notas para un análisis marxista de la crisis griega

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NOTAS PARA UN ANÁLISIS MARXISTA DE LA CRISIS GRIEGA
Rolando Astarita
Julio 2010
Actualmente las explicaciones más comunes de la crisis griega son de dos tipos. Por un
lado, la que sostiene que la crisis se debió al mal manejo y el despilfarro del gobierno
griego. Por otra parte, la que echa la culpa de la crisis a los especuladores y/o los
bancos. La primera es defendida principalmente por los sectores más afines a la
ortodoxia neoclásica. La segunda, más extendida, la plantean los gobiernos europeos (y
de otros países, como Argentina); la Comisión Europea de Finanzas y otros organismos;
y buena parte del progresismo y la izquierda (véase, por ejemplo, el artículo de Ricardo
Aroskind en el suplemento Cash de Página 12, del 28/03/10; también artículos de Le
Monde Diplomatique, junio 2010).
Parece haber bastantes evidencias de que las malas políticas del gobierno griego, como
la acción de los bancos y los especuladores han tenido su debida influencia en la crisis
griega. Por ejemplo, siendo Grecia uno de los países más pobres de Europa, es el que
más invierte, en relación a su PNB, en gastos militares, que son completamente
improductivos.1 Sin embargo, con todo lo importante que puedan ser estos factores,
pensamos que la crisis griega obedece a causas más profundas. En primer lugar,
porque está relacionada con la crisis mundial de acumulación capitalista. Y en segundo
término, con la forma en que el capitalismo griego se ha insertado en la economía
mundial –en particular a partir de la adopción del euro–, y su posición competitiva con
respecto a otros capitales. El endeudamiento estatal, la caída de los precios de los
activos financieros y la especulación, se explican a partir de contradicciones
“estructurales”.
Nuestra idea de partida es que en el mercado mundial siempre se están comparando
productividades relativas, tiempos de trabajo y grados de explotación del trabajo. Los
capitales entablan luchas competitivas en las cuales sobreviven los más fuertes, esto es,
los que desarrollan tecnologías y métodos de producción más avanzados, y/o los que
tienen éxito en aumentar la explotación de la clase trabajadora, por sobre sus
competidores. Es en este sentido que los tipos de cambio –que conectan los espacios de
valor entre sí, y con el mercado mundial– juegan un rol imposible de exagerar. Como
hemos planteado en otros trabajos, con la teoría del valor de Marx se puede explicar
fácilmente por qué los países en que predominan capitales con baja productividad
relativa, tienen una tendencia a establecer tipos de cambio real altos (o sea, moneda
depreciada en términos reales). Es la forma de compensar, por lo menos parcialmente, la
desventaja tecnológica. Desventaja tecnológica significa que los tiempos de trabajo no
alcanzan el tiempo de trabajo promedio que impera en la producción de determinada
mercancía. Pero esta compensación opera a través de salarios deprimidos en términos
de la moneda internacional y al costo de encarecer la importación de tecnología y
equipos.
En el caso de Grecia el tipo de cambio real (esto es, el euro y el nivel de precios y
salarios griego en relación a sus competidores) no estaba avalado por el nivel de
productividad del capitalismo griego. En ese marco, el estallido de la crisis mundial
aceleró y terminó de “dinamitar” los términos en que se había producido la inserción de
la economía griega en la economía mundial. La crisis financiera se despliega sobre esta
base, agravando las cosas. Para entender este proceso, hay que partir entonces de las
1
En 2009 Grecia dedicaba a gastos militares unos US$ 14.000 millones, un monto equivalente al 3,6% de
su PNB.
condiciones “estructurales” del capitalismo griego que rodean la adopción del euro y el
crecimiento de los últimos años. Pero antes, permítanme recordar la centralidad de la
competencia, y su significado, desde el punto de vista de la teoría de Marx.
