LA EUROPEIZACION** DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

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LA EUROPEIZACIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
(Publicado en La tutela multilivello dei diritti. Punti di crisi, problemi aperti,
momenti di stabilizzazione. A cura di P. Bilancia e E. De Marco. Giuffrè Editore,
Milano, 2004).
Prof. Dra.Teresa Freixes1
INTRODUCCION
Con mi exposición pretendo mostrarles como, según mi opinión, estamos casi
dentro de un sistema, integral pero inacabado, de tutela de los derechos
fundamentales, que comprende tanto el sistema comunitario, como el sistema
del Consejo de Europa y el de los Estados miembros de la Unión Europea.
Este sistema, con estas tres ramas, está hoy en día más armonizado de lo que
en general se piensa, y representa los grandes valores sobre los que se
fundamenta el patrimonio europeo común. Además, también quiero remarcar
que actualmente, hablar de la tutela de los derechos fundamentales en Europa
comporta, también, hablar del proceso de constitucionalización de la Unión
Europea.
Desde esta perspectiva, quiero examinar primero el contexto actual en el que
se encuentra el proceso de europeización de los derechos fundamentales para
indicar, posteriormente, las previsiones concernientes al nuevo sistema que
podemos deducir de la adopción del Proyecto de Constitución Europea por la
Convención sobre el futuro de Europa.
HACIA UN SISTEMA EUROPEO DE PROTECCION DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES.
Tras la cumbre de Niza, y la proclamación de la Carta de Derechos
fundamentales, el debate sobre el futuro de Europa contaba ya con ciertos
1
Teresa Freixes es Catedrática de Derecho Constitucional y Catedrática Jean Monnet de
Derecho Constitucional Europeo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Forma parte del
“Réseau UE d'experts indépendents en matière des droits fondamentaux de l'Union
Européenne » (Commission Européenne, DG Liberté, Sécurité et Justice).
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parámetros, que, a pesar de que aún no se han decido por completo, se
encuentran ya fuertemente definidos por el derecho comunitario.
Desde esta perspectiva, es necesario destacar la puesta en escena de un
proceso constitucional, cuyo primer pilar está casi definido, a partir de la Carta
de Derechos fundamentales y de los derechos inscritos en los Tratados, pero
que es necesario completar, para cumplir con el mandato de Niza y tener textos
claros, precisos y aceptables, con fuerza vinculante, con la inserción de la
Carta en la futura Constitución europea. De otro modo, la tutela de los
derechos fundamentales no será eficaz.
Las tradiciones constitucionales comunes como base de la europeización
de los derechos fundamentales
Por otro lado, a partir de las sentencias de los Tribunales Supremos y
Constitucionales, nos encontramos también con un proceso de establecimiento
progresivo de las tradiciones constitucionales comunes que son la base del
llamado “Derecho común europeo”. Mediante la integración y la recepción de la
jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo en las sentencias de los tribunales
internos y la del Tribunal de Justicia de Luxemburgo, se han creado, también,
estrechos lazos entre lo que podríamos llamar la justicia europea de los
derechos fundamentales.
Además, Europa se enfrenta hoy a nuevos desafíos que revisten una
importancia singular. La necesidad de dar una respuesta europea a los
atentados del 11 de setiembre en Nueva York, y la lucha contra el terrorismo,
evidencian la necesidad de obtener un justo equilibrio entre dos de los pilares
esenciales a todo Estado de Derecho, como son el de la libertad y el de la
seguridad.
En este contexto, la Unión Europea debe reforzar los valores que presidieron
su construcción política y que han penetrado progresivamente en su
ordenamiento jurídico, es decir, la democracia, el Estado de Derecho, la
igualdad entre las mujeres y los hombres, los derechos fundamentales y la
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protección social. Reforzar estos valores es, mucho más importante, ahora,
cuando es necesario subrayarlos para establecer criterios de justicia que
permitan hacer frente a fundamentalismos de todo tipo. En el mundo de la
globalización, Europa debe tanto reforzar la vigilancia frente a posibles
agresiones como fortalecer las garantías de la libertad y la igualdad. Desde
esta perspectiva, el futuro de Europa necesita de la idea de Constitución y de
los valores de los derechos fundamentales. La tutela de los derechos
fundamentales constituye desde esta perspectiva la clave de la legitimidad del
orden jurídico y del buen Gobierno europeo.
