III Coloquio Internacional sobre Gestión Universitaria en América del Sur LA UNIVERSIDAD SUDAMERICANA FRENTE A LA CRISIS, LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL FUTURO Buenos Aires, 7-9 de mayo de 2003 El Tablero de Control Integral como herramienta de gestión en el ámbito universitario Autores: Dr. Julio C. Durand1, Ing. Diego Gregoraz2, Lic. Ángela Corengia3 Institución: Universidad Austral, Buenos Aires, Argentina Datos de contacto: Dr. Julio C. Durand. Avda. Garay 125, (1061) Buenos Aires. Tel.: (54 11) 5921 8016 Área temática: 3. Innovaciones en la gestión académica Resumen Más allá de los debates que siguen abiertos, resulta cada vez más evidente la difusión de una cultura de la evaluación como medio para mejorar la calidad de las instituciones de educación superior. El entorno cada vez más complejo y dinámico exige decisiones de mayor riesgo por parte de los equipos directivos de las universidades. Un factor crucial es la disponibilidad de información adecuada que permita marcar un rumbo estratégico exitoso a la institución, tanto en términos de funcionamiento interno como en el servicio que debe prestar a la sociedad. En este trabajo se presenta el desarrollo de un Tablero de Control en una universidad privada como herramienta para mejorar la tarea de los consejos directivos de distinto nivel. Se discute el fundamento teórico y se presentan algunas recomendaciones surgidas del estado actual de desarrollo del proyecto. 1 Profesor Asociado, GRID-ES (Grupo de Investigación en Dirección de la Educación Superior), Adjunto de la Secretaría Académica, Universidad Austral. E-mail: [email protected]. 2 Profesor Ayudante, Facultad de Ingeniería y Área de Desarrollo e Implementación de Sistemas en Dirección de Tecnología y Sistemas, Universidad Austral. E-mail: [email protected]. 3 Profesora Ayudante, Facultad de Comunicación y Oficina de Evaluación Institucional, Universidad Austral. Email: [email protected]. 1 Introducción Cada vez es más frecuente escuchar hablar en las universidades, estatales y privadas, sobre planes estratégicos, metas, objetivos, indicadores, etc. Los talleres organizados por la CONEAU, las publicaciones, el incipiente desarrollo de la educación superior como campo de investigación, la visita de especialistas de otros países, etc., han contribuido a que sea posible un diálogo más sereno y racional sobre la marcha de nuestras instituciones (de Moura Castro y Levy, 1997). No vamos a ocuparnos en nuestro trabajo de la valoración de las tendencias imperantes en la educación superior en el mundo y en nuestro país. Ya lo han hecho otros autores en muchas ocasiones (Durand, 1998) y podría terminar en una nueva manifestación de la incapacidad que estamos demostrando en los últimos años para solucionar los problemas que nos aquejan (Pujadas y Durand, 2002). Es un hecho comprobado en muchos países la cada vez mayor demanda de la sociedad para que las universidades estatales muestren un uso responsable de los recursos asignados. En Argentina la desfinanciación del sector público agrava la situación reflejada en la relegada posición de la educación superior en la agenda de los gobiernos. Por su parte, las universidades privadas envueltas en un subsector dominado por la lógica del mercado, también enfrentan crecientes restricciones en la disponibilidad de recursos, y ante la persistente crisis económica que afecta especialmente a la clase media, deben ser capaces de mostrar que la inversión a realizar en la educación privada está justificada por la calidad del servicio recibido. En ambos subsectores se hace evidente la necesidad de mejorar la calidad de la gestión para conseguir un uso más eficaz y eficiente de los recursos escasos de que disponen. Es con esta óptica con la que nos acercamos en este trabajo al análisis de una herramienta del management que pensamos puede resultar de utilidad para quienes tienen responsabilidades directivas en las universidades: el uso de un Tablero de Control. En primer lugar recogeremos brevemente los aspectos conceptuales de este instrumento desarrollado en el mundo de las empresas comerciales. A continuación analizaremos algunos antecedentes y aplicaciones en universidades extranjeras. Finalizaremos con la presentación del proyecto de desarrollo de un Tablero de Control en una universidad privada argentina4. Antes de avanzar es necesario que dejemos claro que no se trata simplemente de ‘importar’ técnicas empresariales al mundo académico. La peculiar misión de la universidad como institución educativa y sus propias características como 4 Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a los integrantes del equipo de trabajo que realizó el estudio previo y la propuesta del proyecto. Estuvo integrado por el CPN Enrique Chamas (coordinador), el Ing. Ariel Gulisano, el Lic. Ignacio Ocampo, la Lic. Ángela Corengia y el Ing. Diego Gregoraz. Agradecemos también a las autoridades de la Universidad Austral por posibilitar la presentación de este trabajo. 