FUNDAMENTACIÓN DE LA BIOETICA Definición de Bioética La bioética es la rama de la ética que se dedica a promover los principios para la correcta conducta humana respecto a la vida. La bioética no se limita al ámbito médico, sino que incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida en general, extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio ambiente y el trato de los animales. Así pues, la bioética abarca las cuestiones éticas acerca de la vida que surgen en las relaciones entre biología, nutrición, medicina, química, política, (no debe confundirse con la biopolítica) derecho, filosofía, sociología, antropología, teología. Por otro lado, el criterio ético fundamental que regula está es el respeto al ser humano, a su derecho inalienable, a su bien verdadero e integral: La dignidad de la persona. Son ámbitos de la bioética: 1.- Todos los problemas éticos derivados de las profesiones sanitarias: transfusiones de sangre, eutanasia, trasplantes de órganos, reproducción asistida o mediante fertilización in vitro, aborto y todos los asuntos implicados en la relación médico-paciente. 2.- Problemas de investigación científica, en particular de investigación biomédica que tanto pueden transformar al hombre: manipulación genética, tecnologías reproductivas como la fecundación in vitro o la (por ahora sólo hipotética) clonación humana, etc. 3.- Los problemas ecológicos, del medio ambiente y la biosfera: la necesidad de conservación del medio ambiente, como mantener el equilibrio entre las especies y el respeto hacia los animales y la naturaleza, impedir el uso de energía nuclear, controlar el crecimiento de la población mundial y el incremento del hambre en los países pobres, etc. Van Rensselaer Potter a finales de 1970 utilizó por primera vez el término bioética en su artículo “bioethics the science of survival”. La idea original de Potter fue crear una nueva disciplina que permitiera reunir el ámbito de los hechos y de los valores, el dominio de las ciencias y el de las humanidades, a fin de buscar salidas o al menos mapas de ruta que pudieran servir de guía en el complejo laberinto formado por la sociedad contemporánea, producto de la fusión entre revolución científica e industrial. Se debe tener presente que la bioética surge en un momento en el que la distancia entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu todavía parecía insalvable, pero surge precisamente como una urgente llamada a superar esta distancia, que se revelaba fatal para el desarrollo futuro del género humano y para el sostenimiento de las condiciones de vida en este planeta. (4) La bioética descrita por Potter debía ser una disciplina que partiera y se erigiera sobre lo que él definió como la “crisis de hoy” una crisis generalizada, de claro carácter global que afecta tanto al individuo como a la sociedad y al medio ambiente. Para Potter la crisis de hoy exige que la finalidad principal de la educación sea la comprensión de la naturaleza humana en su conjunto y de sus relaciones con el mundo circundante a fin de crear una sabiduría que enseñe cómo usar el gran conocimiento que ha ido adquiriendo el ser humano para que sea posible construir “un puente hacia el futuro”. Es decir el objetivo de la bioética sería el trabajar a favor de la supervivencia del hombre y el medio ambiente del que depende. Todo descubrimiento científico, hecho según las reglas de la investigación científica, es un bien para el hombre, independientemente de su aplicación concreta. Sin embargo la investigación académica y de corporaciones está continuamente incrementando su influencia sobre la economía. La investigación ha crecido de tal manera que ha sobrepasado sus límites tradicionales. Sus resultados, aplicaciones y propósitos influyen nuestro bienestar; nuestra vida cotidiana. Es nuestra responsabilidad común el cómo explotemos estas nuevas oportunidades. La ciencia encarna su sentido más pleno en la medida en que sirve y dignifica la existencia humana. El científico debe amar al hombre por sí mismo, en lugar de adorar el resultado de sus investigaciones, con menosprecio de las vidas humanas que las hicieron posible. El poder motivacional de la investigación científica es una sed humana natural del entendimiento, un deseo de comprender el mundo físico, biológico y social, la