Unidad 1 - PRIETO y GASCON - Antropologia e historia. NOTAS SOBRE UNA POLÉMICA RELACIÓN

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Xama3.1990:221-228
Mendoza, Argentina
ISSN 0327-1250
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: NOTAS SOBRE UNA
POLÉMICA RELACIÓN
María del Rosario Prieto y Margarita S. Gascón*
RESUMEN
Desde mediados de nuestro siglo la relación entre la Historia y la Antropología ha sonido transformaciones importantes. En los
anos 30, b llamada Escuela de los Anales abrió una interesante via para la renovación de las perspectivas para el trabajo histórico.
Otras ciencias sociales fueron bien recibidas para colaborar en tal empresa. Paralelamente, el final de los colonialismos como consecuencia de las dos Guerras Mundiales provocó un fuerte revisionismo en la Antropología. Tanto la Historia como la Antropología comenzaron a criticar sus trabajos y a adoptar conceptos y categorías provenientes de otras ciencias relativas al hombre y a la sociedad.
Este trabajo describe este proceso y analiza los debates actuales acerca de la Emohistoria y la Historia Antropológica.
SUMMARY
The relationship between History and Anthropology has been transformed since mid-centnry. In the 30s, the so-called Ármales
School opened an avenue of new approaches to the historiographical work and other social sciences were welcomed to collaborate in
such enterprise. Paralelly, the end of the colonialism as a consequence of the World Wars produced a strong revisionism among anthropologists. Both History and Anthropology began to criticize their works and also they both adopted concepts and categories provided by other social and human sciences. This paper describes this process and analyzes some up-to-date debates concerning with
Etnohistory and Anthropological History.
Introducción
La propuesta de acercar disciplinas sociales
con el objeto de lograr una comprensión más aca­
bada de los fenómenos humanos ha tenido res­
puestas dispares. La üiterdisciplinariedad y la
mdtidisciplinariedad resultaron ser estrategias
bastante difundidas para la investigación social.
Sin embargo, a las ventajas se opusieron inconve­
nientes tales como los límites inherentes a cada
disciplina y la extraña sensación de que los diver­
sos campos de estudio podían ser abordados por
cualquiera de los científicos sociales. La pérdida
de espesor de estas fronteras ha encendido luces
de alarma y una cierta lucha por la preservación
de la identidad de cada disciplina.
Dentro de este marco nos proponemos abordar
la relación entre Antropología e Historia desde
una perspectiva cronológica, entendiendo que la
situación actual de la relación entre ambas respon­
de, precisamente, a un capítulo más, aunque no
concluido, de la polémica relación que desde el si­
glo pasado une y separa a estas dos ciencias.
Aunque en la actualidad podemos observar un
cierto acercamiento y complementación entre la
Antropología y la Historia, a menudo fueron con­
sideradas disímiles y antagónicas. En la historia
de las relaciones entre ambas, encontramos más
momentos de recelo que momentos de acuerdos
duraderos y estables. No obstante, la Historia y la
* Unidad de Antropología, Area de Ciencias Humanas, CRICYT-Me
Antropología comparten un amplio territorio y,
por ende, tienen problemas semejantes. Un breve
panorama sobre lo que ha sucedido con ambas
disciplinas desde el siglo XIX permitirá compren­
der estas afirmaciones.
1. Cuando la Historia y la Antropología
parecían tan distintas
Desde la segunda mitad del siglo XIX, y en lí­
neas generales, la Historia y la Antropología se di­
ferenciaban por sus áreas temáticas. La
Antropología debía ocuparse de las sociedades
ágrafas (=sin escritura) y de tecnología poco com­
pleja; mientras que la Historia debía ocuparse de
estudiar aquellos grupos que, por poseer escritura,
habían obtenido carta de ciudadanía en el tiempo.
Las sociedades ágrafas eran vistas como rema­
nentes de los primeros etadios evolutivos de la hu­
manidad, en tanto que las sociedades con escritura
estaban ya en el camino de ese largo proceso que
desembocaba en la "civilización". No es casual
que esta concepción surgiera en una Europa impe­
rialista que buscaba justificar el sistema de domi­
nación impuesto sobre numerosas zonas del
mundo. En efecto, el hecho de considerar esas so­
ciedades como "primitivas'' permitía la domina­
ción con el justificativo de llevar a estos pueblos
atrasados y de costumbres "salvajes" hacia ese es-
222
tadio superior de la "civilización" encarnada en
Europa.
