EL DERECHO, 12.5.2011. PEDRO J. FRIAS: SU TESTIMONIO DE CATÓLICO Y CIUDADANO COMPROMETIDO. Norberto Padilla La personalidad de Pedro J. Frías desborda ramas del Derecho y el Derecho mismo. Quisiera detenerme en su figura desde su pasado familiar y su compromiso como católico y como ciudadano en momentos fundamentales de nuestro pasado reciente. Pero no se lo entendería cabalmente sin referencia a una exquisita y vasta cultura y un fino humanismo. Todo esto se reflejaba en su trato amable, sencillo, cordial, generoso, que lo hacía querido y admirado sin distinción de fronteras ideológicas o confesionales. I LAS RAÍCES En don Pedro José Frías confluían familias de hondo arraigo americano. A los Frías de origen santiagueño con ramificaciones tucumanas, porteñas y cordobesas, pertenecieron Félix y Uladislao, en tanto que “los curas Frías”, Manuel y Felipe, el primero de los cuales había declinado ser diputado al Congreso de Tucumán, fueron fusilados en Santos Lugares en 1842, tras ser traídos desde Tucumán en penosas condiciones. Y estaban los Díaz, propietarios de la Estancia Santa Catalina, esa joya barroca que se alza a setenta kilómetros de la capital, de la que don Pedro José era uno de los propietarios, los Allende, entre los cuales, uno fue fusilado en Cabeza de Tigre, y es la A de CLAMOR, en tanto que su sobrino era exaltado por la Primera Junta por sus servicios a la patria naciente, y los Yofre, pródigos en personalidades relevantes de la vida pública de su provincia y del país. El Dr. Pedro José Frías Díaz, nacido el 27 de noviembre de 1887, egresó de la Universidad de Córdoba, donde fue profesor de Derecho Internacional Privado. Fue diputado, senador, convencional constituyente y ministro de Obras 1 Públicas. Integró como vicegobernador, la fórmula encabezada por el Dr. Emilio Olmos, en 1931. Olmos delegó el mando un año después por razones de salud y falleció el 29 de abril del año siguiente. Frías completó el mandato, como último gobernador demócrata, ya que en los comicios el 18 de febrero de 1936 fue sucedido por el radical Amadeo Sabattini. Su hijo y homónimo escribió años más tarde, que siendo embajador en Bélgica le tocó reunirse con exponentes de los medios financieros de ese país: “Me parecía irónico haber incluido entre los invitados a uno de los mayores exponentes del capitalismo en Bélgica, que mi padre, presidiendo el último gobierno conservador de Córdoba haya sujetado a una investigación a fondo para hacer cumplir las condiciones de la concesión de la electricidad”. Y agrega que fue Manuel Río quien demostró “que las dos empresas concesionarias eran una sola”. 1 Pedro José Frías, nuestro contemporáneo, vivió con bonhomía y naturalidad, sobre todo, con sentido de responsabilidad, estos lazos con el pasado de la Argentina. Olsen A. Ghirardi decía: “Fluye en sus venas la tradición que la ha forjado, marcó sus límites pero no le aherroja”.2 Santa Catalina era a menudo su refugio. Amante de la música, de la que una progresiva sordera lo iría aislando progresivamente, fue uno de los impulsores del redescubrimiento de Domenico Zipoli, italiano, contemporáneo de Bach y de Haendel, que en Europa pudo llegar a grandes alturas pero por su vocación religiosa, se trasladó a Córdoba, donde falleció joven, cuando se preparaba a recibir la ordenación sacerdotal en la Compañía de Jesús y cuyos restos descansarían precisamente en Santa Catalina 3. Y cómo no recordar a su encantadora esposa, Constanza Pinto Bouquet, ella misma una caracterizada cantante de música de cámara. 