2 organización conducirían a un seguro fracaso si tal transferencia se realizara sin una adecuada mirada crítica y una dosis grande de sentido común. Es sin embargo llamativo que las universidades se dediquen a enseñar al resto de las organizaciones de la sociedad innumerables técnicas de gestión, mientras que para su propia dirección y administración continúan comportándose como aficionados. El uso de cualquier herramienta de gestión en el ámbito universitario requiere una previa reflexión y un diálogo lo más participativo posible que permita arribar a unos mínimos acuerdos sobre el sentido de la misión de cada institución particular que se manifieste en ciertas metas y prioridades que guiarán su actuación. En este sentido la experiencia que aquí presentamos puede resultar más pertinente para otras instituciones privadas pequeñas, y quizás menos para las universidades públicas, donde su tamaño, complejidad, multiplicidad de actores y fines puede resultar un obstáculo insalvable para alcanzar un consenso mínimo sobre las metas a buscar. No obstante, la herramienta que analizamos podría ser adaptable a unidades más pequeñas donde esas mínimas coincidencias fueran más asequibles. Tablero de control5 Puede resultar una experiencia frecuente que los informes preparados por los departamentos de evaluación (si es que existen) tengan una escasa repercusión en la gestión de la universidad. La mayor parte de las veces los directivos ni siquiera los leen. Luego de tenerlos varios días sobre su mesa de trabajo, comienzan a ser tapados por papeles más nuevos, asuntos más urgentes, temas más atractivos y fáciles de resolver, que un voluminoso y árido informe que no se sabe bien quién lo hizo, ni por qué ni para qué. Al cabo de unas semanas, lo más probable es que el informe termine en la papelera, o en los casos más raros, prolijamente archivado en una ignota estantería. Observando algunos expedientes de estudio de estos informes hemos visto comentarios como los siguientes: “No se entiende nada. Está en un lenguaje críptico”, o “¿qué se espera que aporte al terminar de leer esta serie infinita de datos numéricos?” y “¿alguien puede resumir este informe y contarnos qué se supone que tenemos que hacer a continuación?”. En la mayor parte de los casos se trataba de excelentes trabajos, técnicamente muy sólidos, con información muy valiosa. Un paso muy concreto que supuso una mejora en la calidad de la información en la universidad que estudiamos fue en primer lugar la incorporación de una página inicial de resumen en cada informe presentado al rectorado o a los consejos directivos de las unidades académicas. También tuvo gran impacto la inclusión de una página con recomendaciones, medidas a tomar, planes de acción y comunicación, etc. 5 Existe una discusión entre los especialistas sobre el significado de esta denominación. No hay un consenso claro sobre las diferencias entre el término original, Balanced Scorecard, y su traducción al castellano: Tablero de Control, Cuadro de Mando, etc. El alcance que le damos en este trabajo pensamos que resulta claro, más allá de los enfrentamientos que existen entre los diversos autores. 3 Con esto queremos referirnos a un problema muy frecuente en las organizaciones: la falta de información relevante para la toma de decisiones. Esto puede ocurrir por ausencia de datos o información confiable, o por exceso de información con la consiguiente incapacidad para procesarla, procediendo a la acción por aproximaciones, intuiciones, y otros modos más o menos arbitrarios. Este problema puede no tener mayores consecuencias en organizaciones sencillas o en aquellas que operan en entornos estables, pero puede terminar en conflictos graves y poner en riesgo de desaparición a las que se mueven en entornos cambiantes o que por su propia misión son instituciones complejas como es el caso de la universidad. La herramienta de gestión que analizamos apunta a solucionar este problema, facilitando la información necesaria para la tarea directiva de distinto nivel en la organización6. Así queda reflejada en la definición presentada en un trabajo reciente (Ballvé, 2000, pág. 42): “El Tablero de Control nació como herramienta gerencial con el objetivo básico de poder diagnosticar una situación y de efectuar su monitoreo permanente. Es una metodología para organizar la información y acrecentar el valor”. Ambas finalidades, diagnóstico y seguimiento, son aspectos cruciales para dirigir organizaciones