1 NOS DEDICAMOS A HONRAR A MARÍA Y A HACERLA HONRAR DE LA CONGREGACIÓN A LAS FRATERNIDADES _____________________________________________________________ José María Arnáiz Introducción Con esa intención nace la congregación de Burdeos el 2 de febrero de 1801. Esa es la razón fundacional. Así los expresan sus primeros miembros. Ya el 8 de diciembre de 1800 el P. Chaminade había decidido refundar la congregación mariana; pensaba en una congregación renovada para que respondiera a las necesidades de la Iglesia y de la sociedad de Francia de después de los días de la revolución y trabajara para cristianizar las generaciones que habían crecido durante los días de la misma revolución. Esta había dado un golpe de gracia al edificio de la Iglesia “montado” después de la reforma; edificio que bien podemos decir había quedado tambaleando. Muchas cosas habían hecho agua; muchas creencias, actitudes, valores y formas de vida habían agonizado o muerto; y por el momento comenzaba un nuevo siglo y se vivía una nueva situación pero nada nuevo se veía surgir. Era necesario recomenzar; poner nuevos fundamentos a la sociedad y al modo de vivir la fe cristiana. Pero, ¿cómo hacerlo, quién podía llevarlo a cabo, hacia dónde había que apuntar...? La evangelización de masas seguía siendo necesaria pero los esfuerzos misioneros obtendrían poco fruto sin una reorientación del trabajo evangelizador y de la misma vida cristiana; ésta tenía que ser más personalizadora y comunitaria. Se imponía transformar desde dentro y echar nuevos cimientos. Las parroquias seguían siendo indispensables e importantes pero insuficientes. Insuficientes para llevar a la conversión y para asimilar esta nueva forma de vivir el evangelio y garantizar la perseverancia. El ministerio parroquial se debía apoyar con otro ministerio más ágil y dinámico que ayudase a nacer de nuevo. En ese parto que siempre se reitera María es nuestra Madre. Todas estas realidades le llevan al P. Chaminade a mirar a las comunidades de los primeros tiempos del cristianismo. No basta comunicar la fe; hay que organizar a los creyentes en comunidades para que la fe penetre y se pueda difundir generosamente. Así se había conquistado el difícil mundo grecorromano. Así la fe penetrará en las masas descristianizadas y se conquistará el mundo de Burdeos, de Francia y se podrá ir hasta las extremidades de la tierra. He pasado el 200 aniversario de este acontecimiento en Burdeos y en contacto con la Familia marianista de esa ciudad y de esa región. He tratado de escuchar atentamente de nuevo las palabras fundacionales del P. Chaminade y reencontrarme con el grupo el grupo de los primeros congregantes. He evocado con agradecimiento y esperanza la memoria del P. Chaminade, alma del grupo que comenzaba esta nueva aventura, y también las personas y los lugares en los que todo esto partió. Desde Burdeos he mirado al pasado y al presente y he soñado un poco nuestro futuro. Allí me he podido confirmarme que detrás de esta “empresa” hubo una gran intuición mística o una gran convicción: “Nuestra augusta María nos hace triunfar en las empresas difíciles y el culto a María Inmaculada nos pone en el buen camino” (P. Chaminade). Ello me ha hecho pensar que no habrá futuro si no se alimenta esta gran intuición. Nos toca repetir, siguiendo el espíritu fundacional que “no se puede hablar de la Iglesia si no está presente María” (MC 28). Tampoco habrá futuro si en la labor evangelizadora de los marianistas quienes dan el primer paso no son los laicos. A ellos les toca ir por delante, comenzar las obras y echar andar. El P. Chaminade fue o quiso ser el animador invisible. A él perteneció, y pertenece, la paternidad espiritualidad. Algo de todo esto que vi, recordé y soñé va en estas páginas. 