CRÓNICA DESDE ANGOLA La primera visita Había estado en Angola hace unos 20 años. La guerra civil no había terminando aún y se veían los estragos, las terribles consecuencias de la misma: en las carreteras y los puentes destruidos, en la miseria generalizada, y en tantos lisiados… Esa primera visita me motivó mucho para poder aportar, desde la pobreza y generosidad de nuestra gente, alguna ayuda material (pudimos enviar tres contenedores con alimentos). Y también nos animó a preparar y enviar jóvenes voluntarios para trabajar, codo a codo con los salesianos -varios de ellos uruguayos- en la enorme tarea de educación y evangelización. Así, en estos años, hubo 10 voluntarios que regalaron un año de su vida a esos jóvenes, en distintas tareas, proyectos y ciudades: Dondo, Luanda, Kalulo, Lixeira, Luena y, ahora, Benguela. El retorno Al volver después de tanto tiempo, percibí en seguida con alegría los signos del cambio y del crecimiento de esa nación, empezando por el aeropuerto nuevo y moderno, la vida de la ciudad y la gran actividad de construcción. Enseguida me fui para Benguela, gran ciudad en crecimiento sobre el Atlántico, al sur de Luanda, para participar en la solemne Eucaristía de la Profesión Perpetua de tres salesianos: dos vietnamitas y un angoleño. Benguela era mi destino, porque allí actúan dos voluntarias uruguayas, junto con dos exalumnos de Talleres Don Bosco, Federico y Marcos, contratados para el Centro de capacitación profesional. Tenía que ver cómo se encontraban y considerar la posibilidad de seguir enviando allí a nuevos voluntarios. El color ocre de la tierra, o, mejor, del polvo omnipresente, el cielo muy poco despejado, el disco rojo-fuego del sol, el fuerte olor a pescado que llega del puerto cercano, los paños coloridos con que se cubren las mujeres, la simpatía de la gente y la sonrisa de los niños, te hacen olvidar en seguida de las preocupaciones y tareas del otro lado del océano. Vivís en otro mundo, y con ganas de quedarte. El trabajo de los salesianos Mientras todavía las imágenes y los sentimientos van sedimentándose, emergen algunos recuerdos y reflexiones. La comunidad salesiana de Benguela, constituida por dos teólogos vietnamitas, dos argentinos, el Hno. Máximo y el P. Antonio, y dos uruguayos, el P. Milan Zednicek y el P. Santiago Christophersen, atiende una enorme parroquia (250 mil habitantes), con una gran cantidad de ‘catequesis’, es decir, capillas, centro de variadas actividades, religiosas y de promoción. Está, además, el ‘Complexo’, donde, en un predio también enorme, regalado al Papa durante su visita y confiado a los salesianos, encuentra su lugar la Casa de la comunidad, un Centro de capacitación, los Cursos de alfabetización y una Escuela Secundaria. Casi terminada, una hermosa Biblioteca, o mejor, Centro cultural. En breve se iniciará la construcción de un Jardín de infantes y, cuando Dios quiera, una gran Iglesia. Ni qué decir de las canchas de fútbol, etc. Evangelizar y alfabetizar En esos días caía la misa y fiesta de don Bosco para los grupos de alfabetización. Buscaron la alumna más anciana: ¡89 años! Y le preguntaron porqué a esa edad tenía tanto interés en aprender a leer y escribir (¡en pocos meses, ya aprobó primer año!), y contestó: “¡Quiero leer la Biblia!”. Entonces me acordé de don Bosco que, viendo la dificultad de catequizar a jóvenes que no sabían leer, creó para ellos las escuelas dominicales y después las nocturnas, con “dos buenos resultados: animaban a los jóvenes a participar para formarse en las letras y ofrecían la oportunidad de instruirlos en religión, que constituía la finalidad de nuestros trabajos”, según cuenta el mismo don Bosco en la Memorias del Oratorio. El aporte de los voluntarios Los salesianos en Angola han hecho todo el esfuerzo para responder a la necesidad de educación, con obras e iniciativas muy grandes, como camino para la evangelización. Por eso es tan importante la presencia de voluntarios misioneros, con su juventud, su entusiasmo, sus variadas habilidades y su clara identificación cristiana y salesiana. Los fines de semana Fernanda y Pía los dedican a otras actividades pastorales: entre ellas, el Oratorio, que han iniciado hace unos meses nomás.. De a poco, no sin dificultades, han ido buscando y formando animadores, con los cuales los domingos de tarde entretienen a chicos del barrio… El otro fin de semana organizaron un retiro con los animadores: ¡las que siempre eran destinatarios de los retiros, se encontraron animando y predicando! María Pía Poletti y María Fernanda Boné, de Montevideo y Mercedes respectivamente, son dos voluntarias dedicadas sobre todo a la Pastoral de la Escuela y de la Alfabetización: atienden grupos, acompañan actividades, suplen profesores ¡hasta de educación física!, y, con unos chicos, ¡también cuidan un vivero! Por lo que sé de años anteriores, los voluntarios uruguayos allí donde van, inician o reflotan la actividad oratoriana. ¡Tenemos que estar orgullosos de este corazón oratoriano que vivimos, que nos caracteriza y que exportamos! Pude participar aunque solo una tarde, de la recorrida de una misión popular: las cruces que impusimos solemnemente el domingo anterior a los casi 200 adolescentes y jóvenes venían desde Uruguay. La misión terminó, y ya las dos voluntarias armaron un grupo misionero estable con los más entusiastas. Evangelización multifacética Volviendo para Luanda, pude compartir dos días con Santiago Boix, en Lixeira, otra obra compleja en un barrio enorme, pobre, un laberinto de callejuelas. Una gran escuela de 4 mil alumnos que resalta significativamente en ese barrio chato es solo una parte de las múltiples actividades que se desarrollan en la sede y en las capillas: centros de salud, catequesis, atención a los niños de la calle, alfabetización, deporte, etc. Santiago Boix anima la pastoral de la Escuela (4.000 alumnos) y la catequesis de la parroquia (7.000 chicos). Parecen exageraciones, pero es la realidad y es el tremendo desafío que tenemos en Angola: transformar el corazón de tantas personas, tantos jóvenes, apoyados en la profunda religiosidad del pueblo y en la fuerza del Evangelio. Uruguayos, uruguayos… Me alegró muchísimo compartir también con los demás salesianos uruguayos: Andrés Algorta y Martín Lasarte, encargado del voluntariado. Quieren en pila a su patria uruguaya, y siguen entregando su vida por esa patria adoptiva que les ha ganado el corazón. Que el Señor envíe obreros a esta mies tan abundante y lista para la cosecha. P. Amílcar Visentini sdb