El caballero del jubón amarillo; Arturo Pérez-Reverte

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ÍNDICE
Portada 1
Índice 2
Resumen 3−4
Estructura externa del libro 5−6−7
Estructura interna del libro 8
Análisis y caracterización de los personajes 9−10−11−12−13−14−15−16
Temas 17−18−19−20
Narrador 21
Espacio y tiempo 22−23−24
Lenguaje y estilo 25−26−27
Vocabulario nuevo 28
Valoración personal 29
Bibliografía 30
RESUMEN
A Diego Alatriste se lo llevaban los diablos. Con esta frase empieza la quinta entrega del Capitán Alatriste en
la que el ex−soldado debe salvar la vida de su rey.
Todo empieza con el estreno de la obra teatral La huerta de Juan Fernández, en la que la actriz María de
Castro es la estrella. Esta bella actriz es conocida por España entera, y Alatriste tiene la suerte de ser su
amante, con la indiferencia por parte del marido. Pero esta actriz también va a ser pretendida por el rey Felipe
IV, dado a las mujeres, y Alatriste debe dejar de verla ante el interés real.
Por otra parte se encuentra Íñigo de Balboa y Aguirre, de quien Alatriste se hizo cargo al poco de que muriese
su compañero en el ejército Lope de Balboa. Íñigo esta profundamente enamorado de Angélica de Alquézar,
menina de la reina, que ya en el pasado amenazó la vida de los dos protagonistas. Todo empezó debido a la
negación de Alatriste a matar al rey de Inglaterra, historia contada en la primera entrega de la colección
Alatriste. Así en este libro los villanos de hace tanto tiempo intentan jugársela a Alatriste, a quien le quieren
cargar con el asesinato del rey Felipe IV, puesto que este no respeta a la Iglesia y la deja en un segundo plano.
Así Fray Emilio Bocanegra, el presidente del tribunal de la Inquisición, pretende matar al rey, y que su
hermano el infante don Carlos subiese al poder, personaje al que la Iglesia podría influenciar fácilmente.
Quiere matar a dos pájaros de un mismo tiro.
El caso es que Angélica es la sobrina de uno de los ayudantes del dominico Bocanegra y juega con Íñigo para
que caiga en la trampa. En una primera escapada nocturna le lleva hasta la calle donde se encuentra la casa de
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María de Castro. Allí primero ven entrar al rey y esperar a su escolta durante las escapadas nocturnas: el
conde Guadalmedina. Este en el pasado fue salvado por Alatriste, cuando era soldado. Sin embargo, un rey de
por medio no deja lugar a la amistad y cuando Alatriste(quien no se deja convencer y sigue con la idea de
estar con la mujer) aparece, debe luchar contra él. La irrupción de Íñigo consigue que no haya muertos, pero
Alatriste hiere a su amigo y ya no tiene el favor del poderoso.
Agradecería mucho a vuestra merced que dejara de visitarme. Con toda mi consideración. Alatriste recibe
esta nota tras la noche del incidente y mata a un desconocido para olvidar
Posteriormente recibe otra nota: Merecéis una explicación y una despedida. A las once, en el camino de las
Minillas. La primera casa. Como no, Íñigo también es engañado y allí aparece de nuevo junto a Angélica.
Pero esta vez no hay Guadalmedina en medio y cuando el rey, Íñigo y Alatriste se encuentran, aparece
Gualterio Malatesta, espadachín de Bocanegra, junto a otros seis matones. Muerto el rey y heridos los 2
protagonistas, emprenden la huida de la guardia. Íñigo escapa, pero no así Alatriste, quien es detenido por
Guadalmedina. De camino a la cárcel Alatriste cuanta la verdad, pero no es creído. Por ello se escapa como
puede, matando a tres guardias e hiriendo a su amigo.
El rey asesinado no era el verdadero rey, sino un doble que usaban durante las escapadas, ya que la guardia se
temía algo así. Sin embargo Alatriste sigue siendo buscado por toda la ciudad, aunque afortunadamente en los
barrios bajos ningún guardia se atreve a mirar. Íñigo consigue hablar con Guadalmedina, al que le cuenta la
verdad sobre lo acaecido la noche de la muerte del rey. Así consigue una cita ente los dos antiguos
compañeros, donde aclararan todo.
Por otra parte Alatriste consigue emboscar a Malatesta en su casa y se entera de la trampa, de la cual hasta
entonces no sabía la causa. Sin embargo Malatesta consigue escapar y cuando Alatriste parte hacia la cita con
Guadalmedina en el Escorial, es atrapado por cuatro esbirros.
Mientras tanto, Íñigo se encontraba en los aposentos de Angélica. Y cuando se acuerda de Alatriste, que
tardaba en venir, trata de partir en su búsqueda. Angélica se huele algo y le apuñala por la espalda. Cuando
Íñigo despierta, ya que se había desmayado del dolor, se encuentra en la cama de Angélica ya vendado, pero
ella no está. Vuelve a intentar ir en búsqueda de Alatriste y en ese momento aparece Angélica, a la que tiene
que golpear para conseguir escapar. Afortunadamente en su huida oye tras una puerta una conversación del tío
de Angélica con otra persona, en la que se entera de los planes de los villanos. Iban a asesinar al rey mientras
este se iba de caza la próxima madrugada, y Alatriste debía ser el culpable.
Despierta Alatriste debido a la lluvia. Está agarrado, en medio del monte, y ante él se encuentran tres esbirros
y Malatesta, quienes van en búsqueda del rey. Los dos guardias acompañantes del rey están sobornados y en
cuanto se encuentren los asesinos con él, este no tendrá escapatoria. Alatriste aprovecha un momento en el
que se queda solo con un único guardia y tras una jugarreta consigue matarlo y liberarse. Es entonces cuando
se encuentra con Íñigo, que no consigue avisar a la guardia y viene él personalmente para ver si puede ayudar.
Junto a él se encuentra el marido de María de Castro, borracho, con el que Íñigo se encuentra al venir y
consigue que le deje la caravana de caballos para llegar a tiempo. Así los tres parten tras los ruidos y se
encuentran al rey, escopeta en mano, quien esta rodeado por los cuatro asesinos y los dos guardias.
Tras el disparo del monarca a uno de los asesinos los tres defensores se abalanzan espada en mano contra el
resto. Hábilmente se deshacen de ellos, con la excepción de con Malatesta, quien apunta con su pistola al rey.
Afortunadamente la pólvora estaba húmeda por la lluvia, no habiendo disparo. Pero aun así se nota el espíritu
nacional de Alatriste, quien dudaba en un principio de su rey, pero al que ahora quiere salvar poniendo su
cuerpo entre el monarca y el asesino con la frase A mí esa bala. Íñigo consigue atrapar a Malatesta mientras
este intenta huir y finalmente todo se arregla, con el reconocimiento del rey hacia los dos protagonistas.
ESTRUCTURA EXTERNA DEL LIBRO
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Este libro está organizado en once capítulos en los que transcurre la historia de la novela, mas un epílogo en el
que se da finalizada la acción.
• EL CORRAL DE LA CRUZ. Este es el lugar donde se estrena la obra de Tirso de Molina La huerta de Juan
Fernández, en la que la actúa la actriz María de Castro, amante de Alatriste. Introducido como el hecho con
el que comienza la aventura. También Alatriste tiene al principio un duelo con un joven del que no se sabe
el nombre, del que posteriormente se tendrán mas noticias.
• LA CASA DE LA CALLE FRANCOS. En esta casa vive Lope de Vega. Don Francisco de Quevedo,
amigo de Alatriste e Íñigo, debe ir allí para transmitirle ciertos encargos que le habían hecho en palacio.
Quevedo tiene influencias reales y el conde−duque de Olivares le pide personalmente que estrene una obra
de teatro en palacio para su majestad. En la casa de Lope de Vega Alatriste se encuentra con el joven del
primer capítulo, que resulta ser Lopito de Vega. Tras firmar las paces los dos espadachines, hay una charla
entre todos los invitados, que sirve de introducción a los aspectos socioculturales de la época. También hay
un intento de asesinato por parte de dos espadachines hacia Alatriste, de la que sale victorioso, aunque sin
saber la causa. El capítulo termina en la casa de María de Castro, donde Alatriste pasa la noche.
• EL ALCAZAR DE LOS AUSTRIAS. Quevedo va al alcázar real para hablar con la reina, e Íñigo le
acompaña, ya que tiene la ilusión de ver a su amor platónico: Angélica de Alquézar. Consigue quedar con
ella para esa misma noche. Por otra parte Alatriste recibe la noticia de que el rey pretende a Castro y que
debe dejar de verla. Al final del capítulo se encuentran con Lopito, quien les explica que persigue a una
mujer, pero que el tío de ella no le deja casarse. Así comienza una historia secundaria, de Lopito de vega.
• LA CALLE DE LOS PELIGROS. Todo este capítulo tiene lugar de noche, en la calle de la que recibe el
nombre, que es donde vive la actriz María de Castro. Angélica lleva a Íñigo hasta un lugar en el que deben
ver un suceso. Para el asombro del joven aparece Alatriste, que lucha contra Guadalmedina, ya que esta
acompañando al rey y no debe dejar subir a nadie a casa de la actriz.
• EL VINO DE ESQUIVAS. Quevedo e Íñigo vuelven a donde la reina, pero esta vez a los jardines de la
casa de campo. Angélica vuelve a hablar con el joven y le dice que próximamente repetirán una escapa
nocturna. Alatriste busca a Guadalmedina para pedirle perdón, pero este le da la espalda. Recibe una nota
de la actriz diciendo que no quiere volver a verlo y Alatriste se emborracha con el vino de esquivas. El
capítulo termina con la lucha entre Alatriste y un desconocido, al que mata para olvidarse de sus problemas,
a modo de alivio. También termina la historieta de Lopito, en la que se llevan a la joven enamorada de
noche y se casan, tras crear una pelea con su tío, al que Alatriste tenía un gran desprecio.
