El corazón y sus enfermedades

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El corazón:
Víscera muscular hueca, agente principal de la circulación de la
sangre. El corazón humano tiene el tamaño aproximado de un puño y está situado en la parte media de la
cavidad torácica, en el espacio de separación de ambos pulmones, delante de la columna vertebral, del esófago
y de la porción descendente de la aorta. La capa serofibrosa que recubre al corazón se llama pericardio, y el
epicardio es la lámina visceral del pericardio, que se halla en contacto directo con el corazón; por su parte, el
endocardio es la membrana que recubre la superficie interna del corazón.
La túnica muscular recibe el nombre de miocardio, conjunto de fibras estriadas e involuntarias que presenta
dos tipos de tejidos
diferenciados: las miofibrillas (de función contráctil) y el tejido
de conducción (responsable de llevar el estímulo a la contracción
cardíaca). La pared interna del miocardio está revestida por el
endocardio, mientras que la exterior la recubre el pericardio. El
corazón se halla vascularizado por dos arterias, las coronarias
derecha e izquierda. Las venas desembocan directamente en la aurícula derecha, y los nervios nacen todos de
los plexos cardíacos. Presenta dos partes casi iguales: el corazón derecho y el izquierdo, cada uno con un
ventrículo y una aurícula comunicados por un orificio, el auriculoventricular, provisto de dos válvulas, la
mitral y la
tricúspide.
Los ventrículos son cada una de las dos cavidades inferiores, tanto
derecha como izquierda; tienen forma de cono invertido, perforado en su base por dos aberturas, y reciben la
sangre de las aurículas.
Están separados por el tabique interventricular. El ventrículo
derecho recibe la sangre de la aurícula derecha a través de la
válvula tricúspide, y la expulsa por la arteria pulmonar a los
pulmones, donde tiene lugar el intercambio gaseoso, y cuya estructura impide que la sangre refluya hacia el
ventrículo tras una contracción cardíaca. En el ventrículo izquierdo, la sangre procedente de la aurícula
izquierda ingresa por el orificio mitral y es expulsada a
toda la circulación mayor a través de la aorta.
Las aurículas, por su parte, son cada una de las dos cavidades
superiores del corazón y son las encargadas de recoger la sangre
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procedente de las venas. Su estructura se compone de paredes delgadas y forma cúbica.
Fisiológicamente, el corazón propulsa la sangre por las presiones que se crean en sus cavidades, de manera
que el líquido fluye siguiendo un gradiente de presión. Tales presiones son debidas a contracciones (sístoles)
producidas entre períodos de reposo (diástoles).
El conjunto de actos sinérgicos que tienen por objeto expulsar la sangre recibe el nombre de ciclo cardíaco. La
frecuencia cardíaca varía según las situaciones fisiológicas, lo que permite adaptar el flujo sanguíneo a las
necesidades del organismo.
Estructura y funciones del corazón:
La sangre del organismo, sangre venosa, retorna a la aurícula derecha a través de dos grandes venas, la vena
cava inferior y la cava superior. Además, la sangre que irriga el músculo cardiaco drena directamente en la
aurícula derecha a través de los senos coronarios. El regreso de la sangre venosa a la aurícula derecha tiene
lugar durante todo el ciclo cardiaco de contracción (sístole) y relajación (diástole), mientras que el paso desde
la aurícula derecha al ventrículo derecho ocurre sólo durante el periodo de relajación o diástole, cuando las
dos cavidades derechas forman una cámara común. Al final de la diástole la contracción de la aurícula derecha
completa el llenado del ventrículo derecho con sangre. Las contracciones rítmicas del ventrículo derecho
impulsan la sangre a través de las arterias pulmonares hacia los capilares pulmonares, donde la sangre se
oxigena (véase Respiración). Posteriormente los capilares pulmonares se vacían en las venas pulmonares, que
a su vez desembocan en la aurícula izquierda. El retorno de sangre por las venas pulmonares a la aurícula
izquierda y su paso hacia el ventrículo izquierdo se produce de
forma simultánea, de la misma manera que el retorno venoso a las cavidades derechas. La contracción del
ventrículo izquierdo impulsa de
forma rítmica la sangre hacia la aorta y desde ésta a todas las arterias del organismo, incluyendo las arterias
coronarias que irrigan el músculo cardiaco (miocardio).
Para evitar que la sangre impulsada desde los ventrículos durante la sístole, o contracción, refluya durante la
diástole, hay válvulas localizadas junto a los orificios de apertura de la arteria aorta y de la arteria pulmonar.
Estas válvulas, llamadas sigmoideas o semilunares, están formadas por tres repliegues membranosos
semilunares incurvados en la dirección del flujo de sangre, y que se abren con rapidez bajo presión en dicha
dirección. Cuando la presión original cesa la presión que retrocede favorece la unión de los bordes de los
repliegues. Otras válvulas que impiden el reflujo de la sangre son la válvula tricúspide, interpuesta entre la
aurícula derecha y el ventrículo derecho, compuesta por tres repliegues membranosos triangulares, y la
válvula bicúspide o mitral, entre la aurícula y el ventrículo izquierdos, formada por dos repliegues. Las bases
de los repliegues en las dos válvulas se unen a un surco que existe en la unión de la aurícula y el ventrículo, su
borde libre está anclado por cuerdas tendinosas, denominadas chordae tendinae, a la pared muscular del
corazón. Los repliegues permanecen abiertos hasta que los ventrículos se llenan de sangre. Cuando comienza
la contracción del ventrículo la válvula se cierra por presión. Las chordae tendinae previenen la inversión de
los repliegues durante este periodo de presión sistólica.
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La frecuencia de los latidos del corazón está controlada por el sistema nervioso vegetativo, de modo que el
sistema simpático la acelera y el parasimpático la retarda. Los impulsos nerviosos se originan de forma
rítmica en un nodo o nudosidad nerviosa especial, conocido como seno o nodo sinoauricular, localizado en la
aurícula derecha cerca de la vena cava superior. Los impulsos viajan a lo largo de un delgado haz o entramado
de fibras neuromusculares llamado haz de His o haz auriculoventricular, que tras detenerse en el nodo o
nódulo auriculoventricular se ramifica en dos vertientes, una para cada ventrículo. A través de estas fibras
especializadas el impulso nervioso estimula, a gran velocidad y en una secuencia ordenada conocida, la
contracción de las fibras musculares cardiacas.