El significado de la competencia a nivel mundial
Marx ha dicho que los economistas burgueses se la pasan hablando de la competencia,
pero no comprenden su significado. La cuestión es central, porque la ley del valor
trabajo sólo opera a través de la competencia. Y es a través de la competencia que se
imponen las leyes de la acumulación capitalista, y se despliegan y profundizan sus
tendencias. Esto se debe a que la competencia actúa como un látigo que obliga a cada
capitalista a ir al fondo en la extracción de plusvalía. En palabras de Marx, es a través
de la competencia que “se pone como necesidad exterior para el capital lo que
corresponde a la naturaleza del capital” (Marx, 1989, t. 2, p. 168). Es que la
competencia “impone a cada capitalista individual, como leyes coercitivas externas, las
leyes inmanentes del modo de producción capitalista. Lo constriñe a expandir
continuamente su capital para preservarlo, y no es posible expandirlo sino por medio de
la acumulación progresiva” (Marx, 1999, t. 1, pp. 731-732).
Al competir en el mercado mundial, lo que se está haciendo es comparar tiempos de
trabajo empleados en los diferentes espacios nacionales. Los capitales que no son
competitivos son “sancionados”, en el sentido que parte de los tiempos de trabajo
empleados no son validados como generadores de valor. Y durante las crisis –esas
verdaderas revoluciones de valor, de las que hablaba Marx– esa coerción competitiva
opera de forma potenciada. Por eso la competitividad, esto es, la comparación de
tiempos de trabajo y de tasas de explotación del trabajo, está en el corazón de las
contradicciones que llevan a la crisis de la economía griega.
Débil productividad y apreciación cambiaria
Cuando Grecia adoptó, en 2002, el euro como moneda, los niveles de productividad de
su economía eran aproximadamente un 88% de la productividad promedio de la Unión
Europea; y desde entonces la competitividad se estuvo debilitando. Es que a partir de
2002 hubo una cierta euforia inversora, y entrada de capitales, destinados al crédito para
el consumo de hogares y también a financiar la obra pública. Esto impulsó al alza los
precios y salarios, junto al crecimiento de la economía. Entre 2000 y 2007 el PNB real
griego aumentó a un promedio del 4,2% anual. Los 16 países del área del euro en ese
mismo lapso de tiempo crecieron a una tasa del 2,15% anual. Por su parte los precios en
Grecia aumentaron a un promedio del 3,5% anual entre 2002 y 2008; mientras que la
media europea fue del 2,3%.
Debido a que el euro era ahora la moneda griega, la suba de los precios internos por
encima de los precios europeos implicó una apreciación en términos reales del tipo de
cambio para Grecia. Pero a esto se sumó la fuerte presión competitiva del capital
alemán. Es que para Alemania la adopción del euro significó una devaluación
cambiaria, en relación al antiguo marco. En 2009 la Comisión Europea consideraba que
en 2009 el euro estaba devaluado entre un 10 y 12%, en términos reales. Debe tenerse
en cuenta que, además de la mayor productividad, el capitalismo alemán se benefició de
la explotación del trabajo en el Centro y Este de Europa, y en los territorios de la ex
URSS. Por ejemplo, en 2005 – 2007 el 13% de la IED alemana iba a Europa del Centro
y del Este. Las empresas que se instalaban en estos países pagaban, en promedio, el
16,5% del salario que lo que pagaban en Alemania; siendo la productividad
aproximadamente un 60% de la que hay en Alemania, el costo laboral en esos países
era, en promedio, el 72,4% del costo en Alemania (Marin, 2009). Esto puso presión, a
su vez, sobre los trabajadores alemanes; los salarios en Alemania estuvieron contenidos,
a la par que aumentaba la productividad industrial. El resultado fueron altos excedentes
alemanes en cuenta corriente, que llegaron a casi el 8% del PNB, y hoy rondan el 5,5%.
De manera que el capitalismo griego tuvo una presión cada vez mayor. Los salarios de
los trabajadores griegos eran menores que los salarios en Alemania. En 2006 la paga
horaria promedio en Grecia era un 44% de la paga en Alemania (y el poder de compra
real un 72% del que tenía el obrero alemán). El salario mínimo es uno de los más bajos
de Europa; en 2004 era de € 560 (contra € 1286 en Francia o €1265 en Países Bajos), y
representaba el 47% del promedio nacional. Pero aun siendo bajos estos salarios, no
podían competir con los salarios aún más bajos del Este y Centro de Europa, o de otros
países atrasados.