2 Desde las ruinas Antes de describir la situación de la cultura y de la vida de Burdeos de comienzos del S. XIX hay que recordar que las ideas de la enciclopedia comenzaron a influir significativamente y de modo inmediato e iban ganando las mentes y las personas todas a medida que avanza el S. XVIII. Ofrecían una concepción de la persona no fácil de compaginar con la comprensión tradicional cristiana del ser humano y de la sociedad. Los efectos negativos fácilmente se multiplicaron sobre todo en la formación de los jóvenes. El P. Chaminade cuando piensa en la realidad lo hace desde una ciudad que está mal económica, social, moral y religiosamente. Todo en ella se ha deteriorado: las personas, los edificios, el puerto, las agrupaciones... La ciudad de Burdeos pareciera que ha dejado de ser ella misma. Se la ve envejecer; está descuidada. Le quedan las huellas del incendio que había sufrido en 1787; las iglesias están medio destruidas; casi todas han sido profanadas y se han empleado para los usos más diversos. Ver la gran catedral de San Andrés produce una gran pena. Todo ello hace pensar que Burdeos había ya perdido su alma cristiana y sus mejores tradiciones culturales. Lo menos que se puede decir es que la fe está descuidada y que faltan obreros para la abundante y difícil mies. Lo más acertado es afirmar que se vive una indiferencia vital y sobre todo en relación con la fe. “Las Iglesias acababan apenas de volver a abrir sus puertas, pero estaban todavía devastadas y desiertas; los cristianos se encontraban tan acobardados y solitarios, que entre los hombres que habían conservado una chispa de fe en esta gran ciudad, pocos creían que habría otros capaces de ir a la Iglesia”. El P. Chaminade se ve a si mismo como un confesor de la fe que ha madurado y soñado en Zaragoza ante la Virgen del Pilar; como alguien que ha recibido una misión y por supuesto una llamada y tiene que proceder y ponerse a la obra., como “misionero apostólico enviado para afirmar la fe por la sagrada congregación de la Propaganda fidei”. Se identifica, en un cierto modo, con los profetas que son enviados a su pueblo para reavivar la fe y la esperanza de la gente. Se precisa aumentar el número de cristianos y hacerlo del modo más rápido posible. Esta empresa es urgente. Se da cuenta que se necesita renovar el espíritu y también las instituciones; se precisa vino nuevo y también odres nuevos. En diez años de persecución se han destruido muchas instituciones. Queda solo el recuerdo y a veces la añoranza de su existencia; han surgido otras que atornillan al revés. Se advierte que quedan algunos “justos” que conservan el buen espíritu. Pero son pocos, están aislados en medio de masas indiferentes y algunos cansados de luchar sin ver frutos concretos; fijan su mirada en las ruinas del presente y apenas sueñan en un futuro revitalizador. El P. Chaminade reconoce que “la obra no había sido totalmente destruida: las personas piadosas de este grupo (la congregación) habían tenido la constancia de resistir”. Hay “un resto” que ha perdurado. Todos buscan un conductor e inspirador, alguien que ofrezca una dirección y también una pasión para dar el salto que se tiene que dar; alguien que vea la urgencia de actuar y tenga la clarividencia y la audacia para refundar. Necesitan el hombre de la situación; alguien que descubra el fuego que hay entre las cenizas y convoque, ilumine y envíe. El programa madurado en Zaragoza comienza a tomar cuerpo Ese hombre es Chaminade y esa obra es la congregación. Ambas realidades irán unidas. Su fundación ocurre en un lugar preciso: la calle Arnaud Miqueu, n 36 de la ciudad de Burdeos; el lugar no es más que una sencilla y reducida habitación pero ahí se comienza. Chaminade acababa de llegar del exilio de Zaragoza en el mes de noviembre. Después de tomar un primer contacto con determinadas personas que no había visto en sus tres años pasados en España se decide a poner por obra el proyecto añorado y refundar la congregación. Tiene 40 años de edad. Son los años de las realizaciones. Intuía y soñaba que ésta- la congregación renovada- podía ser en Burdeos el comienzo de todo un movimiento de Iglesia marcado por la radicalidad en el servicio de la fe y por la fraternidad. Esta sería la primera obra o la primera rama del árbol de la Familia marianista; “origo et fons” de una opción de vida que podía tomar formas diversas y todas ellas válidas para “recristianizar” y multiplicar los cristianos en Francia y para extenderse por todas partes y llegar hasta los confines del mundo. Las grandes ideas primeras constituyen las raíces y el tronco de ese árbol que bien se sabe que se planta en tierra de Burdeos y en los comienzos del siglo XIX: 3 María reúne en torno a Jesús y Jesús en torno a María y el uno y la otra nos envían en misión para hacer lo que ellos nos digan. María es la mujer prometida y asociada a todos los misterios