Aunque la excitación nerviosa, algunos fármacos y ciertas sustancias químicas de tipo hormonal que segrega
el corazón (véase Estimulantes) influyen sobre la frecuencia cardiaca, el músculo cardiaco es por sí mismo
contráctil y continúa latiendo con una frecuencia regular y
constante, incluso cuando se interrumpen todas las conexiones con el sistema nervioso.
En el embrión el corazón deriva de la fusión de las dos aortas ventrales, que forman un órgano pulsátil único.
Más tarde se formará un tabique interauricular y un tabique interventricular (partición) que lo dividirá en
corazón izquierdo y derecho. Sin embargo, la separación no se completa hasta que los pulmones comienzan a
funcionar tras el parto. Antes del nacimiento la sangre se oxigena en la placenta y regresa a la aurícula derecha
a través de la vena cava inferior. Más tarde, la válvula de Eustaquio la dirige a través del agujero oval, que es
un orificio persistente en el tabique interauricular. Después del nacimiento, la válvula de Eustaquio
involuciona convirtiéndose en un vestigio y, por lo general, el agujero oval se cierra aunque puede persistir en
el adulto con tamaño variable en una quinta parte de la población.
El corazón produce dos sonidos en cada ciclo del latido. El primer tono es sordo, y está causado por la
vibración de las válvulas auriculoventriculares y por la contracción de las fibras musculares ventriculares. El
segundo tono es más agudo y se debe al cierre repentino de las válvulas aórticas y pulmonares. En las
enfermedades cardiacas estos ruidos regulares pueden ser reemplazados o estar acompañados por soplos,
originados por el paso violento de la sangre a través de orificios o válvulas anómalas. La identificación de
dichos soplos tiene gran importancia para el diagnóstico.
La Sangre:
Es sustancia líquida que circula por las arterias y las venas del organismo. La sangre es roja brillante o
escarlata cuando ha sido oxigenada en los pulmones y pasa a las arterias; adquiere una tonalidad más azulada
cuando ha cedido su oxígeno para nutrir los tejidos del organismo y
regresa a los pulmones a través de las venas y de los pequeños vasos denominados capilares. En los pulmones,
la sangre cede el dióxido de carbono que ha captado procedente de los tejidos, recibe un nuevo aporte de
oxígeno e inicia un nuevo ciclo. Este movimiento circulatorio de sangre tiene lugar gracias a la actividad
coordinada del corazón, los pulmones y las paredes de los vasos sanguíneos.
Composición de la sangre
La sangre está formada por un líquido amarillento denominado plasma, en el que se encuentran en suspensión
millones de células que suponen cerca del 45% del volumen de sangre total. Tiene un olor característico y una
densidad relativa que oscila entre 1,056 y 1,066. En el adulto sano el volumen de la sangre es una onceava
parte del peso corporal, de 4,5 a 6 litros.
Una gran parte del plasma es agua, medio que facilita la circulación de muchos factores indispensables que
forman la sangre. Un milímetro cúbico de sangre humana contiene unos cinco millones de corpúsculos o
glóbulos rojos, llamados eritrocitos o hematíes; entre 5.000 y 10.000 corpúsculos o glóbulos blancos que
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reciben el nombre de leucocitos, y entre 200.000 y 300.000 plaquetas, denominadas trombocitos. La sangre
también transporta muchas sales y sustancias orgánicas disueltas.
• Globulos rojos (Eritrocitos):
Los glóbulos rojos, o células rojas de la sangre, tienen forma de discos
redondeados, bicóncavos y con un diámetro aproximado de 7,5 micras
(0,001 milimetros.) En el ser humano y la mayoría de los mamíferos los eritrocitos maduros carecen de
núcleo. En algunos vertebrados son ovales y nucleados. La hemoglobina, una proteína de las células rojas de
la sangre, es el pigmento sanguíneo especial más importante y su función es el transporte de oxígeno desde los
pulmones a las células del organismo, donde capta dióxido de carbono que conduce a los pulmones para ser
eliminado hacia el exterior.
• Globulos blancos (Leucocitos):
Las células o glóbulos blancos de la sangre son de dos tipos principales: los granulosos, con núcleo
multilobulado, y los no granulosos, que tienen un núcleo redondeado. Los leucocitos granulosos o
granulocitos incluyen los neutrófilos, que fagocitan y destruyen bacterias; los eosinófilos, que aumentan su
número y se activan en presencia de ciertas infecciones y alergias, y los basófilos, que segregan sustancias
como la heparina, de propiedades anticoagulantes, y la histamina que estimula el proceso de la
inflamación. Los leucocitos no granulosos están formados por linfocitos y un número más reducido de
monocitos, asociados con el sistema inmunológico. Los linfocitos desempeñan un papel importante en la
producción de anticuerpos y en la inmunidad celular. Los monocitos digieren sustancias extrañas no
bacterianas, por lo general durante el transcurso de infecciones crónicas.
• Las plaquetas:
Las plaquetas de la sangre son cuerpos pequeños, ovoideos, carecen de un núcleo celular, con un diámetro
mucho menor que el de los eritrocitos. Los trombocitos o plaquetas se adhieren a la superficie interna de la
pared de los vasos sanguíneos en el lugar de la lesión y ocluyen el defecto de la pared vascular. Conforme se
destruyen, liberan agentes coagulantes que conducen a la formación local de trombina que ayuda a formar un
coágulo, el primer paso en la cicatrización de una herida.
• El plasma sanguineo:
El plasma es una sustancia compleja; su componente principal es el agua. También contiene proteínas
plasmáticas, sustancias inorgánicas (como sodio, potasio, cloruro de calcio, carbonato y bicarbonato),
azúcares, hormonas, enzimas, lípidos, aminoácidos y productos de degradación como urea y creatinina. Todas
estas sustancias aparecen en pequeñas cantidades.
