IMPLICACIONES ÉTICAS Y POLÍTICAS DE LA ENSEÑANZA Y LA PROMOCIÓN DE LECTURA1. Luiz Percival Leme Britto2 Por eso pregunto a ustedes en el mundo si es más inteligente el libro o la sabiduría. El mundo es una escuela la vida es el circo Amor palabra que libera ya lo decía el poeta. Marisa Monte El tema que nos agrupa en este congreso es la lectura y, de modo más específico, la formación de lectores, como parte de un movimiento de promoción de lectura del cual participan, al menos, las bibliotecas públicas y escolares por cuanto son instituciones de carácter público. El título y el texto de presentación de este congreso no dejan duda de que tal objetivo es algo que se desea y que, por lo tanto, debe ser considerado como positivo. Se trata de valorar "actitudes positivas ante la lectura y de propiciar la educación permanente de la comunidad que consulta las bibliotecas"3. Sin embargo, debo explicar de inmediato mi incomodidad con la expresión formación de lectores. En esta conferencia procuraré examinar algunos problemas relacionados con este concepto, haciendo énfasis en los aspectos éticos y políticos involucrados. Veamos: ¿qué es lo que se quiere decir exactamente con formación de lectores? ¿Qué ideas, conceptos y valores la justifican? ¿Qué acciones están implicadas en este concepto? Quizá porque asumimos desde un principio que el hábito de la lectura es algo positivo y deseable, no indagamos lo suficiente con respecto a algunos valores que se suman, de manera inadvertida, a los discursos sobre la lectura. Para poder penetrar mejor en esta maraña ideológica, permítanme examinar de manera puramente especulativa, y sin intención de agotar los problemas que serán abordados en este examen, algunas expresiones que nos pueden parecer semejantes a la formación de lectores y verificar los sentidos que pueden tener. Tomemos la formación de ciudadanos. Idealmente, esta expresión identifica un conjunto de acciones político-educativas iniciadas por una determinada comunidad de un país o una nación para que sus miembros reconozcan y ejerzan derechos, y cumplan deberes con la misma comunidad y el Estado. En otras palabras, se trata de un conjunto de acciones sociopolíticas que buscan establecer e inculcar en la gente valores y comportamientos deseados, desde una concepción de organización social y de individualidad. En las sociedades urbano-industriales este proceso articula temas muy variados, como educación ambiental, programa antidrogas, prevención de enfermedades de transmisión sexual, administración defensiva, campañas institucionales de información electoral, movimientos antirracistas, etc. Los anteriores son ejemplos de valores promovidos por el Estado capitalista actual: el respeto por la legalidad, la valorización de la privacidad y del derecho individual, la legitimidad de la propiedad, la solidaridad con los desposeídos, el reconocimiento de las diferencias, etc. Como se ve, este conjunto de acciones es relativamente disperso y se constituye en el proceso político de definición de los comportamientos y de los valores socialmente deseados. Es cierto que la noción de formación de ciudadanos -y de las acciones para su implementación en una determinada formación social- tiende a ser la expresión de los segmentos hegemónicos. 1 Ponencia presentada en el 5º. Congreso Nacional de lectura, Fundalectura, Bogotá, 2002. Brasileño. Licenciado en letras y doctor en lingüística. Profesor titular del programa de maestría en educación de la Universidad de Sorocaba. Ha publicado artículos sobre lectura en la escuela, promoción de lectura y ciudadanía, y condiciones de producción de los textos escolares, entre otros. Es presidente de la Asociación de Lectura del Brasil y coordinador del consejo editorial de la colección Leituras no Brasil. 3 Así se presentó el Congreso. 