• A REY MUERTO, REY PUESTO. Otra vez necesito escolta. Este mensaje recibe Balboa de su amor, a la
que acompaña en otra escapada nocturna, esta vez a las Minillas, en las afueras. Alatriste recibe otra nota de
la actriz, en la que le dice de quedar en las Minillas también, para contarle lo sucedido y despedirse de él.
Cuando Alatriste esta en el lugar de encuentro, aparece el rey. Íñigo, que estaba viendo todo a lo lejos, corre
hasta su tutor, en el momento en el que aparece Malatesta junto a seis esbirros para matar a los tres
engañados. Muerto el rey dejan a los protagonistas vivos para que la guardia les coja como asesinos. Balboa
consigue escapar, pero no el Capitán, al que apresan y meten en una caravana. En el transcurso a la cárcel,
nuestro protagonista es custodiado por Guadalmedina y por el jefe de la guardia, Martín Saldaña, que es
amigo suyo. Alatriste intenta contar lo sucedido, pero no le hacen caso ya que desconoce la causa del
intento de asesinato del rey y porqué querían cargárselo a él. Aunque sus amigos le dicen que el muerto no
es realmente el rey, sino un doble, ya que se temían algo por el estilo, el Capitán se da cuenta de que no se
iba a poder librar de la cárcel, y por ello decide montar una revuelta en la que sus dos opresores y amigos
salen heridos. Alatriste consigue huir tras matar a dos guardias y al llegar a Madrid llevado por la corriente
de un río, afortunadamente se encuentra con un amigo suyo, Bartolo Cagafuego, quien consigue esconderle
en una taberna de mala muerte en los barrios bajos.
• LA POSADA DEL AGUILUCHO. Este es el nombre que recibe la taberna donde se esconde Alatriste. En
este capítulo Quevedo trata de hablar con Guadalmedina, para aclarar las cosas, pero este también se niega,
ya que ahora hay muertos de por medio y nadie puede salvar a Alatriste. Sin embargo, este no deja de
intentarlo y pide una audiencia al conde−duque de Olivares, en quien el rey había dejado la mayoría de los
asuntos del estado. Íñigo hace una visita a Alatriste, en la que le cuenta porque estaba en las Minillas la
noche anterior y también su amor hacia Angélica. Tras esa conversación el joven toma la iniciativa de ir a
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hablar personalmente con Guadalmedina para explicarle todo lo sucedido, diciéndole que él también
estuvo. Por otra parte Alatriste deja la taberna para ir a buscar a Malatesta, del que sabía donde vivía debido
a lo acaecido en la segunda entrega de la colección Alatriste.
• SOBRE ASESINOS Y LIBROS. El Capitán le tiende una trampa y consigue hablar con su enemigo
(anecdóticamente habla sobre libros con él ya que posee Política de Dios, gobierno de Cristo, de Quevedo)
y enterarse de las causas del intento de asesinato del rey, pero luego Malatesta se le escapa. Tras la
conversación de Íñigo con Guadalmedina consigue que le atiendan a su tutor en el escorial. Cuando este se
dirige hacia allí aparece Saldaña, que no acepta que su amigo le golpease en la caravana, pidiéndole un reto.
La batalla se resuelve a favor de Alatriste, que ayuda sin rencor a su amigo herido antes de partir al
Escorial.
• LA ESPADA Y LA DAGA. Ya en el Escorial Quevedo habla con la reina sobre su obra La espada y la
daga, e Íñigo habla con la persona más poderosa de España, el conde−duque de Olivares, mientras esperan
a Alatriste. Pero este es atrapado por cuatro esbirros. En este capítulo además el marido de María de Castro
se muestra impasible cuando su mujer pone excusas para irse esa noche con el rey, aunque acaba
emborrachándose. Íñigo acaba junto a angélica en su habitación.
• EL CEBO Y LA TRAMPA. Alatriste despierta atado y junto a él están Malatesta y Bocanegra, quienes le
explican su malicioso plan en que mataran al rey y le dejaran a él como autor del asesinato. Por otra parte
Íñigo que se encontraba con Angélica, reacciona a medianoche debido a la tardanza de su tutor y trata de
irse, pero la joven menina, viéndose ofendida, le apuñala por la espalda. Cuando Balboa se despierta
después de desmayarse del dolor, se encuentra en la misma habitación, vendado y al volver Angélica, le
golpea y huye, con la fortuna de enterarse de lo sucedido con Alatriste, ya que el tío de Angélica, uno de
sus enemigos, duerme junto a la habitación de la joven. El rey iba a ser asesinado mientras partía de caza
por el monte, y Alatriste iba a estar allí. Trata de avisar a Quevedo y a Guadalmedina, pero no lo consigue,
y cuando parecía todo perdido se encuentra con el marido de la actriz, que aunque esta borracho, le ayuda
en su tarea acompañándole hasta La Fresneda, donde se encuentra el rey.
• LA PARTIDA DE CAZA. En este capítulo termina la historia, en la que Alatriste se libera y junto a Íñigo y
el marido de Castro consiguen salvar al rey.
EPÍLOGO. El libro termina con el rey dándole las gracias a Alatriste, y Guadalmedina ya no le tiene rencor,
pidiéndole disculpas. Sin embargo Alatriste no podrá fardar de esta historia en el futuro.
Tras la historia hay tres breves poesías ya que algunos de sus fragmentos son nombrados en la obra. Estas
poesías son:
AL PROCURADOR SATURNINO APOLO. AMIGO DE MALOS VERSOS Y DE BOLSAS AJENAS de
Don Francisco de Quevedo (fragmento en la página 97)
SOBRE LA FUGACIDAD DE LA BELLEZA Y LA VIDA de Don Luís de Góngora (fragmento en la página
267)
SOBRE LOS DELEITES Y CONTRADICCIONES QUE CAUSA EL AMOR de Félix Lope de Vega Carpio.
Para finalizar hay escrita una carta de aprobación de impresión. Está realizada como si nos encontrásemos en
una época en la que censura gobernase y necesitase el visto bueno de la Santa Fe. La carta esta firmada por
Luis Alberto de Prado y Cuenca, Secretario de Consejo de Castilla, que curiosamente aparece en la obra,
como amigo de Lope de Vega. También hay que mencionar que el actual Secretario de Estado de Cultura se
llama Luis Alberto de Prado y Cuenca, lo que resulta una gran coincidencia.
El segundo caballero era un secretario del consejo de Castilla, por nombre don Luis Alberto de Prado, que
era de Cuenca, tenía fama de hacer decentes versos y admiraba sobremanera a Lope." Página 53
Este libro recibe el título de EL CABALLERO DEL JUBÓN AMARILLO porque cuando el rey salía de
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noche de incógnito, para encontrarse con sus amantes, iba totalmente embozado. La única forma con la que se
podían referir a él era con la de caballero de jubón amarillo, que era lo único llamativo (un jubón es algo
parecido a un chaleco, ceñido y ajustado).
Dos hombres habían salido a la calle, calados los sombreros, al aire furtivo, poniéndose las capas. Uno de
ellos vestía un jubón amarillo. Página 113
ESTRUCTURA INTERNA DEL LIBRO
La historia principal se puede dividir claramente en presentación, nudo y desenlace.
Presentación: la presentación está formada por los temas I,II y III, en los que se ve que algún problema va a
haber con la supuesta disputa del rey y Alatriste por la actriz María de Castro. Se nos informa también sobre
el espacio y el tiempo, además de mostrar algunas de las historias del pasado de Alatriste que nos ayuda a
conocer a los personajes.
Nudo: el nudo empieza con la batalla entre Alatriste y Guadalmedina, en el capítulo IV, y termina en el tema
X, cuando Íñigo parte a la Fresneda en busca de su tutor y de su rey.
Desenlace: el desenlace está formado por el capítulo XI y el EPÍLOGO, en el que Alatriste e Íñigo derrotan a
Malatesta y consiguen salvar al rey, quien les muestra sus respetos.
Además de la historia principal está la pequeña historia de Lopito de Vega, en la que se casa con su novia, a
pesar de la negación por parte del tío de ella. La presentación de esta historia se sitúa en los temas I, II y III,
en los que se conoce la figura de Lopito y su problema, el nudo en la mitad del tema V donde se plantea el
asalto a la casa de su novia y el desenlace al final del tema V, cuando se llevan a la joven y se casan.
ANÁLISIS Y CARACTERIZACIÓN DE LOS PERSONAJES
Diego Alatriste y Tenorio.
Al capitán Alatriste le quieren tender una trampa para inculparle del asesinato del rey. El antiguo soldado de
los tercios españoles, debe dejar de visitar a su amante, puesto que el rey la pretende como suya. Pero el
protagonista, que es muy testarudo, no cede, ya que es de lo poco que le queda. Es por esto, que sus antiguos
enemigos de las anteriores obras se quieren aprovechar de la situación. Vive de la espada, junto a Íñigo de
Balboa, al que acogió cuando murió su camarada de batallas, Lope de Balboa. Aun siendo soldado es bastante
culto, e intenta que Íñigo lo sea mas, gastando parte de su poco dinero en su educación, en la que le ayudan
algunos amigos suyos.
Alatriste era más viejo y acuchillado − página 13
Que soldado y espadachín como era, amén de parco en palabras, resultaba hombre razonablemente
instruido, había leído buenos libros y visto mucho teatro, y aunque no se las diera de tal y reservase de todo
juicio para sí, tenía buen golpe de vista para las virtudes de una comedia − página 22
− Cruzar su espada con el mejor acero de Madrid − página 54, refiriéndose a la espada de Alatriste.