Entre las proteínas plasmáticas se encuentran la albúmina, principal agente responsable del mantenimiento de
la presión osmótica sanguínea y, por consiguiente, controla su tendencia a difundirse a través de las paredes
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de los vasos sanguíneos; una docena o más de proteínas, como el fibrinógeno y la protrombina, que participan
en la coagulación; aglutininas, que producen las reacciones de aglutinación entre muestras de sangre de tipos
distintos y la reacción conocida como anafilaxis, una forma de shock alérgico, y globulinas de muchos tipos,
incluyendo los anticuerpos, que proporcionan inmunidad frente a muchas enfermedades. Otras proteínas
plasmáticas importantes actúan como transportadores hasta los tejidos de nutrientes esenciales como el cobre,
el hierro, otros metales y diversas hormonas.
La primera separación de las proteínas plasmáticas para su estudio individual se llevó a cabo en la década de
1920. Durante la II Guerra Mundial se consiguió perfeccionar la técnica, lo que permitió el empleo
de fracciones individuales. Algunos de los resultados de este trabajo incluyen el uso de albúmina sérica como
un sustituto de la sangre o el plasma en las transfusiones, el empleo de gammaglobulinas para una protección
a corto plazo frente a enfermedades como sarampión y hepatitis, y la utilización de globulina antihemofílica
para el tratamiento de la hemofilia.
Formación de la sangre y reacciones:
Los eritrocitos se forman en la médula ósea y tras una vida media de 120 días son destruidos y eliminados por
el bazo. En cuanto a las células blancas de la sangre, los leucocitos granulosos o granulocitos se forman en la
médula ósea; los linfocitos en el timo, en los ganglios linfáticos y en otros tejidos linfáticos. Las plaquetas se
producen en la médula ósea. Todos estos componentes de la sangre se agotan o consumen cada cierto tiempo
y, por tanto, deben ser reemplazados con la misma frecuencia. Los componentes del plasma se forman en
varios órganos del cuerpo, incluido el hígado, responsable de la síntesis de albúmina y fibrinógeno, que libera
sustancias tan importantes como el sodio, el potasio y el calcio. Las glándulas endocrinas producen las
hormonas transportadas en el plasma. Los linfocitos y las células plasmáticas sintetizan ciertas proteínas y
otros componentes proceden de la absorción que tiene lugar en el tracto intestinal.
• Coagulación:
Una de las propiedades más notables de la sangre es su capacidad para formar coágulos, o coagular, cuando se
extrae del cuerpo. Dentro del organismo un coágulo se forma en respuesta a una lesión tisular, como un
desgarro muscular, un corte o un traumatismo penetrante. En los vasos sanguíneos la sangre se encuentra en
estado líquido, poco después de ser extraída adquiere un aspecto viscoso y más tarde se convierte en una masa
gelatinosa firme. Después esta masa se separa en dos partes: un coágulo rojo firme que flota libre en un
líquido transparente rosado que se denomina suero.
Un coágulo está formado casi en su totalidad por eritrocitos encerrados en una red de finas fibrillas o
filamentos constituidos por una sustancia denominada fibrina. Esta sustancia no existe como tal en la sangre
pero se crea, durante el proceso de la coagulación, por la acción de la trombina, enzima que estimula la
conversión de una de las proteínas plasmáticas, el fibrinógeno, en fibrina. La trombina no está presente en la
sangre circulante. Ésta se forma a partir de la protrombina, otra proteína
plasmática, en un proceso complejo que implica a las plaquetas, ciertas sales de calcio, sustancias producidas
por los tejidos lesionados y el contacto con las superficies accidentadas. Si existe algún déficit de estos
factores la formación del coágulo es defectuosa. La adición de citrato de sodio elimina los iones de calcio de
la sangre y por consiguiente previene la formación de coágulos. La carencia de vitamina K hace imposible el
mantenimiento de cantidades adecuadas de protrombina en la sangre. Ciertas enfermedades pueden reducir la
concentración sanguínea de varias proteínas de la coagulación o de las plaquetas.
• Reacciones homeostáticas
Ciertas características de la sangre se mantienen dentro de estrechos límites gracias a la existencia de procesos
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regulados con precisión. Por ejemplo, la alcalinidad de la sangre se mantiene en un intervalo constante (pH
entre 7,38 y 7,42) de manera que si el pH desciende a 7,0 (el del agua pura), el individuo entra en un coma
acidótico que puede ser mortal; por otro lado, si el pH se eleva por encima de 7,5 (el mismo que el de una
solución que
contiene una parte de sosa cáustica por 50 millones de partes de agua), el individuo entra en una alcalosis
tetánica y es probable que fallezca. De igual manera, un descenso de la concentración de glucosa en sangre
(glucemia), en condiciones normales del 0,1% a menos del 0,05%, produce convulsiones. Cuando la glucemia
se eleva de forma persistente y se acompaña de cambios metabólicos importantes, suele provocar un coma
diabético (véase Diabetes mellitus). La temperatura de la sangre no suele variar más de 1 ºC dentro de un
intervalo medio entre 36,3 y 37,1 ºC, la media normal es de 37 ºC. Un aumento de la temperatura de 4 ºC es
señal de enfermedad grave, mientras que una elevación de 6 ºC suele causar la muerte.
Enfermedades sanguineas:
Los trastornos de la sangre proceden de cambios anormales en su composición. La reducción anómala del
contenido de hemoglobina o del número de glóbulos rojos, conocida como anemia, se considera más un
síntoma que una enfermedad y sus causas son muy variadas. Se cree que la causa más frecuente es la pérdida
de sangre o hemorragia. La anemia hemolítica, un aumento de la destrucción de glóbulos rojos, puede estar
producida por diversas toxinas o por un anticuerpo contra los eritrocitos. Una forma de leucemia que afecta a
los bebés al nacer o poco antes del nacimiento es la eritroblastosis fetal.
La anemia puede ser también consecuencia de un descenso de la producción de hematíes que se puede atribuir
a una pérdida de hierro, a un déficit de vitamina B12, o a una disfunción de la médula ósea. Por último, existe
un grupo de anemias originada por defectos hereditarios en la producción de glóbulos rojos (hemoglobina).
Estas anemias comprenden varios trastornos hereditarios en los que los eritrocitos carecen de algunas de las
enzimas necesarias para que la célula utilice la glucosa de forma eficaz.
