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Creer El Credo
Creador del cielo y de la tierra1
EL DIOS QUE SE COMUNICA POR AMOR
La Biblia empieza así: ”En el principio creó Dios el cielo y la tierra. (Gn 1,1). Lo hemos leído y escuchado tantas veces que tal vez no nos damos cuenta de todas las
cuestiones que la idea de creación puede suscitar. ¿Por qué tendría Dios que querer
que haya algo distinto de sí mismo, si Él en su eternidad ya era plenamente autosuficiente y bienaventurado? ¿Por qué había de crear el mundo? O tiene necesidad
de ello, o no la tiene.. Si tiene necesidad de crear el mundo, entonces tendríamos
que decir que Dios ya no es Dios, porque dependería del mundo, no podría existir
sin el mundo. Pero, si no tiene necesidad, nosotros no seríamos nada para Él. Sin
embargo, a partir de la Biblia podemos intuir una respuesta: Dios es absoluto y autosuficiente en Él mismo, pero su ser Absoluto no es inerte y cerrado sobre sí mismo
sino que es un Absoluto de vida, de comunicación y de amor que se entrega.
Por eso, después de una larga reflexión de siglos, y después de que Jesús nos diera
la suprema revelación de lo que Dios es, la tradición cristiana llegó a concebir a Dios
como Trinidad, como eterna relación y comunicación interpersonal en el seno del
mismo Dios, Padre, Hijo y Espíritu. Dios es eternamente comunión: Dios es amor. Y el
amor es comunicación, es interdonación: la tendencia del amor es darse libremente.
Cuando la Biblia nos habla de creación nos quiere sugerir que Dios - que es comunicación eterna y necesaria en el seno de las relaciones intratrinitarias - puede,
además, comunicarse libre y gratuitamente a otros seres. La creación es esto:
otorgar existencia a realidades que existirán solamente como término y objeto de
un amor libre y gratuito.
Entre todas las criaturas a las que Dios ha otorgado, con diferentes grados, la
existencia y la realidad de ser, quiso que el ser del hombre/mujer fuera de modo
particular imagen suya, dotada de inteligencia y de libertad, para que pudiera
entrar en relación con Él y así pudiera participar de su vida y de su gozo. La comunicación total y perfecta de Dios es su Hijo. Es su Imagen Eterna. Nosotros somos
como una comunicación parcial y limitada. No somos Imagen ni Hijos con ma(1) Resumen del capítulo 4 del libro “Creer el credo”
de Josep Vives. Ed. Sal Terrae. Colección Alcance
yúsculas, pero somos “hijos” e “imagen”
con minúsculas; hijos por participación,
por comunicación libre, por adopción. Y el
mundo material será el lugar, el conjunto
de condiciones, donde el ser humano se
puede realizar como imagen de Dios.
Podríamos decir que la creación es, pues,
como una redundancia; una expansión libre
y temporal de la eterna comunicación de la
vida divina intratrinitaria. Y, en este sentido,
solamente un Dios trinitario puede crear.
Los dioses fríos de los deísmos filosóficos no
pueden crear, porque el deísmo concibe a
Dios como un Absoluto autosuficiente y cerrado, fuera del cual propiamente no puede
haber nada. Solamente el Dios que no es
una sustancia cerrada en si misma, sino que
es absoluto de comunicación y de vida, podrá pensarse como abierto a la creación.
LOS RELATOS DE LOS SEIS DÍAS
DE ACCIÓN CREADORA
Todos conocemos el relato bíblico que explica la creación gradual del mundo en seis
días. Es un relato cuyo género literario es el
“mítico”. Eso no quiere decir que no contenga verdad. Simplemente quiere decir
que no tiene la pretensión de explicar los
inicios del mundo en términos científicos.
¿Cómo podría hacerse un relato con pretensiones científicas cuando va dirigido a
un pueblo primitivo de pastores, ignorante
en ciencias físicas?. Su pretensión es otra:
la de explicar mediante una composición
imaginativa el sentido último del mundo.