Era gran admirador de Lope y lo respetaba como a pocos hombres en el mundo − página 55
Según en que cosas, y María de Castro podía ser una de ellas, a los hombres como el capitán Alatriste les
daban igual los reyes que las sotas − página 88
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A partir de cierto punto, a Diego Alatriste y tenorio, soldado viejo, espada a sueldo, no bastaba para atarlo
una cadena de oro regalada, al paso, en un alcázar sevillano. Y a fin de cuentas, concluyó, en el peor de los
naipes nadie puede quitarme otra cosa que la vida − página 168
− Aunque el mayor peligro quizá sea el propio Alatriste. Mas que una espada −concluyó− lo que tu amo
lleva en la mano es una guadaña. − páginas 195 y 196
Fue de los ojos helados del capitán al mostacho de soldado viejo, y luego a la cazoleta de la toledana, toda
llena de mellas y marcas, y a la vizcaína cuya empuñadura asomaba detrás de la cadera − página 19
Íñigo de Balboa y de Aguirre.
Es el narrador de la obra, y junto a Alatriste el protagonista. Su carácter responde al estereotipo del escudero
de la edad media. Aventurero, con un futuro próximo como soldado, se encuentra en su etapa de adolescencia,
y abierto para aprender lo más posible con el capitán. Aunque cada vez la figura heroica de su amo se
convierte mas en la de alguien vulgar, y no está del todo de acuerdo conque siga visitando a la actriz, le sigue
fielmente, ya que al él le pasa algo parecido: Está enamorado de Angélica de Alquézar, con la que tiene
relación desde la primera entrega de la colección y es consciente de que su relación con ella le puede llevar a
la muerte, aunque aun así le sigue les pasos a la joven. A la edad de dieciséis años ya es conocido del arte de
las espadas, y en el pasado fue como acompañante de Alatriste a la guerra.
Coincidencia quizás, me dije: aunque mi instinto, hecho a los lances de Madrid, me decía que las conciencias
alían a sangre y acero en una esquina de poca luz − página 51
A fin de cuentas, a los dieciséis años era ya veterano de Flandes y de otras campañas más turbias, tenía
cicatrices propias y manejaba la espada con razonable soltura. Eso me afianzaba en la intención de abrazar
la milicia en cuanto fuera posible − página 66
Me había vestido con ropa nueva, jubón de paño negro con golilla almidonada y calzón y gorra de lo mismo
− página 76
Pero yo fui y soy vascongado y español, viví mi siglo de cabo a rabo − página 82
Por ese tiempo yo era un mozo de buena traza, alto para mi edad, de ojos vivos, con espeso cabello negro, y
la ropa nueva y la gorra de pluma roja que tenía en las manos me procuraban una apariencia decente −
página 83
Leía el documento murmurando algunos párrafos en voz alta: Nacido en Oñate, Guipúzcoa, hijo de un
soldado muerto en Flandes, criado de Diego Alatriste y Tenorio, más conocido como el capitán Alatriste,
etcétera. Mochilero en el tercio viejo de Cartagena. Toma de Oudkerk, batalla del molino Ruyter, combate de
Terhetden, asedio de Breda −entre cada nombre flamenco alzaba los ojos del papel, como para comparar
aquello con mi evidente juventud. Y antes de Flandes, un auto de fe de la plaza Mayor de Madrid, el año mil
seiscientos y veintitrés.
No era tranquilizador conocer que tu biografía andaba en papeles; y el recuerdo de mi aventura con la
Inquisición no contribuyó a serenarme el ánimo − páginas 155 y 256
Francisco de Quevedo Villegas.
El famoso poeta es compañero de fatigas del capitán Alatriste. Debe crear una obra de teatro para los reyes, y
su situación es complicada tras la huida de Alatriste, puesto que al tener el favor de la corte, no debe meterse
en problemas para no perderlo. Sin embargo le cree ciegamente sin dudar en ningún momento, y ayuda
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buenamente como puede. En la obra critica constantemente a su eterno enemigo, Luís de Góngora.
Vestía de negro como siempre, su lagarto de Santiago bordado al pecho, sombrero, medias de seda y capa
doblada cuidadosamente sobre un poyete en el que también tenía la espada − página 45
De modo que el poeta, astuto y listísimo como era, se dejaba querer, cojeaba más de la cuenta para hacerse
perdonar el talento y la privanza, y se disponía a medrar sin complejos mientras durase la buena racha −
página 77
María de Castro.
Posiblemente la actriz más famosa de España, es amante de Alatriste hasta que la pretende el rey, a quien
tampoco rechaza. Su marido no le pone pegas, ya que saca gran tajada de sus escapadas nocturnas, en forma
de dinero. Bella e inteligente, su relación con Alatriste no es simplemente por interés, sino que realmente
muestra afecto por el Capitán
La Castro era hembra briosa, de buenas partes y mejor cara: ojos rasgados y negros, dientes blancos como
su tez, hermosa y proporcionada boca. Las mujeres envidiaban su belleza, sus vestidos y su forma de decir el
verso. Los hombres la admiraban en escena y la codiciaban fuera de ella; asunto este al que no oponía
reparos su marido, Rafael de Cózar − página 25
Pues sería pecado de egoísmo y faltar la claridad, virtud teologal −decía Cózar con simpática
desvergüenza− no compartir el arte con quien alcanza a pagarlo. Y en tales lances, aunque reservada como
bocado exquisito, su legítima María de Castro −tiempo después se supo que no estaban de verdad casados y
todo era flor para encubrir las cosas−, aragonesa y bellísima, con cabellos castaños y dulce metal de voz,
resultaba una mina más rentable que las del Inca − páginas 25 y 26
Sonreía mucho al decirlo, mostrando sus dientes blanquísimos y el óvalo perfecto de su cara. Y Alatriste,
perro viejo en ése y otros lances, entrevió en su mirada una promesa − página 35
Rafael de Cózar
Rafael de Cózar es el marido de María de Castro. Actor de teatro, muy listo. Públicamente lleva con alegría
los amores de su mujer, pero en una parte de la obra, en la que se encuentra borracho, demuestra que también,
en cierta medida, esta celoso.
Rafael de Cózar, gloria de la escena española, comediante famosísimo − página 25
− ¿Y el marido?
En el ajo, naturalmente −Guadalmedina hizo gesto de palparse la faltriquera−. Listo como el hambre, y sin
complejos. Es el negocio de su vida. − página 88
Al izquierdo iba su marido, pequeño, patilludo, sonriente, con jubón de trencilla dorada, bastón de puño de
marfil y un elegante sombrero de castor a la francesa que se quitaba continuamente para saludar a diestra y
siniestra, encantado de la vida y de la expectación que su esposa y él mismo suscitaban − página 93
Yo mismo apreciaba en el tono del comediante algo que nunca imaginé: un rencor vago, contenido y oscuro.
Algo por completo opuesto al personaje que era, o que aparentaba ser − página 278
Rey Felipe IV
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El monarca español, dado a las mujeres y a la caza, y despreocupado en los asuntos de estado. Posesivo, tiene
que conseguir lo que pretende, ya que es la persona más poderosa del mundo. Debido a su reinado, España
deja de ser el gran país que había sido. Cuando intentan matarle, acepta su destino sin resignación, dando la
cara, algo que parece difícil para alguien que lo tiene todo. Cuando Alatriste le salva, muestra admiración por
él, y ridiculiza a Guadalmedina para ensalzar la figura del antiguo soldado.
Qué extraña era la vida, concluí. Con aquella reina en palacio, mujer hermosísima que bastaría para llenar
de dicha a cualquier hombre, el rey andaba salteando hembras. Y para más escarnio, de baja estofa:
sirvientas, comediantas, mozas de taberna. Yo estaba lejos de sospechar entonces que ya despuntaban en el
rey nuestro señor, pese a su naturaleza bondadosa y su flema, o tal vez a causa de ellas, los dos grandes
vicios que en pocos años darían al traste con el prestigio de la monarquía labrado por su abuelo y por su
bisabuelo: la afición desmedida a las mujeres y la apatía en asuntos de gobierno. Puestas ambas cosas,
siempre, en manos de terceros y de favoritos − páginas 87 y 88
En ese momento, como concertado e igual que en las comedias, se abrió una puerta y en el claustro apareció,
sorprendido por nuestras voces, un caballero joven y bien vestido. Bajo el sombrero se advertía sus cabellos
rubios; traía la capa doblada al brazo, la espada e su vaina, y usaba un jubón amarillo que me era familiar.
Pero lo más notorio era que yo conocía ese rostro, y mi amo también. Lo habíamos visto en los actos
públicos, en las rúas de la calla Mayor y el Prado, y más de cerca poco tiempo atrás, en Sevilla. Su perfil
austríaco venía acuñado en monedas de plata y oro.
− ¡El rey! −exclamé. − página 170
Era espigado, rubio, vestido con tobardo y calzones de paño verde, y tocado con un sombrero de visera −
página 327
Reina Isabel de Borbón
Unicamente interviene en la obra en las conversaciones con Quevedo para saber como va el transcurso de la
obra La espada y la daga. Sin embargo su figura es importante porque los villanos pretendían dar a pensar que
ella era la que había mandado el asesinato de su marido, debido a los celos, y así empezar una guerra con
Francia.
− Espego con deleité vuestga comediá, señog de Quevedó.
