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LA GENERACIÓN REBELDE EN LA
LITERATURA CATALANA
Alex Broch ha sido el primero en trazar un perfil de lo que
podríamos llamar la generación rebelde en Catalunya. Siguiendo el
esquema generacional dictado por Petersen, Broch sitúa la fecha de
nacimiento de los escritores de esta generación en torno a los años 19391955. Se trata, por tanto, de la primera generación de la posguerra
española. Una generación marcada por un sistema político y social y por
unos valores éticos perfectamente definidos: educación religiosa,
represión sexual, nacionalismo españolista, anti-comunismo,
autoritarismo, ley y orden social, importancia de la familia, e t c . .
El período de formación de esta generación se situaría entre los
años 1966-1975, es decir, los últimos años del sistema franquista. La
primera fecha se corresponde al año de la "capuchinada" en Barcelona.
El encierro en el convento de los Capuchinos de Barcelona el 9 de Marzo
de 1966 supuso el primer "acto público" de una oposición democrática y
nacionalista que hasta entonces había permanecido e n c u b i e r t a , y
significó para los jóvenes que vivieron aquellos acontecimientos una
definitiva "toma de conciencia" política. A partir de este momento los
acontecimientos se sucedieron: Mayo francés de 1968 y manifestaciones
en Cataluña, formación de la Asamblea de Catalunya, proceso de Burgos
de 1970 y encierro de los intelectuales c a t a l a n e s en M o n t s e r r a t ;
fusilamiento de Puig Antich en 1973; muerte de Franco y triunfal
regreso de Tarradellas en 1976... Este es el marco histórico en el que se
desarrollan las primeras novelas de Montserrat Roig.
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LA GENERACIÓN REBELDE EN I ^ LITERATURA CATALANA
Otra de las características que señala Broch, siguiendo el
esquema generacional de Fetersen, es la importancia de un "guía" o
predecesor que toda generación necesita a la hora de orientar sus
primeros pasos. Más que ningún otro, la figura de Josep María Castellet
podría señalarse como la persona cuyo magisterio orientó los pasos de
esta generación, en terrenos tan diversos como la poesía, el ensayo o la
novela misma.
Toda generación necesita también un lenguaje en común, es
decir, un sistema expresivo que identinque y aglutine a todos sus
miembros. En el caso de esta generación podríamos decir que el nexo en
común que tenían fue su rebeldía generacional, la ruptura total y
violenta con el mundo de sus padres y el sistema franquista en el que se
habían criado. Ello generó unas formas expresivas que tienen en común
la ruptura violenta de las formas expresivas anteriores, la voluntaria
"transgresión" de todos los límites, es decir, de todos los valores que la
sociedad había impuesto.
En este sentido, habría que hacer una importante diferenciación
entre lo que estaba ocurriendo en Barcelona y lo que ocurría en aquellos
años en Madrid. La búsqueda de la "transgresión" era, desde luego, la
nota dominante en los jóvenes escritores que, en aquellos a ñ o s ,
empezaban a escribir sus primeras novelas. Pero en Madrid esta
transgresión se manifestaba sobre todo en el terreno formal. Francisco
Umbral, que podría considerarse como el miembro más viejo de esta
generación, se manifestaba en contra de la novela como género literario,
rechazaba así la larga etapa de realismo social que durante tantos años
había primado en la narrativa española y buscaba nuevas fórmulas
narrativas, inspiradas en la antigua picaresca. El Giocondo (1970) es la
novela de "transgresión" por excelencia, en el sentido de que en ella se
están continuamente transgrediendo los límites que separan "vida" y
"literatura". Igual preocupación formal muestra Guelbenzu en El
Mercurio (1968) que, más que una novela, es una reflexión sobre el
género narrativo en sí mismo. De la novela como testimonio de la
realidad se pasaba a la novela como forma de auto-conocimiento,
siguiendo el esquema trazado ya por Qortázar en Rajuela (1963).
En Barcelona, esta novela de la "ruptura" y la "transgresión"
adquiría un cariz muy distinto. Era una novela mucho más "engagé" no
tanto en el sentido estrictamente político de la palabra sino en un
sentido más amplio. Terenci Moix puede considerarse como el primer
escritor "transgresor" de esta nueva generación literaria catalana.