1 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Política y sociedad 1980-2002, Ediciones del Copista, 2002. p. 16. GHIRARDI, OLSEN A., Semblanza en Estudios en honor de Pedro J. Frías , Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, 1994, tomo I, p XXI 3 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Memorias de Córdoba en Aproximaciones, Marcos Lerner - Editores, Córdoba, 1989. º 2 2 II LAS GRANDES AMISTADES Se me perdonará el título, que es el del célebre libro de Raïssa Maritain, pero es con lo que asocio, casi instintivamente, la red admirable de personas con las que Frías entabló diálogos profundos que se reflejaron en su propia vida y en su obra. Amistades, lo sabemos, que no dependen tanto de la frecuencia del encuentro sino de su hondura, en la sintonía espiritual. Me detendré solo en alguna de ellas, no sin antes precisar que don Pedro José fue convocado a desempeñar la embajada ante el Reino de Bélgica entre 1962 y 1964 y ante la Santa Sede de 1966 a 1970. Bélgica, con concurrencia ante el Gran Ducado de Luxemburgo, era, lo hemos visto, un centro económico particularmente Amberes, y universitario, nada menos que con Lovaina, a donde el novel embajador fue a encontrar “becarios tan brillantes como Natalio Botana, Rafael Braun, Alfredo Coviello, Gerardo Farrell y Félix Peña”. En ese país, había “concentración de capital …pero concertación de políticas”. Concertación, dice Frías que fue la primera “palabra” que aprendió en ese país y que aplicó, lo sabemos, al federalismo posible y deseable en nuestro país. 4 Llamado a Buenos Aires, Frías con su esposa concurre a despedirse del rey Balduino. En su diario volcó la experiencia de ese encuentro con quien “nos ha colmado de esa intimidad que él reserva a quienes considera sus hermanos de fe”. Se interesó por la labor de Constanza en la Acción Católica y sobre la Iglesia en la Argentina. La pregunta puede sorprender, aunque no debiera, por provenir de un rey: “¿Es terrateniente la Iglesia? ¿De qué origen social es el clero? La Iglesia de los pobres…nos dijo”. Y ante una visita próxima a la Argentina, el rey le dice: “Pero, ¿yo podré verlos? Si yo fuera a Córdoba ¿usted me presentaría esa juventud ardiente, consagrada, de que me habla?” Los dos, rey y embajador, están en plena sintonía con el Concilio Vaticano II y el ”aggiornamento” que traía providencialmente consigo. Era entonces arzobispo de Malinas-Bruselas uno de los grandes motores del Concilio, el Cardenal León J. Suenens, estrechamente ligado al rey, a quien dedicó una biografía 5. Efectivamente, Balduino estuvo en Córdoba y una foto en la Universidad Católica los muestra juntos. No sé si volvieron a encontrarse, me consta 4 5 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Política y sociedad, cit. p.15 y 16. LEO. J. SUENENS, Cardinal , Le Roi Baudoin. Une vie qui nous parle, Editions F.I.A.T. 1995. 3 sí el recuerdo imborrable que el rey dejó en Frías, y se comprende. Balduino, que adoptó la heroica actitud de pedir la suspensión de su prerrogativa regia para no firmar la ley de aborto, fue caracterizado así por el Cardenal Daneels a su fallecimiento en 1993: “Estábamos en presencia de alguien que más que un Rey era un pastor de su pueblo”. En sus publicaciones, Frías evoca sus encuentros con el monacal Sindaco de Florencia, Giorgio La Pira, (1904-1977), y lo hizo con motivo de la apertura de su proceso de beatificación por esa arquidiócesis 6. La primera fue una “sorprendente entrevista”, interrumpida por un llamado telefónico en el que vio a La Pira transformarse en un vivacísimo “defensor civitatis” ya que se trataba de la transferencia de un inmueble al patrimonio municipal. La segunda fue en noviembre de 1966 cuando el río Arno inundó la maravillosa ciudad y afectó incluso su patrimonio de un modo que provocó una ola de solidaridad en el mundo, también de parte del gobierno argentino. Por tal motivo, Frías, embajador ante la Santa Sede, visitó al arzobispo y con el Alcalde recorrió la ciudad, vio a la población con voluntarios de diversas latitudes, puestos a salvar códices y manuscritos, tallas y pinturas. “De estos itinerarios penosísimos por las calles de Florencia y los centros de socorro, me ha quedado un reflejo físico y moral: asocio los desastres a esos brazos enlazados con La Pira, para apoyarnos en el barro y no caer. El