Así, la Antropología se ocupó de hacer cono­
cer a los europeos estas comunidades exóticas, cu­
yos comportamientos despertaban asombro,
condescendencia, repugnancia o condena. La His­
toria, por su parte, se ocupó de estudiar aquellos
pueblos que habían llevado adelante la "civiliza­
ción". En tanto que la Antropología era el relato
de lo extraño o de lo "otro", la Historia era el rela­
to sobre el "nosotros"; pero ambas eran inconfun­
diblemente eurocéntricas. En el caso de la
Antropología, porque los pueblos eran medidos y
ubicados en una escala de lejanía o proximidad
con respecto a la propia cultura europea.
Los antropólogos Morgan y Tylor, por ejem­
plo, comparaban las otras sociedades con la Ingla­
terra victoriana, notando que el control sobre el
ambiente y los recursos que ejercía ésta era supe­
rior y más exitoso, y colocándola así en el punto
máximo del progreso.
En cuanto a la Historia, porque formaba parte
de ese esquema de evolución unilineal constituido
por estadios superadores de una humanidad que
avanzaba fatalmente en un solo e inequívoco sen­
tido: hacia la "civilización". Tanto una como otra
eran ingenuamente optimistas en lo que respecta a
las posibilidades del progreso humano.
Sin embargo, los evolucionistas nunca estuvie­
ron de acuerdo con una teoría del progreso "ga­
rantizado",
"automático"
o
"necesario".
Reconocían la posibilidad de derivaciones que,
por otra parte, no invalidaban la tendencia general
de la humanidad hacia el progreso.
En un juego sutil de división del trabajo inte­
lectual, ambas disciplinas servían a la consolida­
ción del sistema europeo de dominación colonial.
La Historia lo hizo exaltando las glorias militares,
políticas y religiosas de los países "civilizados".
La tarea de la Antropología fue presentar el estado
de atraso y "primitivismo" en el que aún permane­
cía una parte de la humanidad, a la cual era lícito
llevar la luz de la "civilización" europea: su reli­
gión, su tecnología, su moral, sus instituciones; en
suma, su forma de vida. A cambio de estos "bene­
ficios", es de suponerse que los pueblos domina­
dos debían guardar tranquilidad y agradecimiento
mientras los países colonialistas se apropiaban de
sus recursos. La Historia entonces narraba el pro­
ceso de conquista y colonización y no el proceso
de apropiación. La Antropología colaboraba con
los imperios facilitando la penetración, al hacer
conocer la idiosincracia del grupo dominado.
A pesar de estas claras motivaciones extracientíficas, debemos reconocer que los evolucio­
M. dd R. PRIETO y M. GASCON
nistas del siglo pasado pusieron los fundamentos
de la disciplina antropológica organizada en tomo
a dos ejes básicos: la necesidad de estudiar la di­
versidad cultural dentro de un marco de unicidad
psíquica de la humanidad, y el uso de un método
comparativo como sustituto de las técnicas experi­
mentales y de laboratorio de las ciencias físico-na­
turales.
Como veremos, más allá de toda aparente dife­
rencia, la Historia y la Antropología presentaban
un sustrato común: su inclinación a favorecer y a
servir a la perspectiva de los sectores dominantes,
bien fuese este sector un país, una región o un
grupo social.
2. El acercamiento entre la Historia y la
Antropología
a. Hacia el encuentro desde la Historia
Durante el siglo XX, y particularmente des­
pués de la II Guerra Mundial, los historiadores co­
menzaron a presentar una postura crítica junto con
una profunda insatisfacción por las teorías y méto­
dos vigentes en su disciplina.
Quizás el movimiento más orgánico fue el
francés, con Henri Berr y sus colaboradores de la
Revue de synthèse historique. Berr reaccionó con­
tra la importancia que se daba al gran aconteci­
miento (batallas, revoluciones) y al individuo (el
"héroe") en la Historia decimonónica. La crítica
apuntaba también a esa visión evolutiva lineal,
concatenada en episodios-causas y en episodiosefectos que se ordenaban cronológicamente.
