Xama3.1990:221-228 Mendoza, Argentina ISSN 0327-1250 ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: NOTAS SOBRE UNA POLÉMICA RELACIÓN María del Rosario Prieto y Margarita S. Gascón* RESUMEN Desde mediados de nuestro siglo la relación entre la Historia y la Antropología ha sonido transformaciones importantes. En los anos 30, b llamada Escuela de los Anales abrió una interesante via para la renovación de las perspectivas para el trabajo histórico. Otras ciencias sociales fueron bien recibidas para colaborar en tal empresa. Paralelamente, el final de los colonialismos como consecuencia de las dos Guerras Mundiales provocó un fuerte revisionismo en la Antropología. Tanto la Historia como la Antropología comenzaron a criticar sus trabajos y a adoptar conceptos y categorías provenientes de otras ciencias relativas al hombre y a la sociedad. Este trabajo describe este proceso y analiza los debates actuales acerca de la Emohistoria y la Historia Antropológica. SUMMARY The relationship between History and Anthropology has been transformed since mid-centnry. In the 30s, the so-called Ármales School opened an avenue of new approaches to the historiographical work and other social sciences were welcomed to collaborate in such enterprise. Paralelly, the end of the colonialism as a consequence of the World Wars produced a strong revisionism among anthropologists. Both History and Anthropology began to criticize their works and also they both adopted concepts and categories provided by other social and human sciences. This paper describes this process and analyzes some up-to-date debates concerning with Etnohistory and Anthropological History. Introducción La propuesta de acercar disciplinas sociales con el objeto de lograr una comprensión más aca­ bada de los fenómenos humanos ha tenido res­ puestas dispares. La üiterdisciplinariedad y la mdtidisciplinariedad resultaron ser estrategias bastante difundidas para la investigación social. Sin embargo, a las ventajas se opusieron inconve­ nientes tales como los límites inherentes a cada disciplina y la extraña sensación de que los diver­ sos campos de estudio podían ser abordados por cualquiera de los científicos sociales. La pérdida de espesor de estas fronteras ha encendido luces de alarma y una cierta lucha por la preservación de la identidad de cada disciplina. Dentro de este marco nos proponemos abordar la relación entre Antropología e Historia desde una perspectiva cronológica, entendiendo que la situación actual de la relación entre ambas respon­ de, precisamente, a un capítulo más, aunque no concluido, de la polémica relación que desde el si­ glo pasado une y separa a estas dos ciencias. Aunque en la actualidad podemos observar un cierto acercamiento y complementación entre la Antropología y la Historia, a menudo fueron con­ sideradas disímiles y antagónicas. En la historia de las relaciones entre ambas, encontramos más momentos de recelo que momentos de acuerdos duraderos y estables. No obstante, la Historia y la * Unidad de Antropología, Area de Ciencias Humanas, CRICYT-Me Antropología comparten un amplio territorio y, por ende, tienen problemas semejantes. Un breve panorama sobre lo que ha sucedido con ambas disciplinas desde el siglo XIX permitirá compren­ der estas afirmaciones. 1. Cuando la Historia y la Antropología parecían tan distintas Desde la segunda mitad del siglo XIX, y en lí­ neas generales, la Historia y la Antropología se di­ ferenciaban por sus áreas temáticas. La Antropología debía ocuparse de las sociedades ágrafas (=sin escritura) y de tecnología poco com­ pleja; mientras que la Historia debía ocuparse de estudiar aquellos grupos que, por poseer escritura, habían obtenido carta de ciudadanía en el tiempo. Las sociedades ágrafas eran vistas como rema­ nentes de los primeros etadios evolutivos de la hu­ manidad, en tanto que las sociedades con escritura estaban ya en el camino de ese largo proceso que desembocaba en la "civilización". No es casual que esta concepción surgiera en una Europa impe­ rialista que buscaba justificar el sistema de domi­ nación impuesto sobre numerosas zonas del mundo. En efecto, el hecho de considerar esas so­ ciedades como "primitivas'' permitía la domina­ ción con el justificativo de llevar a estos pueblos atrasados y