La formación de hemoglobina anómala es característica de las enfermedades hereditarias que reciben el
nombre de anemia de células falciformes y talasemia mayor. Ambas son enfermedades graves que pueden ser
mortales en la infancia.
El aumento del número de eritrocitos circulantes se denomina policitemia: puede ser un trastorno primario o
consecuencia de una disminución de la oxigenación de la sangre o hipoxia. La hipoxia aguda
se produce con más frecuencia en enfermedades pulmonares avanzadas, en ciertos tipos de cardiopatías
congénitas y a altitudes elevadas.
El déficit de cualquiera de los factores necesarios para la coagulación de la sangre provoca hemorragias. El
descenso del número de plaquetas recibe el nombre de trombocitopenia; la disminución del factor VIII de la
coagulación da lugar a la hemofilia A (hemofilia clásica); el descenso del factor IX de la coagulación es
responsable de la hemofilia B, conocida como enfermedad de Christmas. Diversas enfermedades
hemorrágicas, como la hemofilia, son hereditarias. Hay preparados que incluyen concentrados de varios
factores de la coagulación para el tratamiento de algunos de estos trastornos. En 1984 los científicos
desarrollaron una técnica de ingeniería genética para la fabricación de factor VIII, un factor de la coagulación
de la sangre de vital importancia para las víctimas de la forma de hemofilia más frecuente.
Aunque la formación de un coágulo es un proceso normal, se convierte a veces en un fenómeno patológico
que representa incluso una amenaza mortal. Por ejemplo, en los pacientes hospitalizados durante largos
periodos a veces se forman coágulos en las venas importantes de las extremidades inferiores. Si estos
coágulos, o trombos, se desplazan hacia los pulmones pueden causar la muerte como consecuencia de un
embolismo. En muchos casos dichos trombos venosos se disuelven con
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una combinación de fármacos que previenen la coagulación y lisan los coágulos. Los anticoagulantes incluyen
la heparina, compuesto natural que se prepara a partir de pulmones o hígados de animales, y las sustancias
químicas sintéticas dicumarol y warfarina. Los fármacos que lisan los coágulos, denominados trombolíticos,
incluyen las enzimas uroquinasa y estreptoquinasa, y el activador tisular del plasminógeno (TPA), un
producto de ingeniería genética.
Se piensa que la interacción de los trombocitos con los depósitos de lípidos que aparecen en la enfermedad
cardiaca ateroesclerótica contribuye a los infartos de miocardio. Los compuestos como la aspirina y la
sulfinpirazona, que inhiben la actividad plaquetaria, pueden disminuir los infartos de miocardio en personas
con enfermedad ateroesclerótica.
• La Leucemia:
Enfermedad que se llama también cáncer de la sangre y de los tejidos productores de las células sanguíneas.
Se caracteriza por la sobreproducción de células inmaduras y atípicas de la serie blanca sanguínea, que pasan
luego a los vasos. Las células blancas o leucocitos
se producen en la médula ósea, el bazo, los ganglios linfáticos y otros tejidos endoteliales.
La mayoría de las leucemias no tienen causa conocida. La exposición a radiaciones ionizantes y ciertos
productos químicos como el benceno son algunos de los factores que pueden producir la enfermedad. Se sabe
que la leucemia humana de células T es provocada por dos virus, y algunas leucemias se han relacionado con
ciertas alteraciones cromosomáticas.
Clasificación
Las leucemias pueden clasificarse según la célula sanguínea o la línea celular predominante en la sangre
periférica. De este modo, en la leucemia mielocítica existe un predominio de mielocitos, en la leucemia
linfocítica, abundan los linfocitos inmaduros, y en la leucemia monocítica, los monocitos inmaduros.
Hay dos formas clínicas principales de leucemia, las agudas y las crónicas. Las leucemias agudas son más
frecuentes en niños y adultos jóvenes, y las leucemias crónicas en edades medias.
Los síntomas de las leucemias agudas son la fiebre irregular, el sangrado espontáneo por las encías,
membranas mucosas o bajo la piel, y anemia de rápida evolución. Las leucemias mielocíticas crónicas se
caracterizan
además por el aumento del bazo, y las leucemias linfocíticas crónicas por la tumefacción de los ganglios
linfáticos.
Tratamiento
En el tratamiento de las leucemias se emplean tanto la quimioterapia como la radiación ionizante. En las
leucemias agudas, estos tratamientos tienen una tasa de curación aparente de cerca del 50%, y un 90% de los
pacientes consiguen una remisión de tres años o más. El porcentaje actual de éxito en el tratamiento de las
leucemias mielocíticas crónicas es similar. Una forma poco frecuente de leucemia responde al tratamiento con
interferón. Recientemente, investigaciones llevadas a cabo en China han puesto de manifiesto la existencia de
un marcador mitocondrial capaz de anunciar la aparición de una leucemia aguda. De confirmarse, podría ser
un hallazgo importante para el tratamiento precoz de la enfermedad.
Enfermedades del corazón (Cardiovasculares):
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Los trastornos del corazón son responsables de mayor número de muertes que cualquier otra enfermedad en
los países desarrollados. Pueden surgir como consecuencia de defectos congénitos, infecciones,
estrechamiento de las arterias coronarias, tensión arterial alta o trastornos del ritmo cardiaco.
Las cardiopatías congénitas incluyen la persistencia de comunicaciones que existían en el transcurso de vida
fetal entre la circulación venosa y arterial, como el ductus arteriosus, que es un vaso que comunica la arteria
pulmonar con la aorta, únicamente hasta que se produce el nacimiento. Otras anomalías importantes del
desarrollo afectan a la división del corazón en cuatro cavidades y a los grandes vasos que llegan o parten de
ellas. En los `bebés azules' la arteria pulmonar es más estrecha y los ventrículos se comunican a través de un
orificio anormal. En esta situación conocida como cianosis, la piel adquiere una coloración azulada debido a
que la sangre recibe una cantidad de oxígeno insuficiente. En la antigüedad la expectativa de vida para dichos
lactantes era muy limitada, pero con el perfeccionamiento del diagnóstico precoz y el avance de las técnicas
de hipotermia, es posible intervenir en las primeras semanas de vida, y mejorar la esperanza de vida de estos
lactantes.
