SEGURO DE AUTOMÓVILES, LEGITIMIDAD PARA DEMANDAR PRESTACIONES Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. M. P. Edgardo Villamil Portilla. Sentencia del 16 de mayo de 2008. Expediente: 06332-01. Síntesis: No existió el error probatorio denunciado por el casacionista, porque si en la póliza se hizo aparecer como beneficiario al banco, y ello ocurrió por la voluntad de los contratantes, entre ellos la propia demandante, el juzgador en ningún momento alteró la objetividad de dicho medio probatorio al entender que la demandante carecía de legitimación, porque en la póliza efectivamente había un beneficiario distinto de ella. El censor nada ganaría con acreditar que la demandante fue propietaria del vehículo hurtado durante todo el tiempo, que asumió cabalmente el pago de la prima del seguro, que en la garantía prendaria constituida sobre el vehículo la demandante se obligó a contratar un seguro que amparara los riesgos allí previstos y finalmente que cubrió los gastos derivados de la reparación del automotor, porque tales circunstancias en nada enfrentan el discurso del Tribunal sobre la carencia de legitimación de la demandada pues nada hay en la demanda introductoria que indique como fundamento de las pretensiones que el pago de la obligación al banco desplazaría el interés hacia la demandante, ni que la propia entidad bancaria cedió su posición mediante algún negocio jurídico de sustitución. «(…) «(…) CONSIDERACIONES DE LA CORTE Está visto que el grueso de la polémica planteada en la censura es de carácter probatorio, pues así refulge de la vía indirecta elegida en ambos cargos para reprochar al Tribunal, y de la mayor parte de la actividad argumental desarrollada por el recurrente. Como se aprecia, el debate gravita sobre la legitimación en la causa que asiste a la demandante para demandar las prestaciones derivadas del contrato de seguro; aptitud jurídica que acompañaría a (…) por su condición de propietaria y por tanto con “interés asegurable”, además por haber pagado la prima y asumido con su patrimonio los daños derivados de la acción delictiva de que fue objeto el vehículo. A su turno, el Tribunal dedujo que la demandante carecía de legitimación en la causa, apoyado en que el Banco (…) fue instituido voluntariamente por las partes del contrato de seguro como beneficiario de la póliza, posición que dicha entidad financiera nunca abandonó. La jurisprudencia enseña que respecto de un mismo derecho o bien pueden concurrir varios intereses asegurables1, sin que resulte indispensable que coincida la persona o personas involucradas en ellos, “con quienes son los titulares del derecho de dominio como principal relación jurídica predicable del bien afectado con la realización del riesgo, mucho más, si inclusive el interés puede ser indirecto, como expresamente lo consigna la ley comercial” (Sent. Cas. Civ. de 30 de septiembre de 2002, Exp. No. 4799). Así, nada impediría que cualquiera de los concernidos pretendiera cubrir sus riesgos patrimoniales a través de la celebración de un contrato de seguro, en la medida en que aquellos tuvieran un interés pecuniario y lícito. En particular, en materia de seguros de daños en que rige con vigor el principio indemnizatorio, el artículo 1083 de Código de Comercio dispone que “Tiene interés asegurable toda persona cuyo patrimonio pueda resultar afectado, directa o Corte ha definido el concepto de interés asegurable como la “relación –relatio- de carácter económico que liga –o vincula- a una persona con una cosa, con una universalidad, consigo misma, etc, in potentia amenazadas por la realización del riesgo cubierto (arts. 1045, nral. 1º, 1083 y 1137 ib.)” (Sent. de Cas. Civ. de 21 de marzo de 2003, Exp. 6642). 1La indirectamente, por la realización de un riesgo. Es asegurable todo interés que, además de lícito, sea susceptible de estimación en dinero”, sin que dicha relación dependa indefectiblemente de la propiedad, pues ella puede darse respecto de vínculos de diversa naturaleza. La Sala reconoce como intervinientes en el contrato de seguro, al tomador, quien traslada los riesgos al asegurador, que a su vez asume estos a cambio de una contraprestación determinada –prima-; el asegurado, que es el titular del interés asegurado – en los seguros de daños-, y el beneficiario, persona a quien se atribuye el derecho a réclamer y recibir la prestación asegurada una vez se acredite la ocurrencia del siniestro y la cuantía de la pérdida según el caso (arts. 1077 y 1080 ib.). De los nombrados, es el beneficiario quien, en línea de