6ª Bienal del Mercosur: La tercera orilla del río Gabriel Pérez-Barreiro En “La tercera orilla del río”, cuento escrito por João Guimarães Rosa en 1962, un hombre decide –de pronto, inexplicablemente– irse a vivir a un bote en medio del río en cuyas orillas había llevado, hasta entonces, una vida aparentemente normal junto a su familia. El bote, de manera igualmente inexplicable, permanece inmóvil en su ubicación. Como después de un cierto tiempo la familia termina aceptando su silenciosa, obstinada presencia, él pasa a constituir una tercera orilla, que cambia para siempre la ecología cultural de ese río. Esta metáfora de una tercera orilla resuena en distintos niveles con la necesidad humana –y profundamente contemporánea– de superar las oposiciones binarias que estructuran nuestras vidas. Tras un siglo XX plagado de juegos de suma cero entre izquierda y derecha, lo formal y lo social, lo local y lo global, el bien y el mal, lo viejo y lo nuevo, o cualesquiera otras construcciones mutuamente destructivas, la tercera orilla abre la posibilidad de una perspectiva independiente, un espacio entremedio que hace posible ver, considerar y juzgar ambas alternativas. La tercera orilla es, por tanto, un espacio radicalmente independiente, libre de dogmas o imposiciones, propicio a la observación. La tercera orilla, además, reúne a los antiguos antagonistas en un único espacio de discusión. A ella podría estar refiriéndose Heidegger en su análisis de la imagen del puente: “El puente […] no sólo une las orillas ya existentes. Recién en el paso del puente se destacan las orillas como orillas […] Lleva río, orilla y tierra firme a la recíproca vecindad. El puente congrega la tierra como paisaje en el entorno del río.” 1 En un paisaje mental, el puente es la tercera posición que reúne a las dos ideologías opuestas, lo que permite adoptar una distancia crítica respecto de ambas, y verlas como parte de un mismo sistema. ¿Cómo se aplica esta metáfora de la tercera orilla a la 6ª Bienal del Mercosur? 2 Para responder a esta pregunta es necesario, primero, analizar la historia y los desafíos que enfrentó la Bienal en sus diez años de existencia.3 La Bienal del Mercosur surgió en 1996 como una alternativa regional a la Bienal de San Pablo, en un intento de los líderes económicos y artísticos de Porto Alegre por convertir a su ciudad en un polo cultural. En un loable golpe al chauvinismo regional, decidieron tomar el Cono Sur de Sudamérica como área cultural propia, por lo que adoptaron el nombre del entonces recientemente fundado bloque comercial del Mercosur como marco de referencia. Si bien este término no carece de problemas – teniendo en cuenta el fracaso del Mercosur para generar una efectiva integración regional, y la 1 Martin Heidegger, Construir, habitar, pensar. Córdoba, Alción, 1997, p. 31. Uso el término “metáfora” y no “tema”, porque considero la tercera orilla más como una posición desde donde observar que como un tema a ser ilustrado. 3 V. Gaudêncio Fidelis, Uma História Concisa da Bienal do Mercosul. Porto Alegre, Fundação Bienal do Mercosul, 2005. 2 invisibilidad del término fuera de América del Sur–, lo cierto es que estableció un área de acción a la vez regional e internacional. El curador de la 1ª Bienal del Mercosur, Frederico Morais, asumió el desafío de organizar y estructurar una historia del arte latinoamericano alternativa y no eurocéntrica, para lo cual describió los vectores ideológicos en los que era posicionada la producción artística de diferentes países latinoamericanos.4 Las bienales subsiguientes adoptaron una aproximación más tradicional, puesto que nombraban un curador por cada uno de los países del bloque, otro por Chile, y otro más por el país invitado en cada edición. Con el tiempo, la consecuencia inevitable de esta estructura fue el predominio de artistas y paradigmas brasileños, así como la insistente selección de los mismos curadores y artistas, en especial de los países más pequeños. La relativa falta de conocimiento y contacto entre los países latinoamericanos torna particularmente difícil el desarrollo de un discurso curatorial integrado, a la altura de un proyecto de esta escala. Con los años, la Bienal del Mercosur ha creado en América Latina un espacio de encuentro único entre artistas de diferentes naciones y contextos, con el resultado de que, al día de hoy, Porto Alegre probablemente haya tenido un contacto mayor con la producción artística de los demás países latinoamericanos que ninguna otra ciudad de la región. El desafío consiste en encontrar una estructura que no torne