La distinción POLÍTICA / MORAL como exigencia de la organización

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La distinción POLÍTICA / MORAL como exigencia de la
organización plural de la convivencia*
Contribución al Homenaje al Prof. Acilio da Silva Estanqueiro Rocha
Juan-Luís Pintos de Cea-Naharro
GCEIS- Universidad de Santiago de Compostela
Cuando nos interesamos por investigar cuestiones que tienen que ver con la política en
la sociedad española actual, nos vamos encontrando con fenómenos diferenciales que no
suelen corresponderse con otras investigaciones europeas o americanas. Por ello
pensamos que el diferencial está poco estudiado, y cuanto más se estudia, más nos
aproxima a la historia reciente de otros países, como Portugal o Italia, e incluso a países
del Este europeo que hicieron su transición a la democracia en los últimos decenios del
siglo pasado. Me refiero, claro está a los períodos dictatoriales que todos esos países
sufrieron durante etapas bastante amplias de su historia.
Me refiero a un fenómeno particular, que no se suele producir en otras circunstancias y
que tiene que ver con los complejos procesos de legitimación del orden social en las
sociedades democráticas. La secuencia de las dictaduras tiende a legitimar los discursos
contrarios pues la absorción y desaparición de la política en las mismas induce a
justificar cualquier discurso opositor. Países como Francia o el Reino Unido tienen
suficientemente lejanas las formas de acceso al orden democrático como para que no
cuente entre sus posibilidades de actuación la de cortarle la cabeza al rey. En un caso
por la estabilidad multisecular de la forma monárquica y en el otro por la adaptación
permanente de la forma República a las variantes fundamentales de una sociedad. En
ambos casos se han producido, dentro de la misma formulación constitucional
1
variaciones de partidos gobernantes y opositores con su lógica propia de gestionar la
cosa pública según el mandato de los electores y no según las diferencias ideológicas de
los partidos políticos. A lo largo de los últimos sesenta años hemos comprobado cómo
han ido perdiendo perfiles y aristas las propuestas más extremas para instalarse como
“normalidad” el cambio de gobierno.
No hemos logrado el mismo resultado en período semejante en España. Si bien ha sido
valorado positivamente algún cambio de gobierno (especialmente el acceso al poder del
Partido Socialista en 1982) no ha sido percibido de la misma manera el acceso del
Partido Popular en 1996. Son varias las circunstancias que podrían explicar las
permanentes dificultades que ha tenido ese Partido para explicar y llevar a cabo su
política, en parte no muy distinta de la realizada por los socialistas. Se podrían
investigar el peso que han tenido los llamados “Medios” en la configuración de una
opinión pública adversa, pero no es el momento de entrar en el análisis de esas
complejas relaciones y de cómo han ido evolucionando (la decadencia de determinados
multimedia y el ascenso de otros, por ejemplo). A algunos años de distancia de la vuelta
al poder de los socialistas (bajo la forma peculiar de política que desarrolla José Luís
Rodríguez Zapatero) podemos empezar a entrever un mecanismo específico que trata de
hacer relevante actualmente el período histórico de la II República y de la Guerra Civil.
A algunos nos parece que incluso se están adoptando decisiones políticas que ya
experimentamos en el franquismo, como, por ejemplo, la expansión de las prohibiciones
y la intromisión en la vida privada de decisiones gubernamentales, junto con una nueva
ola de anticlericalismo, o más bien, anticatolicismo, porque han aparecido “nuevos
curas” que, de modos diversos y en terrenos distintos nos predican sobre lo que tenemos
que hacer, sentir, pensar y cómo actuar.
2
Pero más allá de esas experiencias empezamos a descubrir que las dictaduras y la lucha
contra ellas nos ha dejado una herencia invisible que solo es posible observar por la
analítica del cambio en los imaginarios sociales1. Desde una perspectiva temporal de
algunos decenios parece producirse una legitimación y naturalización de las ideologías
que se opusieron al régimen. Es decir, si el régimen totalitario es de derechas, lo que la
población demanda es una cultura y unos programas “de izquierdas” y viceversa. Sería
interesante hacer una investigación comparativa de los diferentes países del Este
europeo que partieron de un régimen comunista, como se han ido asentando los partidos
plurales que han gestionado el gobierno durante las últimas dos décadas, y cómo ha
evolucionado el voto a los partidos autodenominados comunistas. El vaciamiento
ideológico y científico de los grupos que han venido gestionando el patrimonio de las
izquierdas, los intentos de recomposición de los catecismo ideológicos, y el alejamiento
creciente de las experiencias y los problemas de los ciudadanos ha conducido a un
creciente desmarque de esas posiciones por parte de reconocidos intelectuales, pero
sobre todo por el alejamiento de los ciudadanos de a pie que ya han dejado de creerse
los grandes relatos, las mentiras históricas y las estrategias cortoplacistas de nuestros
políticos.
