El dragón rojo; Thomas Harris

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Asesinos en Serie
Segundo Parcial
El Dragón Rojo: Los límites de lo humano.
Los personajes de la literatura tienen la implacable capacidad de quedarse guardados en la memoria colectiva,
pues crean una suerte de aura que permanece con los lectores; cuando leemos una novela nos impregnamos
del olor de su realidad ficticia (que en muchos casos es más real que nuestra realidad) y parecemos coexistir
en su tórrido microcosmos donde cualquier cosa puede ocurrir. Y tal vez allí reside el inmenso valor del
género literario más sublime de todos, la novela: en una novela, el buen lector, que se introduce y no crea
distancia psicológica entre su existencia y el espectáculo que tiene en frente, puede asesinar a una vieja
usurera y luego sucumbir ante la culpa; puede vender su alma al demonio y permanecer intacto con el paso de
los años, mientras un retrato suyo sufre las transformaciones propias de la edad y de la corrupción del alma;
puede despertar en una pequeña aldea de casas de barro donde siempre es lunes y siempre es marzo, esperar
pacientemente la llegada de los gitanos y permanecer inmune a la peste del insomnio; puede vivir en la
civilización propuesta por Huxeley, entre drogas calmantes y un envidiable frenesí sexual; puede inclusive,
despertar una mañana y descubrir que se ha convertido en un pequeño insecto. Las posibilidades son infinitas,
y aún así, toda novela muestra algún aspecto de la humanidad; cada personaje ilustra pasiones.
De esos maravillosos personajes, que existen más allá de su dimensión textual y que verdaderamente son
inmortales, tal vez los más temidos, por verosímiles y espeluznantes, en la historia de la literatura moderna,
son los personajes de Thomas Harris. ¿Quién no siente escalofríos al pensar en el Doctor Hannibal Lecter? Es
imposible no erizarse al leer su frases en las novelas de Harris, sentido que claramente ha sido asistido por el
impecable trabajo de Hollywood al menos en la primera película donde aparece este psicópata; El Silencio de
los Inocentes.
Sin embargo, al doctor Lecter muy pocas veces lo vemos en acción. Fue atrapado por Will Graham al final de
los 70's, y sólo es abordado para proporcionar una punto de vista diferente en las investigaciones de otros
asesinos. Así ocurre en la investigación por los asesinatos de cierto personaje que llamado El Duende
Dientudo por los investigadores; El Dragón Rojo por sí mismo.
Francis Dolarhyde y su desagradable deformidad; Francis Dolarhyde y incontrolable gusto por la muerte.
Intentaremos establecer la naturaleza de las patologías que padece este personaje y que lo han llevado a
convertirse en semejante monstruo.
Empecemos por analizar sus primeros años de vida.
Nace con un defecto congénito; labio leporino. SU madre lo rechaza por odio al padre y por su deformidad.
Lo abandona en un orfanato donde sin duda alguna es víctima de maltrato desde muy temprana edad. Su
dificultad con el habla, y el constante rechazo de los otro niños, lo llevan a ser un pequeño retraído,
asustadizo, solitario. A los seis años, es rescatado por su abuela, quien lo lleva a vivir con ella en una gran
casa convertida en ancianato. Francis crece rodeado de ancianos, y su única amiga es la cocinera. La abuela le
da protección, pero le es imposible quererlo verdaderamente. Se recuerda un episodio que marca la historia de
Dolarhyde: Pequeño, de aproximadamente 9 años, se orina en la cama. Esto sucede porque le tiene miedo a la
oscuridad, y la luz se encuentra apagada. No la puede prender porque su abuela ha instalado los interruptores
muy arriba, precisamente para que Francis no pueda prender y apagar la luces a su antojo todavía.
Consternado, humillado, sale de su cama y se dirige al cuarto de a vieja. Al verla dormida, decide meterse en
la cama a su lado y apretarse fuertemente contra ella, quien se despierta y advierte lo que ha ocurrido. jamás
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he visto un chico tan desagradable y sucio como tú es lo primero que le dice. Posteriormente, lo lleva al baño
y lo despoja de su pijama, toma unas tijeras y lo amenaza con castrarlo: palabra de honor que te lo cortaré si
vuelves a mojar la cama. El niño siente pánico, y jamás logra olvidar estas frases. Posteriormente, es
amenazado de nuevo al ser descubierto mostrándole sus parte íntimas a una pequeña niña vecina. Después de
esta segunda amenaza descubre el pacer inmenso que le causa matar animales.
