La Radio Pública Local - Communication for Social Change

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La Radio Pública Local
Alfonso Gumucio Dagron
Acabo de leer el libro “Radio Pública Local”, de Manuel Chaparro Escudero, y quiero comentarlo
por su relevancia con la situación de las radios comunitarias en Bolivia. Si bien el libro de
Chaparro aborda específicamente la trayectoria de las radios municipales de España, con un
capítulo sobre el contexto europeo, las enseñanzas de esa experiencia merecen ser más conocidas
en nuestro país, porque es muy posible que en un futuro cercano el proceso de descentralización
política y administrativa conocido como la Participación Popular derive en la creación de
emisoras de radio municipales, como sucedió en España.
Manuel Chaparro es un amigo de América Latina y de Bolivia en particular, ya que como
profesor universitario en la Universidad de Málaga y como activista de la comunicación
participativa, ha apoyado numerosas iniciativas de radio comunitaria en nuestra región, y ha
seguido de cerca el proceso que hace unas semanas culminó con el Decreto Supremo firmado por
Carlos Mesa, que reconoce la necesidad de una normatividad diferenciada para las radios
comunitarias, por su papel en la promoción de la cultura y de los valores locales.
Bolivia ha recorrido mucho camino desde fines de los años cuarenta, cuando la primera emisora
minera surgió en el país. Estos cincuenta años de historia de luchas sociales han permitido
acumular un enorme capital de experiencia con radios mineras y campesinas, y sin embargo, las
radios comunitarias se ven obligadas todavía a luchar por su mera existencia y reconocimiento.
Mientras las radios mineras de Bolivia se toman como ejemplo de comunicación participativa en
todo el mundo, en el país atraviesan dificultades enormes para sobrevivir, gracias al esfuerzo de
individuos, más que te redes o instituciones. La firma del decreto presidencial, por ejemplo, se
logró gracias al esfuerzo y tesón de una persona, José Luis Aguirre, mientras que las redes de
radios existentes mantenían un perfil bajo y se aislaban unas de otras.
La trayectoria de las radios municipales de España, que con lujo de detalles y estadísticas narra
Chaparro en su libro, es inspiradora. Poco sabemos en esta parte del mundo de las 601 emisoras
municipales españolas que se han desarrollado sobre todo en las regiones autonómicas de
Cataluña, Andalucía y Galicia. La primera –en el municipio cordobés de Pozoblanco- nació
todavía bajo la dictadura franquista, en 1974, y fue pionera en su decisión de presentar una
alternativa al centralismo y a la censura de los medios. En 1979, con la reconquista de la
democracia y la puesta en valor de las autonomías, comenzaron a surgir nuevas emisoras. Los
nombres de estas radios pioneras tienen sabor a leyenda: Radio Areyns (1979) en Cataluña, Radio
Pizarra (1979), Radio Lebrija (1981) y Radio Aljarafe (1983) en Andalucía, y Radio Fene (1984)
en Galicia.
Al igual que muchas de nuestras radios comunitarias latinoamericanas, las primeras españolas
“estaban montadas con equipos caseros y kits de fabricación artesanal, en locales completamente
improvisados, desde áticos a sótanos, pasando por garajes y graneros”, según nos cuenta Manuel
Chaparro. Sin embargo, el contexto de las autonomías, las luchas regionales por el
reconocimiento de la voluntad de los pueblos, la recuperación de las lenguas que habían sido
reprimidas por el franquismo, y una nueva valoración de lo local como contrapeso de lo nacional,
permitieron plantear la existencia de las radios locales como una responsabilidad que debían
asumir lo municipios, como parte de sus funciones a favor de la educación, de la cultura y de la
participación. Añade Chaparro: “los asuntos que afectaban a la ciudadanía encontraban
soluciones más cercanas, una vez que la democracia dotó a los municipios de contenido, y éstos
recuperaron parcelas de poder”.
Tiene muchísima lógica que si entendemos la descentralización y el fortalecimiento del poder
local como una manera de estimular la participación ciudadana en los asuntos que tienen que ver
con su desarrollo social, cultural y económico, la radio local sea también una responsabilidad
asumida por los municipios, como lo son la educación, la salud y la cultura. El derecho a la
información puede ser mejor servido desde un concepto de cercanía y participación de la sociedad
civil, y para ello, los municipios tienen que invertir y abrir las puertas a la comunidad. En el caso
de Bolivia, como en España, esto sería factible a través de las organizaciones territoriales de base
(OTB) y los consejos de vigilancia conformados por ciudadanos.
