Las cuatro marcas de la resurrección

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Las cuatro marcas de la resurrección
Mateo 28:1-15
En 1 a los Corintios 15: 14 Pablo nos habla de la centralidad de la resurrección de Cristo. Dice,
“Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe”. Sin la
resurrección no hay cristianismo. Pero en efecto Cristo ha resucitado y sobre el testimonio de las
Escrituras y la experiencia de fe de los creyentes a través del tiempo, podemos celebrar la
seguridad de la victoria de Cristo sobre la muerte. En este tiempo recordamos el día que como
ningún otro dividió la historia de los seres humanos en dos y marcó un nuevo comienzo para
todos los que creen en Él. Hoy quiero hablarles un poco de algunos vislumbres de ese día sin
igual.
La resurrección es un acto de desobediencia civil. 1-4. Los principales religiosos de Israel
temían que los discípulos de Cristo fueran a robarse el cuerpo muerto de Jesús y luego dijeran
que había resucitado. Estos religiosos, de las denominaciones saducea y farisea, pidieron a
Pilato, el representante del imperio colonial romano, que sellara con cuerdas y cera la piedra que
tapaba la entrada de la tumba para que pudiera notarse si alguien trataba de forzarla. Además le
pidieron a Pilato que pusiera una guardia de soldados para vigilar la tumba de día y de noche.
Con lo que ellos no contaban era que el poder de Cristo era más grande que una puerta sellada y
un grupo de soldados. Así, en un acto de abierta desobediencia civil contra los poderes religiosos
y políticos, Cristo se levantó de entre los muertos, sin que Pilato ni los enemigos de Cristo
pudieran impedirlo. La resurrección de Cristo marcará eventualmente el cambio del imperio
romano y la fe cristiana se extenderá por Europa y otras partes del mundo. Con la resurrección,
Cristo demostró ser quien era: el Hijo de Dios y Dios mismo, cuyo poder es más grande que
todos los poderes del diablo, el pecado y la muerte. Ese mismo poder también nos levantará un
día a todos los cristianos. Ese mismo poder está disponible el día de hoy para vivir una vida de
propósito y libertad personal y como pueblo de Dios.
La resurrección es la derrota del miedo. 5-6. En el relato de Mateo, dos mujeres discípulas de
Cristo habían ido temprano en la mañana del domingo a la tumba de Jesús. Ella fueron testigos
presenciales de un hecho portentoso. Cuando estaban frente a la tumba, “hubo un gran terremoto,
porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre
ella”. Los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Las mujeres también
tenían miedo. Pero el ángel les dijo, “No temáis”. La resurrección de Cristo es el fin de todo
temor. Toda condenación e inseguridad se acaban cuando contemplamos al Cristo resucitado,
Aquel que completó de esa manera su obra de salvación. Sus discípulos puede estar seguros en
Él. Nada ni nadie podrá dañarnos mientras estemos debajo de sus alas y su protección. La muerte
y todo mal ha sido derrotado por la muerte de Cristo y su resurrección.
La resurrección es una gran noticia para compartir. 7-10. ¡Lo que sigue es la historia de un
avivamiento! El ángel le dijo a las mujeres que fueran a dar las noticias de la resurrección de
Cristo a los discípulos que estaban en Jerusalén. Las mujeres obedecieron de inmediato y fueron
corriendo, “con temor y gran gozo” a dar las noticias. Y mientras iban de camino, se les apareció
Cristo, porque Él está con nosotros cuando vamos a compartir de Él. Y ellas lo adoraron, porque
mientras le obedecemos, Él produce adoración en nosotros. Y Jesús les repitió las palabras del
ángel: No tengan miedo, vayan y cuenten estas noticias. Cuando somos impactados por Dios, no
podemos permanecer callados ni indiferentes. Somos movidos a cumplir nuestro llamado más
alto.
La resurrección es un llamado a enfrentar la oposición. 11-20. Pero junto al avivamiento, el
gozo y la bendición, a menudo vienen las dificultades que producen los enemigos de Dios. Ellos
se confabulan y planean para dañar la obra del Señor. Sin embargo, Cristo volvió a asegurar sus
corazones. Les indicó que Él tenía todo poder y que daba de ese poder a sus discípulos para que
siguiéramos llevando las buenas noticias del evangelio a todo el mundo.
No hay duda. La historia de la última semana de Cristo sobre la tierra es la más portentosa de la
historia humana. Nada puede comparársele. Y lo maravilloso es que nosotros formamos parte de
esos eventos. Cuando oímos una vez esta historia, no podemos hacer otra cosas que venir
arrodillados ante su presencia y adorarle. Su muerte no ha sido en vano. ¡Su resurreción nos
confirma que Él es el Señor y que en sus manos estamos seguros por siempre!
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Sábado 21 de abril, 2012
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