instinto social de conservación no opera sin unir fuerzas y acercar las intenciones. La discordia impide toda reconstrucción”. Con citas de su amigo Carlos A. Floria y del eximio teólogo Olegario González de Cardedal, Frías encara el concepto de la ética civil y el aporte que La Pira hizo a ella desde su religiosidad profunda. Y sintetiza al por quince años Alcalde e ilustre figura de la democracia cristiana italiana como alguien que supo ejemplificar consenso, disidencia y utopía, un operador impar de una cultura abierta con la opción preferencial, no exclusiva ni excluyente, por los pobres, un camino, expresa, que también siguió Fray Mamerto Esquiú. Llega a Roma como embajador en los primeros tiempos del pontificado de Pablo VI, para cuya coronación ya había integrado la misión oficial argentina. El Papa Montini, amigo de Maritain y de Guitton, de los hombres de la democracia cristiana que Frías conocía tan bien, el pastor sensible pero rotundo cuando debía serlo aún a costa de noches de Getsemaní, era muy afín a Frías. “Un Pontífice de 6 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Giorgio La Pira; por una ética civil, en La Nación, 22.3.85 y en Aproximaciones, cit. p. 133. 4 seda y de acero, lo primero por “Ecclesiam suam”, lo segundo por “Humanae Vita”, fue el Papa del Vaticano II, cuya más difícil misión era “convencer al Pueblo de Dios de convertirse a una mentalidad de más viva fidelidad al Evangelio” 7. Frías lo vio como “la última expresión acabada del ministerio romano, del gran hombre de la Curia, tan lejos de la frialdad burocrática y del aislamiento centralista: Pastor por el alma, no por oficio, Pastor ecuménico por su catolicidad y no por su nacionalidad” 8 En Roma, mientras llevaba a término la misión de ratificación del Acuerdo firmado el 10 de octubre de 1966, estableció vínculos duraderos con personalidades de la Curia como Antonio Samoré, Agostino Casaroli y Giovanni Benelli, todos futuros cardenales y el tercero uno de los más mentados “papabile” de los cónclaves de 1978. Precisamente a Benelli, sustituto de la Secretaría de Estado, le entrega un memorándum sobre “conciencia cristiana y cambio social en América Latina”. En Bélgica, Frías había conocido a Francois Houtart, cuyos seguidores, escribió “no fueron tan sólidos como él” y cayeron en la “teología de la violencia”. Conocía, pues, el problema desde su origen. En sus encuentros semanales, Frías interrogaba a Benelli: “¿En qué capítulo de la teología de la violencia está, Monseñor?”, hasta que recibe la respuesta:”Está en el último capítulo…”. Ese mismo día, el primer aniversario de “Populorum Progressio”, Pablo VI calificó de “aberración” “la así llamada teología de la revolución y de la violencia” 9. Eran tiempos de tormenta en la Iglesia y en el mundo. Al embajador francés, desconcertado por los sucesos de mayo de 1968, que le preguntaba si era cierto que eso mismo pasó en la Argentina hacíatiempo, Frías le explicaba: “Ustedes llegaron medio siglo tarde. Fue en Córdoba, y se la llamó la Reforma Universitaria de 1918”. Y seguía este diálogo impagable: “- Y, ¿qué quiere la juventud? - Protagonismo…Acortar los plazos en que los consideramos sólo candidatos a la vida. Volcar la situación a su favor y de paso ridiculizar la sociedad de los adultos. - “Lo que no es difícil. ¿Y se puede transar con ellos? - No ahora, creerían que venden su conciencia. - Pero, ¿tienen conciencia -….de su fuerza…” Los apuntes de los diarios de Frías, que ojalá alguna vez sean publicados en su integridad, conmueven y fascinan por la confluencia de virtudes personales y diplomáticas en quien nos representaba ante la Santa Sede. 7 PABLO VI, Un pontífice de seda y acero, en La Nación, 6.8.88 y en Aproximaciones, cit. p. 157. FRÍAS, PEDRO JOSÉ, El servicio pastoral de Juan Pablo II en La Nación, 13.6.82 y en Aproximaciones, cit., p. 173. 9 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Política y sociedad, cit. p.52. 