homogéneas las diferentes expresiones culturales y respete las particularidades y diferencias que existen dentro del continente. Los desafíos de la 6ª Bienal se plantearon en tres frentes: la necesidad de un nuevo modelo curatorial y geográfico, la necesidad de desarrollar aún más la relación con el público y una reforma estructural de la administración y la gestión, de modo de garantizar el futuro del proyecto. En relación con el primer problema, de orden geográfico, la dirección de la Bienal decidió contratar a un curador en jefe no brasileño y darle libertad para que propusiese un nuevo modelo. Si bien las autoridades de la Bienal tenían interés en expandir el ámbito geográfico de la muestra, e incluso internacionalizar su perfil, el contexto de la última década revelaba un panorama mundial saturado de bienales internacionales, todas relativamente similares entre sí. La estructura hasta entonces regional de la Bienal de Porto Alegre limitaba el radio de acción de la muestra pero, a la vez, impedía que se convirtiese en una parada más del circuito internacional del arte. Un planteo implícito en esta cuestión, por tanto, era si la Bienal debía estar al servicio del público local o apuntar a uno más internacional. Y, de estar verdaderamente al servicio del público local, ¿podría de esta manera establecer un nuevo modelo o paradigma capaz de destacarse en el ruedo internacional? Esta cuestión geográfica comportaba inevitablemente una reforma de la estructura curatorial. Si las alternativas posibles eran la cerrada representación nacional o el consenso global, la metáfora de la Este enfoque resurgió años más tarde en la exposición “Heterotopías”, curada por Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea en el Museo Reina Sofía, de Madrid. Una versión revisada se presentó en el Museum of Fine Arts, de Houston, en 2004, con el título “Inverted Utopias”. Que yo sepa, hasta el momento no se ha reconocido esta primera aplicación del modelo de vectores o constelaciones al arte latinoamericano, lo cual es un síntoma de la invisibilidad que la estructura curatorial estadounidense, siempre “descubridora”, impone sobre las iniciativas latinoamericanas. 4 tercera orilla venía a ofrecer un nuevo modo de pensar la cuestión. ¿Y si existiera un modelo intermedio? ¿Y si fuera posible encontrar uno que permitiera analizar la geografía cultural en lugar de la geografía política? ¿Y si se diera lugar al artista, más que al curador nacional o al diplomático, para dibujar el mapa? El desafío consistía en encontrar un modelo que siguiera arraigado en la región del Mercosur, pero que no quedara limitado a ella. La solución era discutir una bienal a partir del Mercosur, más que del Mercosur. Así, este modelo podía eludir algunas de las limitaciones de su predecesor, a la vez que mantener una conexión legítima y dinámica con el lugar de enunciación: una región con pocos pero valiosos mecanismos de colaboración cultural en el nivel regional. La estructura de la 6ª Bienal refleja esta preocupación por medio de varios proyectos: Conversas, en el que artistas de los países del Mercosur invitan a otros artistas dejándose guiar más por la afinidad o diálogo que por la geografía; Zona Franca, que privilegia la visión de cuatro curadores, a los que se da la posibilidad de presentar proyectos en Porto Alegre, y Três Fronteiras, en el se trae a artistas internacionales a la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay para reflexionar sobre la complejidad de las relaciones entre los países del Mercosur. Evidentemente, para que esta estructura funcionara los curadores tenían que poder librarse de la función tradicional de representar a sus países y tener la libertad de trabajar en cada proyecto sin que sus elecciones quedaran limitadas a un solo ámbito geográfico. Aún si este modelo de Bienal en un tercer espacio entre lo local y lo regional pareciera abrirle nuevos horizontes a la exposición, sigue pendiente la pregunta acerca de cómo conectarse con un público predominantemente local antes que con el público esperable de los parroquianos del mundo del arte internacional. Para esta sexta edición, se creó la figura del curador pedagógico, de modo de asegurar desde el principio la integración de estas preocupaciones en la estructura de la Bienal. El artista y educador Luis Camnitzer, designado para el cargo, desarrolló un amplio programa pedagógico, basado en dos principios fundamentales: por un lado, considera al visitante de la Bienal un creador potencial, ya cargado de contenido, y no un recipiente vacío al que hay que llenar de