LAS APROXIMACIONES AMERICANAS AL ANÁLISIS DEL DISCURSO ORAL: PERSPECTIVAS DE FUTURO Esperanza Morales López (Universidad de La Coruña) [Publicado en Pujante, D., ed., Caminos de la Semiótica en la última década del siglo XX, pp. 109-123, Universidad de Valladolid]. 1. INTRODUCCIÓN A pesar de que fue Saussure, el padre de la Lingüística, quien formuló el deseo de que surgiera una ciencia dedicada al estudio de los signos en general, la Semiología o la Semiótica, este objetivo no ha sido en modo alguno prioritario para la Lingüística posterior. Podemos afirmar incluso que la disciplina dedicada al estudio de los signos en general ha pasado desapercibida para los lingüistas; llegando alguno de ellos a señalar casi su defunción, al constatar que su objeto de estudio se había difuminado en múltiples subdisciplinas (Sperber y Wilson, 1986:18-19). Las razones de este desencuentro vienen ya desde el principio, tal como señala el lingüista francés Benveniste. Desde que dos genios opuestos, Peirce y Saussure concibieron, en completa ignorancia el uno del otro y en el mismo periodo de tiempo, la posibilidad de una ciencia de los signos y trabajaron para instaurarla, surgió un gran problema que aún no se ha resuelto de manera precisa: a saber, cuál es el lugar de la lengua entre los sistemas de signos. La solución que cada uno de estos pensadores adopta frente a este hecho es completamente antagónica: para Saussure, el punto de reflexión es la lengua y el signo (restringido al signo arbitrario) es ante todo una noción lingüística; para Peirce, la lengua no representa un lugar específico ni distintivo en el conjunto de los sistemas de signos (éstos, por lo demás, no restringidos a los símbolos) (Benveniste,1974, vol. 2: 47ss.). Sin embargo, como indica también Benveniste, Aes hora ya de abandonar las generalidades y de abordar por fin el problema central de la Semiología, el estatuto de la lengua entre los sistemas de signos@ (op. cit. p. 54). A principios de este nuevo siglo, muchos de los problemas derivados de este objetivo sí que están en la agenda de estudio de los lingüistas; sobre todo de aquéllos que se sitúan fuera de la órbita de la Aautonomía@ de la Lingüística; es decir, entre aquéllos que se acercan Esperanza Morales López 2 al estudio del lenguaje humano poniendo en relación sus múltiples dimensiones (Harris y Wolf, 1998). Una relación de los temas que preocupan a estos lingüistas y que también serían objeto de los semióticos actuales podría ser la siguiente: el estudio del significado en toda su complejidad; el interés por todos los tipos de signos en las lenguas humanas (no sólo los símbolos; a este respecto, cada vez son más numerosos los trabajos sobre los fenómenos de iconicidad e indexicalidad en las lenguas); la relación entre la comunicación verbal y la no verbal (el renovado interés por la comunicación no verbal y el reconocimiento lingüístico de las lenguas de signos de los sordos); la mayor atención por el estudio de los discursos y de los contextos que los generan, entre otros. En esta breve presentación, me voy a centrar en el último de estos temas; aspecto que es el punto de conexión de mi trabajo con las investigaciones de Retórica que se desarrollan en la Universidad de Valladolid. 2. LA TRADICIÓN AMERICANA DEL ANÁLISIS DEL DISCURSO. El estudio del discurso en la tradición americana se centra casi exclusivamente en el análisis de la interacción oral; tiene su origen, en la década de los sesenta, en tres disciplinas claramente diferenciadas al principio: la Etnografía de la comunicación, la Sociolingüística interaccional y el Análisis de la conversación, todas ellas ancladas en la tradición anglosajona de la Antropología (Sapir, Boas, Whorf y Malinowsky) y de la Sociología (concretamente, la Etnometodología). La Lingüística de aquél momento se encuentra inmersa en el paso del Distribucionalismo de Bloomfield al teoricismo de la Gramática generativa, y, por tanto, poco preocupada por el estudio del uso del lenguaje en situaciones comunicativas reales, aspecto éste último crucial para las tres disciplinas anteriormente mencionadas. Veamos, de manera breve, las ideas principales de cada una de ellas, a las cuales añadiremos también la Microsociología de Goffman, por la influencia que ha ejercido en la Sociolingüística interaccional. 