de Jesús. Para él la Iglesia se convertirá en una comunidad de comunidades y será mariana o no existirá ni será fiel a su misión. “Que yo me sitúe en la dinámica del tiempo o de la eternidad siempre encuentro a Jesús junto con María” (P. Chaminade). Ha aprendido en el Santuario del Pilar que si se separan ni se presenta bien a Jesús ni se presenta bien a María y por tanto no se responde a las exigencias de la nueva evangelización. Podemos completar su discurso diciendo: Ella nos lleva a Jesús ya que en María “todo está referido a Cristo y todo depende de Él” (MC 25). El P. Chaminade se sentía bien con este proyecto: dar su vida para refundar y hacer crecer la congregación. Era lo que él quería hacer con las energías acumuladas en Zaragoza. Y también Mons. Charles-Francois d´Aviau deseaba, valoraba y bendecía es obra y quería insistentemente su implicación en la misma. Reconoce que sus integrantes se muestran “abiertamente cristianos”. En una nota que como Arzobispo de Burdeos envía al ministro de Culto resume así su impresión. “Se trata de una congregación de jóvenes... que se reúnen los domingos y fiestas, bajo la dirección de un sacerdote lleno de celo, en oratorio público donde reciben la formación conveniente para hacer frente a los peligros que les amenazan... Esta congregación preciosa que preserva o saca de la corrupción a sus miembros puede todavía extender mucho más su influencia ya que es muy útil para afirmar las buenas costumbres. Necesita apoyo tanto de parte de los políticos como de las personas encargadas del orden y también de la religión”. No hay duda que la incipiente congregación tenía en el P. Chaminade un padre entusiasta y entregado. Su intención no era otra que dedicar lo mejor de si a esta obra. Más sobre estos orígenes “La congregación comenzó el día 8 de diciembre de 1800". Estas palabras escritas por uno de sus primeros miembros son como una verdadera acta de nacimiento. Las doce primeras piedras de ese edificio pertenecían en su mayor parte al grupo de la congregación que ya tenía y dirigía el P. Lacroix, santo sacerdote exiliado en Portugal. Son ellos los que se consagran el 2 de febrero del 1801. El 25 de marzo del mismo año las primeras mujeres hacen sus compromisos; así la congregación se hace mixta. Para orientación de todos y para su iniciación en la vida de la congregación el P. Chaminade adapta y publica un primer libro de oraciones y de prácticas para honrar a María. En 1804 retomará los elementos principales de este mismo libro y con ellos hará la primera edición del “Manual del Servidor de María”. En el año 1802 comienzan a aparecer las iniciativas y tareas apostólicas a las que la congregación deberá dedicarse: frente al analfabetismo se hace escuela, para amparar a los deshollinadores se les organiza y apoya en sus trabajos, para superar la ignorancia religiosa se ofrecen charlas sobre la fe, para evitar el mal de los malos libros se monta una biblioteca ambulante. Están en todo. Con algunos adolescentes se trabaja después de su primera comunión y se les prepara para que un día entren a formar parte de la congregación. Para aquellos que pasaban ya los 15 años se crea el grupo de los “pretendientes”; éstos, después de un tiempo de formación, se convertían en “probandos”. Para prepararse a entrar formalmente en la Congregación este grupo vivía las mismas reglas que los miembros de la Congregación. A los integrantes de estos tres grupos se les llamaban “Iniciados”. En la navidad de 1802 nace una nueva rama de la Congregación: La “Asociación de Padres de Familia”. Estaba integrada por hombres casados y también por congregantes solteros que tuvieran más de 36 años. En 1804 se incorporaron a la Congregación con el nombre de “Señoras del Retiro” un grupo de mujeres que apoyaban la obra de la Misericordia. Al comienzo de este mismo año, el P. Chaminade crea un grupo de sacerdotes que estaban animados, también, por el deseo de pertenecer a la Congregación. Desde su comienzo la Congregación mariana de Burdeos estaba abierta a todos. Se les proponía a los diferentes miembros, hombres y mujeres, jóvenes y personas maduras, sacerdotes y laicos una misma espiritualidad y misión y se les invitaba a vivirla de manera diversa según su estado de vida. Todos reconocían y asumían la inspiración que venía de. Chaminade, padre