Los trabajadores griegos en promedio también trabajaban más horas que sus pares
europeos (2152 horas promedio por año, contra 1430 en Alemania y 1544 en Francia,
dato OECD, 2008); y el costo de vida era similar al de Alemania. En una palabra,
estaban muy explotados, sin que esto impidiera que la economía fuera menos
productiva. Frente a esto, la “receta” del FMI y otros será, para salir de la crisis,
aumentar aún más la explotación, para hacer al capital “competitivo”.
Por otra parte, la inversión pública se dirigió a obras de infraestructura que no afectaban
directamente la productividad en los sectores de bienes transables. Por ejemplo, una
parte importante se volcó a obras para los Juegos Olímpicos de 2004, como la
construcción del aeropuerto de Atenas. Y la inversión extranjera directa, destinada a
plantas y equipos, se mantuvo muy baja. El promedio anual de la incidencia de la IED
en la formación de capital fijo bruto en Grecia, entre 2003 y 2005 fue de apenas del
2,7% (contra más del 50% en Bélgica, por ejemplo).
Con este panorama, no es de extrañar que en 2006 un trabajo de economistas del FMI
calculara que, desde la adopción del euro, la apreciación cambiaria de Grecia era del
17%. En promedio, entre 2000 y 2006 los costos laborales habían aumentado al 2,4%
anual, contra el 0,3% en el área del euro; y la productividad había aumentado 1,8%,
contra 2,6% en el promedio en el área del euro (Gagales et al., 2006). En consecuencia
los exportadores griegos estaban perdiendo terreno en los mercados externos en los
rubros de alimentos, minerales, combustibles, materias primas, textiles y metales; lo que
no era compensado por los aumentos en químicos y equipos de transporte. En términos
absolutos las exportaciones aumentaban, pero esto se debía a la expansión del mercado
mundial, y no al aumento de la competitividad.
En 2008 otro trabajo de economistas del FMI calculaba que desde la entrada al euro el
tipo de cambio griego se había apreciado, según el índice de precios al consumidor, un
10%; y según los costos laborales unitarios, la pérdida de competitividad cambiaria
había sido del 17%, en relación a los socios comerciales europeos (Honjo y Chua,
2008). En relación a la competencia asiática y de otros países atrasados los autores
calculaban una apreciación cambiaria acumulativa del 30%, según los costos laborales.
Estos datos son corroborados por las estadísticas de productividad de la OECD. En
2008, y con un índice EUA = 100, el producto por hora trabajada en Grecia era de
apenas el 58% del de EUA (el de Alemania era el 91,4 y el de Francia el 96,2).
Por otra parte, a pesar de que en términos relativos había mejorado la participación de
las exportaciones de productos con tecnología media y alta en el total de exportaciones,
la participación de las exportaciones de bajo valor agregado (intensivas en mano de
obra) seguían siendo un componente esencial del total de las exportaciones. Lo cual
constituía otra muestra de la debilidad estructural de la inserción griega en el mercado
mundial, a través del euro.
Déficit en cuenta corriente y boom de crédito
A partir de lo anterior se comprende el enorme déficit en la cuenta corriente de Grecia a
lo largo de los 2000s:
Déficit griego en cuenta corriente, como porcentaje del PNB
Año
Deficit
/ PNB
2002
–6,5
2003
–6,5
2004
–5,8
2005
–7,5
2006
–11,3
2007
–14,4
2008
–14,6
2009
–11,6
Para tener un punto de comparación, piénsese que en 2001 el déficit de Argentina era
inferior al 2% del PNB; y que al estallido de las crisis mexicana de 1994, o tailandesa
de 1997, el déficit rondaba el 5% del PNB.
Por otra parte es llamativo que el déficit de cuenta corriente se haya mantenido muy
elevado en los años de recesión; alcanza su máximo en 2008.