2.1. LA ETNOGRAFÍA DE LA COMUNICACIÓN. En la actualidad, se la conoce también con el nombre de Antropología lingüística. Fue desarrollada por Hymes en diferentes artículos presentados a lo largo de las décadas de los sesenta y de los setenta (Hymes, 1974). El punto de partida de este autor lo constituyen las contribuciones tanto de Sapir sobre la naturaleza del lenguaje como proceso (en lugar del énfasis puesto en el lenguaje como producto), como las de la Escuela de Praga, a partir de la prioridad de los lingüistas de esta tradición por la función sobre la forma lingüística (op. cit. pág. 5). Esperanza Morales López 3 El objetivo de Hymes es el intento de conciliar las dos disciplinas de la Antropología y la Lingüística, a partir del supuesto de que la manera como nos comunicamos es parte de nuestro repertorio cultural, de la misma forma que cualquier otro sistema de conocimiento (parentesco, sistema político, etc.): ALa teoría lingüística se ha desarrollado, en la mayoría de los casos, haciendo abstracción de los contextos de uso y de las fuentes de la diversidad. Pero por etnografía del habla entiendo un tipo de descripción que es al mismo tiempo una teoría -una teoría del habla como un sistema de actuación cultural; un sistema que no es necesariamente exótico, pero que necesariamente se relaciona con la organización de la diversidad@ (op. cit. pág. 89). En la línea también de la tradición iniciada por Malinowsky a principios del siglo pasado, la cultura para Hymes se crea, se negocia y se redefine en los actos comunicativos concretos que tienen lugar entre las personas en una situación comunicativa dada (Goodwin y Duranti, 1992:14ss.). En consecuencia, la manera como nos comunicamos está constreñida por la cultura, pero también esta forma de comunicación es el camino como la cultura se revela y se sustenta; por ello, el análisis de los patrones lingüísticos que utilizamos en la comunicación contribuye a nuestro conocimiento de lo que es nuestra cultura. Además, en muchos tipos de situaciones institucionales (familiar, religiosa, política, etc.), el lenguaje se convierte también en un tipo de actividad social. Desde la perspectiva de la Etnografía de la comunicación el énfasis del lenguaje se traslada de la competencia lingüística a la competencia comunicativa: el conocimiento del uso lingüístico en situaciones comunicativas concretas. Es conocido el método de SPEAKING utilizado por Hymes (1972) para referirse a los diferentes componentes de la comunicación, en donde cada letra de la palabra speaking representa un elemento que necesita ser tenido en cuenta: Situation, Participants, Ends, Acts sequences, Key (el grado de formalidad o tono de la interacción), Instrumentalities (canales de comunicación, verbal, no verbal), Norms, y Genre. 2.2. LA SOCIOLINGÜÍSTICA INTERACCIONAL. Esperanza Morales López 4 Surge de la contribución del antropólogo John Gumperz, quien intenta conjugar en su propuesta las dimensiones de la cultura, la sociedad y el lenguaje (1982:4), en clara línea de continuidad con la Etnografía de la comunicación. Rechaza, en consecuencia, la posición estructuralista por sostener que la cognición humana puede llegar a describirse en términos de categorías simbólicas abstractas, definidas relacionalmente e independientes del contexto. En su lugar, es más provechoso centrarse en el estudio de las situaciones de habla, concretamente en el análisis empírico de las interacciones entre los participantes, porque son el medio cotidiano a través del cual emergen las fuerzas sociales (Gumperz, 2001a:215-217). Para este autor, el significado es una realidad compleja, transmitido a través de múltiples señales lingüísticas que denomina indicios de contextualización; una especie de pistas, tanto de carácter verbal como no verbal, que conectan lo que se dice con la situación contextual, activada en cada actividad comunicativa (1982:11 y 16). En consecuencia, a través de tales indicios de contextualización, los individuos disponen de la capacidad cognitiva para transmitir y reconocer inferencias cuya naturaleza es tanto de tipo socio-pragmático como socio-cultural. Además, este significado se activa siempre junto al conocimiento compartido de un tipo concreto de interacción y va cambiando en el proceso discursivo a medida que se desarrolla el tópico del discurso y la relación (o involvement) entre los participantes se modifica: A... [U]na dimensión cognitiva sobre el discurso debe basarse en la interacción. Debe dar cuenta del hecho de que el conocimiento relevante cambia a medida que la interacción progresa...