2 Y en tanto que la hegemonía no significa poder absoluto, siempre hay un espacio en el que se da una intensa confrontación entre las diferentes fuerzas políticas que buscan imponer sus determinantes. Un ejemplo interesante lo constituyen causas como el derecho al aborto y a la unión civil de personas del mismo sexo: dos aspectos de cerrada disputa política y moral. Y esa confrontación se da tanto en tomo del concepto mismo de ciudadanía, de su definición objetiva, como en tomo de su acción y de los instrumentos de su implementación. En términos generales, la formación de ciudadanos implica la acción del Estado a través de sus instituciones (escuelas, sistemas de salud, justicia y fuerza policial, entre otras), y de la sociedad civil, a través de organizaciones no gubernamentales, de los medios, de las religiones y demás movimientos organizados. En el caso de la acción del Estado, ésta supone un movimiento de persuasión, que cobija la acción educativa y la valorización de comportamientos deseables, y movimientos de coerción, en la acción de los aparatos policial y judicial, supuestamente realizados para garantizar el bien común. En resumen, podemos afirmar que la formación de ciudadanos no es algo que esté previamente definido ni que resulte de algún consenso y de la acción de personas que ya sean ciudadanas, sino que es un proceso político bastante dinámico y en constante transformación. Por lo tanto, el concepto de ciudadanía que alimenta las acciones formativas es un hecho histórico y objeto de disputa. Analicemos otro concepto, aparentemente más sencillo; el de la formación de profesores y maestros. En términos generales, se considera, en las sociedades con escritura, que la educación es una palanca fundamental para el desarrollo social de un país y que uno de los principales agentes en ese proceso es el docente. En este caso, una vez establecidos los contenidos y objetos privilegiados lo que se busca es el desarrollo de las capacidades intelectuales para la acción pedagógica y la promoción de un modelo de educación y de sujeto. Mientras mejor sea la formación de los profesores, mayor será la posibilidad de tener una educación bien aprovechada. Las acciones institucionales de formación de docentes iniciadas al nivel del Estado o promovidas por la iniciativa privada o por el tercer sector se definen, entonces, en función del concepto que se tenga del deber ser y de como debe actuar este profesional. La determinación de los currículos y programas universitarios de licenciatura, los cursos de capacitación y de educación continuada, los congresos y encuentros académicos, la elaboración y aprobación del material de apoyo didáctico, todo esto se justifica en la medida en que se reconoce que la mejora de la educación general es un patrón importante que debe alcanzarse. Así como ocurre con la formación de ciudadanos, también en este caso hay formas políticas en conflicto, en la tentativa de establecer un modelo de educación que corresponda a la concepción de sociedad y de política que se desea. La educación, como terreno atravesado por intereses políticos y económicos, ha sido palco de una intensa disputa ideológica. Según Tomaz Tadeu da Silva, "la educación es solamente uno de los significados que están siendo redefinidos: ésta es un campo preferencial de confrontación de diferentes significados [....). Están en juego, en esta lucha, los significados de lo social, de lo humano, de lo político, de lo económico y de lo educativo"4. Esto implica una toma de posición y la asunción de un conjunto de valores y de acciones que permitan establecerlos. Y la formación de profesores es piedra angular en este proceso. En los dos ejemplos presentados vemos que la idea de formación supone la búsqueda de comportamientos y habilidades deseados en función de un logro objetivo, como la estabilidad y el desarrollo social. Y aquí formulo la pregunta: ¿qué persigue exactamente la formación de lectores? 4 Tomaz Tadeu da Silva, "A escola cidadá no contexto da globalizacáo: uma íntroducáo", en: L.H. Silva. “A escola cidadá no contexto da globalizacáo. Petrópolis. Vozes 2000 págs 218-238. Una respuesta relativamente conocida es la que ve en la promoción de la lectura (la formación de lectores sería una sofisticación de esta idea) una forma de ampliar la participación popular en la vida pública y, de esta manera, de profundizar en la democracia. Esta es, por ejemplo, la posición que subyace bajo el documento de presentación de este congreso: El tema (formación de lectores: escuela, biblioteca pública y biblioteca escolar) es de crucial interés, pues de su análisis dependen las acciones y políticas que se adelanten en pro de defender, fortalecer y potenciar el papel específico que cada una de estas instituciones juega en los procesos de democratización de la información, el conocimiento y la cultura5. En este sentido, la formación de lectores es parte