principio, está legitimado para reclamar del asegurador el pago de la prestación asegurada (art. 1080 del C. de Co., en la redacción de la Ley 45 de 1990), sin que necesariamente deba concurrir en él, las calidades de tomador o asegurado, pues basta que se encuentre debidamente identificado como beneficiario en la póliza (Sent. Cas. Civ. de 16 de septiembre de 2003, Exp. No. 6704). Vistos los anteriores precedentes, corresponde verificar si de la apreciación separada o conjunta de las pruebas aportadas al proceso, se deduce que el Tribunal cometió un error monumental en cuanto a la valoración de la prueba demostrativa de la ausencia de legitimación en la causa de la demandante. De antemano ha de decirse que los cargos formulados no tienen fortuna en el intento de horadar el fallo impugnado, pues no hubo los errores probatorios endilgados al Tribunal en el ataque planteado en casación. En efecto, como puede apreciarse en la recensión de la sentencia, el juzgador de segunda instancia jamás desconoció que la demandante fuera dueña del vehículo, más aun, en un pasaje de la providencia, sostuvo que tal condición permitía reconocer en ella un “interés asegurable”. Sin embargo, a renglón seguido, el ad quem descartó la legitimación de (…) para demandar a la Aseguradora en busca de la satisfacción de las prestaciones derivadas del contrato de seguro, porque encontró que el Banco (…) era el único beneficiario de la póliza, a lo cual añadió que dicha entidad nunca se desprendió de tal calidad, pues, además de figurar desde un comienzo en el citado negocio como beneficiario, recibió el endoso de la póliza por parte de la aseguradora “hasta por el monto de sus acreencias”, mediante inscripción impuesta en un anexo de aquel documento. Así, para el sentenciador la presencia del Banco (…) como beneficiario, excluía a la demandante en el propósito de solicitar el reconocimiento de las obligaciones derivadas del contrato de seguro, pues a su juicio, “la póliza se expidió exclusivamente a favor del Banco (…) con ocasión de la acreencia asegurada, la que ascendía a $110.000.000 y que fuera amparado con prenda sin tenencia sobre el vehículo Chevrolet Brigadier 185 de placas TFV 135”. Desde luego, en estas condiciones de nada valdría el esfuerzo del recurrente por demostrar que (…) sí era propietaria del vehículo mencionado y que en esa calidad pagó, tanto la prima de seguro, como los gastos de reparación del automotor, si es que en eso hay acuerdo entre la censura y el Tribunal. Desde otra perspectiva, tampoco puede apreciarse error descomunal en cuanto a la apreciación de la legitimación de la demandante, en lo que atañe con el hallazgo del interés asegurable, pues el origen del contrato de seguro, como lo admite la propia demandante, fue la estipulación “décima octava” (fl. 13 vto. Cdno. 1), del contrato de prenda que garantizó el crédito que (…) recibió de manos del Banco (…), de donde viene que el Tribunal no anduvo descaminado cuando argumentó que “la póliza se expidió exclusivamente a favor del Banco de Bogotá con ocasión de la acreencia asegurada”, pues como se ve, el motivo para asegurar los riesgos del vehículo se explica en el afán de amparar el bien como prenda de las obligaciones inherentes al crédito concedido por el Banco (…) a la demandante y no específicamente en la búsqueda de protección para el patrimonio de esta. Por lo demás, es de ver que la obligación crediticia aludida y su satisfacción, nada tuvo que ver con el reclamo presentado por la demandante, como puede deducirse de la propia demanda y de la actividad probatoria de aquélla. En suma, la demandante jamás planteó en su demanda que al cubrir parcial o totalmente la obligación con el Banco (…), su interés iría en aumento progresivo. En efecto, al revisar la demanda se encuentra que (…) pretendió la declaración de incumplimiento de los compromisos negociales a cargo de (…) Seguros S.A. y que esta fuera obligada a pagar la suma correspondiente al “valor de instalación y suministro de las piezas hurtadas al vehículo asegurado” (fl. 29 Cdno. 1), todo por haber ocurrido el riesgo de hurto parcial que la entidad aseguradora amparó mediante la póliza No. 0670796. Así, la causa petendi esgrimida en la demanda, deja ver nítidamente que fue la misma demandante quien acopió los documentos necesarios y presentó la reclamación ante la Aseguradora (hecho 15, Fl. 31 Cdno.1); asimismo, el libelo fija la cuantía del proceso en la suma de $75.000.000 en atención al “valor de las piezas, partes y mano de obra que fueron cotizadas