de costumbres "salvajes" hacia ese es- 222 tadio superior de la "civilización" encarnada en Europa. Así, la Antropología se ocupó de hacer cono­ cer a los europeos estas comunidades exóticas, cu­ yos comportamientos despertaban asombro, condescendencia, repugnancia o condena. La His­ toria, por su parte, se ocupó de estudiar aquellos pueblos que habían llevado adelante la "civiliza­ ción". En tanto que la Antropología era el relato de lo extraño o de lo "otro", la Historia era el rela­ to sobre el "nosotros"; pero ambas eran inconfun­ diblemente eurocéntricas. En el caso de la Antropología, porque los pueblos eran medidos y ubicados en una escala de lejanía o proximidad con respecto a la propia cultura europea. Los antropólogos Morgan y Tylor, por ejem­ plo, comparaban las otras sociedades con la Ingla­ terra victoriana, notando que el control sobre el ambiente y los recursos que ejercía ésta era supe­ rior y más exitoso, y colocándola así en el punto máximo del progreso. En cuanto a la Historia, porque formaba parte de ese esquema de evolución unilineal constituido por estadios superadores de una humanidad que avanzaba fatalmente en un solo e inequívoco sen­ tido: hacia la "civilización". Tanto una como otra eran ingenuamente optimistas en lo que respecta a las posibilidades del progreso humano. Sin embargo, los evolucionistas nunca estuvie­ ron de acuerdo con una teoría del progreso "ga­ rantizado", "automático" o "necesario". Reconocían la posibilidad de derivaciones que, por otra parte, no invalidaban la tendencia general de la humanidad hacia el progreso. En un juego sutil de división del trabajo inte­ lectual, ambas disciplinas servían a la consolida­ ción del sistema europeo de dominación colonial. La Historia lo hizo exaltando las glorias militares, políticas y religiosas de los países "civilizados". La tarea de la Antropología fue presentar el estado de atraso y "primitivismo" en el que aún permane­ cía una parte de la humanidad, a la cual era lícito llevar la luz de la "civilización" europea: su reli­ gión, su tecnología, su moral, sus instituciones; en suma, su forma de vida. A cambio de estos "bene­ ficios", es de suponerse que los pueblos domina­ dos debían guardar tranquilidad y agradecimiento mientras los países colonialistas se apropiaban de sus recursos. La Historia entonces narraba el pro­ ceso de conquista y colonización y no el proceso de apropiación. La Antropología colaboraba con los imperios facilitando la penetración, al hacer conocer la idiosincracia del grupo dominado. A pesar de estas claras motivaciones extracientíficas, debemos reconocer que los evolucio­ M. dd R. PRIETO y M. GASCON nistas del siglo pasado pusieron los fundamentos de la disciplina antropológica organizada en tomo a dos ejes básicos: la necesidad de estudiar la di­ versidad cultural dentro de un marco de unicidad psíquica de la humanidad, y el uso de un método comparativo como sustituto de las técnicas experi­ mentales y de laboratorio de las ciencias físico-na­ turales. Como veremos, más allá de toda aparente dife­ rencia, la Historia y la Antropología presentaban un sustrato común: su inclinación a favorecer y a servir a la perspectiva de los sectores dominantes, bien fuese este sector un país, una región o un grupo social. 2. El acercamiento entre la Historia y la Antropología a. Hacia el encuentro desde la Historia Durante el siglo XX, y particularmente des­ pués de la II Guerra Mundial, los historiadores co­ menzaron a presentar una postura crítica junto con una profunda insatisfacción por las teorías y méto­ dos vigentes en su disciplina. Quizás el movimiento más orgánico fue el francés, con Henri Berr y sus colaboradores de la Revue de synthèse historique. Berr reaccionó con­ tra la importancia que se daba al gran aconteci­ miento (batallas, revoluciones) y al individuo (el "héroe") en la Historia decimonónica. La crítica apuntaba también a esa visión evolutiva lineal, concatenada en episodios-causas y en episodiosefectos que se ordenaban cronológicamente. Esta misma reacción contra la Historia del si­ glo XIX se continúa con Luden Febvre y Marc Bloch, nombres ligados al surgimiento de los Annales d'Histoire économique et sociale, en los años '30. La revista estaba destinada a la publica­ ción de aquellos trabajos