Los animals spirits keynesianos como construcción mediática

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Los animals spirits keynesianos como construcción mediática
La recuperación del mejor Keynes desde la escuela conductual de Akerloff y Scheeler,
ha traído consigo el rescate de los animals spirits, es decir, de la importancia de los
elementos irracionales en el comportamiento económico. El mantra de los “mercados
libres” nació, hay que recordarlo, en los años 70 después que los seguidores de Keynes
(principalmente John R. Hicks) abandonaran las tripas de sus análisis para abrazarse a
lo meramente cuantitativo dando soporte imprescindible a una Nueva Síntesis
Neoclásica que acentuaba el carácter “científico” y “objetivo” de la economía y la
“racionalidad” del mercado.
Esas actitudes suponían, de alguna forma, una ruptura con Keynes que se movía en
términos más cercanos y volátiles, con conceptos que reconocían un valor a los
estímulos y comportamientos irracionales de los agentes económicos que rebautizó
como animals spirits. La confianza y desconfianza, la equidad, la ilusión y la desilusión
monetaria, y aquellas conductas temerarias, nacidas de la corrupción o la avaricia, que
se evidencian en los momentos de estallidos de las burbujas financieras, son la
expresión conocida de esos elementos irracionales que rodean la economía. Se trata
de un diferencia central para el análisis economico: al rechazar la hipótesis de las
expectativas racionales que sustentan la supuesta perfección de los mercados, se
reconocen los frágiles equilibrios que sustentan la economía como ciencia social que
es. En ese sentido, recuperar al Keynes verdadero y sus animals spirits significa
acercarse a la misma lógica utilizada por Marx. Y, por el contrario, no reconocer esos
factores convierte a los economistas, como parte de las élites, en “brujos impotentes
incapaces de dominar los espíritus subterráneos que conjuran”.
El multiplicador de confianza como construcción mediática.
Akerloff y Scheeler dan un paso más y concretan ese factor intangible en el
multiplicador de confianza. "No existen solo los multiplicadores de gasto de consumo,
inversión y gasto público (...) Tambien hay un multiplicador de confianza que
representa el cambio de renta que se obtiene del cambio de una unidad de confianza"
y, aunque sea muy dificil medirlo, consideran que su retroalimentación es
determinante. Los autores no se refieren a la confianza de los mercados, una
deformación propia del capitalismo financiero convertido en el mantra prefrido de
Rajoy antes de ganar las elecciones, sino a la confianza social y ciudadana en el sistema
económico y en el comportamiento de sus instituciones.
Lo que no dicen Akerloff y Scheeler es que esos factores intangibles están alimentados
de información y son, por tanto, especialmente sensibles a los sesgos noticiosos que se
producen en el sistema global de medios. Se trata, en mi opinión, de un asunto crucial
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que no se puede pasar por alto en tanto que relaciona la credibilidad, un concepto
aparentemente objetivo y neutral, con comportamientos asociados al ejercicio
práctico del poder desde las grandes corporaciones. Ese ejercicio del poder no es
directamente político ni conectado a la teoría política, sino entendido como lo
entienden los lobbies, como la capacidad para torcer en el propio beneficio el
comportamiento teóricamente neutral de las instituciones y, en particular, de los
medios. Esa lógica conecta el sacar partido de cada situación con la capacidad de
construir una sociedad a la medida de sus intereses.
La realidad es que, en la medida que la economía deja de aceptarse como una ciencia
exacta y se reconoce como ciencia social, debe asumirse como una proyección social
que depende en buena medida de los inputs que le aportan los medios de
comunicación dominantes. Son ellos, en buena medida, los que otorgan y fabrican los
cambios en el multiplicador de confianza, y, desde luego, los que incorporan los
gramos de des-confianza imprescindibles para deteriorar las expectativas económicas
cuando un gobierno reformista accede al gobierno y pretende enfrentarse al poder
consolidado de los lobbies.
La información publicada es una prolongación de los grupos de interés
Las noticias que merecen las cabeceras, las firmas y opiniones que más se propagan,
no se rigen por los criterios profesionales que enseñan en las facultades, sino por
planteamientos mercantiles identificados como preagenda. Ese término es la
expresión de las vinculaciones societarias y mercantiles de los editores, capaces de
marcar las miradas informativas de interés preferente y los territorios vedados. Desde
esa preagenda, que es el gorro que instintivamente se colocan periodistas y gestores
cuando son fichados por un determinado grupo editorial, surgen las agendas
mediáticas, una sucesión de temas, enfoques y autores destacados en sus páginas que
acaban adobando el estado de opinión de la ciudadanía.