8 5 III IGLESIA Y ESTADO, AUTONOMIA Y COOPERACION Frías estuvo en Italia en los primeros años de la posguerra, donde aprendió dos lecciones, la de la ética de la penuria y la de la fundación de un régimen político. Por esos días, en que la Santa Sede, a través de Mons. Montini, y los constituyentes, debían compatibilizar los Tratados de Letrán con la nueva Constitución, se inició en el delicado tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado 10 . Fue así que integró la Comisión Honoraria de Relaciones Iglesia y Estado, constituida por el Subsecretario de Culto Angel Centeno entre 1958 y 1962 junto a los juristas Juan Casiello y Ramiro de Lafuente, con Santiago de Estrada al frente de la embajada en Roma. En escritos y conferencias bregó porla necesidad de un concordato o acuerdo con la Santa Sede. En el inestable país de los sesenta, ejemplarmente dicha política de estado tuvo continuidad. El Acuerdo tan esperado debía firmarse el 29 de junio de 1966 por el Nuncio Apostólico, Mons. Humberto Mozzoni (luego Cardenal) y el canciller Miguel Angel Zavala Ortiz, pero en la víspera un golpe militar depuso al Dr. Illia. El nuevo presidente, General Onganía y su canciller, Nicanor Costa Méndez 11 encomendaron a Pedro J Frías explicar en Roma las atribuciones asumidas en el orden legislativo, entre ellas la de aprobar tratados y concordatos. Frías, desde el abrupto final del debate en la Cámara de Diputados sobre el juramento de los obispos tenía la convicción de que había una nueva conciencia social y política que no se interesaba por el control del Estado sobre la Iglesia 12 y que el Acuerdo no sería desconocido por otros gobiernos ni negada su aprobación por el Congreso en el futuro. Finalmente, las preocupaciones vaticanas razonablemente se superaron y el 10 de octubre de 1966 el Nuncio y el Canciller suscribieron el 10 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, Cuando Italia estrenaba la República en Aproximaciones, cit. p. 281. El Subsecretario de Relaciones Exteriores era el Dr. Jorge A. Mazzinghi. 12 FRÍAS, PEDRO JOSÉ, El Acuerdo entre la Santa Sede y la República Argentina, Separata de tomo XXV de Anales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, 1986, que seguiremos citando en este capítulo. Sobre el debate mencionado ver PADILLA, NORBERTO, A treinta años del Acuerdo con la Santa Sede, disertación en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, 1996, publicada por la Secretaría de Culto, en http://www.calir.org.ar/docs/pubrel06001.pdf 11 6 Acuerdo, que la ley (de facto) 17.032 aprobó. En el discurso a la Curia de ese fin de año, Pablo VI calificó al “Acuerdo de Buenos Aires” como primer fruto del Concilio en las relaciones Iglesia y Estado. El embajador Frías pudo, meses más tarde, efectuar en Roma el intercambio de los instrumentos de ratificación en un acto “protocolar pero cálido” con el Secretario de Estado, Cardenal Amleto Giovanni Cicognani. En su diario escribió que se había logrado “un entendimiento que ha superado – contra toda predicción humana – el Patronato constitucional” y agregaba “pienso en tantos amigos que prepararon ese momento tan significativo de que soy protagonista sólo en representación de ellos y de los gobiernos de distinto signo que lo hicieron posible”.13 Pedro J. Frías fue, a partir de entonces, exégeta indiscutido de este instrumento que permitió superar sin conflictos la vieja institución del Patronato. En sucesivas reediciones de un trabajo, a partir de 1975, enumeraba en ocho principios la forma que a partir del Acuerdo tendrían las relaciones Estado-Iglesia. Deducía del Concilio Vaticano II la tendencia de una descentralización del poder de la Iglesia desde la Santa Sede y los representantes pontificios, a favor de las Conferencias Episcopales y los obispos, sin perjucio del derecho del Papa a abocarse a una intervención directa cuando lo juzgara conveniente. Habría así dos niveles de