Podemos observar que la infancia de Dolarhyde no es precisamente la más afectiva de todas. El abandono por
parte de la madre es muy traumático. E niño no comprende por que lo abandonan, siente el rechazo más puro
y más primario. Esto evidentemente lo llena de odio con la madre, odio que será advertido por el doctor
Bloom cuando este analiza la escena del crimen. La dedicación del dragón a las mujeres asesinadas, Leeds y
Jacobi, demuestra que esa es la figura que más le interesa poseer; despersonalizar, interiorizar. La muerde
para ingerirla, la quiere para él, pero al mismo tiempo la quiere desfigurar, y evidentemente no quiere ser
visto.
El abandono total para un niño puede ser gran causa de psicosis en el joven adulto, según el psicoanálisis.
Según las visiones más biológicas del asunto, la psicosis se debe a cierta afabilidad genética a tal distorsión de
personalidad.
En Dolarhyde vemos que nunca se ha sentido aceptado, ni siquiera por su madre, y tal vez por eso cree que
está transformándose para llegar a un estado superior de existencia única. Debe adquirir poder para no ser
aplastado; al igual que Kafka, lo ha sido en repetidas ocasiones.
Ahora bien, podemos ver un detalle que sí es genético y que contribuye al desprendimiento de nuestro
personaje: la deformidad. Tal defecto congénito produce sentimientos fuertes de auto compasión. Semejante
sensación tan abrumadora se desata en síntoma psicóticos como el aislamiento, la asociabilidad y el
desprendimiento de la realidad. Esto lo podemos ver en su delirio de dragón. El aislamiento es tan vasto y tan
doloroso, que el sujeto crea vínculos con fragmentos de su inconsciente. Deja de haber una barrera tan gruesa
entre estos contenidos y los de su consciente, y esto genera una distorsión de su percepción sobre lo que es
real; una amplia confusión entre lo que existe y lo que se imagina. Esto es, además, gran causal del rechazo
que recibe de las personas. Por lo tanto, su rabia se ve enteramente canalizada a través dela agresividad contra
las personas bonitas.
El otro punto significativo es el episodio de la abuela, la amenaza de castración. Freud, al hablar del Complejo
de Edipo, afirma que el niño, cuya atracción por la madre, de carácter sexual inconsciente, ya le induce
bastante culpa, siente una constante amenaza por parte del padre, que es su figura autoritaria y poderosa, y que
además posee a la madre. A este miedo al padre lo denomina ansiedad de castración, y genera rivalidad y
miedo para con el padre. Ahora bien, el miedo a ser castrado representa el miedo a ser incompletado como
hombre y a convertirse en persona obsoleta.
La señora Dolarhyde, que si bien le había dado muestras de amor y protección al pequeño Francis, en este
momento dejó de ser una figura maternal querida, para convertirse en un adulto más, capaz de maltratar al
niño. Por eso, este momento constituye una ruptura en la personalidad de nuestro personaje. Desde este punto
ya no hay forma de que Dolarhyde pudiera crecer para convertirse en una persona común y corriente. Es la
gota que rebasó la copa, y constituye una fuente amplísima de maltrato psicológico que indudablemente
refuerza sus rasgos psicóticos.
Ya adulto, Dolarhyde y sus inclinaciones hacia la barbarie, encuentran en el asesinato de familias la
realización como individuo y la satisfacción sexual que tanto hace falta.
En términos Freudianos tempranos, podemos hablar de homeostasis. El individuo tiene una carga psicótica
fuerte. Pasado de maltrato infantil, rechazo constante, personalidad esquiva y retraída. Todo esto implica
mucha represión, mucho control de estímulos para no hacer, ni hacerse, daño.