Periódicos y televisiones conforman la agenda ciudadana pero se reparten
competencias: mientras los diarios son determinantes en la construcción de ideas que
terminan definiendo los grandes consensos, las televisiones muestran su capacidad en
movilizar emociones y construir imaginarios simbólicos. En la medida que los grandes
grupos mediáticos dominantes disponen de estructuras empresariales multimedia y
acrecientan sus conexiones con el poder económico, aumentan su capacidad para
fabricar opiniones y emociones que alimentan los animals spirits reseñados por
Keynes.
Paradójicamente, esa preagenda no fortalece a los medios sino que los debilita en lo
que constituye la esencia de su trabajo, la credibilidad de sus mensajes. Más que eso,
incluso, es tambien la expresion de su propia debilidad, no de su fortaleza. Para
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entenderlo conviene asumir que la información no es solo cosa de los medios, que
ocupan solo una parte decreciente de la cadena informativa.
La Sociedad de la Información ha revitalizado el papel de la comunicación hasta formar
parte primordial de la actividad de empresas e instituciones y convertirse en una de los
factores esenciales asociados al éxito. En las grandes corporaciones es, incluso, un
factor esencial de las plusvalías y de la creación de valor para el accionista porque los
mercados valoran cada actuación, cada mensaje, cada noticia, cada avance de
resultados, cada comportamiento... y lo cotiza.
Los grupos de poder actúan directamente a traves de los medios
Ese cambio ha transformado su papel como fuentes informativas. De un lado, cada vez
más periodistas (un 52% según la encuesta realizada por la APM en 2012) trabajan
para las fuentes: son los llamados periodistas de fuentes. Ello ha traído consigo otro
añadido: que esas fuentes así organizadas son hoy responsables del 70% de la
información publicada (según una investigación realizada por la Universidad Carlos III)
en los grandes medios.
El hecho es que ese cambio confiere a los grupos de poder capacidad para influir
directamente en las decisiones políticas y económicas a través de los medios. Como
consecuencia, el desarrollo sistemático, casi industrial, de las fuentes como emisores
de información provoca ya las distorsiones más peligrosas sobre la agenda mediática.
Ya n no se puede informar de finanzas sin recurrir a los institutos sectoriales
dominados por la gran banca, ni de telecomunicaciones sin acceder a los organismos o
fundaciones financiadas por las grandes operadoras. Ni de energía o distribución o
tecnologías de los alimentos sin recurrir a las equivalentes controladas por las grandes
corporaciones.
Con un añadido: el control de esos flujos se hace cada vez más difícil desde unas
redacciones mermadas de efectivos; mucho peor aún cuando las mismas fuentes
mantienen una relación privilegiada con los editores en su calidad de socios o por su
condición de inversores publicitarios.
EL CRASH DE LA INFORMACIÓN
No es extraño que Max Otte haya llamado a esta crisis El Crash de la Información. No
se trata de incentivas visiones conspirativas. La influencia de las agendas no debe
entenderse como una "concertación directa ni de una estrategia para el saqueo del
mundo”. Aunque “los mercados esté en manos de un gupo cada vez más concentrado
de grandes multinacionales y instituciones financieras", no son así como suceden las
cosas. Pero ello no significa que su influencia sea sutil, sino todo lo contrario.
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Para entenderlo conviene descender a cómo condiciona lo antedicho el desarrollo de
la crisis. En particular, como los medios están sirviendo de correa de transmisión de
poderosas fuentes institucionales y lobbies en la construcción y propagación de
mecanismos de transferencia de responsabilidades.
1.- - La (no) difusión de ideas (críticas) esencial para (impedir) el éxito de políticas de
ajuste.
El privilegio de decidir de lo que se habla y lo que se silencia es inmenso. Si resultó tan
difícil predecir la crisis es, entre otras razones, porque los medios, sometidos al influjo
conservador, prestaron poca atención a los analistas que la anticipaban. Si ha
resultado tan difícil el análisis de las causas y el castigo de los causantes es, en buena
medida, porque las conexiones de los medios dominantes con el poder económico
favorece la contrucción y propagación de mecanismos de transferencia de
responsabilidades y de culpabilización social que impiden abordar el carácter sistémico
y redundante de las crisis, sus causas profundas.
Los "consensos técnicos" se extienden cuando reciben el visto bueno de los gabinetes
estratégicos, las élites políticas y son propagados por los medios de comunicación
como colaboradores imprescindibles. El peligro mayor es, sin embargo, cuando
penetran en los ciudadanos en forma de lugares comunes. "Hemos vivido por encima
de nuestras posibilidades"; "no podemos gastar lo que no tenemos", "para crecer
primero hay que sanear"...se entremezclan con mensajes procedentes de la academia,
como la sempiterna "rigidez del mercado de trabajo". Es en esa combinación donde se
consigue camuflar la realidad embelleciendo los resultados de las políticas de
austeridad, con expresiones que silencian las consecuencias de los ajustes sobre la
depresión de la demanda, mientras se ensalzan sus repercusiones positivas sobre la
competitividad.