Desde El sadismo de nuestra infancia (1970), pasando por Mon Másele
RAMÓN BUCKLEY
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(1972) hasta culminar en La increada conciencia de la raza (1973) su
obra puede considerarse como un tremendo alegato no ya contra el
franquismo y su sistema de valores sino contra la misma burguesía
catalana que, en aquellos momentos, e s t a b a en pleno d e s p e r t a r
nacionalista. Se equivoca Alex Broch al señalar que, en aquellos años,
"no hi havia cap escletxa greu en el teixit social cátala". La publicación
de las novelas de Moix y el escándalo que causaron en la burguesía
b i e n p e n s a n t e c a t a l a n a d e m u e s t r a , muy a l a s c l a r a s , q u e la
"transgresión" de Terenci no era sólo contra el sistema político impuesto
desde Madrid, sino contra toda una sociedad y unos valores compartidos
también por la burguesía barcelonesa.
En el caso de Montserrat Roig, la ruptura formal tampoco se
produce. Al contrario, Roig se muestra partidaria de la novela en sus
formas más tradicionales, acercándose incluso al tipo de n a r r a t i v a
propio del relato decimonónico. En sus tres primeras novelas desarrolla
una extensa "saga familiar" de la familia M i r a l p e i x - C l a r e t . La
"transgresión" no está aquí en el terreno formal sino más bien en la
óptica desde la que Montserrat Roig contempla el devenir de una familia
catalana durante todo un siglo. Roig contempla la historia desde un
punto de vista femenino, contempla a la mujer como víctima de una
historia escrita por hombres. Esta visión de la mujer como "perdedora"
en la historia explica la afinidad que Roig siente por otros personajes
perdedores, como el largo trabajo que dedica a los catalanes en los
campos de concentración nazi.
Resulta inevitable comparar la obra de Montserrat Roig con la
de su más ilustre predecesora en la narrativa catalana, Mercé Rodoreda.
Roig ha admitido en más de una ocasión la gran deuda que tiene hacia
Rodoreda. Y, sin embargo, salta a la vista que, a pesar de que se trata de
la obra de dos mujeres de la burguesía catalana, su obra es radicalmente
distinta. Rodoreda es la gran narradora de la femineidad, o mejor dicho,
desde la femineidad. La "mirada" esencialmente femenina de Rodoreda
lo impregna todo, tanto la descripción como la acción misma de sus
obras. Podríamos decir que Rodoreda es femenina sin proponérselo, que
su femineidad es espontánea y natural y se trasluce en cada una de las
palabras de sus novelas.
De la "femineidad" de Rodoreda pasamos a! "feminismo" de
Roig. La "femineidad" es una condición; el "feminismo" una atribución,
una toma de conciencia, si se quiere, de la propia "femineidad", una
reivindicación. Por eso Roig, a diferencia de Rodoreda, escribe con
beligerancia. Si Rodoreda escribe sobre la relación de los sexos, Roig es-
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LA GENERACIÓN REBELDE EN LA LITERATURA CATALANA
cribe sobre la guerra de los sexos, una guerra en la que, tal y como
apuntábamos antes, la mujer suele ser la perdedora. Dicho de otra
manera: Roig, que toma a Rodoreda como su "maestra", la supera y, en
cierto modo, la rechaza. De la mujer-pasiva de Rodoreda pasamos a la
mujer-activa de Roig, la que pretende erigirse en protagonista de su
propio destino a u n q u e éste no sea p r e c i s a m e n t e h a l a g ü e ñ o . Es
interesante constatar que en sus últimas obras (La Opera Cotidiana. La
Voz Melodiosa), escritas ya en los años ochenta, Roig reniega de su
feminismo radical, y se acerca de nuevo a aquella "femineidad"
propugnada por Rodoreda. Se produce así una "reconciliación" entre
"maestra" y "discípula", que suele producirse en el período de madurez
de esta última, tal como s e ñ a l a Harold Bloom (The Anxiety of
Influence).
Terenci Moix y Montserrat Roig, desde la homosexualidad y el
feminismo, efectuaron lo que podríamos llamar la "revolución sexual" en
la n a r r a t i v a c a t a l a n a . Fueron la p u n t a de lanza de una nueva
generación de escritores catalanes que hicieron de la "transgresión" su
arma de combate. Los que les siguieron (Oriol Pi de Cabanyes, Quim
Monzó, Biel Mesquida etc..) situaron la transgresión en otros terrenos
(la política, la ética o los límites y el concepto mismo de la narrativa).
Todo ello sería tema para una nueva ponencia.
RAMÓN BUCKLEY
(Center for International Studies Madrid)
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