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Después del segundo episodio de amenaza de castración, el joven Dolarhyde despierte en la madrugada y
decide que debe cuidar a su abuela. Se acerca a ella con un hacha y la levanta, imaginando que es un ladrón o
alguien que le va a hacer daño. Verdaderamente el quiere matar a aquella vieja que se encuentra dormid sin
dientes. Pero sabe que no lo puede hacer, y por eso la distorsión fantasiosa. A continuación, decide matar una
gallina. Está desplazando su deseo de acabar con la abuela hacia un animal inocente. Esta dinámica ocurre por
que el Yo debe guardar celosamente que no se cometan actos que puedan generar sentimiento de culpa. El
impulso viene de adentro, pero la parte inconsciente del Yo, sabe que no lo puede dejar salir de esta manera,
así que lo combate de diversas maneras. Son mecanismos de defensa; represión, desplazamiento, proyección,
escisión, racionalización, sublimación, negación etc., y su tarea es la de mantener el equilibrio entre las
fuerzas de la psiquis; esto es, no permitir que afloren ciertos impulsos tal como son, para no desbalancear la
actividad psíquica.
Ahora bien, el psicótico generalmente no puede hacer represión, que es el mecanismo por excelencia de los
neuróticos. Tampoco pueden sublimar porque su odio es demasiado para poder crear cosas que obedecen a
esos impulsos dañinos. Lo que hacen es escindir; rompen en dos partes, a veces una es buena y otra es mala, a
veces una es loca y otra cuerda. Dolarhyde escinde en el momento que ve el cuadro de William Blake. Rompe
con su identidad y empieza convertirse en el dragón. En adelante, lo que hace es proyectar sus deseos de
retribución a los que le han hecho daño, en otros. Los impulsos agresivos, que no puede reprimir como la
mayoría de las personas, salen a flote desplazados.
Algo similar ocurre con los impulsos sexuales. Al no ser capaz de formar relaciones sociales, no tiene
contacto sexual normal. Así que desplaza ese deseo hacia el momento de desfigurar, devorar, y penetrar con
objetos a las mujeres que mata. No permite que le vean para que no le rechacen, y las obliga a estar con él de
la misma manera en la que a él lo obligaron a estar solo.
Todos sus deseos, que están proyectados de diversas maneras, ( por ejemplo, dice que se está transformando,
cuando verdaderamente está siendo aceptado por el poder que le proporciona ser asesino) y que se desplazan
hacia nuevos objetos, son sumamente fuertes, casi incontrolables. Esto, sumado a los rasgos psicóticos
provenientes de las experiencias traumáticas de la infancia y a su deformidad (y, por consiguiente, dificultad
en el habla), nos entrega un individuo sumamente peligroso; todo un dragón rojo.
El último momento de la homeostasis implica una suerte de explosión en la que el individuo ya no puede
contener todas esa fuerzas de la mente. Todo sale, y se asesina a alguien. Siente tanto placer al liberarse, que
debe seguir haciéndolo.
Debo anotar que el hecho de que Dolarhyde se haya enamorado de Reba Mclaine no lo excluye como
psicótico grave. En el momento de la escisión, se conserva cierta afinidad con el mundo real. Es decir, el
individuo no es totalmente ajeno a lo que ocurre a su alrededor; aunque delira notoriamente, puede continuar
racionando de manera normal y por eso es que puede ser un asesino organizado.
En este caso específico, el dragón tiene un momento d lucidez cuando va a matar a Reba y no lo tolera,
prefiere morir antes que verla morir a ella. Es la única persona que lo ha aceptado como es, y no le puede
hacer daño. Sin embargo, su estado ya es bastante avanzado como para poder normalizarse y olvidar todo, no
es posible.
HARRIS, Thomas, El Dragón Rojo, 1981, EMECE Editores S.A., Barcelona, España, 1997.
Esto es desde un punto de vista psicoanalítico. Un biólogo seguramente querría hacer experimentos sobre el
síndrome del Supermacho (estructura cromosómica XYY), sobre alguna anormalidad en el cerebro o
cualquier otro defecto congénito para explicar la naturaleza asesina de Dolarhyde o cualquier otro psicópata
similar.
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