@ (op. cit. pág. 166). 2.3. LA MICROSOCIOLOGÍA DE GOFFMAN. La investigación iniciada por Gumperz se ve enriquecida por las ideas que aporta el sociólogo Erving Goffman. Aunque este autor no desarrolla una metodología de análisis de la interacción propiamente dicha, sus observaciones tan certeras sobre la organización de la interacción social y el comportamiento del individuo en tales situaciones hacen que sus ideas sean un verdadero complemento a las formuladas por Gumperz (Schiffrin, 1994:102). Este autor lo expresa en los siguientes términos: AGoffman nos ha proporcionado el esquema de una perspectiva comunicativa del mundo social@ (2001a:217). El trabajo de Goffman, influenciado por las teorías sociales de Durkheim y por las teorías psicológicas de George Herbert Mead sobre la formación del individuo, se centra en el desarrollo de la idea de que este individuo es una construcción social; e, incluso, podríamos decir más, es una construcción interactiva. En su libro de Esperanza Morales López 5 1959, Goffman lo explica en los siguientes términos: ACuando un individuo se presenta ante los otros, porque se involucra en alguna forma de acción social, se crea una especie de Aefecto dramático@ en el que, Asi la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe movilizarla de tal manera que exprese durante la interacción lo que él desea transmitir@ (pág. 42). A tal fin, necesita establecer una coherencia entre el rol que debe escenificar y la imagen (o fachada front, en inglés-) que muestra durante su interacción; imagen que puede ser tanto intencional como inconsciente. Por tanto, lo que vemos en estas ideas es cómo la construcción del individuo es un aspecto que se realiza en la interacción social, y sobre todo, en aquellas interacciones rituales de la vida cotidiana o en las generadas por las instituciones a las que pertenecemos. Un segundo aspecto destacado del trabajo de Goffman, y que podríamos relacionar con la noción de indicio de contextualización de Gumperz, es el de marco de participación o de interpretación que desarrolla en su libro de 1974. Goffman define el marco (framework) como el esquema de organización y de interpretación que guía la actuación de un individuo en una situación social dada; esta organización no se refiere a la estructura de la vida social, sino a la estructura de la experiencia que los individuos tienen en un momento dado de sus vidas sociales (págs. 13 y 21). Este marco puede cambiar en el curso de la interacción, con lo cual el individuo puede adoptar diversos posicionamientos (footing) (Goffman, 1981), con el fin de mostrarnos distintas perspectivas de su implicación en el evento que se desarrolla. Como indica Duranti (1997:395), el posicionamiento de Goffman no es otra cosa que una forma de discurso metapragmático mediante el que hacemos saber a nuestros interlocutores la manera como debe interpretarse un enunciado. Planteado en estos términos, la noción de indicio de contextualización se refiere a los elementos formales que sirven de pista para guiar a nuestros interlocutores respecto al marco de interpretación de nuestra actuación o de los distintos posicionamientos que adoptamos. Estos constituyen su estatuto de participación: como locutor (animator), autor y poderdante (o principal, un término jurídico que equivaldría a Arepresentante institucional@) (Goffman, 1981:145).1 Observamos, pues, que el trabajo de un autor y otro resultan complementarios. Como indica Schiffrin (1994:104-6), lo que Gumperz aporta a Goffman es el 1 APoderdante@ es la traducción del término inglés principal, que se recoge en la versión española de Duranti (1997:396). Esperanza Morales López 6 análisis de los mecanismos que comportan cambios de posicionamiento en el marco de participación y una visión de cómo estos aspectos formales activan nuevas inferencias que se corresponden a otro nuevo marco. Lo que Goffman contribuye al trabajo de la Sociolingüística interaccional es una noción más elaborada de lo que constituye una inferencia situada en un contexto, así como de la organización de la experiencia que se activa a través de los indicios de contextualización. Asimismo, el