que combatieran la tradi­ cional forma de hacer Historia heredada del positivismo del siglo anterior. A través de los Anales se criticaba la creencia de que aquella His­ toria erudita, con su reconstrucción cuidadosa (y tediosa) de fechas y datos, permitía una versión "objetiva" del pasado. El privilegiar los aconteci­ mientos y reconstruirlos cuidadosamente para que mostrasen "la verdad", como pretendían los histo­ riadores del siglo XIX, era, según el inglés E.H. Carr, un engaño. Al iniciar una de sus obras cita­ ba: "Me maravillo a menudo de que resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura in­ vención". La segunda generación de la denominada "Es­ cuela de los Anales" (Braudel, Mandrou) prosigue con la renovación temática. La Historia pasa a re­ ferir también las formas de pensamiento o los ges- ANTROPOLOGÍA Я HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN tos frente a la vida y a la muerte; no se ocupará tan solo de los acontecimientos políticos y milita­ res o de los héroes y su biografía. También apare­ ce la posibilidad de hacer una historia del clima, de la vida cotidiana, de la cultura popular, de la familia. La preocupación por la evolución econó­ mica de distintas regiones ocupa también una por­ ción importante de la producción historiográfica. Al priorizar lo colectivo (las prácticas sociales, los sistemas de valores, los hábitos) se comienza a superar el relato histórico basado en el gran acon­ tecimiento y en el héroe como motor de la Histo­ ria. Inclusive se incorpora la novedad de que el eje del relato histórico pueda ser un elemento geo­ gráfico. Es el caso del mar Mediteráneo en la obra de Braudel (El Mediterráneo y el mundo del Mediterráneo en los tiempo de Felipe II) y del Atlán­ tico en la obra de Chaunu (Sevilla y el Atlántico). A la par de esta renovación temática, surge la consecuente inquietud por la elaboración de mar­ cos teóricos que permitan la interpretación ade­ cuada de estas nuevas propuestas para la investigación histórica. Según el historiador cata­ lán Josep Fontana, algunos historiadores, posible­ mente "avergonzados" por la falta de teorías propias, abrazaron cuerpos teóricos de otras disci­ plinas, incluso aquéllos en contradicción con la Historia, como fue el estructuralismo francés de Claude Levi-Strauss en los años '60. De esta ex­ periencia, según señala Fontana, habría poco (por no decir nada) que salvar. A nuestro juicio, sin embargo, el saldo es positivo y alentador. Los his­ toriadores se abrieron a otras disciplinas interesa­ das también en los temas relativos a la sociedad y a la cultura. El historiador francés Jacques Le Goff asegura que "de todas las disciplinas deno­ minadas 'humanas', la Antropología es aquella con la cual la Historia ha mantenido el diálogo más fluido y fecundo" (Couteau-Begarie). Y en efecto, este diálogo ha sido enriquecedor para am­ bas disciplinas, puesto que en la actualidad son varios los antropólogos que se nutren de concep­ tos sobre la sociedad y la cultura provenientes de historiadores como E. Thompson, P. Anderson, S. Hall, S. Jones o R. Samuels. La desaparición del "laboratorio" del antropó­ logo te ha hecho observar con más detenimiento los procesos de cambio a menudo reconstruidos por historiadores. Las sociedades preliterarias han desaparecido o han sufrido múltiples influencias de las unidades sociales y políticas mayores. En tal sentido, los historiadores hace bastante tiempo que están interpretando y discutiendo procesos ta­ les como la incorporación al capitalismo indus­ trial, la dependencia, la formación de los estados 223 nacionales. El antropólogo así puede abrevar en nuevas fuentes y el historiador puede revisar sus formulaciones y aclarar interrogantes sobre proce­ sos de los que no tiene usualmente la totalidad de la información. b. Hacia el encuentro desde la Antropología La noción de proceso y cambio aparece en An­ tropología adoptando distintas formas. Los estu­ dios de Antropología Biológica ligados a la evolución, como los pioneros de Antoine de Lamarek (1744- 1829), corresponden a una concep­ ción progresiva que va desde lo inferior a lo superior y desde lo más simple a lo complejo, a lo largo de períodos muy extensos. El punto culminante de esta concepción fue la publicación de El origen