Este déficit fue financiado en parte con transferencias de la Unión Europea, pero
esencialmente con entrada de capitales. La mayoría de estos capitales fueron a comprar
bonos del gobierno, y otra parte fue al sistema bancario, donde impulsó el crédito al
consumo. Si bien la relación entre crédito al sector privado y PNB en 2005 era del 60%,
lo que constituía un nivel relativamente bajo, su tasa de crecimiento fue muy alta,
porque se partía de niveles muy bajos. En la década de 1990 el aumento del crédito
había sido impulsado por la liberalización financiera y la eliminación de controles
cambiarios. Después de la adopción del euro, por las tasas de interés extremadamente
bajas (negativas durante buena parte de los 2000). Esto explica que en los diez años
anteriores a 2005 el crédito al consumo del sector privado había estado subiendo a una
tasa promedio anual del 14,5%; el endeudamiento de los hogares había pasado del 14%
del PNB en 2001, al 29% en 2005. Una parte de este endeudamiento se debió al
crecimiento del crédito hipotecario. De nuevo, era un nivel bajo en relación a otros
países atrasados, pero dada su dinámica, alimentaba el boom; que, como vimos,
impulsaba la apreciación cambiaria. Los créditos a las empresas, por el contrario, no
fueron importantes. En términos globales, aumentó la inversión residencial y la
productividad en el sector servicios; pero no lo hizo, como vimos, en los sectores
productores de bienes transables.
Deuda creciente
Estaban dados entonces todos los elementos para que la deuda externa griega creciera a
una alta tasa. En el cuarto trimestre de 2005 la deuda pública griega era de € 145.230
millones; en el cuarto trimestre de 2009 había pasado a € 214.703 millones. La deuda de
las instituciones financieras, en el mismo lapso, había crecido desde € 52.499 millones a
€ 112.861 millones. La deuda total griega, siempre entre fines de 2005 y fines de 2009,
pasó de € 269.996 millones, a € 403.780 millones (Bank of Greece). .
La deuda pública griega fue financiada por bancos europeos, principalmente alemanes y
franceses, y también por bancos griegos. En 2010 los bancos alemanes tenían una
exposición de US$ 45.000 millones en Grecia; los franceses de US$ 75.000 millones; y
los ingleses de US$ 15.000 millones (Wall Street Journals Americas, 18/06/10). Pero
también los bancos griegos habían prestado fuertemente al gobierno. Además de las
trampas que hizo el gobierno griego para ocultar el verdadero estado de sus cuentas
fiscales, hubo una “bicicleta” financiera que impulsó el que continuara la espiral de
endeudamiento. La misma fue facilitada por el sistema de emisión del Banco Central de
Europa. Es que los bancos europeos pueden tomar prestado del BCE si proveen el
colateral correspondiente. Este colateral debe estar constituido por bonos de gobierno
con alta calificación, y títulos similares. De manera que los bancos griegos, u otros,
compraban bonos gubernamentales griegos –en los 2000 pagaban una tasa un poco
mayor que la alemana–, los entregaban como colateral al BCE para financiarse a un
costo muy bajo, y se quedaban con una buena diferencia. El gobierno griego, a su vez,
tenía una buena excusa para seguir endeudándose.
La crisis mundial y la economía griega
El andamiaje se precipitaría con el inicio de la crisis mundial. A los problemas
estructurales que hemos apuntado, se sumó el freno en la entrada de capitales, y los
efectos de la crisis en dos sectores claves, la industria del transporte naval (ITN) y el
turismo. Ubiquemos brevemente los hechos en su contexto.
La ITN es muy importante en la economía griega. Los armadores griegos poseen la flota
más grande del mundo; la flota griega representa el 16% de la capacidad naviera
mundial. En los 2000s, hasta el estallido de la crisis, los capitales griegos que operan en
la ITN tuvieron una situación boyante, acompañando la expansión del comercio
mundial. En términos globales, en 2005 los ingresos provenientes de la ITN eran de €
13.900 millones, superiores a los del turismo; se trataba del mayor ingreso de Grecia
por invisibles.
Empujados por las presiones de la competencia, y por el aumento de la demanda, entre
2000 y 2006 los griegos invirtieron fuertemente en la renovación de la flota, para lo cual
contrajeron fuertes deudas con bancos europeos. En el resto de la industria también se
estaba invirtiendo –por ejemplo armadores alemanes o asiáticos– de manera que ya en
2006 asomaba el espectro de la sobrecapacidad. Sin embargo, en la medida en que los
precios de los fletes seguían altos, muchos barcos, ya viejos tecnológicamente,
continuaban en operación, y la industria mantenía las inversiones. De manera que ya
antes del estallido de la crisis había sobrecapacidad. En 2008 se esperaba que en los
siguientes cuatro años unos 6000 nuevos barcos (petroleros, transportadores de
containers y de carga seca) entraran en servicio a nivel mundial, el equivalente al 60%
de la flota de ese momento (Der Spiegel, 24/3/10).