Las constituciones, hoy en día, incorporan los valores inherentes a la sociedad
que los adopta: Libertad, igualdad, pluralismo, igualdad de oportunidades,
justicia, seguridad y otros valores están presentes en los actuales textos
constitucionales. Los derechos fundamentales constituyen también valores
subyacentes al orden jurídico, necesarios para legitimar el sistema político e
institucional.
Las constituciones actuales de los estados democráticos, además, formalizan
la protección de los derechos fundamentales proclamándolos y sobretodo
instaurando procedimientos pertinentes de protección frente a las violaciones
de los poderes públicos e incluso frente a las de los particulares. No existe hoy
en día ningún sistema constitucional democrático sin derechos proclamados y
sin sistemas de protección adecuados. Incluso se puede argumentar que en
sentido jurídico estricto, los derechos que no están protegidos son derechos
que están siendo violados.
Por otra parte, es necesario recordar que la configuración jurídica de los
derechos fundamentales ha constituido un proceso complejo en el que han
adoptado
estructuras
jurídicas
diferentes
en
conformidad
con
las
particularidades de los sistemas constitucionales. En la mayor parte de los
sistemas democráticos los derechos fundamentales se encuentran en la parte
dispositiva de los textos constitucionales (es el caso de Alemania, Italia o
España) y a veces ha sido necesario reformar las constituciones para
incorporarles nuevos derechos. Incluso en los países donde los derechos se
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incluyeron en el preámbulo constitucional, como en Francia, se ha tenido que
encontrar un instrumento jurídico, el bloque de la constitucionalidad, instaurado
por el Consejo Constitucional, para atribuir la adecuada normatividad
constitucional a los derechos fundamentales y permitir su tutela efectiva.
La tradición constitucional común de los Estados miembros, reclamada por el
art. 6 del TUE, nos ofrece también un elemento indispensable para la correcta
formalización constitucional de la protección de los derechos fundamentales.
Se trata de su protección jurisdiccional ya sea por el poder judicial ordinario ya
sea por el juez constitucional. En efecto, en todos los sistemas jurídicos de las
sociedades democráticas los derechos fundamentales tienen fuerza vinculante
garantizada por procedimientos jurisdiccionales. Y en varios países como
Alemania o España se han establecido procedimientos específicos de
protección constitucional de los derechos fundamentales, como el recurso de
amparo. Además, sistemas de tutela configurados a través de instituciones de
garantía no jurisdiccional, se han desarrollado con éxito en los Estados
miembros o en la Unión Europea. Un buen ejemplo de ello, lo constituye la
generalización de los mediadores.
En todos los Estados miembros, los jueces ordinarios constituyen la primera
garantía de protección de los derechos fundamentales, pues son sus
protectores naturales. Esta protección puede concretarse en los recursos
ordinarios o en procedimientos específicos como el “habeas corpus”, el
“habeas data”, el derecho de rectificación o en recursos especialmente
concebidos para la protección de los derechos fundamentales. Constatamos
que algunos Estados miembros han instaurado además de la protección judicial
ordinaria, medios de protección constitucional especializada.
Los tres ejes normativos del sistema europeo de los derechos
fundamentales derivados del proceso de integración.
Por otro lado, se debe constatar algo muy importante. Todos los Estados
miembros de la Unión son también miembros del Consejo de Europa y han
ratificado el Convenio Europeo de Derechos Humanos y reconocido al Tribunal
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Europeo de Derechos Humanos como órgano de protección e interpretación
del Convenio. Mediante el Convenio de Derechos Humanos y la jurisprudencia
del Tribunal de Estrasburgo, se ha establecido el estándar mínimo con el que
todos los Estados miembros deben garantizar los derechos fundamentales. La
protección del Tribunal de Estrasburgo ha constituido una garantía de
extraordinaria importancia. La acción innovadora del Tribunal de Justicia de
Luxemburgo,
también
constituye
una
garantía
para
los
derechos
fundamentales. El Tribunal de Justicia utiliza cada vez más el Convenio
Europeo y la doctrina del Tribunal de Estrasburgo como fuente interpretativa en
los fundamentos jurídicos de sus sentencias. Desde esta perspectiva, el
proceso de integración ha conducido a la instauración de un sistema de tutela
supranacional de los derechos fundamentales.