Anteriormente, las cardiopatías reumáticas constituían una de las formas más graves de enfermedad cardiaca
durante la infancia y la adolescencia, por afectar al corazón y sus membranas. Esta enfermedad aparece
después de los ataques de la fiebre reumática. El uso generalizado de
antibióticos eficaces contra el estreptococo ha reducido mucho su incidencia, pero todavía en los países en
vías de desarrollo sigue siendo la primera o una de las primeras causas de cardiopatía.
La miocarditis es la inflamación o degeneración del músculo cardiaco. Aunque suele ser consecuencia de
diversas enfermedades como sífilis, bocio tóxico, endocarditis o hipertensión, puede aparecer en el adulto
como enfermedad primaria, o en el anciano como enfermedad degenerativa. Puede asociarse con dilatación
(aumento debido a la debilidad del músculo cardiaco) o con hipertrofia (crecimiento en exceso del músculo
cardiaco).
La principal forma de enfermedad cardiaca en los países occidentales es la aterosclerosis. En este trastorno,
los depósitos de material lipídico denominados placas, formados por colesterol y grasas, se depositan sobre la
pared interna de las arterias coronarias. El estrechamiento gradual de las arterias a lo largo de la vida restringe
el flujo de sangre al músculo cardiaco. Los síntomas de esta restricción pueden consistir en dificultad para
respirar, en especial durante el ejercicio, y dolor opresivo en el pecho que recibe el nombre de angina de
pecho (angor pectoris). La placa de ateroma puede llegar a ser lo bastante grande como para obstruir por
completo la arteria coronaria, y provocar un descenso brusco del aporte de oxígeno al corazón. La
obstrucción, denominada también oclusión, se
puede originar cuando la placa se rompe y tapona el conducto en un punto donde el calibre de la arteria es
menor o cuando se produce un coágulo sobre la placa, proceso que recibe el nombre de trombosis. Estos
hechos son las causas más importantes de un ataque cardiaco, o infarto de miocardio, que frecuentemente
tiene consecuencias mortales. Las personas que sobreviven a un infarto deben realizar una rehabilitación
integral.
El desarrollo de placas de ateroma se debe en gran medida a la ingestión excesiva de colesterol y grasas
animales en la dieta (véase Nutrición humana). Se cree que un estilo de vida sedentario favorece la
aterosclerosis, y la evidencia sugiere que el ejercicio físico puede ayudar a prevenir que el corazón resulte
afectado (véase Forma física). El temperamento perfeccionista, luchador, que se refiere como personalidad
tipo A se ha asociado también con un riesgo mayor de infarto de miocardio, (véase Alteraciones producidas
por el estrés), al igual que el consumo de tabaco (véase Fumar). La aparición de un infarto de miocardio es
más probable en quienes tienen hipertensión. El proceso que
precipita el ataque puede implicar productos secretados por las plaquetas en la sangre. Se han realizado
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estudios clínicos para comprobar si las personas que han padecido un infarto estarán protegidos frente al
riesgo de un segundo ataque una vez que se emplean fármacos que bloquean la acción de las plaquetas. Los
factores de riesgo a los que se ha hecho referencia se pueden clasificar en primarios (hipertensión arterial,
hipercolesterolemia y tabaco), secundarios (sedentarismo y estrés) y terciarios (antecedentes familiares y
otros).
Muchas personas que padecen una angina grave debido a enfermedad aterosclerótica pueden tratarse con
fármacos, como los betabloqueantes (por ejemplo, propanolol) y nitratos, que reducen la carga del corazón.
Los pacientes que no mejoran con medidas farmacológicas suelen recibir tratamiento a través de una técnica
quirúrgica denominada bypass coronario. En este procedimiento, que fue implantado en la década de 1970, se
sutura una parte de una vena de la pierna (safena) a la arteria coronaria ocluida para formar un puente que
evite la zona aterosclerótica. En la mayoría de los pacientes la intervención alivia el dolor de la angina y en
muchos de ellos evita un infarto mortal.
Un segundo procedimiento quirúrgico que se desarrolló durante la década de 1970 para tratar la aterosclerosis
coronaria fue el cateterización y dilatación con balón, o angioplastia coronaria transluminal percutánea. En
esta intervención se introduce en la arteria coronaria un conducto hueco (catéter) con un balón en su extremo.
Cuando el balón alcanza la zona aterosclerótica se insufla. La placa se comprime y se restablece el flujo
normal. Se calcula que una de cada seis intervenciones de bypass pueden ser sustituidas por este método
menos agresivo.
Durante la década de 1970 y principios de la década de 1980 se puso de manifiesto un gran descenso de la
mortalidad por enfermedad cardiaca aterosclerótica en varios países desarrollados. Aunque no se ofreció una
explicación clara de su causa, las autoridades sanitarias la han atribuido a un diagnóstico y tratamiento más
generalizado de la hipertensión arterial y a una disminución de la ingestión de grasas animales en la dieta
media occidental. Sin embargo, la coronariopatía continúa siendo la principal causa de muerte en estos países.
Ciertas personas que fallecen de infarto de miocardio no presentan aterosclerosis clara. Las investigaciones
han demostrado que una disminución del flujo de sangre al corazón puede deberse a una vasoconstricción
espontánea de una arteria coronaria en apariencia sana
(vasoespasmo), que puede contribuir a la aparición de algunos infartos de miocardio en colaboración con la
aterosclerosis.
La frecuencia cardiaca responde a las necesidades del organismo y está sujeta a un amplio intervalo de
variaciones que, por lo general, se encuentran dentro de los límites normales. Las variaciones pequeñas en el
ritmo cardiaco suelen tener un significado mínimo patológico. La alteración del ritmo cardiaco normal recibe
el nombre de arritmia. Cuando además supone una elevación del ritmo se denomina taquiarritmia (fibrilación
ventricular, auricular y sacudidas) mientras que cuando lo retarda se denomina bradiarritmia (bloqueos
auriculoventriculares y de rama). La causa inmediata de muerte en muchos infartos de miocardio, haya o no
aterosclerosis, es la fibrilación ventricular, que conduce a una parada cardiaca. Este tipo de taquiarritmia
origina la contracción rápida e ineficaz de los ventrículos. El ritmo cardiaco normal se puede restablecer con
la aplicación de una descarga eléctrica sobre el tórax.