Esta misma reacción contra la Historia del si­
glo XIX se continúa con Luden Febvre y Marc
Bloch, nombres ligados al surgimiento de los Annales d'Histoire économique et sociale, en los
años '30. La revista estaba destinada a la publica­
ción de aquellos trabajos que combatieran la tradi­
cional forma de hacer Historia heredada del
positivismo del siglo anterior. A través de los
Anales se criticaba la creencia de que aquella His­
toria erudita, con su reconstrucción cuidadosa (y
tediosa) de fechas y datos, permitía una versión
"objetiva" del pasado. El privilegiar los aconteci­
mientos y reconstruirlos cuidadosamente para que
mostrasen "la verdad", como pretendían los histo­
riadores del siglo XIX, era, según el inglés E.H.
Carr, un engaño. Al iniciar una de sus obras cita­
ba: "Me maravillo a menudo de que resulte tan
pesada, porque gran parte de ella debe ser pura in­
vención".
La segunda generación de la denominada "Es­
cuela de los Anales" (Braudel, Mandrou) prosigue
con la renovación temática. La Historia pasa a re­
ferir también las formas de pensamiento o los ges-
ANTROPOLOGÍA Я HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN
tos frente a la vida y a la muerte; no se ocupará
tan solo de los acontecimientos políticos y milita­
res o de los héroes y su biografía. También apare­
ce la posibilidad de hacer una historia del clima,
de la vida cotidiana, de la cultura popular, de la
familia. La preocupación por la evolución econó­
mica de distintas regiones ocupa también una por­
ción importante de la producción historiográfica.
Al priorizar lo colectivo (las prácticas sociales,
los sistemas de valores, los hábitos) se comienza a
superar el relato histórico basado en el gran acon­
tecimiento y en el héroe como motor de la Histo­
ria. Inclusive se incorpora la novedad de que el
eje del relato histórico pueda ser un elemento geo­
gráfico. Es el caso del mar Mediteráneo en la obra
de Braudel (El Mediterráneo y el mundo del Mediterráneo en los tiempo de Felipe II) y del Atlán­
tico en la obra de Chaunu (Sevilla y el Atlántico).
A la par de esta renovación temática, surge la
consecuente inquietud por la elaboración de mar­
cos teóricos que permitan la interpretación ade­
cuada de estas nuevas propuestas para la
investigación histórica. Según el historiador cata­
lán Josep Fontana, algunos historiadores, posible­
mente "avergonzados" por la falta de teorías
propias, abrazaron cuerpos teóricos de otras disci­
plinas, incluso aquéllos en contradicción con la
Historia, como fue el estructuralismo francés de
Claude Levi-Strauss en los años '60. De esta ex­
periencia, según señala Fontana, habría poco (por
no decir nada) que salvar. A nuestro juicio, sin
embargo, el saldo es positivo y alentador. Los his­
toriadores se abrieron a otras disciplinas interesa­
das también en los temas relativos a la sociedad y
a la cultura. El historiador francés Jacques Le
Goff asegura que "de todas las disciplinas deno­
minadas 'humanas', la Antropología es aquella
con la cual la Historia ha mantenido el diálogo
más fluido y fecundo" (Couteau-Begarie). Y en
efecto, este diálogo ha sido enriquecedor para am­
bas disciplinas, puesto que en la actualidad son
varios los antropólogos que se nutren de concep­
tos sobre la sociedad y la cultura provenientes de
historiadores como E. Thompson, P. Anderson, S.
Hall, S. Jones o R. Samuels.
La desaparición del "laboratorio" del antropó­
logo te ha hecho observar con más detenimiento
los procesos de cambio a menudo reconstruidos
por historiadores. Las sociedades preliterarias han
desaparecido o han sufrido múltiples influencias
de las unidades sociales y políticas mayores. En
tal sentido, los historiadores hace bastante tiempo
que están interpretando y discutiendo procesos ta­
les como la incorporación al capitalismo indus­
trial, la dependencia, la formación de los estados
223
nacionales. El antropólogo así puede abrevar en
nuevas fuentes y el historiador puede revisar sus
formulaciones y aclarar interrogantes sobre proce­
sos de los que no tiene usualmente la totalidad de
la información.
b. Hacia el encuentro desde la Antropología
La noción de proceso y cambio aparece en An­
tropología adoptando distintas formas. Los estu­
dios de Antropología Biológica ligados a la
evolución, como los pioneros de Antoine de Lamarek (1744- 1829), corresponden a una concep­
ción progresiva que va desde lo inferior a lo
superior y desde lo más simple a lo complejo, a lo
largo de períodos muy extensos.
