Llamadas a la santidad en el estilo salesiano

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INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
Fundado por san Juan Bosco
y por santa María Dominica Mazzarello
N. 911
Llamadas a la santidad en el estilo salesiano
Me dirijo a vosotras, queridas hermanas, desde Castelgandolfo, donde continúa la
sesión plenaria del Consejo general y el encuentro de formación para quince nuevas
Inspectoras de cuatro continentes, que ha empezado hace algunos días.
Nos sentimos acompañadas por vuestra oración, que acogemos como un don precioso
para nosotras.
En este tiempo de compartir y de trabajar para el bien del Instituto hemos reflexionado
sobre la primera Orientación del Capítulo General XXII (cfr. Actas, n. 42.1) y nos
hemos preguntado cómo favorecer la profundización y la asimilación vital de las
Constituciones para que seamos, cada vez más, amino de renovación y de conversión al
amor.
Nos encontramos en sintonía con el camino que la vida consagrada está recorriendo
hoy, interpelándonos a hacer cada vez más profética nuestra vocación, más luminoso el
carisma. El momento histórico que como Iglesia estamos viviendo, es para todas
nosotras una oportunidad para dar impulso a nuestro camino de santidad actuando en el
día a día la “vital renovación” reclamada por el CG XXII. Al mismo tiempo es una
invitación a la conversión del corazón.
La Iglesia, la sociedad, la gente, esperan de nosotras el testimonio de un amor
totalmente entregado a Jesús, expresado en un servicio sin reservas en la misión
educativa, vivida como comunidad con estilo salesiano y con la alegría de anunciar el
Amor.
En este contexto tienen una actualidad particular las palabras de san Francisco de Sales:
«Si supiera que una fibra de mi corazón no es para Dios me la arrancaría» y las de
nuestro Fundador: «He prometido al Señor que hasta mi último aliento sería para mis
pobres jóvenes.» (C 76)
El Instituto, como afirmaba don Bosco, necesita FMA deseosas sobre todo de hacerse
santas, no por medio de acciones extraordinarias, sino por medio de obras comunes,
para atraer a las jóvenes al bien, a la vida cristiana (cfr. Carta de S. J. Bosco a las FMA,
en Constituciones y Reglamentos FMA; 223-226).
El objetivo de la Programación del Consejo General, en el sexenio 2009-2014, es
reavivar la identidad carismática para ser profecía en el mundo de hoy. Esto presupone
una renovación de vida personal y comunitaria en la línea de la conversión al amor.
Realizar una renovación vital
El Capítulo general, en su primera Orientación ha indicado a todo el Instituto un camino
seguro para realizar el proceso de renovación vital: Profundizar y asimilar las
Constituciones. Con la urgencia de que sean cada vez más comprendidas, valoradas y
asumidas por cada FMA como proyecto de vida que indica el camino de santidad en el
estilo salesiano y como criterio personal y comunitario que ilumina y guía nuestras
opciones (cfr Actas CG XXII n. 42.1).
Para santa María Dominica Mazzarello, la Regla de vida es un tesoro que nos legó don
Bosco, en el que se indican todos los medios para hacernos santas. Refiriéndose al
hecho de no haberla impreso todavía, María Dominica afirma: «Pero a nosotras, qué
más nos da que todavía esté sólo manuscrita? Basta con que esté impresa en nuestro
corazón, basta con que aprendamos a conocerla y a comprenderla bien y sobre todo a
amarla y practicarla. Esto es lo que importa; y debemos procurar hacer lo posible para
penetrar bien en su espíritu.» (Maccono I 400)
Las palabras de nuestra Santa nos interpelan, desde dentro, a asumir este proceso de
renovación, este volver a las Constituciones con conocimiento y amor.
Son también particularmente significativas las palabras de Mons. Juan Cagliero a
nuestras hermanas al presentar las primeras Reglas impresas: «¿Qué es este libro? Es el
evangelio de las religiosas; vuestro evangelio. Es la expresión de la voluntad de Dios.
Vivir de la voluntad de Dios es vivir de comunión con Dios. Si es verdad que la vida
religiosa debiera ser continua comunión, debería ser también una vida continua en la
voluntad de Dios. Si una copia de las Constituciones estuviera guardada en el Sagrario,
comprenderíais mejor que Jesús vive en las Constituciones como en la Hostia
consagrada. Feliz la religiosa que vive de sus Reglas como vive de la sagrada
comunión.» (conf. Cron III 77)
Preguntémonos: ¿Estamos convencidas de que nuestras Constituciones son nuestro
Evangelio? ¿Cuánto tiempo dedicamos a su lectura, meditación y oración? ¿Son objeto
de observancia en lo cotidiano y de revisión personal y comunitaria?
