3 29 de OCTUBRE de 2012 FRANCISCO SOLANO URÍAS Ocaso y decepción La expectativa que generó al asumir la presidencia estatal del PAN se desinfló rápidamente; de ahí en adelante, su gestión se caracterizó por atizar los enconos internos, contradicciones y perder el control del partido FRANCISCO CUAMEA S obre el escritorio de Francisco Solano Urías, entre papeles y otros documentos, alguna vez estuvo un libro de empastado modesto que no llamaba mucho la atención. El autor era Cicerón y su obra estaba lista sobre el mueble para ser leída y consultada cuando se requiriera, en la oficina de la casona de Malecón y Rubí, en Culiacán. El fi lósofo y orador romano dijo en su tiempo que para ejercer el poder sobre los demás hombres valía más ser amado que ser temido. Si acaso fue el consejo que el presidente del PAN en Sinaloa buscó en esas páginas, al parecer, no le funcionó. No fue ni amado ni temido. El estilo del ingeniero civil de carrera, y con una trayectoria de casi 40 años en las fi las panistas, fue contradictorio en todos los sentidos. Rayó en lo unipersonal y autoritario, aunque su liderazgo fue débil. Se rodeó de un equipo que no le pudiera hacer sombra, siendo su principal “consejero” Jaime Blancarte, ahora Regidor de Culiacán. Finalmente su presidencia se convirtió en un grupo más, confrontado con el resto. Con Guadalupe Carrizoza Cháidez, ex delegado de la Sagarpa, sostuvo una confrontación “a muerte” animado en gran medida por Blancarte, la cual fi nalmente ganó, pues Carrizoza Cháidez fue retirado de la delegación. Antes, tuvo diferencias con quien fue su secretario general, Domingo Félix, y logró no solamente despedirlo del puesto, sino que hasta lo expulsaran del PAN. También quitó de la coordinación de la bancada a Yudit del Rincón Castro, entonces identificada con Carrizoza. No obstante, no pudo agarrar los hilos de la fracción. Ahora, en el ocaso de su presidencia, en el PAN se percibe un vacío de poder que hasta ha provocado advertencias de que la dirigencia del panismo sinaloense ronda el peligro de ser infi ltrado por poderes fácticos ajenos a la doctrina del albiazul y que en otro tiempo combatió. Solano Urías llegó en 2008 a la presidencia del Comité Directivo Estatal con una bandera de haber triunfado sobre el “establishment” blanquiazul. Creó una alta expectativa de que recobraría el espíritu panista ante el declive que vivió la institución en la gestión de Roberto Gastélum. Ese globo se desinfló rápido. Había llegado en corcel de renegado, cuestionando que mafias se habían apoderado del PAN durante la presidencia de Roberto Gastélum y que a eso se debía la escandalosa derrota en las elecciones locales de 2007. Incluso, por sus críticas, por poco y lo inhabilitan para contender por la dirigencia estatal, pues debido a ellas fue sometido a proceso de la Comisión de Orden, de la cual formó parte durante 15 años. Pudo librarse de la sanción, compitió y ganó. Su figura, de alrededor de 1.60 metros de altura, representaba el talante forjado en años de lucha, de suela, sudor y saliva, contra el régimen prista. Era el prototipo de “sangre azul”. El primer reto le llegaría con las elecciones interme- dias de 2009, cuando se eligieron las diputaciones para la Cámara de Diputados, entonces dio oportunidad a nuevos rostros en el abanico albiazul de Sinaloa. El PAN, sin embargo, perdió los ocho distritos federales ante un PRI que, en boca de su entonces dirigente estatal, Cenovio Ruiz Zazueta, se jactó de ello. “Nos llevamos el ochito”, declararía entonces el priista. No obstante, la votación a favor del PAN en una elección intermedia, que se caracteriza por la baja participación, se elevó, pues en 2009 el albiazul obtuvo el 34 por ciento de los votos, cuando en 2003, la elección intermedia inmediata anterior, alcanzó apenas el 25 por ciento. De cualquier manera no le alcanzó para superar el voto duro del PRI, y perdió “el ochito”. En esa elección saldría una de las contradicciones que más afectarían la presidencia de Solano Urías: su extravío entre la institucionalidad y la obediencia. A la derrota de 2009 mucho aportó la dirigencia nacional del PAN, entonces encabezada por Germán Martínez Cázarez, pero Solano se “cuadró” y no supo o no pudo defender a sus candidatos. Llegaría el 2010 y con él las elecciones por la Gubernatura de Sinaloa. Solano Urías fue uno de los principales promotores de una coalición opositora. Convenció y entonces pactaron ir juntos PAN, PRD y Movimiento Ciudadano. El PT también iba pero, ante indicaciones de Andrés Manuel López Obrador, se retiraron del convenio de coalición en la parte de la candidatura a la Gubernatura. Una vez pactada la coalición, la siguiente tarea era conseguir candidato. El ingeniero Solano, como le llaman, apostó y operó para que el ex Rector de la UAS, Héctor Melesio Cuén Ojeda, fuera el abanderado panista a la Gubernatura. Además, entonces consideraba que Mario López Valdez no tenía oportunidad de encabezar la coalición. La línea llegó de nuevo del Centro del País. La dirigencia nacional dio luz verde para que el priista fuera el abanderado. Solano “apechugó”. Malova fue designado el candidato a Gobernador en la coalición opositora y desde entonces casi todos le aplauden y se esmeran en ganarse su simpatía. Hasta los panistas.