y fundador. Criterio importante del crecimiento de la congregación era buscar la calidad más que la cantidad. Sin embargo, crece rápidamente. Al año de sus existencia alcanzaba casi los 100 miembros. En cada reunión se advertían caras nuevas. Unos traen a otros. Y Chaminade los 4 acoge. En 1803 el número total llega casi a los 500. Al final de ese año comienzan las dificultades. El problema con el que se encuentran es viejo. Son muchos los que tienen ganas de pertenecer a la congregación. Son pocos los que tienen la suficiente motivación para hacer las ratificaciones necesarias en su vida y ser verdaderos testigos de Cristo y de su Iglesia. Pero al mismo tiempo que crecía la congregación se organizaba. Con esta organización se buscaba unión, ayuda, interacción y estímulo mutuo. Al recorrer los artículos de su reglamento se advierte que nada esencial se había olvidado. El cristiano se tiene que juntar para saborear la fuerza de la comunión y la riqueza de la diversidad. Para su mejor organización, a partir de 1803, se constituye un consejo integrado por todos los Prefectos de la Congregación, los anteriores y los que estaban en ejercicio. Con ellos el P. Chaminade va a revisar los elementos que orienten y dirijan la vida de las diferentes divisiones o ramas. Estas orientaciones o reglas recibirán el nombre de “Extractos”, “Reglamento” e “Instrucciones”. Estos son los primeros textos que tenemos del P. Chaminade referentes a la Congregación de Burdeos. Fueron elaborados entre 1801 y 1804. La nota más importante es que son concretos y precisos. Al leerlos el congregante puede saber perfectamente lo que tiene que hacer y por qué. En 1804 la Magdalena se convierte en el corazón de la vida de la congregación. Allí se reúnen, celebran, se forman y se organizan para la misión. La Magdalena pasa a ser un centro de espiritualidad al mismo tiempo que un lugar de culto y de preparación para la misión. Está muy bien situado en la ciudad de Burdeos y reúne las condiciones ideales para impulsar la naciente congregación. Entonces y ahora para un grupo es importante disponer de un lugar y llenar de vida a ese lugar. Así se consigue la unión sin confusión. No falta en el grupo una gran preocupación: formar en cada uno el espíritu interior. Eso es lo esencial porque esencial es la fe o dicho de otra manera: la fe es la sustancia de todas las cosas y por supuesto de todas las personas. Asumir esa realidad pasa por tomar en serio la iniciación en la vida en el espíritu. La Fórmula de las promesas La fórmula de las promesas ha sido y es siempre importante para un grupo. Con ella se permite expresar la intención y los motivos que tienen quienes entran en la congregación o en cualquier otro grupo. Dos fueron los actos de consagración que emplearon desde un comienzo en la congregación de Burdeos. El primero se usó para hacer su compromiso los 12 primeros congregantes el 2 de febrero de 1801. Se deja de emplear enseguida. Es el segundo, mucho más largo, se seguirá empleando por muchos años. Esta es la fórmula que emplearon en la mañana de ese día; cada uno la fue pronunciando con la mano sobre los evangelios. “Yo, (Nombre de bautismo), servidor de Dios e hijo de la Santa Iglesia Católica, apostólica y romana me entrego y me dedico al culto de la Inmaculada concepción de María. Prometo honrarla y hacerla honrar en todo lo que de mi dependa como madre de la juventud. Que Dios venga en mi ayuda y sus santos Evangelios” Burdeos, Febrero 1801 En el oratorio de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen, Madre de la Juventud. La fórmula más definitiva, en cambio, fue la siguiente: “Yo, (Nombre de bautismo), servidor de Dios e hijo de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, creo con una sumisión profunda de espíritu y de corazón todo lo que la fe cristiana me enseña sobre las excelencias de la augusta María. Creo que ella es real y verdaderamente madre de Dios y siempre Virgen, creo que merece en razón de su infinita dignidad de Madre de Dios, un culto singular que sólo a ella se debe dar. Yo confieso que sólo Dios está por encima de esta Virgen incomparable; 5 que ella es la señora del mundo, la reina de los hombres y de los ángeles, la mediadora de todas las gracias, adorno de la Iglesia; que ella encierra la grandeza de todas las virtudes, de todos los