Así, comienza con una afirmación tan simple como contundente: “En el principio ( =
como principio de todo) Dios creó el cielo y
la tierra” (Gn 1,1). És decir: Dios es la causa
primera y total de todo; Dios es causa única libre y soberana. En los mitos antiguos a
menudo el mundo era el resultado de las
luchas entre lo distintos dioses, o contra
las fuerzas del caos o del mal: de aquí los
politeísmos. Pero en la Biblia todo surge solamente por la palabra de Dios; por su simple voluntad. Absolutamente todo es obra
solamente del querer de Dios. La expresión
inclusiva “el cielo y la tierra”, precisamente
quiere expresar que no hay nada que escape a esta acción creadora de Dios. Seguramente también hay aquí una voluntad
de desmitificación de las religiones astrales,
en las que los cuerpos celestes eran considerados como divinos. Igualmente hay
también un rechazo de las concepciones
dualistas, en las que se admitía la existencia
de algo previo al acto creador (la materia, la
tiniebla, el mal...) que no sería obra de Dios.
Los libros sapienciales resumirán lapidariamente: “Por su palabra, el Señor ha hecho
todas las cosas y su proyecto se ha realizado de acuerdo con su voluntad” (Sir 42, 15)
La distribución de la acción creadora en
seis días responde al deseo del autor de
presentar la creación como un conjunto
ordenado. Es como una lección elemental
sobre las categorías de coses que hay en la
naturaleza para que el ser humano se sepa
orientar: la luz, el cielo, las aguas, las plantas, los animales, etc. El mundo no es algo
caótico aunque pueda parecerlo. Organizar
la realidad es una manera de dominarla,
una manera de hacer que nos sintamos
en casa, que no nos asuste. El mundo está
organizado por voluntad del Dios creador.
Todo lo ha hecho Dios, y vio Dios que era
Creador del cielo y de la
a
tierra
bueno. Contra los miedos cósmicos o los
puritanismos dualistas, el relato bíblico
acentúa la bondad de toda la creación.
Nada de lo que Dios ha creado es malo...
LA HUMANIDAD, ADMINISTRADORA DE LA CREACIÓN DE DIOS
Para coronar la obra de los seis días, Dios
hizo al hombre. Siguiendo la forma imaginativa propia de un relato mítico, la creación del
hombre y de la mujer se presenta como algo
muy particular. En primer lugar, Dios modela
al hombre con sus propias manos. Esto es
expresión de una singular predilección: el
hombre no es una “cosa” más entre las cosas creadas. Lo hace del barro de la tierra,
a su imagen: es de la tierra, de este mundo
(no es divino) pero con capacidad de entrar
en relación con Dios, libre y responsable ante
Él, capaz de corresponder a su amor.
Y al primer hombre le da como compañera
la mujer porque no es bueno que el hombre
esté solo. Aquí, de nuevo, el lenguaje mítico
está lleno de significado: el ser humano es
un ser social; y que la mujer salga del costado del hombre es una manera de decir que
los dos son de la misma condición, compañeros e iguales: “carne de la propia carne”.
El hombre/mujer tienen una función en el
mundo: “creced y multiplicaos, dominad
la tierra, imponed un nombre a todas las
cosas...”. Eso sí, “respetad el conocimiento del bien y del mal”. Este sería el sentido
profundo del relato de la tentación, la manzana y la serpiente, con el que tantos chistes se han hecho. Todo está a disposición
del ser humano, pero el ser humano no es
su señor absoluto ni puede hacer cualquier
cosa. Ha de respetar el sentido
ntido del bien
y del mal. No se ha de dejar seducir por
el atractivo aparente de las cosas. El mal,
simbolizado en la comida de aquel fruto del
árbol del bien y del mal, consiste en querer
ser como Dios, en no reconocer la propia
limitación ni las leyes intrínsecas de la realidad creada. Esto es lo que, más adelante,
expresarán con más detalle los famosos
“diez mandamientos”, que no son imposiciones caprichosas de Dios, sino exigencias
para poder vivir con sentido en las condiciones propias de creaturalidad. Cuando
estas exigencias no son respetadas, se rompe todo el equilibrio de la creación, y el ser
humano acaba por descubrir, con temor y
vergüenza, su propia desnudez, su propia
debilidad e incapacidad para encontrarse a
gusto en su existencia.
