El Quinteto de Cambridge; John L. Casti

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EL QUINTETO DE CAMBRIDGE
RECENSIÓN
The Cambridge Quintet. A work of scientific speculation John L. Casti, 1998.
Esta publicación de Grupo Santillana Ediciones S.A. y traducido por Irene Cifuentes. 229 páginas.
El autor afirma querer transmitir con esta obra, en un escenario ficticio, los problemas intelectuales y
cognitivos que se le presentan a los seres humanos comprometidos en configurar la ciencia y la tecnología del
futuro. Su propósito es hacer una exposición global y realista de las incertidumbres intelectuales y
emocionales que suponen conformar el futuro del conocimiento humano. De este modo, afirma que la ficción
científica, nombre con que bautiza este género literario, tiene como misión tratar de imaginar de qué modo las
decisiones que hoy tomamos afectarán al mundo del futuro. La pregunta de si es posible que una máquina
piense se responderá en la lona en un combate entre Alan Turing y Ludwig Wittgenstein. El quinteto lo
rellenan Snow, Haldane y Schrodinger.
La cuestión se abre en la posibilidad de que una máquina piense realmente, de la capacidad tecnológica de
reproducir los estados cognitivos. Para Turing esto es posible, pues la máquina computadora que ha
inventado, la máquina de Turing, parece capaz de computar los datos sensoriales de la forma en que lo haría
un cerebro humano, que también funciona mediante computaciones. De este modo, es posible estudiar a la
humanidad bajo el dominio objetivo y racional de la ciencia, y no desde la esfera subjetiva y emocional.
Al otro lado del ring, Wittgenstein defenderá sus tesis del lenguaje diciendo de él que, lejos de ser algo que
surge del interior de nuestra mente racional, sólo cobra sentido en la comunicación y cuando más de una
persona acepta las reglas. La vieja noción cartesiana de vida mental queda desfasada, pues nuestro estado
mental adquiere significado en las circunstancias y en la conducta. El mundo externo y el interno se
superponen, y no cabe hablar de pensamientos desligados de las circunstancias en las que se dan. De este
modo no podemos atribuir pensamientos a una máquina, pues pensar exige estados mentales, y la propiedad
de los estados mentales está ligada a la vida cotidiana de los hombres.
Con esta presentación el autor abre su libro, y desmembra el resto de la conversación en episodios para los
distintos dilemas filosóficos a analizar, a saber:
• Cerebros y Maquinas: el funcionamiento de ambos, similitudes y diferencias.
• Mentes y Máquinas: Las dos nociones de la mente enfrentadas.
• Significado y Máquinas: la cuestión del significado ¿es propiamente humano?
• Lenguaje y Pensamiento: El lenguaje y el pensamiento como dotes humanas.
• Vida y condición de persona: El abismo entre las máquinas y los humanos.
• Conducta social, cultura y pensamiento: El mundo de los humanos y el de las máquinas.
A continuación trataré de exponer, siendo fiel al hilo argumental del narrador, lo que en aquella cena acaeció
en lo que al enfrentamiento intelectual se refiere; y con ello daremos luz a la cuestión que aquí se trata
siguiendo los puntos arriba mencionados.
Una de las cuestiones principales es la de la utilidad de estas máquinas computadoras para el mundo humano,
que es el que las crea y esto la convierte en el objetivo primero. Turing nos presenta una máquina que puede
hacer cálculos extremos, por ejemplo, con mayor facilidad y rapidez que un humano; y su sistema operativo,
por funcionar a través de un programa, le permite autonomía e inteligencia. La cuestión es facilitar la vida
humana, así que un robot que entienda el mundo de los humanos, uno que sea un humano, será lo más
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adecuado. El cerebro humano funciona a través de una red que conecta sus elementos atómicos (las neuronas),
y lo importante no es de qué están hechas, sino cómo funcionan. La posibilidad de la inteligencia artificial está
en interpretar los estados cognitivos que se dan en la corteza cerebral del hombre.
