CARTA DEL PRESIDENTE

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CARTA DEL PRESIDENTE
Hablar de tabaco en la actualidad, no es sólo hacer referencia a un producto de consumo más,
o considerarlo el principal problema al que se enfrentan los sistemas sanitarios de todo el
mundo.
El tabaco, a lo largo de toda su historia, ha provocado injusticias, desigualdades e
innumerables conflictos, por lo que puede considerarse un producto generador de violencia
directa, estructural y cultural, que no sólo pone en peligro la salud de todos los ciudadanos del
mundo, sino que afecta de manera global a su bienestar, a su calidad de vida y a los derechos
humanos, y que amenaza seriamente la economía, el medio ambiente y el desarrollo sostenible
de todos los pueblos del planeta.
Pero a pesar de la seria amenaza que supone su consumo, todavía no existe una alarma social
proporcional a la gravedad de sus consecuencias, por lo que en este momento cobra
importancia la necesidad de reconceptualizar el concepto de “tabaco”, no sólo abordando el
impacto sanitario, sino haciendo más hincapié en conocer, prevenir y combatir las raíces de su
violencia.
En nuestro inconsciente colectivo, siempre aparecen las guerras como imagen de la máxima
destrucción y violencia, sin embargo, un análisis adecuado de la situación, mostraría cómo las
externalidades que genera el tabaco no son, bajo ningún concepto, menos crueles o
devastadoras que las generadas por las guerras.
Por ello, del mismo modo que rechazamos la violencia directa de las guerras y la Humanidad al
completo muestra su repulsa hacia ellas de manera unánime, no puede seguir aceptando la
violencia del tabaco mediante un análisis fraccionado de la situación, que regula algunas
consecuencias pero que no analiza en profundidad el verdadero origen del problema: la
economía no ética de la Industria del tabaco.
El tabaco es un producto injusto y sus conflictos necesitan una transformación desde la filosofía
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para la paz y la ética aplicada de responsabilidades, y a través del diálogo, del respeto, del
reconocimiento y la reconciliación, como herramientas que fortalezcan las medidas de control
que han demostrado ser eficaces.
La sociedad civil está llamada a tener un papel decisivo en la transformación de los conflictos
generados por el tabaco y en el proceso de reconstrucción de capacidades de todos los seres
humanos.
Seguir aceptando una empresa no ética que no transfiere ningún tipo de bien social, como la
Industria del tabaco, en pleno s. XXI, es un grave error y un ejercicio de irresponsabilidad
colectiva.
Con mis mejores deseos de un futuro sin tabaco para todos y para todas.
Ahmad Khalaf
Presidente Asociación Azahar
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