Es necesario constatar también que en los Estados miembros existe una
tradición constitucional consolidada además de la protección judicial de los
derechos fundamentales, paralela a la tradición constitucional de la
formalización jurídica de los derechos en los textos constitucionales. A este
respecto, es evidente que no se puede afrontar el proceso constitucional
europeo sin insertar los derechos fundamentales en los textos constitucionales
europeos, ya se trate de una constitución, de un tratado constitucional o de
normas de los tratados con valor constitucional. Además no se puede pensar
en una Europa constitucional sin establecer una protección jurisdiccional
adecuada de los derechos fundamentales por parte del Tribunal de Justicia.
Nos encontramos, pues, ante una de las mayores interacciones entre los
sistemas internos de los derechos fundamentales y el sistema europeo de
derechos fundamentales: la tradición constitucional común de la tutela judicial
de los derechos fundamentales como receptora de la doctrina del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos y del Tribunal de Justicia.
Una segunda interacción se desprende del art. 6 del Tratado de la Unión
Europea. El artículo 6 incorpora, en su primer párrafo, los principios del Estado
de Derecho, la democracia y la protección de los derechos humanos, como
principios comunes a los Estados miembros que conforman también la
estructura jurídica de la Unión. Al mismo tiempo, el segundo párrafo de este
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artículo contiene el texto del antiguo art. F del Tratado de Maastrich, en el que
se establece la obligación de respetar los derechos humanos y las libertades
fundamentales del Convenio Europeo de Derechos Humanos y las tradiciones
constitucionales comunes a los Estados miembros como principios generales
del Derecho comunitario, pero esta vez, desde el Tratado de Amsterdam, para
hacer posible su invocación ante el Tribunal de Justicia.
El art. 6 del Tratado de la Unión Europea como clave para la creación de
un sistema tripartito europeo de derechos fundamentales.
Es necesario señalar la especial significación del art. 6 TUE en relación con la
posición que ocupan los derechos fundamentales en Europa. Sobre todo
porque, mediante los reenvíos que este artículo realiza al Convenio Europeo de
Derechos Humanos y a las tradiciones constitucionales comunes (de los
Estados miembros que, a su vez, son miembros del Consejo de Europa) se
establece una conexión de una importancia singular entre los tres sistemas
jurídicos: El de la Unión, el del Consejo de Europa y el de cada uno de los
Estados miembros. Se ha creado, de esta manera, un complejo sistema de
derechos fundamentales compuesto por la conexión entre tres niveles de
ordenamientos jurídicos: el de la Unión europea, el del Consejo de Europa y el
de cada uno de los Estados miembros de las dos organizaciones. Este sistema,
formado por un número limitado de derechos fundamentales atribuye a los
derechos en él comprendidos una protección especial bajo la técnica de los
principios generales del derecho comunitario.
Este artículo, por consiguiente, tiene una triple estructura jurídica: Por una
parte, como un punto de conexión entre tres niveles de ordenamientos
jurídicos. Por otra parte, como norma de reenvío para la determinación de
derechos fundamentales comunitarios, ya que la “lista” de derechos
fundamentales se ha formado a partir de los derechos del CEDH y de los de las
tradiciones constitucionales comunes (los cuales deberán ser determinados a
partir de la doctrina del Tribunal de Justicia). Además estos derechos
fundamentales tienen, en el orden jurídico comunitario, la naturaleza de
principios generales que, con la acción del Tribunal de Justicia, constituyen las
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bases de nuevas normas jurídicas, pero también verdaderos derechos
subjetivos aplicables no sólo a los ciudadanos de la Unión sino, a partir del
art.1 de la CEDH, a toda persona sometida a la jurisdicción de la Unión o a la
de cualquier Estado miembro.
He remarcado este artículo 6 porque, con él, el Derecho comunitario entra en
relación con el derecho positivo interno (el cual es desplazado por aquél
cuando ambos entran en contradicción). Además, a partir de este artículo, tanto
el derecho interno como el de la Unión se someten al Convenio Europeo de
Derechos Humanos y a las tradiciones constitucionales comunes de los
Estados miembros de la Unión. Vemos pues la segunda interacción, efectuada
por el art. 6 TUE, entre los sistemas internos de los derechos fundamentales y
el sistema comunitario de derechos fundamentales con el sistema del Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
No quiero entrar a describir el sistema comunitario de derechos fundamentales.