diálogo. Por una parte, el del Estado con la Santa Sede en lo que atañe a la personalidad Iglesia Universal, en lo que se refiere a un personalidad jurídica internacional, a los asuntos de interés para el Estado y la Iglesia reservados por la Santa Sede o de significativa importancia. Por otra parte, el local, en el cual la Conferencia Episcopal y los obispos son los interlocutores naturales para el diálogo “más necesario e importante que en el pasado”, que será de carácter administrativo, pocas veces jurídico, casi siempre, y en sentido general, polìtico: valores morales, desarrollo, prioridades sociales, estructuras...”14 La Santa Sede, en las últimas décadas, ha tendido más bien a la centralización y a limitar la competencia de las conferencias episocopales en detrimento del principio de subsidiariedad. Las razones y los alcances, aún teológicos, del por qué y de lo deseable exceden en mucho el objetivo de este trabajo. 13 FRIAS, PEDRO JOSÉ, Una experiencia diplomática. En Bélgica, la Santa Sede y la Mediación Papal, Córdoba, República Argentina, 1999. p. 91. 14 FRIAS, PEDRO JOSÉ, El Acuerdo … p. 26. 7 Los gobiernos argentinos no siempre han llevado a cabo un diálogo institucional con la Conferencia Episcopal Argentina prefiriendo interlocutores individuales eventualmente más afines o a través de canales formales e informales con la Santa Sede. Creo que hay buenas razones para suponer que en el futuro esos ocho principios tengan toda su vigencia. No seguiremos todo el análisis que hace Frías pero sí en lo que se refiere a la prenotificación oficiosa en la designación de obispos. La comunicación del nombre del candidato la define como una cortesía, pero va con ella la facultad del Gobierno de oponer “objeciones de carácter política general en contra de la misma” (Art. III). Para Frías, estas objeciones solo pueden ser “de orden público” entendida como “aquella parte del orden jurídico que asegura los fines esenciales de la colectividad”. Considera que también debieran comunicarse las aceptaciones de renuncia, como ocurrió en el caso del obispo de Avellaneda, Mons. Jerónimo Podestá, en tiempos en que recién comenzaba la aplicación del decreto “Christus Dominus”. Comparto con Frías que dicha comunicación sería pertinente, sin que exista, desde ya, capacidad estatal para oponer objeciones 15. Dos principios, extraídos de “Gaudium et Spes” son los que Frías y otros de sus contemporáneos y de las siguientes generaciones han tomado para sintetizar la relación entre Estado e Iglesia: autonomía y cooperación. Es decir, respeto de las competencias de cada uno, confluir en el servicio al bien común. En síntesis, una “laicidad positiva”, en un clima de confianza y cordialidad. Merece releerse el acápite “Una nueva convergencia: algunas orientaciones”, un programa para el servicio y, recordemos nuevamente, la concertación 16. Cuando las provincias argentinas, a partir de 1983, iniciaron procesos de reforma constitucional, Frías brindó con generosidad su consejo. Su sello está en el, creemos, mejor enunciado sobre Iglesia y Estado, el del art. 6 de la Constitución, que se correlaciona con el Art. I del Acuerdo y se completa con elementos de la Constitución española de 1978. Examinando las innovaciones constitucionales (el trabajo es de 1989), concluye en que “hay algo trascendente en todo esto: las 15 Pedro J. Frías era embajador en Roma cuando se produjo la renuncia de Mons. Podestá. En 2001, cuando éste falleció, algunos diarios la adjudicaron a presiones del gobierno de Onganía ante el Vaticano. Aunque intuía la respuesta, formulé la pregunta a don Pedro José quien, en forma que no dejaba duda, negó injerencia alguna de autoridades estatales en tan doloroso y traumático problema, de riguroso orden intraeclesial. 16 FRÍAS, PEDRO J., Una experiencia diplomática, cit. p. 84. 