La reina era bellísima. Y francesa. Hija del gran Enrique IV el Bearnés tenía veintitrés años, clara la tez y un
hoyuelo en la barbilla. Su acento era tan encantador como su aspecto, sobre todo cuando se esforzaba en
pronunciar las erres frunciendo un poco el ceño, aplicada, cortés con su majestad llena de finura e
inteligencia. Saltaba a la vista que había nacido para el trono. − página 75
La claridad de la estancia doraba su cabello rizado, arrancando reflejos mate a las dos pelas sencillas que
usaba como pendientes. Vestía muy doméstica dentro de las exigencias de su rango, chamelote de aguas de
color malva, entero, guarnecido con esterillas de plata, y el verdugado ahuecaba su falda con mucha gracia,
chapín de raso y una pulgada de media blanca a la vista, sentada como estaba en un escabel junto a la
ventana del balcón central. − página 76
La idea de que nuestra señora doña Isabel de Borbón tuviese algo que ver con la intriga no era descabellada.
Hasta una reina es mujer, me dije. Puede conocer los celos como la más baja fregatriz. − página 205
Todo aquello era comidilla diaria y pronto llegaría a oídos de la reina; pero la hija de Enrique IV estaba
educada como princesa, y ello incluía tomar tales cosas por gajes del oficio. Isabel de Borbón siempre fue
espejo de reinas damas; por eso el pueblo la amó y respetó hasta su muerte. Aun así, nadie podía imaginar
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las lágrimas de humillación que nuestra desdichada reina iba a derramar de puertas adentro a causa de la
lujuria de su augusto esposo; que con el tiempo, según público rumor, llegaría a engendrar hasta veintitrés
bastardos reales. − página 265
Álvaro de la Marca, conde de Guadalmedina
Antiguo soldado y en la actualidad compañero del rey, fue salvado por Alatriste en el pasado. Siempre le
tiende la mano (le ayuda en la primera entrega de la saga Alatriste), hasta que se tiene que enfrentar con él
debido a su cabezonería. Tras la batalla le pierde el respeto, pero al final le pide disculpas, viendo que se había
equivocado.
Al hilo salieron a relucir nombres de amigos comunes, como Diego Duque de Estrada, con el que mi amo
había estado de camarada cuando la desastrosa jornada de las Querquenques, donde ambos se vieron a
pique a dejar la piel salvando la de Álvaro de la Marca, conde de Guadalmedina. Quien, por cierto, había
trocado los arreos de antaño por el puesto de confidente del cuarto Felipe, a quien acompañaba cada noche,
informó Quevedo, en sus correrías galantes − página 64
Álvaro de la Marca vestía jubón de gamuza y polainas manchadas de lodo, y se tocaba con una graciosa
monterilla enjoyada con esmeraldas, iba refrescándose con un pañizuelo mojado en agua de olor, camino de
la explanada frente a palacio donde lo esperaba su coche. La indumentaria de cazador lo hacía aun más
apuesto, dándole un falso toque rústico que realzaba su estampa gallarda. No era extraño, decidí, que las
damas de la Corte se abanicasen con más pasión y garbo cuando el conde les asestaba sus miradas; y que
incluso la reina nuestra señora le hubiese mostrado al principio cierta inclinación, aunque sin faltar nunca,
por supuesto, al decoro de su alto rango y su persona. Y digo al principio porque, en el tiempo de esta
aventura, Isabel de Borbón ya estaba al corriente de las almogavarías de su augusto esposo y del papel de
acompañante, escolta o tercero, que el de Guadalmedina desempeñaba en tales lances. Lo aborrecía por eso,
y aunque el protocolo le obligaba a ciertas finezas −además de servidor de su esposo, el de la Marca era
grande de España−, procuraba tratarlo con frialdad. − página 84
Miré su rostro aristocrático, el cabello ondulado, el bigote rizado y la perilla rubia. Sus manos blancas y
elegantes, con un anillo que por sí solo valía el rescate de un cautivo en Argel. Era otro mundo, concluí,
aquella España: poder y dinero desde la cuna a la tumba. En la posición de Álvaro de la Marca, ciertas
cosas no podían verse con ecuanimidad jamás. − página 216
Gaspar de Guzmán, conde−duque de Olivares
El valido del rey, que lleva las riendas del país, aparece cuando Alatriste debe compadecer para salvar su
pellejo, aunque luego este es atrapado. Muy inteligente, habla con Íñigo hasta conseguir lo que quiere. No se
deja engañar y tiene a raya a la iglesia, lo que le hace tener mucho enemigos.
Sólo otro personaje era más detestado por la reina nuestra señora: el conde−duque de Olivares, cuya
privanza nunca fue bien vista por aquella princesa criada en el arrogante señorío de la Corte de María de
Médicis y del gran Enrique IV de Francia. Y así, con el tiempo, querida y respetada hasta su muerte,, Isabel
de Borbón terminaría encabezando la facción palaciega y cortesana que, década y media mas tarde, iba a
acabar con el poder absoluto del valido, derribándolo del pedestal donde lo habían encumbrado su
inteligencia, su ambición y su orgullo − página 85
Mis cinco sentidos estaban puestos en la figura imponente que aguardaba al extremo, junto a la última de las
ventanas: un hombre corpulento, de barba espesa recortada en el mentón y terrible mostacho que se
espesaba en las guías. Vestía de lama noguerada, con la cruz verde de Alcántara; y su cabeza, grande,
poderosa, se asentaba sobre un cuello que a duras penas se veía contenido por la golilla almidonada. Al
acercarme clavó en mí unos ojos inteligentes y amenazadores como arcabuces negros, en los días que narro,
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aquellos ojos daban pavor a toda Europa. − página 255
Angélica de Alquézar
Sobrina de Luis de Alquézar, secretario real, quien tiende la trampa a Alatriste. Ella está enamorada de Íñigo,
pero le tiene a raya por sus amistades. No duda anteponer el objetivo común de los villanos al de su amor, y
por ello apuñala a Íñigo cuando este intenta irse, cuando se encuentra con ella. Piel y ojos claros, que junto a
su cabello rubio traen loco a al joven Balboa.
Cualquier título me cuadraba, con tal de ver allí a Angélica de Alquézar: la menina de la reina que, como
recordaran vuestras mercedes, yo estaba enamorado hasta los tuétanos − página 52
Me estaba enredando de nuevo, comprendí. Angélica era la sobrina de uno de los enemigos mortales del
capitán Alatriste; la niña−moza que me había llevado tres años atrás a las cárceles de la Inquisición y al pie
de la hoguera. − página 108
Ella miraba la puerta de la taberna, yo la miraba a ella, y a veces, cuando se movía, el hacha que
chisporroteaba enfrente iluminaba sus ojos: claros, fijos, resueltos. En ocasiones parecía estudiarme con
mucho sosiego y penetración, hasta el último recodo del alma. Y siempre, al final, antes de volverse de nuevo
hacia la taberna, el lindo trazo de su boca se curvaba en una sonrisa − página 111
Gualterio Malatesta
El espadachín italiano es el Alatriste malo. Historias parecidas, y una disputa pendiente desde la primera
novela, en la que Alatriste se negó a matar al rey de Inglaterra. Agil y astuto, respeta a su manera al capitán.
Para él, ante todo, el trabajo. Los que mandan son los que dan el dinero, y hace lo que tiene que hacer sin
rechistar, ya sea matar al rey. Al igual que Alatriste, prefiere morir antes de ir a la cárcel, donde finalmente
acaba.
Se había materializado en la noche como un fragmento de ésta: negro de la cabeza a los pies, las pupilas
duras y relucientes como piedras de azabache. Observé que su rostro había cambiado desde la aventura del
Niklaasbergen: ahora tenía una fea cicatriz sobre el párpado derecho, que le desviaba un poco la mirada de
ese ojo − página 171
El rostro picado de viruela del italiano era una máscara sarcástica, y la cicatriz del ojo acentuaba su aire
siniestro. − página 173
Fray Emilio Bocanegra
El mandamás de la operación, que vio como Alatriste frustraba su intento de asesinato sobre el rey ingles.
Odia tanto a Alatriste como a Balboa, al contrario que Malatesta, que al joven intenta no molestar. Ahora
intenta asesinar al rey español, quien tiene a raya a la iglesia, y para ello se llevará todo lo que le pongan por
delante.
Nadie hubiera podido olvida aquella enorme tonsura, el rostro descarnado y ascético, los ojos fanáticos, el
hábito negro y blanco de los dominicos. Fray Emilio Bocanegra, presidente del Tribunal de la Inquisición,
era el último hombre que habría esperado encontrar allí. − página 291
Lope de Vega
Su papel no es importante en la obra, pero ayuda a entender mejor cómo era la sociedad de sus tiempos, ya
que con sus obras y su forma de ser da a conocer las costumbres de entonces. Es en su casa donde hay una de
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las conversaciones más instructivas sobre la época. Además nos da a conocer el problema de Lopito, su hijo,
que dispondrá de su propia historia.
Debía de andar por los sesenta y cuatro años, y conservaba el aire galán, acentuado por los elegantes
cabellos grises, el bigote recortado y la perilla que seguía luciendo pese a su hábito eclesiástico. Era
discreto: hablaba poco, sonreía mucho, y procuraba agradar a todos, intentando disimular la vanidad de su
envidiable posición con una extrema cortesía. Nadie como él −y luego Calderón− conoció de tal modo la
fama en vida, forzando un teatro original de una hermosura, variedad y riqueza que no se dio tal, nunca, en
Europa. Había sido soldado en su mocedad, en las Terceras, en los sucesos de Aragón y en la empresa de
Inglaterra, y por el tiempo que narro tenía escritas ya buena parte de las más de mil quinientas comedias y
cuatrocientos autos sacramentales que salieron de su pluma. Es estado sacerdotal no lo aportó de una larga
y escandalosa vida de desórdenes amorosos, amantes e hijos legítimos; todo lo cual influía, y no poco, en que
a su inmensa gloria literaria nunca fuese visto como hombre virtuoso, y se le mantuviera apartado de
beneficios cortesanos a los que aspiraba; como el cargo de cronista real, que quiso ser y nunca fue. Por lo
demás gozó de laurel y fortuna. Y a diferencia del buen don Miguel de Cervantes, que murió, como dije,
pobre solo y olvidado, el entierro de Lope, nueve años después de las fechas que nos ocupan, fue
acontecimiento y homenaje de multitudes como nunca habíase visto en España − páginas 56 y 67
A diferencia de Góngora y Quevedo, Lope desconocía el griego y apenas se manejaba con el latín. − página
60
Lopito de Vega
El hijo de Lope de Vega tiene al principio de la obra una pelea con Alatriste, en la que se mantienen las
incógnitas de los nombres. La historia de Lopito consiste en su intento de casamiento con una joven dama,
debido a la oposición del tío de ella. Alatriste y compañía le ayudan en una noche a llevársela de la casa, para
posteriormente casarse con ella, sin que su tío no pueda hacer nada.