de ¡as especies de Char­ les Darwin en 18S9. Darwin consideraba que la adaptación y supervivencia de los más aptos (se­ lección natural) era el mecanismo explicativo de la evolución de las distintas especies. En su teoría también el factor tiempo, sobre todo la larga dura­ ción, es un elemento clave. Paralelamente se fue gestando el evolucionis­ mo social. A partir de las doctrinas iluministas del siglo ХУШ, se propagó la visión del "progreso" humano constante e infinito. Según Morgan y Tylor, los representantes más conspicuos de este evolucionismo, toda la humanidad atravesaría ne­ cesariamente por sucesivos estadios de creciente complejidad: salvajismo barbarie civilización En última instancia, al ser unaformade determutismo mecanicista, el evolucionismo social unilineal negaba la Historia. Aceptar que la huma­ nidad debía pasar fatalmente por estos estadios evolutivos tiene una importancia crítica. Si el pro­ ceso de evolución y cambio es idéntico para todas las sociedades, entonces no es necesario estudiarlo para cada grupo social en particular. No obstante, al juzgarlos no debemos olvidar que pretendían dar un voto de confianza a la especie humana, bo­ rrando la marca negativa de "ángel caído" malig­ no y pecaminoso que arrastraba desde hacia siglos. Los antropólogos Victorianos creían que k> secular y lo terrenal, la cultura en suma, probaba lo positivo de nuestra naturaleza, al margen de cualquier consideración sobrenatural. Contra la tendencia evolucionista reaccionó la naciente Antropología norteamericana de fines del siglo pasado. La escuela denominada del "Particu­ larismo histórico", fundada por Franz Boas (19581942), afirmaba que los objetivos de la Antropología implicaban un estudio de cada so­ ciedad en particular para poder determinar su es- 224 pecificidad, y esto sólo podía lograrse al estudiar su único, y por tanto su particular, proceso de cambio. Boas afirmaba que las culturas están constituidas por rasgos que son el producto de las condiciones ambientales, de factores psicológicos y de relaciones históricas. Notó qoe los elementos de cualquier cultura eran el resultado de comple­ jos procesos históricos que comprendían la difu­ sión y el préstamo. Tanto él como sus innumerables seguidores pensaban que era casi imposible el formular generalidades, o, en todo caso, si existían, no eran otra cosa que leyes psi­ cológicas generadas por la unidad psíquica de la humanidad. La reacción y crítica al evolucionismo social realizada por la Antropología del presente siglo provocó, entre otras cosas, la renuncia a cualquier intento de explicar la cultura y la sociedad a través de enfoques históricos, con la excepción de los importantes trabajos de Leslie White, Julián Steward, Darcy Ribeiro, del arqueólogo inglés Gordon Childe y otros, quienes propusieron explicaciones diversas sobre la génesis y desarro­ llo de las culturas. La Antropología se volcó fun­ damentalmente al estudio de las sociedades en sí mismas, como unidades integradas, sin ubicarlas en un determinado nivel evolutivo, abandonando el método comparativo. Al poner el acento en el equilibrio interno de estas comunidades, terminó negando los conflictos y el cambio que toda socie­ dad lleva en su interior. Estas tendencias pueden apreciarse, por una parte, en la escuela británica funcionalista de Mahnowski y estructural-funcionalista de Radcliffe-Brown; y por la otra, en la es­ cuela estructuralista francesa de C. Levi- Strauss. En el primer caso, se priorizó el estudio de la es­ tructura social y se abandonó todo interés por el problema de los orígenes y evolución de las cultu­ ras. En el segundo, el factor tiempo no alteraba el objeto de estudio de la Antropología. Como lo afirma el propio Levi-Strauss, el objetivo de la Historia es constatar los fenómenos sociales en función de los acontecimientos en los cuales se encarnan y cómo los individuos lo pensaron y lo vivieron. (Ven Antropología estructural, Cap I, sección n.) En cuanto a la Antropología, su objeti­ vo es explicar las estructuras inconscientes que permiten la emergencia de aquellos fenómenos sociales. La Antropología se ocuparía así de las estructuras y la Historia de los acontecimientos. En Antropología estructural, Levi-Strauss plantea incluso una aguda dicotomía. La Antropología