MENSAJE PASCUAL DEL AÑO 2011

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MENSAJE PASCUAL DEL AÑO 2011
DE LOS OBISPOS DE LA REGIÓN PATAGONIA-COMAHUE
“Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría,
y hasta los confines de la tierra" (Hech 1,8)
1.- Celebrar la Pascua es siempre motivo de fiesta y alegría por tomar parte y celebrar lo esencial de nuestra vida cristiana: la muerte y la resurrección de Cristo. Efectivamente nuestra vida cristiana no se fundamenta en especulaciones,
ideas u opiniones personales, sino en una persona, en Jesucristo que “pasó su vida haciendo el bien…” (Hech 10,38).
Aparecida nos recuerda: “A todos nos toca recomenzar desde Cristo… que da un nuevo horizonte a la vida, y con ella,
una orientación decisiva” (DA 12)
De Cristo resucitado nace una realidad nueva: el pueblo de los pobres, el pueblo de los necesitados de Verdad
y Vida, el pueblo de los que han abierto su corazón al Evangelio y se han convertido, y se siguen convirtiendo día a
día. Nosotros somos este pueblo, cada Pascua debe renovar en nosotros esta realidad.
Hoy la certeza de que Cristo resucitó nos renueva la convicción que sólo Él puede colmar plenamente las expectativas de todo corazón humano y responder a los interrogantes más inquietantes, (el dolor, la injusticia y el mal, la
felicidad, el destino, la muerte misma y el más allá). Esa fe debe transformarse en vida en cada uno de nosotros. Él es
la luz que nos hace ver ante tantas luces que encandilan y nos impiden ver a nuestro alrededor. Sólo Él es el Camino,
la Verdad y la Vida.
2.- La pascua de Jesús nos llama a una respuesta de amor a quien nos amó primero y “hasta el extremo” (Jn 13, 1). Ser
discípulos de Jesús es ser testigos de que Cristo es la verdadera Vida. La voz del profeta Isaías anuncia con toda su
fuerza nuestra responsabilidad: “llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la
liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor” (Is.61,1-2). Testigos y
misioneros de Jesús Resucitado “en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.
Mirando la Iglesia que nace de la Pascua nos encontramos con hombres y mujeres que se descubren llamados y enviados para ser testigos elegidos y responsables de una Buena Noticia, a la que está vinculada la salvación de
la humanidad. La fe pascual llenó sus corazones de un ardor y celo extraordinario, que los llevó “hasta los confines de
la tierra” dispuestos a afrontar cualquier dificultad e incluso la muerte.
3.- Cuando pensamos hoy en el significado de la expresión testigos “en Jerusalén, Judea, Samaría y los confines de la
tierra”, debemos pensar en todos los ambientes donde se teje la vida humana: los lugares del poder, los lugares donde
se deciden los rumbos de la historia, como así los lugares del olvido, de la marginación donde la vida de muchos no
cuenta y es denigrada, los lugares de la vida cotidiana y familiar, los lugares del trabajo y de la educación, como así
también los lugares de esparcimiento y descanso. La pascua nos lanza siempre a nuevos horizontes, nuevos caminos a
recorrer, a ser testigos “hasta los confines de la tierra”. Aparecida lanza este mensaje con insistencia: “discípulos misioneros sin fronteras, dispuestos a ir a la otra orilla” (DA 376).
4.- Quisiéramos compartir ahora con ustedes algunas reflexiones sobre dos dimensiones que hoy reclaman nuestra
coherencia cristiana entre pensamientos, palabras y acciones, entre profesión de la Fe y práctica de la vida que construye el Reino:
1) La Vida como primer derecho de toda persona.
Son demasiados los atropellos diarios que muchos sufren respecto a este primer derecho de toda persona humana: la
vida. Basta pensar para cuántos hombres y mujeres se cierran hoy las posibilidades de trabajo o de un trabajo digno y
justamente remunerado, como también el acceso al cuidado de su salud, o a la educación de calidad, o una vivienda
digna que estará siempre lejos de sus reales posibilidades. Nos golpea constatar cómo el derecho de muchos a nacer
es sometido a decisiones simplistas y mezquinas. Añádanse los cuadros de desnutrición infantil que se registran en
nuestro país, particularmente entre los niños aborígenes. También la violencia que amenaza diariamente la vida de
muchos; esa violencia que nace de la desesperanza o de buscar cada uno resolver sus intereses al margen del bien
común; como así mismo, la violencia que en cierta manera es “tolerada y fomentada” por las mismas instituciones del
estado. No podemos dejar de mencionar también el mundo de “las adicciones” que destruye la vida de muchos.
La vida es un don, el don más precioso, que debe ser cuidado. Nadie puede excusarse de esta responsabilidad, todos tenemos mucho por aportar. Como cristianos el compromiso frente a la vida es impostergable. Por eso,
cuando la vida es frágil en las madres embarazadas, en los pobres, en los adictos, en los ancianos, nos hacemos cargo, ya que cuidar la vida es la mejor tarea.
5.- Cabe entonces en esta Pascua preguntarnos como personas y como comunidad cristiana
Frente a la urgencia para muchos de trabajo, vivienda, salud y educación: ¿qué podemos aportar?