Aprovechaba para estudiarlo: en la veintena, buena traza, con aquel punto soldadesco que un ojo avisado
advertía pese a las ropas de ciudad Buena crianza, quizás. Seguro, valiente boca cerrada y nada fanfarrón,
ciñéndose a lo suyo. − página 13
El tercero era un hidalgo joven y bien parecido, bigotillo escaso y poco más de la veintena, y que al vernos
aparecer en el patio se levantó con cara de sorpresa − página 53
El mozo −fruto ilegítimo, aunque reconocido, de los amores de Lope con la comedianta Micaela Luján, había
peleado contra los corsarios berberiscos, contra los franceses en las Hieres y participado en la liberación de
Génova, y ahora se hallaba en la Corte esperando que se resolviera el papeleo de su confirmación en el
grado de alférez, y también, al parecer rondando la reja de una dama. − páginas 53 y 54
Nos volvimos, sorprendidos. Lopito de Vega se nos había acercado por detrás y allí estaba, con los pulgares
en la pretina donde llevaba la espada, el paño de la capa doblado sobre un brazo, el sombrero a lo soldado
un poco inclinado atrás, sobre el vendaje que aún le envolvía la frente − página 98
Caridad la Lebrijana
La dueña de la Taberna del Turco, y también dueña de la casa superior a la taberna, donde Íñigo y Alatriste
viven. Ella esta enamorada de Alatriste, pero él no la corresponde mientras tiene cosas mejores, como en este
caso con María de Castro. Aun así ella le permite seguir viviendo en la casa que posee encima de la taberna,
con sus mas y sus menos. Quiere a Íñigo casi como a su propio hijo.
El asunto, naturalmente, iba a cargo de la afición al teatro de mi amo, y el nombre de María de Castro salió
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a relucir con epítetos −atizacandiles, tusona y barragana fueron los más comedidos que oí− que en boca de
la Lebrijana no dejaban de tener su miga, pues a fin de cuentas la tabernera, que a los casi cuarenta años
conservaba morenos encantos de quien tuvo y retuvo, había ejercido sin empacho de puta varios años, antes
de establecerse, con dineros ahorrados en afanes y trabajos, como honesta propietaria de la taberna situada
entre las calles de Toledo y el Arcabuz mi amo había vuelto a instalarse, conmigo, en su antigua habitación
de la casa que la Lebrijana poseía sobre la taberna; aparte que ella le había calentado los pies y algo más en
su propia cama durante el invierno. − páginas 39 y 40
Lo malo era que, además de ejemplar, enamorada, aún jarifa y hermosa de carnes, la Lebrijana también era
mujer brava, y los devaneos de mi amo con la representante le habían removido la hiel − página 40
Jura y perjura que estará en primera fila cuando os ahorquen. Pero se le pasará −sonreí−. En el fondo es más
tierna que una melcocha. − página 201
Martín Saldaña
Compañero de Alatriste en Flandes, ahora es el teniente de alguaciles, y según dicen, gracias a los trabajos de
su mujer a terceros. Mantiene su amistad con el capitán, pero el trabajo es el trabajo, y debe anteponerlo a la
amistad. Cuando el y Alatriste tienen la pelea cuando llevan al soldado a la cárcel, Saldaña sale herido, y
posteriormente tendrán una pelea de honor, en la que el teniente sale herido de gravedad. Aun así Alatriste
muestra su afecto hacia su compañero de batallas, y no le deja tirado, sino que busca alguien que le pueda
ayudar.
Al fondo, en la escalera, su viejo amigo el teniente de alguaciles Martín Saldaña platicaba con el arrendador
del corral y un par de conocidos, también gente de teatro − páginas 27 y 28
Saldaña fruncía ahora el entrecejo, apoyada una mano en la culata de un milanés. Con la otra se rascaba la
barba entrecana.
− ¿Sabes una cosa, Diego? A veces, como tú, añoro el barro y la mierda de Flandes. − página 139
Bartolo Cagafuego
Cagafuego es un excompañero de Alatriste, que coincidieron una vez en la cárcel. Por ello este rufián le
muestra gran afecto y cuando se lo encuentra no duda en prestarle ayuda. Posteriormente, en Sevilla, el
capitán le contrató para un librándole de trabajar en las galeras de esclavo, y por eso Cagafuego nunca le
fallará.
Y al trecho, Bartolo Cagafuego me miró a medio mogate, dejó el jarro, se puso en pie como quien no quiere
la cosa, desperezó el navío con desmesurado braceo y abriendo mucho la boca −diezmada de media docena
de dientes−, y anduvo columpiándose hasta la puerta, el aire terrible de costumbre, tintineándole el hierro,
baldeo en gavia, coleto de ante y calzón con las boquillas sin abrochar, tan amontonado de valentía que no
había mas que pedir. − página 198
Asintió aprobador, rascándose las espesas cejas que se le juntaban en el sobrescrito lleno de marcas y
cicatrices. Luego, sin más palabras, echó a andar por la galería, y lo seguí. No nos veíamos desde el episodio
del oro de las Indias; cuando, tras verse libre de remar en galeras merced al asalto al Niklaasbergen y al
indulto conseguido por el capitán Alatriste, Cagafuego se había embolsado una linda suma que le permitió
volver a Madrid para seguir desempeñando el oficio de jaque en su variedad de rufo, o rufián, por otro
nombre abrigo de putas. Pese a su corpachón y a los aires feroces, y aunque en la barra de Sanlúcar, a decir
verdad, se había portado con mucha decencia degollando gente, lo suyo no era jugarse la gorja. − página 199
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TEMAS
Amor
El amor es el tema central, sobre el que gira la obra. Pero dentro de él, hay diferentes tipos, como el que
muestra Íñigo con Angélica o Lopito de Vega con su novia, que se puede decir que es un amor verdadero. En
el primer caso el joven da su vida por su amor, mientras que en segundo el soldado rompe las reglas con tal de
conseguir a su deseada (recordemos que se la lleva durante la noche para casarse con ella). Luego esta la
relación entre Alatriste y María de Castro, que es una relación más ocasional, en la que ambos sacian sus
deseos. Diferente es la relación entre Rafael de Cózar y la actriz, que desde un principio parece por interés,
pero que al final se ve como el actor no está tan a gusto como parece. Para finalizar la relación entre Caridad
la Lebrijana y el capitán, en la que ambos se aprecian, pero en la que él no quiere asentarse, a diferencia de
ella.
Todo lo cual me propongo a contar en esta nueva ventura, probando así que no hay locura a la que el
hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa
de por medio. − página 27
Mi mujer hace su vida −repuso, secándose el bigotazo con el dorso de una mano−. Eso tiene inconvenientes y
ventajas. − página 303
El gran pícaro hizo una cortés reverencia en la que mi ojo, ya advertido en sutilezas cortesanas, entendió no
poca zumba. Con estas finezas y mi parienta, decía el gesto, me pago jubón y sombrero, y con vuestra bolsa
el desquite. − página 94
Mas allí estaba yo, de pie como para aguantar una carga de caballería luterana, y frente a mí, sentada en un
cojín de terciopelo rojo, se hallaba el angel−diablo de mirada azul que endulzó y amargó a un tiempo, mi
inocencia y mi juventud. Naturalmente, Angélica de Alquézar me miraba. − página 79
Sin embargo, como ya apunté otra vez, y pese a todo cuanto después ocurrió entre nosotros, incluida la
cicatriz de daga que tengo en la espalda, sé −quiero creer que lo sé− que ella me amó siempre. A su manera.
− página 83
Y así, Diego Alatriste descorrió la cortina. No estaba enamorado de aquella mujer, ni de ninguna otra. Pero
María de Castro era la más hermosa que en su tiempo pisara los corrales de comedia, y él tenía el privilegio
de que a veces fuera suya. − página 37
Honor y lealtad
Íñigo se va haciendo adulto y ahora ve a su amo desde otro punto e vista, que le hace replantearse algunas
cosas. Sin embargo eso no implica que le fallé, e incluso prefiere ser fiel a su amo, antes de conseguir a
Angélica. También se muestra el respeto entre espadachines, como en las batallas de Alatriste con Lopito, con
Malatesta, con Guadalmedina y con Saldaña. Por último en la obra se ve las intenciones del Capitán para
cuidar de Balboa, cuando les tienden las dos trampas.
Y como cada vez que vislumbraba la condición oscura del capitán, me estremecí en los adentro. Nunca es
grato ganar en años y lucidez, y penetrar así en los rincones ocultos de tus héroes. En lo que se refiere a
Diego Alatriste, a medida que pasaba el tiempo, y mis ojos se hacían más despiertos, yo veía cosas que
habría preferido no ver. − página 64
− Y aunque la cuchillada no fue elegante, que pocas lo son, no me dejó tirado como a un perro Vendó mi
herida, y tuvo la cortesía de buscar quien me acompañara a un barbero − página 55
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− Corre y no te detengas. Y pase lo que pase, tú no estuviste aquí esta noche. ¿Comprendes? No estuviste
nunca. − página 176
Encontré la camisa. Recogí calzones y jubón. Angélica se había levantado y ya no hacía preguntas. Quiso
sujetarme por la espalda y la rechacé con violencia. Forcejeamos allí mismo, a oscuras. Sentí como al cabo
ella caía sobre la cama con un gemido de dolor o de rabia. No me importó. En aquel momento no me
importaba otra cosa que la cólera contra mí mismo. La angustia de mi deserción − página 289
− Tengo que dejaros− le dije a Angélica.