de­ be estudiar lo oculto, lo esencial, lo inconsciente; mientras que la Historia debe atender a lo aparen­ te, lo consciente. De este modo, el campo de lo M. del R. PRIETO y M. GASCÓN social se escindiría en aquello que es permanente (las estructuras que debe develar la Antropología) y lo contingente (los acontecimientos que debe re­ latar la Historia). Otras teorías se encargarían de mostrar la ne­ cesidad de olvidar esta dicotomía y de incorporar a los análisis de las estructuras los procesos relati­ vos al cambio y, por consiguiente, recurrir a enfo­ ques diacrónicos (históricos). Es más, para numerosos autores no hay contradicción entre es­ tructura y proceso sino que ambos son aspectos de una misma realidad que deben complementarse. Southall (1969) es un antropólogo político para quien la estructura es el proceso en su más reduci­ da dimensión temporal, mientras que el proceso es la larga duración de la estructura (Orientation in political Anthropology, Canadian Journal ofAfrican Studies, 3:42-52). Se nos plantea la necesidad de compatibilizar el estudio del proceso cultural con los análisis de corte estructuralista y sistémico. 3. Cultura, sistema y proceso La predisposición a conceder mayor atención a la dinamicidad de los procesos sociales se verifica a partir de las teorías sistemáticas y de los aportes marxistas. En principio, es importante no confundir los conceptos de estructura y sistema. Los enfoques estructuralistas tienden a privilegiar tos estudios de aquellos aspectos culturales estables, como son los mitos o las estructuras de parentesco. El atrac­ tivo de un enfoque estructuralista es que permite la comparación entre culturas distintas en el tiem­ po y en el espacio, dado su alto nivel de formalización y abstracción. La comparación es más difícil desde una perspectiva procesal que privile­ gia el proceso de evolución y cambio en cada cul­ tura en particular. En tal sentido, es preciso admitir que el estructuralismo levistrausiano opera como un paradigma que procura establecer cuan predecibles pueden ser los comportamientos hu­ manos; y los paradigmas son apropiados o inapropiados para reconstruir las relaciones entre los datos. Ahora bien, toda cultura y toda sociedad puede ser también considerada y analizada como un sis­ tema, porque las nociones sistémicas atienden a las interrelaciones entre las partes que conforman un todo, y esto permite poner de manifiesto el di­ namismo de la relación que existe de las partes entre sí y con respecto al todo. La dinamicidad es, para numerosos investigadores, la principal dife­ rencia entre un enfoque sistémico y un enfoque estructuralista. ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN Desde este punto de vista es posible considerar las relaciones entre sistema y proceso. Todo siste­ ma cultural y social está inmerso en el tiempo, y por ello sufre procesos de cambio. Así que aun los seguidores de la escuela estructural-funcionalista recomendaban volver a visitar al cabo de algunos años las comunidades que habían sido estudiadas, para poder observar los cambios que se habían producido durante ese lapso. Además los antropó­ logos a menudo se han ocupado de los procesos de sedentarización, aculturación o sincretismo, fe­ nómenos que no podrían ser estudiados si no es dentro del propio marco temporal en el cual acon­ tecen. Ahora bien, aunque la noción de sistema es más dinámica que la de estructura y permite in­ corporar la diacronía, parecería que, al menos en tres dominios de la Antropología, sigue siendo di­ fícil compatibilizar las nociones de sistema y pro­ ceso, y esto obliga a los antropólogos a elegir entre uno u otro estilo analítico. Se trata de ten­ dencias que podemos observar en la Antropología Ecológica, en la Antropología Legal y en la An­ tropología Simbólica. En el caso de la primera, se advierte que los antropólogos o bien recalcan el funcionamiento de los ecosistemas culturales o bien sus procesos de cambio. La segunda, oscila entre reconstruir los sistemas legales o mostrar la evolución que han sufrido los procesos judiciales. En la tercera, se puede advertir un desplazamiento desde los estudios de los sistemas simbólicos a los procesos rituales, principalmente en las obras del antropólogo Víctor Tumer. El marxismo, a su