Hoy menos que nunca es factible imaginar que el pensamiento independiente se abre
paso en la sociedad por la justeza de sus ideas. La debilidad de ciertas posiciones
alternativas es consecuencia directa de su no difusión, sólo de eso, no de su
inadecuación al momento actual. Por lo mismo, en la medida que el sistema de
medios se aleja de la defensa de los intereses ciudadanos se muestra proclive a
silenciar las corrientes alternativas.
2.- Los medios facilitan el comportamiento procíclico de la economía.
La lógica del poder de entremezcla con las rutinas informativas interiorizadas en las
redacciones. En la medida en que la batalla por la audiencia les guía hacía lo
espectacular, el sistema de medios que conocemos se muestra incapaz de la
templanza informativa, propenso a la exuberancia irracional y al fomento de
comportamientos sociales bipolares que incentivan la euforia o la depresión, proclives
a minimizar y oscurecer los problemas o a desorbitarlos mediante burbujas
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informativas llenas de ruido y aire. Esos rasgos se hacen especialmente visibles en los
cambios de coyuntura.
Un ejemplo: en agosto de 2008, poco antes del colapso de septiembre, cuando ya era
evidente la crisis, las noticias económicas representaran solo un 5 % de la agenda en
los principales medios americanos. Fue necesaria la quiebra de Leman Brothers para
que ese desinterés rutinario por la economía pasara, súbitamente, a convertirse en
obsesión y tema preferente. No puede extrañar que un 77% de los norteamericanos
atribuya a los medios en 2009 que los medios el agravamiento de la crisis (encuesta del
Opinión Research Corporation).
Se debe asumir que la lógica de las rutinas informativas contribuye, por tanto, a que
los medios sean procíclicos, propensos a propagar el pánico en los primeros momentos
de las crisis, lo mismo que, en el auge, a resaltar las excelencias de los mercados libres
e insuflar aire a las burbujas. En general, a la lógica informativa le resulta
extremadamente difícil ir contracorriente, ni enfriar una economía recalentada ni
inyectar optimismo a una economía deprimida.
3.- Medios, rating y mercados, un bucle de interacciones.
La globalización trae consigo una convergencia de factores que impulsa eternas
burbujas en los mercados. De un lado, los flujos financieros y la economía de casino,
dominadora sobre la puramente productiva, es una consumidora espasmódica de
rumores y noticias prefabricadas como fuente permanente de sus mejores plusvalías;
de otro, los propios países se convierten en un producto de inversión más a través de
la cotizaciones de la deuda soberana. Su valor está también construido desde
expectativas, materializados en rating elaborados desde las agencias de calificación,
actores cuyo negocio consiste en aportan una apariencia de objetividad a esas
expectativas.
Si los rating adquieren más importancia en las crisis es porque, siguiendo la lógica de
los mercados, las mejores plusvalías se materializan en los instantes de pánico que
siguen a meses sobreexpuestos al conveniente fuego mediático, el mismo que
convierte en invisibles los análisis económicos más rigurosos. En la medida que los
fundamentos económicos objetivos se volatilizan y la contabilidad de lo incontable se
hace más subjetiva, los resortes manipuladores del poder aumentan su peso.
En esos momentos, los grupos de poder con más influencia en la propagación de
noticias y rumores están en mejores condiciones para sacar provecho de su posición
de privilegio. Y de detectar las ventajas del contrario. Berlusconi (experto en
manipulación informativa) denunciaba en septiembre de 2011 que "las valoraciones de
Standard & Poor’s parecen sacadas de los comentarios de los periódicos". Y en buena
parte es así. Las agencias no tienen estructura suficiente en cada país para analizar sus
datos fundamentales y toman los datos de la misma prensa. De modo que intereses
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corporativos, medios y analistas crean un bucle que se retroalimenta de flujos
informativos contaminados de intereses.
4.- Los medios son determinantes en la deslocalización de las miradas.
Uno de los privilegios de las grandes corporaciones es desarrollar una mirada global
que permite sacar partido de la deslocalizacion de actividades, una práctica que, de
alguna forma, les permite comprender que, en la era de la globalización, desplazar
problemas es una forma de solucionarlos. Por ello, no es extraño que desde el instante
que se hizo patente que el origen de la crisis se encontraba en EE UU, el centro
financiero del mundo, y, subsidiariamente, en la City londinense, se hiciera
indispensable desplazar el foco de atención (y el pánico social) fuera de los países
anglosajones. En esa coyuntura, sus medios se resituaron hacia lo que convenía a los
intereses nacionales: del pensamiento único se pasó a la dispersión de diagnósticos y
culpas, de responsabilizar a la banca a trasladar el peso a los estados y a los
ciudadanos.