para dejar el automotor en su estado de uso normal” (fl. 32 Cdno. 1). Tampoco la actividad probatoria desplegada por la demandante hace patente que ella tuviera como propósito acreditar que su interés venía de haber satisfecho el crédito al Banco (…), pues las pruebas pedidas en la demanda (fls. 33 y 34 cdno. 1), y durante el traslado de las excepciones (fls. 73 y 74), no mencionan algún medio suasorio que pudiera relacionarse con la demostración del monto pagado en virtud del citado vínculo crediticio, salvo el contrato de prenda, insuficiente por sí para evidenciar, aunque fuera como hipótesis, cuál era el valor del crédito para el momento del siniestro, naturalmente dicho documento –la prenda- no demuestra que (…) fuera titular exclusiva del interés asegurable. Ahora, dada la naturaleza de los cargos analizados, ambos enfilados a denunciar errores en la apreciación probatoria, cumple decir que ningún yerro colosal aparece en la premisa fáctica elegida por el Tribunal para dirimir la controversia, fundada en que el Banco (…) era el beneficiario de la póliza, pues tal conclusión guarda armonía con lo que refleja el documento visible a folio 2 del cuaderno 1 en que nítidamente se convino que serían parte del contrato como tomador “(…) Asegurado (…) (sic) Beneficiario BANCO (…)” (resalta la Corte), esta constatación directa, descarta la existencia de los desavíos denunciados respecto de la apreciación probatoria, situación que además era plenamente conocida para la recurrente, tanto, que aparece en la primera pretensión de la demanda (fl. 29 Cdno. 1). En cuanto aquella estipulación del contrato de seguro, mediante la cual (…)Seguros S.A. “endosa” al Banco (…) la póliza que constituye la base de las pretensiones, el casacionista denunció que el error del ad quem consistió en suponer las “pruebas del acto causal de la cesión y endoso de la póliza”. A este respecto, juzga la Corte que ninguna equivocación hubo si se tiene en cuenta que el Tribunal consideró como asunto pacífico la transferencia de la póliza entre (…) Seguros S.A. y el Banco (…), pues sostuvo que dicha transacción “no mereció reparo alguno por las partes en conflicto, pues la parte demandante asegura en el hecho número ocho del libelo introductorio, que la póliza fue endosada a la entidad bancaria, y en el noveno, que la póliza fue entregada al Banco (…) desde el inicio del contrato”; en tales circunstancias, carece de razonabilidad endilgar desacierto al juzgador en una labor que nunca emprendió, precisamente porque no encontró conflicto alrededor de la existencia de la cesión. Es más, para el Tribunal ese negocio jurídico de sustitución tan solo corroboró perentoriamente la condición del Banco (…) como beneficiario del contrato de seguro, calidad que en verdad ya tenía y de la cual jamás se desprendió. En síntesis, la apreciación de las pruebas señaladas en los cargos, no muestra que hubo equivocación notoria del juzgador a la hora de considerar que la demandante carecía de legitimación en la causa, pues el recurrente pareciera quedarse con la parte inicial de la sentencia que efectivamente reconoció en (…) un “interés asegurable” por ser ella propietaria del vehículo, sin tomar en cuenta que, a renglón seguido y con mayor énfasis, el ad quem descartó tajantemente la legitimación de la actora ante la presencia ya advertida e indiscutida de un beneficiario exclusivo de la póliza: el Banco (…). Con otras palabras, no existió el error probatorio denunciado por el casacionista, porque si en la póliza se hizo aparecer como beneficiario al Banco (…), y ello ocurrió por la voluntad de los contratantes, entre ellos la propia demandante, es lo cierto que el juzgador en ningún momento alteró la objetividad de dicho medio probatorio al entender que (…) carecía de legitimación, porque en la póliza efectivamente había un beneficiario distinto de ella. Se añade que el censor nada ganaría con acreditar que (…) fue propietaria del vehículo durante todo el tiempo, que asumió cabalmente el pago de la prima del seguro, que en la garantía prendaria constituida sobre el vehículo la demandante se obligó a contratar un seguro que amparara los riesgos allí previstos y finalmente que cubrió los gastos derivados de la reparación del automotor, porque tales circunstancias en nada enfrentan el discurso del Tribunal sobre la carencia de legitimación de la demandada; por el contrario, intentan desviar la polémica hacia aspectos diferentes que tampoco son bastante para modificar los elementos de la controversia planteada ab initio, pues