Solamente diré, que se trata de un conjunto normativo derivado del art. 6 TUE y
de los derechos fundamentales que hoy en día están ya inscritos en los
Tratados, conjunto que se completa “a precario” por la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea. “A precario” porque la Carta todavía no
tiene valor vinculante.
La Carta de los Derechos Fundamentales como instrumento interpretativo
para determinar el estándar adecuado de los derechos fundamentales en
el sistema europeo.
Sin embargo, es en la Carta de los Derechos Fundamentales donde se forma la
tercera interacción entre los sistemas de tutela interna de los derechos
fundamentales y el sistema de tutela comunitario. En efecto, si se debe tener
en cuenta lo que la Convención de la Carta afirma en sus documentos, los ejes
centrales o las fuentes jurídicas que han presidido su elaboración han sido, el
propio Derecho comunitario, el Convenio Europeo de Derechos Humanos y sus
Protocolos, las tradiciones constitucionales comunes a los Estados miembros y
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otros instrumentos o tratados internacionales ratificados por la Unión o por los
Estados que la integran.
Respecto a esto, el art. 53 de la Carta contiene una cláusula transversal en la
que se establece que ninguna disposición de la presente Carta podrá
interpretarse como limitativa o lesiva de los derechos humanos y las libertades
fundamentales proclamadas en su campo de aplicación respectivo, por el
derecho de la Unión, el derecho internacional y los convenios internacionales
de los que sean parte la Unión, la Comunidad o todos los Estados miembros, y
especialmente el Convenio Europeo para la salvaguarda de los derechos
humanos y las libertades fundamentales, así como por las constituciones de los
Estados miembros.
Esto significa, y de ahí el enorme valor de esta cláusula transversal, que si se
compara el nivel de protección y garantía que cada uno de los derechos
obtiene en el Derecho comunitario (todo el Derecho comunitario, el de los
Tratados, el derecho derivado y la jurisprudencia), en los tratados
internacionales suscritos por la Unión, la Comunidad o los Estados miembros,
en el Convenio Europeo de Derechos Humanos y en la constitución del Estado
concernido, será necesario aplicar siempre, en el caso concreto, el nivel de
protección o garantía más alto, es decir, el estándar más elevado.
Con esta cláusula se pueden salvar los retrocesos que en determinados
derechos (la igualdad entre las mujeres y los hombres, por ejemplo) se pueden
observar en la letra estricta de algunos artículos de la Carta, pues el acervo
comunitario marca un estándar mucho más elevado. Nos encontramos también
con el mismo problema en relación con los derechos que tienen un estándar
más elevado en el sistema de CEDH (por ejemplo, el derecho a un proceso
equitativo). En todos estos casos, el estándar aplicable será siempre el más
alto, de conformidad con el art. 53 de la Carta. Cabe afirmar sobre este punto,
que ello no constituye una novedad, puesto que el Tribunal de Justicia de la
Comunidad Europea ya ha aplicado en numerosas ocasiones el criterio del
estándar más elevado para resolver estos conflictos.
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Sin embargo, y pese a la utilidad real de esta clase de cláusulas, nos
encontramos frente a un inconveniente importante puesto que a pesar de que
no dudo que para los juristas expertos la única dificultad es la de determinar
exactamente el estándar más elevado, en la práctica, en numerosas ocasiones,
quienes apliquen la Carta (funcionarios, policías, etc...) no tendrán la
cualificación necesaria para determinarlo o puede que ni siquiera tengan los
instrumentos necesarios para conocer la existencia del art. 53 y mucho menos,
cuenten con un acceso fácil a todos los instrumentos jurídicos a los que este
artículo reenvía. De este modo, el artículo 53, que estrictamente constituye una
garantía jurídica para no reducir el nivel de tutela de los derechos
fundamentales, puede convertirse en una simple disposición formal que, por
desconocida, no podrá cumplir con las expectativas que se habían generado.
