“5.000 AÑOS DE LA HISTORIA DEL VIDRIO” El origen del vidrio se remonta a la noche de los tiempos, a esa tierra privilegiada de Oriente medio, donde el hombre pasó de nómada a sedentario. Las primeras manifestaciones sobre la producción de vidrio surgieron por azar en Mesopotamia hace unos cinco mil años y consistían en pequeñas cuentas de colores. A mediados del siglo XVI a.C., los vidrieros egipcios desarrollaron la técnica del núcleo de arena, que constituye uno de los primeros procesos de fabricación de vidrio hueco. Su producción fue continuada posteriormente a partir del siglo VII a. C. por los fenicios. Otro acontecimiento histórico en la fabricación de vidrio hueco se produjo a partir de finales del siglo II a.C. con la invención de la caña para el soplado de vidrio que se empleó por primera vez las manufacturas de Siria. A principio de nuestra era la producción de vidrio soplado en Roma tuvo un enorme auge ya que permitió la fabricación en serie de piezas de vidrio hueco. En esta época se descubrió que con el óxido de manganeso se podía fabricar vidrio incoloro, quitándole la tonalidad verdosa. La caída del Imperio Romano de Occidente a principios del siglo V, de la que solo sobrevivió Bizancio, determinó una decadencia de las artes en general, alcanzando también el desarrollo del vidrio. Hacia los siglos X y XI resurgió la producción de vidrio en pequeñas factorías que se establecieron en los bosques centroeuropeos y obligó a los vidrieros a emplear como producto alcalino cenizas de plantas constituidas mayoritariamente por carbonato potásico. La decadencia sufrida por el vidrio en la alta Edad Media fue seguida de un largo período de resurgimiento que se inició en Venecia a partir del siglo XII, como consecuencia de sus relaciones comerciales con Bizancio y con algunas ciudades de la costa de Siria, en las que la producción de vidrio se había mantenido a salvo. En el siglo XV de nuestra era, los artesanos italianos eran líderes en la fabricación de envases de vidrio. Los vidrieros venecianos se distinguieron por la calidad técnica de su vidrio y por la originalidad y la belleza de sus diseños. Junto a los talleres centroeuropeos existentes, comenzaron a surgir nuevos centros de fabricación de vidrio, entre los que destacaron los establecidos en Flandes y en España: Cataluña, Castilla, Valencia y Andalucía, estos últimos, herederos de la escasa producción hispanoárabe. El vidrio común tipo Waldglas (del alemán, ‘vidrio del bosque’) continuó fabricándose en Europa hasta la era moderna. Sin embargo, la producción más importante en este material durante la edad media fueron los mosaicos de vidrio en la Europa mediterránea y las vidrieras en la zona del norte. En documentos del siglo VI se hace referencia a vidrieras en las iglesias, aunque los primeros ejemplares conservados datan del siglo XI. Las más apreciadas se elaboraron durante los siglos XIII y XIV, principalmente en Francia e Inglaterra. El vidrio se coloreaba o se laminaba ya coloreado añadiendo óxidos metálicos a la mezcla, y después se cortaba. Los detalles se pintaban sobre el cristal con un esmalte. El arte de la fabricación de vidrieras decayó a finales del renacimiento aunque volvió a recuperarse en el siglo XIX. El «cristal veneciano» más antiguo conocido data del siglo XV, aunque el vidrio ya se fabricaba en Venecia desde el siglo X. Con centro en la isla de Murano, los venecianos dominaron el mercado europeo hasta el año 1700. La contribución más importante fue la elaboración de un vidrio sódico duro y refinado muy dúctil. Conocido como «cristallo», era incoloro, de gran transparencia, muy semejante al cristal de roca. A finales del siglo XVI las vasijas se hicieron más ligeras y delicadas. Desarrollaron un tipo de filigrana de vidrio que sería muy imitada. También en Murano surgieron muchos estilos diferentes para los distintos objetos de vidrio. La práctica del grabado al diamante, técnica de los artesanos holandeses del siglo XVII, lograba elaborados diseños. Los fabricantes de vidrio de Europa intentaron copiar las técnicas y decoraciones de los venecianos. La información se difundió con el libro El arte del vidrio (1612) de Antonio Neri, y también por los sopladores de vidrio venecianos, pues aunque una ley prohibía a los artesanos vidrieros abandonar Venecia y divulgar los secretos de su arte, muchos se instalaron en otros países europeos. Cada país desarrolló sus imitaciones. La influencia italiana declinó en el siglo XVII, al surgir en Alemania e Inglaterra nuevos métodos para la fabricación de vidrio.