La posición enfrentada, encarnada en Wittgenstein, argüirá que los estados mentales no son observables,
basándose en la idea del todo, que es lo que da sentido al organismo, y no sus partes constituyentes; el todo no
es observable a través de las partes por separado; hay algo en ello que no es siquiera observable y que sólo se
muestra en el fenómeno. El pensamiento humano está más allá de las explicaciones por leyes naturales. Una
máquina que no hace más que mezclar símbolos no puede reproducir los procesos racionales de la mente
humana, ¿cómo puede un conjunto de símbolos significar un fenómeno?
Es así como entramos en la cuestión de las mentes y las máquinas, y Turing explica de qué forma la
codificación de símbolos puede interpretarse como fecundación de auténticos pensamientos. Pero
Wittgenstein, atizador, dice que la codificación de símbolos sólo puede darse dentro de un lenguaje
evolucionado, sino ¿cómo se explica la formación de expresiones originales sin haberlas oído antes? La
respuesta es que los criterios para usar las reglas y saber que se las está usando se descubre en la práctica real
de una comunidad lingüística, el significado surge del tipo de consenso social que nos permite comunicarnos,
de la participación de un juego lingüístico. ¿qué es de la cuestión del aprendizaje?
La concepción de la inteligencia no variará con esto para Turing, quien comprende que la modificación de un
programa y la receptividad hacia nueva información a partir de unas meta−instrucciones, para cambiar el
estado actual, es muestra suficiente de su capacidad para aprender y adaptarse a un entorno variable. A estas
alturas cabe resaltar que Turing está representando con sus ideas la posición de los psicólogos conductistas al
identificar la figura del aprendizaje y el procesado de información y la actividad cognitiva con el mecanismo
de computación; pero como veremos más adelante, el maestro Alan Turing no es reducible a términos
estancos como el conductismo.
El problema del significado es el que ocupa el siguiente capítulo del libro, y básicamente trata la cuestión de si
una máquina realmente piensa o parece que piensa porque el comportamiento que le hemos inculcado así se lo
hace parecer. ¿cómo llega la computadora de la reordenación de patrones a la comprensión de lo que
realmente significan? Los seres inteligentes podemos atribuir significado, y allí donde no hay comprensión, no
podemos decir que haya pensamiento.
De nuevo Turing tendrá cosas que argumentar a favor de su concepción de la inteligencia: No se entiende por
comportamiento el conjunto de piezas que conforman a un ser, sino la propiedad emergente del conjunto de
piezas y de su interacción mutua. No hay contenido sino en la visión del todo, sólo hace falta que las redes
neuronales que dan significado al mundo humano sean imitadas en el cerebro mecánico, logrando con ello los
mismos estados mentales.
El golpe final del filósofo austriaco se lleva a cabo en los últimos platos de la cena de la que disfrutan los
pensadores protagonistas. Las percepciones no toman coherencia conjunta sino en los pensamientos, y los
pensamientos funcionan con lenguaje; no puede existir pensamiento sin lenguaje. El cambio que se da en la
filosofía del primer al segundo Wittgenstein ilustra el cambio de conciencia del autor a este respecto desde la
posición de Turing a la que él mantiene ahora. El viejo Wittgenstein del Tractatus defendería que existe una
gramática del pensamiento, como Turing afirma que existe una gramática universal del lenguaje: una lógica
de la realidad. El Wittgenstein presente en la discusión va a elucidar como la relación entre el hecho y su
expresión lingüística es lo que nunca se puede expresar en lenguaje, sólo mostrarse. La razón por la que no
puedo decir que la regla se está siguiendo es que la conducta verbal que implica decirlo es de por si, una
actividad regida por reglas. La máquina de Turing no puede saber que está siguiendo una regla y por eso
nunca puede pensar como un humano, cuya inteligencia está ligada al lenguaje, donde la comunicación entre
seres inteligentes permite cerciorarse de que se está usando una regla. No hay, pues, una gramática del
pensamiento y el funcionamiento del cerebro no es tan simplista como una manipulación directa de símbolos
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según un conjunto de reglas lingüísticas, sino una actividad adquirida al estar expuestos a una comunidad
concreta de hombre que usan un lenguaje concreto.