A los países que empiezan la andadura democrática les cuesta mucho trabajo el
desprenderse de hábitos, actitudes e imaginarios que no se refieran a una unidad de
pensamiento o dogma. Porque el proceso de ruptura y abandono de las posiciones
epistemológicas privilegiadas es más lento que los procesos de secularización o
modernización (Beriain, 2005).
3
El gran cambio que está aconteciendo –local y globalmente- es la progresiva
desaparición de centros y vértices (independientemente de sus justificaciones
ideológicas) y la consideración de la realidad como única cuya última referencia sería
algún absoluto2.
Desde esa posición vamos a desarrollar unas reflexiones o recorridos fragmentarios en
los que tendremos en cuenta una descripción compleja de lo que se dio en llamar el
“Militante de izquierdas”, según las diferentes perspectiva generacionales [I], la
reconstrucción sistémica del concepto de política y la distinción de la moral en
sociedades “policontexturales” [II], y algunas consideraciones sobre un tema
excesivamente “mediatizado”: la corrupción [III]
I
ALGUNAS CIRCUNSTANCIAS DEL COMIENZO DE LA REFLEXIÓN: LA
EVOLUCIÓN MORAL DEL MILITANTE “DE IZQUIERDAS”
Como los procesos que tratamos de entender se han producido en secuencias temporales
comunes es necesario diferenciar los puntos de observación desde los que se producen
las distintas reconstrucciones de las realidades. En este caso creo que sería necesario
diferenciar tres generaciones que han hecho recorridos distintos de los mismos sucesos:
la generación descendente aunque todavía presente en algunos casos o medios,
generalmente mayores de 65 años y prácticamente apartados de la política activa; la
4
generación dominante que toma decisiones políticas y se siente responsable de ellas y
señala como principal valor político "el cambio de la sociedad" (suelen tener edades
comprendidas entre los 40 y los 65 años); y finalmente, la generación ascendente, cuyos
bordes superiores de entorno a los treinta ya empiezan a ser promovidos a las decisiones
políticos y cuyos borden inferiores, desde la mayoría de edad a los treinta, pugnan por
entrar en el mercado de trabajo y la autonomía familiar y tienen el sentimiento de
encontrar dificultades y muros que les impiden ser ellos mismos y reflexionar sobre lo
que quieren hacer en la comunidad política a la que pertenecen.
En una conferencia pronunciada el mes de mayo (2010) en una universidad del sur de
Colombia y en período electoral, ante un público de académicos con pluralidad de
opciones políticas cité a N.Luhmann en su afirmación: “Cuando no se quiere resolver
un problema político se apela a la MORAL”.
Aludí a algunos casos recientes, ataques del 11 de septiembre y reacciones occidentales,
expliqué que la moral es una esfera distinta de la política y que los problemas que se
producen y formulan en el interior del sistema político se tienen que resolver con las
herramientas propias de ese sistema.
A partir de varias intervenciones del público empecé a percibir que había tocado un
punto sensible en la autocomprensión de la participación política de los ciudadanos. Se
empezó a hablar de deberes, sentimientos y valores y de las experiencias del
“compromiso” con los marginados. Esquemáticamente sería algo así lo que pasa por
esas conciencias desdichadas, que configuraban el modo de ser de mis oyentes.
Asumiendo ahora mi perspectiva generacional voy a describir cómo se produjo esa
5
evolución en las décadas de experiencias individuales. Tenemos que suponer que me
refiero a militantes “de izquierdas”, pues es el ámbito relevante al que se refieren mis
experiencias. Cómo sea o haya sido la evolución de los militantes “de derecha” no se
tiene en cuenta en esta investigación, ni siquiera si sería pertinente aplicar la palabra
“militante” a los afiliados a los partidos de ese tipo.