Los defectos graves en el nodo sinoauricular o en las fibras que transmiten los impulsos al músculo cardiaco
pueden provocar vértigo, desmayos y en ocasiones la muerte. El trastorno más grave es el bloqueo cardiaco
completo. Éste se puede corregir por medio de la colocación de un marcapasos artificial, un dispositivo que
emite descargas eléctricas rítmicas para provocar la contracción regular del músculo cardiaco. La mayor parte
del resto de las arritmias no son peligrosas excepto en quienes padecen una enfermedad cardiaca subyacente.
En estos pacientes, en especial en los que ya han sufrido un infarto, las arritmias requieren un tratamiento a
base de antiarrítmicos como propanolol, lidocaína y disopiramida, entre otros.
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Otra patología frecuente entre las personas de edad avanzada es la afección cardiopulmonar, que suele ser el
resultado de una alteración pulmonar como el enfisema, o de una enfermedad que afecta a la circulación
pulmonar, como la arteriosclerosis de la arteria pulmonar. Otro trastorno presente en los ancianos es la
insuficiencia cardiaca congestiva, en la cual, la función de bombeo de los ventrículos está disminuida. Las
paredes musculares de los ventrículos se dilatan esforzándose por impulsar un volumen mayor de sangre hacia
la circulación, dando origen a una cardiomegalia (aumento de tamaño) característico de este síndrome. Las
personas con este trastorno suelen mejorar con uno de los derivados de la digitalina (véase Digitalis), que
aumenta la eficacia de la función de bombeo del corazón.
• Trombosis:
Bloqueo de un vaso sanguíneo o una cavidad cardiaca por un trombo o coágulo. El trombo se forma a partir
de la fibrina y otros elementos de la sangre denominados plaquetas que se depositan en la superficie interna
del vaso. El trombo se puede formar en una arteria afectada por arteriosclerosis o en una vena cuando la
persona permanece inmovilizada durante mucho tiempo. Cuando la trombosis se produce en una arteria
coronaria, lo que se denomina trombosis coronaria, puede producir un infarto de miocardio o una angina de
pecho. La trombosis se puede prevenir con fármacos que inhiben la agregación plaquetaria, como la aspirina;
fármacos que inhiben la coagulación, como la heparina y enzimas que disuelven coágulos, como la uroquinasa
y la estreptoquinasa. Cuando un trombo se desprende de su origen y circula por la sangre se denomina
embolismo.
• Arteriosclerosis:
Los trastornos que afectan a las arterias pueden implicar inflamación, infección o degeneración de las paredes
de los vasos sanguíneos arteriales. La enfermedad arterial más común, y la que con más frecuencia es causa de
muerte, en especial en los ancianos, es la arteriosclerosis, conocida de forma más popular como
endurecimiento de
las arterias. Este endurecimiento se suele preceder de aterosclerosis, una acumulación de depósitos de materia
lipoide sobre la superficie interna de la pared arterial (véase Ateroma). Los depósitos reducen el flujo normal
de sangre a través de la arteria. Una de las sustancias asociadas con la aterosclerosis es el colesterol.
Conforme progresa la arteriosclerosis, se deposita calcio y se forma tejido cicatricial, lo que origina la pérdida
de elasticidad de la pared arterial. También puede desarrollarse una dilatación localizada de la pared arterial
denominada aneurisma. La arteriosclerosis puede afectar a cualquiera o a todas las arterias del organismo. Si
los vasos sanguíneos que irrigan el corazón están afectados, la enfermedad puede conducir a un trastorno
doloroso que se denomina angina de pecho.
La presencia de arteriosclerosis en la pared de una arteria puede precipitar la formación de un coágulo o
trombo. El tratamiento consiste en la utilización de unas enzimas que disuelven el coágulo, denominadas
uroquinasa y estreptoquinasa. Los estudios indican que determinados compuestos como la aspirina y la
sulfinpirazona, que inhiben la agregación plaquetaria, pueden impedir la formación de trombos, aunque
todavía no se ha determinado si se pueden o se deben tomar en cantidades tolerables durante periodos
prolongados con este propósito.
Embolismo es el nombre que recibe la obstrucción de una arteria por un coágulo procedente de otra parte del
organismo. Estos coágulos circulantes pueden estar causados por una arteriosclerosis, aunque suelen ser
consecuencia del desprendimiento de una masa de fibrina cuyo origen es un corazón enfermo. Cualquier
arteria puede ser obstruida por un émbolo. Las consecuencias son más graves en el cerebro, los pulmones, la
retina y las extremidades; el embolismo de las arterias cerebrales más importantes produce apoplejía.
• Angina de pecho:
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Síntoma causado por el aporte insuficiente de oxígeno al corazón (isquemia), habitualmente producido por
estenosis u obstrucción de las arterias coronarias. Es una de las manifestaciones de la enfermedad llamada
cardiopatía isquémica (su otra manifestación típica es el infarto de miocardio, en el cual, además del dolor, se
produce una necrosis o muerte del tejido cardiaco por la falta de oxígeno). Se caracteriza por una sensación de
dolor, opresión o atenazamiento bajo el esternón. El dolor puede extenderse desde el pecho, habitualmente
hacia el brazo izquierdo. Los ataques de angina de pecho duran varios minutos, y pueden desencadenarse por
situaciones de estrés psíquico o, más frecuentemente, por actividades físicas que exigen un aumento del aporte
de sangre al corazón. La cardiopatía isquémica es una enfermedad típica de personas de mediana edad y de los
ancianos, especialmente de aquellos que presentan arteriosclerosis. El dolor de la angina de pecho mejora con
el reposo y la relajación. A los pacientes se les suministra fármacos que relajan y dilatan los vasos sanguíneos,
proporcionando así un mayor aporte de oxígeno al músculo cardiaco. A veces es necesaria la cirugía para
sustituir las arterias coronarias por unos nuevos vasos que garanticen un adecuado aporte sanguíneo al
corazón.
