) ¿Usted cree?
MENDIGO: Yo no creo nada. Sólo
advierto. (De pronto empieza a sonar
algo así como el timbre de un teléfono.)
¿Lo ves? ¡Ya están ahí!
GOLFANTE: ¿Quién está ahí? Yo no
veo a nadie.
MENDIGO: Si lo estoy viendo yo, que
soy ciego. (El timbre sigue sonando.)
¿Cómo no lo vas a ver? ¡Inexperto,
desgraciao! ¡Que eres un inexperto y un
desgraciao y no sabes por dónde te
andas!
GOLFANTE:
(Defendiéndose
del
insulto.) ¡Oiga, que cada uno hace lo
que puede!
MENDIGO: ¡Abre el bolso de una vez,
infeliz!
GOLFANTE: (Como si acabara de
descubrir la pólvora.) ¡Aaah! (Saca un
móvil del bolso, con asombro.) ¡Es este
bicho! (Instintivamente se lo lleva al
oído.) ¡Diga!
MENDIGO: (A la vez.) ¡No contestes,
desgraciao!
(El golfante hace un gesto que
quiere significar que la cosa ya no tiene
remedio y, con el aparato en el oído,
escucha, un tanto asustado, una voz
femenina.)
LA VOZ: ¡Oye, majo, quienquiera que
seas, no te asustes que no te voy a
denunciar! Quédate con el dinero, pero
devuélveme los documentos, el de ene i,
las fotos de la familia y de mi novio...
Ya sabes, esas cosas que no te sirven a
ti para nada. Y no tengas miedo. Si
hacemos un trato y me lo devuelves, no
te denuncio. ¡Que sí hombre, que te
puedes quedar con el dinero! Al fin y al
cabo es lo que querías, ¿no? Te lo
vuelvo a repetir, majete: el dinero te lo
quedas; lo demás me lo devuelves,
¿vale? (Sigue un silencio. El golfante se
queda mirando al Mendigo, como
pidiendo consejo. Vuelve a oírse la voz.)
¡Pero, hombre, dime sí o no!
MENDIGO: (A la vez que le hace con
la cabeza un signo afirmativo.) ¡Te han
pillao!
GOLFANTE: (Precipitadamente, al
telefonillo.) ¡Sí, sí, vale!
LA VOZ: Bueno, ahora viene lo
peliagudo. ¿Dónde nos vemos? (El
golfante vuelve a mirar al mendigo en
petición de ayuda.) ¡Hombre, tenemos
que vernos! ¡No me vas a dejar el bolso
en el suelo para que se lo lleve otro! Me
lo tienes que entregar personalmente
para mayor seguridad. No me voy a
exponer de segundas. ¿Te parece bien
en la misma salida de metro donde me
lo has quitao!
GOLFANTE: ¿No será una trampa?
LA VOZ: No tengas miedo, hombre,
que no es ninguna trampa. Un trato es
un trato. Sólo llamaré a la policía si no
acudes a la cita, ¿te enteras? Así es que
nos vemos.
GOLFANTE: Sí, sí...
LA VOZ: ¡Ah, todavía me queda
pedirte un favor!. Si mientras vienes
tengo alguna llamada, mejor no
contestes. Podría ser mi novio, que es
muy celoso, ¿vale?
GOLFANTE: Vale... (Cierra el móvil.)
¡Maldita sea! ¡Para que inventarán estos
cacharros que ni siquiera le dejan a uno
vivir en paz!
(Registra el bolso. Saca una
carterita de la que extrae un par de
billetes y unas
cuantas
monedas.)
brazos en cruz.) ¡Una limosna para el
pobre ciego! (Suena otro timbre. El
mendigo revuelve en los cartones y saca
un móvil.) Diga... ¡Coño, Eleuteria, otra
vez tú!... ¿No habíamos quedao en que
ya hemos hablao todo lo que tenemos
que hablar? ¿No he sido complaciente
contigo y te he dicho que sí, que te
concedo el divorcio y que consiento que
te entiendas con ese pringao? ¡Ché, ché,
ché, che! ¡Mañana! ¡Mañana nos
ponemos de acuerdo en el despacho del
abogao! Pero no insistas en lo de los
bienes gananciales, que ya te he cedido
mi puesto de pedir en la reja de San
Ginés! ¡Que eso sí que es un negocio y
no este puñetero sitio al que me he
tenido que venir por culpa tuya! ¡Pues
sí, puñetero, porque pasa todo el mundo
de largo y no me como una rosca!
¡Mañana! ¡Mañana en el despacho del
abogao! (Cierra el móvil.) ¡Joder con la
muda! ¡No habla pero se le entiende
todo! (Suspira.) ¡Ay, las mujeres, que
son la ruina de los hombres! (Vuelve a
ponerse con los brazos en cruz.) ¡Una
limosna para un ciego divorciao!... ¡Ay,
Dios!...
TELÓN
MENDIGO: ¿Cuánto hay?
GOLFANTE: Seis mil pesetas. Y unas
monedas.
MENDIGO: ¡Te digo yo! (El golfante
va a salir.) ¿Y ahora dónde vas?
GOLFANTE: ¿Adónde voy a ir? A
devolver el bolso, no sea que se le
ocurra llamar a la poli.
MENDIGO: Te has lucido, majo, te has
lucido. (El otro está a punto de hacer
mutis.) ¡Oye! (El golfante se detiene.)
¿Y no me vas a echar nada en el
platillo? Mira que yo también me puedo
ir de la mui! (El muchacho vuelve sobre
sus pasos y le echa la calderilla.) ¡Que
Dios te lo pague, hermoso! (Mutis de el
golfante. Se oye ruido y el mendigo se
pone las gafas negras y vuelve a
adoptar la misma postura pedigüeña
que al principio, es decir, con los
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