“La Interacción del tiempo subjetivo y el tiempo histórico en la construcción discursiva de la memoria” CENCI, Carla BARÓN, Claudia U.N.L. La presente comunicación se enmarca en el Proyecto de investigación “Memoria y reescritura en la narrativa argentina contemporánea”, radicados ambos en la UNL, Facultad de Humanidades y Ciencias. La memoria permite la recuperación/olvido de aquellos acontecimientos de la experiencia, tanto individual como colectiva, que crean y recrean tradiciones subjetivas e históricas. El estudio de la misma responde a una necesidad contemporánea y representa una de las problemáticas privilegiadas para la mayoría de los teóricos y críticos preocupados por dar respuesta a los diversos interrogantes que atraviesan a las sociedades actuales. La construcción de la memoria subjetiva y de la memoria histórica obedece a procesos que, retroalimentándose, se condicionan mutuamente. Pero éstas no constituyen configuraciones simples sino, por el contrario, se encuentran atravesadas por las distintas jerarquías ordenadoras de la sociedad y representadas en las superficies textuales a partir de asimetrías diversas. La narrativa argentina contemporánea constituye un campo privilegiado para indagar esta problemáticas. Especialmente los textos de Andrés Rivera, en esta oportunidad tomamos “Para ellos, el paraíso”, aquí las asimetrías pueden leerse en su operatividad como producto discursivo de lo que se recuerda u olvida construyendo a la memoria como un pasado actualizado en el presente. La historia del presente pretende “historizar” acontecimientos que constituyen experiencias de miembros de generaciones vivas, y permite redefinir la relación sujetoobjeto, ya que el historiador puede ser también portador de memorias referidas al pasado que intenta reconstruir. Ésta se puede concebir como la producción historiográfica que tematiza acontecimientos sociales que integran la memoria inmediata de ciertos grupos y los modos de transmisión de esas memorias colectivas (usada en el sentido de intersubjetiva, es decir, una construcción a partir de recuerdos de 1 una experiencia vivida que se realiza entre sujetos que han vivido esa experiencia) a partir del contacto entre generaciones que comparten el mismo presente histórico. La reconstrucción del pasado reciente estará caracterizada por una relación de tensión con las memorias colectivas que se entrecruzan en el presente. Entendemos que las relaciones que en ella se generan, en tanto asimetrías, postulan en sí un orden jerárquico, por lo que debemos comenzar el análisis atendiendo a las condiciones discursivas que les dan origen. Además, su inscripción en un modo binario y simplificador de pensamiento no impide que, en tanto “unidades del imaginario” y como productos emergentes de una tradición1, sean pensadas como ordenadoras de las estrategias discursivas productoras de textos literarios incluidos -como parte constitutiva y constituyente- en la misma. Desde allí, intentaremos reconocer los alcances que la literatura tiene en la conformación de la memoria, pero no sólo buscar leer los textos como reservorios de experiencias colectivas sino como instrumentos útiles para la construcción de las versiones en torno del discurso del pasado. “Él, que cierra las persianas y las ventanas del departamento, se sienta en un sillón, me dice que no abra las persianas y las ventanas del departamento, que no prenda el aparato de aire acondicionado ni la luz. Que no abra la puerta del departamento, si golpean la puerta del departamento o tocan el timbre. Que no atienda el teléfono ni el portero eléctrico. Yo no pregunto por qué” “ Él, sentado en el sillón, habla lentamente” El juego de voces “En para ellos, el paraíso” puede ser leído desde el primer apartado; el relato se inicia con el deíctico él y establece una progresión de acciones como si se tratara de una cámara que va siguiendo y registrando lo que alguien hace, pero sin dar referencias acerca de esa identidad, salvo el hecho de que es un hombre. Luego, aparece otro deíctico, el yo, enclave de la enunciación, pero tampoco existen, hasta ese momento en el texto elementos que puedan actualizarlo. La tradición “constituye una selección de aquellos elementos significativos del pasado, recibidos y recuperados, que representan no una continuidad necesaria sino deseada (...) deseo definido por las relaciones sociales generales existentes” WILLIAMS, R: Cultura. Sociología de la comunicación y del arte. Barcelona-Bs As. Paidós Comunicación, 1982, pág. 174. 