vez, aportó elementos deci­ sivos en cuanto a la necesidad de considerar el proceso y el cambio en el estudio de una sociedad. Marx estaba interesado en el análisis de la dinámi­ ca social, como puede apreciarse en las Grundisse (1857-1858). La visión que Marx tenía de la evo­ lución cultural era dialéctica y no mecanicista o unilineal. De acuerdo con esto, no todas las socie­ dades tenían que haber recorrido los mismos esta­ dios evolutivos. Los antropólogos marxistas contemporáneos consideran que el cambio social no involucra tan solo las relaciones de producción o concentración de riquezas, sino que son variados e incluyen las luchas sociales, los conflictos interétnicos y hasta incluso la superpoblación. Para comprender esta dinámica social debe incorporarse necesariamente la Historia. La profecía de Evans-Pritchard (1962) de que la Historia sería Antropología o no sería nada destino que también sentenciaba a la Antropología 225 si no se acercaba a la Historia- se va cumpliendo lentamente. 4. Los aportes de la Antropología a la Historia Las contribuciones de la Antropología a la Historia atañen a aspectos tanto metodológicos como teóricos. Algunas contribuciones teóricas se refieren a lo que ha elaborado la Antropología con respecto a los mecanismos del cambio cultural y sus conse­ cuencias (difusión, aculturación, sincretismo); a los estudios sobre política en comunidades pre-estatales (Mair, Evans-Pritchard, Balandier) y sobre los modos de producción no capitalistas (desde Polanyi a Godelier). También ha influido en el es­ tudio de aspectos de la organización social tales como las formas y pautas para regular la vida do­ méstica: familia, matrimonio, vida sexual de una comunidad. En este sentido, para J. Fontana, la in­ fluencia de la Antropología atañe, sobre todo, al estudio de las sociedades históricas pre-capitalistas. No porque tales sociedades sean menos com­ plejas que las sociedades industrializadas en cuanto a su organización social y política, sino porque constituyen otras formaciones socio-cultu­ rales, con otra lógica en sus relaciones, influencias y cambios. En cuanto a los aspectos metodológicos, Barraclough considera que la Antropología ha mos­ trado que conocer una sociedad no depende exclusivamente de la disponibilidad de documen­ tación escrita. La extrapolación y comparación con las sociedades no industrializadas actuales permite acercarse a la comprensión de sociedades en el pasado, pero de las que carecemos de infor­ mación escrita. La Antropología ha advertido además a la His­ toria sobre los peligros del ctnocentrismo que apa­ rece frecuentemente en el nivel interpretativo, proponiendo en su lugar la práctica del relativis­ mo cultural. (Ver L, Trivifio, El relativismo cultu­ ral, Serie Científica, N 22,1981.) El etnocentrismo se refiere a la propensión que tenemos todos los seres humanos a considerar que nuestra propia cultura es la única, verdadera y me­ jor. El etnocentrismo aparece como el resultado del funcionamiento de parámetros axiológicos muy generales, continentales, nacionales, religio­ sos, étnicos, de clase. Estos parámetros valorativos provocan consecuentes distorsiones en la interpretación histórica, conforme a prejuicios de los cuales no siempre el historiador es consciente. El denominado chauvinismo (exaltación de las glorias nacionales a tal extremo de no reconocer 226 ninguna equivocación en la propia historia) es una forma de etnocentrismo. En la Antropología, el etnocentrismo fue un vicio notable en el pasado. La siguiente cita de un antropólogo del siglo XLX (Lubbock, 1865) es un nítido ejemplo de cómo se manifestó. Así, al refe­ rirse a los habitantes de las islas de Andamán, dice que "muchos de sus hábitos son semejantes a los de las bestias", agrega después que "los groenlan­ deses no tienen religión, culto o ceremonias...los iraqueses no tienen religión, ni una palabra para dios y los fueguinos no poseen ni la más ligera no­ ción religiosa", por lo que concluye en que "no puede haber duda de que los salvajes, como regla casi universal, son crueles". El etnocentrismo se manifiesta en varios nive­ les. Una forma de estos prejuicios etnocéntricos es el privilegiar la historia del occidente blanco sobre la del resto del mundo (eurocentrismo). De ese modo, los pueblos