dones y de todas las gracias; que ella es templo de Dios, paraíso de las delicias, modelo de todos los justos, gloria y fuente de nuestra salvación, la puerta del cielo, la alegría de los elegidos, el refugio de los pecadores, nuestro consuelo, nuestra vida, nuestra esperanza, el sello y la marca de los verdaderos católicos. Yo creo y confieso que ella es totalmente inmaculada en su concepción; que es la verdadera madre de los cristianos, que concede una protección especial a los jóvenes y que su ternura iguala su potencia. Para reconocer en cuanto de mi depende su inmensa dignidad de Madre de Dios, para rendir un homenaje a su bondad, a su amor a los hombres y a su total pureza, yo me entrego y dedico a su culto; honro y honraré siempre de una manera especial su Inmaculada concepción. Me dejo formar en el seno de la ternura maternal de María y cumpliré todos los días de mi vida los deberes de respeto, obediencia, confianza y amor que me inspira mi rica condición de hijo de María. Amén. Estas fórmulas son una promesa y son, también una profesión de fe sobre todo en María. No incluyen la obligación de ningún voto o juramento ni tampoco de ninguna actividad concreta. Pero sí definen a qué se comprometía el congregante cuando se decidía pertenecer al grupo. Cada uno de los congregantes se compromete por el honor de María a llevar una conducta digna de este nombre y a cumplir las costumbres y el reglamento de la congregación; se comprometen, también, a hacerla honrar. Como signo externo de esta voluntad recibían una cinta blanca y la bendición de la Iglesia. No hay duda que el contenido de esta promesa es el propio de una consagración a María; está centrada en María. Pero esta consagración es apostólica. No hay duda, también, que dejaba a quienes la hacían con exigencia de entrega a la obra evangelizadora. El misterio de la Inmaculada está especialmente presente en este compromiso. Este misterio supone una exigencia de liberación del mal, del pecado y de purificación y para ello de lucha contra “los enemigos” de la Iglesia, del bien, de la fe. Supone, también, una invitación fuerte a la plenitud; a la santidad. María Inmaculada no es sólo limpieza y purificación; es también la gracia plena que se convierte en ideal de vida y también en ayuda y protección. Es fácil encontrar en estas fórmulas una definición de lo que era la congregación. Lo podíamos decir poéticamente expresando que era una carta de María, escrita por el Espíritu, para seguir más de cerca a Jesús en el mundo de su tiempo. Para pertenecer a la congregación hay que tener vocación y esa vocación intensamente mariana debe ser leída en clave apostólica. El grupo de los primeros El grupo de los que se habían juntado por primera vez el 8 de diciembre estaba integrado por las siguientes personas: Chaminade (sacerdote), Pineal (sacerdote), Duco, Estebanet, Lafargue (el más joven), Lafargue, Darbignac, Rotis, Capdeville, Tapie, Duchon. No sólo éstos hacen su consagración en el mes de febrero de 1801. En el corto período de dos meses algunos se añaden nuevos y logran poderse preparar para el momento solemne del 2 de febrero. Hay uno que muere a la temprana edad de 33 años. Otros dejan el grupo. Se dan cuenta que no es ese su camino o que aún no están debidamente preparados para hacer su 6 consagración. Este es grupo que comienza la Congregación de Burdeos el 2 de febrero. . Apellido Nombre Fech Profesión Domicilio a de nacimien to Ciudad Bernard Ignace Rotis Guillaume DDarbigna c 1771 Arnaud Lafargue fossés Salinières Burdeos 2 febrero 1801 Alexis Decombes 1769? empleado de comercio ? Sombrerer o Raymond Lafargue 1773 ? Educador calle Gourg. 10 de Burdeos 2 febrero 1801 JeanBaptiste Estebenet 1776 Etienne Duco 1775 ? director de calle de Burdeos colegio Menuts 47 o 57 (1817) calle de Labirat 20 (après 1818) t Zapatero calle S Onge Burdeos 23 François Capy 1777 estudiante * Capdeville ? id. En el hospital 2 febrero 1801 Jean Duchon 1781 id. calle 10 2 febrero 1801 Pierre Dubosq 1777 Empleado comercio calle S James sacerdote fabricante de cartas Consagración 2 febrero 1801 calle 8 Bouffard Burdeos Castelnau Gourg. Burdeos t Burdeos 2 febrero 1801 2 febrero 1 1801 2 febrero 1801 2 febrero 1801 2 febrero 1801 Sin poder ofrecer más detalles es bueno evocar los nombres de las mujeres que comenzaron el 