según ya se examinó, nada hay en la demanda introductoria que indique como fundamento de las pretensiones, que el pago de la obligación al Banco (…) desplazaría el interés hacia la demandante, ni que la propia entidad bancaria cedió su posición mediante algún negocio jurídico de sustitución. Pero si se aceptara, en gracia de discusión, que la demanda tuvo como plataforma fáctica el pago del crédito al Banco (…) y que de allí se derivaría la legitimación echada de menos por el Tribunal, dicha circunstancia no llevaría a la prosperidad de los cargos, pues el casacionista no demostró la proporción en que habría que tomar como legitimada a (…) en la fecha del siniestro, a partir del cotejo entre el pago del crédito que presuntamente hizo la asegurada al beneficiario y la reducción consecuente del interés de este en el contrato de seguro, con el desplazamiento correspondiente, circunstancia que tampoco corusca de las pruebas del proceso, porque, como ya se dijo, desde el libelo se aprecia que el norte de las pretensiones no era ese, pues la demandante en la petición de pruebas (fl. 33 Cdno. 1) ninguna relación hizo sobre el valor del crédito respaldado con la prenda sobre el vehículo asegurado, ni acerca de la cuantía del mismo a la hora del siniestro, pues si bien nadie puso en duda que hubo una obligación crediticia entre el Banco (…) y (…) -copia de la prenda sin tenencia es visible a folios 13 y 14 del cuaderno 1-, ese documento apenas deja ver la constitución de la garantía, el valor que respalda -$130.000.000- y la fecha en que se otorgó, 9 de marzo de 1998, sin que aflore del mismo, ni siquiera la suma efectivamente prestada, es decir, ningún vestigio existe acerca del valor del crédito. Al respecto sólo quedan las aseveraciones de la propia demandante quien durante el traslado de las excepciones dijo que había “continuado cancelando (sic) al Banco (…) el mutuo que adquirió para la compra del vehículo” (fl. 72 Cdno. 1) y en el período de traslado para alegar en primera instancia, expresó que “la demandante le canceló (sic) a dicha institución [Banco (…)] la obligación que estaba garantizada con el automotor asegurado” (fl. 226 Cdno. 1), afirmaciones que por supuesto carecen de alcance probatorio por provenir de la misma parte interesada en la prueba y que ningún respaldo adicional tienen en el expediente. En casos semejantes al de ahora en que se debate la legitimación para demandar las prestaciones del contrato de seguro de daños, cuando el beneficiario y el asegurado son personas distintas, la Corte ha señalado cómo no resulta extraño en la práctica “que el tomador contrate un seguro no por cuenta propia (art. 1040 C. de Co.), caso en el cual –sin confundirse o desaparecer- convergerían en él, como mínimo, dicha calidad y la de asegurado, sino que lo haga por cuenta ajena, hipótesis –igualmente válida- que presupone que es un tercero quien tiene –de manera prevalente, prioritaria o principal- interés asegurable (nral. 2 art. 1037 C. de Co.), sin que por ello, per se, se excluya de raíz el propio, salvo que medie pacto o estipulación en contrario, según lo impera expresamente el artículo 1042 del Código de Comercio, y lo resaltó recientemente esta Corporación, en forma detallada (cas. civ. de septiembre 30 de 2002, Exp. 4799), o que se entienda o establezca que se tomó el seguro de daños, en beneficio de un tercero (seguro a título oneroso en beneficio de tercero), a fin de reforzar el derecho de crédito radicado en cabeza del acreedor mutuante, en este caso el beneficiario del seguro (garantía colateral), hasta el monto de lo adeudado por el deudor-tomador-asegurado” (Sent. Cas. Civ. de 16 de septiembre de 2003, Exp. No. 6704). Viene de lo dicho que así se admitiera, ex hipótesis, que el Tribunal incurrió en los yerros probatorios denunciados, esa circunstancia ningún cambio implicaría en la suerte de la decisión, pues no hay medios probatorios en el expediente que permitan determinar el valor del interés asegurable que tenía la demandante en caso de realización del riesgo asegurado, elemento indispensable para estimar los perjuicios pretendidos por (…) con ocasión del hurto de algunos elementos del automotor de su propiedad. Los cargos no prosperan. DECISIÓN En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 14 de septiembre de 2006 proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario promovido por (…) contra (…) Seguros S.A. Condénase en costas del recurso a la parte recurrente. Liquídense. Cópiese, notifíquese y vuelva al Tribunal remitente. (…).»