EL PESO DE LA NADA Dime: ¿cuánto pesa un copo de nieve? Dime cuánto pesa un copo de nieve, preguntó un gorrión a una paloma. Nada de nada, le contestó. Entonces debo contarte algo maravilloso, dijo el gorrión: Estaba yo posado en la rama de un abeto, cerca de su tronco, cuando empezó a nevar. No era una fuerte nevada ni una ventisca furibunda. Nada de eso. Nevaba como si fuera un sueño, sin nada de violencia. Y como yo no tenía nada mejor que hacer, me puse a contar los copos de nieve que se iban asentando sobre los tallitos de la rama en la que yo estaba. Los copos fueron exactamente 3.741.952. Al caer el siguiente copo de nieve sobre la rama que, como tú dices, pesaba nada de nada, la rama se quebró. Dicho esto, el gorrión se alejó volando. Y la paloma, toda una autoridad en la materia desde la época de Noé, quedó cavilando sobre lo que el gorrión le contara y al final se dijo: Tal vez esté faltando la voz de una sola persona para que en este mundo tenga lugar la paz. LOS DOS LOBOS Un anciano Cherokee contaba a su nieto acerca de la lucha que se desarrollaba dentro de sí mismo. Ésta era entre dos lobos... "Uno es diabólico: iracundo, lujurioso, arrogante, mentiroso, falso predicador, vanidoso, resentido, ladrón, abusador y asesino. El otro es bueno: pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto". El nieto, después de unos minutos de reflexión, preguntó a su abuelo: "¿Y qué lobo ganará?" El anciano Cherokee simplemente respondió: "El que yo alimente". EL VIENTO Y EL SOL El sol y el viento discutían para ver quién era el más fuerte El viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú. Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa. Por fin el viento se calmó y se declaró vencido. Y entonces salió el sol y sonrió benignamente sobre el anciano. No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa. El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza. Esopo (600 AC). DESTRUYENDO AL PRÓJIMO Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso. Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer. -Hacer unos comentarios no es algo tan grave - dijo ella al juez. -De acuerdo -respondió el magistrado- . Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló mal sobre el joven, después rompa el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana vuelva para escuchar la sentencia. La mujer obedeció y volvió al día siguiente. -Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será condenada a un año de prisión- declaró el magistrado. -Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo! -De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho. Y envió a la mujer a la cárcel. “EL GORRIÓN Y LA GOLONDRINA” En cierta ocasión estaba yo en el patio mirando un nido que unas golondrinas habían hecho bajo el alero del tejado. Las dos golondrinas se alejaron volando, y el nido quedó vacío. Mientras las golondrinas estaban ausentes, un gorrión voló del tejado al nido, miró en torno, sacudió sus alitas y se metió en el nido; luego, asomó la cabeza y se puso a piar. Al poco regresaba una de las golondrinas. Quiso entrar en el nido, pero, cuando vio allí al intruso, dejó escapar un lastimero pitido, agitó las alas y luego levantó el vuelo. El gorrión seguí en el nido, sin dejar de piar. De pronto, llegó una bandada de golondrinas; todas ellas se acercaban al nido, como si quisieran ver al gorrión y de nuevo se alejaban. El gorrión sin dejarse intimidar, volvía la cabeza a un lado y a otro, y piaba. Las golondrinas se acercaban de nuevo al nido, hacían allí algo y volvían a marcharse. Las golondrinas no se acercaban al nido en vano: cada una llevaba en el pico un pegotito de barro, y poco a poco iban cerrando el orificio del nido. Las golondrinas acudían y se marchaban, cada vez con un pegotito de barro cada una, y el agujero era cada vez más pequeñito. Al principio se veía el cuello del gorrión, luego no se distinguía más que la cabecita, luego, el pico y, por fin, el gorrión dejó de verse; las golondrinas lo habían encerrado en el nido y luego se alejaron y se pusieron a revolotear alrededor.