Se debe señalar que en este contexto, el efecto jurídico más importante que
hasta el presente ha obtenido la Carta es el que deriva de la acción del Tribunal
de Justicia. En efecto, la Carta ha sido prontamente invocada por diversos
Abogados Generales y por el Tribunal de Primera Instancia. En estos casos se
atribuye a los derechos de la Carta el valor jurídico de principios generales del
Derecho comunitario, con todas las consecuencias que esta concepción
comporta. Si el Tribunal de Justicia utiliza, como todos los indicios hasta el
presente parecen indicar, también esta construcción interpretativa, se podrán
invocar directamente los derechos de la Carta ante el Tribunal, y éste les
conferirá los efectos pertinentes en tanto que derechos fundamentales
comunitarios a partir de la técnica de los principios generales. De esta manera,
los derechos de la Carta de los Derechos fundamentales formarán parte del
acervo comunitario consolidado, con carácter obligatorio para las Instituciones
comunitarias y para los Estados miembros.
LA PROTECCION DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL
PROYECTO DE CONSTITUCION EUROPEA.
Sin embargo, el valor jurídico estricto del sistema europeo de derechos
fundamentales aún no se ha establecido correctamente. Hemos de señalar lo
que todavía falta en el orden jurídico comunitario para conseguir una tutela
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completa entre los sistemas internos de los derechos fundamentales y el
sistema comunitario. Se debe dar fuerza jurídica vinculante a la Carta y crear
un procedimiento adecuado para que sus derechos sean realmente efectivos.
El sistema europeo integral, del que he hablado con anterioridad, no podrá
establecerse sin que adopte, él también, las dos grandes estructuras de los
sistemas internos. Es decir, sin clarificar el estándar de cada uno de los
derechos ( y para ello será necesario buscar el estándar pertinente cuando la
Carta se integre en la Constitución europea) y sin que los derechos
proclamados puedan ser invocados ante el Tribunal de Justicia ( y para ello
será necesario instaurar un procedimiento adecuado y quizás crear una sala
especializada en el seno del Tribunal). Por supuesto, también se deberán
clarificar las relaciones entre el Tribunal de Estrasburgo y el de Luxemburgo.
Nos encontramos pues ante una etapa muy importante del proceso de
integración europea. Estamos en una etapa decisiva, en una etapa
"constitucional" que debe encontrar su coherencia a partir de la concreción de
los valores que deben identificar a la nueva Europa. En este contexto, la
inserción de los derechos fundamentales y de la Carta de los Derechos
Fundamentales en el Proyecto de Tratado que instituye la Constitución europea
constituye el eje central de la legitimidad del proceso de constitucionalización.
Los derechos fundamentales en el marco del Proyecto de Constitución
Europea
En lo concerniente a la constitucionalización de los derechos fundamentales, el
Proyecto constitucional no se limita a insertar la Carta en la segunda parte del
Tratado constitucional. Al contrario, aun con el riesgo de introducir algunos
problemas de cohesión, de coherencia y de falta de sistemática, el Proyecto
que la Convención para el futuro de Europa acaba de adoptar, incorpora
reglamentaciones de los derechos fundamentales fuera de la Carta. Así:
En el Preámbulo, los derechos fundamentales constituyen la manifestación de
los valores que integran el patrimonio heredado de nuestros antepasados y
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fundan el reconocimiento de la diversidad europea, que debe ejercerse
respetando el derecho de todos.
En el art. 2 sobre los valores fundamentales de la Unión, la dignidad humana,
la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y el respeto a los
derechos fundamentales se inscriben como instituciones jurídicas y su
infracción grave y persistente legitima la aplicación del procedimiento de
sanción que ya existía en el art.7 del TUE y que se reproduce en el art. 68 del
Proyecto Constitucional.
El art. 4 contiene las libertades fundamentales (la libre circulación, la libertad de
establecimiento y la no-discriminación por razón de origen nacional) que desde
los Tratados constitutivos han sido las bases de la formación del Mercado
Común.
El art. 7, con una estructura compleja, integra la cláusula actualmente
introducida en el art. 6 TUE, de la que hemos hablado anteriormente y contiene
otras reglamentaciones que anuncian los ejes principales del nuevo sistema
europeo de derechos fundamentales. En este contexto debemos remarcar que
este artículo advierte que la Carta de los Derechos Fundamentales, que integra
la Parte II de la Constitución, contiene derechos, libertades y principios, lo que
causará dificultades interpretativas para diferenciar entre unos y otros, como
veremos posteriormente. Por otro lado, se contempla la posibilidad, de que la
Unión se adhiera al Convenio Europeo de Derechos Humanos, sin que esta
adhesión modifique las competencias de la Unión. En tercer lugar, se efectúa
un reenvío al Convenio Europeo de Derechos Humanos y a las tradiciones
constitucionales comunes, para afirmar, como en el art. 6 TUE, que los
derechos y garantías constituyen principios generales del Derecho comunitario.