de la acción más general de formación de ciudadanos. Si admitimos que esta tesis es correcta (aunque más adelante veremos que sólo en parte es verdadera), queda por comprender qué es la formación de lectores y por qué se la asocia con participación social y democracia. Para responder a esa pregunta, comencemos por una distinción, aparentemente obvia mas necesaria, pues instaura una paradoja interesante: la formación de lectores no es lo mismo que la alfabetización o, más exactamente, que el letramento6 (entendido, según la definición de Angela Kleiman, como el "estado o condición de quien interactúa con diferentes discursos, saberes y comportamientos articulados en función de la cultura escrita"7). Ciertamente, el letramento es una condición de ciudadanía y, por lo tanto, algo que merece grandes inversiones del Estado y de la sociedad. Con todo, ya que ésta es la función primordial del sistema educacional, es de suponer, para que el término tenga algún sentido, que la formación de lectores no se reduce a la alfabetización, a la enseñanza de la lectura. De hecho, si nos atenemos a lo que afirman y proponen los programas llamados de "promoción de lectura", observando también el público al que se dirigen y el tipo de actividades que realizan, constataremos que saber leer es una condición para participar de este proceso, o sea que el blanco son las personas que ya saben leer. Esta diferencia se expresa claramente al considerar los términos del inglés iliteracy y aliteracy, y los correspondientes iliterate y aliterate, que figuran en The Literacy Dictionary: The Vocabulary of fíeading and Wríting8. El primero remite a "una condición en la que la lectura y la escritura están ausentes", y el segundo significa "la falta del hábito de la lectura en lectores capaces". En otras palabras, el sujeto al que se dirigen los programas y campañas de lectura es alguien capaz de leer (por lo tanto, en cierta medida poco clara, letrado), pero que, por razones que deben ser investigadas (falta de motivación, tipo de lectura disponible, necesidad pragmática, forma de vida), no lee o por lo menos no hace ciertas lecturas consideradas como importantes para la ciudadanía. ¿Cuál sería, entonces, la representación del lector deseado que subyace en los programas y propuestas de formación de lectores? Para avanzar en el debate en torno de lo que podría significar la formación de lectores, admiremos seis imágenes en las que se representa la lectura, obtenidas en el sitio web www.corbis.com, que comercializa imágenes de muchas cosas. A modo de información, allí se ofrecen 1.478 imágenes de la lectura, muchas menos que las de paisaje (18.325), pero más que las de desnudez las dos palabras clave más consultadas, según los datos que constan en la misma página (-lectura- no está en la lista de las 25 preferidas). 5 Texto de presentación del 5º. Congreso Nacional de Fundalectura, 2002. [Nota del editor] La traductora de esta ponencia, Mercedes Guhl, decidió conservar este término en portugués por no existir un equivalente en español. Silvia Castrillón, quien realizó la revisión técnica, añade que se trata del proceso que permite ir más allá de la alfabetización inicial, en el sentido de insertar a los alfabetizados en una cultura que les posibilita hacer uso de lo escrito. 7 Angela Kleiman, "Modelos de letramento e as práticas de alfabetizacáo na escola", en: A.B. Kleiman (org.), Os significados do letramento. Campiñas, Mercado de Letras, 1995, págs. 15-61. 8 Theodore L. Harris y Richard E. Hodges. La edición brasileña, con el errado título Diconárío de alfabetizacáo: vocabulario de leitura e escrita, fue publicada por la editorial Artmeden 1999. 6 La primera imagen9, un cuadro de una pintora francesa de la segunda mitad del siglo XIX llamado Lectura en el bosque, muestra una escena bucólica en la que dos mujeres con costosos trajes leen un libro, cómodamente instaladas en un entorno silvestre. El ambiente es acogedor y nada parece preocuparlas. La luz es suave y sólo se siente una tenue brisa que refresca la piel. Estamos ante una típica escena burguesa en la que el ocio se vive con placer y despreocupación [a lectura es, en este momento, una estrategia de ocupación del tiempo y es más importante la satisfacción que produce, que la eventual contribución intelectual o moral que pueda ofrecer. Hasta podemos imaginar que leen