complejas como la universidad en tiempos de incertidumbre como los actuales. Al diagnóstico apuntan muchas de las prácticas de evaluación que se han institucionalizado en el país: autoevaluación, evaluaciones externas, e incluso aspectos relacionados con la acreditación de carreras. Sin embargo, el seguimiento o monitoreo permanente de la marcha de la organización recibe mucha menos atención. Lo más frecuente es la dirección por excepción, que lleva a prestar atención a los problemas que se van presentando, y a concentrarse en la gestión presupuestaria. Según la legislación vigente, cada 6 años (en el mejor de los casos) podremos tener una ‘foto’ de la organización al realizar su autoevaluación. Esperar tanta cantidad de años para conocer la marcha de la institución, puede ser, al menos para la mayoría de las universidades privadas, una actitud suicida. Es en este aspecto donde el tablero de control se puede presentar como una herramienta muy útil para la dirección de universidades. “Se lo define como el conjunto de indicadores cuyo seguimiento periódico permitirá contar con un mayor conocimiento de la situación de su empresa y sector” (Ballvé, 2000, pág. 47). La metodología comienza identificando ‘áreas clave’, aquellos temas relevantes a monitorear y cuyo fracaso permanente impediría la continuidad y el progreso de la 6 Los beneficios del Tablero de Control trascienden la función que estamos destacando en nuestro trabajo. Muchos autores señalan su importancia para fomentar la ‘horizontalidad de la información’, su difusión hasta los niveles más operativos de la organización, con la consecuente mejora de la transparencia. Incluso, llevado al campo universitario, se podría decir que facilitaría la ‘democratización’ de la información. Otro potencial beneficio es la contribución al establecimiento de ‘mejores prácticas’, facilitando la comparación interna y externa como estímulo a la mejora de la institución, tal como se ve en los procesos de emulación organizacional (cfr. Labianca et al., 2001). 4 organización, aun cuando el resultado de todas las demás áreas fuera bueno. Luego se pasa a los ‘indicadores clave’, que son los datos, índices o ratios que brindan información sobre la situación de cada área clave. De esta manera, a partir de definir áreas e indicadores clave y apoyándose para esta tarea con las nuevas tecnologías informáticas y explotación de bases de datos, se puede conformar una potente herramienta de diagnóstico y seguimiento. Como es fácil concluir, el foco de esta herramienta se pone sobre los resultados, y más concretamente sobre los resultados mensurables. Su utilidad como herramienta en la universidad dependerá en gran medida de que ésta preste atención a otros muchos aspectos esenciales de su funcionamiento, que no pueden ser medidos por indicadores numéricos, que hacen a su cultura propia, a otros valores relacionados con el cultivo de la ciencia, con el proceso de enseñanza-aprendizaje, etc. Esta concentración en aspectos mensurables se explica por el origen de esta herramienta en el mundo de las empresas comerciales y más concretamente en el área de los sistemas de control directivo. Kaplan y Norton (1992) fueron quienes la presentaron con el nombre inglés de Balanced Scorecard –frecuentemente abreviado como BSC-, y desde entonces no ha dejado de expandirse su uso, estudio y adaptación a distinto tipo de organizaciones7. El propósito original fue ampliar la mirada sobre la marcha de una empresa superando el predominio de indicadores que se reducían a reflejar los aspectos financieros. Agregaron tres perspectivas adicionales para tomar en cuenta los resultados en los clientes, la marcha interna de la organización y sus procesos, y el aprendizaje y crecimiento. De esta manera se posibilitó que las empresas al mismo tiempo que seguían el desempeño de los resultados financieros, prestaran atención al progreso en la adquisición de capacidades y otros ‘activos intangibles’ imprescindibles para asegurar su crecimiento y desarrollo en el largo plazo. El uso de esta herramienta determinó su evolución hacia un completo sistema de dirección estratégica, mostrándose muy útil para superar una seria deficiencia de la práctica directiva tradicional: la incapacidad de poner en relación las acciones del corto plazo con la orientación estratégica de largo plazo (Kaplan y Norton, 1996). El Balanced Scorecard como sistema de dirección estratégica supone una madurez en el desarrollo organizativo y directivo que la mayor parte de las organizaciones argentinas y latinoamericanas no ha alcanzado (Ballvé, 2000). Característica que pensamos comparten nuestras universidades. Este uso de la herramienta se expresa en la traducción como Cuadro de Mando Integral (CMI) que implica un alto grado de sofisticación y una cultura de medición de resultados difícil de conseguir si se propone como primer objetivo a alcanzar en una organización que busca mejorar la calidad de su gestión. Una descripción sucinta se puede ver en el Apéndice A del libro de Ballvé (2000) ya citado. Más asequible resulta la adaptación de la herramienta a las realidades académicas, limitando su uso como Tablero de Control, aunque esta palabra resulte un poco 7 Se ha utilizado en instituciones sin fines de lucro con objetivos diversos. Se encuentra más literatura sobre su uso en el sector de la salud y en la gestión de hospitales. 