información; por otro, asume que las obras de arte no son objetos para el consumo pasivo, sino canales de comunicación que deben ser comprendidos activamente. Este programa pedagógico, para el objetivo de construir sentido, se basa en un modelo conversacional. En tal sentido, también procura crear una tercera orilla entre las intenciones expresadas en la obra de arte y el contenido aportado a la obra de arte por el espectador. Es en esta “tercera orilla”, que depende tanto de la obra como del espectador, donde se generan el sentido y el contenido. El programa pedagógico fue desarrollado inicialmente por medio de sesiones en las que se buscaba conocer la reacción de los maestros, los estudiantes y los mediadores que habían participado en ediciones anteriores de la Bienal. Vale la pena señalar que, desde sus orígenes, la Bienal del Mercosur ha prestado especial atención a la educación como así también a las tareas de divulgación, una característica que ya la hacía única entre las bienales internacionales y que a su vez brindó una sólida base preexistente a este nuevo programa pedagógico. Lo innovador del programa desarrollado por Camnitzer reside en la filosofía adoptada, así como en el hecho de anticiparse a los procesos. Allí donde la educación era tradicionalmente uno de los últimos programas en ser desarrollados, ahora era el primero. Dado que las escuelas constituyen uno de los públicos fundamentales de la Bienal –existe un programa de traslado gratuito en autobús que prevé unas 240 mil visitas–, el desarrollo de materiales para los maestros pasó a ser una prioridad. En marzo de 2007, al comienzo del ciclo lectivo, se distribuyeron en todas las escuelas del estado de Rio Grande do Sul –estatales, municipales y privadas– cajas de ejercicios pedagógicos basados en veinte obras de arte que estarán incluidas en la exposición de la Bienal en septiembre. Estos ejercicios se diseñaron con el objetivo de estimular el pensamiento crítico y podían aplicarse en cualquier aula sin necesidad de mayores recursos. Al presentar algunas de las ideas contenidas en las obras de arte, la intención era que la visita a la exposición fuera la culminación –y ya no el punto de partida– del proceso educativo. La exposición misma de la Bienal también contendrá varios mecanismos que permitirán a los visitantes tener un mejor acceso a las ideas subyacentes a las obras. Cerca de veinte artistas fueron invitados a participar de un programa en cuyo marco aceptaron mantener un cierto nivel de compromiso e interacción con los visitantes de la Bienal. Estos artistas proporcionarán una breve declaración de intenciones sobre su trabajo. Las declaraciones se colocarán cerca de la obra, en una “estación pedagógica” o stand donde se centralizará la información sobre el autor y su producción. Luego se invitará a los visitantes a aportar ideas sobre las obras, para acto seguido colocarlas en la estación junto a la declaración de intenciones del artista. El objetivo es crear mecanismos de ida y vuelta, así como transferir al visitante la responsabilidad de la interpretación. Una vez más, lo que interesa es desactivar el juicio “me gusta/no me gusta” –que es la manera más común de valorar el arte–, en favor de una posición más crítica, que considere la obra de arte como una operación que exige ser comprendida antes que como un producto de consumo. En la exposición, será central el rol del mediador. Los mediadores son 200 estudiantes universitarios que en su mayoría han trabajado en bienales anteriores. Para la 6ª Bienal se modificó su entrenamiento, poniendo menos énfasis en la historia del arte y más en las técnicas que les permitan tratar con el público y responder a sus preguntas. A partir de algunos conceptos de la filosofía pedagógica de Paulo Freire, se definió la función del mediador ya no como una transferencia de información hacia el visitante, sino como una construcción de sentido junto con él. Como parte de su entrenamiento, los mediadores también visitarán escuelas. De ese modo podrán entender mejor la realidad cotidiana de maestros y alumnos, que constituyen el grueso de los visitantes de la muestra. Todas estas estrategias educativas son parte integral de la Bienal. Si bien cualquier proyecto de gran escala está lleno de riesgos y dificultades, esta edición de la Bienal efectivamente intenta desplazar el énfasis desde la voz autoral del marco curatorial hacia la conversación íntima que puede darse entre las obras de arte unas con otras, entre una obra de arte y un visitante y, en última instancia, entre ese visitante y su propio entorno.