El art. 8 reproduce las disposiciones del Tratado para la Unión Europea en lo
concerniente a la ciudadanía europea y a los derechos de los ciudadanos
europeos, añadiendo sus condiciones de ejercicio según las disposiciones de la
misma Constitución.
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Por otro lado, en el título que regula “La vida democrática” de la Unión, este
Proyecto
constitucional
introduce
tanto
el
principio
de
democracia
representativa como el de participativa, el acceso al Mediador europeo, la
transparencia, la protección de los datos personales y también, una referencia
a las iglesias y organizaciones no confesionales. Una de las novedades
importantes en este contexto, es la previsión de una especie de iniciativa
popular para adoptar actos jurídicos que puede ser ejercitada por un millón de
ciudadanos europeos procedentes de un número significativo de Estados,
iniciativa que será regulada a través de una futura ley europea.
En lo que concierne a las instituciones comunitarias, se debe señalar el hecho
de que en el Proyecto, la presentación de los candidatos a comisarios
europeos deberá formalizarse por los Estados mediante la presentación al
Consejo de una terna de candidatos en la que sean representados ambos
sexos y que en el reglamento del Tribunal de Justicia se prevé la posibilidad de
crear “tribunales especializados” lo cual posibilita la creación de un tribunal
encargado de la protección de los derechos fundamentales a nivel comunitario.
Es importante constatar estas referencias a los derechos fundamentales en el
marco general del Proyecto constitucional porque esta Parte I de la
Constitución parece ser su “núcleo duro”, ya que contiene las disposiciones
esenciales para la definición de los valores, los objetivos, las instituciones, las
fuentes de derecho y también los derechos fundamentales, del mismo modo
que en los textos constitucionales del constitucionalismo actual. Pero deberá
tenerse también en cuenta esta apreciación cuando la Constitución europea
sea definitivamente adoptada por la Conferencia Intergubernamental y
aprobada en referéndum por los ciudadanos europeos.
La inserción de la Carta de los Derechos Fundamentales en el Proyecto
de Constitución Europea
La segunda parte del Proyecto de Constitución está compuesta por la Carta de
los Derechos Fundamentales. Esta Carta se reproduce íntegramente en el
Proyecto constitucional en lo que se refiere al Preámbulo y a los seis Títulos
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que comprenden el reconocimiento de los derechos de dignidad, de libertad, de
igualdad, de solidaridad, de ciudadanía y de justicia. Pero, la inserción de la
Carta de los Derechos Fundamentales en el seno de la futura Constitución ha
planteado verdaderos problemas en lo concerniente a las disposiciones
generales preexistentes en la Carta, a las que se han añadido otras
disposiciones, que en lugar de clarificar el alcance jurídico de los derechos que
comprenden, nos sumen en una considerable incertidumbre muy próxima a la
transgresión de la seguridad jurídica inherente a lo que en el constitucionalismo
contemporáneo constituye la garantía de los derechos fundamentales.