las muchachas, sin que el contenido de su lectura altere la escena. Sabemos que esta imagen no es una excepción. La asociación de la lectura con ambientes tranquilos y retirados, en los cuales la persona que lee demuestra paz y recogimiento, es una constante. En su opúsculo Sobre la lectura, Marcel Proust afirma en cierto momento que “la lectura no debe desempeñar en la vida el papel preponderante que le atribuyó Ruskin [...] lo que las lecturas de la infancia nos dejan es la imagen de los lugares y de los días en que las hicimos. En otro pasaje de la misma obra, el escritor nos ofrece la siguiente imagen: Aquel libro que me habéis visto leer hace un momento en un rincón junto al fuego en el comedor, en mi habitación, hundido en una butaca cubierta con orejas de ganchillo, y durante las dulces horas de la siesta bajo los avellanos y los majuelos del parque, donde todas las brisas de los campos infinitos venían de tan lejos a jugar silenciosamente junto o mi ofreciendo sin decir palabra a mi nariz distraída el perfume de los tréboles y las esparcetas sobre los que mis ojos cansados se posaban a veces, aquel libro…”10 La narración continúa, pero lo que interesa percibir aquí es la semejanza que hay entre esta imagen descrita por el autor francés y la que nos ofrece Eva González en su cuadro: la naturaleza se presenta como una extensión de los sentidos de la persona, y la envuelve seductora en su egoísmo existencial. La descripción del ambiente, sugestivamente sensual – pues en ella predominan las sensaciones táctiles (la butaca, las orejas de ganchillo, la brisa del campo) y olfativas (los avellanos y los majuelos)-, y la racionalidad intelectual, es la confesión abierta del placer de vivir despreocupadamente, sin otra inquietud que la de estar allí, en una paz intensa y solitaria. Volviendo al cuadro, observen los elementos que acompañan la escena: el perro con la correa, que indica su condición de animal tratado con compostura, instalado al lado de la dueña; los guantes tirados en el suelo; la sombrilla de encaje que protege a la oyente: son marcas de una cultura que pertenece a una clase social; no hay manera de disociar la lectura que se hace allí del resto y buscar en ella, aisladamente, alguna propiedad exclusiva y constante. La segunda imagen es una especie de actualización de la escena que acabamos de analizar. El acogedor bosque del siglo XIX ha sido sustituido por un parque, igualmente acogedor, en el que prevalece la sensación de comodidad, que bien puede ser producida por el ambiente bucólico. La muchacha sale de casa para pasear en bicicleta por el parque cercano y, a la sombra de un árbol, rodeada de la luz primaveral intensa y suave, lee lo que parece ser uno de esos voluminosos libros de texto. Es posible que pueda ser una universitaria y que haya ido al parque a estudiar. No importa, lo que llama la atención nuevamente no es la lectura, sino la situación de aislamiento perezoso en que se encuentra la protagonista. Admitamos que ella está estudiando, esto le daría a la escena un peso intelectual mayor y constituiría un 9 (nota del editor) Por razones editoriales no fue posible incluir en esta publicación las imágenes de Corbis, proyectadas y analizadas por el ponente. Sin embargo, el lector que desee puede consultar la página mencionada (www.corbis.com) donde las encontrará bajo los siguientes títulos: “Reading in the forest by Eva Gonzáles”, “Bicyclest Reading in a park”, “Reading a newspaper on a park bench”, “Girl reading a book” “Puppy Reading book about cats” y “Woman Weighing herself”. 10 Marcel Proust, Sobre la lectura, Valencia, Pre-textos, 1996, pág.33 ejemplo de comportamiento social deseado. Asimismo, cabe observar que esta posibilidad resulta de una condición social determinada, de modo que para realizarla es preciso estar ya inmerso en el contexto. El contenido simbólico de estas dos primeras imágenes es esencialmente el mismo que se manifiesta en la tercera, en la que un hombre adulto con facha de intelectual, vestido con un elegante sobretodo, lee un periódico con tranquilidad y atención, sentado en un banco de jardín en una probable tarde fría de otoño. En la imagen cuatro, una niña, alegremente vestida, estudia recostada contra un árbol en otro jardín durante una posible tarde de verano. La observación del conjunto permite percibir claramente un aspecto