8 provincias han encontrado el modo de asegurar la libertad de cultos sin forzar el silencio de Dios. Ni confesional ni neutral, el nuevo derecho público provincial ha escapado a los ideologismo de la impiedad sin vulnerar el pluralismo posible” 17 IV SU APORTE A LA MEDIACION PAPAL Juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación 18 , por su experiencia en la embajada en Roma y su amistad con los cardenales Samoré y Casaroli, aceptó ser Consultor único de la delegación argentina al proceso de mediación del Beagle. Propuesta del mediador, sugerencias y consejos, se denominó el documento entregado por el Papa Juan Pablo II a las delegaciones de Argentina y Chile, encabezadas por los respectivos cancilleres, el 12 de diciembre de 1980. El carácter de la misma era reservado por lo que en su discurso el Pontífice no entró en los detalles pero sí en que consideraba que era una solución justa y equitativa, y que por lo tanto, no podría dejar de ser considerada una solución honrosa por ambos gobiernos. La mirada del Papa se extendía a las múltiples posibilidades de integración abiertas a dos países a los que, pese a la extensa frontera, nunca tuvieron por ello un conflicto armado. Pedro J. Frías estaba presente en ese acto íntimo y solemne y lo que la siguió una vez que cada delegación estuvo a solas, “la nerviosa sesión en que se desarrolló la propuesta en los mapas. Yo estaba reconcentrado y sereno. Al fin y al cabo, me parecía la mejor posible. La delegación argentina, cuya responsabilidad ejemplar no debo callar, apenas había prestado atención a que en el discurso el Padre Santo había tenido la delicadeza de afirmar ”la decisión con que las posiciones de ambos países habían sido defendidas”. En sus recuerdos, Frías destaca precisamente el concepto de equidad plasmado en la Propuesta: “De acuerdo con el derecho marítimo vigente en la época de la estipulación del tratado de 1881, las partes consideran que -en sus relaciones mutuas y en el espacio comprendido entre el cabo de Hornos y el punto más oriental de la isla de los Estados – los efectos jurídicos del mar territorial quedan limitados a una anchura de tres millas”. Con ello, se limitaba sustancialmente, explica Frías, la proyección chilena sobre el Atlántico, 17 18 FRÍAS, PEDRO J., Principios y declaraciones en AA.VV. Las nuevas constituciones provinciales, Depalma, Buenos Aires, 1989. Quien relee los fallos “Pérez de Smith” y “Timmerman”, tan emblemáticos como expresión de independencia frente a un poder omnímodo, encontrarán, junto a la de otros probos magistrados, la firma del Juez Frías. 9 respetando el principio bioceánico. Más aún, ninguna referencia había en la Propuesta al Laudo arbitral cuya nulidad declarara la Argentina, lo que constituía un dato relevante para nuestra posición.19 Luego de la presentación de la Propuesta, Frías dejó su función de Consultor pero no por cierto su compromiso con la mediación misma. El 23 de febrero de 1983 se produjo el deceso del cardenal Samoré, que desgastó su salud en la tarea sin llegar a ver los frutos. Pedro Frías trazó de él un retrato del que extraemos estas líneas: “Llevaba sencillamente la púrpura como un signo de fidelidad y de servicio. Su estatura física no era aventajada, pero sí la otra: su altitud moral crecía en el ejercicio de la prudencia; era muy suya la recta ratio agibilium para afrontar lo que debía ser hecho. Sabía que el cristianismo no es una doctrina sino una salvación, pero amaba el costado institucional de la Iglesia. Creía en los carismas, pero no en las ilusiones. Adhería a la realidad: no se entusiasmaba con las utopías, ni siquiera las correctivas que podía aceptar Pablo VI. En su buena fe, la primera intención bastaba. Si hubiera sabido sonreír, lo hubiera hecho benignamente respecto de las astucias de los gobiernos. Pero no era ingenuo, menos cínico. Creía que el fracaso y el éxito son dos impostores: observados de cerca, no era tan éxito el éxito ni tan fracaso el fracaso”. Y agrega Frías: “Conocía como muy pocos América Latina”.20 En el tiempo que