5 ‘chocante’ para la inmensa mayoría de los integrantes de la comunidad universitaria. Quizás poniendo el acento en sus contribuciones positivas o utilizando palabras más ‘amables’ se pueda aprovechar su potencial al servicio de la gestión académica. Como herramienta “tiene la gran ventaja de no requerir grandes planes estratégicos formales para poder diseñarla. Con el perfil estratégico es suficiente” (Ballvé, pág. 42). Este ‘perfil’ es algo que está al alcance de la mayor parte de las instituciones con un equipo directivo medianamente capacitado. Además existen diversos tipos de tableros de control, lo que puede permitir un proceso de aprendizaje y adaptación a las distintas realidades institucionales. Por ejemplo puede ser un tablero de control operativo (TCO) más orientado al seguimiento diario de un sector o proceso, o un tablero de control directivo (TCD) que monitorea los resultados globales de la organización, o puede concentrarse en lo estratégico (TCE), y por último, abarcar estos tres niveles constituyendo un tablero de control integral (TCI). De acuerdo con la disponibilidad de recursos y el grado de desarrollo alcanzado por la organización, se puede decidir el esfuerzo a invertir en el desarrollo de esta herramienta. La experiencia demuestra que es más probable asegurar el éxito si se involucra a la alta dirección partiendo de un tablero de control directivo para luego avanzar hacia aspectos más operativos o más estratégicos8. Nuestra opinión es que la mayor parte de las universidades cuenta con un caudal importante de información. La mayoría de ellas han desarrollado importantes sistemas informáticos9. Se trata ahora de aprovechar esos medios, disponiendo y presentando la información de un modo adecuado para la toma de decisiones, aspectos que cubre un tablero de control. Algunas experiencias en universidades extranjeras La literatura disponible sobre la utilización de esta herramienta de gestión en universidades extranjeras es muy escasa. Se limita a algunos casos de universidades norteamericanas, y aplicada a unidades, sectores o procesos específicos. No obstante puede resultar conveniente tratar brevemente de reflejar el uso dado a esta herramienta realmente nueva en el sector. En primer lugar cabe decir que se refieren tanto a instituciones de gestión estatal (Colorado, 1994 y 1995) como privadas (O’Neil et al., 1999). Parece razonable que entre los primeros en acercarse a este instrumento se encuentren las escuelas de negocios (Bailey et al., 1999) y los funcionarios de las universidades que manejan aspectos más ‘comerciales’ de las universidades como los servicios de alojamiento, La mayor parte de los proyectos fracasa en su proceso de ‘implementación’ o puesta en marcha. Si la dirección no se involucra y compromete con el proyecto, las naturales dificultades y resistencia al cambio de una organización tan peculiar como la universidad, determinarán la pérdida de tiempo e importantes recursos. 9 Se puede ver la documentación sobre el desarrollo del SIU en el ámbito del Ministerio de Educación y de las universidades estatales, proyecto que contó con la financiación del Banco Mundial y otros organismos multilaterales. 8 6 comedores, etc. (McAlary, 2001), así como las áreas tecnológicas (Peebles y Antolovic, 1999). También cabría valorar esta herramienta en la difícil discusión sobre el valor de los distintos rankings y la necesidad de utilizar evaluaciones de calidad más completas y seguras (Stewart y Carpenter-Hubin, 2001; Gumport, 2001; Doerfel y Ruben, 2002). El artículo que consideramos más interesante comenta el caso de la Rossier School of Education de la University of Southern California (O’Neil et al., 1999). En primer lugar por tratarse de la experiencia de una escuela de educación, que como explican los autores, puede tratarse de una especialidad especialmente ‘desconfiada’ hacia mecanismos de evaluación de resultados a primera vista excesivamente cuantitativos. En segundo término por ser una institución privada y por tanto más comparable al caso que presentamos. El origen del ‘experimento’ fue la decisión de la universidad de solicitar a sus escuelas que brindaran ‘medidas de excelencia’ para ser tenidas en cuenta en la discusión por la asignación de partidas presupuestarias. La iniciativa produjo resultados diversos. Algunas unidades aportaron una enorme cantidad de variables que hicieron difícil enfocar las áreas claves para determinar la excelencia académica. Otras pusieron el acento en los medios disponibles (‘inputs’) o su posición en los rankings como primer variable para determinar la calidad de sus programas. En general la actitud fue ‘cumplir’ con una tarea y olvidarse del tema. Sin embargo cuando se empezaron a tomar medidas teniendo en cuenta la información aportada, los profesores y la dirección de la escuela de educación decidieron transformar la situación en una ocasión de mejora y aprendizaje. Habiendo tomado conocimiento del Balanced Scorecard de Kaplan y Norton, procedieron a adaptarlo a las peculiaridades de una institución académica, cambiando el nombre de las perspectivas. La perspectiva financiera fue llamada ‘perspectiva de la gestión académica’ y en lugar de preguntarse ‘cómo están respondiendo a los accionistas’, el foco fue cómo estamos respondiendo a la dirección de la universidad. La perspectiva original de los ‘clientes’ fue sustituida por ‘participantes interesados’, identificando a los estudiantes y empleadores como los principales involucrados. Las otras dos perspectivas, interna y sobre aprendizajes organizativos conservaron el nombre. El instrumento cambió de nombre y pasó a ser un ‘tablero de control académico’ (academic scorecard), quitando alguna connotación que podría generar resistencias y dificultades innecesarias para aprovechar la herramienta. Más allá de todos los detalles del caso, algunas experiencias que transcriben parecen muy interesantes. Por ejemplo al referirse a la selección de indicadores para seguir las áreas claves establecieron los siguientes criterios: a) tenían que reflejar sus valores, b) tenían que ser simples, c) tenían que tener sentido y significado claro, d) deberían ser fáciles de representar gráficamente, e) tendrían que facilitar el aprendizaje de la organización, f) tenían que permitir la comparación con otras unidades de la universidad y de otras universidades, y g) tenían que permitir su análisis a lo largo de por lo menos cuatro años. En definitiva se trataba de 7 indicadores que pudieran obtenerse del funcionamiento ‘ordinario’ de la universidad, tomando como base la información y los sistemas vigentes, sin necesidad de poner en marcha costosos proyectos informáticos (O’Neil et al., 1999). Por último, se esforzaron en desarrollar un formato de presentación y acceso a la información que comunicara de un modo directo y sucinto el nivel de desempeño de la escuela, de manera que tanto los integrantes de la misma como la dirección de la universidad pudieran hacerse idea rápidamente sobre su marcha. Al mismo tiempo al definir unos márgenes de desvío respecto a una meta o punto de referencia (interno o externo), se establecieron unos mecanismos de ‘alarma’ que permiten identificar rápidamente los aspectos que necesitan una atención más urgente. Esto lo consiguieron con el uso de algunos ‘displays’ de aspecto similar a los paneles de control de un automóvil o nave, tal como se muestra en el cuadro 1 (ver Anexo 1). El caso de la University of Southern California nos ha permitido comprender que el uso de herramientas como el Tablero de Control es posible en una institución académica. Para aprovecharlas es necesario tomar en cuenta la propia cultura de la organización, juzgar con sentido común el grado de desarrollo alcanzado, valorar el esfuerzo que requerirá y darle un enfoque participativo 10 que promueva el establecimiento de los indicadores claves de abajo hacia arriba. El caso de una universidad privada argentina El caso que presentamos se basa en el proyecto de desarrollo de un Tablero de Control Integral actualmente en curso en la Universidad Austral. Una breve reseña institucional permite describirla como una universidad privada joven (fundada en 1991), que ha tenido un rápido crecimiento y ha adquirido prestigio por la calidad de sus programas, la infraestructura de su campus y la composición de su cuerpo académico. Ha sido la primera universidad privada en obtener el reconocimiento definitivo cumpliendo los diversos procesos de evaluación establecidos en la Ley de Educación Superior. El origen del proyecto de Tablero de Control se encuentra íntimamente relacionado con la dinámica establecida por la legislación y los resultados de los ejercicios de autoevaluación y evaluación externa. La primera tuvo lugar en 1996 y contribuyó al establecimiento y desarrollo de la Oficina