Estado de México - SERGIO JAVIER MEDINA PENALOZA

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¿LA EDUCACIÓN JUDICIAL COMO POLÍTICA PÚBLICA?
Dr. Dr. Sergio Javier Medina Peñaloza
Magistrado del Tribunal Superior de Justicia
Director General de la Escuela Judicial
Estado de México
Los cánones contemporáneos imponen como aspiración de todas las
sociedades políticas modernas el fortalecimiento de sus instituciones hacia la
consolidación de un estado democrático que amplíe libertades ciudadanas en
un plano de respeto a los derechos de todos.
En ese esfuerzo los poderes judiciales desarrollan un papel fundamental
en la vida política pues representan los anhelos de una mejor justicia que
contribuya a la paz social, lo que sólo se obtiene asumiendo el compromiso
institucional de contar con jueces cada vez más capacitados, sensibles y
honestos, de cuyo empeño depende la credibilidad y legitimación de la función
de administrar justicia. Sin duda la función jurisdiccional y concretamente la
resolución judicial no siempre conseguirá la reconciliación de las partes, pero si
logrará fijar la justa distancia entre los contendientes delimitando los derechos y
obligaciones de cada uno y disipando la incertidumbre previa de la tutela
jurídica.
En este marco y a través de estas líneas plantearé tres ejes
fundamentales de debate sobre el tema que nos ocupa. Primero lo que se
entiende por política pública. En segundo lugar, si la educación judicial puede o
no erigirse como una política pública per se; es decir, como un eje rector de la
actividad de los poderes judiciales paralelamente a la misión sustantiva de
administrar justicia. De la respuesta que abonaremos podremos plantear el
tercer eje: ¿Ha sido la educación judicial una política pública dentro de los
poderes judiciales en México?
En
este
punto
analizaré
también
cuáles
son
las
condiciones
indispensables para que pueda posicionarse a la educación judicial -en un
plano ideal- como una política institucional estratégica en el contexto nacional,
lo que hace referencia a los instrumentos y productos concretos que pudieran
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obtenerse bajo la visión que propondré a manera de desafíos que enfrentan los
poderes judiciales.
I. ¿Qué es la política pública?
¿La educación judicial puede ser una política pública de los poderes
judiciales?
Empezaremos por definir aquello que se entiende por política
pública. La doctrina ofrece innumerables definiciones al respecto. Thomas Dye
la define señalando que es “aquello que los gobiernos eligen hacer o no
hacer”1. Como se advierte de dicha definición las políticas públicas pueden
adquirir no sólo la forma activa representada por el “hacer algo”, sino que
también son parte de ella las omisiones deliberadas; es decir, el no tomar
cartas
en
aquellos
asuntos
que
conducen
al
logro
de
los
fines
gubernamentales. La política pública es difusa (pervasive) y no se limita a la
norma jurídica2.
Este concepto se complementa con el de William Jenkins para quien la
política pública es un conjunto de decisiones interrelacionadas que toma un
grupo de mando relativa a la selección de los medios e instrumentos. A su vez
dice Francesc Pallares:
“Para que una política pueda ser considerada como pública tiene
que hacer sido generada en el marco de los procedimientos
institucionales y organizaciones gubernamentales; es decir, que
se trate de estrategias de actuación en las cuales las
organizaciones públicas desempeñan un papel clave en su
configuración, aunque su participación no sea exclusiva”.
Por tanto, extrayendo las líneas generales en torno al concepto que nos
ocupa podemos tomar cuatro elementos fundamentales que le dan sentido:

1
2
La intervención gubernamental (Que da el carácter de público)
Whatever governents chose to do or not to do. Wayne Parsons (1995)
Stella Theodoulou
2

La decisión de actuar o no actuar (que constituye la política pública
per se).

La determinación de estrategias de actuación (instrumentos de
acción o herramientas para materializar una política pública concreta
traducida en un servicio o recurso)

