VAN GOGH PROMETEO - Con

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Van Gogh Prometeo
George Bataille
...A través del tumulto que se produce alrededor de los cuadros y del nombre de
VAN GOGH, es posible abrir un mundo: un mundo que ya no es el de tal o cual,
sino nuestro mundo, el mundo de un ser humano que, llegada la primavera, se
quitara con ademán acertado su pesado y polvoriento abrigo de invierno. Una
persona como ésta, sin abrigo, dejándose llevar por la multitud -con más inocencia
que desprecio-, no podría mirar las pinturas trágicas sin terror y como otros tantos
signos dolorosos, que representan las marcas sensibles de la existencia de Vincent
Van Gogh. Pero este ser podría demostrar la grandeza que el pintor representa no
sólo ante él -él no es nada, cae a cada instante bajo el peso de miserias comunessino que su desnudez manifiesta la innombrable esperanza de todo ser humano que
quiere vivir y, si le fuera necesario, liberar la tierra del poder de quien no se le
parezca; penetrado de esa grandeza futura, el terror que experimentaría se le
volvería risible -risible se volvería incluso la oreja, el prostíbulo y el suicidio de
“Vincent”-: ¿no hizo de la tragedia humana el único objeto de toda su vida?: que
llore, que ría, que ame o, sobre todo, que luche. En efecto, la risa sería producto
del asombro ante la magia poderosa que prosigue manifestándose ante sus ojos,
magia que, entre salvajes, demandaría una turba poseída por la ebriedad, las
vociferaciones repetidas y los golpes de numerosos tambores. Puesto que es más
que una oreja lo que Van Gogh arrancó de su propia cabeza... Van Gogh, que desde
1882 pensaba que valía más la pena ser Prometeo que Júpiter, arrancó de sí mismo
nada menos que un SOL.
Antes que ninguna otra condición, la existencia humana exige la estabilidad, la
permanencia de las cosas, y de ello resulta una actitud ambigua con respecto a
todos los grandes y violentos derroches de fuerzas: estos derroches, tanto cuando
son obra de la naturaleza, como cuando se deben a sí mismos, representan la
mayor amenaza posible. El sentimiento de admiración y de éxtasis que provocan
induce al cuidado de admirarlos de lejos. El sol responde de la manera más cómoda
a esa manifestación de prudencia. No es más que radiación, gigantesca pérdida de
calor y de luz, llama, explosión; pero lejos de los hombres que pueden gozar de
los pacíficos frutos de ese gran cataclismo. De la tierra es propia la solidez, que
sostiene las casas de piedra y el tránsito de los seres (al menos lo propio de su
superficie, ya que la incandescencia de las lavas se encuentra en las
profundidades).
Si se tienen en cuenta estos datos, es preciso que después de la noche de
diciembre de 1888, luego de arrancarse su oreja, Van Gogh... comenzó a darle al
sol un sentido que hasta allí no había tenido. No lo hizo formar parte de sus
pinturas como un elemento decorativo, sino como el brujo cuya danza lentamente
comienza a agitar a la muchedumbre y la lleva a seguir su movimiento. Es en ese
momento cuando su pintura se consuma como radiación, explosión, llama, y él
mismo aparece perdido extáticamente ante un foco de luz radiante, explosivo,
en llamas. Cuando esa danza solar comenzó, de golpe, la naturaleza misma se
puso en movimiento, las plantas se abrazaron y la tierra onduló como un mar
agitado o estalló: nada permaneció en la estabilidad que constituye los cimientos
de las cosas. La muerte apareció en una suerte de transparencia, como el sol
aparece a través de la sangre en la mano viviente, entre los huesos que dibujan la
sombra... El ¨girasol¨ Van Gogh ponía fin al poder de leyes inmutables, de
cimientos, de todo lo que confiere a muchos rostros su aspecto repugnante de
clausura, de muralla.
Pero no hace falta que esa singular elección del sol dé lugar a algún error absurdo;
los lienzos de Van Gogh no constituyen en primer lugar más que el robo de
Prometeo, un homenaje al soberano expulsado del cielo...
Eso es lo que da cuenta del gran carácter de fiesta de las pinturas de Van Gogh.
El pintor encontró como ningún otro el sentido de las flores que también en el
suelo representan el enajenamiento; esas flores que estallan, resplandecen y que
apuntan sus cabezas encendidas hacia el rayo del sol. En ese profundo nacimiento,
hay tanta turbación que mueve a risa: cómo no ver formarse la cadena que va
uniendo tan firmemente la oreja, el manicomio, el sol, la más resplandeciente de
las fiestas y la muerte. Van Gogh se quitó la oreja con un corte de navaja; de
inmediato la llevó a una casa de tolerancia; la locura lo incitaba de la misma
manera que una danza violenta sostiene un éxtasis colectivo; pinta sus cuadros
más bellos, permanece algún tiempo encerrado en un manicomio; dieciocho meses
después de haberse cortado la oreja, se mató.
Habiendo ocurrido las cosas de esta manera ¿qué significan todavía el arte o la
crítica? ¿Se puede afirmar, aun hoy, que en las condiciones presentes el arte es el
único responsable de un ruido de muchedumbre en las salas de una exposición? No
es la historia del arte adonde pertenece Vincent Van Gogh, es al mito
ensangrentado de nuestra existencia humana. Se cuenta entre los raros seres que
en un mundo hechizado por la estabilidad, por la inercia, han alcanzado de pronto
el terrible ¨punto de ebullición¨, sin el cual lo que pretende durar se vuelve
insípido, intolerable y declina. Ya que tal ¨punto de ebullición¨ no tiene sentido
solamente para el que lo alcanza, sino para todos, incluso si todos no perciben
todavía lo que liga el salvaje destino humano con la radiación, la explosión, la
llama y, de ese modo, con su fuerza.
(*) Traducción Roxana Páez.
Selección: Vanesa Guerra
Enlaces:
La conciencia de la muerte >>> George Bataille
La belleza>>> George Bataille
El erotismo>>> George Bataille
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