Documento 2616597

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Ser o tener
Anatxu Zabalbeascoa
Ser o tener
Ilustraciones de Ximena Maier
edebé
© Anatxu Zabalbeascoa, 2012
© Ilustraciones: Ximena Maier, 2012
www.ximenmaier.com
© Ed. Castellana: edebé, 2012
Paseo de San Juan Bosco, 62
08017 Barcelona
www.edebe.com
Directora de la colección: Reina Duarte
Editora de Literatura Infantil: Elena Valencia
Diseño de las cubiertas: César Farrés
Primera edición, marzo 2012
ISBN 978-84-683-0413-7
Depósito Legal: B. 32160-2011
Impreso en España
Printed in Spain
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus
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A nuestros padres, que tuvieron
menos, y a nuestros hijos, que han
tenido demasiado. Cada uno ha debido
aprender a vivir con su suerte.
También a Angélica, Antxon y Elio,
que necesitan poco para sentir que
tienen mucho.
U
na mañana, en mi pueblo, hicieron
un experimento. Ciento veintiocho
niños y niñas, de entre seis y ocho años,
fueron elegidos para participar en una
extraña excursión.
Los chavales habían sido seleccionados
entre todos los niños del colegio con un
único criterio: ninguno había visto el mar.
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Y así, montados en tres autocares, llegaron hasta la costa.
Nada más aparcar, a pie de autocar, los
esperaba un grupo de hombres y mujeres
vestidos con una bata blanca frente a una
larga caravana muy luminosa. Aquellos
hombres y mujeres sonreían, pero tenían
un aspecto serio.
La caravana estaba cargada de pantallas
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y consolas. Todas funcionaban. Aquello
parecía una isla en medio de la arena. Pero
tapaba las vistas. No dejaba ver el mar.
La profesora explicó que los hombres
y mujeres de blanco eran científicos. Dijo
también que los científicos averiguan las
cosas haciendo experimentos.
Y empezó el experimento. A todos los
niños les hicieron una oferta. Podían elegir entre:
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a) quedarse con una consola y volver
a casa…
o b) acercarse a ver el mar.
—¿Nos llevaríamos la consola a casa?
¿A casa para siempre? —preguntó Beatriz alargando la mano.
—¡Pero hemos venido
hasta aquí para ver el mar!
—protestó Miguel.
Él no quería regresar al pueblo
sin verlo,
pero le dolía
no poder tener una consola. No sabía
qué elegir y
empezó
a llorar.
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—El mar puedes verlo en cualquier momento —le replicó Ernesto, entrando en
la caravana a por su consola.
Otra compañera, Cristina, explicó que
tenía un plan: cogería la consola y saldría corriendo para ver también el mar.
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Lo hizo. Pero le quitaron la consola por
incumplir el pacto.
No fue fácil. Justo es decir que casi todos
los niños dudaron. Pero al final, como por
arte de magia, el grupo se partió en dos.
Fueron sesenta y cuatro los niños que se
quedaron en la caravana de las consolas.
Cada uno tomó la suya. Luego se subieron
de nuevo al autocar y juntos regresaron al
pueblo, sin haber visto el mar.
Cuando llegaron a sus casas y contaron
lo que había sucedido, algunos padres los
aplaudieron. Y otros padres los riñeron.
Algunos padres creyeron que habían sido
muy listos al coger una consola. Otros
pensaron que habían perdido la oportunidad de conocer el mar.
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