1. En épocas tempranas o medias de la juventud (entre 15 y 20 años) se descubre a
través de informaciones que uno considera fiables y que provienen del exterior del
contexto cotidiano que la situación del mundo de los hombres es una situación
claramente “injusta” porque se establece en contra de principios de justicia
universalmente válidos -ejemplificados en la consigna de la revolución llamada
francesa de Libertad, igualdad y fraternidad-, pero con la jerarquización de la igualdad
como principio guía de la acción;
2. Esa injusticia tiene características de globalidad, de universalidad, de permanencia
histórica y de reformabilidad. El militante aprende que él puede “hacer algo” para
cambiar esa situación
3. El individuo que adquiere ese conocimiento deja de ser inocente ante el mal del
mundo y se convierte, necesariamente, en persona responsable de actuar sobre el bien y
el mal de la humanidad. De ahí que para la conciencia de estos individuos lo primario
va a ser la moral y lo subordinado la política. O, dicho en otros términos, la política es
un instrumento de servicio a la sociedad (o al “pueblo”), que se constituye en un espacio
intermedio entre el “arte” y la “ciencia” y cuyo eje central lo constituye la diferencia
entre el amigo y el enemigo (C. Schmitt, 1939: 99-106)
6
4. Esa persona responsable tiene que buscar por sí misma cómo realizar aquel tipo de
acciones que terminarán con esa situación “injusta” y por ello algunas encuentran en la
teoría y práctica marxista una doctrina que les proporcionará una base “científica” y un
programa práctico de transformación del mundo y la sociedad.
5. No existe la posibilidad de abstención. Sea cual sea la decisión que tome el individuo
ya está previamente comprometido, es responsable moral de los resultados de su acción
(Mounier, 1967: 101). Lo que proporciona certeza al militante pues ejercita su libertad
mediante el reconocimiento de la necesidad (Hegel).
6. La participación de las personas individuales en grupos ideológicos históricos
concretos es sentida como necesidad de respuesta a la exigencia moral general. Se
produce así el fenómeno de la “militancia”. En el caso concreto de España confluyen en
la formación de esas personas dos corrientes poderosas de gran potencial utópico: una
que viene de lejos y que se ha puesto a prueba en la historia, el cristianismo bajo la
forma católica, y otra que –en los años 50 y 60- aún parecía joven por la prolongación
del impulso revolucionario de sus orígenes, el marxismo.
7. El militante de un grupo ideológico-político de estas características hace el
aprendizaje de un cuerpo doctrinal y una metodología desplegada en los momentos
diferenciados de la estrategia y la táctica propias del grupo al que pertenece y en el que
ejercita la obediencia a las directrices de la dirigencia.
7
8. Con el paso del tiempo, el militante va descubriendo la creciente distancia entre los
fines u objetivos del grupo y la práctica cotidiana del mismo. Se produce así un
aprendizaje de los hechos de la historia y su deformación por la propaganda, el control
de las cifras, distintas valoraciones de las estrategias, elaboración cuidadosa de los
fracasos, luchas internas, etc.
9. Cuando esa tensión se hace insoportable para la conciencia individual rompe con la
pertenencia al grupo y abandona paulatinamente todo tipo de militancia. En el caso de
España esa retirada se hace más suave para los militantes que abandonan el partido
político, pero siguen manteniendo actividad sindical durante unos años.
10. El impulso moral de los inicios se convierte, a través de sucesivas transformaciones
cotidianas, ideológicas, de amistades y de estatus en una posición predominantemente
cínica que será la perspectiva que asuma en adelante ante cualquier cuestión política.
11. Sólo un proceso de recurrencia que asuma y corrija las perspectivas iniciales
externas y las actualice en nuevas autodescripciones de la sociedad en la que vive y sus
mecanismos sistémicos permitirá al sujeto reconvertido reconstruir la distinción entre la
moral y la política y hacerla operativa políticamente.
***
Las experiencias de las generaciones actualmente operativas en política no siguen este
patrón histórico porque empiezan a desarrollar su actividad política fuera de la
clandestinidad, con reglas explícitas y en condiciones de democracia fundante. Es decir,
se encuentran con la política no como “lucha contra el franquismo”, sino como
“construcción de la democracia”. Las iniciales diferencias ideológicas entre los grupos
8
políticos van desapareciendo debido a dos procesos que corren en paralelo. En primer
lugar la progresiva desaparición en la arena electoral de la grupos extremos ya sea en la
derecha (el franquismo se disuelve en las urnas) como en la izquierda (la reforma se
impone a la revolución). Los partidos más numerosos se incorporan a un nuevo
territorio que surge, “el centro”, que desde unas coordenadas políticas indefinidas va
poniendo límites cada vez más precisos a las posiciones duras históricamente definidas
como “derechas” e “izquierdas”.