− Ni se os ocurra.
Entonces me zafé de las manos de Angélica, desenvainé mi espada y fui en socorro del capitán. − páginas 124
y 125
− Quiero pediros un favor −dijo−. Íñigo ¿hay forma de dejarlo fuera? − pagina 317
Orgullo
El orgullo está presente sobretodo en Alatriste, quien prefiere morir a vivir peor de cómo está. También
Malatesta lo muestra, cuando al final de la novela, Alatriste quiere matarle e Íñigo no le deja, porque sino no
tendrán forma de defenderse de la acusación del asesinato. Malatesta les pide que le maten, que será mejor
que ir a la cárcel, donde lo van a torturar.
− Date −conminó de nuevo− o te mato.
El capitán reflexionó un instante. Conocía la suerte que esperaba a los regicidas: torturados hasta la muerte
y luego hechos cuartos. No era futuro agradable.
− Mejor me matas. − página 178
Alatriste miró fijamente al conde. Hasta esa noche, nadie que le hubiera dicho mentís había vivido lo
suficiente para repetirlo. − página 181
Iglesia
La iglesia tiene un papel muy importante en la obra, ya que es por su causa por la que se intenta el asesinato.
En todo momento Alatriste y Balboa muestran un desprecio hacia ella, causante en parte de la caída de
España.
A fin de cuentas, los tercios españoles eran la más poderosa defensa con que contaba el catolicismo. Y como
en los tiempos del gran Carlos V, nuestros monarcas seguían dispuestos a perderlo todo −al cabo lo
perdieron, y lo perdimos− antes de verse gobernando a herejes. Aunque no deja de ser paradójico que,
mientras España se consumía defendiendo con dinero y sangre la verdadera religión, su santidad procurase,
bajo cuerda, minar nuestro poder en Italia y en el resto de Europa, con sus agentes y diplomáticos
entendiéndose con nuestros enemigos. − páginas 89 y 90
En fin. Mojigatos e hipócritas aparte −luego se llenaban las mancebías, pero ésa es otra historia−, no
resultaba ajena a ese celo indumentario la presión de la Iglesia, que a través de confesores reales, obispos,
curas y monjas, de los que siempre estuvimos más abastecidos que de chinches y garrapatas una posada de
arrieros, procuraba, por la salvación de nuestras almas, que el diablo no hiciese de las suyas; hasta el punto
de que ir vestidas de hombre llegó a considerarse agravante a la hora de mandar mujeres a la hoguera en los
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autos de fe. Pues hasta el Santo Oficio tomaba cartas en este asunto, como lo hacía −y lo seguía haciendo,
pardiez− en tantos otros de nuestra desdichada España − página 111
A esas horas, prevenidos por Lopito, la tía abadesa y el capellán de la familia −cuyos escrúpulos pastorales
habían sido allanados con una linda bolsa de doblones de a cuatro − página 155
Felipe IV era hombre devoto pese a sus libertinajes juveniles, pero −a diferencia de su padre Felipe III, que
anduvo toda la vida salteado de frailes− tenía a raya al clero. Aconsejado por el conde−duque de Olivares,
el rey español guardaba las distancias con Roma, cuyos pontífices sabían, a su pesar, que los tercios de los
Austrias eran el principal baluarte católico frente a la herejía protestante. Lo mismo que Olivares, el joven
rey mostraba simpatía por los jesuitas; mas en una tierra donde cien mil sacerdotes y religiosos se
enfrentaban ente sí por el control de las almas y los privilegios eclesiásticos, pronunciarse no era fácil, ni
conveniente. Los ignacianos eran odiados por los dominicos, que manejaban el Santo Oficio mostrándose
enemigos implacables de franciscanos y agustinos; y todos a su vez, formaban liga a la hora de sustraerse a
la autoridad y la justicia reales. En esa lucha por el poder alimentada de fanatismo, orgullo y ambición, no
era punto menos que la orden de santo Domingo, y con ella la Inquisición, mantuviese excelentes relaciones
con el infante don Carlos. Tampoco era un secreto que éste los favorecía hasta el punto de haber elegido por
confesor a un dominico. − páginas 295 y 296
Muerte
El tema de la muerte es constante en toda la obra, pero a diferencia de los demás apenas se habla sobre ello.
La muerte es algo que llega, y no se preocupan. Tratan de aprovechar mientras pueden, sin darle mas
importancia.
− Alguien puede estarse muriendo −protesté
− Todos moriremos un día. − Página 115
Cultura
Por último hablar sobre la cultura, sobre el ambiente en el que se movía en aquella época. Su mención en la
obra es constante, tanto sobre el teatro, los novelas, las poesías Quevedo es el máximo exponente de este
tema, ya que con sus poemas lleva la realidad hacia la comicidad.
− Por cierto, leí el Quijote en Sicilia −comentó el Capitán Contreras, cambiando de tercio−. Y a fe que no
me pareció tan malo.
− Ni a mí −apuntó Quevedo−. Ya es novela famosa, y sobrevivirá a muchas otras. − página 60
En aquellos años, la novela se consideraba arte menor y de poco ingenio, propia sólo para entretener a
doncellas; el dinero lo daba el teatro; el lustre y la gloria, la poesía. Por eso Lope respetaba a Quevedo,
temía a Góngora y despreciaba a Cervantes. − página 61
Y lo cierto es que en aquella pintoresca España nuestra, tan extrema tanto en lo bueno como en lo malo,
ningún medico era castigado por matar al enfermo con sangrías e incompetencia, ningún letrado perdía el
ejercicio de su oficio por enredador, corrupto e inútil, ningún funcionario real se veía privado de sus
privilegios por meter la mano en el arca; pero no se perdonaba a un poeta errar con sus versos y errar en el
blanco. − páginas 17 y 18
Corrales de comedias:
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En el Siglo XVII los habitantes de una región se juntaban en locales para presenciar obras teatrales, estos
locales recibían el nombre de corrales de comedias.
Al principio los corrales eran los patios traseros de las casas, pero más tarde pasaron a tener una estructura
rectangular, en la que en uno de sus extremos se situaba el escenario, prácticamente desnudo, sin decorados.
Para presenciar el espectáculo los espectadores se situaban según un orden establecido, mientras que los
hombres presenciaban la representación de pie desde el patio, las mujeres se situaban al fondo en una zona
denominada la cazuela.
Estaba prohibido que los hombres y las mujeres se juntaran durante las representaciones, excepto en los
palcos destinados a las autoridades y a los nobles.
Las representaciones solían empezar después de comer y duraban varias horas.
El orden de la representación era el siguiente:
• Se comenzaba con una pieza que encabeza el espectáculo a modo de introducción. Era una especie de
saludo en nombre de la compañía para hacer callar al público y predisponerlo favorablemente; esta
pieza recibía el nombre de loa.
• A continuación se representaba la comedia.
• En los entreactos se intercalaban bailes y entremeses; estos últimos son breves piezas cómicas que se
representan con la finalidad de divertir llenando un tiempo muerto. El maestro del género fue Luis
Quiñones de Benavente.
• Terminaba con una jácara (o en ocasiones con un baile) que era una representación que recreaba el
mundo marginal. La creación del género se atribuye a Francisco de Quevedo
NARRADOR
El narrador de esta obra es Íñigo, que es un narrador omnisciente. Nos cuenta todo desde su vejez, y por ello
intercala tanto cosas sobre el pasado como sobre el futuro. Nos describe todo de una manera muy objetiva y
detallada, y además de sus pensamientos nos cuenta los de Alatriste, como si los viviese él mismo.
Que Íñigo sea el narrador nos da a pensar que, aunque la saga sea sobre el capitán Alatriste, el verdadero
protagonista sea él.
Hoy, desde esta vejez interminable en la que parezco suspendido mientras escribo mis recuerdos, miro atrás;
y bajo el rumor de las banderas que ondean al viento, entre el redoble del tambor que marca el paso
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tranquilo de la vieja infantería que vi morir en Breda, Nordlinguen, Fuenterrabía, Cataluña o Rocroi, sólo
encuentro rostros de fantasmas y la soledad lúcida, infinita, de quien conoce mejor lo mejor y lo peor que
alberga el nombre de España. − página 66
ESPACIO Y TIEMPO
La obra transcurre en la ciudad de Madrid, en el año 1626. Gran parte de la obra transcurre en las zonas de la
realeza, tales como la Casa de Campo, el Alcázar, la Fresneda también hay lugares públicos de moda en aquel
entonces, como los mentideros, lugar de reunión, y los corrales de comedia, de los que he hablado
anteriormente.