1 2 “Él, camina, cierra la puerta de un mueble, y abre la puerta de un mueble y abre la puerta de otro. Escucho como camina. Camina rápido, y cada vez más rápido. Él no suda” (pág. 91) La estrategia constitutiva principal reside en la mirada de ella (yo) respecto de él, la focalización, casi excluyente a lo largo del relato, logra tensionar la constitución de un “narrador” en primera persona hacia la de un mero testigo. Un observador particular que, sin embargo, incorpora en el enunciado su propio punto de vista y profundiza por tanto dicha tensión. Esta descripción absolutamente despojada, que sólo refiere a acciones sucesivas de alguien, logra generar por ausencia de los detalles un clima tenso y de oscuridad. Por otro lado, será la misma adjetivación, el procedimiento que nos permita identificar algunos rasgos de quién está enunciando el texto. Se trata de una voz femenina, en medio de un relato marcadamente masculino: “descalza, muda, sumisa, sigilosa,...” “Él grita en ese lugar del que borraron los cuadros, las paredes, los timbres, la noche, las pulsaciones que el chorro blanco y silencioso fulminará, y que recorren, todavía, perversas y miméticas, la red de cables que corta el cielo de las calles más tristes y angostas de la ciudad” “Yo en cuatro patas, ciega, la boca seca, la lengua seca, sé, por ese grito, que cargo sobre mi lomo a un vencedor” (97) Este recurso, desde la organización discursiva de la enunciación, establece una fuerte marca de despojo y silencio que se completará, significativamente, a través de la carga semántica que estos adjetivos individualmente aportarán al irrumpir en el enunciado. Si quien enuncia está mudo, entonces en realidad no enuncia, sino que su voz es enunciada por otras voces, en este caso las del poder socialmente establecido. Se plantea así un interesante y complejo juego de roles entre la construcción del poder discursivo y los espacios que socialmente se le asignan a hombres y mujeres; entre quienes tienen la palabra y las voces que, como si estuvieran en off, realmente hablan. “Yo sabía que vendría un no, dice él, hincado sobre mí. Lo sabía. No hay esposa sumisa que no diga no, alguna vez, dice reflexivo, hincado sobre mí” 3 Así, mientras él es quien sabe, nunca se escucha su voz directamente, siempre es dicho por otro, quien a su vez, y paradójicamente, es mujer; pero ella, no sabe, sólo observa y obedece. “...sentáte ahí, dice él, desde el sillón que ocupa a poco de sus imprevistos regresos, la voz como gastada por una risa secreta, y la brasa de su cigarrillo gira y apunta a otro sillón, más estrecho y más bajo que el suyo” (91) Él incluso sabe anticipadamente lo que ella va a decir, por lo cual podemos preguntarnos si no sólo el cuerpo de ella sino también si voz no le pertenecen. Ella, aunque enuncie, siempre es hablada, ya que en este sujeto de enunciado confluyen, como dijéramos anteriormente, los discursos sociales atribuidos al poder, los cuales, en su función discursiva, activan unidades del imaginario colectivo que interactúan en la conformación tanto de la memoria subjetiva individual como de la histórica social. La constitución de las máscaras, de las representaciones del saber y de la circulación del poder son “conjuradas” por la memoria, “método” que garantiza el orden correcto y la secuencia de “lugares” que refuerza su administración. En tanto que los sujetos, en virtud de cuestión pragmática derivada de los lenguajes, actúan frente a los objetos según las interpretaciones del intercambio discursivo, tanto por aceptación de los modelos dominantes, cuanto de los efectos de la deconstrucción de los mismos, el trabajo a emprender encuentra un contexto de realización privilegiado. Por ello, en la intimidad más secreta de estos personajes, en un mundo que supuestamente sólo les pertenece a ellos y con el cual conforman un universo cerrado, casi sin referencia al mundo exterior o bien solamente surgidas, igualmente siguen operando de modo activo en la conformación de su discurso, tanto en lo que dicen o callan, estas categorías imaginarias de la memoria. Pero, la memoria no es sólo retrospectiva, recuerdo y olvido; es asimismo memoria crítica, tanto para reabrir la cuestión de la identidad en esta perspectiva, como para ofrecer las vías a un estudio, a pesar de las dificultades, de la memoria colectiva, de los recuerdos y relatos y de su ritualización compartidos. Si para el modelo tradicional quien enuncia tiene la poder, observamos en este caso que la relación no se da de esta manera. No