Me gustan los Reyes que mueren por los demás

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Los Reyes que mueren por los demás
Domingo 34 c Jesucristo Rey del Universo
P. Clemente Sobrado C.P.
21 de Noviembre de 2010.
Subir a la Cruz para acabar con
todas las cruces, ese es el
verdadero reinado del amor. Y eso
es lo que hizo Jesús. Cargar con
su Cruz, para que todos los
hombros quedasen sin cruz. La
Cruz de Jesús amontonó todas las
cruces que pesaban sobre los
hombros de los hombres y
mujeres del mundo.
No soy amigos de esos reyes que
viven en Palacios y se llevan la
gran vida a cuenta del resto de
ciudadanos. Pero me encanta ese
Rey que se llama Jesús que, no
tiene palacio, ni tiene siquiera una
casa propia, pero sí dispone de
una Cruz para morir colgado y de
esa manera hacer que todas las
cruces de los hombres sean
retiradas de circulación.
¿Por qué será que todos
ansiamos subir, alcanzar altos
puestos y mandar?
Ser rey es cosa fácil.
Lo difícil es ejercer el Reinado
de verdad. Y llegar al reinado de
Jesús.
Reinar desde arriba manejando a
los demás, lo hace cualquiera.
Pero reinar rebajándose y dando
su vida por los demás, morir para
que otros vivan, ya es otro
cantar.
¿Será cierto eso de que los que
quieren
estar
arriba
es
precisamente para servir a los
de abajo?
Mi pregunta es: ¿Y cuántos de
los que ahora están en la cima
han hecho más libres a los de
abajo?
¿Y cuántos que han luchado
por subir hasta arriba y ahora
desde las alturas han hecho
más felices a los de abajo?
Nunca me han gustado esos
que prometen mucho cuando
están en el llano y cuando se
sienten en la cumbre, ya se
olvidan cómo nos llamamos.
Por eso, aunque no me gustan
mucho los Reyes, me gusta la
fiesta de Jesucristo Rey del
Universo, porque al menos El
abrazó su cruz y todas las cruces
de tantos hombros heridos se han
caído y el amor las ha
amontonado.
¿Será
para
1
quemarlas o encender el fuego del
amor con su leña?
Fíjate en esa montaña de cruces,
que las hay de todos los estilos y
tamaños, y trata de ver si
encuentras la tuya. Porque es
posible que, entre todas ellas, haya
una que lleva tu nombre.
Precisamente la tuya. La que a ti
tanto te dolía y tanto te pesaba.
¿Hay algo más maravilloso que
aliviar el dolor de los demás?
¿Hay algo más maravilloso que
contemplar al hombre libre de
todas esas cruces que lo
crucifican cada día y le hacían
gemir inútilmente?
¿Hay algo más bello y
hermoso que ver al hombre
enfermo que vuelve a sonreír?
¿Hay algo más bello que ver
que alguien comparte nuestras
propias cruces para que
nosotros nos sintamos más
libres y esperanzados?
¿Hay algo más bello y
hermoso que ver a la gente
feliz, aunque su felicidad tenga
el precio de la vida de alguien
que tuvo que morir en la cruz,
insultado por todos?
Me gustan los reyes que son
despreciados para que nosotros
seamos reconocidos en nuestra
dignidad humana.
Me gustan los reyes de los que
todos se burlan, para que nosotros
seamos reconocidos y aceptados
por todos.
Me gustan los reyes a los que se
les pide que bajen de su cruz, y
prefieren descolgar a los demás
aunque ellos sigan clavados de
ella.
Me gustan los reyes a los que se
les pide que se salven y prefieren
salvar a los demás.
Me gustan los reyes que, incluso
en el momento supremo de la
muerte, abren a los demás a la
esperanza y les prometen el Reino
y el Paraíso, no para el mismo día
siguiente o la semana que viene,
sino para antes de que anochezca.
“Te lo aseguro: hoy estarás
conmigo en el paraíso”.
No me gustan los de arriba que lo
prometen todo y luego no dan
nada.
No me gustan los que nos utilizan
para ellos crecer.
Prefiero a esos que nos hacen
crecer a nosotros aunque ellos las
tengan que pasar negras.
No me gustan los que viven
felices en sus sillones o sus
despachos y a los que hay que
pedirles permiso para hablar con
ellos.
Prefiero a esos que siempre están
dispuestos a escuchar nuestros
gritos de dolor y ahí mismo nos
regalan la esperanza.
¿Alguien quiere ser rey así?
¿Alguien tiene vocación de subir
por encima de los demás?
Dime qué has hecho por los
demás hasta ahora. Porque quien
espera estar arriba para servir
nunca hará de su vida un servicio.
Y servirá de todos.
2
Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com
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