25 de marzo del mismo año: María Teresa de Lamourous, Luisa Maqué, Elena Jay, Catalina Pichon, Teresa y María Tauzin. Esta claro que la congregación que el P. Chaminade quiere refundar no es para niños o jóvenes de colegios como era la que todos conocían. Es para personas adultas. A partir del 25 de marzo quedó puesto bien de manifiesto que no es sólo para hombres. Esto era nuevo en la Iglesia ya que en la Prima Primaria de Roma solo se afiliaban hombres y jóvenes. En el grupo hay un sacerdote y dos miembros ingresarán después en el seminario. En el primer año serán varios los sacerdotes que tomarán contacto con la congregación y se adherirán a ella. Está claro que la diversidad de edades es grande y lo es también la de las profesiones y ocupaciones. Todas estas personas han vivido la revolución. Esos días han sido para ellos difíciles y desconcertantes. Los han sobrevivido con coraje y con fidelidad a su conciencia, a Dios y a la mort LISTES D 1801 7 Iglesia. Todos han sentido la necesidad de una comunidad para explotar hasta el fondo las riquezas de su fe y de vida cristiana. Para ellos la congregación se convierte en la obra de su corazón. Por tanto nada de esta congregación debe resultar extraño a sus integrantes. Burdeos es una ciudad muy clasista. Los ricos se distanciaban de los pobres y los “burgueses” del pueblo. En la congregación desde un primer momento se quiere romper con esa tradición y se busca una integración social y de grupos de diferente condición y situación económica y social. Ese aspecto es muy importante en la propuesta del P. Chaminade. Con un sueño y una visión El congregante será para el P. Chaminade un cristiano fiel y generoso; un misionero marcado por la ternura maternal de María. Se sabrá claramente llamado a reavivar el evangelio. De aquí nace una espiritualidad y un nuevo mensaje, un nuevo método, un nuevo contenido, un nuevo perfil de evangelizador y unos nuevos destinatarios. No hay duda que hizo mucho bien desde el comienzo saber que se debía ser en toda humildad el talón de la mujer. Era un mensaje repetido por el P. Chaminade. Con esta fuerza mística se puede vivir y morir, sufrir y gozar. Hay un combate que sostener. En es combate se vence sin derrotar a nadie. La batalla no implica la destrucción de los enemigos; pero a un grupo de Iglesia le hace bien saber quiénes son sus enemigos. Cuando lo sabe comienza a emplear las estrategias correspondientes. Por ejemplo puede llegar a concluir que es mejor prevenir que curar; no se trata, sobre todo, de centrarse en lo que es negativo o hace mal en el mundo; se trata de abrir los ojos para ver cómo triunfa el bien sobre el mal. Otra buena táctica es saber que el bien se multiplica por contagio y por tanto hay que hacerse presente ahí donde se debe hacer bien. Frente a la indiferencia existente merece la pena la pasión y la intensidad de nuestra fe, el celo y la fuerza de nuestra convicción. María es un motor que nos da fuerza para acercarnos a Jesús y mantenernos unidos a él. Ahí está nuestra fuerza y nuestra esperanza. Todos los bienes nos vienen por Ella. “En el siglo más pervertido de todos los tiempos, del seno mismo de la corrupción, en medio de todos los vicios, se ve nacer una generación casta, una generación virtuosa. Dice ser la familia de la muy pura María”. A ello hay que añadir que esta mística y pasión sólo se descubre y se alimenta bien en una comunidad en la que el bien, la fe, la esperanza se comunican por contagio. El testimonio personal es valioso pero lo que realmente es impactante es el testimonio comunitario (P. Chaminade). El aislamiento o el andar por la vida de franco tirador es un error ya que no se puede ser cristiano si no se tiene un aire de familia. “Reunirnos es para nosotros fundamental para sostenernos y animarnos” (P. Chaminade). Estamos a las órdenes de María que nos tiene reservada una nueva batalla (Nova bella) que consiste en pasar de la incredulidad a la fe. La congregación, la niña de los ojos de Chaminade, será para él “la santa milicia que avanza en nombre de María para asistirla en su misión de recristianizar la sociedad”. Esta gran pasión y esta “ciega” confianza en la victoria se refrenda y confirma en una alianza que se hace con María: para comprometerse a llevar a cabo todo lo que él nos diga. Para asimilar esta visión se