Diagnostico de enfermedades coronarias:
• Electrocardiograma (ECG)
El electrocardiógrafo, un instrumento que registra la corriente eléctrica producida por el músculo cardiaco
durante las distintas fases de la contracción, es una herramienta importante de diagnóstico. La eficacia del
corazón como bomba se puede determinar con precisión mediante el cateterismo cardiaco. En esta técnica se
introduce un catéter a través de
una vena o una arteria, o ambas, en las cavidades cardiacas derechas, izquierdas, o en ambas ocasiones, en la
arteria pulmonar y en la aorta. Este proceso permite determinar la tasa de flujo sanguíneo y registrar la presión
sanguínea intracardiaca y en los grandes vasos, y hace posible detectar comunicaciones anómalas entre las
cavidades cardiacas derecha e izquierda. Con la ayuda de otra técnica diagnóstica llamada angiocardiografía o
cinefluoroscopia, es posible obtener imágenes de las cavidades cardiacas y del trayecto y contorno de los
vasos pulmonares y de la aorta y sus ramificaciones. Esta técnica implica la inyección de una sustancia opaca
a los rayos X en una vena. Hay otra técnica nueva que permite obtener una delineación incluso más exacta de
zonas del corazón con flujo sanguíneo reducido, mediante la visualización del flujo de un isótopo radiactivo
del talio en el músculo cardiaco. Una cámara computerizada registra el grado de penetración del talio durante
el ciclo cardiaco de sístole−diástole, mostrando con precisión las pequeñas áreas de tejido lesionado. Otra
técnica que se utiliza mucho hoy es la obtención de imágenes mediante ultrasonidos (ecocardiografía).
Transplante de corazón:
En 1967 el cirujano surafricano Christiaan Barnard llevó a cabo el primer trasplante del corazón de una
persona a otra. Desde entonces muchos cirujanos han realizado este procedimiento. Al principio, el mayor
problema fue la tendencia natural del organismo a rechazar los tejidos ajenos (véase Trasplante). Sin embargo,
a principios de la década de 1980 y gracias al empleo de fármacos inmunosupresores, en particular la
ciclosporina, el número de pacientes con un trasplante de corazón que sobrevivía más de un año era mayor. En
la década de 1990, este tipo de intervención se ha hecho más habitual en países desarrollados, como en
Estados Unidos e Inglaterra en donde la tasa de supervivencia de pacientes trasplantados ha aumentado de
cinco a diez años después del trasplante.
Corazones Artificiales:
Desde la década de 1950 se han desarrollado progresivamente los corazones artificiales. En 1966 se implantó
con éxito por primera vez una bomba auxiliar de propulsión como una medida transitoria, y al menos un
dispositivo de este tipo se mantuvo activo durante varios años. En 1969 se implantó el primer corazón
artificial en un ser humano, de nuevo como
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medida temporal. El primer corazón artificial permanente, diseñado por Robert Jarvik, fue implantado en
1982 a un paciente que sobrevivió tres meses. Desde aquel momento gran número de pacientes han recibido el
corazón artificial de Jarvik y otros corazones artificiales, pero, los pacientes que sobreviven tienen tendencia a
sufrir accidentes cerebrovasculares y otros problemas.
Agentes que pueden producir enfermedades coronarias:
• Colesterol:
Alcohol complejo que forma parte de todas las grasas y aceites animales. Se puede activar para formar la
vitamina D. El colesterol pertenece a un grupo de compuestos conocidos como esteroides, y está relacionado
con las hormonas sexuales producidas en las gónadas y las hormonas de la corteza suprarrenal.
Existe una estrecha relación entre los niveles de colesterol de la sangre, los niveles de otras grasas o lípidos y
el desarrollo de la aterosclerosis. En esta enfermedad, las placas que contienen colesterol se depositan en las
paredes de las arterias, en especial las de pequeño y mediano tamaño, reduciendo su diámetro interior y el
flujo de sangre. La coagulación sanguínea, como la que puede darse en las arterias coronarias que produce un
ataque al corazón, se desarrolla en lugares donde las paredes arteriales se han endurecido por el efecto de estas
placas.
Aunque muchos alimentos, sobre todos los lácteos y grasa de la carne, contienen colesterol, el cuerpo también
lo sintetiza a partir de sustancias libres de colesterol. No obstante, las investigaciones indican que una dieta
rica en colesterol genera en la sangre niveles anormalmente altos de colesterol, así como de grasas y lípidos
relacionados con él. Las pruebas demuestran de una manera contundente que las personas con dichos niveles
son más propensas a padecer aterosclerosis e infartos que las personas con niveles bajos. También resulta
significativo el hecho de que los científicos hayan identificado dos tipos de proteínas que transportan el
colesterol en la sangre, llamadas lipoproteínas de alta y de baja densidad. Se cree que la proteína de baja
densidad favorece la aterosclerosis, mientras que el componente de alta densidad puede retrasarla. Los altos
niveles de lipoproteínas de alta densidad en el plasma aumentan también el riesgo de infarto y enfermedades
del corazón.
Las personas que por herencia tienen niveles de colesterol anormalmente altos especialmente colesterol de
baja densidad, pueden reducir el riesgo de infarto disminuyendo el colesterol en la sangre. Esto se consigue
con una dieta baja en colesterol y grasas saturadas, haciendo suficiente ejercicio y utilizando cierto tipo de
fármacos. Actualmente existen varios tipos de fármacos que inhiben la síntesis de colesterol.
• El tabaco:
Numerosos estudios médicos han vinculado el consumo de tabaco con el cáncer de pulmón, las afecciones
vasculares del corazón, el enfisema y otras enfermedades; todo ello ha llevado a muchos países a financiar
intensas campañas orientadas a restringir el uso y la venta de tabaco. En general, el consumo ha disminuido en
occidente, aunque ha aumentado entre ciertos grupos sociales, como las mujeres de los países del sur de
Europa. Un reglamento del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) autoriza a los países
signatarios a "considerar la salud humana más importante que la liberalización del comercio", pero el
comercio internacional de tabaco sigue creciendo a buen ritmo. En los países en desarrollo, el consumo
aumenta a razón del 2% anual.