mente humana y sus productos. La ciencia por sí mismo es un conocimiento sistematizado que adquirimos a través de la observación, experimentación, disquisición y opiniones. La meta de la investigación científica es la cognición de la naturaleza y los principios fundamentales del objeto o fenómeno estudiado y hacer públicos los resultados. Las ciencias humanas no tienen conciencia de los aspectos físicos y biológicos de los fenómenos humanos. Las ciencias naturales no están conscientes de pertenecer a una cultura, a una sociedad, a una historia. Las ciencias no están conscientes de los principios ocultos que la determinan. Las ciencias no están conscientes de que les falta conciencia. Sin embargo, hay muchas razones para que surja una ciencia con conciencia. Ha llegado el momento de estar consciente de la complejidad de la realidad --física, biológica, social, política-- y de la realidad de la complejidad. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que una ciencia carente de reflexión y una filosofía puramente especulativa son insuficientes. Una conciencia sin ciencia y una ciencia sin conciencia están mutiladas y son mutilantes. El problema se agrava cuando los científicos no cobran conciencia de que la forma de hacer ciencia a la manera clásica, racionalista y reductora, ha conducido a callejones extremadamente peligrosos. El poder está fragmentado a nivel de la investigación, pero está reconcentrado y engranado a nivel político y económico. Por lo que el desarrollo científico es un bien para la humanidad siempre y cuando vaya a la par con la responsabilidad necesaria con cada conocimiento adquirido y deberíamos ser capaces de suscitar esta vocación entre los más jóvenes y despertar su curiosidad intelectual. Este desarrollo debe operarse siempre y en cualquier circunstancia dentro del marco de los principios éticos. Algunos desearían una ciencia sin vínculos de tipo ético o legal, sin más límite que el impuesto por el mismo progreso de la ciencia, pero cuando está en juego la dignidad de la persona humana, este criterio no se puede aceptar. No todo medio es lícito para alcanzar un fin, aun cuando éste sea bueno. La alianza entre ciencia y conciencia pasa necesariamente por el reconocimiento del principio fundamental: el respeto de la dignidad humana. Es el principio sobre el que se basan nuestras sociedades democráticas: que todo ser humano posee una dignidad inalienable, que le es connatural, no concedida por autoridad alguna, independiente de su religión, clase social, edad, sexo o cultura. No todo lo que es técnicamente posible, es, por ello mismo, moralmente lícito. Los grandes descubrimientos de nuestro tiempo nos han acostumbrado a un sentimiento de omnipotencia en la investigación, como si no tuviera límites, o como si estos límites no debieran ser impuestos por instancias ajenas a la ciencia. Pero la ciencia no es una actividad desgajada del resto de la vida del hombre y, como tal, debe estar limitada por la estricta observancia de la conciencia ética. La ética en la ciencia es un principio de orden que permite la armonía de metas y logros científicos con humildad y servicio que la ciencia le debe a la humanidad. Por lo tanto la producción de conocimiento es la mejor inversión para las sociedades futuras, la ciencia descubrirá lo que puede ser descubierto, por lo que podrán surgir tecnologías peligrosas, las cuales deberán ser manipuladas con una responsabilidad acorde utilizando la conciencia y la ética como una llave al futuro. Mientras la ciencia y la tecnología abran nuevas posibilidades, cuestiones de naturaleza ética continuarán emergiendo, siendo necesario un código ético global para la comunidad científica, ya que como fue mencionado previamente una conciencia sin ciencia y una ciencia sin conciencia están mutiladas y son mutilantes. LA DIGNIDAD DE LA PERSONA “La dignidad humana es aquella condición especial que reviste todo ser humano por el hecho de serlo, y lo caracteriza de forma permanente y fundamental desde su concepción hasta su muerte”. Todo hombre ha de ser tratado como lo que es, como algo único e irremplazable, provisto de unas características particulares y de un destino también peculiar, que en parte él mismo determina. Por eso no se puede tratar a una persona enferma como “un enfermo más”, casi