El punto culminante de esta concepción fue la
publicación de El origen de ¡as especies de Char­
les Darwin en 18S9. Darwin consideraba que la
adaptación y supervivencia de los más aptos (se­
lección natural) era el mecanismo explicativo de
la evolución de las distintas especies. En su teoría
también el factor tiempo, sobre todo la larga dura­
ción, es un elemento clave.
Paralelamente se fue gestando el evolucionis­
mo social. A partir de las doctrinas iluministas del
siglo ХУШ, se propagó la visión del "progreso"
humano constante e infinito. Según Morgan y
Tylor, los representantes más conspicuos de este
evolucionismo, toda la humanidad atravesaría ne­
cesariamente por sucesivos estadios de creciente
complejidad:
salvajismo
barbarie
civilización
En última instancia, al ser unaformade determutismo mecanicista, el evolucionismo social
unilineal negaba la Historia. Aceptar que la huma­
nidad debía pasar fatalmente por estos estadios
evolutivos tiene una importancia crítica. Si el pro­
ceso de evolución y cambio es idéntico para todas
las sociedades, entonces no es necesario estudiarlo
para cada grupo social en particular. No obstante,
al juzgarlos no debemos olvidar que pretendían
dar un voto de confianza a la especie humana, bo­
rrando la marca negativa de "ángel caído" malig­
no y pecaminoso que arrastraba desde hacia
siglos. Los antropólogos Victorianos creían que k>
secular y lo terrenal, la cultura en suma, probaba
lo positivo de nuestra naturaleza, al margen de
cualquier consideración sobrenatural.
Contra la tendencia evolucionista reaccionó la
naciente Antropología norteamericana de fines del
siglo pasado. La escuela denominada del "Particu­
larismo histórico", fundada por Franz Boas (19581942), afirmaba que los objetivos de la
Antropología implicaban un estudio de cada so­
ciedad en particular para poder determinar su es-
224
pecificidad, y esto sólo podía lograrse al estudiar
su único, y por tanto su particular, proceso de
cambio. Boas afirmaba que las culturas están
constituidas por rasgos que son el producto de las
condiciones ambientales, de factores psicológicos
y de relaciones históricas. Notó qoe los elementos
de cualquier cultura eran el resultado de comple­
jos procesos históricos que comprendían la difu­
sión y el préstamo. Tanto él como sus
innumerables seguidores pensaban que era casi
imposible el formular generalidades, o, en todo
caso, si existían, no eran otra cosa que leyes psi­
cológicas generadas por la unidad psíquica de la
humanidad.
La reacción y crítica al evolucionismo social
realizada por la Antropología del presente siglo
provocó, entre otras cosas, la renuncia a cualquier
intento de explicar la cultura y la sociedad a través
de enfoques históricos, con la excepción de los
importantes trabajos de Leslie White, Julián Steward, Darcy Ribeiro, del arqueólogo inglés Gordon Childe y otros, quienes propusieron
explicaciones diversas sobre la génesis y desarro­
llo de las culturas. La Antropología se volcó fun­
damentalmente al estudio de las sociedades en sí
mismas, como unidades integradas, sin ubicarlas
en un determinado nivel evolutivo, abandonando
el método comparativo. Al poner el acento en el
equilibrio interno de estas comunidades, terminó
negando los conflictos y el cambio que toda socie­
dad lleva en su interior. Estas tendencias pueden
apreciarse, por una parte, en la escuela británica
funcionalista de Mahnowski y estructural-funcionalista de Radcliffe-Brown; y por la otra, en la es­
cuela estructuralista francesa de C. Levi- Strauss.
En el primer caso, se priorizó el estudio de la es­
tructura social y se abandonó todo interés por el
problema de los orígenes y evolución de las cultu­
ras. En el segundo, el factor tiempo no alteraba el
objeto de estudio de la Antropología. Como lo
afirma el propio Levi-Strauss, el objetivo de la
Historia es constatar los fenómenos sociales en
función de los acontecimientos en los cuales se
encarnan y cómo los individuos lo pensaron y lo
vivieron. (Ven Antropología estructural, Cap I,
sección n.) En cuanto a la Antropología, su objeti­
vo es explicar las estructuras inconscientes que
permiten la emergencia de aquellos fenómenos
sociales. La Antropología se ocuparía así de las
estructuras y la Historia de los acontecimientos.
