Comentario san manuel corregido alumnos

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TEXTO:
Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, Don
Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído -y
eso que estábamos solos en medio del campo-: «¿La verdad? La verdad,
Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla
no podría vivir con ella». “Y ¿por qué me la deja entrever ahora aquí, como
en confesión?”, le dije. Y él: “Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que
acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy
para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para
hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí hace falta
es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad,
con mi verdad, no vivirían. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión
verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir
espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de
haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más
verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en
consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». Jamás
olvidaré estas sus palabras."
San Manuel Bueno, mártir (Miguel de Unamuno)
Tema: Confesión de don Manuel a Lázaro sobre su falta de fe.
Resumen: Lázaro reproduce la conversación que tuvo con San Manuel Bueno a
solas en el campo donde el cura le confiesa su falta de fe y le explica que
guarda este terrible secreto a sus parroquianos para hacer que estos vivan
felices soñándose inmortales a través de la religión. Añade que ese es el papel
de todas las religiones y que todas son verdaderas si cumplen esta finalidad.
Organización de las ideas:
I. Presentación de la situación (“Y no me olvidaré…campo”).
a) Trascendencia de la confesión (“Y no me olvidaré…yo”).
b) Intervención inicial de Lázaro que da pie al diálogo entre él y el
cura (“Pero, don Manuel…todo”).
c) Situación espacial (“él…campo”): se encuentran solos en medio
del campo.
II. Confesión propiamente dicha de San Manuel (“¿La verdad?... que les
doy no sea el mío”):
a) Motivo de que la confesión sea clandestina: están alejados porque
no quiere gritar su verdad en medio de la plaza para evitar hacer
infelices a los feligreses.
b) Confesión de su verdad: no cree en nada pero aparenta creer para
hacer felices a los demás.
c) Reflexión final de Don Manuel: el papel de todas las religiones es
hacer felices a sus fieles creyéndose inmortales y consolándolos de
que han nacido para morir; todas las religiones son verdaderas si
cumplen esta función.
III. Efecto de esta confesión en Lázaro (último enunciado: “Jamás
olvidaré estas sus palabras”.)
Comentario crítico
Se trata de un texto narrativo de carácter literario que pertenece a la obra
San Manuel Bueno, mártir, publicada en 1931 por el escritor Miguel de
Unamuno, narrador noventayochista caracterizado por su estilo dramático y,
sobre todo, por el interés en la conflictividad interna de los personajes. En
este caso se trata de un cura de pueblo cuya lucha interna radica en su falta
de fe. Presenta, por tanto, algunas de las preocupaciones características de
los hombres del 98 relacionadas con los problemas existenciales y religiosos.
En efecto, el texto nos muestra uno de los temas más recurrentes de la época
y especialmente de la obra unamuniana: el pueblo debe vivir de la ilusión de
la fe (“yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses”). Don Manuel le
explica a Lázaro que “todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen
vivir a los pueblos que las profesan” y admite que ante su falta de fe su
verdad es la de “consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que
les doy no sea el mío”.
La falta de fe en la vida eterna por parte de don Manuel representa el duelo
interno en el que por un lado estaría su conocimiento de la auténtica verdad
(morimos y no hay nada más) y, por otro lado, el deber de conducir a esas
personas hacia la fe del paraíso terrenal, de aliviarles y consolarles.
Unamuno a lo largo de su vida mantuvo diversos conflictos internos entre su fe
y su incredulidad; sus angustias existenciales, como la obsesión ante la
muerte y su duda de la fe y de la existencia de la inmortalidad quedan
reflejadas en el personaje de don Manuel.
D. Manuel considera verdaderas todas las religiones en cuanto son capaces de
hacer felices a las personas y darle sentido a sus vidas. Este argumento está
relacionado con uno de los problemas más antiguos del ser humano: ¿cuál es
la religión verdadera? La solución a esta pregunta ha generado durante siglos
guerras y enfrentamientos. En la actualidad sigue habiendo guerras de
religiones, producto de un fanatismo extremo. En la España de 1930 no había
la libertad religiosa de nuestros días. Esta idea, por tanto, supone una gran
modernidad por parte de Unamuno que nos ofrece un ejemplo de tolerancia y
relativismo.
Por otra parte, el tema de la duda sobre la existencia de Dios y de la
inmortalidad es, en el fondo, un tema atemporal y sigue teniendo vigencia,
especialmente en épocas de crisis en las que el ser humano necesita
especialmente buscar un sentido a la vida y en muchos casos este sentido pasa
por la creencia religiosa de cualquier signo.
Para concluir, el tema puede tener muchas derivaciones y cada persona es
libre de tener su ideología. No obstante, al margen de que comulguemos o no
con la actitud de don Manuel (de Unamuno, en el fondo), es cierto que la
figura de este cura capaz de ir en contra de sus propias creencias para hacer
feliz a los demás se ha convertido en un verdadero símbolo del altruísmo
humano.
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