Dionisio nace con cuernos

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El teatro independiente en México
Por Jonathan Minila
A pesar del entusiasmo que debería sentir al escribir acerca de un tema que me apasiona, el
sentimiento que me invade es otro. Y aunque no todo a lo que nos enfrentamos, los que
hacemos teatro independiente, es gris, no puedo evitar pensar en la falta de espacios y de
oportunidades para este tipo de montajes.
Pero, ¿a razón de qué tantas privaciones?
El teatro independiente es marginado, y quizá con razón; aunque no por los motivos que
podrían pensarse. Una de las barreras principales a la que nos enfrentamos, por distintos
motivos, es la apatía del público que, para empeorar la situación, no logra distinguir entre
horizontes, y calidad, de las obras que podrían llamarse independientes; causando con ello
una mala impresión del término, y pocas esperanzas en él. Es por esa razón que excelentes
propuestas quedan bajo la sombra de otras “panfleteras” de muy baja calidad, y de muy mal
gusto, que denigran el trabajo de verdaderos artistas que pasan desapercibidos. Y es que,
¿cómo poder diferenciar calidad y propuesta, cuando la asistencia de la gente es nula, y sus
conocimientos del arte no han sido alimentados? ¿Cómo poder encontrar calidad cuando no
se busca, o se juzga con lo primero que se tiene a la mano, o se encuentra por casualidad?
No trato de decir con esto, que la raíz del problema sea la poca participación del público. Es
más bien una consecuencia.
Los medios de comunicación, que tienen una gran influencia sobre la gente, poco nos
ayudan con la falta de difusión de los montajes independientes, y con el trato preferencial
que dan a los proyectos patrocinados por grandes inversionistas que, en muchos de los
casos, son ellos mismos. Han mal educado al público, por intereses personales, más que
artísticos, haciéndoles creer que las “súper producciones”, en muchos de los casos de bajo
contenido, son las que valen la pena, y por supuesto no es así.
Dentro de la cantidad de grupos independientes, las propuestas de calidad son bastas, pero
la cuestión, en sí, es que la mayoría de las veces pasan desapercibidas. Ya sea por falta de
difusión, o por que el mismo público no está dispuesto a darles una oportunidad, las salas
de muchos excelentes montajes quedan vacías, y lamentablemente, mueren en el olvido
junto con todo el trabajo de muchas personas que sólo buscan una cosa: el aplauso del
público.
Principalmente necesitamos, como gente de amplio criterio, y capacidad crítica, ser capaces
de reconocer las buenas propuestas, ya sea de grupos independientes, o de cualquier otro
tipo, para no dejarnos engañar con lo que desean vendernos los medios de comunicación.
¿Calidad, contenido, arte? No. Nos venden, como parece ser el común denominador de la
actualidad: status.
Los espectáculos de grandes inversionistas, tiene un costo al público que va desde los 500,
hasta los 1000 pesos, que la gente paga sin miramientos, aunque el contenido, en mucho de
los casos, sea realmente malo, y todavía peor los actores, que muchas veces no lo son, y
han sido impuestos como tales con tal de atraer a un público “ciego” que se deja llevar por
la mercadotecnia y falsos ídolos.
Por otro lado el acceso para las propuestas independientes, maneja costos de risa, que están
al alcance de cualquier bolsillo. Van desde la entrada gratuita, hasta los 150 pesos como
máximo en el peor de los casos. Pero aún así, por increíble que parezca, las salas quedan
vacías.
¿A qué se debe tal fenómeno? A una apatía general.
Parece ser que preferimos que decidan por nosotros, a formarnos un criterio propio. Parece
ser que preferimos que la televisión nos diga lo que es mejor, a informarnos, considerar,
juzgar, y filtrar la mala información que se encuentran en cualquier parte.
Así, siendo nosotros a quienes van dirigidas todas las propuestas, pequeñas, grandes, o
medianas, tenemos en nuestras manos que sobrevivan los buenos montajes independientes,
como han sobrevivido las grandes producciones.
Desde el teatro convencional, de la calle, las marionetas, el guiñol y otras tantas formas de
teatro, la calidad está presente. Sólo es necesario darles una oportunidad, de acuerdo a un
juicio bien formulado, para que de esa forma seamos capaces de juzgar y no permitir que el
arte muera por intereses de algunos pocos, y mal desempeño de otros.
Recordemos que los inicios del teatro no fueron las “grandes producciones”, sino todo lo
contrario. El drama y el teatro son más viejos que las propias religiones. Desde el brujo
imitando un ciervo, en una escena pintada en una caverna, hasta las famosas producciones
de Brodway, todo es teatro, pero eso no significa que todo de calidad, o de buen contenido.
La historia es amplia, pero no nos detendremos a hondar en ella. Una historia completa
abarcaría varios volúmenes, y de nada nos serviría para el tema que nos atañe. Pero es
importante saber que lo principal es la expresión. Desde la imitación que evoluciona al rito,
pasando por los griegos donde nace el teatro, entre los siglos VI y V, A.C., el
establecimiento de los modelos tradicionales, comedia y tragedia, el levantamiento de
grandes teatros, como el Epidauro en el siglo V A.C., que aún se conserva; las
representaciones al aire libre, el teatro Romano, donde las estructuras de madera modeladas
por los griegos ya son reemplazadas por edificios de piedra, grandes e imponentes, erigidos
como monumentos a la república; los movimientos de la edad media, el renacimiento, el
neoclasicismo, el realismo, el naturalismo, y el modernismo; el teatro de la calle, de lo
absurdo, el pánico, la pantomima, hasta el alternativo, entre tantos otros movimientos que
han formado lo que actualmente es el verdadero teatro, necesitamos recordar una cosa muy
simple: “Una representación consta sólo de dos elementos esenciales: actores y público”.
Un montaje se puede levantar por medio de distintos elementos: vestuario, maquillaje,
decorados, accesorios de iluminación, música y hasta efectos especiales, que nos ayudan a
crear ilusiones de espacios, lugares, tiempos, y situaciones. Pero ninguno de esos elementos
tiene utilidad si falta alguno de los principales. Ese es el problema que vivimos en la
actualidad; la falta de público y por otro lado la escasez de actores, en el estricto sentido de
la palabra, que muchas veces, por no tener nombre conocido, se quedan en las producciones
pequeñas sin poder salir de ahí; todo a consecuencia de lo mismo. Me refiero a actores
realmente preparados que no tienen los montajes más publicitados. Nada de conductores de
televisión, cantantes de baja calidad, o actrices de televisión que jamás han estudiado, y
sólo venden belleza.
Hagamos conciencia y aprendamos a apreciar el buen arte. No existe un camino
definido para que lo hagamos, pero no nos compliquemos. No hay otra manera que la
asistencia, la apertura, y el juicio. Entendamos, de una vez por todas, que el precio y los
rostros conocidos, no marcan la calidad. Sólo asistiendo aprenderemos a reconocer las
buenas cosas, como hemos aprendido a reconocer los lugares donde comemos. Desde una
fonda, hasta una comida corrida, la sazón puede ser excelente. Demos oportunidad a los
nuevos valores, a los verdaderos artistas, al teatro tradicional y a las nuevas formas de
experimentación.
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