significativo de este juego: la representación de modelos de lectura se da en función de la forma en que cada uno toma parte en la sociedad: la joven ciclista universitaria, la niña con sus libros escolares multicolores, el señor circunspecto, cada uno de ellos parece ocupar un lugar definido. Para cada uno hay una escena perfecta. Una ojeada rápida por las casi mil imágenes ofrecidas por el sitio web de Corbis es suficiente para percibir cómo se reproducen los modelos sociales de un comportamiento esperado. Resulta evidente la orientación teórico-metodológica subyacente bajo la producción de las imágenes, que presenta una enorme variedad de posibilidades de lectura: hay lectura de texto religioso, de menú de restaurante, de guía de viajes, de balanzas y otros indicadores de medidas, de periódico y de secciones específicas de éste, de libros, etc. Detrás de esa variedad encontramos la noción semiótica de lectura como interpretación de símbolos y objetos culturales. A escenas clásicas se sobreponen escenas inusitadas con nuevos enfoques y actores. Pero también hay una fuerte tendencia a articular al personaje involucrado en la foto con las representaciones sociales que éste debe ocupar. Así, encontramos varias fotos de hombres serios leyendo el periódico (y algunas mujeres en la misma situación), de señoras leyendo revistas o libros en ambiente doméstico (a veces en el trabajo), de niños alegres con o sin sus padres hojeando libros multicolores, de parejas de ancianos con mirada sensible y afectuosa, de enfermos en cama que se reconfortan con un libro amigo. Los lugares de lectura también se repiten con relativa frecuencia: son vetustas bibliotecas, parques acogedores, hospitales asépticos, nichos domésticos con sus sofás y luces directas, los templos religiosos, las grandes escalinatas que anuncian la entrada de un edificio público imponente. En fin, lo que las imágenes permiten ver, además de lo que suponen mostrar, es que la lectura es un comportamiento social que se articula con los modos de inserción del sujeto en el mundo. Las imágenes quinta y sexta aparentemente sirven de contra argumento para el raciocinio que he venido desarrollando. Pero apenas aparentemente. La imagen cinco, que pretende ser una parodia de la vida diaria, muestra a un perro en posición de lectura, sosteniendo con las patas un libro sobre gatos. La mirada concentrada del animal sobre el papel y la posición de las patas reproducen un modelo de lectura masculina del tipo de examen de contenido. La postura y el tema hacen énfasis en la percepción de que, en la producción de estas imágenes, se reproducen y se valoran estereotipos de comportamiento social: al muchacho adolescente le interesaría un libro sobre deporte; al hombre maduro, tal vez uno sobre economía o finanzas; a la señora joven, uno de vida saludable; al perro le debe interesar un libro de gatos. Se trata, en términos de Haquira Osakabe, de una concepción "tranquilizadora" de la lectura, en la que "la invitación a reproducir las actitudes parece ser el único llamado a la acción"11. 11 "La revista femenina complementa a la del hombre, el libro para adolescentes es una preparación para que estos entren al mundo adulto. Armonía de sexos y de franjas de edad cuyas tensiones, en últimas, se configuran como manifestaciones naturales y se diluyen naturalmente [...]. En ese universo hay poco qué hacer y la invitación a reproducir las actitudes parece ser el único llamado a la acción", Haquira Osakabe, "O mundo da escrita", en: M. Abreu, Leituras no Brasil, Campiñas, Mercado de Letras, ALB, 1995. La sexta imagen, que pretende ser un ejemplo de una noción ampliada de la lectura en la que se destacan los múltiples objetos sobre los cuales ésta recae, tal vez debiera estar en la sección de desnudos, ya que lo que se subraya es el cuerpo femenino y no la lectura. El encuadre es perfecto: la joven bonita, que viste apenas unos calzoncitos sensuales, oculta los senos con el brazo transversal de la báscula; la toalla sostenida por la mano extendida, la mirada candida y despreocupada (nadie la observa, está sola) vuelta hacia el indicador de peso de la regla, todo eso crea una imagen sutil y erótica, en la que lo último que nos interesa es la lectura. A diferencia de las otras imágenes que examinamos, ésta corresponde a un instante breve, desatendido, de la cotidianidad, en