Sigue el debate en esta línea manejando el concepto de persona, de inteligencia dentro de un determinado
mundo de sentido, conformado por el juego lingüístico que en él constituye la realidad. La cuestión es ¿puede
una máquina arrojada al mundo de los humanos adquirir la inteligencia que a los humanos se asocia?, o
¿formarán una nueva comunidad lingüística las máquinas dentro de su marco de sentido? Como lúcidamente
intuyó George Orwell, la estructura política determina el lenguaje, y el lenguaje determina el pensamiento.
Así veremos cerrarse la narración en torno a las nociones de cultura y conducta social en lo que refiere al
pensamiento, y lo que le toca a las máquinas ¿llegaremos a ver una cultura de las máquinas? La tendencia a
hablar en términos humanos de las propiedades humanas conduce a limitar el mundo a lo exclusivamente
nuestro; más allá, en Oriente, la idea de que las mentes y las almas estén reservadas a los seres humanos se
entiende como puro chauvinismo antropomórfico y no se haya razón lógica alguna para que todo lo existente,
incluidas las máquinas, no puedan poseer alma.
Claro está que la comunicación entre distintos mundos de sentido está restringida a un ámbito de voluntad de
interpretación de signos, pero siendo las pautas sociales lo que nos convierte en humanos, no podemos
otorgarles la condición de personas a las máquinas. Las posturas finales de todos los interlocutores quedan tal
que así:
• Haldane: Escepticismo ante la posibilidad de que una máquina tenga los atributos biológicos de un
cerebro animal.
• Schrodinger: No hay impedimento para construir una máquina de Turing.
• Snow: Puede construirse, pero ¿con qué finalidad?
• Wittgenstein: El pensamiento humano está ligado completamente ligado al lenguaje, que a su vez es
una consecuencia directa de una forma de vida compartida: la vida humana, y ninguna máquina podrá
nunca compartir esa forma de vida, porque es una máquina.
• Turing: La religión, la moral y demás atributos de las personas no tienen nada que ver con la
posibilidad lógica de hacer una máquina inteligente. Quiero reproducir los procesos del pensamiento,
no la fisiología humana. Y si lográramos tal reproducción, sí sería pensamiento humano.
En conclusión, Casti ha dado una exposición de las distintas posturas en la concepción de la inteligencia y un
diálogo aproximado de representantes significativos de unas y otras ideas. La forma que le da al problema lo
sitúa al nivel del interés de estudiosos de la psicología y la filosofía, y al de cualquier interesado en el curso de
la ciencia en lo que a la Inteligencia Artificial refiere; a la vez que lo plantea como una realidad ya patente y
de interés común para la sociedad y que merece atención de los gobiernos del mundo. La pregunta que se
planteó al comienzo acerca de la utilidad de la tecnología de la IA y de su papel en el mundo queda
respondida para el autor en la evidente eficacia que pueden tener tales máquinas para nosotros, pero se afirma
en que son dos formas de inteligencia diferentes y que no podemos crear humanos, en el sentido inabarcable
que el concepto representa.
Desde mi punto de vista, el autor ha utilizado el lenguaje apropiado para tratar una cuestión como la que
hemos visto, pues la comunicación se da en el diálogo, sin éste no hay fusión de horizontes entre los distintos
pensamientos. De esta forma ha puesto una cuestión filosófica sobre la mesa desde distintos puntos de vista, y
con la emoción añadida de escuchar a Wittgenstein o a Turing hablar uno con otro..
El tema es de gran interés y actualidad, pues como bien vemos, está a la vuelta de la esquina y ya ha sido
objeto de distintas especulaciones artísticas en el cine y la literatura. El hecho de situar ciertas mentes
significativas juntas a charlar sobre ello da enormes facilidades, pero también el pequeño inconveniente de
viajar cincuenta años atrás en el tiempo y que Turing no posea la tecnología que existe hoy día para acabar de
rematar sus argumentos, o que Wittgenstein no pueda ver a los replicantes de Ridley Scott buscar el sentido de
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su existencia. Pero sin duda, va a situar al lector en posición de saber las idas y venidas de la idea de estudio,
así como de valorar desde distintas disciplinas y mundos de sentido (física, matemáticas, biología, filosofía) el
significado profundo de tamaño dilema. Lo que es más de apreciar en la obra, es que no va a imponer
creencias, sino a crear en el lector eso que tan propiamente nos caracteriza a los humanos: originar
pensamientos propios.
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