La vinculación de la moral a la política, más que por el camino de las utopías al que
hemos aludido desde la perspectiva de la generación anterior, hace su aparición por el
aprovechamiento particular o grupal de la posición política para la obtención de
beneficios económicos en la gestión de los bienes públicos. A finales de los ochenta y
principios de los noventa comienza a dibujarse el complejo panorama de la corrupción
como forma de sospecha constante sobre los gestores políticos y como exigencia de
“regeneración” del país. Sobre ello volveremos en la última parte de esta investigación.
II
LA RECONSTRUCCION SISTÉMICA DEL CONCEPTO DE POLÍTICA A PARTIR
DE LAS DESCRIPCIONES PLURALISTAS DE LA SOCIEDAD. LA
POLICONTEXTURALIDAD Y SUS CONSECUENCIAS.
9
La actividad política de los individuos todavía está estrechamente vinculada a su
cosmovisión moral/ideológica por lo que se producen actualmente una serie de
consecuencias que distorsionan la funcionalidad de la forma democrática de la política
en los países pluralistas. Siguen existiendo países y Estados que todavía se organizan
bajo formas monocontexturales, bien porque la organización civil se constituye bajo
formas y legalidad religiosas, bien porque formas dictatoriales impidan la publicidad de
ideas u organizaciones distintas del régimen ideológico-político establecido.
1. La Policontexturalidad
Los conflictos de racionalidades3 no son meros hechos de conciencia sino
hechos observables y que se producen en determinadas sociedades y no en otras. Ya la
misma definición de conflicto alude a un hecho social, pues no aludimos a los conflictos
que en la conciencia de los individuos se producen entre los diferentes tipos de
racionalidades que configuran su persona. Ya no está sola la razón como única norma
suprema orientadora de la reflexión y la conducta, sino que tiene que aprender los
juegos diferenciados de los sentimientos, las emociones, la imaginación, el cuerpo y la
memoria. Cada una de esas racionalidades, pretendidamente sometidas a la razón desde
la perspectiva ilustrada clásica, han comenzado a reclamar sus territorios específicos
desde finales del siglo XIX. Pero no es ese el problema que ahora nos ocupa.
En lo que nos ocupamos es en la progresiva diferenciación de las perspectivas
sociales que el marco teórico sistémico nos permite vislumbrar. Estamos actualmente en
el mundo occidental en una situación cuyo eje histórico evolutivo sigue la flecha de la
diferenciación funcional del sistema social. Ya no disponemos de una referencia única e
10
incontestable que nos permite explicar los diferentes fenómenos como dependientes de
un principio teológico u ontológico indiferenciado e inaccesible. Cada una de las esferas
de las experiencias humanas ha ido autonomizándose a través de procesos de
reconocimiento de las novedades descubiertas y de las respuestas funcionales a esas
novedades planteadas inicialmente como problemáticas. Es más, se están produciendo
en el último siglo acelerados procesos de sustitución funcional4 con los que
determinadas instituciones o sistemas sociales (por ejemplo: la familia) están siendo
desposeídas de algunas de las funciones (por ejemplo, en el caso de la familia, la
educación de la prole) que le han sido atribuidas tradicionalmente. Y aparecen nuevas
experiencias como la intensificación, variación y multiplicidad de informaciones acerca
de “lo que sucede”, que ya no es el pueblo o la aldea en la que vivimos sino el mundo
que habitamos. Correspondientemente se va generando un sistema de “medios” de
comunicación masiva que trata de responder a esas necesidades de información5.
Todo ello desemboca en una nueva forma de describir las sociedades en las
que vivimos. Uno de los recientes diccionarios de sociología llega a definir treinta y
cuatro descripciones distintas, además, por supuesto, del intento de definición de
“sociedad”6. Esta situación de dispersión y fragmentariedad se mantendrá hasta que
dispongamos de un nombre para describir esa pluralidad.
Siguiendo a Luhmann, llamamos "sociedades policontexturales" a aquellas en
las que se produce la posibilidad formal de diferentes observaciones simultáneas y se
renuncia, por tanto a la seguridad última de la unidad de la observación. No existe
pues un único "Lebenswelt", común a todos los observadores como referencia única,
11
sino que partimos en nuestras observaciones de la pluralidad de mundos y de sistemas
de referencias.