el que la joven se complace o se preocupa por sus medidas. Incluso si la consideráramos como una imagen de la lectura (algo que no se anuncia en el título, a diferencia de lo que ocurre con las demás), lo cierto es que no usaríamos el término "lectora" para referirnos a la muchacha de la foto, así como tampoco afirmaríamos, en sano juicio, que el perro es un lector (y eso explicaría las comillas que encierran la palabra reading en el título de esta imagen). En resumen, nuestro paseo por el imaginario de la lectura de Corbis sugiere que las prácticas y los modos de lectura están articulados con los espacios y las situaciones sociales, y que corresponden a formas de vida enmarcadas (y deseadas) en los hábitos urbanos de la sociedad urbano-industrial; sugiere también que, de manera fundamental, son estos espacios y estas situaciones los que determinan la posibilidad de ser lector y el comportamiento lector. El no lector, desde esta perspectiva, será aquel que no ocupa los lugares vislumbrados en estas representaciones. Continuando con el análisis de ese tópico voy a usar otra imagen, pero esta vez no es una foto sino una caricatura, cuyo tema es una posibilidad de la lectura. El cartel, titulado Bookstore, se produjo especialmente para los debates sobre lectura que se desarrollaron a lo largo del XIII Congreso de Lectura del Brasil. En primer plano tenemos una vistosa, amena y colorida librería (bookstore), de esas que se construyen ahora en los centros comerciales del Brasil, que invita al consumidor a entrar y conocer sus productos. Las grandes vitrinas exponen los más llamativos: de un lado, los best sellers, las obras consagradas y las de las personalidades del momento (políticos, periodistas, artistas...); del otro, aparece el rincón de lectura, un espacio pensado para que el niño juegue a leer, soñar e imaginar mundos idílicos. Un señor, de pie ante un estante de libros, con la mano en la barbilla (sugiriendo concentración), examina los títulos de algunas obras: informática, medicina, derecho, filosofía, literatura, autoayuda. La elección de lo que comprará se hará en función de su profesión, de sus hábitos personales, de sus referencias culturales, del motivo inmediato que lo lleva a ese lugar. Tal vez busque un libro bonito para regalarle a un amigo (si, los libros son regalos muy bien recibidos!). En el otro lado de la librería, en el rincón de lectura, dos niños, libres, a gusto, tal vez hijos del señor del que acabamos de hablar, hacen uso de la lectura. Gozan de las imágenes alegres y coloridas de grandes libros de papel especial. El niño recostado boca abajo sobre el piso, sostiene con ambas manos su cabeza por la barbilla, sus piernas levantadas se balancean en el aire: parece tan absorto que se olvido del tiempo. La niña, rubia, leve, alegre (parece que sonríe), escoge otro libro para leer. Desde el exterior de la librería separado por una lámina de vidrio y una puerta con sensor magnético, un niño pobre y su madre admiran, con ojos desmesuradamente abiertos, la escena que no les pertenece. Y, con espanto brutal, una vocecita, que duele al oído hace resonar la exclamación desesperada del hijo de Rango (un personaje miserable de una tira cómica, que vivía en un basurero de Porto Alegre) que, desde el exterior de un restaurante, viendo a un señor de gran tamaño comer voluptuosamente, dice: "¡Papá, ese ya va por el segundo pedazo de carne!". La falta de un buen pedazo de carne y la falta de un libro son la misma y única exclusión. El niño que no lee es el niño que no puede comer carne, que no puede entrar a la librería (hace poco, en un centro comercial de Río de Janeiro, los comerciantes decidieron cerrar sus almacenes cuando los habitantes de la calle, miserables, resolvieron ir a pasear por allá). Esa fue la única licencia que el artista se permitió para construir la escena: la mujer atónita y el niño de ojos desaforados, ambos harapientos y sucios, pasean por un centro comercial, el principal símbolo de la sociedad de consumo, en donde hoy en día se encuentran las grandes y modernas librerías. Probablemente ya habrían sido retirados de allí por un encargado de seguridad. Lo que podemos decir es que ese niño no se hará lector así haya programas bellísimos de formación de lectores y una intención real de incluirlo en ese proceso, y no es porque este niño no quiera o