Frente a la pobreza que amenaza la vida de tantos: ¿hacemos efectiva nuestra solidaridad? ¿crece en nosotros la pobreza evangélica, la austeridad?
Frente a las propuestas de la “despenalización del aborto” ¿estamos convencidos que “toda vida humana
es un don”?, ¿qué caminos recorremos para anunciar esta buena noticia? ¿qué podemos ofrecer para que cada niño y
niña encuentren al nacer, cama, alimento y sobre todo unos brazos sanos y amorosos de padres y madres que los
guíen y acompañen en su crecimiento? Y en el caso que los propios padres no pudieran acoger esa vida pequeña y
frágil, ¿qué somos capaces de ofrecer para cuidar esa vida?
Frente a la violencia, ¿buscamos descubrir y actuar sobre sus causas? o ¿simplemente apoyamos respuestas que suman más violencia aún, cómo por ejemplo, “más cárceles”, “baja de la edad de imputabilidad”, “más policías
en nuestras calles”, “más alarmas y rejas”?
Frente a las adicciones: ¿cuál es nuestra acción concreta?, ¿exigimos a nuestras autoridades enfrentar el
problema en sus raíces?
Asumir ser misioneros y testigos de la vida nos abre un panorama grande. Allí queremos estar, creemos en la fuerza y la luz que nos trae Jesús Resucitado para responder a estos desafíos. Sabemos que el camino pasa por unirnos,
unirnos entre familias, participando en juntas vecinales y asociaciones que asuman esta urgencia de Vida plena desde
la honestidad y la justicia.
2) La responsabilidad ciudadana de los destinos de la patria.
6.- En este año tenemos la responsabilidad de elegir las autoridades de nuestra patria en todas sus instancias. No debemos eludir, ni minusvalorar, este momento de nuestra historia. Lo queremos vivir en el marco del bicentenario de
nuestra patria (25 de mayo 2010 – 9 de julio 2016), mirando nuestra historia con sus luces y sombras y asumiendo la
responsabilidad que hoy nos compete. No queremos ser simplemente habitantes de esta tierra, sino verdaderos ciudadanos. Esta responsabilidad de elegir nuestras autoridades no puede ser “algo más que hay que hacer”, ni tomarla
como “todo da lo mismo, de nada sirve”, estas expresiones que muchas veces surgen en las conversaciones cotidianas,
pueden y deben revertirse.
Debemos entonces conocer a quién vamos a votar y cuál es su proyecto para evitar sorpresas a futuro. A
quienes se presentan como candidatos debemos exigirles que expresen sus proyectos sobre los grandes temas que
hacen a la Patria con claridad, sin ambigüedades y con el compromiso de coherencia frente a ellos. Para esto debemos
fomentar todos los caminos de encuentro, participación e intercambio posibles. Esto nos compromete a formarnos sólidamente en la Doctrina Social de Iglesia, mal podríamos discernir si no conocemos. Los medios de comunicación social
en este campo pueden brindar un aporte muy valioso, buscando interpelar a los candidatos, poniendo de manifiesto sus
proyectos, señalando las definiciones ausentes, dando voz a quienes seguramente tienen ideas y proyectos valiosos y
no pueden hacerse escuchar.
También en este tiempo preelectoral no nos sumemos a tantos proselitismos, corrupción, agresiones, mentiras
y dilapidación de bienes, hechos que lamentablemente existen. Esto es ante todo responsabilidad de los candidatos,
pero también de todos nosotros ciudadanos que, con nuestros silencios o poca participación o intereses personales,
nos hacemos cómplices.
7.- Desde Jesús Resucitado tenemos mucho que aportar; nuestra fidelidad a Jesús no puede dejarnos ausentes. Además de nuestra oración por la patria y por quienes serán nuestras autoridades, debemos, con la fuerza y la luz de Jesús, asumir nuestro protagonismo para proyectar un país en justicia y verdad, y elegir con libertad e inteligencia quienes
podrán contribuir a la realización de este proyecto. El Papa Benedicto XVI nos confirma en este camino al decir: “La
Iglesia no tiene como tarea propia emprender una batalla política, sin embargo, tampoco puede ni debe quedarse al
margen de la lucha por la justicia y bienestar de todos” (DA 546),
Pedimos al Señor, por intercesión de María que fue fiel en toda su vida al proyecto salvador de su Hijo, que
nos conceda la gracia de ser testigos y defensores creíbles del don de la vida y constructores de la dignidad de esa
vida.
Con nuestro afecto fraterno, los bendecimos y les deseamos ¡Feliz PASCUA de RESURRECCIÓN!
Abril del 2011
Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo Coadjutor de Neuquén) Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del Río Negro), Miguel Ángel D’Annibale (Obispo Auxiliar electo de Río Gallegos), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma) Fernando C. Maletti (Obispo de San Carlos de Bariloche)
Marcelo A. Melani, sdb (Obispo de Neuquén) Juan C. Romanín, sdb (Obispo de Río Gallegos) José Slaby, C.ss.r.
(Obispo de la Prelatura de Esquel) Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma) Néstor H. Navarro y José Pedro
Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle del R. N.)
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