En Antropología estructural, Levi-Strauss plantea
incluso una aguda dicotomía. La Antropología de­
be estudiar lo oculto, lo esencial, lo inconsciente;
mientras que la Historia debe atender a lo aparen­
te, lo consciente. De este modo, el campo de lo
M. del R. PRIETO y M. GASCÓN
social se escindiría en aquello que es permanente
(las estructuras que debe develar la Antropología)
y lo contingente (los acontecimientos que debe re­
latar la Historia).
Otras teorías se encargarían de mostrar la ne­
cesidad de olvidar esta dicotomía y de incorporar
a los análisis de las estructuras los procesos relati­
vos al cambio y, por consiguiente, recurrir a enfo­
ques diacrónicos (históricos). Es más, para
numerosos autores no hay contradicción entre es­
tructura y proceso sino que ambos son aspectos de
una misma realidad que deben complementarse.
Southall (1969) es un antropólogo político para
quien la estructura es el proceso en su más reduci­
da dimensión temporal, mientras que el proceso es
la larga duración de la estructura (Orientation in
political Anthropology, Canadian Journal ofAfrican Studies, 3:42-52).
Se nos plantea la necesidad de compatibilizar
el estudio del proceso cultural con los análisis de
corte estructuralista y sistémico.
3. Cultura, sistema y proceso
La predisposición a conceder mayor atención a
la dinamicidad de los procesos sociales se verifica
a partir de las teorías sistemáticas y de los aportes
marxistas.
En principio, es importante no confundir los
conceptos de estructura y sistema. Los enfoques
estructuralistas tienden a privilegiar tos estudios
de aquellos aspectos culturales estables, como son
los mitos o las estructuras de parentesco. El atrac­
tivo de un enfoque estructuralista es que permite
la comparación entre culturas distintas en el tiem­
po y en el espacio, dado su alto nivel de formalización y abstracción. La comparación es más
difícil desde una perspectiva procesal que privile­
gia el proceso de evolución y cambio en cada cul­
tura en particular. En tal sentido, es preciso
admitir que el estructuralismo levistrausiano opera
como un paradigma que procura establecer cuan
predecibles pueden ser los comportamientos hu­
manos; y los paradigmas son apropiados o inapropiados para reconstruir las relaciones entre los
datos.
Ahora bien, toda cultura y toda sociedad puede
ser también considerada y analizada como un sis­
tema, porque las nociones sistémicas atienden a
las interrelaciones entre las partes que conforman
un todo, y esto permite poner de manifiesto el di­
namismo de la relación que existe de las partes
entre sí y con respecto al todo. La dinamicidad es,
para numerosos investigadores, la principal dife­
rencia entre un enfoque sistémico y un enfoque
estructuralista.
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN
Desde este punto de vista es posible considerar
las relaciones entre sistema y proceso. Todo siste­
ma cultural y social está inmerso en el tiempo, y
por ello sufre procesos de cambio. Así que aun los
seguidores de la escuela estructural-funcionalista
recomendaban volver a visitar al cabo de algunos
años las comunidades que habían sido estudiadas,
para poder observar los cambios que se habían
producido durante ese lapso. Además los antropó­
logos a menudo se han ocupado de los procesos
de sedentarización, aculturación o sincretismo, fe­
nómenos que no podrían ser estudiados si no es
dentro del propio marco temporal en el cual acon­
tecen.
Ahora bien, aunque la noción de sistema es
más dinámica que la de estructura y permite in­
corporar la diacronía, parecería que, al menos en
tres dominios de la Antropología, sigue siendo di­
fícil compatibilizar las nociones de sistema y pro­
ceso, y esto obliga a los antropólogos a elegir
entre uno u otro estilo analítico. Se trata de ten­
dencias que podemos observar en la Antropología
Ecológica, en la Antropología Legal y en la An­
tropología Simbólica. En el caso de la primera, se
advierte que los antropólogos o bien recalcan el
funcionamiento de los ecosistemas culturales o
bien sus procesos de cambio. La segunda, oscila
entre reconstruir los sistemas legales o mostrar la
evolución que han sufrido los procesos judiciales.