Para desplazar la mirada de los mercados desde las subprime a la deuda soberana, era
necesario desplazar los focos informativos desde EE UU a los países centrales europeos
y desde estos a la periferia territorial. La batalla de las opiniones públicas necesitaba
recuperar tópicos muy asentados en la lógica etnocentrista que siempre se han
demostrado un mecanismo extremadamente eficaz como línea de defensa. Si la
especulación necesita de rumores y noticias prefabricadas, el ruido que aportan los
estereotipos se muestra también un instrumento eficaz para desviar la atención y
transferir responsabilidades hacia los países más débiles, marcados como “culpables”
porque “no hacen los deberes”, entendidos estos como ajustes sociales imprecisos e
inacabables.
El acrónimo PIGS es relanzado en 2008 por medios anglosajones de prestigio, desde
Newsweek a Wall Stret Journal, precisamente cuando se pretende sacar de foco, como
causa de la crisis, a los productos tóxicos emitidos desde EE UU y comercializados por
los bancos de Alemania, Holanda e Inglaterra, en donde permanecen en sus balances.
El título racista ("Pigs in muck" es decir, "cerdos envueltos en barro"), con el que el
Finantial Times encabeza una crónica publicaba en septiembre del mismo año, acaba
siendo determinante en la construcción de estereotipos utilizados por la extrema
derecha en Holanda, Noruega, Finlandia, Dinamarca... contra los vagos y ociosos del
sur. Su uso se multiplica por tres entre 2008 y 2010 y desborda la red hasta provocar,
en 2010, 1,2 millones de nuevas entradas en Google.
No es el único ejemplo: el Frankfurter ha sido denunciado repetidas veces por
gobiernos del sur como correa de transmisión de los halcones alemanes (en beneficio
de la austeridad impuesta) propagando rumores que han desestabilizado los mercados
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en diversos momentos. Todo ello acaba adobando de desprecio las debilidades reales
o ficticias de las economías periféricas en un juego de profecías autocumplidas.
5.- Los medios son imprescindibles en la construcción de mecanismos de
socialización de la culpa.
La “culpabilidad” se socializa y se decanta sobre los que concitan más argumentos en
su contra en los medios, a las organizaciones y grupos sociales (funcionarios,
inmigrantes, sindicatos, clase politica) que se les señala como culpables en más
noticias y más artículos, contra los que el foco mediático apunta preferentemente. En
cambio, parecen quedar liberados los que pasan desapercibidos aunque sean los
verdaderos responsables, entre ellos los que financian los medios y controlan los
resortes del poder.
Las rutinas informativas, propensas a la búsqueda de argumentos simples que propicia
la simplificación de soluciones, se apunta a la “búsqueda de culpables”. La
dependencia ideológica de los medios locales conservadores ante las Biblias
anglosajonas liberales había sido en las décadas anteriores a la crisis un instrumento
decisivo para convertir el Consenso de Washington en pensamiento único. No es
extraño, por tanto, que asumieran como propias los esquemas neoliberales que les
culpabilizaban de la crisis por vivir por encima de sus posibilidades. Desde esos
planteamientos, esos medios se han convertido en determinantes para derrotar
políticas nacionales de resistencia en los países del sur, sobre todo mientras estaban
gobernados por socialistas (Grecia, Portugal, España), lo que les legitimaba para
fomentar la crispación interna hasta cortejar la hecatombe. Solo, cuando comprobaron
que las victorias conservadoras no devolvían la confianza de los mercados, han
empezado a romper los seguidismos y a renacionalizar su mirada emprendiéndola
contra la insensibilidad y el rigorismo alemán.
En resumen: que ni la información ni la economía se rigen por una mano invisible, ni
por equilibrios espontáneos sino por flujos de interés que se retroalimentan. Y que los
perfiles más importantes de la presente crisis conforman un dibujo en el que el
concurso de los medios ha sido determinante.
¿Es algo nuevo? En absoluto, solo confirma que las relaciones de poder que reflejan los
flujos económicos se refuerzan e interactúan con los flujos informativos, una tesis que
la UNESCO asumió como propia cuando en los años 70 quiso potenciar el NOMIC,
acrónimo de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, y que
ahora vuelve a estar presente y en primer plano en la primera gran crisis de la
globalización.
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