En una sociedad policontextural la diferenciación no contempla un horizonte
dentro del cual alguna actividad parcial pueda pensarse como esencial, pues todas lo
son. Asumo este neologismo tomado de los escritos recientes de Niklas Luhmann en el
sentido, referido inicialmente a una disposición del arte de tejer (la trama o entramado),
del significado que recoge el Diccionario de la Real Academia para "Contextura", de
"Compaginación, disposición y unión respectiva de las partes que juntas componen un
todo” (DRAE, 1984). A diferencia del "Contexto" (y el admitido adjetivo "contextual")
que tiene como referencia primaria un entorno, la contextura se refiere a la complejidad
del sistema. Se refiere con ello también a que la complejidad implica tal cantidad de
posibilidades que obliga a proceder selectivamente.
Además de la significación tomada de G. Günther (Günther, 1979), nos
interesa en este contexto señalar otra de las características de este tipo de sociedades.
Me refiero al excedente de posibilidades (no sólo excedente cuantitativo, sino también
cualitativo) que nos obliga a los ciudadanos de tales sociedades a proceder
selectivamente. El mantenimiento de la multiplicidad de posibilidades implica que el
sentido está siempre vinculado a lo plural por lo que la reducción de posibilidades
nunca puede formularse binariamente ("o esto o lo otro") sino, al menos, ternariamente
("esto, lo otro o lo de más allá"). Esto tiene consecuencias para el sistema político y
para la forma "democracia".
12
Por todo esto, en las sociedades policontexturales siempre es posible "elegir de
nuevo"7, es decir, la operación de la decisión se produce en el tiempo y genera
bifurcaciones temporales replicables, por ello el "modo de proceder" en estas sociedades
es el de la recursividad.
Este marco social condiciona el estudio de las racionalidades en conflicto.
Primero, dándole a los conflictos la característica de “históricos” o contingentes. No son
conflictos trascendentes acerca del ser o no ser de las cosas (situaciones límite como
horizonte hermenéutico) sino conflictos entre diferentes modos de presentarse y ser
percibidos (cotidianeidad como horizonte hermenéutico). Segundo, excluyendo la
posibilidad de que alguna racionalidad (p. e. la económica) se pueda poner a sí misma
como últimamente explicativa de las otras y por tanto acercarse a la función de absoluto
(“determinante en última instancia”). Tercero, estableciendo unas reglas de juego del
conflicto vinculadas a procedimientos recursivos o cibernéticos (rectificación de la
decisión a partir de la información).
Nos situamos así en los niveles de la complejidad en la comprensión de los
conflictos de racionalidades en tanto en cuanto procesos sociales que tienen lugar en
sociedades policontexturales y que afectan directamente a la “comunicación moral”.
2. Sistémica constructivista
La política se constituye en el ámbito de la toma de decisiones que afectan a todos los
ciudadanos y en la forma en que esas decisiones se toman. En los sistemas democráticos
13
actuales los partidos políticos asumen la existente diferencia de perspectivas desde la
que se realiza la construcción de las distintas realidades sociales. Se producen así en las
diferentes sociedades distintas situaciones con respecto a la toma de decisiones y al
equilibrio de las poderes dentro del marco constitucional: Mayorías absolutas,
coaliciones, alianzas, concertaciones, etc. como resultado de las elecciones en las que
participan (o no participan mayoritariamente) los ciudadanos.
En ocasiones, la toma de decisiones que afectan a los ciudadanos se vuelve
enormemente compleja ya que los resultados de determinadas decisiones parecen
contradecir los programas con los que los diferentes partidos se presentaron a las
elecciones. Las formas en las que históricamente han accedido al poder del Estado
determinados partidos políticos les han permitido en corto o largo plazo, suprimir las
alternativas que suponen los partidos minoritarios, surgiendo entonces el gobierno del
Partido Único (bajo formas fascistas, populistas, comunistas, etc.)
Se plantea así la cuestión de las Mayorías y las Minorías en las democracias8. Este
problema se convierte prácticamente en insoluble cuando una mayoría “religiosa”
detenta el poder, porque las decisiones de los gobiernos pierden su carácter contingente
y vinculado al paso del tiempo y al cambio de las opiniones y se confunde así la
regulación de las conductas de los ciudadanos con la rectitud moral exigida a los fieles
creyentes.