La investigación de Manuel Chaparro muestra que el camino no ha sido fácil. Por una parte, las
emisoras municipales tuvieron que enfrentarse al centralismo de Madrid, particularmente cuando
gobernaba la derecha, que luego se aglutinó en el Partido Popular. La llegada del partido
Socialista al poder, con Felipe González, significó en cambio una mayor apertura, aunque
también el riesgo de que en las municipalidades ganadas por los socialistas, éstos tuvieran la
tentación de utilizar las emisoras como instrumentos de propaganda. Otras amenazas, todavía
vigentes, surgieron del sector de las radios privadas, aglutinadas en una poderosa organización, la
Asociación Española de Radiodifusión Privada (AERP), que nunca cesó de ejercer presiones a
través de sus influyentes contactos en círculos gubernamentales. Los argumentos de la AERP son
los mismos que utilizan los poderoso dueños de medios en nuestros países: la banda de
frecuencias ya está saturada, la radios de servicio público no deben recibir ayudas del Estado,
debe prohibirse a las emisoras comunitarias contar con espacios publicitarios…
Para hacer frente al poderío de las radios privadas, que constataban que las preferencias de la
audiencia local favorecían a las radios municipales, estas comenzaron a organizarse en redes que
pudieran representarlas adecuadamente en el proceso de lucha por un legislación más justa. Así
nacieron las asociaciones EMUC (Cataluña), EMA (Andalucía) y EMUGA (Galicia), y todas
ellas crearon la Coordinadora de Asociaciones de Emisoras Municipales (CAEM).
Las propias emisoras municipales, conscientes de que debían negociar ciertas condiciones para
obtener su reconocimiento legal, establecieron normas que fueron aceptadas, por ejemplo ocupar
las frecuencias de radios entre 107.0 y 107.9, restringir la publicidad a menos del 10 % del tiempo
de programación, limitar la potencia de los transmisores de acuerdo a la población de los
municipios y la altura de la antena a 37,5 metros, entre otras. Estas restricciones eran de alguna
manera compensadas con un presupuesto municipal asignado a las emisoras, suficiente para
cubrir más de la mitad de los gastos corrientes.
Los principios que defienden las radios municipales de España son los mismos que se defienden
en otras latitudes. En las palabras de Chaparro: “La garantía del servicio público implica mayores
compromisos y sólo puede existir cuando la actividad radiodifusora logra situarse por encima de
los intereses de mercado, cuando se busca un ascendente sobre la audiencia en beneficio del
progreso, cuando se intenta el nivel útil de información de las audiencias antes que contentar o
proyectar autocomplacencia. Radio competente antes que competitiva.”
La experiencia española, hoy consolidada, no ha sido una taza de leche. Además de las presiones
políticas y del sector privado, muchos municipios, sobre todo en Andalucía, han cometido
prevaricato al ceder las emisoras municipales, a intereses privados. Esto, a mi juicio, tiene mucho
que ver con la falta de participación de la población local en la gestión y programación de las
emisoras. Un alcalde puede obrar a espaldas del pueblo, cuando éste se lo permite. En teoría,
según nos informa Chaparro, la Ley Reguladora de Bases Locales establece que “los agentes
sociales, asociaciones vecinales y representantes públicos de todas las fuerzas, tengan opinión y
voz, bien estando presentes en los consejos de administración o a través de los consejos asesores
creados al efecto”.
La relevancia de la experiencia española a la situación de las radios comunitarias en Bolivia es
notoria. El potencial de las emisoras municipales es enorme, si se consolida la Participación
Popular y sus mecanismos de vigilancia por parte de la población. Las emisoras locales con
apoyo municipal, serían una solución frente a la situación bastante crítica de las emisoras
comunitarias, que dependen cada vez más de la iglesia o de financiamiento externo. El panorama
de la radiodifusión independiente en Bolivia se complica aún más en la medida en que irrumpen
cada vez más emisoras de grupos evangélicos que no persiguen fines de desarrollo comunitario,
sino de propaganda religiosa. Alianzas entre las radios comunitarias existentes y el poder
municipal descentralizado, podrían abrir el camino a una extensa red de radios de proximidad,
comunitarias y municipales, que tengan definidas por ley las premisas esenciales de las emisoras
de servicio público a favor de la educación, de la cultura y de la participación, para un desarrollo
social y económico que tome en cuenta las aspiraciones locales en lugar de las imposiciones
verticales.
(7 de Julio 2004)
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