trabajo de Gumperz aporta el enfoque a partir del cual las interpretaciones del contexto son críticas para la comunicación de la información, y la comprensión de la intención del hablante y de las estrategias del discurso. El trabajo de Goffman le muestra cómo la organización de la vida social proporciona contextos en los cuales tanto la conducta del individuo como la comunicación con su interlocutor o interlocutores adquieren sentido. En ambos casos, el lenguaje se percibe como indéxico (indexical o indicial) de la realidad social. Para Gumperz, el lenguaje es un índice del conocimiento cultural compartido que nos guía en la interpretación de las inferencias presentes en una interacción dada. Para Goffman, el lenguaje es uno de los mecanismos simbólicos que proporciona un valor indéxico a las identidades sociales y relaciones que se construyen durante la interacción. Y, sobre todo, en los dos casos el lenguaje juega un papel activo en la creación del mundo que se sugiere a través de tales indicios. En este sentido, los procesos discursivos no sólo evocan o activan las intenciones comunicativas de los participantes en la interacción y su trasfondo sociocultural, sino también conlleva la posibilidad de que estos mecanismos simbólicos diseñen realidades en sí mismas, en la dirección de crear universos simbólicos a través de los cuales los distintos actores puedan conseguir sus múltiples fines comunicativos y sociales. 2.4. EL ANÁLISIS DE LA CONVERSACIÓN. Esta aproximación al estudio de la conversación, desarrollada por Harvey Sacks, Emanuel Schegloff y Gail Jefferson, a partir del trabajo etnometodológico de Harold Garfinkel -véase una perspectiva reciente de estas ideas en Garfinkel (1996), Schegloff (2001) y Lynch (1996)-. Esta tradición se diferencia de otras metodologías del estudio sociológico porque no busca el análisis del orden social per se, sino que intenta descubrir los métodos a través de los cuales los miembros de un grupo producen un sentido del orden social. Este conocimiento no es ni autónomo ni descontextualizado, sino todo lo contrario, el conocimiento se liga completamente con la acción, resultando mutuamente constitutivos. Esperanza Morales López 7 Las formas lingüísticas tienen la función indéxica de situar el significado presente tanto en el mundo de relaciones sociales como en el contexto de las expresiones previas. De esta manera, el contexto no viene dado de antemano, sino que se diseña y se renueva continuamente a medida que avanza la interacción. Es, pues, un contexto anclado en una interacción que tiene como característica básica el presentarse completamente estructurada a partir de su unidad básica: el par de adyacencia (Schiffrin, 1994:233ss. y Duranti, 1997:337ss.). Por tanto, como indica Schiffrin (1994:236), la visión de la interacción que observamos en el Análisis de la conversación podríamos calificarla de estructuralista. Tal como se observa, su objetivo coincide con las otras corrientes mencionadas ya que pone el acento tanto en cómo el lenguaje crea el orden social como en el hecho de que este mismo lenguaje se crea en el contexto social. Asimismo, como en las otras corrientes, se pone un énfasis especial en el análisis detallado de secuencias interactivas. Con todo, el Análisis de la conversación proporciona su propio método, basado en el supuesto de que debemos observar el significado inserto en unidades estructurales más amplias (unidades que, además, pueden ser más o menos esperadas: preferidas y no preferidas -o dispreferidas-). Este contexto secuencial había estado ausente en el aparato teórico proporcionado por los filósofos del lenguaje ordinario (Austin y Searle). Las ideas expuestas de los analistas de la conversación han sido objeto de abundantes críticas por parte de numerosos investigadores, entre los que se encuentran dos de las disciplinas anteriormente mencionadas (Antropología lingüística y Sociolingüística interaccional). Entre ellas, destaco dos: 1) La atención tan primordial del Análisis de la conversación a las unidades estructurales de la interacción le confiere a esta disciplina un marcado carácter formalista en su aproximación al estudio del discurso (frente al funcionalismo de las anteriores; Schiffrin, 1994:340). Y 2) el rechazo que muestran por el contexto más amplio (histórico, cultural, etc.) en el que