• El alcoholismo:
Enfermedad crónica y habitualmente progresiva producida por la ingestión excesiva de alcohol etílico, bien en
forma de bebidas alcohólicas o como constituyente de otras sustancias. La OMS define el alcoholismo como
la ingestión diaria de alcohol superior a 50 gramos en la mujer y 70 gramos en el hombre (una copa de licor o
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un combinado tiene aproximadamente 40 gramos de alcohol, un cuarto de litro de vino 30 gramos y un cuarto
de litro de cerveza 15 gramos). El alcoholismo parece ser producido por la combinación de diversos factores
fisiológicos, psicológicos y genéticos. Se caracteriza por una dependencia emocional y a veces orgánica del
alcohol, y produce un daño cerebral progresivo y finalmente la muerte.
El alcoholismo afecta más a los varones adultos, pero está aumentando su incidencia entre las mujeres y los
jóvenes. El consumo y los problemas derivados del alcohol están aumentando en todo Occidente desde 1980,
incluyendo Estados Unidos, la Unión Europea y la Europa oriental, así como en los países en vías de
desarrollo.
Desarrollo
El alcoholismo, a diferencia del simple consumo excesivo o irresponsable de alcohol, ha sido considerado en
el pasado un síntoma de estrés social o psicológico, o un comportamiento aprendido e inadaptado. El
alcoholismo ha pasado a ser definido recientemente, y quizá de forma más acertada, como una enfermedad
compleja en sí, con todas sus consecuencias. Se desarrolla a lo largo de años. Los primeros síntomas, muy
sutiles, incluyen la preocupación por la disponibilidad de alcohol, lo que influye poderosamente en la elección
por parte del enfermo de sus amistades o actividades. El alcohol se está considerando cada vez más como una
droga que modifica el estado de ánimo, y menos como una parte de la alimentación, una costumbre social o
un rito religioso.
Al principio el alcohólico puede aparentar una alta tolerancia al alcohol, consumiendo más y mostrando
menos efectos nocivos que la población normal. Más adelante, sin embargo, el alcohol empieza a cobrar cada
vez mayor importancia, en las relaciones personales, el trabajo, la reputación, e incluso la salud física. El
paciente pierde el control sobre el alcohol y es incapaz de evitarlo o moderar su consumo. Puede llegar a
producirse dependencia orgánica (física), lo cual obliga a beber continuamente para evitar el síndrome de
abstinencia.
Efectos
El alcohol produce sobre el organismo un efecto tóxico directo y un efecto sedante; además, la ingestión
excesiva de alcohol durante periodos prolongados conduce a carencias en la nutrición y en otras necesidades
orgánicas, lo cual complica la situación. Los casos avanzados requieren hospitalización. Los efectos sobre los
principales sistemas del organismo son acumulativos e incluyen un amplio rango de alteraciones en el aparato
digestivo, entre las que destacan las úlceras de estómago y de duodeno, la pancreatitis crónica y la cirrosis
hepática, así como lesiones irreversibles en los sistemas nerviosos central y periférico. Pueden llegar a
producirse desmayos, alucinaciones e intensos temblores, síntomas del síndrome de abstinencia alcohólica
más grave, y el delirium tremens, que puede ser mortal a pesar del tratamiento adecuado; esto último contrasta
con los síndromes de abstinencia de los opiáceos como la heroína, que aunque muy aparatosos rara vez son
fatales. Se ha demostrado en fechas recientes que la ingestión de alcohol durante la gestación, incluso en
cantidades moderadas, puede producir daños graves en el feto,
especialmente retraso en el desarrollo físico y mental; la forma más grave de este retraso, poco frecuente, se
llama síndrome de alcoholismo fetal.
Tratamiento
El tratamiento primario comienza con el reconocimiento del alcoholismo como un problema que necesita
atención específica, en vez de considerarlo secundario a otro problema subyacente como se hacía antaño. Se
están desarrollando rápidamente residencias especializadas para su tratamiento y unidades específicas en los
hospitales generales y psiquiátricos. A medida que la sociedad se conciencia de la verdadera naturaleza del
alcoholismo, disminuye su consideración como estigma social, los enfermos y sus familias lo ocultan menos y
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el diagnóstico no se retrasa tanto. Los tratamientos más precoces y mejores están produciendo unas altas y
esperanzadoras tasas de recuperación.
Además de resolver las complicaciones orgánicas y los cuadros de abstinencia, el tratamiento pasa por los
consejos y entrevistas individualizados y por las técnicas de terapia de grupo encaminadas a conseguir una
abstinencia no forzada de alcohol y otras drogas. La abstinencia es el objetivo deseado, a pesar de que algunas
opiniones muy discutidas manifiestan que es posible volver a beber con moderación en sociedad sin peligro.
La adicción a otras drogas, sobre todo tranquilizantes y sedantes, es muy peligrosa para los alcohólicos. El
Antabús, fármaco que produce intolerancia grave al alcohol, se utiliza a veces como adyuvante. Alcohólicos
Anónimos, grupo de apoyo para enfermos sometidos a otros tratamientos, puede servir a veces para la
recuperación sin necesidad de recurrir al tratamiento psiquiátrico formal.
A pesar de los resultados esperanzadores del tratamiento actual, se estima en más de 100.000 el número de
muertos anuales sólo en Estados Unidos a causa del alcohol. En la Federación Rusa un 12 por 100.000 de la
población ingresa anualmente en los hospitales para ser tratados de intoxicaciones etílicas agudas. El Plan
Europeo de Acción contra el Alcohol de la OMS pretende reducir en un 25% el consumo de alcohol entre
1980 y el año 2000, prestando especial atención a la Europa oriental. En los últimos años, España ha pasado a
ocupar el segundo lugar en el mundo en tasa de alcoholismo.
En México, y según las últimas encuestas, el porcentaje de hombres dependientes del alcohol es de 12,5%,
mientras que el de las mujeres es
de 0.6%. El grupo de edad que manifestó una incidencia más alta fue de 18 a 29 años. (Encuesta Nacional de
Adicciones, 1988).
Trabajo sobre el corazón Página:21 de 22
©2000 J. David Fernández Pérez
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