Condena de inocentes: errores y horrores del sistema de justicia penal "... Todo parece indicar en Chile que el problema de las condenas erróneas existe y puede incrementarse en el tiempo..." El Mercurio Legal, jueves, 08 de marzo de 2012 a las 11:00 Mauricio Duce La condena de personas inocentes constituye quizás si la peor pesadilla de un sistema de justicia criminal. El enviar a la cárcel a alguien por un delito que no ha cometido, sin que el sistema haya podido discriminar efectivamente que el autor era otro, constituye uno de los principales errores que se pueden cometer y con consecuencias muy graves para la vida del afectado y su entorno, las que difícilmente se pueden reparar con compensaciones económicas posteriores. Desafortunadamente, la experiencia comparada nos muestra que no hay ningún sistema de justicia penal inmune a la posibilidad de cometer errores de este tipo. Por el contrario, en los últimos años se han realizado investigaciones en diversos países que muestran la enorme falibilidad de los sistemas de justicia penal. Tal vez si las más conocidas son las efectuadas por el Innocence Project en los Estados Unidos. Se trata de una institución dedicada a exonerar a personas condenadas erróneamente a través de la demostración de su inocencia utilizando evidencia de ADN (a marzo de 2012 se había obtenido la exoneración de 289 personas). Estas investigaciones han permitido detectar varias causas que tienden a repetirse y que tienen gran incidencia en condenas erróneas. Dentro de ellas se encuentran el otorgamiento de valor probatorio de prueba pericial de escaso valor y confiabilidad, alta valoración de reconocimientos de personas realizados en procedimiento y bajo condiciones de poca confiabilidad, uso de confesiones falsas u obtenidas en contextos de presión indebida, valoración de prueba testimonial de baja calidad como la proveniente de informantes en cárceles, visión de túnel y exceso de celo de las agencias de persecución penal, entre las que se repiten con mayor frecuencia. Un ejemplo de cómo estos factores se conjugan en un caso para producir resultados erróneos puede verse en el reciente documental exhibido por HBO que postuló al premio Óscar de este año en la categoría, llamado Paradise Lost: Purgatory, el que muestra el caso de tres jóvenes que estuvieron 18 años presos. Todo indica que nuestro país no debiera estar ajeno a este fenómeno. Con todo, a diferencia de lo que ocurre en otros países, no existen investigaciones que de manera 1 sistemática nos arrojen información acerca de condenas erróneas y sus causas en nuestro país. No conozco tampoco un registro de casos de exoneración por uso de ADN en nuestro país. Más allá de esta falta de información, la evidencia anecdótica obtenida de algunos fallos de revisión emanados de la Corte Suprema en los últimos años comienza crecientemente a mostrar la existencia de casos de condenados por error. Por ejemplo, hay varios casos en que la Corte ha revocado condenas erróneas en situaciones de personas que habían suplantado la identidad de otras sin que el sistema pudiera percatarse. De esta forma, inocentes cuya identidad había sido suplantada por personas que habían cometido un delito son detenidas en diversas circunstancias y encarceladas por períodos variables de tiempo hasta que pueden mostrar el tribunal que la persona condenada había sido alguien que había suplantado la identidad falsificando su carné de identidad (por ejemplo véase sentencias de la Corte Suprema de 4 de junio de 2009 causa rol nº 7854-08 y de 11 de agosto de 2011 en causa rol nº 5411-10). Se trata de situaciones de error muy especiales y de los cuales existe poco registro en la información internacional y comparada. El caso tal vez más paradigmático de error del tipo descrito por la experiencia comparada es el que puede apreciarse en un caso de revisión resuelto por la Corte Suprema el 22 de febrero de este año (causa rol nº 12018-11) y que ha generado varias publicaciones en diversos medios de comunicación. Se trata del caso de Pedro Lobos quien fue condenado como autor de delitos de robo con intimidación y estuvo preso por más de tres años por conductas cometidas por otra persona. La lectura de la sentencia de la Corte Suprema permite observar que factores como el uso inadecuado de los procedimientos reconocimientos que realizaron las víctimas más un exceso de celo de los persecutores que se tradujo en una visión de túnel llevaron al tribunal de juicio oral a condenar erradamente al acusado, a pesar que existía información disponible que incriminaba a quien efectivamente había sido el autor de los hechos. Vinculado a estos casos, la Defensoría Penal Pública ha venido llamando la atención hace algunos años del problema de personas que ha sido absueltas pero que han estado presas en prisión preventiva, en algunos casos por largos períodos, durante el desarrollo del proceso. En los años 2010 y 2011 esa cifra sería en promedio del 20% del total de absueltos, es decir más de 300 personas al año. Algunos de estos casos han sido documentados en un reciente reportaje de la Revista Sábado de El Mercurio y en ellos se ve nuevamente como el mal uso de procedimientos de reconocimiento, mal uso de prueba pericial, uso de confesiones falsas, la visión de túnel, entre otros, ha contribuido a largas privaciones de libertad que luego se descubrió no eran justificadas. Como se puede observar, en el caso de las prisiones preventivas de personas absueltas si hay datos y las cifras son bastante inquietantes. Con todo, si bien se trata de un problema que produce consecuencias similares y comparte varias causas comunes al de las condenas erróneas, presenta matices respecto al análisis que debe realizarse de ellos. 2 Lo que me interesa con estas breves reflexiones y antecedentes es llamar la atención de los diversos actores de nuestro sistema de justicia penal sobre un problema que hasta el momento sólo ha sido objeto de preocupación, análisis y discusión en forma esporádica o episódica. Todo parece indicar en Chile que el problema de las condenas erróneas existe y puede incrementarse en el tiempo. Si en algo es útil la experiencia comparada es en demostrar que el problema de los inocentes presos no se puede resolver sin cambios importantes en las prácticas de policías, fiscales, jueces y defensores y, aún antes, sin que ellos y la sociedad en su conjunto tomen conciencia de la magnitud y gravedad de sus consecuencias. Para ello es indispensable que investiguemos, tanto desde las instituciones del sistema como la academia, qué es lo que efectivamente está ocurriendo en los casos en dónde se han producido errores; que –a partir de ello- se diseñen mejores procedimientos y protocolos para la producción de ciertas evidencias (por ejemplo en materia de reconocimiento en el que ha habido avances en el último tiempo); que se investiguen y sancionen casos en los que se ha incurrido en excesos o negligencias significativas; que las instituciones del sistema adquieran mayor experiencia e información en el área; y, que desplieguen programas de capacitación para sensibilizar a sus integrantes y desarrollar conductas preventivas que eviten las causas más gruesas que producen este tipo de errores. Probablemente también es necesario discutir sobre la idoneidad de los mecanismos de compensación de los daños causados a estos inocentes condenados en un escenario en donde la principal acción constitucional que permite obtener reparación tiene un diseño y ha sido objeto de interpretación muy restrictiva por parte de nuestra Corte Suprema. Tal como en otras columnas, espero que estos párrafos sirvan para motivar un debate más profundo sobre el tema y que debiera contar con mucha más información que la que disponemos en este momento. 3