En la tercera, se puede advertir un desplazamiento
desde los estudios de los sistemas simbólicos a los
procesos rituales, principalmente en las obras del
antropólogo Víctor Tumer.
El marxismo, a su vez, aportó elementos deci­
sivos en cuanto a la necesidad de considerar el
proceso y el cambio en el estudio de una sociedad.
Marx estaba interesado en el análisis de la dinámi­
ca social, como puede apreciarse en las Grundisse
(1857-1858). La visión que Marx tenía de la evo­
lución cultural era dialéctica y no mecanicista o
unilineal. De acuerdo con esto, no todas las socie­
dades tenían que haber recorrido los mismos esta­
dios evolutivos.
Los antropólogos marxistas contemporáneos
consideran que el cambio social no involucra tan
solo las relaciones de producción o concentración
de riquezas, sino que son variados e incluyen las
luchas sociales, los conflictos interétnicos y hasta
incluso la superpoblación. Para comprender esta
dinámica social debe incorporarse necesariamente
la Historia.
La profecía de Evans-Pritchard (1962) de que
la Historia sería Antropología o no sería nada destino que también sentenciaba a la Antropología
225
si no se acercaba a la Historia- se va cumpliendo
lentamente.
4. Los aportes de la Antropología a la Historia
Las contribuciones de la Antropología a la
Historia atañen a aspectos tanto metodológicos
como teóricos.
Algunas contribuciones teóricas se refieren a
lo que ha elaborado la Antropología con respecto
a los mecanismos del cambio cultural y sus conse­
cuencias (difusión, aculturación, sincretismo); a
los estudios sobre política en comunidades pre-estatales (Mair, Evans-Pritchard, Balandier) y sobre
los modos de producción no capitalistas (desde
Polanyi a Godelier). También ha influido en el es­
tudio de aspectos de la organización social tales
como las formas y pautas para regular la vida do­
méstica: familia, matrimonio, vida sexual de una
comunidad. En este sentido, para J. Fontana, la in­
fluencia de la Antropología atañe, sobre todo, al
estudio de las sociedades históricas pre-capitalistas. No porque tales sociedades sean menos com­
plejas que las sociedades industrializadas en
cuanto a su organización social y política, sino
porque constituyen otras formaciones socio-cultu­
rales, con otra lógica en sus relaciones, influencias
y cambios.
En cuanto a los aspectos metodológicos, Barraclough considera que la Antropología ha mos­
trado que conocer una sociedad no depende
exclusivamente de la disponibilidad de documen­
tación escrita. La extrapolación y comparación
con las sociedades no industrializadas actuales
permite acercarse a la comprensión de sociedades
en el pasado, pero de las que carecemos de infor­
mación escrita.
La Antropología ha advertido además a la His­
toria sobre los peligros del ctnocentrismo que apa­
rece frecuentemente en el nivel interpretativo,
proponiendo en su lugar la práctica del relativis­
mo cultural. (Ver L, Trivifio, El relativismo cultu­
ral, Serie Científica, N 22,1981.)
El etnocentrismo se refiere a la propensión que
tenemos todos los seres humanos a considerar que
nuestra propia cultura es la única, verdadera y me­
jor. El etnocentrismo aparece como el resultado
del funcionamiento de parámetros axiológicos
muy generales, continentales, nacionales, religio­
sos, étnicos, de clase. Estos parámetros valorativos provocan consecuentes distorsiones en la
interpretación histórica, conforme a prejuicios de
los cuales no siempre el historiador es consciente.
El denominado chauvinismo (exaltación de las
glorias nacionales a tal extremo de no reconocer
226
ninguna equivocación en la propia historia) es una
forma de etnocentrismo.
En la Antropología, el etnocentrismo fue un
vicio notable en el pasado. La siguiente cita de un
antropólogo del siglo XLX (Lubbock, 1865) es un
nítido ejemplo de cómo se manifestó. Así, al refe­
rirse a los habitantes de las islas de Andamán, dice
que "muchos de sus hábitos son semejantes a los
de las bestias", agrega después que "los groenlan­
deses no tienen religión, culto o ceremonias...los
iraqueses no tienen religión, ni una palabra para
dios y los fueguinos no poseen ni la más ligera no­
ción religiosa", por lo que concluye en que "no
puede haber duda de que los salvajes, como regla
casi universal, son crueles".