Todavía no se han asumido las consecuencias que el largo proceso de implantación de la
Modernidad está teniendo en los países del llamado Occidente al separar de modo claro
y nítido el ámbito de la política del de la religión (Beriain, 2000). En algunos casos
(EE.UU.) se ha llegado a constituir y desarrollar una “religión civil” [Pintos, 1990: 158173], en otros se ha funcionalizado el ateismo como religión masiva, en la mayor parte,
se han ido produciendo procesos “secularizadores” de los mitos y rituales religiosos a
14
los que se están acompañando “nuevas sacralizaciones” [Pintos, 2007a] sobre las que
todavía no se ha investigado suficientemente.
Permanecen entonces formas secularizadas e ideologizadas del corpus religioso en el
ámbito moral. Este fue el descubrimiento que las doctrinas denominadas “de izquierdas”
hicieron, una vez que los impulsos revolucionarios políticos alcanzaron un grado
creciente de burocratización. Se produce así la reconversión de la ideología en utopía
introduciendo un modelo socialdemócrata de “estado de bienestar” en el que han
desembocada la mayoría de las revoluciones y las “transiciones” democráticas.
Pero la reconstrucción de los marcos de referencia de los proyectos políticos, ante la
progresiva deslegitimación de los planteamientos ideológicos en la arena política ha ido
derivando hacia una situación paradójica en los niveles nacionales e internacionales. Se
está tratando de recuperar el significado smittiano de la política según el cual hay que
definir previamente a todo análisis quiénes son los “amigos” y quiénes son los
“enemigos” (Schmitt, 1939). Mientras que los grupos políticos denominados de
“derechas” se han vuelto defensores de las formas democráticas, los grupos políticos
autodenominados “de izquierdas” no tienen problemas en llevar a cabo alianzas que les
permitan gobernar en minoría (Casos de muchos ayuntamientos en España) e incluso
pretender establecer una “línea roja” que defienda de la contaminación de la “peste” de
las derechas llegando a no reconocerles derechos constitucionales.
Por ello, paulatinamente se va estableciendo una situación paradójica en la que se
produce una valoración política que no se vincula a la efectividad, a la resolución de
problemas, al aumento de la equidad distributiva, sino a si la persona a la que nombrar
“es de los nuestros” o no, comenzando así a utilizar el lenguaje de la “lealtad” o
“traición” y distribuyendo estocásticamente la atribución de corrupción a los otros
15
(todos posibles corruptos), mientras que los nuestros sólo lo son accidentalmente (o
simplemente se ejercitan los procesos de desinformación acerca de los “males de los
enemigos y los bienes de los amigos”. (Caso Garzón).
Por todo ello, nos conviene reconstruir la política como una de las funciones
diferenciales del Sistema Social. Lo que implicaría irnos olvidando de los mecanismos
propios de la “Dominación”, que implica siempre mecanismos “Legitimadores” del
orden social resultante (de ahí la necesidad de abandonar las teorías weberianas acerca
del poder, y las foucaultianas acerca de su uso), y sustituirlas por las constructivistas
sistémicas que describen la política como forma funcional para la toma de decisiones
que afectan al conjunto de los ciudadanos, lo que aproximaría a los procedimientos
sociocibernéticos en los que la información está sustituyendo progresivamente a los
chantajes y delitos que se están produciendo actualmente en el campo de la política
(Luhmann, 1971, 1989a, 1997, 2000, 2010 y Torres Nafarrate, 2004).
III - “CORRUPCIÓN” COMO FORMA DE VINCULACION DE LA MORAL CON
LA POLÍTICA
Ocupa un espacio y un tiempo en los telediarios y los informativos. Con una magnitud
diferenciada según el momento político de los diferentes tipos de procesos electorales.
Se suele denominar “Corrupción” y referirse a conductas de políticos pertenecientes al
partido del gobierno o de la oposición que se supone que infringen las leyes del país. En
principio “los corruptos” son siempre los otros. Las personas afectadas se declaran
16
siempre “inocentes” de los cargos. En la mayor parte de los casos intervienen cuatro
perspectivas que tratan de reconstruir los hechos, las pruebas, o los procedimientos
según los particulares intereses:
1.- El gobierno de turno: mantiene una práctica vigilante sobre los políticos
de la oposición que puedan ser más molestos para el desarrollo de su
gestión cotidiana o en aquellas zonas en las que gobierna la oposición
para tratar de recuperar el poder territorial perdido.