Estrenaba Tirso, lo que era gran suceso en la Villa y Corte. Toda la ciudad llenaba el teatro o hacía cola en
la calle por motivos razonables como un asiento o un lugar de pie para asistir a la representación, y no por
un quítame allá esas pajas ras un tropiezo fortuito en una esquina, que tal era el caso: ritual de costumbre en
aquel Madrid donde resultaba tan ordinario desenvainar como santiguarse − página 11
Pero La huerta de Juan Fernández era comedia nueva y de Tirso. En aquel tiempo, junto al anciano Lope de
Vega y otro poeta joven que ya pisaba fuerte, Pedro Calderón, el fraile mercedario que en realidad se
llamaba Gabriel Téllez era de los que hacían la fortuna de arrendadores y representantes, así como las
delicias de un público que lo adoraba, aunque no llegase a las alturas de gloria y popularidad en que se
movía el gran Lope. Además, la huerta madrileña que daba nombre a la comedia era lugar famoso junto al
Prado alto, jardín espléndido y ameno frecuentado por la Corte, lugar de moda y citas galantes que sobre el
tablado de la Cruz estaba dando mucho de sí. − página 16
Miguel de Cervantes había fallecido diez años antes de lo que ahora narro, el dieciséis del siglo − página 44
Madrid, lugar de falsedad donde acude el soldado valiente a pretender el premio a su valor, y del que
siempre sale defraudado. − página 23
Una España donde en el año de mil seiscientos y veintiséis, cuando ocurrió lo que ahora cuento, aun no se
ponía el sol, pero estaba a punto. − página 23
SITUACIÓN EN EL TIEMPO: El Madrid del capitán Alatriste
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La corte se asentó en la villa de Madrid, procedente de Toledo, por orden de Felipe II en 1561, para no
abandonarla excepto entre los años 1601−1606, en que Felipe III la trasladó a Valladolid. Convertida
definitivamente en Villa y Corte, el espacio madrileño se organizó en torno a tres áreas. En el oeste, el Alcázar
Real era el corazón de la zona residencial cortesana; en el centro de la ciudad, la plaza Mayor y su entorno
constituían el espacio privilegiado de la economía urbana; y al sur, la zona del Rastro era el principal núcleo
productivo de la ciudad. Como es lógico, la ciudad creció notablemente en este período, de manera que la
construcción era la actividad más pujante en la ciudad. En el último tercio del siglo XVI se construyó una
media de doscientas casas anuales, además de elevarse la altura de muchas de las ya existentes. También se
edificaron nuevos conventos y palacios, se trazaron y empedraron calles, se erigieron fuentes y se realizaron
algunas canalizaciones. En la Villa Vieja se situaban aristócratas y burgueses de alto nivel, a los que se
sumaban únicamente oficiales, plateros y ciertos comerciantes. El centro estaba dominado por el comercio
mayorista y de lujo, así como por artesanos de elevados ingresos, mientras que la periferia estaba poblada por
artesanos modestos, pobres y gentes vinculadas al abastecimiento y la construcción.
El Alcázar Real era la residencia regia y, por ello mismo, la sede de la corte y del gobierno, y estaba situado al
oeste de Madrid, en el lugar actualmente ocupado por el Palacio de Oriente. Basado en la remodelación y
ampliación del antiguo castillo medieval, las reformas se acometieron a partir de 1538, bajo Carlos I, y se
prolongaron durante el reinado de sus tres sucesores, si bien en tiempos de Felipe II el cuerpo central del
edificio había adquirido ya sus características fundamentales. El Alcázar estaba organizado en torno a dos
grandes patios, el del rey y el de la reina, situados respectivamente a izquierda y derecha de la entrada
principal. En el patio de la reina se hallaban las sedes de los principales órganos de gobierno de la monarquía
hispana: los consejos reales. En la planta superior del mismo se hallaban los aposentos reales, los de la reina,
Isabel de Borbón, al este y los del rey al oeste. Residían además en el alcázar los miembros de la familia real
(los infantes don Carlos, don Fernando y doña María, hermanos del rey) y, excepcionalmente, algunos de los
cortesanos de mayor rango. En particular, Felipe IV entregó a Olivares las estancias del palacio que daban al
norte y que él había ocupado como príncipe de Asturias. Además de su núcleo central (basado en el antiguo
castillo medieval), el Alcázar se expandió hacia el este con las Casas de Oficios, las cocinas nuevas y la Casa
del Tesoro; hacia el sur, en torno a la plaza de Palacio, con la Armería y las Caballerías Reales, la Casa de
Pajes, las Caballerías de la Regalada y las cocheras reales; hacia el norte con la plaza del Picadero, los
jardines de la Priora; y hacia el oeste con el Parque (el actual Campo del Moro).
Los miembros de la Corte que no se alojaban en el Alcázar Real, eran alojados o pensionados por la Regalía
del Aposento y solían residir en los alrededores del palacio real y en los de la Cárcel de Corte (el actual
Ministerio de Asuntos Exteriores), los principales enclaves urbanos que en ese momento pertenecían a la
Corona. En consecuencia, los cortesanos y los oficiales reales se concentraban al oeste y al norte de la Villa
Vieja, en el límite occidental de la Parroquia de San Martín y en la parroquia de Santa Cruz. No obstante, a lo
largo del siglo XVII los nobles se diseminarán por casi toda la ciudad (salvo los barrios meridionales), en
particular por ciertos ejes del norte (Hortaleza y Fuencarral) y, sobre todo, por las vías del este (Alcalá, San
Jerónimo, Atocha) y sus transversales (Príncipe, Baño, Cedaceros, Turco), que, por su proximidad al Palacio
del Buen Retiro, atraen a buen número de nobles, llegando a conformar un auténtico barrio aristocrático.
La Plaza Mayor es la célebre plaza porticada de Madrid, de planta rectangular. Formada en la segunda mitad
del siglo XV como plaza del Arrabal, su actual apariencia remonta a la importante remodelación efectuada por
iniciativa de Felipe III entre 1617 y 1619, bajo la dirección del arquitecto Juan Gómez de Mora. Los edificios
que la formaban, de cinco alturas y pórtico, estaban destinados a viviendas, salvo el central del lado norte, que
era la segunda Casa Consistorial, más conocida como Casa de la Panadería (un edificio preexistente, de 1590,
que quedó integrado en el nuevo proyecto) y el del lado sur, la casa de la Carnicería (donde estaban las
carnicerías de la Villa). Los soportales, sobre pilares de granito, y los bajos fueron destinados a comercios,
según la siguiente distribución: desde la calle Nueva (hoy de Ciudad Rodrigo) hasta la de Toledo, los portales
de paños; desde la de Toledo a la de Gerona, los de cáñamos y sedas (excepto el edificio de la Carnicería), y
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desde la calle Nueva a la de la Sal, los de sedas e hilos, salvo el tramo correspondiente a la Casa de la
Panadería, donde estaban establecidos los despachos del Peso Real y del Fiel Contraste. En términos más
generales, la zona oriental de la plaza y de sus aledaños se consagraba al comercio de abastos, mientras que la
oriental lo hacía al de productos suntuarios. Además de ser el principal enclave comercial de la ciudad, en la
Plaza Mayor se celebraban numerosos festejos y solemnidades, incluidos los juegos de cañas y toros; por ello,
el 30 de febrero de 1620, al poco de acabadas las obras, se estableció la tasa por el alquiler de sus balcones
para asistir a las fiestas reales: los del primer piso, a 12 ducados; los del segundo, a 8; los del tercero, a 6 y los
del cuarto, a 4. También era el lugar donde se celebraban los autos de fe (desde 1624) y las ejecuciones
públicas (como la célebre de don Rodrigo Calderón en 1621), colocándose el patíbulo delante del portal de
pañeros si la pena era de garrote; frente a la Panadería, si era de horca, y ante los porches de la Carnicería, si
era de cuchillo o hacha.
Los artesanos y los mercaderes que les suministraban sus materiales o comercializaban sus productos tendían
a localizarse en el centro y el sur de la ciudad, especialmente en los alrededores de la plaza Mayor y en la
zona del Rastro. En torno a la primera preferían lugares como las plazas de Santa Cruz y Puerta Cerrada, así
como las principales arterias de la ciudad (calles de Toledo, Mayor y Atocha). En particular, la confección
tenía su sede principal en los soportales de la Plaza Mayor, mientras que las materias primas (seda y paño) se
expendían en la calle Mayor. Cerca de la citada plaza se situaban también los cordoneros (calle Mayor y
Puerta de Guadalajara), jubeteros (calle de Toledo), tundidores (cava de San Miguel y plaza de Herradores) y
sombrereros (Arenal y Santa Cruz). Había zapateros por toda la ciudad, pero buena parte de ellos se
concentraba en las cercanías de la iglesia de Santa Cruz, donde se aglutinaban otros oficios relacionados con
la elaboración del calzado: esparteros y cordoneros. Dentro de las industrias del metal se establecía una clara
diferencia entre los oficios artísticos y los artesanales. Los primeros (plateros, orfebres) se instalaban en la
zona denominada la Platería, comprendida entre la calle del mismo nombre (que era el tramo final de la calle
Mayor), las calles del Arenal y Santiago, y la plaza de Herradores. Los joyeros se hallaban establecidos en las
calles Mayor, Atocha, Santa Cruz, Postas y en las covachuelas de San Francisco. En cambio los artesanos del
metal (cuchilleros, latoneros, herreros, espaderos y caldereros) se situaban, siguiendo las ordenanzas
municipales, en torno a Puerta Cerrada y la calle de Toledo. Por último, los que trabajaban con
pieles(pellejeros, curtidores y zurradores) se situaban en el Rastro, en el límite meridional de la villa.
LENGUAJE Y ESTILO
En sus narraciones destacan las descripciones muy detalladas y el uso de comparaciones para poder describir
sentimientos y actitudes. Utiliza un castellano con los característicos cambios de estructura entre el sujeto y
los complementos de siglos anteriores, ya que el narrador es uno de los personajes de la novela. Describe las
personalidades de los personajes de forma muy objetiva, sin rodeos. Tiende a anticipar datos sobre el futuro,
Pero cada cosa la diré a su tiempo − página 23, y hace muchísimas alusiones al pasado, en parte porque al
tratarse de una saga, algunos personajes se conocen de novelas anteriores.