siguió, Pedro J. Frías, que llegó a tener setenta intervenciones públicas, así como Angel Centeno, Carlos Escudé y Pablo González Bergez, entre otros, se dedicaron con ahínco a ilustrar a la opinión pública sobre la necesidad de llevar a buen término la Mediación. Ya restaurada la democracia, el debate pasó al Congreso, y tras una consulta popular, mecanismo que, alertó Frías, es un “instrumento delicado” que ha de utilizarse con “extrema prudencia”, el Tratado 19 FRÍAS, PEDRO J., Una experiencia diplomática. Cit. Córdoba, 1999, p.109 y ss. El Dr. Frías transcribe algunos de sus artículos y fragmentos de su diario personal sobre la Mediación. Frías dedicó una cálida y elogiosa nota en La Nación a Las memorias chilenas de la mediación papal, La Nación, 8-2-1992, p.7. 20 FRÍAS, PEDRO J. Una experiencia diplomática. cit. p. 116. 10 fue aprobado por ajustada mayoría en el Senado, y poco después, intercambiados los instrumentos de ratificación 21. Puesto bajo el amparo moral de la Santa Sede, el Tratado de Paz y Amistad no ha hecho sino fructificar entre los dos países. Por ello, con motivo de la beatificación de Juan Pablo II, ambas delegaciones oficiales evocaron en la Casina Pio IV, donde se llevaron a cabo las negociaciones, la audacia de un Papa que nos salvó de una guerra e hizo realidad la paz, la amistad y la integración entre los países hermanos. IV LA LIBERTAD RELIGIOSA En 1994, Pedro Frías fue Relator General sobre Libertad Religiosa en el Congreso Internacional de Derecho Comparado celebrado en Atenas. Proclamó allí que la libertad religiosa “se aloja en el corazón de la dignidad humana”. Respecto a la Argentina, destacó la incidencia del movimiento ecuménico que se consolida, y, en efecto, hoy día lo comprobamos tanto en la relación entre cristianos como con las comunidades judía y musulmana 22. Frías fue convocado por quien esto escribe cuando fui Secretario de Culto para integrar el Consejo Asesor Honorario para la Libertad Religiosa, constituido en el año 2000 por resolución del Canciller Adalberto Rodríguez Giavarini 23. En las reuniones todos los participantes hicieron un ejercicio del diálogo a partir de la escucha, la comprensión de las posiciones de los otros sin perder la claridad de las ideas propias, con conciencia de los límites y sin otro anhelo de dar una respuesta legal que afirmase la libertad religiosa. Frías, por supuesto, se encontraba a sus anchas y, aunque era el mayor del grupo (seguido por Centeno, con 21 PADILLA, NORBERTO, Hacia el final del camino: actores y hechos, en AA.VV. Los frutos de la paz: la mediación de Su Santidad Juan Pablo II en el diferendo austral entre Argentina y Chile, Coord. por Marcelo Camusso y Luis Saguier Fonrouge. 1°. Ed. Buenos Aires, EDUCA, 2009, 22 FRÍAS, PEDRO J., La libertad religiosa en Occidente, en AA.VV., La libertad religiosa en la Argentina, Coordinado pro Roberto Bosca. CALIR - F. ADENAUER, 2003. http://www.calir.org.ar/libro/02.pdf 23 Integraron, además de Frías, el Consejo, los ex Secretarios de Culto, Angel M. Centeno y Juan Carlos Palmero, Roberto Bosca, Ricardo Docampo, Mario Ringler, Mario Feferbaum, Raúl Scialaba, Jorge H. Gentile, Hilario Wynarczyk y Susana Hallar El Kadri. Juan Navarro Floria, Jefe de Gabinete de la Secretaría de Culto, y Octavio Lo Prete, asesor contratado de la misma, prestaron una invalorable colaboración. 