precisa tener la mirada puesta en el cielo. Con la certeza de que lo que en el cielo se ve alimenta nuestro empeño cotidiano. Para el P. Chaminade ese cielo azul y estrellado podemos decir que era el símbolo de la Inmaculada. En el cielo se ve una Mujer rodeada de sol, de pie sobre la luna y ahí engendra un niño. Este ya crecido libra su lucha contra el dragón; es una lucha sin piedad. Pero el Satán es vencido al pie de la cruz. La sangre del cordero que María recoge al pie la cruz ayudará a la mujer a vencer; dará la victoria a todos los que perseverarán fieles a la fe. El signo maravilloso de los que perseveran es María. En los días en que comienza la congregación todos tienen conciencia del “poder” de María sobre el mal. Hoy también se ganas las batallas del mismo modo: en la compañía de María. Luchar a su lado es lo que quiere hacer la congregación. Ir a dónde ella envía es el modo de hacer lo que El nos diga. El Padre, el hijo y el Espíritu serán glorificados por la Inmaculada Virgen María. Esta visión de fe nos permite exultar de alegría. Jesús el servidor ha sido glorificado, el hijo de María, el amigo de los pobres y de los excluídos. Para conseguir que los hombres sepan quién es Jesús el mejor camino es hacer conocer, amar y servir a María. Esta intuición está también presente en el Concilio Vaticano II: “Una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que se ha iniciado ya desde el origen del mundo durará hasta el último día, dice el Señor”. GS 37. Esta propuesta es mística y también apocalíptica; tiene garra y arrastre. Pone en el Padre 8 Chaminade una convicción tal que le lleva a repetir desde los comienzos: “Nuestra obra es grande, es magnífica, porque es la obra de María. En su nombre y para su gloria estamos dispuestos a ir a donde Ella nos pida”. El que dure en este empeño se salvará. Cuando se trata de dar un nuevo paso de fidelidad al Señor hay que mirar siempre la figura viviente de María. Cantemos de alegría. Todo esto deja claro que se necesitaba nueva lucidez y decisión para evangelizar en lo hondo, en la raíz, en la cultura que estaba surgiendo. Para conseguir estas actitudes hay que volverse a María ya que es la hora de María. No hay duda que la Congregación vivió este final del año 1800 y comienzo del 1801 como tiempo de un nuevo Pentecostés que María presidía con su oración, ya que sus miembros intuían que bajo el influjo del Espíritu Santo se iniciaba en la Iglesia un nuevo tramo en su peregrinar. Y María era la estrella que abría camino. De la Congregación a las Fraternidades (CLM) Inspiración mariana, espíritu misionero y fuerte dimensión comunitaria son los rasgos que estaban presentes en los comienzos de la congregación del P. Chaminade. Él había puesto en marcha un “movimiento” de vida cristiana y de misión. Las grandes intuiciones de este proyecto perduran en las actuales fraternidades. Bien podemos decir que son “reencarnación” del intento y proyecto primero. ¿Conservan la intensidad de los tiempos fundacionales? ¿El espíritu mariano es tan radical como lo era en los comienzos? ¿El proceso de crecimiento es tan rápido como este primer período? Sabemos que nada permanece siempre lo mismo. Todo se renueva y recrea. Para que esto suceda no se necesita un superman sino un creyente. Un creyente que abre los ojos, el corazón y la mente y ve y escucha, siente y entiende lo que pasa y busca una respuesta y con ella abrir una puerta nueva. Esto es lo que ha sucedido con la congregación que se ha transformando en CLM. La congregación ha cambiado de nombre y ahora se llama Comunidades laicas marianistas o Fraternidades. ¿Que hay detrás de este cambio? Una respuesta a una época que vive y sufre cambios profundos, frecuentes e importantes. En esta época María también debe seguir siendo el “secreto” que nos permite acertar; todo comienza en su seno y a partir de su respuesta al ángel; la fraternidad es la necesidad fundamental de las personas; el evangelio también debe penetrar nuestra vida diaria y conformar nuestros criterios y nuestra acciones. Las CLM si quieren responder al dinamismo pastoral de la congregación se tienen que convertir en una escuela de misioneros. Recibirán en sus comunidades a gente que no se contente con ser buenos sino que tengan vocación para trabajar para que otros lo sean. Para la congregación