2.- Los Cuerpos de Seguridad del Estado, además de tener el cuidado del
orden público, siguen las instrucciones que emanan del gobierno y, en
particular, del Ministerio del Interior. Son los que ejecutan la
persecución de la corrupción, ponen nombre a las diversas operaciones
y casos (Gürtel, Faisán…) y dan cuenta de sus resultados al,
3.- Poder judicial, que a través de sus procedimientos propios investiga,
inicia procedimientos penales o administrativos, instruye procesos o los
cierra, imputa a personas o las llama como testigos y finalmente sigue
los procedimientos habituales para abrir un proceso y juzgar unos
hechos hasta llegar a una sentencia. Pero este proceso, aun antes de la
instrucción es observado por
4.- Los medios de comunicación. Se puede dar el caso de que una simple
detención de algunos sospechosos se convierta en noticia, a través de lo
que se ha dado en llamar “pena de telediario”. Para ello, los llamados
“Medios”, que más bien habría que denominar “Empresas del sector de
fabricación de la realidad” (Pintos, 1999), tienen que acceder al
conocimiento del hecho que se va a producir lo que suele suceder a
través de las denominadas “filtraciones” que responden siempre a los
17
intereses de una de las partes. Una vez que se inicia el proceso
mediático que incluso puede ser anterior a la apertura del procedimiento
judicial es difícil quitarle la relevancia social que adquiere
independientemente del origen que tengan, pues en el mejor de los casos
se aplican las técnicas de desinformación volviendo las noticias “no
informables” (Luhmann, 1996).
A estas cuatro perspectivas hay que añadir la de la persona o miembro de un grupo
político que es acusado de llevar a cabo conductas corruptas. Según sea la relación del
acusado con la dirección del grupo político y según las informaciones internas al grupo
que puedan comprobarse fehacientemente va a depender que el sujeto sea suspendido
inmediatamente de militancia, que se le apoye hasta que haya indicios de culpabilidad, o
que se le apoye mientras no sea condenado por sentencia judicial. En los últimos treinta
años se pueden rastrear todo tipo de casos en los diferentes grupos políticos afectados
por acusaciones de corrupción.
Lo que nos interesa ahora señalar son las cuestiones que se vinculan con la moral en los
casos de corrupción política y las consecuencias que se pueden detectar acerca de la
conducta electoral de los votantes. En los últimos años comienzan a proliferar diferentes
construcciones semánticas que tratan de recuperar para el código moral la función
evaluadora de resultados de procesos e instituciones pertenecientes a diferentes ámbitos
de la sociedad. Es una cuestión altamente compleja la operación del sistema social por
medio del establecimiento de comunicaciones, la diferenciación de los códigos y la
evolución de los programas. No tenemos ya espacio para desarrollar el pensamiento de
Luhmann acerca de la moral y sus funciones en los sistemas sociales (Luhmann, 1989,
18
1997, 1998 y 2008ª; Luhmann & Pfürtner, 1978). Tampoco para ocuparnos de algunos
planteamientos alternativos, como la perspectiva de la “transparencia” o los programas
de “buenas prácticas” en los diversos campos de la gestión. Una simple búsqueda en
Google de la expresión “buenas prácticas” nos proporciona una abanico de territorios
implicados desde las “BP docentes”, a las “BP empresariales”, de “inclusión social”
(nada se dice de BP de exclusión social), en el aula, o el “Banco de BP de gestión
municipal del PSOE”. “agrícolas”, de “gestión del turismo social”, de “aprendizaje de
las TIC”, hasta la “convocatoria de Concurso Nacional de Buenas Prácticas para el
impulso y la mejora de la convivencia en los centros” (BOE, 61, 2010). Por no hablar
del último invento de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Se vuelve a
generar, esperemos que por poco tiempo la confusión del uso del código moral
“bueno/malo” para evaluar cuestiones que no tienen nada que ver con ella. La única
salida posible, la aceptación del pluralismo, la pluralidad de diferencias y referencias y
la reflexión continua sobre la funcionalidad de los diferentes códigos comunicativos es
todavía un fuerte manjar para nuestros debilitados estómagos políticos.
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PÉREZ-DÍAZ, Víctor, El malestar de la democracia, Barcelona, Crítica, 2008, 272 p.