El etnocentrismo se manifiesta en varios nive­
les. Una forma de estos prejuicios etnocéntricos es
el privilegiar la historia del occidente blanco sobre
la del resto del mundo (eurocentrismo). De ese
modo, los pueblos sólo adquieren historicidad
cuando entran en contacto con Europa. El euro­
centrismo, de acuerdo con su sistema de valores,
se caracteriza por ponderar los fenómenos socioculturales de acuerdo con la siguiente escala valorativa: orden, organización, monoteísmo,
democracia, sedentarismo, civilización.
Otro nivel es el denominado nacionalismo,
que en un principio sirve para mantener el sentido
de pertenencia a un grupo y asegurar su unidad,
pero que cuando se transforma en xenofobia (odio
al extranjero), conduce a representaciones falsas
de las otras naciones, pueblos o etnias, promo­
viendo y justificando su segregación, discrimina­
ción y hasta su exterminio. Este fenómeno se
encuentra tanto en los libros de historia americana
como en los textos europeos, incluyendo los so­
viéticos.
Por último, el llamado sociocentrismo de clase
también influye en la interpretación histórica. Por
una parte, se relaciona con el sujeto social eje del
relato histórico. Así, por ejemplo, se puede privi­
legiar en forma absoluta la nobleza, la burguesía o
el proletariado, olvidando y condenando al silen­
cio al resto de los sujetos sociales que también son
sujetos históricos. Por supuesto que estotienere­
lación con los valores propios de la clase social en
la que ha sido formado el historiador, quien puede
asumir los intereses de su grupo social, aun sin
proponérselo. De todas formas, esta crítica es una
advertencia para todo investigador social. En efec­
to, cuando se selecciona un problema se hace des­
de valoraciones determinadas, y cuando se critica
a los investigadores en Antropología o Historia
por descuidar temas, problemas o variables impor­
tantes, se hace referencia a lo que los críticos con­
M. del R. PRIETO y M. GASCÓN
sideran importante. De modo que los valores par­
ticipan en la selección de los problemas, en su in­
terpretación y, ciertmente, también en las críticas.
5. A modo de conclusión: ¿Historia,
Etnohistoria o Antropología Histórica?
Desde hace algunas décadas, la Etnohistoria se
ha incorporado a esta problemática al ser conside­
rada un territorio compartido tanto por la Historia
como por la Antropología. Tal vez por esta razón
no hay acuerdo sobre su perfil ni entre historiado­
res ni entre antropólogos.
Un punto de discusión es su naturaleza. Para el
antropólogo español A. Jiménez Núñez, la Etno­
historia es un método de la Antropología, junto
con la Arqueología Prehistórica y la Etnología.
Sin embargo, el historiador argentino D. Santama­
ría, proponiendo una curiosa taxonomía, afirma
que la Etnohistoria es "una variante del método
histórico", al igual que la Lingüística Histórica y
la Arqueología, confundiendo quizás la Arqueolo­
gía clásica con la prehistórica.
Marcando aun más la ambigüedad sobre su na­
turaleza, hay historiadores que consideran la Etno­
historia como un período dentro del devenir
histórico, algo así como la historia de los pueblos
indígenas en el momento del contacto. Otros, sim­
plemente, la asimilan a la Antropología.
Las confusiones se originan en las particulari­
dades de su objeto de estudio, que se refiere a re­
construcción del pasado cultural de los pueblos
indígenas al momento del contacto con los euro­
peos y los procesos derivados de ese contacto.
Dentro de esa tradición antropológica que centra
su atención en los procesos de aculturación, se en­
cuentran trabajos de Murra, Carmack, Carrasco y
otros.
El hecho de que las sociedades indígenas aún
no tuvieran escritura, pero que se las pueda estu­
diar a través de la información dejada por el grupo
conquistador, las coloca en una situación muy
particular desde el punto de vista de la investiga­
ción histórica.
En efecto, para los historiadores, estos grupos
están por incorporarse a la Historia. Son "protohistóricos" (protos: primero) y no "prehistóricos".