porque no tenga el estímulo, sino porque está objetivamente excluido del mercado de consumo de libros y de los espacios sociales en que los conocimientos y capacidades relacionados con la lectura son importantes. Esta conclusión permite retomar lo que dije antes: la tesis que asocia el acceso a la lectura con la democratización de la información, del conocimiento y de la cultura es sostenible apenas parcialmente. No hay duda de que, en la sociedad urbano-industrial, saber leer es una necesidad objetiva. Como bien lo observa Jacob Mey, la lectura probablemente es el aspecto más visible del letramento: la persona que no sabe leer está mucho más expuesta, en forma negativa, que una que no sabe escribir12. El analfabeto, al estar sofocado por las formas y los espacios letrados, es menos productivo y más dependiente. El alfabetizado, incluido en la ciudad de las letras, donde tiene que transitar por calles trazadas y escrituradas, construir predios que antes se han diseñado en planos y pantallas, oír noticias escritas anunciadas por voces domesticadas por la norma y el ejercicio disciplinar de un profesional de las letras, trabajar con sistemas monetarios, continúa excluido del mundo de la escritura, un mundo que supone territorios privilegiados, caracterizados por formas de discursos y referencias específicas, por expresiones propias de cultura y de valor. Leer es una manera de estar informado y, en ese sentido, de participar del espacio público, es un instrumento intelectual importante, articulado al dominio de discursos y formas de pensar bastante específicas. Es una acción típicamente metacognitiva, ya que en el momento la persona no sólo explora un contenido sino también la manera en que éste se refleja sobre el texto, y lo presenta de forma mucho más intensa que otros medios. Es una situación que favorece el pensamiento reflexivo y analítico, pues supone el monitoreo activo y consciente de la actividad intelectual. Es una posibilidad aguda de experiencia estética sobre un objeto cultural intensamente elaborado y reelaborado. En palabras de Martha Kohl de Oliveira, separar el producto escrito de su autor y del tiempo y espacio de su creación, separar signo de significado, permitir el examen repetido de registros gráficos, favorece el pensamiento descontextualizado e independiente de la experiencia del sujeto. Favorece también la conciencia metalingüística, por consistir en soporte material de la lengua, sobre el cual el sujeto puede reflexionar y construir conocimiento explícito, y la conciencia metacognitiva, por la posibilidad de verificación del discurso escrito en cuanto producto del pensamiento, de objetivación déla experiencia personal13. Este razonamiento lleva a admitir que estamos tratando un asunto sumamente importante desde el punto de vista de la construcción de una sociedad democrática y justa. Según Anchyses Jobim Lopes, La lectura y la escritura constituyen actos que en sí mismos, y no sólo por la información o el placer que transmiten, son potencialmente organizadores del pensamiento y de los valores, constructores de conciencia individual y social. Creadores de las diversas formas en las que se desdobla la conciencia [...]. La lectura y el acto de la escritura 12 Jacob Mey, As vozes da sociedade: seminarios de pragmática, Campiñas Mercado de Letras, 2000. Martha Kohl de Oliveira, "Letramento, cultura e modalidades de pensamento", en: A. B. Kleiman (org.). Os significados do letramento, Campiñas, Mercado de Letras 1995 pág. 154. 13 constituyen hoy condición necesaria, aunque no suficiente, para la construcción y el ejercicio de la ciudadanía14. Mientras tanto, no son las habilidades que presupone la lectura ni el gusto ni la determinación de leer los que promueven la democracia y la participación social. Al contrario: es la posibilidad de participar en la sociedad la que permite el acceso a la lectura. Dado que la sociedad capitalista, en los moldes en que se constituye, es estructuralmente excluyente (y hoy, con el avance del imperialismo, esto es más cierto que nunca), cualquier acción de inclusión supone la transformación del factor de exclusión, o sea, un cambio en la propia forma de organización social. Es innegable que en la actualidad hay más material de lectura disponible y más gente leyendo, y lo anterior es algo que comprueban todas las estadísticas de escolarización