se puede establecer correspondencia absoluta entre esos dos términos sino que, por el contrario, la misma se encuentra invertida generando una relación de asimetría, o, lo que es peor aún, de sometimiento, 4 ya que hasta la voz y la posibilidad de constituirse como sujeto individual le ha sido violentada. Ese “despojo” sólo admite la voz de otro que sí esté socialmente reconocido y por ello factible de ser discursivizado. “Él dice lentamente: oh, mi perra, mi dulce perra paciente...” (125) “Come, dice él, y apunta con un tenedor largo la tira de carne que puso en mi plato. Coma, mi bella perra de los consuelos.” (127) El propio texto registra el movimiento en el pasaje de los pronombres en tanto sujetos de enunciación y/o enunciado a la voz que, en la sinécdoque, los enuncia: “Él dice, con una voz que ya no es silbido, que me saque el vestido... Quizá, dice, con una voz como ceremoniosa... cuando dejo de escuchar su voz pastosa y como diferente...” (90) Movimiento que se mantiene en las páginas finales del relato: “la voz de Zandes era grave, paciente, y como reflexiva”(131) y que repliega el grito con el que concluyen ambos: él, el innominado ahora Capitán José Santos Pérez, y el propio texto. Paradojalmente, el observador (yo/ella), hablado desde la coacción de lo que no puede ser dicho (de ahí que la práctica discursiva del monólogo interior imprima su sello al relato todo), cómplice con su mirada estratégica en la “construcción” del otro, se vuelve a su vez instrumento de quien acallará esa voz. La paradoja de quien no tiene poder para enunciar a pesar del artificio de que es su voz la que cubre el espacio en blanco, se duplica al pasar a ser cómplice (¿involuntario?) del que se supone “una voz aliada”. Justamente es el sistema de presuposiciones el que se activa, confirmando la construcción imaginaria de las relaciones de poder. Los subtítulos o paratextos internos son parte central de la estrategia de generación de sentido textual; en este caso en particular funcionan como “señales” que delimitan el recorrido de la lectura. Así, la presencia de los pronombres indefinidos rompe con la progresión de referencia instaurada por los personales y reorienta la lectura hacia un recorrido inverso. La correspondencia “Él, un vencedor” recorre todo el texto y produce un cruce de índices de referencias que se pone en acto en un mismo enunciado al menos dos enunciadores que en el contexto articulan la contradicción. 5 “y leo, en lo alto de la tarjeta plastificada o credencial o lo que sea que Zandes sostiene en su mano, escrita con letra imprenta, Capitán José Santos Pérez” (134) Los paratextos, ordenados de manera sintagmática, mostrarán también una progresión pero con un efecto de sentido inverso al del texto; así, mientras ésta avanza de la no referencia a la construcción de la misma, los paratextos, en cambio, lo harán de la identificación hacia la indeterminación subjetiva, la cual finalizará incluyéndolos como parte del discurso social, el cual, plural y contradictorio, oficia de marco contenedor de todos los discursos circulantes. El texto aprovecha la operatividad de las representaciones imaginarias con relación a los mecanismos de dominación para obligar a releerlas y reflexionar sobre ellas. Cabe entonces el interrogante: ¿para quién es el paraíso? ¿quiénes son ellos? “Hay que matarlos a todos. Entrar a sus departamentos y a sus pisos, y matarlos a todos. Que no queden ni los que van a nacer” (92), ¿es acaso esta la respuesta? ¿es el paratexto la ironía cifrada desde una nueva instancia enunciativa? Así, intentamos reconocer, por un lado, algunos procesos de apropiación discursiva en los que la escritura inscribe y reconvierte la materialidad social y, por otro, cómo actúan las relaciones socio-culturales en el campo textual elegido. Se coincide en que el carácter constitutivo de toda memoria social, ya que aún la memoria individual surge, se formula y proyecta desde y sobre un entorno social. “No se puede explicar la memoria sin ese entorno en que se construye el mecanismo de significación”2 En Datos para el olvido leemos “Hay libros que dibujan el presente, cuando hablan del pasado. Para ellos, el paraíso busca figurar entre esos libros” BIBLIOGRAFÍA: BODEI, Remo. Memoria, olvido e identidad. HALBWACHS, Maurice. Memoria Colectiva y memoria histórica, traducida por Amparo Lasén Díaz. RIVERA, Andrés. Para ellos, el paraíso. Bs As, Alfaguara, 2002. 2 HALWACHS, M. Les Cadres Sociaux de la Memorie. Paris, Librarie Félix Alcan, 1925, pág. 53. 6 7