Violencia y trata de personas

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Violencia y trata de personas
Por Eva Giberti
El episodio podría describir una escena de cualquier supervisión de un equipo
de trabajo. Alrededor de treinta personas reunidas en el salón, una colega
exponía una historia de violencia familiar en la cual habían intervenido después
de un llamado telefónico al número 137 por parte de la víctima: “La mujer
estaba muy angustiada –decía la psicóloga– porque ella se había escapado
mientras trabajaba y su nenita de pocos años había quedado con el padre
violento en la casa. Y quería que fuésemos al juzgado con ella para rescatar a
la criatura”.
Con frecuencia atendemos historias como éstas. La colega continuó: “La
señora estaba en su trabajo y el marido en la casa. Ella se escapó por los
techos, fue saltando varios hasta que pudo bajar a la calle, conseguir un
teléfono y llamarnos”. La escucha alerta de quienes asistíamos se encendió
rápidamente. Otra colega del equipo preguntó: “¿Por qué se escapó por los
techos?” La respuesta: “Porque trabajan encerradas, no tienen llave para salir.
Y el marido de ella es quien vigila el trabajo porque es un taller de costura. Y le
pega a ella en la casa”.
Las preguntas arreciaron. Si bien durante la intervención las colegas habían
tomado las medidas que, en ese caso, reclamaban dos planos de análisis. La
psicóloga continuó explicando: “Cuando llegamos a buscarla en la casa donde
se había escondido, la señora nos explicó que trabaja 14 horas por día, le dan
de comer una vez por día y a veces le dejan tener la nenita con ella. Otras
veces la niña se queda en la casa con el padre. Pero esta vez el padre no se la
quería ‘devolver’ porque temía que ella se escapara”.
El llamado al número 137 realizado por la víctima había sido motivado por
violencia familiar, pero resultaba claro que estábamos frente a un caso de trata
laboral. Sin que la víctima tuviese noción de ello. Se había escapado de uno de
los tantos talleres clandestinos que funcionan en la ciudad de Buenos Aires,
pero su único interés era encontrar a su hijita y solicitar amparo para no
continuar como víctima de los golpes del compañero.
El equipo resolvió la urgencia, el rescate de la niña, mediante la intervención
del juzgado correspondiente, y se ocupó de retirar a la criatura de la casa,
previa orden judicial. Mientras, abogadas del equipo iniciaban los trámites con
la Oficina de Rescate y Acompañamiento de Víctimas de Trata de Personas del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos para que el personal especializado
se hiciera cargo de la situación, solicitar al juzgado su intervención en ese nivel
de investigación.
¿Por qué narro esta historia? Porque hace diez años éste hubiese sido un
historial de violencia familiar sin intervención en terreno, con una mujer
buscando dónde solicitar el contacto con su hija y quizá denunciar violencia
familiar.
Probablemente esta mujer, una vez que amainaran los golpes y los agravios y
la separación de su hija, hubiese retornado al taller clandestino, para continuar
siendo explotada. Pero ahora, no se trató solamente de una ley que federalizó
el delito a partir del año 2008, sino de la formación de los profesionales que
han aprendido, trabajando en terreno y estudiando, a descifrar el discurso de la
víctima. Porque el tema trata ha sido puesto en superficie para incluirse bajo el
título Sociedad, allí donde debe estar, como problema social.
De este modo lo evaluó Unicef, que invitó al Programa las Víctimas contra las
Violencias –donde en el año 2008 se creó la Oficina de Rescate y
Acompañamiento de las Personas Damnificadas por el delito de Trata– para
que en el año 2011 redactara un nuevo libro-folleto dedicado a la comunidad,
particularmente a los docentes, que puede leerse en Internet en
http://www.unicef.org/argentina/spanish/FolletoTrata(final).pdf
El libro-folleto editado por Unicef fue escrito por personal del Programa Las
Víctimas contra las Violencias, juntamente con editorialistas del organismo
internacional. Aporta las herramientas conceptuales y prácticas en apoyo de la
lucha contra la trata de personas así como las recomendaciones
internacionales para el contacto con sus víctimas.
La trata de personas se mantiene en el centro de la escena. Se ha cruzado la
frontera de la legislación –que debe ser corregida y reglamentada y que
permite localizar víctimas y detener rufianes– pero siendo necesaria es
insuficiente. Porque su aplicación depende de sentencias destinadas a los
delincuentes que trabajan en redes con reclutadores/as, dueños de boliches,
tolerancias uniformadas y sobre todo dependen de los clientes. Aburre hablar
de los clientes: lo hacemos hace décadas. La eficacia no reside en que las
mujeres les adviertan a sus maridos e hijos: “No se te ocurra concurrir a tal
prostíbulo porque allí hay trata”. Sobre todo porque a algunas mujeres el tema
les resbala.
El aporte de Unicef lo subraya enfáticamente: se precisan herramientas
conceptuales y prácticas de apoyo que se logran mediante la difusión en las
escuelas y en los hogares. Los otros apoyos provienen de despachos oficiales,
de alborotos callejeros volanteando exigencias ciudadanas y de todas formas
de reclamos y ejercicio de memoria para recordar a quien tomó la decisión de
avanzar en un camino que había sido intencionalmente cerrado durante
décadas. El abordaje de este delito se analiza ahora desde la Modernidad
tardía, momentos en que lo complejo se torna mucho más complejo y las
posibilidades de medición de las cantidades de delincuentes y víctimas son
más difíciles y las fuentes menos confiables, así como el público se diferencia
en opiniones que se adjudican los mismos valores, como por ejemplo: “Ellas se
quedan en esos trabajos porque les gusta”. O bien, en la trata laboral: “Están
esclavizados pero en sus países estaban peor”.
El delito de trata constituye un asunto público central y progresivamente
investigado en el cual la esclavitud de las víctimas deja de ser un hecho
normal. Como lo pensó Alfredo Palacios, quien en 1915 colocó a la Argentina
en la cumbre de la avanzada contra el proxenetismo y logró que un 23 de
septiembre se sancionara la ley que lleva su nombre, en contra de la que hoy
llamamos trata de personas. Este es un delito que no se ve en las calles, utiliza
cárceles barriales para explotar a las mujeres por ser mujeres y a los
inmigrantes por ser extranjeros pobres. Precisamos conocer mejor cómo son
engañadas estas víctimas. Tenemos un nuevo material.
Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-203918-2012-09-21.html
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