y de producción y venta del mercado editorial. Pero este hecho no es consecuencia de campañas de persuasión que proclamen que leer es bueno, sino del mismo funcionamiento del sistema. Y podemos señalar al menos tres razones para justificarlo. La primera es que el individuo no escolarizado, analfabeto o con poca capacidad de lectura es una persona que produce poco y consume poco, y además demanda más servicios públicos asistenciales. En ese sentido es un fardo para la sociedad y es, por eso mismo, indeseable, lo cual justifica inversiones estatales en educación básica y capacitación profesional. La segunda razón se articula al movimiento paradójico y fluido de la lógica perversa del capital: la ampliación del nivel de alfabetización de grandes sectores sociales a través de la universalización de la educación básica, al mismo tiempo que capacita individuos para el cumplimiento de diversas tareas, a medida que se expande, tiende a convertirse en un factor de reducción de salario ya que aumenta la oferta de trabajadores capacitados para cumplir una determinada tarea. La tercera razón también se articula con la lógica de la dominación. La ampliación de la oferta educacional realimenta la competencia entre los trabajadores, invirtiendo la responsabilidad social por el desarrollo económico y por la oferta de empleo, y haciendo natural la idea de que, en el mundo moderno, sólo los más competitivos tienen la posibilidad de ser alguien en la vida y que, por lo tanto, los trabajadores que no consiguen un buen empleo son poco competentes o no invirtieron lo suficiente en su formación. Desde el punto de vista del sistema, el letramento se hace necesario para que los individuos sean más productivos, para que sepan seguir instrucciones y moverse en el espacio urbano-industrial, para que puedan consumir productos y respetar o asumir los valores hegemónicos. En resumen, no es interesante la mera exclusión del sujeto. Es más interesante que la instrucción (escolar o de otras instituciones, como la biblioteca, los puestos de salud, las estaciones de policía) actúe como forma relativa de inclusión. De acuerdo con Frigotto, el campo educativo, desde la escuela primaría hasta el posgrado, en el marco del ajuste global está, entonces, dirigido hacia una concepción productivista, cuyo papel es el de desarrollar habilidades de conocimiento, de valores y actitudes y de gestión de la calidad, definidas en el mercado de trabajo, cuyo objetivo es formar, en cada individuo, un banco de reserva de competencias que le asegure el empleo15. Por lo tanto, la formación de lectores, entendida en sentido amplio como acciones de letramento, no es algo que se pueda pensar en abstracto ni se articula con un gusto o un convencimiento de que leer hace bien. Las posibilidades y formas de leer están sobredeterminadas por las formas generales de educación y de participación social. Es 14 Anchyses Jobim Lopes, "Novos paradigmas: hipercomplexidade e autopoiese: algunas consideracóes para a defesa da alfabetizacáo, leitura e escrita", en: Leitura: Teoría & Prática, año 29, no 37, Campiñas, junio del 2001, pág. 24. 14 15 G. Frigotto, "A educacáo e formacáo técnico-proíissional frente á globalizacáo e o desemprego estrutural", en: L. H. Silva, A escola cidadá no contexto da globalizacáo, op. cit. exactamente este raciocinio el que explica el fracaso de la mayoría de los programas y de las acciones de promoción de la lectura. Las nociones de letramento y de lectura, como bienes en sí, ingenuas o no, no hacen sino reproducir un modelo de sociedad autoritario y desigual. El letramento, según Jacob Mey, no es lo que convierte a las personas en letradas, sino la manera en que esas personas funcionan en un discurso societario utilizando sus propias voces [...]. La Gasificación no mediada de la literatura y del letramento son, como generalmente sucede en el caso de la cultura, una forma eficiente de alienar a aquellos que más necesitan del letramento y de la cultura16. La percepción de que, cuando se proponen ciertas acciones de promoción de la lectura, se promueven valores, nos obliga a asumir que tras el consenso aparente sobre que leer es un comportamiento saludable o que implica una vida mejor, está la misma confrontación ideológica que identificamos al analizar la expresión formación de ciudadanos. 16 Jacob Mey, op. cit., pág. 182.