LOS PLANETAS

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LOS PLANETAS
La observación de los planetas ha fascinado desde siempre al ser
humano. Se trata de cuerpos que no emiten luz propia; se limitan a reflejar la
luz que les llega del Sol. Pese a sus grandes dimensiones, la enorme distancia
que nos separa de ellos hace que desde la Tierra se aprecien como simples
puntos de luz, precisándose del telescopio para observar algún detalle en su
superficie.
Los planetas, al contrario que las estrellas, tienen movimientos
característicos, desplazándose sobre el fondo estelar fijo. Sus trayectorias son complicadas,
hasta el punto de que a veces trazan bucles en el cielo. Pero el hombre comenzó pronto a
observar regularidades en su movimiento, siendo hoy en día totalmente posible predecir la
posición de los planetas con una gran precisión, lo cual nos ha permitido incluso mandar
naves espaciales hacia estos astros hermanos.
La identificación en el cielo de los planetas puede ser una tarea complicada si no se
tiene una idea aproximada de dónde se encuentran en cada momento, ya que su aspecto es
semejante al que presentan las estrellas más brillantes del cielo. Una característica propia de
los planetas, aparte de su notable luminosidad, es la quietud de su brillo: el de las estrellas,
por contra, titila. También nos ayudará saber que los planetas no pueden verse en cualquier
zona del cielo, sino que discurren por la franja del Zodiaco, que cruza el cielo
aproximadamente de Este a Oeste, y por encima del Sur. Estos aspectos suelen ser suficientes
para decidir si un astro es un planeta o una estrella, pero, ¿cómo saber de qué planeta se
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trata?
En primer lugar conviene saber que sólo son observables a simple vista Mercurio,
Venus, Marte, Júpiter y Saturno, aunque Urano es a veces visible —si bien a duras penas—
y Mercurio suele ser bastante esquivo dada su extrema proximidad al Sol. Por tanto, si
estamos seguros de haber identificado un planeta, bien por la quietud de su brillo, bien
porque no aparezca reflejado en un mapa estelar, casi con toda seguridad se tratará de
Venus, Marte, Júpiter o Saturno. Una manera útil de proceder es examinar la tonalidad del
planeta: si es rojo, no hay duda de que se trata de Marte, el dios de la guerra. Si es de un
blanco brillante y no estamos muy lejos de la salida o puesta de Sol, será probablemente
Venus, la diosa del amor, aunque Júpiter puede alcanzar un brillo considerable, y a veces nos
podremos confundir.
Los planetas avanzan por el pasillo del Zodiaco en dirección este, unos más lentos
como Saturno, otros más rápidos como Marte. En ocasiones, sin embargo, un planeta frena
su movimiento hasta detenerse —decimos entonces que se encuentra estacionario— y
retrocede hacia el oeste durante un tiempo recuperando luego su habitual movimiento, con
lo que ha dibujado un bucle en el cielo. A veces los planetas se adelantan mutuamente,
provocando aparentes acercamientos llamados conjunciones, o incluso reuniones de varios,
como la famosa gran conjunción de planetas que tuvo lugar en 1984. Estos fenómenos,
aunque vistosos, no son frecuentes.
Otras configuraciones de interés son las llamadas oposiciones, que tienen lugar
cuando dos astros están en puntos opuestos del cielo. De particular interés son las
oposiciones entre el Sol y un planeta, ya que esto significa que el planeta será observable
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durante toda la noche, justo el tiempo durante el cual el Sol se encuentra por debajo del
horizonte. Cuando un planeta se encuentra en oposición es una época muy propicia para
observarlo.
La identificación de los planetas es sencilla si sabemos en qué constelaciones se
encuentran. Es por ello conveniente que el aficionado a la astronomía sea capaz de reconocer
las constelaciones del Zodiaco, y en general, las constelaciones más importantes del
firmamento, con sólo echar una mirada al cielo.
Mercurio es difícil de observar: nunca se separa más de 18" del Sol, por lo que no
puede verse a más de 20° sobre el horizonte. Siempre aparece envuelto en las luces del
crepúsculo, muy cercano al horizonte por donde se acaba de ocultar o está próximo a salir el
Sol.
Venus, al igual que Mercurio, se observa por la mañana, antes de la salida del Sol, o
bien al anochecer. Se le conoce como el Lucero del Alba o el Lucero Vespertino. Destaca en el
cielo por su gran luminosidad, no igualada por ningún otro astro si exceptuamos al Sol y a
la Luna.
Marte, por ejemplo, pasa cerca del Sol más o menos cada 780 días, y durante ese
tiempo recorre el Zodiaco en toda su extensión, presentando grandes diferencias de brillo de
unas épocas a otras. Se puede reconocer fácilmente por su intenso color rojizo aunque a veces
se producen grandes tormentas de arena en su atmósfera que le confieren un tono
amarillento, situación imprevisible que puede persistir durante varios días.
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Júpiter se mueve a menor velocidad que Marte, debido a que su órbita está más
alejada del Sol. Cada año recorre aproximadamente una constelación zodiacal. Su brillo es
muy notable, sólo superado por el de Venus.
Saturno muestra distintas luminosidades de unos años a otros. Es mayor si los anillos
se presentan hacia el Sol, como en 1988,-que si están de canto, posición que alcanzaron el
pasado año. El movimiento de Saturno en el cielo es tan lento que permanece en una misma
constelación durante varios años.
El resto de los planetas, Urano, Neptuno y Plutón, sólo se pueden observar con un
instrumental astronómico adecuado, y por ello no son de interés más que para el astrónomo
aficionado avanzado. Urano y Neptuno pueden llegar a verse con unos prismáticos, siempre
que se sepa bien dónde están. Para ello es necesario tener un mapa astronómico detallado.
Plutón es un objeto muy débil y se requiere un potente telescopio para detectarlo.
GUIA DEL CIELO ( 1.997 )
Editado por Procivel, s.l.
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