La generación de procesos de análisis técnico racionales sobre un
tema específico (productos y/o resultados que impactan en la
sociedad)
Ahora bien, luego de definir qué es la política pública conviene analizar
si la educación judicial se puede erigirse en este nivel, para lo cual
contestaremos la siguiente interrogante ¿Qué papel desempeña la educación
judicial en México?
II. ¿La educación judicial como política estratégica de los poderes
judiciales?
La misión de todo Poder Judicial es juzgar y hacer ejecutar lo juzgado,
para garantizar el ejercicio y la tutela de los derechos de los individuos
conforme al ordenamiento jurídico y la preservación de la convivencia pacífica
en el marco del Estado de Derecho. En ese contexto ¿Podrá la educación
judicial constituir una línea estratégica a considerarse por los Poderes
Judiciales paralelamente a la función sustantiva de administrar justicia?
De suyo, la educación en general ha generado una inquietud en
latinoamérica expresada en las cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno
que se celebran cada año en distintos países. Dan cuenta de ello las Cumbres
Iberoamericanas de Educación (España, 1992; Brasil, 1993; Argentina, 1995)
las cuales se constituyen como órganos de consulta de la Organización de
Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
En esos foros se ha estimado que la educación es un factor esencial de
desarrollo humano y social. Humano, porque se concibe como el proceso de
aprendizaje y de aplicación de lo aprendido para mejorar la calidad personal de
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vida; y social, porque una ciudadanía educada se constituye como el eje de
todo proceso de crecimiento para la transmisión de valores, la democracia y la
solidaridad.
Incluso a la sociedad de hoy se le ha denominado “la sociedad del
conocimiento”, pues se caracteriza por el papel que juega la ciencia y la
tecnología en el desarrollo socio-económico, hasta el punto de considerarse
que esta simbiosis necesaria (ciencia-tecnología) están abocadas a sustituir al
factor capital en las relaciones de producción, por constituir el conocimiento, el
principal recurso productor de riqueza. Un país que desee ser verdaderamente
independiente debe garantizar a todos sus ciudadanos la oportunidad de
adquirir conocimientos sobre la ciencia y desarrollarla para satisfacer
necesidades colectivas.
En esa tesitura la educación judicial (capacitación, profesionalización y
actualización) es fundamental para el Poder Judicial y no sólo eso, es una
constante que debe imperar, pues con mayor razón participa de los atributos de
ser generadora de cambios, pero por ser enormemente especializada e
implicar la aplicación de conocimientos altamente tecnificados que respondan a
la ardua pero apasionante labor que el estado delega en sus jueces, se
constituye también como un factor que fomenta, como valor agregado, un
sinnúmero de actitudes favorables, entre ellas la reflexión crítica, refrenda el
compromiso social, incita a la profesionalidad en el actuar y a asumir actitudes
éticas, posturas decisivas para un cambio de mentalidad y para una inclinación
favorable hacia el desarrollo. El juez debe conocer plenamente los designios de
la ley, pero no sólo es su intérprete, sino creador de la misma, por lo que
requiere también de estos atributos.
Por tanto como segunda afirmación podríamos señalar que la educación
judicial no sólo puede constituir una política pública estratégica a la par de la
actividad sustancial de administrar justicia; sino que es deseable que sea
considerada como tal. Dicho en otras palabras, que obligatoriamente se
reconozca a la educación judicial como una línea estratégica de la política
pública que desarrollan los poderes judiciales, porque ofrecería grandes
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beneficios institucionales y por accesoriedad, a la sociedad que tanto espera de
nuestra actividad.
III. ¿Política Educativa Judicial?
Ante el panorama que hemos planteado, me atrevo a sostener que la
educación judicial en el país no ha sido vista como una política pública
estratégica; es decir, no se cuenta con un sistema educativo judicial nacional
que garantice un estándar de preparación en todos los jueces del país. Mucho
menos se ha planteado la ya necesaria colegiación obligatoria de jueces con
miras a la certificación nacional de quienes tienen esta alta investidura.
Si pensaramos que existe una política educativa judicial, daríamos por
sentado que todos los poderes judiciales han establecido la carrera judicial
como norma institucional obligatoria en todas las categorías y no entendida
como un “as” político o un privilegio cerrado de quienes laboran ya dentro de
los poderes judiciales, sino como un sistema democrático de selección de
quienes puede ser sus mejores integrantes, con independencia de su
procedencia.
Si dieramos por hecho que existe una política educativa judicial,
tendríamos plenamente definido un perfil institucional de la figura del juez y se
contaría con indicadores de gestión de desempeño de la judicatura.
Si partieramos de que existe una política educativa estaríamos -como
requisito sine qua non- ante la afirmación de que existe un absoluto respeto a
la independencia judicial, tanto externa como interna, que se obtiene con
ingresos económicos decorosos proporcionales a las altas responsabilidades
del cargo de juez y se afirma frente a la interferencia de terceros, con el fin de
que la decisión judicial no tenga otra dependencia que la propia reflexión,
palabra que yace más como un espejismo y como una trillada frase de los
discursos oficiales que como una realidad democrática.
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Si pensaramos que existe una política educativa judicial estaríamos
partiendo de que se reconoce como línea estratégica de desarrollo la función