Dicen los ecologistas que el relato de la primera caída es el primer relato pro-ecologista. En cierta manera podría ser así. El ser
humano ha de utilizar las cosas creadas de
una manera razonable, teniendo en cuenta
el bien de todos, incluso el de las generaciones futuras. El pecado del hombre/mujer
fue el de querer ser como Dios, el de hacerse amo absoluto, queriendo alcanzar la
felicidad por la fácil vía mágica de comer
una cosa grata y atractiva, y no por la vía
que Dios le había indicado, la de ser responsables de todos los bienes de la tierra.
RESUMIENDO: UNA IMAGEN
SORPRENDENTE DE DIOS
De los relatos de la creación se deducen algunos rasgos bien sorprendentes del Dios de
la Biblia. En primer lugar, Dios actúa como
un ser personal en relación con el mundo
Podríamos decir que la creación
es, como una redundancia; una
expansión libre y temporal de la
eterna comunicación de la vida divina
intratrinitaria
y con el ser humano. Dios no es un
mero principio cosmológico: el Absoluto, el divino, algo abstracto o neutro.
No: Dios quiere, Dios ama, Dios habla,
Dios propone... Naturalmente no queremos decir que sea como una persona
humana, con las limitaciones propias
de los humanos. Pero tampoco es una
fuerza impersonal, abstracta. Quien crea
al hombre a su imagen, personal y libre,
solamente puede ser concebido como
eminentemente libre y personal. Por eso
Dios crea libremente: no crea por necesidad ontológica. Si el mundo fuera consecuencia necesaria de la manera de ser
de Dios, sería tan eterno como Dios y no
habría en él lugar para ningún tipo de
libertad ni de historia.
Dios no puede ser concebido como un
rival del hombre. Dios no se dedica a
recortar las posibilidades del ser humano, sino, al contrario, a sustentarlas
y fomentarlas. Por tanto, nada de lo
que sea auténticamente humanizador
queda prohibido o limitado por Dios.
Y, al contrario, todo aquello que deshumaniza, ha de considerarse como
automáticamente prohibido por Dios.
Dios solamente prohíbe lo que hace
daño al ser humano, porque solamente quiere su bien, dado que el ser humano es su criatura amada.
Una última consecuencia que puede parecer aún más sorprendente.
Nosotros tenderíamos a pensar que
la creación es obra, sobre todo, de la
omnipotencia divina. Pero podríamos
considerar también que, por el hecho
de crear al ser humano, Dios se hace
débil ante el ser humano. Pensemos
en el padre del hijo pródigo: el padre,
porque le ama, no le puede forzar. Una
vez leí que “quién ama más es siempre
el más débil”. Al amarnos, Dios se ha
puesto en nuestras manos. El místico
alemán Ángel Silesius decía: “Dios
tiene tanta necesidad de mí como yo
tengo necesidad de Él”. Dios podía no
crearme; pero, si me ha creado, me
ha de amar. Es en este sentido que se
puede decir que Dios tiene necesidad
de mi. Porque me ama, ha de respetar
mi libertad. Y por eso podemos decir
que el hombre/mujer puede “pecar”,
es decir, alzarse contra el mismo Dios.
Contra el Dios omnipotente!
Y aquí se revela lo más sorprendente: tener fe en el Dios creador implica
creer que Dios tiene fe en nosotros.
Nos ama tanto que asume correr el
riesgo que le rechacemos y nos volvamos en contra de Él. La historia de
Jesús - Dios puesto al alcance de los
hombres -, mostrará hasta que punto
el amor puede ser audaz.
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