PINTOS, Juan-Luís, La moral como recurso político. Braga / Santiago de Compostela,
1988 / 1989 (Inédito) (Conferencia pronunciada en un Simposium
organizado por la Universidade do Minho) Accesible en:
http://www.usc.es/cpoliticas/mod/book/view.php?id=811
, 1994, "Sociocibernética: marco sistémico y esquema conceptual",
en J. M. Delgado y J. Gutiérrez (Ed.), Métodos y Técnicas Cualitativas de
Investigación en CC. Sociales, Madrid, Síntesis
, “Algunas consideraciones sobre los Derechos Humanos en
sociedades policontexturales”, en Acilio da Silva Estanqueiro Rocha (Ed.),
Justiça e direitos humanos, Braga, U. do Minho/Centro de Estudos
Humanísticos, 2001, pp. 157-169
, “El metacódigo «relevancia/opacidad» en la construcción
sistémica de las realidades”, en RIPS (Revista de Investigaciones Políticas
y Sociológicas), vol. 2, nº 1-2, 2003, pp. 21-34. Publicación de la Fac. de
CC.PP. y sociales de la USC
, “Religión, poder y comunicación. Reflexiones sociocibernéticas
sobre procesos sociales complejos”, en la revista de la Sociedad Española
de Ciencias de las Religiones (SECR), Bandue, nº 1 [2007] 195-215
, “Los conflictos de racionalidades. Perspectiva sociológica, en
Conflictos de racionalidades, Lydia Feito (Ed.), Madrid, UPC, 2008, 232
pág. El artículo esta en las pp. 51-85
, Recorridos por la religión, Madrid, Akal, 2010, 128 p.
SCHMITT, Carl, 1939, Estudios políticos, Madrid, Doncel, 1975, 170 p.
TORRES NAFARRATE, Javier, 2004, Luhmann: la política como sistema, México,
FCE / U. Iberoamericana / UNAM, 415 p.
*
La larga amistad y colaboración académica que nos ha unido al Prof. Acilio Rocha y a mí ha quedado patente en su
colaboración en el libro de homenaje que me dedicaron el pasado año mis colegas con motivo de mi jubilación:
Carretero, E. & Coca, J. (Eds.), Sociologías de los márgenes, Huelva, Hergué, 2009, 351 p. La primera invitación que
recibí para colaborar con la Universidade do Minho consistió en “uma palestra” en un simposio organizado por la
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universidad. El título de aquella conferencia era: “La moral como recurso político” y se ha mantenido inédita hasta
hoy, sólo accesible a través de mi página web en internet. He querido retomar aquel texto de 1988 y volver a
reflexionar sobre la misma temática de la política y la moral, pero veinte años después. Espero que el Profesor Acilio
goce de esta última posición como gozó de la primera. En las publicaciones de la Universidade do Minho queda
constancia de la larga y fructífera colaboración que a lo largo de estos años hemos mantenido.
1 Cfr.- Pintos, 1995, 2010.
2 Cfr.- Pintos, 2003, 2007, 2008 y 2010.
3 Cfr.- Pintos, 2008
4 Bien sea en la formulación mertoniana: "así como la misma cosa puede tener múltiples funciones, así puede la
misma función ser desempeñada diversamente por cosas diferentes" (Merton, 1957, 43), bien en la formulación de
Niklas Luhmann que desarrolla el concepto a partir de una crítica de la categoría de causalidad sustituyéndola por la
de posibilidad (Luhmann, 1970, 9-53) – (Luhmann, 1984, 73 nota.) – (Pintos, 1994, 563-580).
5 Cfr. N. Luhmann, 1996
6 (Hillmann, 2005), Diccionario Enciclopédico de Sociología. Las diferentes acepciones que especifican a las
sociedades van desde “abiertas” hasta “sin clases”, pasando por “burguesa”, de “clases”, del “consumo”, de la
“información”, del “riesgo”, “postindustrial”, etc., etc. Curiosamente no aparecen las denominaciones “capitalista”,
“socialista” o “comunista”, sustituidos por las formulaciones de las correspondientes ideologías, “capitalismo”,
“Socialismo” o “comunismo”.
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Tomado de la novela de Dan Simmons, El ascenso de Endymion (1997)
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Esta delicada situación ya fue considerada en su inestabilidad por John S. Mill: “Las minorías, viendo que no tenían
opción a hacerse mayorías, se vieron bajo la necesidad de pedir permiso para disentir a los que no podían convertir”
(Mill, 1859, 72)
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