Existe una gran cantidad de comparaciones, que ayudan a comprender la historia, ya que el vocabulario es
aveces bastante complicado. Hay una gran diferencia entre el vocabulario de Quevedo o Guadalmedina, y el
de Bartolo Cagafuego, que llega a ser incomprensible. Además en algunas personas introduce latinismos, o
alusiones a teatros o poesías, como por ejemplo la de Lopito de Vega.
Decidle a Alatriste que cambie de montura − página 86
− ¿Qué debo contarle?
− Pues no sé. Que pique menos alto. Que el austria asedia la plaza. − página 87
− Es como el perro del hortelano −apuntó Lopito, dolido−. Ni come, ni deja comer. − página 101
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− Rijón. Aquí, la Justa no ronda ni harta de alboroque y si algún fuelle diese el soplo, las ventanas permiten
alongarse luengo a los tejados. El señor capitán no es el único que se llama a altana si asoman alfileres,
abajo hay camaradas de sobra para dar la voz. Y en tal caso, se baten talones, y de ángel.
A la hora de explicar las batallas usa un vocabulario muy concreto, que dificultan el entendimiento, pero que
por otra parte hace que nos imaginemos a nuestra manera el transcurso de la pelea.
gané pies cambiando a la guardia contraria, y agachándome hasta sus rodillas le metí la espada de abajo
arriba − página 331
ARTURO PÉREZ−REVERTE
Su vida:
(Cartagena noviembre de 1951)
Aventurero desde los 18 años, recorrió parte del mundo como marinero.
Ahora se dedica exclusivamente a la literatura tras pasarse 21 años (1973−1994) como reportero de prensa,
radio y televisión, cubriendo informativamente los conflictos internacionales en ese periodo. Licenciado en
Ciencias Políticas y Periodismo, trabajo doce años como reportero en el diario El Pueblo, y nueve en los
servicios informativos de Televisión Española (TVE), como especialista en conflictos armados, terrorismo y
tráficos ilegales.
Como reportero, Arturo Pérez−Reverte ha cubierto, entre otros conflictos, la guerra de Chipre, diversas fases
de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la campaña de 1975 en el Sahara, la guerra del Sahara, la guerra
de las Malvinas, la guerra de El Salvador, la guerra de Nicaragua, la guerra del Chad, la crisis de Libia, las
guerrillas del Sudán, la guerra de Mozambique, la guerra de Angola, el golpe de estado de Túnez, etc. Los
últimos conflictos que ha vivido son: la revolución de Rumania (1989−90), la guerra de Mozambique (1990),
la crisis y guerra del Golfo (1990−91), la guerra de Croacia (1991), y la guerra de Bosnia (1992−93−94). En
mayo de 1994 abandonó Televisión Española para dedicarse a su actividad de novelista.
En la actualidad, escribe una página de opinión en El Semanal, suplemento del grupo Correo que se distribuye
simultáneamente en 22 diarios españoles, y que se ha convertido en una de las secciones más leídas de la
prensa española.
Su obra:
− El Húsar (1986).
− El maestro de esgrima (1988). Ha sido llevada al cine en 1992.
− La tabla de Flandes (1990). Ha sido llevada al cine en 1994.
− El club Dumas (1993). Se ha hecho una película basada en esta novela en 1999 llamada La novena puerta.
− La sombra del águila (1993).
− Territorio comanche (1994). Ha sido llevada al cine en 1997.
− Cachito (Un asunto de honor) (1995). Se ha hecho una película basada en esta novela en 1995 llamada
Cachito.
20
− Obra breve (1995).
− La piel del tambor (1995).
− Patente de corso (1998).
− La carta esférica (2000)
− Con animo de ofender (2001)
− La reina del sur (2002)
− Las aventuras del capitán Alatriste (colección):
− El capitán Alatriste (1996).
− Limpieza de sangre (1997).
− El sol de Breda (1998).
− El oro del Rey (2000).
− El caballero del jubón amarillo (2003)
También ha escrito algún guión para series y películas que posteriormente han sido un éxito:
− Camino de Santiago (1999). Serie emitida por Antena 3 TV, con guión original de Arturo Pérez−Reverte.
− Gitano (2000). Película basada en un guión original de Arturo Pérez−Reverte.
Sus premios:
1993
− Grand prix de la literatura policiaca de Francia.
− Recibe el Premio Asturias de Periodismo por su cobertura para TVE de la guerra de la ex−Yugoslavia.
− Obtiene el Premio Ondas 1993 por La ley de la calle, de Radio Nacional de España, un programa sobre el
mundo marginal que se mantuvo en antena cinco años.
1994
− La tabla de Flandes es distinguida con el Premio de la Academia Sueca de Novela Detectivesca a la mejor
traducción extranjera.
− El club Dumas, Premio Palle Rosenkranz 1994, otorgado por la Academia Criminológica de Dinamarca. El
jurado la considera la mejor novela policiaca del año.
1995
− La piel del tambor obtiene el Premio de las lectoras de la revista Elle al mejor libro de ficción publicado en
21
1995.
1996
− Pérez−Reverte es distinguido con el Premio del Día Mundial del Turismo de la ciudad de Sevilla, por haber
situado la acción de La piel del tambor en aquella ciudad.
1997
− La piel del tambor, Premio Jean Monnet de literatura europea 1997.
− Premio Grupo Correo a los valores humanos, por su labor profesional y su proyección social, como uno de
los lectores más leídos en España y más traducido.
1998
− Nombrado Caballero de la Orden de las Letras y las Artes de Francia por el presidente de la República
francesa. La distinción se concede para honrar a personalidades distinguidas en el ámbito artístico o literario.
1999
− Premio de la cadena COPE−Cadena 100 de Bizkaia 2000.
2000
− Galardonado con el Premio Mediterráneo extranjero, fallado en París, por La carta esférica, la última de sus
novelas traducidas al francés.
− El suplemento literario de The New York Times destaca El Maestro de esgrima como uno de los mejores
libros de bolsillo del año, y resalta su "espléndida ejecución".
2001 Premio Mediterráneo a la mejor obra extranjera publicada ese año en Francia por La carta esférica,
otorgado por la Academia Goncourt.
2002
Medalla de la Academia de Marina Francesa por La carta esférica.
2003
Miembro de la Real Academia Española.
VOCABULARIO NUEVO
El vocabulario utilizado en la obra me ha parecido bastante difícil, pero lo que mas me ha extrañado han sido
algunas expresiones, sobre todo de los que hablan de una manera vulgar, como por ejemplo Bartolo
Cagafuego.
Desjarretar la calle del trago: cortar el cuello
Bachilleras del abrocho: prostitutas
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Balhurria: gentuza
Blancas y vizcaínas: dagas hechas en vizcaia
Purtañuela de los gregüescos: parecido a lo que ahora es la bragueta
Chapiro: Palabra empleada en las expresiones de enojo.
Coleto: Vestidura hecha de piel, por lo común de ante, con mangas o sin ellas que cubre el cuerpo ciñéndolo
hasta la cintura.
Amostazarse: Irritar, enojar, avergonzar.
Jubón: Antigua prenda de vestir masculina muy ajustada, sin mangas, que cubría hasta la cintura.
Golillas: Adorno hecho de cartón forrado de tafetán u otra tela negra, que circundaba el cuello y sobre el cual
se ponía una valona de gasa u otra tela blanca engomada o almidonada.
Hijosdalgo: Hidalgo, persona que es de clase noble y distinguida.
Mentidero: Sitio o lugar donde se junta la gente ociosa para conversar
Portillo: Abertura que hay en las murallas, paredes o tapias. Postigo o puerta chica que hay en otra mayor.
Maravedís: Moneda española, efectiva unas veces y otras imaginaria que ha tenido diferentes valores y
calificativos.
Ardite: Moneda de poco valor que hubo antiguamente en Castilla
Ministriles: Ministros inferiores de poca autoridad o respeto, que se ocupa de los más ínfimos ministerios de
justicia
VALORACIÓN PERSONAL
El libro me ha encantado, al igual que toda la saga. Me leí las cuatro últimas entregas de Alatriste en sólo
cinco días, durante las vacaciones de Navidad, ya que el libro me obligaba a seguir. Hacía tiempo que no me
sentía tan metido en las historias, y ahora mismo me gustaría que saliese la sexta entrega para saber que ha
pasado con Angélica y que pasará.
Al principio siempre se hace un poco pesado, durante los primeros capítulos, porque el autor trata de poner en
orden la gran cantidad de datos sobre la época y sobre los personajes. Además con el vocabulario culto y
vulgar en sus extremos es muy difícil la comprensión, pero por otra parte la intriga es tal que te obliga a seguir
leyendo.
Por otra parte se aprende algo de historia sobre aquella época, que no está nada mal conocer, y es muy fácil
meterse en papel de Íñigo, sintiendo lo que él siente.
La buena impresión que me ha dado esta saga ha hecho que haya empezado con La tabla de Flandes, porque
me gusta mucho la forma de escribir de Arturo Pérez−Reverte.
Para terminar, aquí incluyo el fragmento que con toda seguridad mas me ha gustado:
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Todo lo cual me propongo a contar en esta nueva ventura, probando así que no hay locura a la que el
hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa
de por medio. − página 27
Con esta frase se puede resumir la única causa de los problemas de que surgen durante la obra: el amor. Y es
que ciertamente cuando alguien está enamorada piensa las cosas de otra manera, y lo que en otras ocasiones
sería algo impensable, se convierte en algo insignificante si con ello conseguimos a la mujer que deseamos.
BIBLIOGRAFÍA
Libro El caballero del jubón amarillo (todas las fotos han sido extraídas de él, excepto la de Alatriste, que es
de un marcador de páginas)
Enciclopedias del ordenador: Encarta 99 y 2000, Planeta, Salvat
Enciclopedias: Santillana, Larousse, Lambaa, Anaya
Historia de España / Edición Planeta
Páginas web: www.capitanalatriste.com y www.google.com
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