que en la capacitación, profesionalización y actualización desarrollan las
escuelas judiciales, con independencia de la denominación que adopten y que
se tiene una idea clara de hacia dónde van sus esfuerzos estableciendo su
modelo educativo, pues la educación judicial está vacía de alma, de espíritu y
de razón si no se materializa como el instrumento, herramienta y filtro
necesario para la asignación de cualquier cargo jurisdiccional, ya que es la que
por su propia naturaleza aporta el mejor criterio objetivo de selección del
personal jurisdiscente.
Si pensaramos que existe una política educativa judicial tendríamos
perfectamente determinados los instrumentos y herramientas de las que debe
participar toda escuela judicial, entre ellas la certificación nacional por
competencias de los docentes que imparten clases en estos institutos
(programa permanente de desarrollo docente); se buscaría el establecimiento
de alianzas estratégicas con instituciones educativas públicas y privadas que
compartan no sólo las inquietudes, sino los anhelos de lograr un mejor país a
través de la educación jurídica.
Si pensaramos que existe una política educativa judicial se buscaría la
generación y el fortalecimiento de los procesos de investigación al interior de
las escuelas judiciales, bajo el prisma de que sólo ésta permite establecer
contacto entre dogmática y realidad y desarrolla una actitud intelectual crítica y
creadora para entender, verificar, corregir o aplicar el conocimiento jurídico y
mejorar la aplicación concreta de la ley.
Hasta en tanto no se tenga esta visión de la judicatura y de las escuelas
judiciales como una línea estratégica de la política pública, los jueces
seguiremos siendo altamente cuestionados por la sociedad; en nuestro
desempeño, en nuestra preparación y en nuestras resoluciones.
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Perspectiva en el Estado de México
Sin duda las escuelas judiciales estamos día a día renovando esfuerzos
por alcanzar que nuestra función sea vista como una línea estratégica de una
política judicial integral, pretendiendo que la capacitación, profesionalización y
actualización de los servidores públicos judiciales no sea un elemento
decorativo de los Poderes Judiciales, sino una línea fundamental de desarrollo
de la función jurisdiccional.
En el Estado de México, al igual que en otras entidades de este país
hemos logrado posicionarla en el papel que se merece de ser considerada una
política pública, pues compartiendo muchos de los logros que han
experimentado nuestros estados hermanos, durante la administración del
actual Presidente Baruch Delgado Carbajal se contempló dentro del Plan
Estratégico de Desarrollo Institucional 2010 – 2015
como la tercera línea
estratégica el “fortalecimiento de la Carrera Judicial”. Lo anterior ha dado pauta
a la primera reestructuración orgánica de la Escuela Judicial del Estado de
México desde su fundación en el año de 1985.
Dentro de los cambios más significativos no sólo la visión de la
educación como parte de la política judicial, sino también el impulso a la
Investigación con la creación del Centro de Estudios Judiciales de la Escuela
Judicial del Estado de México y el fomento al Desarrollo Docente a través de un
programa permanente de certificación de nuestros profesores en el ámbito de
la educación judicial, lo que se verá reflejado en la generación de nuevo
conocimiento que a través de catedráticos capacitados sea trasmitido a los
servidores públicos y estos a su vez lo apliquen y repliquen en el ámbito
jurisdiccional en beneficio de la sociedad.
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CONCLUSIONES
En el entendido de que la verdad íntegra no la tiene nadie y la
convivencia académica en estos foros se sitúa en lo que podemos llamar una
“sana, reflexiva y ética discusión”, me permito exponer a manera de
conclusiones las siguientes:
PRIMERO. La educación judicial participa de los atributos de una
auténtica política pública pues se traduce en una intervención gubernamental a
cargo de los Poderes Judiciales que implica decisiones de actuar,
determinando las estrategias e instrumentos de acción, así como generando
procesos de análisis técnico racionales sobre los temas de la capacitación,
profesionalización y actualización de los servidores públicos judiciales, cuya
labor impactan en la sociedad al ser capaz de abrir el pensamiento hacia otros
horizontes.
SEGUNDO. Sin embargo dicha educación judicial no ha sido vista aún
en el país como una política pública estratégica, pues sólo puede adquirir ese
rango cuando existe y se respeta plenamente -como condición sine qua nondos aspectos fundamentales: a) La carrera judicial en todas las categorías que
conforman el escalafón judicial por ser un sistema democrático de selección de
los mejores y b) El absoluto respeto a la independencia judicial. Ahí está la
visión democrática entendida como aquella que elimina discrecionalidades,
impone concursos de oposición y hace más transparentes los nombramientos
del personal jurisdiscente.
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TERCERO. Es necesario consolidar un sistema educativo judicial
nacional que garantice un estándar de preparación en todos los jueces del
país. Asimismo implementar la colegiación obligatoria de jueces con miras a la
certificación nacional de quienes ejercen el cargo e incorporar en las escuelas
judiciales un modelo educativo que aunado a las funciones inherentes a su
naturaleza, privilegie también la herramienta de la investigación y la
“certificación por competencias” de los docentes que imparten clases en estos
institutos.
Sergio Javier Medina Peñaloza
Doctor en Derecho
Doctor en Ciencias Penales y Política Criminal
Magistrado del Tribunal Superior de Justicia y
Director General de la Escuela Judicial del Estado
de México
[email protected]
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