fue importante la formación e importante lo es para las CLM. Esta formación para ellas es una iniciación a la vida misionera en la que se junta la teoría y la práctica. Todo ello deja a sus integrantes con alma de misioneros de una realidad que con frecuencia se bloquea a la fe y a la justicia. Las CLM ahora son una asociación internacional de fieles cristianos que desean seguir más de cerca a Jesús y trabajar con El en la construcción del Reino. Estos reconocen en las CLM su particular vocación en la Iglesia. Sus miembros integran pequeños grupos que forman parte de comunidades más amplias a nivel regional y nacional; constituyen una comunidad mundial y están presentes en todos los continentes y en unos 30 países. La gran intuición de la que nacieron sigue presente. Las CLM tienen mucho que ofrecer a la sociedad y a la Iglesia. El papel que las congregaciones desempeñaron en la formación de las personas y en el servicio del Reino en casi 200 años de historia es una herencia preciosa para las CLM. Bien podemos decir que CLM no es sólo el nuevo nombre que recibe la congregación a partir del año 1993; representa el renacimiento de un movimiento, casi un nuevo inicio. Esa intuición se ha formulado en fidelidad a la tradición del P. Chaminade de una manera nueva en las Asambleas de Santiago y de Lliria. Los documentos que de ellas han salido son una invitación a una más clara identidad, a una mejor formación y una mayor disponibilidad para la misión. En esta rica trayectoria de las CLM la comunidad ha recibido un énfasis más explícito. Todo ello ha permitido reformular la propuesta de la congregación y afirmar que las CLM son una camino de vida en el que se vive en actitud de disponibilidad, dispuestos a cambiar el modo de pensar y de actuar ejercitándose en integrar constantemente experiencia, reflexión y acción. Esta vocación marianista a la vida laical requiere un perfil o una calidad humana y espiritual que es punto de partida y punto de llegada. Hay un mínimo que se exige para iniciar la aventura de la vida marianista y es también, en su plenitud, el resultado de la misma. Los rasgos que se han ido identificando últimamente para que estén presentes en las CLM a fin de iniciar la experiencia 9 marianista se reencuentran en los Reglamentos de la congregación. Pero ahora los llamamos o describimos de forma diferente. Desde el punto de vista humano se precisa una capacidad para aceptar la realidad y una sensibilidad para sintonizar con esa realidad, grandes deseos, una abierta inquietud para evolucionar y cambiar cuando sea necesario. Desde el punto de vista espiritual no puede faltar el gran deseo de encontrar y seguir a Jesús -el hijo de María-, especial relación, personal y profunda con María -la madre de Jesús- pasión por la misión de Jesús, reconocerse humildemente pecador, apertura por las necesidades de los demás que lleva a amar y servir, sentirse miembro responsable de la Iglesia. El papel de María es el mismo que tiene en el evangelio y en la historia de salvación y en la experiencia espiritual de la Iglesia y de modo particular del P.Chaminade. La madre de Jesús es una presencia constante al lado de su Hijo, tanto como mediación cuanto como inspiración y modelo de la respuesta a su llamada y de colaboración a su misión. Ella nos “lleva” a Jesús y nos muestra el camino para que los hombres y mujeres vengan a Jesús. No hay duda que este carácter mariano es especialmente intenso en la Familia marianista. Tenemos que ver el soplo del Espíritu en esta trayectoria de 200 años de la congregación. El la ha conducido y en manos de hombres y mujeres concretos ha estado. No es difícil descubrir la presencia y la acción de María y del Señor. Así conviene leer esta historia. En sus documentos se ha tratado de recapitular las gracias recibidas que marcan este camino que apunta a vivir un carisma. La historia de las CLM, escrita por el Espíritu, es inseparable de la historia del resto de los integrantes de la Familia marianista. Esta colaboración e interacción ha ido creciendo a lo largo del pasar de los años de esta Familia. Así compartimos nuestra común herencia y podemos multiplicar los recursos humanos e institucionales al servicio de la misión de Cristo, hijo de Dios, hecho hijo de María para la salvación del mundo. . Burdeos 2000 José María Arnaiz SM