se desarrolla la interacción así como el desinterés por la interpretación de estos datos, realizada por los propios participantes (Duranti, op. cit. pág. 357). Para la metodología surgida de las investigaciones de la Antropología lingüística (extensiva también a la Sociolingüística interaccional) el significado Ano sólo surge del lenguaje, sino de los valores sociales, creencias, relaciones, y sistemas más amplios de intercambio y apoyo, incluyendo la estructura familiar y la organización social de la comunidad@ (Duranti, op. cit. pág. 372). Con todo, a pesar de las críticas formuladas, los aspectos metodológicos fundamentales de los analistas de la conversación han sido utilizados por casi todos los Esperanza Morales López 8 investigadores del Análisis del discurso funcionalista; de ahí que la referencia a esta corriente sea obligada a pesar de su denostada perspectiva formalista. 3. EL ANÁLISIS FUNCIONALISTA DEL DISCURSO EN LA ACTUALIDAD. La separación entre las distintas disciplinas mostradas fue un hecho en las décadas de los setenta y ochenta; sin embargo, las circunstancias comienzan a cambiar en los años noventa (quizás a excepción hecha del Análisis de la conversación), en parte debido a la mayor interrelación en la comunicación científica; a partir de este momento, las escuelas científicas ya no son cuerpos de conocimiento cerrados, las críticas se reciben más pronto y surge un mayor eclecticismo en los trabajos de investigación, sobre todo en las investigaciones de los analistas del discurso más jóvenes y en los investigadores que se mueven a caballo entre América y Europa -por ejemplo, Duranti (1994), Auer (1998), Verschueren (1999), entre otros (véase también los trabajos recientes recogidos en Luzio, 2001). Ello hace también pensar que podría hablarse de una línea de investigación común que abarcaría tanto a los antropólogos lingüistas como a los investigadores que siguen la herencia de Gumperz y de Goffman. Además, otro hecho que ha propiciado esta relación lo ha constituido el cambio demográfico que se ha producido desde el ámbito rural hacia las grandes urbes. En este sentido, aunque sigue siendo un objetivo de la investigación antropológica el estudio de los grupos indígenas in situ, lo cierto es que muchas de estas poblaciones han realizado grandes éxodos a los barrios periféricos de las modernas ciudades, con lo cual la investigación etnográfica se ha trasladado también a estos nuevos ámbitos. Así, es un ejemplo el propio Gumperz, quien comenzó su investigación como antropólogo en un poblado de la India, trasladando años más tarde su investigación a Londres, para interesarse por las relaciones de los emigrantes hindúes con las instituciones sociales de la ciudad. Entre las críticas más importantes que reciben las disciplinas mencionadas, y que recoge bien Duranti (1997:28ss.), es la excesiva atención prestada a los detalles de las situaciones comunicativa cara a cara obviando la conexión de estas situaciones con las fuerzas sociales más amplias, tal como es habitual en teóricos del discurso como Foucault (1969, 1970) y Bourdieu (1982, 1990), entre otros. El último de estos autores (Bourdieu, 1982:40-41) lo expresa en los siguientes términos: ALa relación de fuerza lingüística no está exclusivamente determinada por las fuerzas lingüísticas en presencia... [E]s toda la estructura social lo que está presente en cada interacción (y así en el discurso). Esto es lo que justamente ignora la descripción interaccionista que trata la interacción como un imperio en un Esperanza Morales López 9 imperio, olvidando que la forma particular que reviste lo que ocurre entre dos personas -entre una patrona y una doméstica...- se debe a la relación objetiva entre los grupos que hablan esas lenguas@. Críticas como éstas han empezado a calar hondo en las investigaciones de los autores citados y, aunque la respuesta de Duranti es que ningún antropólogo lingüístico (lo podríamos extender también a cualquier analista del discurso) no rechazaría la conexión de sus análisis con estas Arelaciones más amplias@, lo cierto es que en esta década de los noventa observamos cómo sus investigaciones (en unos en mayor medida que en otros) se orientan precisamente a la búsqueda de una conexión más amplia entre los niveles micro y los niveles macro; no obstante, conservando siempre su premisa inicial: el conocimiento de fuerzas sociales más amplias como las de clase social, género o marco político solamente proporcionan una parte de la historia que se construye. El resto se observa en el análisis de las prácticas comunicativas contextualizadas. Así lo expresa finalmente Duranti: Alos antropólogos lingüistas parten del supuesto de que hay dimensiones del habla que solo pueden captarse si estudiamos lo que la gente hace realmente con el lenguaje, relacionando las palabras, los silencios y los gestos con el contexto en que se producen estos signos. Una consecuencia de esta postura programática ha sido el descubrimiento de las muchas formas en que el habla es acto social y, como tal, sujeto a las restricciones de la acción social. Asimismo, nos ha permitido entender cómo el habla produce acción social y tiene consecuencias para nuestros modos de estar en el mundo y, en última instancia, para la humanidad@ (op. cit. págs. 29-30). En los últimos años, estas investigaciones han recibido también influencia de importantes teóricos del discurso. Podemos mencionar el trabajo sociohistórico iniciado por Vygotsky; las aproximaciones de Bajtín y Voloshinov; influencias que se suman a las ya mencionadas de Foulcault y Bourdieu. Asimismo, en los últimos años, el surgimiento de una nueva escuela europea sobre el estudio del discurso ideológico, el Análisis crítico del discurso (Fairclough, 1989 y 1995; Van Dijk, 1995 y 1998; entre otros), ha incitado también a los analistas del discurso americano a preocuparse de manera más intensiva por las relaciones entre discurso e ideología. Con ello, han intentado llenar el gran vacío que ha existido siempre en la investigación discursiva y lingüística americana por esta relación. Como indica Robin Lakoff ( 2001:309-310), el Aculto@ americano a la autonomía del lenguaje se deja sentir también en este descuido por las relaciones entre discurso e ideología. Sin embargo, para Verschueren (1999:187), el que en la última década la investigación pragmática y discursiva se haya decantado, como una de sus facetas prioritarias, hacia el estudio de las relaciones entre discurso e ideología tiene sus raíces en una cada vez mayor conciencia por parte de los investigadores de que el uso del lenguaje implica siempre la elección de unas determinadas prácticas en Esperanza Morales López 10 relación a otras, aspecto que puede no tener muchas repercusiones en el análisis del discurso cotidiano, pero sí en aquellas situaciones comunicativas en donde se implica una relación desigual de poder. Finalmente, querría acabar estas páginas sugiriendo dos cuestiones: la primera, si es posible hoy una conexión más estrecha entre el Análisis del discurso y la Semiótica, al igual que se ha dado entre las distintas disciplinas sobre el análisis del discurso; la segunda, si el análisis del discurso podría enriquecerse también de los estudios semióticos actuales como lo está haciendo de otros teóricos del discurso; máxime cuando, en la investigación sobre el discurso, se echa en falta una teoría global del mismo que unifique las diversas aproximaciones y perfeccione los instrumentos metodológicos. Precisamente, en esta dirección apunta el libro de Semiótica de Paolo Fabbri (1998); este autor aboga por una Semiótica que centre sus prioridades tanto en el estudio de los textos o discursos como en el de la multiplicidad de los signos. En el ámbito hispano, éste era precisamente también el objetivo que defendían Lozano, Peña-Marín y Abril, ya en la década de los ochenta (1986:248), al proponer la incorporación de las investigaciones semióticas en el análisis del discurso. Referencias Auer, P., (1998) ALearning how to play the game: An investigation of role-played job interviews in East Germany@, Text, 18/1:7-38. Bajtin, M., (1981) Teoría y estética de la novela, Taurus, Madrid 1989. Benveniste, E., (1966), Problemas de Lingüística general, Siglo XXI, México 1974, 2 vols. Bourdieu, P., (1982) )Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Akal, Madrid 1985. (1990) Language as symbolic power, Polity Press, Cambridge. Duranti, A., (1994) From grammar to politics: Linguistic Anthropology in a Western Samoan village, University of California Press, Berkeley. (1997) Antropología lingüística, Cambridge University Press, Madrid 2000. 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