de Evaluación Institucional (OEI) de la universidad, que desde entonces se ha encargado de coordinar numerosas actividades que han favorecido ell establecimiento de una cultura de mejora continua y búsqueda de la calidad en la institución. El informe del comité de pares evaluadores11 que se ocupó de la evaluación externa de la universidad en el año 2000, tenía dos recomendaciones que influyeron en este proyecto: “6. Mejorar el sistema de información cuantitativa y, en particular, evaluar las fuentes de información primaria, la calidad de los indicadores y de las 10 11 Sobre la participación en la universidad se puede consultar el trabajo de Durand y Pujadas (2001) Disponible en la página web de la CONEAU: www.coneau.edu.ar 8 metodologías de evaluación utilizadas por la Universidad y las distintas unidades académicas”. “8. Establecer un sistema de información permanente mediante la creación y mantenimiento de datos confiables sobre su realidad universitaria en sus diversas dimensiones, cuantitativa y cualitativamente”. Ambas recomendaciones como podrá observarse se encuentran perfectamente alineadas con los principales objetivos de un Tablero de Control tal como lo hemos descrito en la primera parte de este trabajo. Con la consolidación del sistema de información académica (SIA) desarrollado en la universidad, se comenzó a trabajar en un equipo interdisciplinar integrado por personal de la OEI, del área de sistemas, de la secretaría académica, de la administración y con la coordinación del rectorado. El trabajo de este equipo concluyó con la presentación del proyecto actualmente en marcha. Implicó la identificación de los distintos tipos de Tableros de Control, el análisis de la calidad de la información disponible para la dirección, y la recomendación de diseñar y ejecutar un Tablero de Control Integral. La herramienta en elaboración contempla 5 perspectivas: estratégica, nivel académico, perfil y motivación del personal, relaciones con el medio, e infraestructura y recursos materiales. En general corresponden a las cuatro utilizadas por Kaplan y Norton (1992, 1996), aunque con las debidas adaptaciones por las peculiaridades de una institución universitaria, tal como vimos en el caso de la University of Southern California (O’Neil et al., 1999). Estas perspectivas además ya venían siendo utilizadas por la universidad de un modo sistemático tanto en la primera autoevaluación que tuvo lugar en 1996, como en los sucesivos ejercicios de evaluación anual sobre el cumplimiento de las metas y objetivos fijados en el plan estratégico de la universidad. Esta experiencia ha sido importante porque aportó cierta familiaridad con el uso de conceptos como áreas claves, indicadores, medición de resultados, etc. En cada perspectiva se han identificado 2 o 3 áreas claves, y en cada una de ellas se están definiendo de 3 a 6 indicadores. Esta tarea que sin duda es la más delicada, se ha encarado con la constitución de distintos equipos en los que participan profesores y personal administrativo de las distintas facultades, de manera que se contemplen las variaciones culturales y necesidades diferentes que se le presentan a cada campo de conocimientos y disciplinas. En los cuadros 2 y 3 (Ver Anexo 2) se presentan algunos ‘borradores’ del trabajo sobre los indicadores y el acceso a la información que debe permitir una lectura rápida, fácil y comprensible (Ballvé, 2000) para directivos, profesores y en general todos los integrantes de la comunidad académica. El proyecto que comentamos todavía se encuentra en las primeras etapas de desarrollo y por lo tanto no es posible presentar una evaluación definitiva sobre su contribución e impacto en la gestión de la universidad. Sin embargo ya se pueden valorar como muy positivos el interés despertado en distintos integrantes de la comunidad universitaria, la toma de conciencia de la importancia de contar con buena información y un diagnóstico certero para tomar medidas correctivas que 9 aseguren los objetivos, y en definitiva el cumplimiento de la misión que la universidad se ha propuesto. Conclusiones El estudio realizado sobre las bondades y limitaciones del Tablero de Control como herramienta de gestión ha supuesto un aprendizaje importante para directivos de distinto nivel de la universidad. Al proponerse la utilización de instrumentos originados en el mundo de la empresa, las universidades deben tener clara conciencia de la especial misión que tienen, al mismo tiempo que se valora la necesidad de medir los resultados de manera que se pueda conocer con mayor certeza la contribución que están realizando a la sociedad. Referencias Bailey, Allan R.; Chow, Chee W.; Hadad, Kamal M. 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