Mensaje del Lic. Ramiro Podetti a los egresados de la Facultad de Humanidades Señor rector, autoridades universitarias, colegas, graduandos, señoras y señores. Al saludar a los nuevos licenciados en nombre del claustro docente y del Consejo de la Facultad de Humanidades quiero en primer lugar agradecer en mi propio carácter de graduado de esta Facultad la decisión y el empeño de la Universidad de Montevideo al haber creado la segunda Facultad de Humanidades del Uruguay: Permítanme una breve reflexión sobre la significación de este hecho. Hay un valor históricamente reconocido de la formación humanística que se ha mantenido aun en las sociedades donde el auge científico técnico desplazó a la filosofía y a las humanidades del centro del mundo del conocimiento. Esa vigente continuidad de su valor en el mundo de hoy aunque ahora tal vez marginal, no central, bastaría para marcar la existencia de esta Facultad. Por otra parte el crecimiento irrefrenable de la especialización en el conocimiento, algo muy propio de la lógica técnica predominante, hace que se renueve el aprecio por la visión abarcadora, propia de las humanidades. Pero el comienzo del nuevo siglo está planteando un desafío aun más grande en este campo. Más que de un cambio de siglo se habla de un cambio de época y efectivamente nos sentimos en medio de un período de aceleradas transformaciones iniciado ya en los últimos lustros del siglo XX. Y junto a la sorpresa casi cotidiana de nuevos recursos tecnológicos paradójicamente asistimos a la propagación de incertidumbre en los más diversos espacios de la vida. Tal falta de certezas tiene un aspecto negativo, a veces muy preocupante por cierto, cuando conduce a la indiferencia, al relativismo y aun al cinismo. Pero por otra parte esta situación es justamente la que está volviendo a instalar a las grandes interrogaciones sobre la realidad y el destino de la persona humana en un lugar crecientemente importante. Es una búsqueda que se expresa de muy variadas formas y que se canaliza también de modo múltiple, a veces con propuestas que son de corto alcance o que se instalan porque de algún modo atienden a esa necesidad de respuestas. Los avances científicos que suscitaran en su momento una suerte de optimismo tecnológico han pasado a traducirse cada vez más en infinidad de objetos para alimentar un consumo insaciable. De modo que sus grandes metas de hace apenas una generación se desdibujan y aun ciertas conquistas científicas plantean serios dilemas éticos. No se trata por supuesto de poner dudas sobre el valor de la ciencia y la técnica, muchísimo menos en sociedades como las nuestras por el contrario urgidas de un mucho mayor desarrollo relativo que el conocimiento científico. De lo que se trata es de constatar la necesidad creciente de que la filosofía, la teología, las humanidades mantengan y actualicen su menester de reflexión, docencia e investigación. En la reflexión tomando parte e incentivando el diálogo sobre nuestra realidad y su futuro. En cuántos ámbitos les sea dado hacerlo. En la docencia contribuyendo a la formación del criterio y a la modulación de la realidad en los niveles medio y superior de la enseñanza, tal como se practica en nuestra universidad, es decir, pensando en la importancia de la formación humanística para todas las carreras profesionales. En la investigación finalmente propiciando un trabajo riguroso y metodológicamente consistente que amplíe el espectro de corrientes y de ideas aplicadas en estas disciplinas. Suele decirse que no hay vacíos en política de modo que si una fuerza se repliega de inmediato su espacio empieza a ser ocupado por otra. En el campo de las creencias y las convicciones profundas de las personas tampoco hay vacíos. Las humanidades están llamadas por historia y por definición a ocuparse de aquellos interrogantes permanentes que siguen reapareciendo como necesidad social. Si su presencia es poca, débil o nula, otras propuestas acudirán al llamado del vacío, de sentido lúcido por la crisis de convicciones. Hace unos años nos visitó quien popularizara la consigna “Más Platón y menos Prozac”. Más allá del sentido de oportunidad de quienes hayan colocado esa filosofía también como un instrumento de dirección espiritual o de asistencia psicológica rescato el hecho como un signo entre otros de esta revaloración de disciplinas a las que en algún momento se consideró superfluas o poco útiles. He querido entonces comenzar por destacar esta voluntad de que la institución universitaria tome en cuenta la creciente necesidad social de renovadas respuestas a estos renovados problemas. Las cuestiones humanas de fondo son siempre las mismas pero no solo se expresan de modo distinto sino que requieren que las respuestas salgan del corazón y las personas de hoy atentas a los desafíos de su contemporaneidad. En estrecha vinculación con esto quisiera dejar también una suerte de mensaje para los nuevos graduados. En primero lugar para los que fueron mis compañeros de clase Julio y Nicolás, hoy Licenciados en Humanidades, especialidad en historia, pero creo que es un mensaje por supuesto entendible para todos. Se trata de unas palabras de Dostoievsky conocidas en una clase de seminario de filosofía contemporánea de nuestra Facultad hace uno años y dice más o menos así: “Todos somos responsables de todos y uno más que nadie. Se trata de una exigencia muy grande. Tal vez alguien pueda juzgarla desmesurada para nuestras debilidades humanas pero cualquier caso quiere la fuerza de una orientación general para la conducta, tiene el valor de alejarnos del riesgo de encerrarnos en la satisfacción de las propias necesidades, de solidarizarnos en la suerte de los demás, de encontrarnos sin darnos cuenta repitiendo “¿soy yo acaso el guarda de mi hermano?”. Se supone que nos preparamos profesionalmente como parte de nuestra realización, como personas, pero también lo hacemos para servir, en el servicio está lo medular de esa realización. Pero el camino del servicio se abre desde el sentimiento de la responsabilidad para con el otro. En esa apertura hacia el otro, en esa libertad enriquecida por la responsabilidad, que es capacidad de responder al otro está, tal vez, el mensaje más importante del humanismo filosófico. Y habando de humanismo quisiera hacer una última reflexión. Muchos de ustedes saben que la Universidad de Montevideo prefirió organizar sus estudios humanísticos de modo tal de ofrecer la posibilidad del componente interdisciplinario y se egresa como Licenciado en Humanidades con el agregado de la especialidad sea filosofía, historia, letras o educación. No se si es por esta razón, pero entre los primeros graduandos y graduados he escuchado con cierta frecuencia el apelativo de Humanistas. Tal vez se use en otros lugares, yo estoy más bien familiarizado con la denominación de las disciplinas. Sin embargo me resulta muy apropiado este nombre. Quiero recordarlo aquí para festejar la graduación de Julio y Nicolás, y decir que desde hoy el Uruguay cuenta con dos nuevos humanistas. Muchas gracias.