O sea, un historiador cuenta con fuentes escritas
para su estudio, aunque sea una información me­
diatizada por el grupo dominante, una versión que
dejó el sistema de poder. Es decir, no son los pro­
pios indígenas los que cuentan los acontecimien­
tos, sus formas religiosas, económicas, sociales y
políticas. Es el misionero o el conquistador, el de­
legado del poder colonial, gobernante o funciona-
227
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA: UNA POLÉMICA RELACIÓN
rio quien deja el relato en diarios, crónicas, cartas,
informes, documentación oficial.
Desde un enfoque antropológico, la interpreta­
ción de la información se realiza desde la teoría
del cambio cultural. Lo que se analizará es el pro­
ceso de aculturación en un período extenso de
tiempo, para dimensionar de este modo los cam­
bios en las distintas formas culturales. Este estu­
dio explica los mecanismos de imposición que
adopta el grupo culturalmente dominante, pero
también muestra los movimientos de oposición, el
conflicto, la "oferta de bienes culturales", su acep­
tación o rechazo, el sincretismo. Por supuesto que
este enfoque sólo es posible cuando el investiga­
dor conoce la naturaleza de las formas culturales,
sus mecanismos, procesos y dinámica interna. Es
decir, cuando conoce la teoría antropológica sobre
la cultura y de este modo puede interpretar la di­
námica de un contacto interétnico. De esta mane­
ra, un antropólogo enfrenta el documento
buscando una información distinta de la que busca
un historiador. El objeto del antropólogo es deter­
minar cómo fue el proceso de cambio en las cultu­
ras que entraron en contacto. Su clásico "trabajo
de campo", de convivir con una comunidad y rea­
lizar "observaciones participantes", se desplaza a
un archivo para considerar cada documento como
una suerte de "informante etnográfico" y recons­
truir ese proceso cultural.
Apartándonos de la polémica de si la Etnohistoria es o no un método de la Antropología o
de la Historia, consideramos que se trata de An­
tropología Histórica, dado que el marco teórico
es fundamentalmente antropológico. Y, en tanto
que Antropología Histórica, su campo no se redu­
ciría sólo a los momentos del contacto interétnico
y sus consecuencias. En primer lugar, porque de­
bemos tener presente que existen numerosas for­
mas de "a-grafías". En efecto, a lo largo del
tiempo siempre encontramos grupos que no pue­
den escribir su propia historia, bien porque no tie­
nen escritura (como vimos), o bien porque otros
grupos se han apropiado de este bien cultural. Es
el caso de aquellos sectores sociales, étnicos, ra­
ciales o religiosos silenciados por el grupo domi­
nante que se reserva el derecho exclusivo de
escribir sobre sí y sobre el otro, sus comporta­
mientos y sus móviles. Se trata, por lo tanto, de
una particular forma de "agrafía" que consiste en
no disponer de los medios para que su voz se es­
cuche, se registre o perdure. En tal sentido, el
campo donde mejor se puede apreciar la complementación entre la Antropología y la Historia es
en el estudio de los denominados "sectores subal­
ternos" y en el denominado de "la cultura popu­
lar", ya sea en el siglo XVI o en el siglo XLX. Si
la Etnohistoria, en su sentido más tradicional y
restringido, es la Historia de aquellos que no han
podido escribir su propia historia por carecer de
escritura, en un sentido más amplio, como Antro­
pología Histórica, podría abarcar el estudio de
cualquier grupo cuya vida material y simbólica,
cuyos comportamientos y valores, solo pueden
ser conocidos a través de lo que escribieron y es­
criben sobre ellos los sectores dominantes; los
dueños de una palabra que, en ocasiones, suele
ser la única voz que ha perdurado.
CUADRO SOBRE PARTICIÓN Y CLIVAGE DEL CAMPO SOCIAL.
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA (SIGLO XLX)
ANTROPOLOGÍA
HISTORIA
Lo OTRO
El NOSOTROS
Los extraños
Salvajes
Bárbaros
Herejes
Paganos
El prójimo
Civilizados
Predicadores de la salvación
Conquistadores espirituales
Descubiertos y conquistados
Descubridores y conquistadores
Gobernados
Gobernantes
Fuente: MARVTN HARRIS, 1985: Introducción a la Antropología General. Madrid, Alianza)
228
M. del R. PRIETO y M. GASCON
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