Vivamos fielmente nuestra Regla.
El artículo 173 de las Constituciones nos indica con claridad las actitudes que hay que
asumir para vivir la Regla: fidelidad y amor.
El día de la Profesión religiosa declaramos solemnemente entregarnos con plena
libertad y enteramente al Señor según el camino evangélico trazado en las
Constituciones (cfr. C 10).
La fidelidad a esta promesa es cuestión de coherencia, sobre todo cuestión de amor y de
compromiso gozoso para vivir la identidad carismática que nos caracteriza en la Iglesia:
ser profecía para las y los jóvenes.
Las Constituciones, de hecho, no son una norma impuesta externamente, sino la
explicitación del carisma del Instituto, según el proyecto de amor y de salvación de Dios
confiado a los Fundadores, fuente de una fecundidad vocacional siempre nueva.
La fidelidad a la Regla es fidelidad a la Persona que nos amó primero. Como afirma san
Francisco de Sales en los Trattenimenti spirituali a las Visitandinas: «Es la fidelidad de
las esposas que no se contentan con sólo no disgustar al Esposo, sino que lo hacen todo
para agradarle. No se puede amar la Regla si no se ama a Aquel que se la propone.»
(Trattenimento IX)
Sabemos que no basta la observancia de la regla para responder al amor gratuito de
Dios. Pero la Regla es el camino que conduce ello. El amor no está nunca en contra de
la ley, sino que la supera infinitamente y llega allí donde ninguna ley puede llegar, en la
más plena libertad de espíritu.
Estamos llamadas a amar «las Constituciones como pacto de nuestra alianza con Dios,
guía segura hacia la santidad y proyecto de vida que orienta y sostiene la voluntad de
realizar nuestra vocación» (C 173) a nivel personal y comunitario. No podemos tener
ninguna duda: Dios es fiel. La prolongación en el tiempo de tal alianza radica en la
fidelidad de su amor, pero también en la docilidad creativa del Instituto a la realización
de su designio de salvación.
De don Miguel Rua se decía que si se hubieran perdido las Constituciones se hubieran
podido encontrar observando su forma de ser. ¿Podría decirse lo mismo de nosotras?
Poner en diálogo las Constituciones con los tres últimos documentos del Instituto
Los tres documentos: El Proyecto Formativo, las Líneas Orientadoras de la misión
educativa de las FMA y las Orientaciones para la Cooperación al Desarrollo, que
forman parte del Derecho propio del Instituto, son una explicitación del modo de vivir
las Constituciones.
Tales documentos son el fruto de un largo camino de discernimiento y pretenden
facilitar el proceso de inculturación del carisma a partir de los nuevos desafíos de
nuestro tiempo. Ofrecen motivaciones y criterios inspiradores que orientan la formación
y la misión.
En la primera Orientación del Capítulo General XXII surgió la instancia de
considerarlos de manera unitaria para poder descubrir toda su riqueza y las recíprocas
implicaciones. Por este motivo hemos preparado algunas Indicaciones, enviadas a las
Inspectoras y a sus Consejos, como instrumento para facilitar el estudio y la asunción
vital de estos documentos.
Cada Inspectora hará al respecto las opciones que crea más oportunas; pero es
importante que cada una de nosotras, más allá de los medios propuestos, se sienta
personalmente involucrada en este proceso de renovación que el Instituto está
afrontando.
El próximo 5 de agosto se cumplen 138 años de la Fundación del Instituto. Podemos
vivir esta coincidencia como oportunidad para renovar nuestra adhesión total al Señor,
reafirmando el deseo de vivir en fidelidad y amor nuestro pacto de alianza con Él. Así
haremos resonar en nuestros corazones las palabras de don Bosco: «Si en el pasado me
habéis amado, seguid amándome en el porvenir con la exacta observancia de nuestras
Constituciones.» (MB XVII 258)
Sentidnos con vosotras en este camino exigente y entusiasmante que hará fecunda
nuestra misión y más legible el carisma.
Que María, Madre e inspiradora del Instituto, continúe generando vida nueva en
nuestras comunidades para la esperanza de las y los jóvenes de hoy en todo el mundo.
Castelgandolfo, 24 de julio 2010
Con afecto,
La Madre y las Hermanas del Consejo
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