Diario de un maltrato.pdf

Anuncio
Diario de un maltrato
La violencia doméstica no cesa
En lo que va de año, cerca de 60 mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas. María
(nombre ficticio) podía haber sido una de ellas, pero ha vivido para contarlo. Y lo hace paso a
paso, para avisar a quienes puedan estar en su misma situación. Éste es el diario íntimo de su
horror.
Me enamoré
Le conocí en el 89 en la Universidad. Yo estaba estudiando la
carrera. Él ya había terminado. Y al principio no fue nada
especial. Un amigo suyo salía con una amiga mía y quedábamos
los cuatro. No me resultaba especialmente atractivo pero me
divertía mucho. Empecé a salir con él. Un fin de semana fue a
Madrid a hacerse una operación de cirugía reparadora por un
accidente de moto que había tenido. Aquel fin de semana me lo
pasé llorando y creí que eso significaba que estaba enamorada.
Se enfadaba mucho
Durante el noviazgo había ataques de celos bastante grandes pero que yo asumía como prueba
de amor (“¡Cómo me quiere!”). Cuando se enfadaba, se enfadaba mucho. Desde el principio
se estableció una relación de poder: él era el que había terminado la carrera, el mayor, el que
me enseñaba. Nunca fue una relación de igualdad. Era él siempre el que disponía de nuestro
tiempo y planificaba. Pero yo no le daba mucha importancia. Hasta que poco a poco empezó a
controlar dónde iba yo, con quien me veía, dónde lo hacía... Un día se enfadó muchísimo y
después de gritarme me trajo un pañuelo de Loewe. Como yo le dije que a mí con regalos no
me iba a comprar... lo destrozó a mordiscos. Como eres joven no le das demasiada
importancia. Dices “¡Vaya carácter!”, pero tampoco piensas que eso vaya a ser... Yo era una
niña muy tradicional. Me habían educado para ser una buena esposa, una buena madre, una
buena profesional. Como nos educaban a las mujeres de nuestra generación: para ser
perfectas. Así que pensé que eso entraba dentro del juego. Lo asumes como normal y no le
das más importancia.
Todo empezó cuando el niño tenía un año
Empecé a trabajar con su padre, que era un hombre maravilloso,
adorable. Cuando veía que se portaba mal conmigo, él, que sí
tenía autoridad sobre su hijo, le llamaba la atención y estábamos
tres o cuatro días bien. La situación, pues, estaba controlada. Me
casé, tuve un hijo y mi suegro murió cuando el niño tenía ya un
año. Y ahí empezó todo...
Empezó a perder el control
Recibía continuos insultos: puta, zorra... No podía ir a ningún
sitio y cuando le decía que yo no podía vivir así, que me quería
separar, él me decía: “¿Es que no has oído al cura? Hasta que la
muerte nos separe... En este matrimonio no cabe la separación.
Sólo la viudedad y es la mía”. Eso me lo decía continuamente.
Además, sufría agresiones sexuales, pero yo, que no era una
mujer vivida, no sabía si eso formaba parte del juego. Lo que
aprendí de sexo lo aprendí con él, así que no sabía si eso era
normal. Cuando yo me quejaba él decía que cada uno ponía sus
propias normas pero me hacía cosas que me hacían sentir bastante mal y bastante incómoda.
Intenté suicidarme
Me decía que todo lo hacía mal, que era una mierda, que vivía a su
sombra, que no era nadie sin él, que como persona, ni como
profesional ni como mujer servía para nada... Y llegué a asumirlo
con normalidad. Me creí que no valía para nada. Cuando la cosa
fue aún a peor, le dije que no podía más y que tenía que
separarme. Me dijo que eso era imposible y que me mataría si lo
intentaba. Le presenté una propuesta en la que ponía como pensión
alimenticia mensual el precio de la última corbata que él se había
comprado, pero aún así me lo negó. Y entonces intenté suicidarme.
Estuve en coma y pedí el alta voluntaria, del miedo que tenía.
Porque él me dijo que si yo no había conseguido matarme, lo iba a hacer él pero de una forma
que me doliera mucho. Cuando salimos de allí, firmó el acuerdo y me fui de casa.
Todo a mi alrededor se derrumbó
Él sabía que soy muy familiar, así que se fue a hablar con mi madre para que me presionara.
Mi madre le dio la razón. Y mi padre me pidió de rodillas que no me divorciara. Así que me
fui a Madrid sola con mi hijo, una maleta y 240 euros. Renuncié a mi patrimonio con un rifle
de cazar elefantes en la cabeza. Hace poco tiempo, cuando pude volver a contactar con ellos,
mi padre me dijo: “Creíamos que teníamos una hija loca y tenemos a la mujer más valiente
que hemos conocido”.
Busqué apoyo de las instituciones
Yo no tenía intención de denunciarle, pero a los 10 meses de estar
en Madrid las amenazas eran continuas, tanto a mí como a mi
abogada como al niño. Mi planteamiento entonces era saber si
dolería mucho un tiro, porque tenía asumido que yo iba a morir.
Cuando me dijo que el niño iba a desaparecer decidí presentar la
denuncia. Me dieron la orden de protección para el niño y para mí
y hoy tiene condena de un año de prisión y tres años de
alejamiento. La ratificó la audiencia provincial y lleva 17 meses
sin ver a mi hijo porque, aunque podía verlo por régimen de visitas, se acercó al niño y le dijo
que no quería volver a verle y que no se pensara nunca que iba a ser feliz porque cuando fuera
a serlo aparecería él para joderle la vida.
Entonces cambié al niño de colegio, me mudé al lado de una comisaría de policía y no lo
hemos vuelto a ver.
Se puede volver a ser feliz
María sabe que su pesadilla no ha acabado. Vive y vivirá con miedo porque es consciente de
que su ex-marido sabe que la forma de hacer sufrir a su hijo es matarla a ella y obligarle a
vivir con él.
Pero M ahora se siente feliz. Y quiere dar un mensaje a todas las mujeres que viven una
situación parecida: “Que de esto no se sale sola, que necesitas ayuda, que la gente que crees
que te la va prestar a lo mejor no te la da, pero siempre aparecerá gente nueva que te ayudará
a salir de un problema así de grave. Que se puede volver a ser feliz. Con miedo. Y
aprendiendo a vivir con ello como si fuera una discapacidad. Pero hay que ser feliz sí o sí”.
Para que, como ella, puedan vivir para contarlo. •
Descargar