Por eso con el estallido de la crisis mundial se pasó a una situación de sobreoferta
generalizada, caída de precios de los fletes y desvalorización de los capitales invertidos.
En particular, los armadores que habían comprado en el pico de la euforia, entre 2006 y
2007, experimentaron fuertes caídas en sus ganancias, o pérdidas. Ya a fines de 2008 la
situación era grave; la primera caída generalizada de los títulos de la deuda griega, que
se produjo en octubre de ese año, tuvo como raíz la desconfianza que provocaba en el
sistema financiero las deudas de los armadores griegos, y la repercusión en la economía
de la caída de la actividad. Puede verse aquí con claridad que las crisis financieras
profundas por lo general están vinculadas a los problemas de acumulación, y a las
contradicciones esenciales de las economías capitalistas.
En 2009 la situación se agravó; el comercio mundial cayó el 12,2% (OMC), y los
precios se hundieron. A mediados de 2009 tarifas de carga seca que en el verano de
2008 superaban los US$ 300.000, rondaban ahora los US$ 10.000. Algo similar ocurría
con los buques tanques y el transporte de containers. A comienzos de 2010, y a pesar de
una recuperación del comercio mundial (el Banco Mundial pronostica un crecimiento
del comercio del 4%), continuaba la sobrecapacidad, y las tarifas se mantenían en
aproximadamente el 15% de los niveles que habían alcanzado en 2008.
Pero la crisis mundial no solo afectó de lleno a la ITN griega, sino también al turismo,
que constituye su principal actividad (representa aproximadamente el 18% del PNB;
uno de cada cinco empleos depende del turismo), y es una fuente fundamental de
ingresos. Ya antes de la crisis Grecia sufría la competencia de otros destinos, como
Turquía, y otros lugares que eran más baratos, dada la apreciación del euro. Sin
embargo es con la crisis mundial que la situación se tornó extremadamente difícil. En
2009 los ingresos por turismo habrían bajado un 20% (Institute for Tourist Research and
Forecast), y a comienzos de 2010 la crisis continuaba, provocando una intensa
desvalorización de las inversiones, y quiebras. En marzo de este año se reportaban unos
400 hoteles en venta.
De conjunto, la economía griega se contrajo un 2,5% en 2009, y caería un 4,6% en
2010. La producción industrial en abril de 2010 había caído un 5,1% con respecto a
igual mes de 2009. El déficit público supera el 10%; y la desocupación alcanza (marzo
de 2010) el 11,6%.
La crisis financiera
Estos factores entonces subyacen a la crisis griega, y explican por qué, a pesar de la
recesión, el déficit de cuenta corriente siguió alto en medio de la recesión, y la deuda
continuó creciendo. Lo importante es comprender que la especulación financiera actúa
sobre este telón de fondo. La crisis no se debe solo, ni principalmente, a los banqueros y
los especuladores. Quedarse en esto es quedarse en la superficie de la cuestión. Las
crisis financieras y bancarias se vinculan a los problemas que enfrenta la generación y
realización de plusvalía, y la valorización de los capitales. Al caer la realización de la
plusvalía, los bancos encuentran difícil recuperar los préstamos, y cunde la
desconfianza. Lo mismo sucede con la capacidad del gobierno para colocar deuda. Los
inversores exigen cada vez más tasa para seguir prestando. A esto se puede sumar la
especulación con los bonos griegos, y con los CDS (credit default swap, de hecho son
seguros contra el default). Por ejemplo, los especuladores operan “en corto”, lo que
significa que alquilan bonos para vender en los mercados, con la esperanza de
recomprarlos luego más baratos. Estas sobreventas de bonos deprimen aún más los
precios, elevando las tasas de interés que debe pagar el gobierno. Pero la especulación
profundiza la tendencia, no la crea por sí misma. Por eso el actuar sobre estas
operaciones (por ejemplo, prohibir las operaciones cortas) no solucionan ningún
problema de fondo. Apenas pueden suavizar las oscilaciones. Las contradicciones
emanan de las relaciones capitalistas de producción, que abarcan todas las formas del
capital (productivo, mercantil, dinerario).