11 ocho años menos), eso nunca lo distanció en el trato, la espontaneidad y humildad con que se integraba. El resultado fue el anteproyecto que no alcanzó a pasar de ahí por la interrupción del gobierno del Presidente de la Rúa en diciembre de 2001. En ese turbulento 2002 los que participamos de aquellas reuniones en el ámbito de la Secretaría de Culto coincidimos en seguir esa experiencia como asociación, la que tomó el nombre de Consejo Argentino para la Libertad Religiosa. Muy naturalmente, Frías fue elegido presidente honorario, y como tal siguió participando de las actividades de CALIR, como fue el Congreso Internacional llevado a cabo en la UCA en abril de 2008, donde siguió con interés las intervenciones, entre ellas la de varios comprovincianos y discípulos. Respecto al anteproyecto de ley de libertad religiosa que CALIR hizo suyo y que es la base de los que siguieron, el último de los cuales de la diputada Cinthia Hotton, Frías decía que era “lo posible”. La expresión indicaba que el resultado no satisfaría las máximas aspiraciones que podían tener iglesias y confesiones religiosas, pero que el resultado, fruto de la concertación, significaba una notable mejora con relación a lo existente hasta ahora. Como en tantos otros aspectos de nuestra vida nacional, qué sabias son estas palabras “lo posible”, que es también o por eso, el arte de la política. V FINAL En su prólogo al segundo libro publicado por CALIR 24 , Frías consideraba que vivíamos “tiempos ambiguos, porque de la amistad podemos pasar a la cooperación”. Y citando una obra editada por la Universidad Católica de Córdoba, escribe: “el mayor desafío cultural para el hombre moderno enfrentado al complejo e impredecible proceso de globalización consiste en cultivar una actitud pluralista capaz de “buscar posiciones intermedias entre la relativización interminable y el fanatismo reactivo. Ante la cultura global emergente, esto significa adoptar posiciones intermedias entre la aceptación y la resistencia militante, entre la homogeneidad global y el aislamiento parroquia. Cada Iglesia, y desde luego la 24 FRIAS, PEDRO JOSÉ. Prólogo en AA.VV. La libertad religiosa en la Argentina, ROBERTO BOSCA JUAN G. NAVARRO FLORIA, compiladores. 1ª. Ed. Konrad Adenauer Stiftung-CALIR, 2007, p. 9. http://www.calir.org.ar/libro/LaLibertadReligiosaenelDerechoArgentino.pdf . 12 Católica, debe interpretar nuestro tiempo, que por ambiguo que sea es el tiempo del Señor, de esa libertad que Dios dejó en la persona racional para testimoniar en su vida la fe y, lamentablemente, cada vez más aún, su falta de fe. Surge la secularidad como “fenómeno transcultural característico de nuestra época, que no por ser secular se plantea como antagónico a lo sagrado” (Panikkar). Pero ya sabemos que tendremos que convivir con esos antagonismos, últimamente muy notorios en nuestro país” Pedro Frías llegó a los noventa años sin celebraciones, golpeado por la pérdida de Nenina, su esposa, compañera en los caminos de la fe y de la vida y báculo de su vejez. Para quienes llegaban a su departamento en la calle Bolívar, cerca del Palacio de Tribunales que inauguró su padre gobernador, tenía a mano algún libro de su inagotable biblioteca, como cuando, antes, en reuniones, visitas, congresos, era habitual que abriera el portafolio y extrajera alguna reciente publicación suya para ofrecer a colegas y amigos. En mis dedicatorias, releo ahora, con gratitud con emoción esta palabra: “fraternalmente”. El 2 de abril pasado partió a la Casa del Padre. Esperaba con ansia ir al encuentro de su Señor y descansar de sus fatigas en la felicidad eterna. Partió un argentino noble, cabal, grande, sobre todo, bueno. Un jurista que marcó rumbos. Un hombre de la cultura. Escuchó lo que Pablo VI definía en “Ecclesiam Suam” 25: “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio”. El mismo lo encarnó así, en la claridad, la afabilidad, la confianza y la prudencia, ya que “con el diálogo así realizado se cumple la unión de la verdad con la caridad y de la inteligencia con el amor”. Amó a la Iglesia y la sirvió con la libertad de los hijos de Dios. La Iglesia en la Argentina tiene en él un digno exponente de la pléyade de laicos ilustres que fueron, no sin esfuerzos, tensiones e incomprensiones, testigos del Evangelio y ciudadanos comprometidos de la patria terrena en cuya construcción plasmaron su vocación. PABLO VI, Carta Encíclica “Ecclesiam suam” (1964). ttp://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_06081964_ecclesiam_sp.html 25 13