sólo adquieren historicidad cuando entran en contacto con Europa. El euro­ centrismo, de acuerdo con su sistema de valores, se caracteriza por ponderar los fenómenos socioculturales de acuerdo con la siguiente escala valorativa: orden, organización, monoteísmo, democracia, sedentarismo, civilización. Otro nivel es el denominado nacionalismo, que en un principio sirve para mantener el sentido de pertenencia a un grupo y asegurar su unidad, pero que cuando se transforma en xenofobia (odio al extranjero), conduce a representaciones falsas de las otras naciones, pueblos o etnias, promo­ viendo y justificando su segregación, discrimina­ ción y hasta su exterminio. Este fenómeno se encuentra tanto en los libros de historia americana como en los textos europeos, incluyendo los so­ viéticos. Por último, el llamado sociocentrismo de clase también influye en la interpretación histórica. Por una parte, se relaciona con el sujeto social eje del relato histórico. Así, por ejemplo, se puede privi­ legiar en forma absoluta la nobleza, la burguesía o el proletariado, olvidando y condenando al silen­ cio al resto de los sujetos sociales que también son sujetos históricos. Por supuesto que estotienere­ lación con los valores propios de la clase social en la que ha sido formado el historiador, quien puede asumir los intereses de su grupo social, aun sin proponérselo. De todas formas, esta crítica es una advertencia para todo investigador social. En efec­ to, cuando se selecciona un problema se hace des­ de valoraciones determinadas, y cuando se critica a los investigadores en Antropología o Historia por descuidar temas, problemas o variables impor­ tantes, se hace referencia a lo que los críticos con­ M. del R. PRIETO y M. GASCÓN sideran importante. De modo que los valores par­ ticipan en la selección de los problemas, en su in­ terpretación y, ciertmente, también en las críticas. 5. A modo de conclusión: ¿Historia, Etnohistoria o Antropología Histórica? Desde hace algunas décadas, la Etnohistoria se ha incorporado a esta problemática al ser conside­ rada un territorio compartido tanto por la Historia como por la Antropología. Tal vez por esta razón no hay acuerdo sobre su perfil ni entre historiado­ res ni entre antropólogos. Un punto de discusión es su naturaleza. Para el antropólogo español A. Jiménez Núñez, la Etno­ historia es un método de la Antropología, junto con la Arqueología Prehistórica y la Etnología. Sin embargo, el historiador argentino D. Santama­ ría, proponiendo una curiosa taxonomía, afirma que la Etnohistoria es "una variante del método histórico", al igual que la Lingüística Histórica y la Arqueología, confundiendo quizás la Arqueolo­ gía clásica con la prehistórica. Marcando aun más la ambigüedad sobre su na­ turaleza, hay historiadores que consideran la Etno­ historia como un período dentro del devenir histórico, algo así como la historia de los pueblos indígenas en el momento del contacto. Otros, sim­ plemente, la asimilan a la Antropología. Las confusiones se originan en las particulari­ dades de su objeto de estudio, que se refiere a re­ construcción del pasado cultural de los pueblos indígenas al momento del contacto con los euro­ peos y los procesos derivados de ese contacto. Dentro de esa tradición antropológica que centra su atención en los procesos de aculturación, se en­ cuentran trabajos de Murra, Carmack, Carrasco y otros. El hecho de que las sociedades indígenas aún no tuvieran escritura, pero que se las pueda estu­ diar a través de la información dejada por el grupo conquistador, las coloca en una situación muy particular desde el punto de vista de la investiga­ ción histórica. En efecto, para los historiadores, estos grupos están por incorporarse a la Historia. Son "protohistóricos" (protos: primero) y no "prehistóricos". O sea, un historiador cuenta con fuentes escritas para su estudio, aunque sea una información me­ diatizada por el grupo dominante, una versión que dejó el sistema de poder. Es decir, no son los pro­ pios indígenas los que cuentan los acontecimien­ tos, sus formas religiosas, económicas, sociales y políticas. Es el misionero o el conquistador, el de­ legado del poder colonial, gobernante o funciona- 227 ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN rio quien deja el