como un número, como una de las “unidades” que pasan a engrosar el “género” de quienes padecen del corazón, del riñón o se encuentran psíquicamente perturbados. Y por eso, sobre todo, resulta gravemente ilícito sacrificar personas humanas singulares y concretas, ¡irrepetibles!, en aras de esas abstracciones a las que llamamos “ciencia médica” o “progreso científico”. Podríamos calificar a la dignidad como “ontológica” o “constitutiva”, irrenunciable e inadmisible, que pertenece a todo hombre por el hecho de serlo y se halla indisolublemente ligada a su naturaleza racional y libre. Desde este punto de vista, toda persona es digna de un amor y respeto fundamental, con independencia de sus condiciones singulares y de su particular actuación: todos los hombres, incluso el más depravado, tienen estricto derecho a ser tratados como personas. Mientras que algunos pensadores sostienen que se trata de un criterio ético fundamental, que ofrece también la base para la vincularidad jurídica, no sólo en el ámbito de la política sino también, por ejemplo, en el de la biomedicina, otros se muestran escépticos respecto de los aportes y del alcance ético y jurídico que pueda tener el criterio de la dignidad humana. La Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Organización de las Naciones Unidas (1948) respalda este derecho universal: Artículo 1 “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” En general, el concepto de dignidad humana remite al valor único, insustituible e intransferible de toda persona humana, con independencia de su situación económica y social, de la edad, del sexo, de la religión, etcétera, y al respeto absoluto que ella merece. Cuando se aborda la cuestión de la "dignidad humana", los problemas claves a resolver no son diferentes de los que presentan otros principios y normas éticos, a saber: es necesario resolver, por un lado, el problema de la fundamentación de su validez, y, por otro lado, las cuestiones vinculadas con las condiciones de aplicación situacional e histórica. La mayoría de los textos (salvo excepciones), no otorgan o conceden a sus destinatarios una "dignidad humana" si no que por el contrario, se limitan a reconocer en ellos, como algo natural propio de su esencia de seres humanos, la dignidad humana, y a partir de ese reconocimiento sí conceden, otorgan e imponen derechos y obligaciones que se derivan de esa dignidad previamente reconocida, (por ej. la libertad). En síntesis la dignidad humana no es un derecho del hombre, es el fundamento de los derechos que se conceden al hombre. Siendo así, se podría considerar que de la dignidad de la persona como valor central, emanan la justicia, la vida, la libertad, la igualdad, la seguridad y la solidaridad; que son dimensiones básicas de la persona, que en cuanto tales se convierten en valores y determinan la existencia y legitimidad de todos los derechos reconocidos por nuestra constitución. Hoy día vivimos una realidad muy diferente a la que se expone aquí, en una sociedad que, en el plano de las proclamaciones, exalta la dignidad de la persona humana, mientras en el plano de los hechos denigra la condición del hombre, la mediatiza, la empequeñece. Lo lamentable de todos estos derechos derivados del reconocimiento de la dignidad del hombre, (libertad, igualdad, honor, intimidad, vida, integridad, etc.) es que si bien se encuentran reconocidos y proclamados, no son respetados en la vida del hombre con la asiduidad que desearíamos, produciéndole así un atropello continuo, y progresivo a su dignidad. Bibliografía 1. FUNDAMENTOS Y PRINCIPIOS DE BIOÉTICA CLÍNICA. Correa, Francisco Javier León. Chile : s.n., 2009. 2. Itxaso, Dra. Dª María Elósegui. Fundamentos de la Bioetica y Necesidades Actuales. 2009. 3. Kuthy Porter, Villalobos Perez, Martínez Gonzalez, Tarasco Michel. Introducción a la Bioética. Mexico : Méndez editores, 3ª edición., 2009. 4. La Propuesta Bioetica de Van Resselaer Potter,cuatro decadas despues. Wilches Florez, Angela Maria. 66, Maracaibo,Venezuela : Universidad de Zullia, 2011, Vol. vol 27. 5. Desconocido. [En línea] http://pochicasta.files.wordpress.com/2009/03/concepto-bioetica.pdf. 6. Serrano, Dr Ana Rubio. Tesis.La Banalidad del Mal.La contraimagen de Dios en la logica Nazi. Sant Cugat del Vallès, Barcelona : Biblioteca Borja, 2005.