Pero si bien la crisis no tiene por origen a la esfera de las finanzas, la especulación
financiera y la crisis bancaria que acompañan a la crisis, reactúan agravando la crisis.
En junio de 2010 el gobierno griego está pagando casi 7 puntos más que Alemania por
tomar deuda a 10 años. A mediano plazo esta tasa es insostenible. Lo cual pone en
peligro a muchos bancos europeos, con alta exposición a la deuda griega, como hemos
visto.
Además, si bien los bancos griegos entraron a la crisis con una alta capitalización, están
sufriendo por las rebajas en la valuación de sus activos y por créditos que no se están
recuperando; lo que pone presión sobre la liquidez, y aumenta el costo del fondeo. A
esto se suma que a comienzos de 2010 fueron sacudidos por una ola de fuga de
capitales, generada por ciudadanos ricos y corporaciones. Entre enero y febrero habrían
salido unos € 7500 millones de depósitos, con destino principalmente a Suiza, Gran
Bretaña y Chipre. Pero también sufren las inversiones de los bancos griegos en
Rumania, Bulgaria, Serbia y Macedonia, la zona de influencia griega.2 En la medida en
que la crisis mundial afecta a estos países, también habrá repercusiones sobre los activos
de los bancos griegos comprometidos en la región.
La carrera por aumentar la explotación
La salida que hoy está intentando el gobierno griego, con el apoyo del FMI y los
grandes poderes, es por vía deflacionaria y ajuste fiscal. Se debate es cómo aumentar la
explotación de la fuerza de trabajo para hacer competitivo al capital griego. Paul
Krugman y otros economistas establecidos lo dicen con todas las letras: hay que bajar
los salarios. Algunos cálculos dicen que el salario debería caer entre un 20 y 30%.
Esto significa también bajar las prestaciones sociales, aumentar la edad de retiro,
disminuir los gastos sociales. Lo cual amenaza con agravar la crisis, en la medida en
que la restricción del gasto agudiza la caída de la demanda, y por lo tanto la caída de la
producción y de los ingresos. Esto, a su vez, promete mantener o incluso agravar los
problemas para hacer frente a la deuda. Otra alternativa sería que Grecia saliera del
euro, y volviera a su propia moneda. En este caso tendríamos una “solución” al estilo
Argentina 2002, de devaluación, caída de los salarios, y aumento de la explotación por
vía de la inflación. O realizar un default capitalista de la deuda griega que, de todas
maneras, no salvará a los trabajadores de penurias, de la desocupación y la presión del
capital. Nunca el capitalismo salió de sus crisis mejorando, o siquiera manteniendo, los
niveles de vida y las condiciones de trabajo de los asalariados. Grecia no es la
excepción. Las manifestaciones, las huelgas y luchas que se desarrollaron a partir del
estallido de la crisis apuntan al único camino posible para el pueblo griego frente a los
planes de ajuste y mayor explotación del capital y su Estado.
Por último, y a modo de conclusión de estas notas, queremos enfatizar la necesidad de
realizar análisis que tomen en cuenta los problemas que podríamos llamar
“estructurales” de la acumulación, a nivel del mercado interno y del mercado mundial,
y cómo los mismos se combinan, con las crisis financieras y bancarias.
Bibliografía
Gagales, A.; M. Rossi y M. Moreno Badia (2006): Greece. Selected Issues, IMF.
Honjo, K. y D. Chua (2008): Greece, Selected Issues, IMF.
Marin, D. (2009): “The Opening Up of Eastern Europe at 20- Jobs, Skills and ‘Reverse
Maquiladoras” in Austria and Germany”, Discussion Paper, University of Munich and
Bruegel.
Marx, K. (1999): El Capital, Madrid, Siglo XXI, 3 t.
Las empresas griegas de conjunto llevan invertidos, hasta 2010, unos €12.000 millones en la zona; los
bancos griegos poseen el 15% de los activos del sistema bancario en esos países, y en el caso de Bulgaria
alcanzan al 35% del mercado.
2
Marx, K. (1989): Elementos fundamentales para la crítica de la economía política
(Grundrisse) 1857-1858, México, Siglo XXI, 3 t.
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