relato en diarios, crónicas, cartas, informes, documentación oficial. Desde un enfoque antropológico, la interpreta­ ción de la información se realiza desde la teoría del cambio cultural. Lo que se analizará es el pro­ ceso de aculturación en un período extenso de tiempo, para dimensionar de este modo los cam­ bios en las distintas formas culturales. Este estu­ dio explica los mecanismos de imposición que adopta el grupo culturalmente dominante, pero también muestra los movimientos de oposición, el conflicto, la "oferta de bienes culturales", su acep­ tación o rechazo, el sincretismo. Por supuesto que este enfoque sólo es posible cuando el investiga­ dor conoce la naturaleza de las formas culturales, sus mecanismos, procesos y dinámica interna. Es decir, cuando conoce la teoría antropológica sobre la cultura y de este modo puede interpretar la di­ námica de un contacto interétnico. De esta mane­ ra, un antropólogo enfrenta el documento buscando una información distinta de la que busca un historiador. El objeto del antropólogo es deter­ minar cómo fue el proceso de cambio en las cultu­ ras que entraron en contacto. Su clásico "trabajo de campo", de convivir con una comunidad y rea­ lizar "observaciones participantes", se desplaza a un archivo para considerar cada documento como una suerte de "informante etnográfico" y recons­ truir ese proceso cultural. Apartándonos de la polémica de si la Etnohistoria es o no un método de la Antropología o de la Historia, consideramos que se trata de An­ tropología Histórica, dado que el marco teórico es fundamentalmente antropológico. Y, en tanto que Antropología Histórica, su campo no se redu­ ciría sólo a los momentos del contacto interétnico y sus consecuencias. En primer lugar, porque de­ bemos tener presente que existen numerosas for­ mas de "a-grafías". En efecto, a lo largo del tiempo siempre encontramos grupos que no pue­ den escribir su propia historia, bien porque no tie­ nen escritura (como vimos), o bien porque otros grupos se han apropiado de este bien cultural. Es el caso de aquellos sectores sociales, étnicos, ra­ ciales o religiosos silenciados por el grupo domi­ nante que se reserva el derecho exclusivo de escribir sobre sí y sobre el otro, sus comporta­ mientos y sus móviles. Se trata, por lo tanto, de una particular forma de "agrafía" que consiste en no disponer de los medios para que su voz se es­ cuche, se registre o perdure. En tal sentido, el campo donde mejor se puede apreciar la complementación entre la Antropología y la Historia es en el estudio de los denominados "sectores subal­ ternos" y en el denominado de "la cultura popu­ lar", ya sea en el siglo XVI o en el siglo XLX. Si la Etnohistoria, en su sentido más tradicional y restringido, es la Historia de aquellos que no han podido escribir su propia historia por carecer de escritura, en un sentido más amplio, como Antro­ pología Histórica, podría abarcar el estudio de cualquier grupo cuya vida material y simbólica, cuyos comportamientos y valores, solo pueden ser conocidos a través de lo que escribieron y es­ criben sobre ellos los sectores dominantes; los dueños de una palabra que, en ocasiones, suele ser la única voz que ha perdurado. CUADRO SOBRE PARTICIÓN Y CLIVAGE DEL CAMPO SOCIAL. ANTROPOLOGÍA E HISTORIA (SIGLO XLX) ANTROPOLOGÍA HISTORIA Lo OTRO El NOSOTROS Los extraños Salvajes Bárbaros Herejes Paganos El prójimo Civilizados Predicadores de la salvación Conquistadores espirituales Descubiertos y conquistados Descubridores y conquistadores Gobernados Gobernantes Fuente: MARVTN HARRIS, 1985: Introducción a la Antropología General. Madrid, Alianza) 228 M. del R. PRIETO y M. GASCON BIBLIOGRAFÍA Balibar, M. et al. 1976. Hacia una nueva Historia. Madrid. Akal Banton, M. (ed.) 1980. Antropología de las sociedades complejas. Madrid, Alianza. Barraclongh, G. 1981. Corrientes de investigación en ciencias sociales. Madrid, Tecnos, tomo 2. Bastide, R. 1970. El prójimo y el extraño. El encuentro de las civilizaciones. Buenos Aires, Amonortu. Cardoso, C. 1985. Introducción al trabajo de la investigación histórica. Barcelona, Crítica. Carr, E.H.1985. ¿Qué es la Historia? Madrid, Planeta- Agostini. Couteau-Begarie, H. 1981. Le phénomène de la Nouvelle Histoire. 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