Ciertamente, añadiendo algunos párrafos en el art. 52, de la segunda parte del
Proyecto constitucional, las propiedades de la cláusula horizontal del art. 53,
que anteriormente habíamos constatado, como determinantes del estándar de
protección de los derechos de la Carta, con el reenvío al Derecho comunitario,
a los tratados internacionales ratificados por la Unión o los Estados miembros
especialmente al Convenio Europeo de Derechos Humanos y a las
constituciones de los Estados, pueden ser considerablemente disminuidas ya
que en la nueva redacción de este articulo se dispone lo siguiente:
En primer lugar, que los derechos reconocidos por la Carta que se mencionen
en otras Partes de la Constitución deberán ser ejercidos en las condiciones y
con los límites en él determinados (art. 52.2). En este contexto, nos sentimos
un poco perplejos, ya que en el mismo artículo, pero en el primer párrafo se
dispone que todo limite en el ejercicio de los derechos y de las libertades
reconocidos en la Carta deberá ser establecido mediante una ley y respetando
el contenido esencial de estos derechos y libertades. Además, este mismo
párrafo, insiste en que sólo se podrán introducir limites en el respeto del
principio de proporcionalidad, cuando estos límites sean necesarios y
respondan efectivamente a objetivos de interés general reconocidos por la
Unión o sean necesarios para la protección de los derechos y de las libertades
de otros. Es difícil armonizar la antigua redacción del art. 52 con las nuevas
disposiciones, ya que no se puede reformular la interpretación en el sentido
que “los objetivos de interés general reconocidos por la Unión” sea una
formulación jurídica equivalente a las condiciones de proporcionalidad,
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respecto al contenido esencial de los derechos de otros, que la Carta había
anteriormente puesto como límites para que los derechos fundamentales estén
de acuerdo con ella. Además, será bien difícil también interpretar los límites de
los derechos fundamentales según las condiciones establecidas por el Tribunal
Europeo de Estrasburgo, tal como lo exige el art. 7.3 de la Parte I del Proyecto
Constitucional, si al mismo tiempo prima para su ejercicio la redacción que
reciben estos derechos en otras partes de la Constitución.
Además, el párrafo 4 de este artículo 52, dispone que los derechos
fundamentales que provienen de las tradiciones constitucionales comunes de
los Estados miembros reconocidos en la Carta, deberán ser interpretados en
armonía con ellas. Es fácil constatar que, con la aplicación literal de este
párrafo, se deja sin efecto la definición sobre el estándar de los derechos
fundamentales que se desprendía del actual art. 53 de la Carta, que también
está integrado en el Proyecto Constitucional y que nos permite la aplicación del
estándar más alto cuando se trata de interpretar un derecho fundamental que
se reconozca en diversos sistemas organizados de derechos fundamentales
(Derecho comunitario, Convenio Europeo de Derechos Humanos y otros
tratados ratificados por la Unión o los Estados miembros y las Constituciones
de los Estados). Si la interpretación debe armonizarse con las tradiciones
constitucionales la consecuencia puede ser la imposibilidad de aplicar el
estándar más elevado, que se permite actualmente en la Carta proclamada en
Niza, pero que se prohibirá cuando la Constitución europea entre en vigor.
Además, el párrafo 5 de este artículo 52 consagra la negación de La Carta
como conjunto coherente de derechos fundamentales mediante la distinción
entre por un lado los derechos y libertades y por el otro los principios (distinción
que ya había señalado anteriormente). Es sorprendente esta distinción porque
ya se había descartado durante la elaboración de la Carta y en el Grupo de
Trabajo de la Convención (donde sólo dos de sus miembros se mostraron
conformes con ella). Desgraciadamente, ha ganado la minoría y ha otorgado
efectos jurídicos a la división entre derechos y principios, estableciendo
restricciones para invocar estos últimos ante los jueces, ya que sólo podrán ser
invocados en lo que concierne a su interpretación y adecuación a la ley. Sin
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embargo, el Proyecto constitucional no nos dice cuales son los derechos y
cuales los principios y con esta indeterminación deja la puerta abierta para que
sean los jueces los que clasifiquen cada derecho fundamental en sentido
amplio, en derecho o en principio en sentido estricto, de manera que la
distinción pueda difuminarse progresivamente dependiendo de la interpretación
judicial, especialmente de la del Tribunal de Justicia. Pero esta posibilidad nos
sitúa delante de una gran incertidumbre y aumenta la inseguridad jurídica.
Finalmente, acabamos de saber que, en el último momento, el Presidium de la
Convención ha añadido una nueva cláusula interpretativa, mediante la cual se
deberán tener en cuenta los trabajos de la Convención de la Carta de los
Derechos fundamentales para realizar adecuadamente la interpretación de
estos, cláusula que introduce grados de incertidumbre hermenéutica excesivos,
impropios de un texto con valor constitucional..
Estamos pues a medio camino y aún deben vencerse numerosas dificultades
para llegar a buen puerto. Pero la esperanza de conseguirlo debe alentarnos a
trabajar para que la fase de la CIG que debe empezar en otoño pueda
remontar estas dificultades y acabe adoptando una Constitución que constituya
efectivamente, la garantía de los derechos fundamentales en el nuevo sistema
jurídico de la nueva Europa.
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